Paco El Apañao y la china del bazar
La Reme me busca algunos apaños y esta vez me los busca en un bazar chino.
Se me acabaron los dos años de paro, así que tuve que replantearme el asunto de los”apaños”, los cuales habían funcionado muy bien de modo que estuve muy poco tiempo en dique seco en lo que a la actividad sexual se refiere, y todo gracias a “la Reme” que fue la que corrió la voz entre sus amistades de mis habilidades manuales y de otro género, hubo un momento en que llegué a tener la sensación de que no había fémina en el pueblo que no estuviera al tanto de dichas habilidades, pero no era verdad.
Lo que tuve que hacer fue correr la voz de que a partir de ese momento iba a cobrar los apaños, porque tenía mucho trabajo. Me di de alta como autónomo y habilité una zona de la casa como taller. En la tienda de Rosa me habían abierto una cuenta como profesional por la cantidad de compras que realizaba y me hacían un descuento, lo que me reportaba una pequeña ganancia adicional
Remedios se había auto nombrado mi representante y era la que me aconsejaba que encargos podía aceptar sin riesgos y que era lo que podía esperar de ellos con comentarios tales como “a esta vete con cuidado, puede que te de a entender que quiere lio, luego se avergonzará, porque es una beata, y te montará un cristo” o “a esa le puedes hacer todos los apaños que te pida, necesita un buen revolcón, así que no te quedes con las ganas”.
La muy puñetera de Remedios, que era también la que me pasaba muchos de los recados, les hacía saber que si lo que que querían era que, ademas de arreglarle los grifos o colgarles la lámpara, le quitara las telarañas de ya sabían donde, lo que tenían que hacer era abrirme la puerta con un par de botones más de los necesarios desabrochados, así yo me daba por enterado y seguramente les haría un descuento.
Me llevé un par de chascos que me comprometieron, pero no llegó a mayores.
Se había establecido en la localidad una señora de nacionalidad china que montó una tienda de bolsos y zapatos, pero después de dos o tres años quiso ampliar el negocio y cambiar la orientación del mismo. Había comprado, o alquilado, un garaje junto a su local, lo reformó y quiso adecuarlo para montar un bazar. Sin encomendarse a nadie, allá se fue la Reme para recomendarle quién podría hacerle los apaños, y lo mejor es que la china, a la que yo llamaba Conchita porque era lo que más se parecía al nombre que me dio, entró al trapo. Ignoro como la convenció, tampoco puse mucho interés en saberlo, aunque me extrañó mucho ya que normalmente se arreglan entre ellos. Remedios me dijo que no habría problemas porque hablaba español muy bien.
Fui a ver de que se trataba y resultó que quería instalar bastantes estanterías, luces y cámaras. Le dije que de las cámaras no me iba a ocupar, de todo lo demás si que lo podía hacer.
El día que habíamos quedado, me presenté con un ayudante, un joven al que llamaba cada vez que me salía algo que no podía hacer yo solo. Tuvimos trabajo para cinco días. Le dije al muchacho que podía irse, que yo iba a cobrar y que lo llamaría para pagarle.
Cuando fui para pasar la factura a Conchita me dijo:
- Tu acompañas a mi. Yo voy casa.
Avisó a uno de los chicos que tenía en la tienda, echó a andar y yo la seguí. Conchita era una mujer no muy alta, 1,60 m calculaba yo, de 45 años, según los datos que me dio Remedios, y de muy buen tipo. Así vista desde atrás tenía un culito respingón y gracioso. No estaba mal. Y era, al parecer, viuda.
Cuando llegamos a su casa, me llevó a un salón y me hizo sentar. Ella se fue no sé donde, y apareció al cabo de unos 15 minutos. Se había cambiado de ropa, y traía un sobre en la mano. Se sentó frente a mí y, a sangre fría, me soltó:
¿Tú quieles dinelo o quieles follal?
¿Perdón? No entiendo…
Yo ha preguntado a Lemedios y más gente y dicen a mi que tú a veces coblas follando.
Bueno, a ver… ---yo estaba flipando--- no, no, eso no es exactamente así. Mira, han sido muchas horas de trabajo, si me tuvieras que pagar follando… Pero a ver… Usted sabe que es follar en español.
Si, clalo, yo sabe. Follal es hacel amol. También puede decil jodel. ¿Tu quieles jodel o quieles dinelo?
No, mira… Tú me pagas en dinero… — y ella me miraba como decepcionada--- … y luego ya si eso… pues hablamos.
¡Es que no sabía ni que decirle! Estaba alucinando. Y es que encima parecía desilusionada. ¡Joder, que marrón! Pero yo le tenía que pagar al joven, y no podía traerlo para que follara con la china, que no digo yo que no le fuera a gustar, pero que no era mi problema.
Conchita, o sea, la china, volvió a mirar la factura, contó el dinero y me lo entregó. Me miraba con ojos de cordero degollado.
¿De verdad quieres follar conmigo?
Si, y yo no quiele descuento.
Bueno, pues vale. Follemos
Y dio un grito de alegría y luego un salto, con los brazos se agarró a mi cuello y con las piernas, al tiempo que se oía un ¡raaasss!, a mi cintura, su falda se había abierto por la costura, a duras penas aguanté sin caerme y para evitar que ella cayera la sostuve con mis manos en el trasero, la falda, descosida o rasgada, se ha subido hasta su cintura y sus piernas y culo han quedado al desnudo. Ella está bien sujeta a mi cuerpo con sus brazos y piernas, así que mis manos en su culo le daban un un apoyo adicional. Casualmente los dedos de mi mano derecha quedaron justo en su rajita, los moví un poco a lo largo de ella, Conchita dio hizo un suspiro y me dijo en un susurro junto a mi oído:
Tus dedos ponen feliz mi "chochín".
¿"Chochín"?
Sí, Lemedios dice que plonuncia como chino.
-¡La madre que la…! Bueno, pues vamos a comprobar como de feliz está tu "chochín".
Aparté el tanga, pues eso era, y sí, era evidente que a juzgar por la humedad, su "chochín" estaba la mar de feliz. Metí dos de mis dedos en aquella húmeda rendija y ella lo agradeció con un suspiro un poco más prolongado.
¿Ahora tu follas con mí? ---su español no era muy bueno, pero se le entendía todo.
Claro que follo con ti. ---le contesté. ---¿Donde?
Allí. Habitación. —me dijo soltando una mano e indicando una dirección detrás de mí. Al hacerlo, perdió un poco de apoyo y se deslizo hacia abajo, esto hizo que mis dedos se introdujeran al menos tres centímetros dentro de su vagina. Ahora no suspiró, gimió.
¡Aaaahhhh! ¡Allí, allí, habitación, tu tienes prisa!
Interpreté que, en realidad, la que tenía prisa era ella y que yo debía moverme rápido, así que la llevé en la dirección que me señalaba y a cada paso ella resbalaba un poco hacia abajo y mis dedos más se hundían en ella, casi sin aliento me señaló una puerta a la derecha y allí me metí.
Si tu sacas dedos, "chochín" no es feliz pelo yo quita lopa. ¿Tu quitas lopa también, pol favol?
Allá vamos, venga.
Nos desnudamos, ella iba colocando su ropa, muy ordenadamente, en una silla, yo no me preocupé demasiado. Cuando se volvió se quedó mirando mi nabo erecto con ojos como platos. Yo no estoy especialmente dotado, o eso creía yo, pero ella me miraba como si lo que yo tenía entre las piernas fuera algo, no sé, descomunal.
Yo nunca folla con hombre no chino y ahola da miedo.
¿Miedo? ¿De que?
Tú puedes hacel daño mucho en mi "chochín"
A ver, mírame. Yo soy Paco ---le dije señalándome a mí mismo.--- y no te haré ningún daño. Y este ---señalando mi verga--- es Paquito, y tampoco te hará daño.
¿No? ¿Tú plometes?
Sí, lo prometo, puedes estar tranquila.
Se acercó hasta mí y tomo mi polla con las dos manos.
Paquito es muy grande y bonito. ---dijo mientras hacía un amago de masturbación--- Gusta mucho a mí. Lemedios dice que tu comes bonito el "chochín" ¿Quieles tú comel "chochín" de Conchita? Yo está muy limpia.
De Conchita me lo voy a comer todo, no voy a dejar ni el tanga.
Me tumbé en la cama e indiqué a Conchita que se pusiera de modo que su "chochín" quedara sobre mi cara, me entendió a la primera y una vez colocada y su vulva al alcance de mi boca, comencé a darle ligeros toques con mi lengua, ella separó su labios vaginales con sus dedos dejando el camino despejado para acceder a su clítoris.
Aunque parecía que todo estaba muy lubricado, pasé mi lengua muy suavemente alrededor del clítoris y toda la zona adyacente antes de dedicarme de lleno a él, cuando en la respiración y los movimientos de Conchita me pareció notar un estado de excitación adecuado, puse toda mi atención en ese delicado y sensible órgano, lo tomaba con mis labios y lo lamía con mi húmeda lengua.
Conchita respondía con movimientos circulares de su pelvis o moviendo el culo delante y detrás y mi lengua, cual colibrí, libaba el coño de Conchita, que era un manantial, sin olvidar ni un solo rincón.
¡Cómeme el "chochín", así, así, más deprisa, por favor, más deprisa, quiero correrme, necesito correrme, Paco, por tu madre!
¿Por mi madre, favor, correrte? ---pregunté deteniendo el lamido--- ¿Que ha pasado con todas tus eles, Conchita?
El perro de san Roque no tiene rabo porque Ramón Romero se lo ha cortado. ---Fue su respuesta.
¿Que tomadura de pelo es esta? ¿De qué va todo esto?
-No hay tomadura de pelo, Paco, yo te lo explico luego, pero, por tu vida, ¡sigue comiéndome el chocho, por favor, sigue!
La empujé hasta tumbarla, separé sus piernas e hice que las doblara y de nuevo seguí donde lo habíamos dejado, el calentón de Conchita no había bajado ni un grado y recibió mi lengua con alborozo. Yo también estaba al rojo vivo y para pocas explicaciones en ese momento, tenía agarrado su trasero con ambas manos y lo amasaba y alzaba hacia mi cara. Esfuerzo vano, pues la propia Conchita se encargaba de eso.
Su clítoris, durísimo, era la presa de mis labios y mi lengua, aunque no me olvidé de su rajita, de cuando en cuando me daba un pequeño respiro y acariciaba su lubricada vulva y su clítoris con mis manos o introducía mis dedos dentro de su vagina, explorando, palpando y provocando riadas de fluidos que la inundaban y bajaban en torrentera hasta su ano.
Aproveché la circunstancia para humedecer mi dedo corazón e introducirlo en su ano mientras volvía a dar trabajo a mi lengua. El efecto de ambas cosas fue que Conchita levantó el culo con tal ímpetu que casi me quedo sin mandíbula y sin lengua, pero también le arrancó un largo gemido y un orgasmo espectacular, los espasmos de su vientre y vagina eran enormes, su trasero subía y bajaba, todo su cuerpo se tensaba de forma que solo se apoyaba en la cama con los pies y la cabeza. Eso duró varios minutos.
Como pudo, entre sus jadeos y fuertes gemido me pidió que chupara sus tetas y la complací con gusto, no eran muy grandes pero sus duros pezones eran muy agradables de chupar y mamar, y parecía que le gustaba mucho y colaboró a prolongar su orgasmo, cosa que me satisfizo.
Tardó en recuperarse y yo estaba impaciente por saber el porqué de este engaño, aunque no por eso dejé de entretener mis manos con su culo y pechos, indiscriminadamente.
Cuando por fin pudo hablar, me dijo que todo había sido idea suya, pero no como una broma, sino que pensó que quizás me atraería más que si la oía hablar un castellano correcto. No había nacido en España pero había crecido aquí, sus padres vinieron a España cuando ella era todavía era muy niña. Se había casado con un chino, fue un matrimonio arreglado por sus padres y que funcionó mal y duró poco pues su marido desapareció un día sin dejar rastro. Sus padres se lo tomaron como una deshonra, pero para ella fue un alivio. Y además, palabras textuales, follaba muy mal y la tenía muy pequeña. Eso me lo decía mientras me acariciaba los huevos y la polla, a la que no dejaba de mirar. A pesar de eso, me dijo, “me embarazó dos veces, y todavía no me explico cómo”.
¿Estás enfadado? Tienes que entenderme, hace mucho, mucho tiempo que no me como un donut y después de haber oído todo lo que he oído de ti, yo sola me he ido calentando y no paraba de pensar en como conseguir traerte a mi cama. Lo primero que se me ocurrió fue lo del montaje que has hecho y luego lo de hacerme la china auténtica, osea casi recién llegada y sin conocer las costumbres y maneras. Y ahora estás aquí conmigo y tengo unas ganas locas de comerte el Paquito y de que me folles hasta que nos hartemos. Si tu quieres, claro.
¿Si yo quiero? Con el calentón que llevo encima y tú que no paras de dar ánimos a Paquito, pues ya me dirás que hacemos.
¡Follar! No tengo demasiada experiencia, como te he dicho, pero he visto vídeos y creo que te puedo hacer una mamada que Paquito y tú quedaréis muy contentos, ya lo verás.
Se colocó sobre mí, o sea, que quería que le siguiera dando marcha. Antes de empezar me hizo una confesión: Mi dedo en su culo le había gustado mucho.
Y sin más palabras agarró mi falo y comenzó lo que sería una fantástica felación. Hizo bajar el prepucio con su lengua, pero muy despacio y rozando apenas el glande. Dando pequeños toques circulares en el prepucio lo desplazaba lentamente hasta que el glande quedó totalmente descapullado, a continuación, lo rodeo con los labios y lo acariciaba con la lengua. El placer era inenarrable. Lo hacía también muy despacio y por toda la superficie del glande.
Yo intentaba hacer otro tanto con su clítoris, ir desplazando la capsula que lo protege sin causarle ninguna molestia, sino todo lo contrario, y a pesar de lo difícil que era poder concentrarme, ya que toda la atención de mi cerebro estaba en mi polla y las atenciones que la lengua y boca de Conchita le estaban dedicando, parecía que lo estaba consiguiendo, no obstante, toda ayuda es poca a la hora de proporcionar placer y por eso introduje dos dedos en su vagina mientras con el pulgar masajeaba la entrada de su ano. La aceleración de los movimientos y la succión de Conchita aumentaban por momento, pero yo no me iba a rendir. Aumenté la velocidad de los movimientos vibratorios de mi lengua en su clítoris y de mis dedos en su vagina hasta que conseguí que:
- ¡Me corro, me corro, Paco, que gusto me das, Paco, sigue, sigue, no te pares ahora!
Y yo, sumiso y obediente, hacía lo que ella me pedía y di más velocidad a mis penetraciones digitales, trasladadas en ese momento a su ano, sin embargo era su “chochín” el que demostraba más y mejor su agradecimiento, pues no paraba de expulsar flujo a cada contracción de la vagina de Conchita. Y estalló en un nuevo frenesí orgásmico, más fuerte si cabe que el anterior, pero esta vez no paró, se desplazó hacia delante, se dio la vuelta y se sentó sobre mi polla empezando una danza de vaivén sobre ella, su coño, tan lubricado, se deslizaba sobre el falo con suma facilidad a lo largo de toda su longitud poniendo especial atención en que su clítoris estuviera en permanente contacto con mi polla. Yo aguantaba a duras penas.
- ¡Dámelo, Paco, dame tu semen! ¡Córrete para mí, córrete conmigo!
Y se corrió de nuevo y esta vez la seguí. Una descarga de semen que casi me llega a la cara.
- ¡Así, así, Paco, todo, dámelo todo!
Aunque no hubiera querido dárselo, no sabia como parar aquella riada de placer que me había dado. Me dejó fuera de combate, aunque sospechaba que no me iba a permitir estar inactivo mucho tiempo.
Yo me notaba muy sucio y pegajoso, así que le pedí a Conchita a ver si podía darme una ducha, me dijo que por supuesto, que le apetecería mucho entrar conmigo y frotarme la espalda y lo que hiciera falta, pero desgraciadamente era una bañera lo que tenía y no era muy recomendable. Ella entraría después.
Ambos duchados y relajados, dedicamos unos momentos a las confidencias.
- Es la primera vez en toda mi vida que he tenido orgasmos ¿te lo puedes creer? Bueno, quiero decir con un hombre. Yo me he masturbado, pero ¡madre de Dios! No tiene nada que ver. ¡He disfrutado tanto, Paco!
Me abrazó y me besaba, yo correspondía a sus besos y casi sin darme cuenta me fui poniendo en forma otra vez, cuando ella se percató de que mi polla se había despertado del letargo, se pegó más a mí buscando el contacto, acariciaba mi polla con tanto mimo que resultaba hasta enternecedor, yo acariciaba su vulva e introduje mis dedos para comprobar su lubricación, estaba muy mojada. Cuando iba a preguntarle si estaba preparada, ella se tumbó boca arriba y mirándome fijamente me dijo:
- Ya estoy lista, ven y métemela. Pero hazlo muy despacio, quiero darme cuenta de todas las sensaciones cuando te tenga dentro, quiero disfrutar de cada segundo y sé que me voy correr muchas veces, para ti y por mí. ¡Llévame a las nubes, al cielo, fuera de la galaxia y disfruta conmigo! Eso te pido, Paco.
La fui penetrando muy lentamente, ella cerró los ojos pendiente de como mi polla entraba en ella conquistando cada milímetro de su vagina, estaba tan lubricada y tan excitada que tenía que retener mis ansias de entrar de un solo golpe, pero logré aguantar. Yo notaba que para ella era una exquisita tortura y que también resistía a duras penas el impulso de agarrar mi trasero y hacer que mi polla la penetrara de una vez.
Cuando mis huevos tocaron su perineo y mi pubis encontró el tope de su vulva, entonces sí, puso sus manos en mis glúteos para retenerme allí, yo sólo hinchaba mi polla dentro de ella y soltando el suspiro que había estado reteniendo mordiéndose los labios, se corrió por primera vez.
No fue un orgasmo muy largo, pero sí fue intenso, como podrían haber demostrado, llegado el caso, los dos moratones que sus manos dejaron en mis glúteos.
- Quiero ponerme encima de ti y hacerlo como se me vaya ocurriendo.
Fueron una tarde y una noche, porque hubo noche, intensas y sin tregua. Quiso probar todas las posturas de las que había oído hablar y las que se nos iban ocurriendo. No hubo una de las que no disfrutara y no tuviera un orgasmo. Quiso probar también el sexo anal. Se había dado cuenta que esa zona era especialmente sensible y las incursiones de mis dedos en su ano le habían resultado placenteras, por lo que no quiso dejar de intentar probarlo. La primera vez no fue fácil poruqe iba con miedo, pero una vez que aprendió a relajarse fue para ella un desibrimiento que quiso repetir.
Me fui temprano de su casa, cuando el sol salía y apenas había gente por la calle, “para no dar que hablar”
Dejé pasar un día antes de ir a ver a Remedios. Quería decirle que, de momento no me recogiera ningún aviso, hasta nueva orden. Así lo hice a pesar de que sabía seguro que iba a querer cobrarse una “comisión”. La Reme no iba a dejar pasar una ocasión.
Mis “negocios” con Conchita duraron unos meses. Un día me llamó por que necesitaba hacer unos “arreglos” y ese día estuvo especialmente entregada, tanto que me sorprendió, fue un “remake” de la primera vez pero con mayor entrega por su parte y un regusto especial que me sabía a despedida. Ya hacía tiempo que me lo esperaba, porque no era mi costumbre prolongar estas situaciones más de lo necesario, pero Conchita había sido algo especial.
Ya aseados y vestidos...
Creo que ya te has dado cuenta…
Sí, creo que sí.
He conocido a alguien y…
Conchita. No tienes que darme ninguna explicación.
Pero quiero que sepas lo que me ha costado tomarla, así que quiero darte esa explicación.
Te escucho.
Creo que he llegado a conocerte lo suficiente para saber que eres un hombre con el que me hubiese gustado mucho, pero mucho, compartir mi vida, pero tú no quieres o no eres capaz de compartir tu día a día, no sale de ti entregarte, aunque cuando te lo piden eres generoso, muy generoso, y muy capaz de darlo todo. Sé que estás muy bien conmigo, y me has hecho muy feliz. También sé que seguirías haciéndome muy feliz cada vez que te lo pidiera, pero ahí está el problema, Paco, que te lo tendría que pedir siempre.
Lo nuestro empezó como un juego y se ha ido convirtiendo en algo mucho más profundo para mí, y creo saber que para ti también porque no eres hombre que haga durar una relación y lo has hecho con la nuestra, y hubiese durado todo lo que tú hubieses querido porque yo estaba dispuesta a dártelo… de no haberse cruzado en mi camino otra persona. Me ha pedido que me vaya a vivir con él, que comparta mi vida con él, y él quiere compartir la suya conmigo. He tomado la decisión de hacerlo. Lo he hecho porque tú nunca vas me lo vas a pedir, aunque lo desees sinceramente, y te entiendo porque sé que te da miedo adquirir un compromiso que no estás seguro de poder cumplir. Lo haces siempre. Lo haces con todo.
Par mí sería muy cómodo irme a vivir con él y seguir viéndome contigo, pero tú no querrías. No lo harías porque, a tu modo, eres fiel. De eso ya me he dado cuenta. Y yo quiero serlo también. Con enorme dolor. Con un dolor como no te puedes imaginar, esta vez ha sido la última vez que podremos vernos en las mismas circunstancias.
- ¿Qué te puedo decir? He tenido bastantes mujeres en mi vida y, como has dicho y salvo muy pocas excepciones, les he sido fiel, contigo no me hubiese costado nada mantener esa fidelidad. ¿Cuanto tiempo? No lo sé, pero creo que mucho, mientras esa fidelidad no se convirtiera en un compromiso, una exigencia.
Nunca le pediría a nadie que haga lo que yo no soy capaz de hacer, nunca te pediría que fueses infiel a otra persona.
Te deseo lo mejor. ¿Eso lo sabes, verdad? Tampoco hace falta que te diga que si me necesitas…
- Esto no es un adiós, Paco, es solo un cambio en mi vida, de la que no te excluyo. Quiero que sepas eso.
Y se fue de mi vida. ¿Para siempre? El tiempo lo dirá.