Paco: dos madres mejor que una.

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La antigua amistad entre mi madre y Leticia había vuelto a resurgir. Quedaban muchos fines de semana para ir de compras o pasar las tardes en una casa u otra. Casi siempre estaba con ellas, disfrutando de la compañía de las dos y de la hermosura de aquellas maduras. A mi madre la tenía todas las noches en mi cama.

Pero ocurrió que en un tiempo, por la zona ocurrieron muchos robos y Leticia se empezó a asustar. Vivía sola y tenía miedo. Habló con mi madre y las dos decidieron que pasáramos un tiempo en su casa, así que durante un tiempo viviría encerrado con aquellas dos sensuales maduras.

Así que un sábado por la tarde nos llevamos algunas ropas a casa de nuestra amiga Leticia. Estaba nerviosa con el hecho de que fuéramos a estar un tiempo allí, se le notaba, hablaba rápido y no sabía que ofrecernos para que estuviéramos a gusto con ella.

La primera noche estábamos los tres en el salón, ellas hablaban y hablaban y yo dormitaba en uno de los sillones mientras veía la televisión. Miré a Leticia aburrido de mirar la pantalla y ella volvió la cabeza y me miró a los ojos sin dejar de hablar con mi madre. Aquellos preciosos ojos se clavaban en mí y quise levantarme y besarla. Volvió a mirar a mi madre para continuar la conversación. Las miré a las dos, el pelo castaño de mi madre, el rubio de Leticia… como me gustaría poseerlas a las dos.

Entonces las dos mujeres se acercaron la una a la otra y se besaron en la boca. ¡No lo podía creer! Podía ver como sacaban sus lenguas y jugaban con ellas hasta que se fundían en un apasionado beso. Sus manos acariciaban el cuerpo de su amiga, por todas partes, amasándose mutuamente sus tetas.

Se levantaron y se colocaron por el otro lado de la mesa, donde las podía ver perfectamente de pie. No dejaban de mirarme, provocándome, excitándome con aquel espectáculo lésbico que me ofrecían.

Mi madre apoyó su culo contra la mesa y cogió a su amante por la cintura para atraerla a ella hasta que sus cuerpos estuvieron totalmente pegados. De nuevo se comían a besos. Las dos me miraron sin despegar sus caras, provocándome para que me levantara y me uniera a ellas. Pero estaba paralizado por la imponente imagen de los dos cuerpos de aquellas maduras mujeres.

-¿Qué quieres que hagamos? – Dijeron las dos a la vez con una sincronización perfecta. - ¡Ordénanos amo! – Volvieron sus caras y siguieron besándose.

-¡Quiero ver vuestros sexos! – Les ordené. - ¡Mostrádmelos!

Leticia se colocó junto a mi madre y las dos a la vez se fueron levantando las faldas hasta que sus coños estuvieron a la vista. No llevaban bragas. Podía ver el peludo coño de mi madre y el cuidado cabello que adornaba la raja de Leticia.

-Mamá, quiero que tu coño luzca como el de Leticia… - Volví a ordenar. – Leticia, aféitaselo.

En el baño, mi madre estaba sentada en un taburete, sin la falda, solo con la camisa que llevaba puesta. Sus piernas abiertas de par en par y Leticia le untaba espuma de afeitar. Cogió la maquinilla y fue rasurando aquella maternal raja hasta dejar un triángulo de pelos por encima de su hermosa raja, al igual que lo tenía ella.

-¿Te gusta así, amo? – Me preguntó la improvisada peluquera.

-Sí, lo has hecho muy bien. – Disfrutaba con el espectáculo. – Ahora quiero que os comáis los coños.

Y allí estaban, mi madre boca arriba en medio de la cama, con el coño de su amiga sobre su boca para que su lengua le diera todo el placer posible. Y Leticia encima, con su cabeza entre las piernas y devolviéndole el placer que su amiga le daba.

Caminé alrededor de la cama y las miré desde todos los puntos que pude. ¡Qué excitante ver como las dos maduras se satisfacían! Podía ver el rasurado coño de mi madre abierto de par en par mientras la lengua de su amiga recorría toda la longitud de aquella húmeda y caliente raja. Caminé hacia otro lado y ahora podía ver el redondo y hermoso culo de Leticia, con la cabeza de mi amada en medio afanándose en lamer y chupar la raja de su amiga. Gemían, se retorcían al darse placer mutuamente y mi polla estaba a punto de estallar dentro de mi pantalón.

Liberé mi sexo y mi mano empezó a acariciarme para desahogar tanta lujuria acumulada por el show que se me ofrecía. ¡Nunca imaginé ver a mi madre liada con otra mujer! ¡Y qué mujer Leticia! Sentí ganas de meter mi polla en alguno de los coños que estaban sintiendo placer sobre aquella cama.

Sin dejar de masturbarme, me subí en la cama de rodillas. No tenía pantalones y mi polla estaba libre para entrar en ellas. Me coloqué detrás de Leticia, podía ver a mi madre bajo ella. Paró de lamer a su amiga y abrió la boca sacando la lengua para que acercara mi polla a ella. Me pegué más y bajé mi polla.

-¡Dámela, dámela toda hijo! – Decía toda excitada. - ¡Ponla en mi boca para que la chupe! – Estaba más caliente de lo que nunca la había visto. – ¡Despierta a la puta que hay en tu madre! ¡Vamos, despierta, despierta Paco!

-¡Vamos Paco, despierta que ya es tarde! – Sonó la voz de Leticia. Abrí los ojos y allí estaban las dos, de pie, mirándome. - ¡Vamos a la cama que si duermes aquí te va a doler todo el cuerpo!

Miré a mi alrededor y estaba en el sillón. Todo había sido un excitante sueño que me había dejado con la polla dura. Me levanté con esfuerzo y me dirigí a mi habitación. Ellas hicieron lo mismo.

En la cama, pensaba en el sueño que había tenido, aún recordaba el cuerpo de aquellas dos mujeres. Empecé a acariciarme la polla. Llevaba como media hora recordando mi sueño, sin conseguir correrme. La puerta de la habitación empezó a abrirse lentamente y vi a mi madre que entraba sin hacer ruido.

-¡Hola hijo, déjame un lado! – Venía a buscar su ración de sexo diario. - ¡Hijo, me estabas esperando! – Dijo al tocar mi polla totalmente erecta y endurecida.

-No, es que tuve un sueño en el sillón.

-¡Espero que fuera conmigo! – Me dijo mientras me besaba en la boca.

-Sí fue contigo, pero la cosa es que estabas liada con Leticia y yo os miraba

-¡Así que te gustaría ver a tu madre liada con otra mujer!

-No mamá, no sé por qué tuve ese sueño, además cuando yo iba a participar me despertasteis.

-¡Pobrecito mi niño! – Se puso melosa y me acariciaba todo el cuerpo. - ¡No dejamos que tuviera sexo!

-¡No me importa! ¡Sé que tu me darás todo el amor que necesite, mami!

-Sí hijo, pero será otro día. Leticia no sabe lo nuestro y si nos pilla no sé cómo reaccionaría. Me voy y mañana te doy lo tuyo en cuanto pueda. Y así se levantó, después de darme otro beso, y se marchó de la habitación.

Cuando abrí los ojos ya había luz en la habitación. Era domingo, me levanté con el pijama y bajé a la cocina. Allí estaban las dos. Mi madre llevaba un camisón de los que siempre solía llevar, Leticia llevaba una camiseta y un pantalón corto y ajustado que le marcaba su redondo culo. Las dos estaban preciosas recién levantadas. Estaban juntas haciendo el desayuno en la encimera, me acerqué a ellas y me coloqué en medio, las agarré por la cintura mirando lo que hacían y le di un beso en la mejilla a mi madre.

-¡Buenos días cariño! – Me saludo mi madre. Seguí mirando como ponían mantequilla en los panes.

-¡No le das un beso a tu mami Leticia! – Protestó Leticia. Le di otro a ella. - ¡Eso es otra cosa!

-A partir de ahora seréis mis dos mamis, Mamiraquel – besé de nuevo a mi madre – y Mamileticia. – Y también besé a la otra.

Desayunamos y allí estaba yo, con mis dos mamis… mis dos preciosas mamis. Leticia nos comentó que iba a hacer algo de ejercicio y nos propuso hacer algo con ella. Como era lógico no aceptamos pues no lo hacíamos normalmente y sería muy cansado para los dos, pero ella insistió y nos propuso hacer ejercicios que no eran muy fuertes. Yo acepté y entre Mamileticia y yo convencimos a mi madre.

Así que una hora después estábamos en el salón. Mamileticia llevaba su "uniforme" de hacer ejercicio, unas ajustadas mallas que le marcaban la parte baja de su cuerpo y una camiseta muy ajustada que marcaba sus deliciosas tetas. Le había prestado otro "uniforme" a mi madre, más o menos igual y allí estaba con su cuerpo totalmente marcado con aquellas elásticas telas. Yo llevaba unas calzonas y una camiseta, en mi parte baja se marcaba mi polla y no precisamente por ser ajustada, es que las dos me tenían excitado al verlas con aquellas ropas.

Nos colocamos en el salón y empezamos a hacer estiramientos. Deseé que me estiraran otra parte del cuerpo pues las dos estaban maravillosas cuando ponían sus culos en pompa, o cuando abrían sus piernas. ¡Me hubiera lanzado encima de ellas en ese momento!

-Paco, - me dijo Leticia – sujeta mis pies para decirle a Raquel cómo tiene que hacer las abdominales.

Se tumbó en el suelo y me coloqué a sus pies. Los agarré y mientras ella hablaba y observaba sus hermosos muslos… ¡Deseaba abrir aquellas piernas y entre ellas! Empezó a doblarse y veía el vaivén de sus tetas. Recordé su imagen el otro día en el baño, aquellos pezones… me estaba excitando y mi polla seguía estando alerta.

Después se puso mi madre. ¡Por qué nunca se había vestido así! ¡Dios, necesitaba tenerlas!

Una hora después, Leticia decidió que era hora de acabar. Ella apenas se había esforzado con lo que habíamos hecho, pero mi madre estaba muy cansada. Los tres estábamos tirados por los suelos, descansando mientras ellas hablaban. ¡Como deseaba a aquellas maduras! ¡Cómo me gustaban Mamiraquel y Mamileticia!

-¡Raquel, vamos a ducharnos! – Dijo Leticia. - ¡Paco tú dúchate en la que hay aquí abajo y tu madre y yo lo haremos en la de arriba!

Leticia se levantó y ayudó a mi madre a levantarse. Las contemplaba mientras subían por la escalera hasta que las perdí de vista, comparando y admirando sus redondos culos. Necesitaba follar con mi madre o cuando menos hacerme una paja.

Unos minutos después subí para coger ropa y una toalla para ducharme. Caminaba por el pasillo cuando pasé por delante de la puerta del baño que estaba algo abierta. Me detuve y tuve la tentación de abrir para ver los desnudos cuerpos de mis dos mamis. Escuché lo que hablaban.

-¡Hija, tienes un bonito cuerpo! – Decía mi madre.

-Hago bastante ejercicio para mantenerlo, para que los hombres me miren… Y me he dado cuenta que tu hijo me mira.

-Sí Paco está en una edad en que los cuerpos de las mujeres lo ponen alterado, como sus hormonas

-Pues hija, si quieres que lo desahogue un poco

-Si eso ya lo hago yo… - Mi madre le estaba contando lo nuestro a su amiga. – No pongas esa cara, si tu tuvieras un hijo con veintitantos centímetros y mucha fogosidad acumulada… ¿no lo harías?

-No, si no me parece mal. – Contestó Mamileticia. – Es que desde que lo vi he intentado provocarlo. El día que lo mandaste con el vestido le enseñé las tetas para que se arrancara y en lo mejor llamaste por teléfono… ¿Veintitantos centímetros? ¿De verdad?

Miré en el espejo para ver que podía ver. Las dos estaban dentro de la ducha, juntas y desnudas, como en mi sueño. La mampara era transparente y podía verlas, una enfrente de la otra duchándose y hablando.

-¿Te pone caliente mi hijo?

-Sí, y ahora que dices que tiene ese tamaño… ¡Tiene que ser mío!

-¡Tranquila! – Dijo mi madre. - ¡Tenemos que ideal un plan para excitarlo! ¡Me gusta jugar con él y ponerlo a cien antes de que me folle!

Empezaron a salir de la ducha y abandoné el lugar. Cogí la ropa y corrí sin hacer ruido para ducharme abajo y que no supieran que las había escuchado. Y allí estaba, muy excitado bajo el agua, pensando qué podrían hacer aquellas dos calientes maduras de mis mamis.

-¡Perdona Paco! – Sonó la voz de Leticia en la puerta. - ¿Puedo entrar a coger un cepillo del cajón?

-Pasa… - Le dije.

La mampara era también transparente y la vi entrar envuelta en una toalla que le cubría un poco más debajo de su coño y otra liada en el pelo. Yo seguí duchándome como si nada y me coloqué de forma que pudiera verme bien la polla que estaba algo endurecida por la excitación, sin llegar a levantarse, tenía un buen tamaño. La miraba de reojo para ver que hacía. Sus ojos se clavaron en mi polla cuando entró, admirando mi tamaño. Cogió el cepillo del cajón y se volvió para salir, en la puerta se paró y me miró otra vez, sin duda mi polla le había gustado.

Salí vestido de la ducha. En el salón estaban las dos ya vestidas también y aún tenían las toallas en sus cabezas. Mi madre se quitó la suya para peinarse.

-Mamá, ¿quieres que te peine? – Le pregunté.

-¡Vale cariño!

Me senté en el sillón y pegué mi culo todo lo posible atrás. Abrí mis piernas y le pedí que se sentara delante de mí, entre mis piernas. Se colocó delante de mí y la agarré por la cintura para colocarla cuando fue descendiendo hasta que su culo estaba totalmente pegado a mi polla. Empecé a peinarla y me movía levemente para rozarle con mi sexo y excitarla.

-Mamileticia, ¿quieres que te peine a ti también? – Le pregunté.

-¡Claro cariño, estoy loca por que me peines! – Noté que empezaba a excitarse.

Peinaba a mi madre sintiendo el calor de su cuerpo. Me movía para que pudiera sentir mi polla contra su culo y ella se agitaba también para corresponderme.

-¿Este servicio incluye un masaje? – Me preguntó mi madre.

-¡Tus deseos son órdenes para mí! Cuando acabe de peinar a Mamileticia te daré uno.

Eché su pelo a un lado y le di un beso en el cuello que la estremeció.

-¡Se acabó! – Le dije ayudándola a que se levantara. - ¡La siguiente! – Dije dándole una palmada en el culo, ella me miró asombrada por aquella demostración de tanta confianza delante de nuestra amiga.

-¡Ahora a mí! – Dijo Leticia sin tener que decirle nada de cómo ponerse.

Se colocó delante y se fue agachando. Mi polla endurecida se marcaba en el pantalón y ella la había visto. Cuando estuvo sobre mí, movió su culo para los lados para acomodarse y sentir mi polla sobre ella.

-¡Qué bien se está aquí! – Dijo de forma sensual. - ¡Qué suerte tener un hijo que te dé este tipo de atenciones! – Le dijo a mi madre. - ¡Yo también quiero un servicio completo, con masaje y todo!

-¡Por supuesto! – Dije. - ¡Los deseos de Mamileticia también son órdenes para mí!

Comencé a peinar su rubia cabellera. Tenía unos hombros bonitos. Sentía su redondo culo sobre mi endurecida polla y me moví para frotarla contra ella un poco.

-¡Así, así! – Decía con una dulce voz. - ¡Qué bien me peinas!

Seguí peinándola y ella se movía un poco para que su culo estrujara mi polla aún más. Un rato estuve con ella y mi polla estaba totalmente dura, sin duda su coño estaría mojado al pensar en poder tenerla dentro.

-¡Ya está! – Dije y le di también un beso en el cuello. – Ahora los masajes. ¿Quién será la primera?

Las dos se miraron y no se decidían. Leticia se fue a levantar y pareció peder el equilibrio y volvió a caer sobre mí, sobre mi polla. La agarré por la cintura y ella echó su cabeza hacia atrás.

-¡Gracias hijo! – Me dijo y estaba ofreciéndome su boca para que la besara. - ¿Te he hecho daño?

-No, no te preocupes. – Mis manos acariciaron su cintura y la empujé para que se levantara.

-Hagamos una cosa. – Dijo Leticia. – Vayamos a mi cama y nosotras dos nos tumbamos para que nos des un masaje. – Estaba pensando en algo y entonces su voz se volvió sensual. – Imagínate que tienes que amarnos a las dos, primero le das a una un poco y después a la otra otro poco… - Tenía una cara preciosa y excitante. - ¿Queréis?

-Ya te he dicho que tus deseos son órdenes para mí, Mamileticia.

-¡Vale, por mi no hay problemas! – Añadió mi madre.

Así que los tres subimos las escaleras para dirigirnos a la habitación. Leticia entró en el baño y cogió un bote. Entramos en su habitación y allí estaba la cama aún desecha. Entre las dos estiraron las sábanas y mi madre fue a echarse.

-¡Raquel, desnúdate para que tu hijo pueda echarnos este aceite!

-¡Oye Mamileticia, que no soy de piedra! – Le comenté. - ¡Qué ustedes dos estáis muy apetecibles!

-¡De verdad te gustan nuestros cuerpos! – Se puso todo lo sensual que la excitación del momento pedía.

Poco a poco se fue desnudando, se quitaba las prendas que llevaba y no dejaba de mirarme. Se quitó el sujetador y tapó sus tetas con las manos. Se colocó frente a mí se las dejó libre. Agarró el filo de las bragas y se giró para darme la espalda. Se inclinó a la vez que bajaba aquella fina prenda y su culo redondo y desnudo aparecía ante mi vista. Era evidente la erección que presentaba mi polla y abultaba en el pantalón. Mi madre hizo lo mismo y ahora estaban las dos desnudas delante de mí.

-¡Vamos hijo! – Dijo mi madre tumbándose en la cama boca abajo. – ¡A ver si puedes con las dos!

Leticia se tumbó junto a mi madre con una bonita sonrisa. No dejó de mirarme en ningún momento. Me subí de rodillas en la cama con el bote de aceite en la mano.

-¡Espera! – Dijo Leticia. - ¿No pensarás darnos el masaje vestido con esas ropas? Tienes a tus mamis desnudas en la cama y ¿piensas estar vestido? ¡Nada de eso! ¡O todos moros o todos cristianos! ¡Desnúdate ahora mismo!

Me quité la camiseta y los pantalones.

-¿Vale así? – Pregunté de forma ingenua pues era evidente el tamaño de mi polla bajo los calzoncillos.

Leticia levantó una mano y agitó un dedo para indicarme que no era suficiente. Sólo dijo "desnudo" y no apartó su vista cuando me agaché y me quité los calzoncillos. Me tapé torpemente mi erecta polla en señal de una simulada vergüenza.

-Si vas a tener las manos ahí, ¿con qué nos darás el masaje? – Preguntó mi madre.

-¿No estarás pensando en hacer algo pervertido con tu boca? Ja, ja, ja. – Reía Leticia.

Separé simulando timidez mis manos y mi polla apareció totalmente erecta e hinchada ante la vista de mis dos maduras mamis.

-¡Qué maravilla! – Exclamó Leticia.

-¡Me parece que tú quieres darnos otros tipo de masaje! – Dijo mi madre poniéndose de costado, abriendo sus piernas para mostrarme su coño y empezar a acariciarlo. - ¿Te acuerdas cuando éramos jóvenes y soñábamos con una como esa? – Le dijo a Leticia.

-Sí. ¡Cuantas pajas nos hicimos viéndolas en las revistas!

-¡Hoy es nuestra oportunidad! – Añadió mi madre.

-¡Sí, pero primero recordemos viejos tiempos! – Leticia se acercó a mi madre y comenzó a besarla.

Aquello ya no era un sueño. Mis dos mamis estaban dándome un espectáculo lésbico. Mientras se besaban, se acariciaban sus coños. Sus hermosas tetas estaban pegadas. Me agarré mi polla y empecé a masturbarme delante de ellas, mirándolas y deseando ser invitado a aquel cóctel de sexo de hembra donde hacía falta una buena polla. Separaron sus bocas y levantaron las manos que acariciaban sus sexos. Con el dedo índice me hicieron una señal para que me uniera a ellas.

-¡Ven hijo, dale cariño a tus mamis! – Dijo mi madre.

-¡Cariño y esa polla que vamos a dejar seca! – Añadió Leticia.

Me subí en la cama de rodillas hasta estar delante de las dos que no dejaban de mirarme. Alargué las manos y empecé a acariciar los muslos de ambas. Volvieron a besarse. Una mano de Leticia agarró la mía y tiró para que cayera en medio de ellas. Acomodamos nuestros cuerpos y veía delante de mi cara como sus lenguas jugaban, besándose, comiéndose la una a la otra. Saqué mi lengua y la acerqué a aquel lugar de pasión. Fue recibida y mi lengua jugó con las suyas, pasando de una boca a otra.

Sus brazos me rodearon, sus manos me acariciaban y disfrutaban de mi joven cuerpo. Sentía el calor de sus maduros cuerpos, de sus lujuriosos coños que querían ser satisfechos con mi endurecida polla.

-Hijo, cuando éramos jóvenes Leticia y yo llegamos a ser novias. – Hablaba mientras yo jugaba con la lengua de su amiga. – Creo que hoy volveremos a serlo y compartiré a mi hijo con ella, para todo lo que necesitemos.

-Sí, - empezó a hablar Leticia y volví a besar la boca de mi madre – serás mi hijo y tendrás contenta a tus dos madres, en todo, en la vida y en el amor. – Se unió a nosotros de nuevo.

Estaba aguantando la carga de semen de mis huevos pues con tanta excitación deseaba lanzarla. Dejé a mis dos madres besándose y recorrí con mi lengua el cuerpo de Leticia. Paré en sus tetas y lamí sus erectos pezones, los mamé como si quisiera sacar leche de ellos. Ella gemía con la boca entreabierta mientras Raquel no dejaba de besarla. Cambié a las familiares tetas de mi madre y le hice lo mismo. Me arrodillé delante de ellas y contemplé sus deseosos coños. Puse mis manos sobre ellos y con mis dedos gordos busque los prominentes clítoris.

Moví los dedos y las dos me miraron. Sus caras mostraban el placer que mis caricias les daban. Seguí y mi polla apuntaba hacia ellas desafiantes. Leticia alargó una mano para cogerla, pero no alcanzaba. Me aproximé hasta que su mano se hizo a mi polla y empezó a acariciarla. Volví las manos y con dos dedos busqué las entradas de mis madres.

Separé primero los labios de Leticia e introduje poco a poco mis dedos, después le hice lo mismo a Raquel. Mis dedos se mojaron al momento por la gran cantidad de flujos que los maduros coños lanzaban. Mientras Leticia me masturbaba y mis manos hacían lo propio con sus coños, mi madre agarró un pecho de su amiga y lo mamaba desesperadamente.

No tardó mucho Leticia en tener su primer orgasmo con mis caricias y la mamada que le daba su amiga. Sentí como se vaciaba en mi mano. Las dos volvían a besarse y me miraron con aquellos ojos llenos de pasión. Saqué la mano del coño de Leticia y lo llevé a mi boca. Saboreé sus flujos.

Me agaché y separé los labios del coño de Raquel. Metí mi lengua y comencé a lamerle toda la raja, desde su clítoris hasta su ano. Se retorcía y gemía. Besaba apasionadamente a su amiga. Leticia abandonó la boca que besaba y se acercó hasta su coño que era devorado por mí. Sacó su lengua y la acercó hasta la raja del coño. Subí con mi lengua y jugué con la suya encima de su endurecido clítoris.

El coño de mi madre no dejaba de echar flujos mientras nuestras lenguas la lamían. Sus caderas se agitaban y su boca no paraba de lanzar gemidos de placer. Se colocó boca arriba y le separamos las piernas. No recolocamos y allí teníamos su coño a nuestra disposición.

Le subí las piernas y Leticia le lamía la raja mientras yo me dediqué a lamer su año. No tardó mucho en tener su primer orgasmo. Del coño de mi madre empezó a salir chorros de flujos que Leticia devoraba, no paré de castigar su ano con mi lengua hasta que estuvo satisfecha.

-¡Dios, qué placer más grande! – Decía mi madre.

Me tumbé en medio de la cama con una mujer a cada lado. Besé a Raquel y después a Leticia y saboreé el sabor del coño de mi madre en su boca. Bajó por mi cuello dándome besos hasta llegar a uno de mis pezones. Con su lengua jugó con él. Sentí como mi polla era agarrada por mi madre y al momento sentí el calor de su boca. Me mamaba con dulzura. Era algo sublime sentirse amado por aquellas dos amantes.

Leticia dejó mi pecho y se colocó junto a su amiga para que le dejara mi polla. Mi madre la sacó de su boca y la acercó a la de Leticia. Su lengua era maravillosa, jugaba con mi glande, rodeándolo hasta que se perdió dentro de ella. Raquel se dedicó a lamer mis huevos mientras mi polla se perdía dentro de la boca de Leticia.

Estaba a punto de correrme, quería correrme, necesitaba correrme. No podía dejar de gemir y retorcerme con tanto placer. Se turnaban en mamar mi polla. Se besaban con mi polla en medio, acariciando frenéticamente mi glande con sus lenguas. Mientras una mamaba fuertemente en la punta de mi polla, la otra pasaba su lengua desde abajo hasta arriba para relevar a la otra que bajaba hasta lamerme los huevos. Ponían sus bocas a cada lado de la polla y se movían a lo unísono para masturbarme, pero ya no pude más. Sin avisar lancé un primer chorro que cayó en cualquier sitio. Los siguientes fueron más leves y apenas subieron desde mi glande, resbalando por él y siendo depositados en las bocas de mis madres que seguían masturbándome con sus bocas a la vez. Saboreaban mi leche, la intercambiaban de una lengua a otra, de una boca a otra. Volvían a darme mamadas, más suaves, hasta que consiguieron lo que querían, que mi polla estuviera limpia de mi leche.

-¡Qué buena polla tienes hijo! – Me dijo Leticia.

-¡Y aún sigue dura después de correrse! – Comentó Raquel.

-¡Tengo que dejar contentos los coños de mis madres!

-¡Pues aquí tienes el mío para que me hagas lo que quieras! – Leticia se colocó a cuatro patas con su culo bien en pompa.

Me levanté y me puse de rodillas detrás de ella. Mi madre agarró mi polla y la dirigió al coño de Leticia. Sonó el teléfono que había en la mesita.

-¡Déjalo que suene! – Dijo Leticia. - ¡Clávala ya en mi!

Me acerqué y sentí el calor de su interior que envolvía mi polla poco a poco. Volvió a sonar el teléfono.

-¡Puede ser algo importante! – Dijo mi madre y se levantó para descolgar. -¿Sí?

Yo hundía mi polla en Leticia y veía lo sensual que estaba mi madre, desnuda y hablando por teléfono.

-Es tu hijo… - Dijo mi madre y le pasó el teléfono mientras yo la follaba.

Mientras oía a Leticia hablar con su hijo, la follaba, se la clavaba hasta el fondo y besaba a mi madre que se había acercado a mí para ofrecerme su boca. Pero Leticia alargó una mano atrás y me paró.

-¡Sí hijo, sí! – Le decía. - ¡Sí, el numero cuarenta y cinco! ¡Aquí estaré esperándote con unos amigos! ¿Cuánto vas a tardar? Vale, aquí estoy. – Yo estaba extrañado por la conversación pero en la gloria al estar dentro de su coño. - ¡Mi hijo llegará en diez minutos! ¡Vestiros deprisa!

Tuve que sacar mi polla de ella y corrimos para vestirnos. No pude tener todo lo que deseaba en aquel momento, pero la verdad es que no era propio de una familia respetable recibir al hijo con un extraño clavado en su coño. Nos vestimos y bajamos al salón para esperar al hijo de Leticia que nunca nos había comentado nada de él. Ya habría otro momento mejor para seguir por donde íbamos, pero la próxima vez no pararía por nada hasta haber follado a mis dos mamis, Mamiraquel y Mamileticia.