Paciencia de sumiso (2)

Poco a poco iba atrapándome en el deseo, en el ansia de servirla, y ciego caminaba por los caminos hacia mi sumisión

El frío me recibió a la salida del edificio. El sol se había puesto ya, y las luces de Madrid iluminaban las calles con destellos anaranjados. Había perdido totalmente la noción del tiempo, el sentirme suyo, bajo su mirada y concentrado en los sonidos, gestos… su voz. Mi cuerpo aun temblaba al pensar en ella.

Una ambulancia paso por delante de la puerta, y me arrebato de mis pensamientos. Y de golpe el frío entro en mi cuerpo. Tenia que moverme y emprender el largo camino de la espera.

Busque una boca de metro y descendí por la escalera. Sentía golpecitos de placer al andar, algo que se movía en mi cuerpo, en mi interior… y entonces recordé, como introdujo en mí las bolas chinas, como una a una entraron hasta completar tres.

La anilla plateada estaba apretada a mi trasero presa de mi boxer.

Ahora sentía a la perfección esas bolas removerse en mi a cada escalón que descendía. Rodeado de la muchedumbre esperaba en el anden, y tenia la impresión que esa mujer me miraba, y ese hombre, y aquel… buf.

Entre en el vagón y me senté. El metro emprendió su marcha y de nuevo una descarga de placer recorrió mi cuerpo. Las vibraciones del metro derretían mis entrañas. Las bolas se movían en mi interior excitándome lentamente. Mi cara tornaba de placer a angustia, a vergüenza. Esa mujer que me observaba o eso creía en el andén, estaba allí. Y no me quitaba la mirada de encima. Sinceramente cualquiera que haya gozado, sabe que cara tenía yo en ese momento, y mi abultado pantalón me delataba aun más.

Cuando vas en metro y alguien te mira, no sabes que hacer para esconder la mirada, la curiosidad te atrae a esa persona y no haces más que mirarla furtivamente, y cuanto más intentas evitar su mirada mas coincides con ella.

Era una mujer morena, de unos 30 y pocos. Su rostro era suave y cariñoso, sus labios rojos por su maquillaje brillaban tras pasar su lengua. Y sus ojos se fundían en marrones y verdes, profundos en su curiosidad. Vestía una falda negra media rodilla, que permitía ver sus largas piernas enfundadas en sendas medias. Sus pechos algo escasos, asomaban por un leve escote, que permitía ver un lunar en ellos...

Mi cuerpo no hacia mas que reaccionar a miles de pensamientos que me recorrían, las experiencias de esa noche y la leve vibración de las bolas, y mi sexo se apretaba mas y mas.

Quedaban aun 4 estaciones para llegar y ella aun no se bajaba. La espera era larga y el vagón se vaciaba en cada estación.

A falta de una estación, solo quedábamos los dos en el vagón, y mi mirada ya no sabia donde meterse. Había recorrido su cuerpo centímetro a centímetro, y la había acariciado en mi mente haciéndola llegar a miles de orgasmos. Sintiendo su aliento su calor y sus labios

El tren se paro entre dos estaciones… ya lo que faltaba. Estará esperando un semáforo pensé.

Ella se levanto mirándome fijamente y se fue acercando. Era más alta de lo que pensaba y su cabello caía largo por su espalda. Yo me levante también y me dirigí hacia la puerta, a ver si así conseguía disimular. Pero al levantarme me di cuenta de lo excitado que estaba y lo apretado que tenía mi sexo y lo que se notaba.

Algo se me debió notar, ya que ella rió tímidamente y se dirigió tras de mi hacia la puerta. La parada del tren se me hacia eterna y el tiempo se hacia pesado y lento.

Mi mirada se clavo en la puerta y agarre la barra de arriba para sujetarme por si arrancaba el tren. Ella se situó detrás de mí a escasos 20 centímetros. Casi podíamos rozarnos.

El tren arranco de nuevo, ya quedaba poco para la estación. Entonces es cuando sentí como una mano se posaba en mi culo y lo apretaba. Me quede petrificado, por que aunque uno desee esas cosas nunca esta preparado para la sorpresa. Su cuerpo se acerco más a mí y siguió magreándome el culo.

Sus labios se acercaron a mi oído y sentí su aliento calido y ardiente.

-Así que tú eres el aspirante de mi Señora, veo que has sido obediente y las bolas siguen en tu culo- y apretó mi culo con fuerza.

Yo no podía más que estar petrificado… ¿quien era esta mujer?.

Su mano rodeo mi cintura y palpo mi paquete. – Mira la muy putita como se excita- Mi poya estaba a estallar y su roce no hacia mas que ponerlo peor todavía.

Sentí el roce en mi cuello de sus labios y el sonido de un beso… -Ya sabes… te avisara y tu correrás a ella. Y no lo olvides esas bolitas han de seguir en tu culo bien adentro.

El tren paro y las puertas se abrieron. Ella paso delante de mi y camino con gracia por el pasillo hasta desaparecer. Mi corazón resonaba en mi pecho y en mi mente se agolpaban los pensamientos… como piezas de un puzzle intentaba encajar todo lo que había sucedido.

El pitido del tren me despertó y corrí hacia el andén antes de quedarme dentro del vagón. Y ahí estaba yo, mas caliente que el infierno, erecto como nunca, y en el anden vacío… Intente relajarme y apartar tanto pensamiento de mi cabeza. Subí las escaleras y me fui para mi casa.

El atravesar la puerta, sentí como si me quitara un peso de encima, me sentía a salvo. No me lo pensé dos veces, y me fui al baño, me desnude y me metí en la ducha. Gire el grifo y el agua fría se derramo sobre mi cuerpo. Empapo mis cabellos y las gotas se deslizaban por mi espalda. Poco a poco conseguí que mi erección cesara. Me enjabone cuidadosamente y limpie mi ano sin sacar las bolas. Metí la cabeza bajo el agua y mi mente volvió a funcionar.

Recordé la voz de la Ama, y la de la chica del metro. Eran distintas, así que no era la Ama, pero entonces recordé sus palabras. ¿Seria su sumisa?

Una Imagen cristalina de su cuerpo volvió a mi mente y todo el agua fría que vertí en mi sexo no sirvió de nada, me excite de solo pensarlo, sentí de nuevo su mano acariciándome el paquete y sintiendo sus dedos sobre mi capullo. Mi mano por instinto descendió a mi cintura y empezó a acariciar mi poya. Mis ojos cerrados me permitían sentir mejor como me acariciaba y volver a oír su voz, sentir sus labios en mi cuello

No, no, no. Paré en seco. Mi respiración estaba acelerada y estaba cercano al orgasmo.

Seguro que a la Ama no le agradaba que hiciera eso. No quería estropearlo. Así que salí de la ducha y tras secarme me fui a la cama. Tantas emociones me habían hecho perder el apetito.

Tarde en conciliar el sueño, pero finalmente caí en las sabanas de los sueños y el velo oscuro se tendió en mi mente.

El desagradable sonido del despertador me arranco de Morfeo y me hizo volver a la vida. Me espabile y me vestí… tenia que ir a trabajar. Cogí la maleta y salí hacia la oficina.

La mañana trascurrió tranquila pero sin parar, cosa que me hizo evitar pensar en el día anterior. El reloj corría ágil y la hora de salir se acerco rápido. El móvil estaba muerto y el mail tampoco tenia nada.

Cerré el ordenador y salí a la calle. El día estaba algo más templado. Estaba algo molesto por las bolas de mi culo, empezaban a ser algo más desagradables que el día anterior. Me acerque a comer algo al bar de la esquina y devoré un menú del día.

Pague y salí a la calle sin un rumbo concreto y el teléfono sonó. Era un mensaje de la Ama. Escueto como hasta ahora.

"Una hora, Un gran almacén y… 3 planta 4º probador a la derecha."

Preferí no pensar, si no actuar. Como siempre la hora no daba espacio a más. Cogí un taxi y partí hacia el centro.

El chirriar de los frenos anuncio el fin del viaje y tras pagar camine hacia el centro comercial. Tomé el ascensor y mientras subía, mire que había en la planta a la que iba.

"Ropa de mujer, lencería, zona joven…"

Se abrió la puerta y pregunte nervioso a una dependienta donde estaban los probadores.

Me indico amablemente y tras tomar aire ande hacia ellos.

Derecha, uno, dos, tres, cuatro esta puerta. La empuje lentamente… No había nadie, así que entre y cerré el pestillo.

Los nervios hicieron presa de mi y ahora si que pasaba lento el tiempo.

Oía, voces risas, trajín de gente entrando y saliendo del cambiador. Pero no sucedía nada… Solo me quedaba mi paciencia.

De repente una ropa apareció por encima de la puerta, cayo a mis pies y una nota junto a ella. Eran unas braguitas negras, un liguero de encaje y unas medias a juego. Abrí la nota sorprendido:

"Hola putita, ¿como esta mi perra salida?

Quiero que te desnudes y te pongas guapa para mí, ya que no tardare en venir y quiero verte bien emputecida, por que eres eso mi puta, y como tal me servirás. No tardes o me enfadare."

Tome en mis manos la ropa y sentí su suavidad. Estaba nervioso, nunca había hecho algo así, esta inmerso en una locura que cada vez iba a más, totalmente a la merced de mi Ama.

Comencé a desnudarme, pantalones, camisa, boxer, calcetines… estaba como dios me trajo al mundo… y sobre la banqueta de la esquina la ropa que habían elegido para mi. Empecé poniéndome las medias, su tacto era dulce y mis manos se enredaban en ellas. Estire mi pierna y las introduje con delicadeza, sintiendo como poco a poco me cubrían. La sensación era deliciosa. Continué con la siguiente e inicie de nuevo el ritual, subiéndola hasta el muslo. Ahora puse el liguero, esto ya fue mas complicado, nunca había usado uno, y el mecanismo no era del todo sencillo para mis manos inexpertas.

Y por ultimo subí la braguita negra de encaje por mis piernas notándola algo estrecha, sintiendo su tacto de seda y colocándola tapando mi ya erecto sexo.

Me gire y me enfrente a la imagen que se dibujaba en el espejo… de cintura para abajo tenia un aspecto muy atractivo, tanto que la visión me excito más aun. Eran las piernas de una puta como mi Ama había deseado.

Sonó la puerta, dos golpes secos, y un simple abre. Me pillo tan desapercibido que no supe identificar la voz, y si no era mi Ama… Me arme de valor y abrí el pestillo.

La puerta se abrió lentamente, haciéndome sufrir en la espera. Tras ella apareció la mujer del metro radiante y espectacular. Mi mirada no pudo mas que recorrerla de arriba a abajo.

Cerró la puerta bruscamente y me abofeteo por mi descaro.

-Bien puta, veo que eres obediente mi Ama estará contenta, pero antes de ir a verla, creo que vamos a divertirnos un poco- Me hizo dar la vuelta y poner mi culo en pompa.

Ella tras de mi, bajo mi braguita hasta media pierna y observo la anilla plateada que caía de mi culo. La tenso y la cuerda intento arrastrar las bolas fuera de mi culo.

Llevaban tiempo ahí dentro y no deseaban salir sin causarme dolor. Despiadadamente empezó a tirar de ellas, sacando una a una todas las bolas. El dolor era grande, ya que mi culo ya no estaba lubricado. Cuando salio la última me dio un fuerte azote.

-Bien puta bien, veo que has sido obediente con mi Ama y las llevaste puestas todo el tiempo.- Oí como hurgaba en su bolso y se ponía algo, no tardaría en saber lo que era.

Sentí un guante frío de látex en mi culo, y como su dedo quería entrar en el. La mujer lo había untado con algo y entro con total suavidad. Al contrario de lo que pensaba me causo un gran placer.

Hundió el dedo hasta el fondo y unto bien mi interior. Saco lentamente el dedo, mientras me mordía el labio para ahogar un leve gemido de placer. Al instante el espacio vacío de mi culo lo volvió a ocupar con sus dedos, por que esta vez eran dos, que entraban y salían fuertemente de mi culo. Yo jadeaba, intentando contener el placer que me causaba. Ella lo sabía y me torturaba con ello.

-¿Te gusta eh zorra?- Me dijo susurrándome al oído- Si Señora- dije entra balbuceos.

Continuo follándome un buen rato hasta que se canso, en varias ocasiones me llevo cercano al orgasmo, cosa que nunca pensé que podía ocurrir sin tocar mi sexo. Pero paraba consciente de ello y dejaba que mi excitación se contuviera, que reteniera mi orgasmo una y otra vez.

Finalmente se quito el guante y volvió a meter las bolas en mi culo una tras de otra bruscamente. Estaba tan dilatado que no tardaron en quedarse en su lugar.

-Bien puta, adecéntate que nos vamos. Esta ya todo pagado, así que vístete rápido.

Me puse el pantalón sobre el conjunto y me abroche la camisa… ella tomo mis boxer y los metió en su bolso, abrió la puerta y la seguí.

Desde atrás tenia una perfecta visión de su bello trasero, y podía apreciar mejor como vestía ese día. Llevaba una falda muy ceñida, que dejaba ver el contorno de su tanga y sus largas piernas se enfundaban en unas botas altas… estaba impresionante, y cada vez me sentía mas afortunado.

Salimos del centro comercial y nos dirigimos a un portal cercano, saco una llave y abrió la puerta. Me dirigió por la escalera al sótano y entramos en lo que parecían los trasteros.

Abrió una chirriante puerta y encendió una tenue luz. La habitación era estreche y parecía fría. En una pared caían unas cadenas con unos grilletes. En la otra había una serie de útiles, fustas, látigos y de más. Sinceramente me asuste ante aquello, no sabia si escapar.

Me hizo pasar y mando que me desnudara dejando solo el conjunto.

Cuando termine me empujo contra la pared aprisionándome contra ella. Acerco sus labios a mi oreja y me susurro.

-Puta, ahora eres de mi Ama y ella hará lo que se le antoje contigo.

Así que ve acostumbrándote.- Un clic sonó a mi derecha, tenía un grillete ya puesto, y el segundo clic no tardo. Luego puso dos grilletes más alrededor de mis tobillos. Recogió toda mi ropa y la metió en una bolsa.

Tomo una mordaza de la pared y metió la bola en mi boca acallando mis posibles quejas.

Se alejo un poco para observarme

-Estupenda, mi Ama quedara complacida- dijo con una sonrisa en la boca- pero antes

Se acerco y empezó a acariciar mis piernas, subiendo por los costados, hasta la braguita negra. La palpo, yo estaba erecto y sus caricias no hacían más que ponerme mas duro. Sus uñas jugaban sobre la braguita, deslizándose sobre mi miembro.

Rozo mi piel con sus labios, besando mis pezones, que no tardaron en ponerse duros. Me estaba deshaciendo en su boca. Su mano se coló bajo mi braguita y libero mi poya de su apretada prisión.

No tiene mal gusto mi Ama, no- Y empezó a masturbarme lentamente- Mira la puta lo que tiene entre las piernas… y su cara de placer… estas hecha una puta salida y viciosa.

Sin pensárselo dos veces se arrodillo entre mis piernas y engullo mi capullo sonrosado. Su lengua me daba sacudidas de placer. La devoraba lentamente consciente de la tortura a la que me sometía. Mi poya desaparecía en su garganta y sentía sus labios cercanos a mis huevos.

Mi poya estaba empapada de su saliva y me miraba con ojos de viciosa, con una sonrisa malévola. Sentía una y otra vez como se follaba la boca con mi verga, como la torturaba de placer, y cuando creía que me iba a correr, frenaba en seco y sacaba mi poya de su boca.

Era muy golosa y viciosa y la devoraba sin cesar, dejándola exhausta. Pero no permitía que me corriera y esos 20 min, que estuvo torturándome se me hicieron eternos, inmerso en placer y frustración y con mi deseo, que cada vez se incrementaba mas y mas.

Se levanto y con la boca húmeda me dio un dulce beso sobre la mordaza. Dio media vuelta y salio por la puerta. Oí como cerraba desde fuera y como sus tacones se alejaban lentamente por el pasillo.

Mientras mi poya goteaba de su saliva erecta fuera de la braguita. Y mi cuerpo quedaba preso de las cadenas, y silenciado por la mordaza

Y la espera se hizo mi guarida.