Pablito y yo (Parte 1)

Mi ropa interior y mi compañero

Hablemos de la ropa interior de encaje. Lo sexy que te ves con ella, y lo poco que te dura puesta.

Tengo que decir que este no es mi caso. Siempre llevo ropa interior de encaje. Roja, negra, rosa y blanca. Mis cuatro colores predilectos.

Las llevo a trabajar, a dar una vuelta con mis amigos e incluso a la casa de mis padres.

Me hace sentir poderosa, deseada.

Y más aún si un compañero de trabajo lo sabe.

Rondaba el 2014, con mis dieciocho años recién cumplidos y un recién estrenado trabajo en un restaurante de comida rápida. Con mi primera paga me compre tres conjuntos de ropa interior.

Uno rojo, uno negro y uno blanco.

Al día siguiente de comprarlos decidí estrenar uno para ir a trabajar. El negro. Cuando me vi en el espejo me sentí tan sexy…

Así que allá que fui yo, sintiéndome la mayor diosa. Me cambié con una compañera de trabajo que no dudo en decir lo bien que me quedaba el conjunto. Eso hizo que me sintiera mas sexy aun.

Y ahí entré a trabajar. Con un uniforme que me hacía un culo de escándalo y debajo esa fantasía de conjunto.

La primera parte del turno transcurrió sin ningún incidente. O eso creía yo.

Me dieron el descanso y me dispuse a comer. Mientras comía, leía.

Hasta que uno de mis compañeros interrumpió mi lectura.

-Hola, Valen. Que guapa te ves hoy- me dijo de una menta bastante coqueta. Tengo que decir que Pablo era muy guapo. Demasiado, ojos claros y piel morena.

Le mire por encima de mis gafas. Sonreí. Siempre había buen rollo entre nosotros y algún que otro coqueteo.

-Muchas gracias, Pablo. ¿A que se debe este honor?- le pregunte mientras ponía el marcapaginas.

-Simplemente pasaba a ver a la chica mas guapa de todo el restaurante.- me decía mientras me guiñaba un ojo.

Dios mío, este chico me perdía bastante. Aunque me sacaba diez años, yo no veía ningún problema para tirármele, las cosas como son.

-Bueno, creo que ya me has visto demasiado, aunque si quieres me puedes hacer una foto.

-Quiero una foto con ese conjunto que llevas debajo- le mire sorprendida- cuando te has agachado para coger las salsas he visto el tanga. Negro. Mi color favorito.

Decidí entrar en el juego. Después de todo llevaba casi una semana sin sexo y mis hormonas ya estaban en lo más alto. Además, que mejor manera que fuera Pablo el que me apagara el fuego.

-Bueno, ya veremos que pasa a lo largo del día- le respondí mientras volvía a coger mi libro y me disponía a seguir leyendo.

Pablo sonrió y con esas se fue.

En cuanto se cerró la puerta sonreí. Ya tenía un poco de entretenimiento.

El resto del turno, paso sin más. Alguna mirada con Pablo y algún roce.

En cuanto llegue a casa, subí corriendo a la habitación.

Me quite la ropa, y me quede con el conjunto.

Me dispuse a hacer muchas fotos, hasta que hubo unas que me gustaron mucho. Y con esas me fui a la ducha. Decidí que las enviaría más tarde.

Después de cenar y ver algún capítulo de una serie, me despedi de mis padres y fui a mi habitación. Llego el momento de jugar.

Me quite el pijama y me quede con el tanga.

Abrí los mensajes y busqué a Pablo.

“Tus deseos son órdenes para mi” Y le envié la primera foto.

No tardo ni un minuto en responderme. Eso tengo que decir que me gusto. Se le notaba que estaba pendiente.

“Joder, Valen. Debajo de ese uniforme se esconde un cuerpazo…”

Y me envío un foto. Estaba en chándal, pero había cierta parte que había crecido considerablemente. Sonreí. Eso me gustaba mucho.

Decidí enviar otra foto. Esta vez del sujetador. Mis pechos parecían un poco más grandes de lo que eran. Me gustaba.

“Una pena que no estés aquí”

Tardo dos segundos en responder.

“Quítatelo, Valen. Es una orden”

Me lo imaginé diciéndolo con esa voz tan grave. Joder. Note como con dos frases ya me estaba empezando a poner muy cachonda. Mierda.

Antes de seguir jugando, me levante de la cama y busqué en mi cajón de la ropa interior mi vibrador. Mis amigas me le regalaron cuando cumplí los dieciocho. Una tradición de nuestro grupo. Al cumplir la mayoría de edad, se regalaba ropa interior y un vibrador.

Volví a la cama. Me tumbe y volví a coger el teléfono. Me enfoque a las tetas, pero con la otra mano, las apreté entre ellas, tapando lo pezones.

Se la envié sin más miramientos. Este juego acababa de empezar.

“¿Lo querías así, Pablo?”

Me mordí el labio mientras esperaba respuesta. Dios mío, estaba ansiosa. Decidí que en lo que esperaba la respuesta me tocaría por encima del tanga. Ya empezaba a estar mojado. Y yo solo tenía ganas de una cosa.

“Joder, Valen. Moriría por meter entre esas dos tetas mi polla.”

Me lo imaginé. Tanto me lo imaginé, que se me escapó un pequeño jadeo.

Y en ese momento me envío un vídeo. Y joder con el vídeo.

Se veía como se masturbaba por encima del pantalón, mientras se escucha su fuerte respiración. Mierda.

Me envié otra foto. Esta vez tenia la lengua fuera y ya mostraba las tetas. Sin tapar nada. La envié.

Volví a ver el vídeo mientras esperaba respuesta. Joder, joder, joder. Y mañana trabajábamos juntos.

“Valen, quiero un vídeo.”

Sonreí. Cogí uno de mis peluches y me senté encima.

Me coloqué de tal manera que el clitoris se rozase con la punta dura de la nariz, ya que al ser de plástico me daria más placer.

Puse la cámara en la almohada, y di al botón de grabar. Únicamente enfoque hasta mis tetas, sin mostrar mi cara.

Y me empecé a restregar. Muy despacito, torturándome a mi misma. Imaginando que Pablo estaba enfrente, mirándome mientras se masturbaba. Empecé a gemir, mientras con una de las manos me pellizcaba un pezon.

Cuando note que estaba llegando al orgasmo, frené. Y pare el vídeo. Aun no quería correrme.

Le vi antes de enviárselo.

Sonreí.

“Valen, estás siendo una niña muy mala. Me estás poniendo…”

Y me envío un vídeo. Estaba desnudo, y su polla estaba en lo más alto. Dios mío, moría por metérmela en la boca.

Se estaba masturbando. Muy despacito, mientras gemía mi nombre. Saque el vibrador y mientras volvía a verlo, me lo pasé por encima del tanga. Mierda.

Tenía muchas ganas de jugar.

“Pablo, se me ha ocurrido una idea…”

“Estoy dispuesto a todo ahora mismo, Valen. Pídeme por esa boquita”

Sonrei.

“¿Y si hacemos una videollamada? Quien se corra antes pierde”

“¿Que nos jugamos, Valen? Porque necesito un incentivo”

Me mordí el labio mientras escribía.

“Cuando quedemos para follar, mandara aquel que se corra el último”

“Acepto”

Y a los dos segundos me estaba llamando. Acepte corriendo.

-Hola, Valen.- me dijo con una voz muy grave.

Suspire.

-Hola, Pablo.- tengo que decir que sonó como un jadeo.

-Muy bien, quiero que te coloques encima del peluche. Quiero ver como buscas alcanzar el orgasmo. Quiero ver como te restriegas. Fuerte y duro.

Hice lo que me mandó, sin enfocar mi cara.

-Muy bien, mi niña.

-Pablo, yo quiero ver tu polla. Quiero ver como te masturbas. Quiero que te escupas en la mano, y te toques la punta.

Hizo lo que le pedí. Y esa imagen fue mi perdición.

-Pablo, tengo unas ganas de que esa polla este en mi coño… hasta dentro. Sentir como palpita.

En respuesta, el jadeó.

-Mierda, Valen.

Yo me empecé a restregar contra la nariz de mi peluche, mientras el se escupía en la mano y se tocaba como le había mandado.

Escuchaba como gemía mi nombre, mientras yo gemía el suyo.

Me empecé a torturar, pellizcándome el pezon. Eche la cabeza para atrás y gemí aun más alto.

Me quedaba poco, lo sentía, pero tenía que aguantar.

Mire a la cámara. Su polla estaba palpitando y se estaba masturbando muy rápido. Muy fuerte.

A él también le quedaba poco. Así que jugué sucio.

-Pablo, joder, correte, Dios, echa toda la leche.- dije mientras me restregaba más fuerte contra el peluche. Esto solo podía salir bien o mal.

Y salió bien.

A los dos segundos escuché sus fuertes gemidos y observé, satisfecha, como salía toda la leche.

Y al poco me deje ir yo también. Fue un orgasmo tan bueno, que me permití el lujo de gemir su nombre.

Me tumbe para recuperar en aire, mientras le escuchaba maldecir.

Sonreí.

-Has hecho trampas, Valen.- me dijo mientras se reía.

-En ningún momento pusimos las normas, Pablito.- respondí mientras cogía el móvil, y ahora si, me enfocaba la cara. Me tape hasta por encima de los pechos, para que no se pudiera ver nada.

El también cogía su teléfono. Le vi con la cara toda roja de los esfuerzos.

Sonreí.

-Muy bien Valen, ¿Cuando quieres quedar?

Me mordí el labio.

Pero esto ya es otra historia.

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