Pa´acabar el día

Ante esa vista, sólo atiné a sacar mi vergota gruesa y prieta lentamente del hoyito de Emilio y zambullírsela lentamente una vez más, con el fin de apreciar como se perdía mi “camote”. El placer ante el sentido del tacto, de la vista y el oído fue múltiple, por lo que me moví mucho más rápido y le chaquetee la verga a la misma velocidad.

PA'CABAR EL DÍA

Le saqué mi prieta verga de su boca tan lentamente, que incluso pude ver como al final sólo nos unía un espeso hilo de saliva que se cortó cuando me dijo jadeante:

  • Papi, por qué me la quitas?, déjame seguir disfrutando mi "caramelo".

  • Por que viene lo mejor -contesté con autoridad y directamente a sus ojos con mucha lujuria. Ahora no lo vas a sentir como un "caramelo", sino como un fierro caliente que te va a quemar las entrañas.

  • No papito, no lo hagas -me contestó sin quitar los ojos de mi vista y tomándome la verga-. No me atemorices con esa mirada, siento que ya me duele. Mira, mira que grande es, mira como ni siquiera cabe en mi mano. Ay, siento que ya me duele… pero hazlo despacio, como tu sabes papi, hazme gozar como siempre.

  • Ponte de lado -le ordené.

Me inqué entre su pierna derecha y la izquierda la alcé a mi hombro. Tuve ante mi el paisaje de su panochita rasurada y su cerrado culito. Antes de meterle la "macana" que ya "babeaba", me ensalivé un dedo y lo paseé entre su vulva. Me acerqué un poco más y le dejé ir suavemente mi prieta verga. Al poco tiempo ella comenzó a convulsionarse ante su primer orgasmo, por lo que apretaba su vagina y junto con los líquidos que ahora secretaba me provocó un gran placer, al grado de que inmediatamente le saqué mi "fierro", me acerqué a su cara, me agarré la prieta verga, me la masajé y pesé a que ella cerró los ojos y la boca, eyaculé mucho en toda su cara y pelo, al tiempo, la puta me oprimía con un dedo entre los huevos y el ano

Después de un par de minutos me paré de la cama, fui al lavabo del baño y me enjuagué la prieta verga que aún estaba medio dura. Humedecí una toalla y limpié mi cuerpo. Me vestí y en el buró dejé el dinero acordado con esa puta de ensueño. Me despedí y ella dijo:

Camino a Casa reflexioné pa´acabar el día no hay nada mejor que una excelente "cogida", no importando que haya sido con una prostituta. Además, después de haber firmado contrato por tiempo indefinido con una de las mejores 10 empresas de México, bien me merecía un "premio" como ese.

A la mañana siguiente y como primera actividad en mi nuevo trabajo asistí a una reunión que encabezó el Presidente del Consejo y el Director General. A la mesa, además, estábamos los cinco Directores de Area. Además de un servidor, otro hombre y tres mujeres que no rebasaban los 35 años y por su apariencia y tono de voz seguro todos eran "yupies", "fresas", "alzados" e "hijos de papi" .

Uno de los puntos del día fue mi presentación y el Director General dijo cosas como: Carlos es el nuevo Director de Area; tiene toda mi confianza, lo seleccionamos porque tiene otro enfoque sobre el Dirección acéfala; es de provincia; estudió en la Universidad Tecnológica de su Estado; bríndele su apoyo, etc.

Fue evidente que a cada dato sobre mi persona, los cuatro homólogos a mi nivel y con los que trabajaría de forma directa se asombraban y ponían cara de "no lo puedo creer", "un tipo con ese trabajando aquí", "pero es de provincia", "no estudió en el Tec o en la Ibero", "el ingles lo aprendió en México y no en una estancia en Canadá".

Para colmo de ellos, yo era físicamente diferente: alto pero moreno, complexión media con una leve pancita, velludo con barba y bigote, manos callosas, cabello medio chino… pues no tan bien parecido como mi ahora compañero Emilio Villalongín y Parra; ni con el tipo de facciones y porte de mis también nuevas compañeras: Ashanty Kuby, Uma Bocanegra y Fernanda Salinas de Vidaurreta, tres mujeres en verdad hermosas, altas, delgadas, rubias de cabello lacio, caderonas, poco busto, ojos claros y muy bien vestidas.

Al salir de la reunión y atrás del resto, Emilio se me acercó y me dijo:

  • Pese a todo, tú y yo nos debemos llevar muy bien, ya que en tu área hay unas "gatitas" (empleadas operativas de bajo nivel educativo y económico) que están bien para un "free".

En fin. Me presenté con el personal a mi cargo: Gerentes, Coordinadores y el Personal Operativo; éste último el que más me interesaba, toda vez que la rotación que presentaban era alta, lo que impedía una mayor y mejor productividad. Entre los Gerentes se distinguía Mauricio, quien tenía las características físicas y de comportamiento de los otros Directores Generales, incluso era amigo de ellos y en especial de Emilio. Al siguiente día me enteré que también fue considerado para el cargo que finalmente me otorgaron a mi.

Yo me dediqué a trabajar y realicé un análisis de los procedimientos, por lo que entrevisté a casi todo el personal de la Dirección, comprobando que la falta de motivación era un gran obstáculo para aumentar la eficiencia laboral. Todas las chicas mostraban desconfianza hacia sus superiores, en especial de Mauricio.

A los tres días, Emilio fue a un área del Archivo que estaba bajo mi responsabilidad y no se percató que yo lo observaba desde un pasillo cercano. Se metió y caminó buscando una caja justo en el pasillo donde estaba Ana Rosa, una chica de esa área que guardaba un documento. Emilio pasó detrás de ella lentamente y pretextando lo angosto del espacio repegó su cuerpo al de ella y movió su cadera en forma de péndulo. Ante ello, Ana Rosa volteó y Emilio le guiñó un ojo.

Al darme cuenta me acerqué y saludé a Mauricio, quien sin empacho caminó hacía mi y dijo en baja voz:

  • Cómo ves Carlitos, a poco no te ponen "cachorro" estás niñas. Mira como me puso esta vieja.

Llevó sus dos manos a la pelvis y se marcó el pene sobre el pantalón. Con el dedo gordo y el que sigue se toco la base de la su miembro y con los mismos dedos de la otra mano recorrió desde el mismo punto todo su "cipote", que a través de su pantalón terminaba en delgada punta, no obstante se notaba la curvatura del glande; quizá estaba circunso. Pero en verdad me impresionó lo largo de su verga.

El se inclinó un poco para también ver la dimensión de su verga. Me vio y sonrió. Que cabrón, pensé yo; tiene lo que muchos hombres desearían: una excelente presentación que se conforma con un cuerpo estético (delgado, alto, ni un gramo de abdomen, espalda un tanto ancha y piernas largas, aunque sin nalgas, pero a quién le interesan los traseros de los hombres?); tez apiñonada/rubia (producto del bronceado permanente) dientes blancos y alineados, nariz rectilínea, boca un poco grande pero con labios bien delineados; cabello semiclaro un poco largo y siempre relamido hacia atrás, lampiño. Educado en público (pero vulgar y aprovechado en privado), un maravilloso automóvil Mini Cooper gris, ropa de marca, un muy buen empleo, familia adinerada, amigos al mismo nivel, viajado, mujeriego y cogelón con suerte, además una verga que seguro era de muy buen tamaño… qué más podía pedirle ese cabrón a la vida?.

Al siguiente viernes, mis compañeros me invitaron a comer, ya que ellos no lo hacían en el comedor de la empresa y siempre salían en grupo. Yo me fui en el auto de Emilio e invitaron también a Mauricio. De la oficina al restaurante la plática giró en torno a las mujeres de la empresa.

  • Carlitos, ya viste a Rosaura, una de las telefonistas? -me preguntó Emilio al tiempo que yo ponía cara de desconocimiento-. Si hombre, la morena de las grandes "tetas", la de las "chichotas" que se viste con ropa de tianguis y que

  • Si Carlos -intervino Mauricio-, la chica que entrevistaste por la mañana. No mames guey, esa vieja tiene la "pechonalidad" más grande de la empresa. Pero lo mejor es que le gusta que le pases la verga entre sus "tetotas" y no mames guey, es "otro mundo" eh.

  • No mames guey -comentó ahora Emilio-. No le digas eso a Carlitos, seguro ya pensó en "tirársela" y después de saber que ya te la "echaste" pues no va querer.

  • No, no, cómo crees guey -dijo Mauricio con la cara de tener el mejor chiste del año-. Sabes Carlos?, Emilio y yo tenemos un código de ética para con las viejas de la empresa y que debes de seguir tú también, pon atención: uno, ninguna vaguina de la empresa vale la pena como para terminar nuestra amistad; dos, quien se "tire" a una, debe comentarlo de inmediato al otro y; tres, el guey que se coja dos veces a la misma vieja de la empresa paga la peda del fin de semana. No mames Carlos, a poco no?, habiendo tantas "gatas" pues es un pendejo el que repita, no?.

  • Pues tienes razón Mauricio, pero a poco todas se dejan coger? -contesté y pregunté.

  • Todas quieren con el jefe y todas quieren subir de nivel. Prometer no empobrece -dijo Mauricio y Emilio agregó en tono jocoso:

Los tres reímos, ellos lo hicieron de buena gana. Descubrí la razón por la que Emilio iba con frecuencia a mi Area y el vínculo que lo unía a Mauricio. No tuve otra frase para referirme a ellos que la de "perros de mierda", aprovechándose de la necesidad de trabajo de las personas.

Comimos en el L' Olivier y la plática giró en torno al origen de los vestidos de algunas chicas de sociedad que posaron para la revista Caras del mes en curso, los nuevos diseños de Húngaro y las características de la tienda Bulgari. Uma, Ashanty y Fernanda eran estúpidas pero amables. De regreso al trabajo, Emilio y Mauricio comentaron sobre las hostes del restaurante y demás chicas que vimos.

El lunes a primera hora le solicité a Mauricio su renuncia e implemente una serie de teorías laborales que en menos de tres meses reflejaron, en principio, ninguna renuncia. Obviamente mis compañeros no me volvieron a invitar a comer ni a ninguna reunión de fin de semana y muchos de los asuntos laborales los tratamos a través de oficios, en las reuniones eran tajantes conmigo y el trato era mínimo.

No me inmuté y seguí trabajando arduamente. Pasados casi diez meses de mi ingreso a la compañía los resultados en mi Area eran más que satisfactorios, por encima de los de otras Direcciones y tanto el Presidente del Consejo y el Director General estaban altamente satisfechos, al grado que me invitaron a una reunión en la Casa de Fernanda. No me pude negar, era mi jefe y el jefe de mi jefe quienes me convidaron.

A la puerta de un hermoso y grandísimo departamento en Cuajimalpa, Fernanda y su esposo me recibieron con agrado. Alrededor de 15 personas éramos los invitados, incluidos mis compañeros, mis jefes e incluso Mauricio. Al inicio me aburrí un poco, hasta que el Director General comenzó a platicar conmigo y terminamos hablando de fut-ball americano, tema que a ambos nos apasiona; así pasaron un par de horas y muchas bebidas alcohólicas. Pasada la media noche mi jefe se retiro y yo también me despedí, pero el esposo de Fernanda me hizo la plática y permanecí con él casi hasta las 02:00 horas.

Ya me encontraba medio ebrio y ello, quizá, me permitió interrelacionarme con facilidad con algunos de los pocos invitados que aún quedábamos. Casi a las tres de la mañana y antes de despedirme, cómo ultima actividad, fui a orinar. El baño de invitados estaba ocupado, entonces discretamente me dirigí a la cocina y me pasé al área de atrás, al baño del cuarto de la sirvienta que todos los buenos departamentos tiene y los anfitriones utilizaban como cuarto de tiliches.

Entré, prendí la luz, cerré la puerta, caminé la retrete y me detuve a ver que pesé a ser el baño de la servidumbre estaba muy bonito. Era en forma de escuadra y tanto al frente como a un lado de la taza había un par de espejos del piso al techo, el azulejo era azul claro y a la mitad una cenefa un poco más obscura.

Me paré frente ala taza del baño y al tiempo de bajar el cierre de mi pantalón la puerta se abrió y era Emilio, quien también un tanto borracho, entró, me vio y dijo al tiempo que se acercaba al retrete:

  • Cómo descubriste este baño Carlitos, aquí nadie viene?... en fin… Felicidades, te fue tan bien en esta fiesta como en la empresa. Ya no tiene caso tratar de ignorarte, de todos modos pues… pues qué, no?.

Yo sólo encogí los hombros y volví a mi pantalón a sacarme mi prieta verga para orinar. El llegó a mi lado izquierdo y también bajándose el cierre de su pantalón, dijo:

  • Qué pex, no?. Ninguna niña me pude ligar, de hecho las pocas que vinieron son conocidas y amigas. Tú qué haces en estos casos Carlitos?.

  • Pues ve con una prostituta o hazte una chaqueta -contesté con desdén, al tiempo que con la mano derecha tomaba mi prieta verga y con la otra recorría mi prepucio hacia atrás para orinar mejor.

  • Puede ser, no?. Pero estoy medio happy para ir con una puta y masturbarme como que no se me antoja -me contestó, mientras se ponía a un lado mío, en la parte frontal de la taza y con dificultad se desabrochaba el botón de la cintura de su pantalón. Lo logró y esa prenda calló hasta sus pies, quedando únicamente con unos boxer de seda brillosa en tonos café y la camisa que le caí hasta media cadera.

Emilio se agachó para recoger su pantalón y perdió el equilibrio, tambaleándose hacia adelante. Instintivamente yo me solté la verga para sujetarlo de la espalda, por lo que mis orines ya no fueron a dar a la taza, sino a un costado, justo dentro del bote para papales.

Emilio, inclinado como estaba, me agarró la verga y la giró hacia el retrete una vez más. Yo me quedé inmóvil un segundo, dos, tres, cuatro, cinco… hasta que él comentó jocosamente.

  • Ay Carlitos…, no porque estés "cabezón" quedas exento de atinarle a la taza.

Aún no terminaba de orinar cuando Emilio movió con su mano mi prepucio cubriendo casi todo mi glande observándolo con atención, lo movió una vez más y volvió a descubrir la cabeza de mi prieta verga y lo seguía observando. Dejé de orinar y él me sacudió le pene… yo, yo seguía inmóvil.

Aún no sé porque, pero mi mano derecha la llevé debajo de su camisa y camiseta, metiéndola por el cuello y al sentir su piel, de inmediato mi prieta verga se comenzó a parar. Emilio siguió inclinado cubriendo y descubriendo mi glande con más y más frecuencia. En menos de dos minutos mi prieta verga ya estaba bien parada y mi prepucio ya no alcanzaba a taparle la cabeza.

Ahora yo comencé a recorrer su torso con las dos manos e incluso con la izquierda, con la que tenía mayor movilidad, la bajé hasta su boxer y acariciaba sobre el su par de nalgas. Emilio intentó incorporarse y yo se lo impedí poniendo mi mano derecha sobre su nuca. Ante ello, me giré un poco a la izquierda y lo giré a él un poco a la derecha, para que quedara exactamente frente a mi prieta verga. Con ambas manos le acaricié las orejas y el cabello y suavemente lo jalé para que llevara sus labios a mi prieta verga.

Emilio cedió, pero no se introdujo mi prieta verga en la boca, sólo recargó su mejilla en ella. Entonces le solté la cabeza, la retiré un poco de mi pelvis y me desabroche el cinturón y el botón, dejando caer también mi pantalón a los tobillos. Yo traía unos calzones negros tipo slip y la verga bien parada por le hendidura que ese tipo de prendas tienen al frente. También me los bajé y aproveché para alzar el pie derecho, que tenía a un lado de la taza, para sacarme el pantalón y el calzón. Bajé la tapa del retrete y subí allí mi pie libre.

Emilio ya había caído de rodillas frente a mi y sólo veía la prieta verga como se meceba ante mis movimientos y cuando lo volví a tomar de la nuca para llevarlo a mi prieta verga exclamo suavemente:

  • Ay Carlitos…, además de morena y cabezona es muy gruesa… Carlitos, no me obligues, por fa… Carlitos, por fa

Con toda la palma de mi mano derecha y desde mi vellos púbicos tomé mi prieta verga, por lo que la cabezota quedo libre al frente… con la mano izquierda acerqué la cabeza de Emilio, quedando sus labios y la "boquita" de mi cipote frente a frente. Emilio apretó los labios y cerro los ojos. Yo le pasé mi prieta verga por sus ojos, por su frente, por su nariz… hasta que le di unos vergazos (golpecitos) en las mejillas. Mi prieta verga ya tenía una gotita de semen en la punta y al final se la puse en lo labios… me retiré un poco y mi semen unía su boca con mi cipote… me exprimí la verga desde la raíz y sentí que venía otra mínima cantidad de líquido preseminal, por lo que acerqué mi prieta verga otra vez a sus apretados labios y se la unte. El agachó la cabeza, pegando su barbilla con su pecho.

Sin brusquedad pero con firmeza, lo jalé del cabello y entonces abrió tímidamente un poco la boca, sacó la lengua para probar los líquidos biscosos que previamente deposité. Los degustó, abrió los ojos y temeroso, casi en susurró me dijo:

  • No Carlitos, por fa… no.

Aproveché para meterle la cabezota de mi prieta verga en su boca por lo que Emilio la abrió más pero quedó inmóvil. Entonces yo comencé a mover la cintura, metiéndole y sacándole mi miembro de su boca… pasaron algunos minutos y me detuve, entonces Emilio siguió mamando extraordinariamente y ahora él hacia que desapareciera y apareciera mi prieta verga en su boca. Lo jalé del cabello, abrió los ojos, me vio y le pedí que no me raspara con los dientes. Agachó la mirada y siguió mamando, chupando, lactando, succionando, lamiendo.

Pasados unos minutos, yo me incliné y le jalé la camisa y la camiseta hacia arriba. Emilio alzó los brazos y dejó mi prieta verga sólo en lo que su ropa pasaba por su cara. Inmediatamente la tomó con sus dos manos y siguió chupando, la soltó, me tomó las manos y las jaló hacia su cuerpo. Entendí, bajé mi pie de la tapa del retrete, me giré ligeramente y traté de tocarle el pecho, pero me inclinaba mucho y Emilio no me mamaba bien la verga… entonces me senté en la tapa de la taza, lo jalé un poco hacia mi, lo tome de las axilas y lo atraje aún más y se puso ahora en cuclillas. Ahora si pude tocar y acariciar sus tetillas, mismas que cuando apretaba, provocaba que Emilio gimiera ligeramente.

Recorrí tiernamente con mis manos su cabello, sus orejas, cuello, hombros, pecho y en especial sus tetillas.

Al poco tiempo, cuando creí que en corto tiempo eyacularía, Emilio se medio paró, se subió el boxer por la pierna derecha y dejó al descubierto una pinche vergota larga larga, delgada, blanca y circuncisa. En verdad no me equivoqué al imaginar su tamaño, pero en vivo y de cerca, era aún más grande que en mi mente.

No estaba en mis planes lamerle la pinche vergota larga, delgada, blanca y circuncisa que Emilio tiene, por lo que lo acerqué a mi, que estaba sentado, lo tomé de la cintura a la altura del resorte de su boxer y comencé a besarle el abdomen perfectamente plano que tiene, me incorporé un poco y lamí delicadamente su marcado pecho y sus tetillas. Ante ello, él se estremecía y apretaba mis hombros.

Recorrí con mi lengua cada centímetro de su lampiño torso, incluso le alce los brazos y lamí sus axilas… le dejé los brazos arriba. Me volví a sentar, me separé de su cuerpo un pequeño espacio y mis manos las llevé al resorte de su boxer café y lo fui bajando poco a poco… poco a poco. Cuando el resorte de su calzón pasó por donde tenía la vergota larga, delgada, blanca y circuncisa él se estremeció por sentir la fina textura de la seda. Una vez pasado el calzón su verga "salto" apuntando directamente a mi cara.

El boxer llegó al piso y en el espejo de un lado me vi reflejado: sentado en la taza con la vergota de Emilio frente a mi cara. En el espejo de atrás de Emilio pude comprobar que efectivamente casi no tenía nalgas… pero de todo lo demás estaba bien proporcionado.

Comencé lamerle el abdomen una vez más y con ambas manos le sobaba las nalgitas, después una mano la dejé allí y la otra la llevé a sus tetillas y las apreté. Me incorporé un poco para que me lamiera un dedo y rápidamente lo bajé u lo coloque en medio de sus nalguitas, en la entrada de su culito. El seguía con las manos arriba y los ojos cerrados.

Lo voltee y sus nalgas quedaron frente a mi que aún estaba sentado. Una mano la puse en su espalda y la oprimí para que se inclinara hacia delante, así que sus nalguitas se separaron y su hoyito quedó libre y expuesto. Lo primero que se me ocurrió fue escupirlo dos veces, con tal fuerza que Emilio frunció su culito ligeramente. Le introduje ligeramente un dedo, pero él me tomó la mano y la retiro. Yo lo vi por el espejo que teníamos enfrente y él movió ligeramente la cabeza en forma negativa.

Entonces me paré y con mi prieta verga, ya húmeda por la mamada de Emilio y por los líquidos que ya segregaba, la tomé de la base, cerca de los guevos y la cabeza la pasé entre las nalguitas de mi compañero de trabajo, quien llevó sus manos a mi piernas tratando de alejarme de él. Al percatarme que ya no le estaba gustando el "jueguito" , de inmediato le metí la cabeza de mi verga prieta y el sólo apretó los ojos.

Aprovechando el momento, le empuje otra parte de mi gorda verga. Por el espejo le vi la cara de dolor que tenía y le saqué una parte de mi. El se relajó y de inmediato le metí toda el pene, hasta que mis pelos se confundieron con su nalguitas. Emilio trató de parase pero se lo impedí, ya que yo estaba parado y él doblado. Sólo oí un susurro de su boca que decía:

  • No mames Carlitos, no mames guey..., no mames cabrón...

En ese momento comencé un vaiven pausado, intentando que Emilio se relajara. El seguía tieso, sin movimiento y con lo ojos cerrados. Pero en ese instante separó un poco sus piernas y pude ver como tenía su vergota bien parada. Sin sacarle mi "pepino" me incline un poco, le tomé la verga y comencé a masturbarlo. El abrió los ojos y de inmediato moví mi cadera en un intenso mete-saca a la par de la chaqueta que le hacia a esa vergota larga, blanca y circuncisa.

Como la verga de Emilio ya emitía líquidos presimanles, mi mano se resbalaba perfecto y la recorría desde la cabeza hasta los guevos. Con el puño cerrado y todavía quedaba la cabeza y un trozo de reata fuera. Yo seguía dándole por el culo cada vez con mayor celeridad. Mi compañero de trabajo alzo una mano y se apoyó en el espejo que tenía enfrente por que cada vez yo empujaba más y más.

Voltee a un lado y por el espejo vi un gran espectáculo: Emilio semi empinado con el pantalón y los calzones al suelo y su camisa y camiseta sobre su cabeza, con una mano sosteniéndose en el espejo de enfrente y gesticulando levemente, con la otra mano tocándome la pierna derecha como intentando evitar que yo siga penetrándolo. Yo con el pantalón y los calzones sólo al suelo y sólo en una pie, con la camisa colgando y dándole por el culo a ese cabrón, al tiempo que le hacía una chaqueta detrás de mi el retrete azul.

Ante esa vista, sólo atiné a sacar mi vergota gruesa y prieta lentamente del hoyito de Emilio y zambullírsela lentamente una vez más, con el fin de apreciar como se perdía mi "camote". El placer ante el sentido del tacto, de la vista y el oído fue múltiple, por lo que me moví mucho más rápido y le chaquetee la verga a la misma velocidad.

Tres minutos más de mete-saca, mete-saca, mete-saca y sólo atiné a casi meterle los guevos a mi compañero de trabajo. Tensé las piernas, apreté los dientes y ojos y sentí como deliciosamente vaciaba unos tres o cuatro chorros de semen en el culito de Emilio. Apreté el ano y sentí como mi cabezota crecía al interior del culito que me cogía y para quienes lo han hecho, saben perfecto lo chingón que se siente.

Exhausto aflojé las piernas, me detuve con la mano izquierda en el espejo de al lado y en eso me percaté que tenía todavía mi mano izquierda en la larga verga de Emilio. Instintivamente lo volví a chaquetear y él se estremeció drásticamente y medio se incorporó y entonces vi por el espejo de enfrente que mi mano, con la que lo masturbaba al tiempo que me lo cogía, tenía semen, los "mocos" de la larga verga de mi compañero de trabajo estaban en mi mano, de la que incluso escurrían unos hilos.

Entonces recorrí la mano a los gevos de Emilio y se los masajee suavemente, al tiempo que la mano que me recargaba en el espejo de al lado la llevé a su hombro, lo atraje hacia mi, deslicé esa misma mano hacia su pecho, abrazándolo. Al levantarse Emilio, mi mano izquierda soltó su verga y coloque la mano en su abdomen. El recargó su cabeza, la nuca, en el lado derecho de mi pecho.

Honestamente me sentí muy bien abrazando a Emilio, quien recargado en mi pecho, de espalda a mi, yo lo tenía sujeto con la mano izquierda en su vientre y con la derecha en el pecho. Sólo atiné a recorrer suavemente mis manos sobre su torso y ligeramente le mordí el hombro. Ante ello, mi compañero de trabajo giró su cabeza hacia mi y dijo:

Carlitos, saca ya tu pene de mi trasero, por favor.

Es verdad, no había sacado mi verga de su culito. Entonces moví la pelvis hacia atrás y mi pedazo de prieta carne salió suavemente, muy húmedo, todavía con restos de mi propio semen. Quité la mano izquierda del abdomen de Emilio y toqué mi verga más bien flácida y recorrí el prepucio, cubrí el glande, lo descubrí y puspe mi mano otra vez en el abdomen de mi compañero. Lo apreté a mi cuerpo y él se dejó llevar.

Pasó un segundo, dos segundos, tres segundos, cuatro segundos, un minutos, dos o tres más quizá, hasta que alguien tocó la puerta del baño. Súbitamente nos soltamos y nos apresuramos a vestirnos. No recuerdo quien salió primero del baño y de la fiesta, pero en menos de 40 minutos yo estaba en mi casa. Lo único que evitaba que tuviera un mayor sentimiento de culpa era pensar que pa´acabar el día no hay nada mejor que una excelente "cogida".

Llegó el domingo y el lunes a trabajar. Martes y el miércoles el Director General me habló invitó a comer y ver un partido de fut-ball americano. Cuando regresé tenía documentos de trabajo emitidos por otras Direcciones, algunos firmados por Emilio. Llegó el jueves y el viernes ví a mis compañeros de nivel, Emilio Villalongín y Parra, Ashanty Kuby, Uma Bocanegra y Fernanda Salinas de Vidaurreta irse a comer juntos.

En la noche, alrededor de las 19:40 hrs., cuando comencé a apagar mi PC para irme de la oficina, llegó Emilio, abrió la puerta y me dijo desde la entrada:

  • Carlitos, cómo estás?. Tengo pases de apuestas pare el Yak de mirador de la carretera a Cuernavaca, vamos?.

  • Es ahora, ahorita en este momento? (dije un tanto nervioso)

  • Si, para ahora.

  • Sale, bien, vamos. Y las chicas, va el esposo de Fernanda (ya que siempre salían juntos)?

  • No Carlos, sólo vamos tú y yo

En silencio nos dirigimos al estacionamiento y abordamos su auto Mini Cooper gris. Puso música de Destiny Child, tomamos calles, avenidas y por fin la carretera a Cuernavaca. Prácticamente no cruzamos palabra en el trayecto.

De pronto veo que pasamos la entrada al Yak y le digo:

  • Emilio, ya te pasaste, era a la derecha.

El automatizó la ventanilla de su lado del coche y se abrió, tomó lo pases de apuestas del Yak y los tiró a la calle. De la guantera del vehículo sacó una nota y me dijo:

  • Qué te parece si mejor aprovechamos la reservación LGFB en el Hotel Camino Real Sumiya de Cuernavaca que hice desde el domingo pasado, al día siguiente de la fiesta.

Sonreí ligeramente, entrecerré los ojos, giré la cabeza hacía la ventanilla de mi lado, llevé mi mano derecha a la frente y pasado tres segundos en el reloj y un millón de pensamientos por mi cabeza, mi mano izquierda la puse en la pierna de Emilio, quien coloqué la derecha suya sobre la mía.

Sólo agregué al millón de pensamientos que tenía en la cabeza que pa´acabar el día no hay nada mejor que una excelente "cogida", pero esta vez el fin de semana comenzaba con la misma excelente "cogida", la primera de muchas, seguro que si.

José Ca Ma (josecama)

josecama@terra.com.mx