P 6 Xenomorph

Episodio 6 sobre P: En la escuela nos enseñan que “Los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren”. Lo que no nos enseñan es la brutalidad con que lo hacen. Y eso incluye al ser humano.

P retornó a su vida habitual. Pero no su estado mental… anterior.

Normalmente sucedía que durante una sesión de sexo, con cualquiera de sus multiples amantes a lo largo de su existencia, lograba acercarse a ese rincón de su mente donde lograba una recompensa de placer, de… armonia, que le duraba luego más o menos tiempo en función de lo intenso que hubiera sido el sexo.

No tenía ni que correrse, el placer le venía por medio de dar placer a otros, cuanto más brutal fuese en la entrega de sí mismo, más recompensado salía. Y sin echar ni una gota de semen, el placer que sentía no venía de un vaciado de sus cojones, venía de sentirse penetrado de múltiples formas, y sentirse poseído, sometido… Dando placer obtenía el suyo.

Con Carlos era con el que más fácilmente había logrado iniciar ese estado mental, y con el que más le duraba esa tranquilidad interior, esa sensación de saciarse, dado que Carlos le utilizaba del modo más intenso que nadie lo había hecho jamás.

Al concluir esas sesiones de sexo, más o menos intensas, las tinieblas en su interior, a las que P se acercaba durante la sesión, para lograr ese estado mental y esa recompensa, para entregarse con su lado más sumiso... se diluían poco a poco y todo retornaba a la normalidad. Al finalizar una sesión de sexo duro el proceso era simple, las tinieblas se iban al poco de acabar el sexo, y el placer perduraba más.

Pasaba un tiempo, varios días. P perdía ese equilibrio interior poco a poco, entrándole una sensación creciente de desasosiego, de inquietud. Acababa por tener de nuevo una necesidad, cada vez mayor según pasaban los días, de buscar de nuevo su ración de sexo como pasivo y sumiso. Y P buscaba el momento y la persona adecuada con la que bucear en su interior, buscando esas tinieblas, sacar su sumiso a la luz y recomponer el equilibrio de nuevo.

Esta vez había algo diferente. Las tinieblas no se iban. P notaba como le rodeaban, nublando su mente con pensamientos que normalmente saldrían solo en una sesión sexo. Su comportamiento se veía afectado por esa influencia que ahora duraba y duraba, se había vuelto perpetua. P no tenía que buscar al sumiso… ERA el sumiso.

Actos cotidianos como ir a comprar el pan no se reducían a pedirlo, pagarlo y charlar de cosas inocuas. Ahora lo veía todo con un cristal que lo deformaba todo, aplicando el filtro de ese statu quo que se había vuelto perenne. P era un sumiso pasivo ahora full time. No podía desconectar de esa situación, le acompañaba a todas partes como un aroma, rodeándolo, impregnando todo su ser.

La cosa no acababa ahí. Para más inri P no era del todo consciente de ese cambio. Se notaba diferente, pero no lo asociaba a un cambio en su forma de ser. Creía que era solo un subidón más fuerte de esa sensación de equilibrio tras el sexo, por haber sido algo mucho más intenso de lo conocido hasta ahora. Se equivocaba, no es que estuviese en equilibrio solamente de un modo más duradero. En equilibrio mayor si estaba, pero era porque estaba en ese nuevo estado mental, no porque no necesitase más… sexo.

Carlos por su parte intuía lo que había pasado. Su dilatada experiencia le ponía en guardia. P no solo había alcanzado las expectativas que Carlos tenía puestas en él. Las había superado, y amenazaba con hacer trizas los límites que Carlos mismo podía tener. Eso le preocupaba mucho, porque sabía las consecuencias que tendría.

Un Dominante y un sumiso, un Activo y un pasivo, orbitan alrededor el uno del otro. Si la situación es equilibrada, la danza entre ambos se acelera y todo va como debe, ambos salen beneficiados y hay un cierto equilibrio mutuo.

En cambio si el asunto no es equilibrado, si la atracción no es similar entre ambos la cosa se puede ir al garete. Hay dos formas, la primera que uno de los dos no atraiga al otro, no duran mucho juntos ya que no orbitan y ya está, siendo más o menos doloroso para el que siente la atracción. La segunda es peor.

Si uno de los dos ejerce demasiada atracción mientras orbitan, si crece y crece la atracción… El atraído por alguien así se estrellará contra él, haciéndose añicos.

Normalmente Carlos veía como los que se habían hecho añicos eran otros contra él. Su atractivo, su enorme polla… Muchos no habían hecho sino quedar atrapados por su atracción, sin poder escapar, sin poder mantener el nivel y orbitar juntos. Y como no estaban a su nivel en muchos casos, terminaban por colapsar contra él. Ahora se veía a sí mismo en esa situación. P podía hacer… Carlos no sabía ni el qué, el potencial que demostraba era enorme en la cama, era algo que simplemente daba vértigo.

Pero lo que sí sabía, lo que sí tenía claro era que la situación no duraría eternamente. P no se detendría, no volvería a ser el de antes. Y no tardaría en tomar conciencia de que algo no encajaba, y podría decidir que Carlos no era suficiente.

Carlos recordaba con esos pensamientos la película de Lars Von Trier “Nymphomaniac”, con la frase “Si te compras un león tienes que darle de comer”. Y tal vez él pensaba que tenía un gato, un puma o una pantera al comienzo de todo con P... siendo un león en realidad. O algo peor. Él no podría con él… Solo por lo menos no. Había una posible solución, pero no había garantías de nada. Carlos decidió saltar al vacío, P merecía la pena. La curiosidad por ver qué podría llegar a hacer era intensa en Carlos.

P conducía a un parque natural de una provincia contigua en la que residían Carlos y él. Hacía unos días que no había tenido más sexo con Carlos. Tras la sesión de fist fucking no habían vuelto a verse. Sentía ganas de ser violentado, penetrado, mientras se acercaba al lugar donde estaba Carlos. Aún así no era el ansia típica previa a llegar a una cita, se había vuelto como respirar, parte de él.

Carlos le había indicado que iban a reunirse en una casa en esa zona, un entorno natural privilegiado. Bosques de árboles de hoja caduca rodeaban la carretera. P se alejaba de la civilización mientras conducía, adentrándose en la naturaleza.

Llegó a la dirección indicada, usando el GPS de su móvil. Una casa de piedra y madera, completamente restaurada, le esperaba delante. “Toda una choza, si señor” no pudo evitar pensar de un modo irónico. Carlos le esperaba en el jardín, alado de donde estaba su coche aparcado. P se percató de la presencia de otros dos vehículos.

Al bajarse del coche Carlos le abrió la puerta, se morrearon. La lengua de P saboreaba la carne de la boca de Carlos, su lengua, sus labios, su saliva mientras duró el beso. Los sabores eran intensos para P, estaba muy receptivo, a la par que caliente y extrañamente concentrado, relajado.

P le miró a los ojos. Carlos lo vió, ahí seguía, esa mirada no se había ido ni un ápice.

“Bienvenido, ¿te gusta?” Carlos señalaba la casa, el bosque…

“Si, es un lugar realmente bonito. ¿Y cómo así, esta idea?”

“Quería traerte aquí. Es un lugar muy agradable, quería que lo conocieras”.

“¿Tu lo conocías ya de antes?” inquirió P, mitad conversación inocua, mitad curiosidad.

“Si, es la casa de unos amigos”.

“Aja”. En las tinieblas que impregnaban la mente de P alguien aplaudió la posibilidad que se abría delante. ¿Serían “interesantes” esos amigos? ¿Qué tendría en mente Carlos? Ambos pasaron al interior de la casa, Carlos le ayudó a P con las maletas, iban a quedarse tres días allí.

La casa tenía un recibidor junto a las escaleras que subían a la primera planta, realizadas en madera teñida y manteniendo la veta. Alado se veía una cocina al fondo y un salón, con una chimenea y un comedor, sofás, una TV de grandes dimensiones… Y en el sofá estaba otro hombre.

“Te presento a Juan” P miraba a Carlos mientras le decía esas palabras. Durante un instante le preguntó con la mirada “¿Qué tramas?”

Carlos vió esa mirada, esa… pregunta. Sin dales tiempo a resolverla apareció otro hombre por la puerta de la cocina, con un delantal puesto.

“Hola, yo me llamo Rubén”. P lo observó, pero se dio cuenta de que el que realmente le observaba era… Rubén a él. Y de un modo intenso.

“Hola, un placer conoceros” dijo P correspondiendo el gesto a Rubén, que se acercaba a él. Se estrecharon la mano. “Ya tendremos tiempo de… conocernos mejor”. Rubén lo dijo con total confianza, mirando a Carlos. P miraba a Ruben, luego a Carlos… Y vió en los ojos de él una confirmación “Si, le vas a conocer MEJOR”.

Juan mientras tanto se había acercado a P, que ahora tenía a tres hombres alrededor suyo. “Encantado P” le dijo Juan, de nuevo se estrecharon la mano.

P notaba como la temperatura subía en su interior, a la par que un cierto nerviosismo… No supo identificar bien por qué. Confiaba en Carlos plenamente. Sabía que no le expondría a nadie si no es con buenas… referencias y motivos.

Estuvieron charlando de un modo trivial, P conversaba con ellos, mientras Juan consumía una copa de vino tinto. Rubén apareció con una botella, de un buen Ribera del Duero Reserva, y sirvió tres copas más, para tener ya los cuatro cada uno algo para tomar. Había picoteo preparado, unos pintxos excelentes, estaba claro que Rubén era un manitas en la cocina, y muy detallista.

P los miraba, sintiendo el nerviosismo en su interior, no se iba. El vino fue haciendo su efecto, la conversación era bastante trivial… “¿Cómo os conocisteis tú y Carlos?” “Nosotros somos pareja desde hace dos años ya”. etc… etc…

Juan era bastante parecido a Carlos, solo que era algo rubio, Carlos era moreno. Ambos de estatura alta, complexión musculosa… P no podía preguntarse si tenían más cosas en común, incluyendo lo que podía haber entre las piernas. Rubén era de estatura media, también algo rubio. Tenía un culo excelente, por lo que se veía sobre los pantalones. Un cuerpo deseable que incluso al sumiso P le llamó la atención. Pero también P pudo detectar algo…. diferente.

La conversación continuó por derroteros sin trascendencia, hasta que derivó en lo que motivaba la presencia de Carlos y P allí “Bueno Carlos, explícale a P algo más… Para que opine él mismo” pidió Rubén, mientras tanto Juan callaba, acatando lo que Rubén decía. Algo era diferente entre ellos, Juan parecía el Activo, pero la voz cantante la llevaba… ¿Rubén? Las dudas no paraban de invadir a P sobre múltiples cuestiones.

P sorbió más vino, iba por la segunda copa, el vapor del alcohol empezaba a hacerle efecto. Carlos estaba junto a él, con la camisa con el primer botón desabrochado. P sintió ganas de meter su mano en su pecho, en su paquete y chupársela. Se contuvo mirando a Carlos, que vió el fuego en su mirada.

“Quiero que oigas dos cosas. La primera, quiero explicarte por qué estamos aquí, de qué les conozco a Rubén y Juan. Y la segunda, para qué estás aquí”.

“Aja” pidió más vino a Rubén, que se lo sirvió sin dejar de mirarle… intensamente. Juan se mantenía recostado, a la expectativa de lo que Carlos y Rubén hiciesen.

Carlos comenzó un relato que P escuchó atentamente:

“Hace ya unos… tres años creo, Rubén y yo nos conocimos. Más o menos como tu y yo hace unas semanas. Y nos enrollamos.” Los celos asomaron en P, ¿estaba Carlos diciéndole que prefería a Rubén? Puro instinto.

“La cosa fue bastante bien, pero no terminamos de… encajar.”

“Y no sería porque no nos gustase a ambos” aclaró Rubén.

P no salía de su sorpresa, pero tenía una curiosidad enorme, a la vez que viendo esta confesión tan a las claras pensó, ya con más lógica, que no era una crisis ni nada parecido, era otra cosa lo que Carlos tramaba.

Prosiguió Carlos “El asunto es que Rubén, aun siendo pasivo, como tu… Y aún teniendo la capacidad… necesaria para estar conmigo”

“Aclaración, necesidad de una polla como la tuya” P oyó eso de Rubén y miró el paquete de Juan, entendido, un pollón como el de Carlos habita ahí. A P se le hizo la boca agua… Las tinieblas se hicieron más densas, una sonrisa asomaba entre ellas.

Todos rieron, P dió un buen sorbo. Tercera copa liquidada. Pidió otra. El ciego iba camino de ser importante si iba a este ritmo, echó el freno y dejó la cuarta copa sin tocar, por el momento.

“Bueno, una polla… así. El asunto es que Rubén es pasivo… pero a la vez Dominante, como yo”.

“Eso es. No encajábamos. Ambos queríamos tomar el control”.

“Y ahí es donde entré yo” habló Juan por primera vez.

“Corrección amor. Carlos y yo lo dejamos y yo te encontré” aclaró Rubén, que le impidió cualquier respuesta a Juan tapándole la boca con un beso que lo declaraba de su propiedad.

P los miraba a los tres. Tanta información, el alcohol, los nervios… No sabía qué pensar, estaba realmente espeso. Rogó lo siguiente “¿Podéis aclararme de qué va esto?”

Carlos vió que P no estaba celoso sin más, tenía… curiosidad. Y estaba muy perdido en todo lo que le estaban contando. Le recordaba al momento de duda que tuvieron la primera vez con lluvia dorada.

Carlos entró a una explicación directa, el mejor modo de aclarar por qué estaban ahí.

“No tienes que temer. Eres mío, y seguiras siendo mio en exclusiva” P estalló en llamas por dentro, el fuego le consumía al oír eso. Rubén lo miraba, a pesar de no moverse era evidente que P estaba candente en su interior. Y P sintió como Rubén lo detectó.

“Rubén y yo nos conocemos, fuimos pareja, ahora somos amigos… especiales. Hace tiempo que no estábamos juntos, yo te estaba buscando y necesitaba algo más… pleno. Nada de relaciones esporádicas”

“Y le encontraste” Dijo Juan alzando la copa, brindaron los cuatro. P se sintió más seguro.

“Vale, y… ¿qué hacemos aquí?” preguntó P, con dudas aún por aclarar en su interior.

Carlos fue a hablar, pero Rubén le cortó. “Se lo explicaré yo”.

“Mira P, no tienes que hacer nada que no desees. Pero Carlos nos ha dicho lo bien que os va, de lo cual Juan y yo nos alegramos. Pero nosotros somos una pareja cerrada, que solo nos relacionamos con quien nos de absoluta confianza, para poder follar sin goma con calma. Carlos a veces entraba en nuestros juegos, hasta que decidió ir a por ti”.

“Exacto”.

P entendió que tal vez era que los echaba de menos…

“Entonces quieres volver a verles, supongo”.

Carlos vió la duda en los ojos de P.

“Si y no. No es ese el motivo de quedar con ellos. Realmente es otro el motivo, aunque no negaré que creo que me lo voy a pasar de puta madre”.

“¿vale...Cuál es el motivo entonces?”

Rubén continuó “El motivo es que Carlos nos ha dicho de lo que eres capaz. Y eso denota… una necesidad”. Al finalizar Rubén sorbió su copa, mirando a P como un tigre a un cervatillo.

P se supo expuesto ahora. No habían venido a que Carlos follase con otros… O si, pero ese no era el asunto en cuestión. El asunto era que Carlos quería llevarle a EL ante esos conocidos suyos. Lo quería entregar a esa pareja, así de claro.

P sorbió su copa, la cuarta. Colocón en ciernes.

“Entonces… ¿A qué hemos venido?” preguntó P de un modo torpemente inocente. no terminaba de creerse sus propios pensamientos

“Ya lo sabes. Te he traído aquí para follar con ellos. Con los tres. Quiero que los tres te follemos. A la vez o por separado, eso se iría viendo sobre la marcha. Pero antes de continuar debes decidir, si quieres jugar a esto o no. Si quieres estar con ellos y conmigo a la vez o no.”

“No sé si es un ultimátum” dijo P con miedo, pavor. No quería ni pensar en perder a Carlos.

“No, no lo es. Pero creo que… lo necesitas. Y si no cubres tus necesidades… No nos irá bien.”

Atónito. Así se quedó P. ¿Qué era él el que lo necesitaba? Su organismo, todo su ser aplaudía con la idea… P sentía una celebración en su interior, pero seguía con dudas sin cesar en su interior. Abrir su relación cerrada con Carlos… Le entraban dudas, celos.

Carlos vió en el semblante de P cómo había una tormenta en su interior.

“Bueno, ¿qué te parece?” le preguntó.

P se mordía el labio. Otro sorbo. Rubén le rellenó la copa, sonriéndole. Juan los miraba a los tres expectante.

“O sea que me has traído aquí no para follar tú con ellos solamente, el objetivo es… follarme a mi.”

“Exacto” le respondió Rubén. La mirada que le echo le atravesó como una puta bala. Los ojos de Rubén eran fuego. P se encendió. Carlos les miraba… Había acertado. P NECESITABA algo así.

Carlos cogió a P por el rostro, le besó. “¿Aceptas?”

P estaba on fire. Tinieblas, nada más que tinieblas llenaban su mente. Calor, fuego. Aún así se controló “¿Y sin goma?”

“Si, sin goma. Somos una pareja cerrada. No te preocupes por eso. Sabemos que vosotros lo sois, y nosotros igualmente. En esta casa estamos los cuatro limpios” habló por primera vez Juan, su voz era dulce. Denotaba que se ponía en su lugar. P no terminaba de imaginar cómo sería un activo y sumiso...

Carlos se levantó, dejando a P solo en el sofá, enfrente Rubén se reclinó, acariciando el paquete a Juan, que no pestañeaba, obedientemente mientras jugaban con su cuerpo.

“Verás P, Carlos me ha contado lo que… habéis hecho, cómo de intenso juegas con él. Y hablándolo creemos que tienes una cualidad y… por decirlo de algún modo, una necesidad que puede ser una pequeña maldición si no la satisfaces”.

P le miraba mientras tocaba ese paquete. Se le hacía la boca agua. Igual de grande. Dos pollas como la de Carlos. ¿Cómo sería la de Rubén?

Carlos se puso detrás suyo, apoyado en el respaldo del sofá “Eres capaz no solo de follar como yo follo. Está claro que puedes con más. Y sé que eso denota necesidad de MÁS”.

P le miraba alzando la vista hacia atrás, en una postura incómoda. No pudo evitar imaginar su falo entrando en su garganta en esa postura. Bajo la vista, miró a Rubén y Juan.

Silencio.

“Acepto”. Rubén sonrió sádicamente, un escalofrío recorrió la espalda de P, los pelos de su nuca se erizaron, sus orejas se movieron levemente ante un peligro invisible y… algo reía en las tinieblas de su mente, frotándose las manos.

Rubén se levantó y se puso frente a P. “Ven” le alzó. Una vez arriba le miró a Carlos, que asintió dando su aprobación. Rubén se adueñó de la boca de P, besándolo… P estalló en llamas al contacto tan íntimo de esa boca que no era la de Carlos. Al acabar el beso miró a Carlos. Volvió a mirar a Rubén y cuando iba a besarlo éste le paró, sujetándolo por el cuello “No. Vete a tu habitación y prepárate.” La mirada de Rubén denotaba que él mandaba. P vio en sus ojos algo que quería sentir, control, ser sometido.

P estaba sufriendo una agonía sin igual, el calor, la líbido por las putas nubes... Carlos no le dió opción a nada, cogió su mano y la arrastró al piso de arriba. P intentó besarle en el piso de arriba, solo consiguió leves contactos “Aún no. Quiero que guardes tu ropa en el armario y que te limpies. Haz lo que te digo”. La mirada de P era intensísima, Carlos sabía que se iba a desatar algo que no tendría retorno, que no podría controlar, pero era la única manera de intentar conservarle. P no iba a tardar mucho en descubrir que necesitaba algo que Carlos en solitario no podría darle.

P estaba borracho, de alcohol y del subidón sexual. Carlos salió de la habitación. En la misma había una cama doble, de la cual Carlos había ocupado la mitad con sus cosas, así como el armario y una mesita de noche. Ordenó la ropa como si fuera un autómata, sin saber qué hacía, ni qué pasos había dado ya.

Acabo de vaciar la maleta. Cogió lo necesario y fue al baño, cerrando con pestillo. El asunto de la limpieza era algo que debía seguir haciendo en solitario, no se sentía en absoluto atractivo en esos momentos y no quería mostrarse. Oyó como Carlos entraba en la habitación, en silencio.

Concluyó la desagradable, pero imprescindible, tarea y descorrió el pestillo. Entró en la ducha, con la secreta esperanza de tentar así a Carlos a hacerle compañía en ella. Se estaba enjabonando, la tenía morcillona, se acariciaba. Su ano recién limpiado estaba a medio dilatar, fruto del enema tan reciente. Carlos pasó al baño.

P lo miraba con ansia, sin dejar de acariciarse. Carlos vió el fuego en sus ojos.

“Quiero que te pongas lo que te he dejado en la cama. No te toques más”. Y salió del baño, dejando a P con un calenton terrible y sin poder tocarse siquiera…

P acabó la ducha con cierta prisa. Quería vestirse y bajar. Bajar al piso donde… le compartiría Carlos con Rubén y Juan.

Al salir de la ducha vió el pantalón de mayas ajustado, un suspensorio y un niqui ajustado también. Todo muy sugerente, muy fácil de poner… y de quitar. Se sintió obsceno con esa ropa. Al ponérsela se acariciaba, inundaciones de hormonas por las venas.

Bajó las escaleras. Era el único de los tres con esa indumentaria. Los demás llevaban ropa más común, no tan provocativa, tan ajustada. Habían puesto la mesa, sirviendo entrantes fríos. Seguían tomando vino. P tenía hambres, de comer y de sexo.

“Siéntate ahí” ordenó Rubén. Carlos miró a P, que obedeció sin decir nada.

En la mesita cayó delante de los ojos de P un objeto. Lo identificó inmediatamente, era el collar que él y Carlos usaban. Miró a Carlos. Rubén y Juan miraban solo a P.

Habló Carlos “Te lo vas a poner ahora”. P obedeció, sumiso al 100%. Se sintió sometido, prostituido voluntariamente en público al hacerlo. Se sintió BIEN, le gustó.

Carlos se acercó, lo miró sin siquiera ponerse a su altura, desde arriba “Cuando estés con nosotros, con cualquiera de los tres, y te demos ese collar, quiero que obedezcas, te lo pongas y hagas TODO lo que te mandemos”. P le miraba, agradeciendo el papel recién asignado, sintió adoración por Carlos. No solo era su macho alfa, su Activo, su Dominante, era el Amo que le iba compartir con otros… Y su cuerpo, su ser, su alma, no deseaba otra cosa. Aplausos en las tinieblas, silbidos y ovaciones.

En el sofá de enfrente Rubén seguía acariciando el paquete de Juan, ya de enormes proporciones, y mirando a P con fuego en los ojos. “Antes de que lo cojas, dime si hay algo que no puedas hacer”.

“Copro”.

Rubén asintió, comprendiendo.

Carlos le aclaró “El dos no, pero el uno sí puede”.

Rubén intercambió una mirada con Carlos, “Puede… ¿o le gusta?”

“Descúbrelo tú mismo”. Le respondió Carlos con una sonrisa.

Todas las miradas se dirigieron a P. Se acercó a por el collar con las manos.

“Espera” le dijo de nuevo Rubén. P se sintió usado, un ratón en manos del gato. Rubén estaba divirtiéndose con P. “Si vas a ponerte esa prenda, antes quiero que te quites otra”.

P lo miró, obedeció. Se puso de pie y se quitó el pantalón, el calzado y los calcetines, quedando solo con un niqui ajustado y el suspensorio. Lo dobló con cuidado y lo puso a un lado del sofá. En la habitación hacía calor, más de lo necesario. Estaba claro que nada era casualidad.

Luego se arrodilló delante de la mesa, miró a Carlos un instante, vió aprobación en su mirada, y sintiéndose más libre que nunca en toda su vida, miró a Juan y por último a Rubén, y se puso el collar.

Rubén sonrió, sus ojos decían “Eres mío”. Juan seguía quieto, mientras Rubén seguía acariciando el que era ya un tremendo paquete. El bulto recorría el pantalón mostrando una buena longitud, que sería algo menor que la de Carlos, pero que superaría los veinticinco centímetros con facilidad.

P esperó. Transcurrieron unos segundos. Carlos se sirvió otra copa de vino. El ambiente estaba muy muy caldeado, sin haber empezado realmente nada.

“Bebe” le indicó Rubén a P, que tenía su copa de vino delante. Lo hizo, sin dejar de mirar la mano de Rubén acariciando el paquete de Juan.

“Acércate a ellos” le ordenó Carlos. P fue de rodillas hasta el otro lado de la mesita. Miraba Rubén acariciar y acariciar ese bulto. Se le hacía la boca agua.

“¿Te gusta mamar, zorra?” le insultó Rubén.

P asintió, como un drogadicto con mono ante la dosis de lo que más le gustaba. Sonó la cremallera estruendosamente al bajarla Rubén. Sacó de la ropa interior un falo alargado, no tan grueso como el de Carlos, ni tan largo, pero verdaderamente grande y muy muy bonito, una polla preciosa.

Sin que nadie dijera nada P miró a Juan y se acercó hasta su objetivo, abrió la boca y aspirando el sabor se introdujo una nueva polla en la boca saboreándola, lamiéndola… Pasó así un minuto, pasando la lengua por el glande, chupando toda la longitud, mirando a Juan y viendo sus reacciones… Juan no paraba de mostrar con gruñidos y gestos que sentía verdadero placer, P la chupaba muy muy bien.

Carlos le detuvo, le cogió del cuello y le morreó. P le besaba de rodillas, sintiéndose deseado, seguro y muy muy deseado. Carlos rompió el beso y mirándole de cerca a los ojos le dijo “Muestra tus habilidades mamándola”.

Rubén abrió los ojos, quería verlo. Había hablado con Carlos de lo que P era capaz, no era muy normal ver a alguien con tantas dotes por todos sus orificios.

P le miró a Juan a los ojos, abrió la boca, más que antes y empujo. El falo se introdujo de nuevo, llenando la boca con la mitad aproximadamente… Tocó el fondo de su boca y P le miró, apretó la cabeza hacia abajo y el falo se dobló, pasando hacia la garganta de P, que no paraba de mirar a Juan, sus ojos decían “¿te gusta?”.

“Aaaaaaahhhhhhh, hostttttiiaaasssssssss!” Exclamó Juán. Rubén no dejaba de mirar a P. Analizando lo que veía, que era un sumiso pasivo con una capacidad excepcional.

“Quiero ver como te la chupa a ti” dijo Rubén tocando el paquete de Carlos.

P se detuvo y miró a Rubén. Éste le abofeteó. “¿Quién te ha dicho que puedes parar?”, P recibió el golpe sorprendido, y recuperándose volvió a chupar, a tragar la verga de Juan, que no paraba de contorsionarse. P le iba a sacar una corrida en poco tiempo si seguía así.

Carlos se la sacó mientras tanto, la tenía dura ya, la escena no era para menos.

“Chúpasela a Carlos” ordenó Rubén.

P se sacó de la garganta la verga de Juan y se encaró al tremendísimo falo de Carlos. Se hizo el silencio. P se supo observado, y cumplió. La chupó mirando a su semidios con placer, con entrega… Y abrió su boca, como sabía hacer, y se obligó a tragarla, entera, deteniéndose en cada centímetro, mirando a Rubén “Mira como la chupo, como me has pedido”. Pegó su rostro al vientre de Carlos y Rubén le empujó la cabeza contra él, bloqueandole en esa posición “Así, puta” le decía Rubén.

Carlos bufaba, el subidón, el calentón era intenso. P estaba totalmente sometido por los tres. Y estaban Juan y él especialmente atendidos por su boca. No tardarían en estallar.

Rubén seguía bloqueando a P. No le dejaba sacársela. P se relajó, desconecto su musculatura al mínimo. Se puso como un tomate, le faltaba el aire. La verga de Carlos le atenazaba la garganta, sus pulmones no paraban de chillar. Rubén le guió hasta sacársela, P aspiró con profundidad y Rubén le besó, con fuerza, con rabia, escupiéndole dentro de la boca “Toma puta”.

Luego le cogió de la cabeza y le guió de nuevo a por la polla de Carlos. Hasta el fondo, y le movió la cabeza en un mete saca intenso, follando su garganta. Carlos estaba a punto de explotar. Rubén lo vió y detuvo la mamada de P.

“No hagas nada ahora”, ordenó Rubén a P. Carlos y Juan estaban con la pollas enhiestas, al máximo. Rubén se levantó y fue a la chimenea. Cogió una cajita decorativa, se acercó, la abrió y sacó dos pastillas azules, entregando una a Carlos y otra a Juan “Quiero que lo reventeis. Y tú, zorra, vas a ser mi juguete”. Le abofeteó a P, fuerte, en el rostro.

El calor le inundó a P, quién reconoció el viagra. Tenía ante sí a un Dominante muy duro, Rubén, que no paraba de humillarle, de usarle, vejarle y escupirle, y que estaba claro no iba a dejar que se  relajase. Tampoco Carlos con su tremendísima polla y iba a quedarse corto. Juan, que era sumiso pero en papel de activo, obedeciendo lo que le ordenasen hacerle, sería usado como otro ariete con el que arremeter contra sus orificios. El asunto cogía tintes de lo más intensos.

P comprendió quién era quién, se acercó a gatas a Rubén, mirándole, implorando más… maltrato. Más ser usado. Más vejación.

Carlos y Rubén intercambiaron una mirada, los dos de pie, P a cuatro patas en el suelo, Juan el sofá sentado. Rubén se sacó la polla. La tenía gruesa, no demasiado larga. Le cogió a P por la cabeza y se la metió de golpe, violando su boca. P la recibió encantado, era el tercer sabor diferente. Podía reconocer las tres pollas por su diferente sabor ahora. Mientras la mamaba a fondo, Rubén echaba la cabeza para atrás, Juan le besaba a su amo.

Carlos se acercó, con otra pastilla azul para Rubén, que se la tomó con un poco de vino. P recibió otra más, pero rehusó tomarla “Prefiero… recibir”.

Rubén le miró, le dijo “Abre la boca”, P adivinó lo que pasaría. Saco la lengua, extendiéndola. Rubén dejó caer un sonoro salivazo en su boca. Luego dirigió a P hacia los otros, P no cerraba la boca. Carlos y Juan hicieron lo propio, añadiendo sus salivas a la de Rubén. Por último Rubén echó la pastilla en la saliva “Cierra la boca y trágatelo” le ordenó Rubén, mientras se acluquillaba al lado de P. P saboreaba la saliva de tres hombres a la vez, le llenaba la boca, notaba la pirula azul dentro. Miró a Rubén y tragó sin dudar. Notó como la espuma bajaba por su garganta, con el pequeño bulto de la pastilla. Al terminar Rubén le besó con fiereza, P cerraba los ojos. Unas manos tocaron su culo, Juan lo palpaba.

Oyó sin abrir los ojos, sin dejar de notar esas manos, como un bote se abría haciendo un leve sonido. Miró de reojo, lubricante. Plas! Bofetón en la cara. “¿Quién te ha dicho que puedes parar de besarme a mi?” Otra bofetada más “¿Quién te ha dicho que puedes mirar?”. Rubén se puso de pie y violó la boca de P, que agradeció la verga en su boca, mientras notaba arder ambas mejillas recién abofeteadas. Rubén no buscaba placer, buscaba castigar. Su polla no se detenía en un sitio, ni buscaba placer, solo rompía el fondo de la garganta de P.

Apareció la inevitable arcada con esa forma de follarle. Mientras sucedía, unos dedos esparcían lubricante por el ano de P, acariciándole, abriéndole con cuidado con dos dedos. Era Juan, delicado, suave, un contraste contra Rubén que era puro sadismo, violencia mientras le provocaba a P arcadas, sometiéndole. P no paraba de aguantar las arcadas, quería más y más… Se sentía deseadísimo.

Rubén paró. “Ponerle ahí” Le indicó a P la mesita. Quitaron los aperitivos y pusieron una manta sobre la mesita, para acolcharla levemente.

P se irguió y miraba a Rubén con la cara llena de babas, violada, sometida su boca. Le lloraban los ojos, miró a Rubén, dubitativo. Rubén le aclaró “Boca arriba, puta” soltándole un escupitajo en plena cara. P lo saboreo, sacando la lengua, mientras se tumbaba como le ordenaban.

Juan se arrodilló ante P, tenía la polla enorme, tiesa como un palo. P alzó las piernas, su ano suplicaba ser abierto. Miró a Juan al frente, Rubén y Carlos a ambos lados sujetaron sus piernas, preparando el sacrificio que se avecinaba. P notó la cabeza de la verga de Juan en su entrada, la presión y como su ano cedió con facilidad, pero sin poder evitar un “Ahhh” leve. La polla de Juan se deslizó en su interior, mientras lo hacía Rubén se acercó a P y le morreó. “Vas a ser mi juguete P, te voy a violar con estos dos machazos, y harás lo que yo te diga” le anunció Rubén. P asintió, y miró a Carlos que le miraba complacido, concentrado en ver como la polla de Juan entraba en P.

“¿Te gusta que te folle otro hombre que no sea él?” Le preguntó Rubén a P.

“Si” Bofetón.

“Y te gustaría sentir otra polla en tu boca, ¿verdad puta?”

P sabía que le golpearía si respondía que sí. Le ardían las mejillas, ya bastante castigadas.

“Si” otro bofetón. P estaba como ido. El dolor, el calor… No le importaba nada ya. Recibiría el castigo sin pensar más en ello. Se sometió del todo.

“Si” repitió. Rubén respondió al desafío, otro bofetón.

Juan no paraba de bombear en el ano de P, que notaba como entraba bien adentro. Sus entrañas invadidas, su cara ardiendo.

“Si” dijo de nuevo, mirando a Rubén. Otro bofetón, y un sonoro salivazo. Otro bofetón más.

“Si” Bofetón.

Juan no paraba de bombear. “Eres una puta, dilo” ordenó Rubén.

“Soy vuestra puta” dijo P, la cara roja, los ojos llorosos de antes, ahora más aún.

Carlos se acercó, la polla a tope. “¿Se la traga entera cuando la tienes dura del todo?” Le preguntó Rubén, mientras cogía a P del cuello. P notaba la mano de Rubén, contundente, le dejaba respirar pero le cogía con fuerza. Su ano estaba siendo violado por un desconocido. Su amante tenía su pene enorme, erecto, por encima de su rostro.

“No, no ha podido nunca con ella así”.

Rubén sonrió, miró a P y dijo “Hoy podrá”. Volvió a mirar a Carlos “FOLLA su garganta”.

Carlos obedeció. Estaba claro que el mayor Dominante en la sala era Rubén, así como el más sumiso P.

P notaba en su ano deslizar en su interior y moverse el falo de Juan, el placer era grande por ese lado. Abrió con sus manos su nalgas, quería sentirlo lo más profundo posible. A la vez vió como la mano de Carlos cogía su falo y lo apuntaba hacia su rostro, abrió la boca. Noto como empezó una penetración por su boca, sin dejar de sentir la de su ano. Entonces el calor se adueñó de P, que abrió su boca. La postura era perfecta.

P notaba como su culo era poseído, y le gustaba. El placer le invadía más y más. La polla de Carlos no paraba de llenarle la boca, pero como siempre cuando la tenía al máximo no pasaba por su garganta. P notó que tumbado boca arriba había algo más de facilidad, e intuyó que tal vez…

Movió la cabeza, lo que indicó a Carlos que saliese. P le miró “Espera” Todos se mantuvieron expectantes. P inspiró varias veces, nadie le molestó mientras lo hacía, sabían lo que iba a intentar, le dejaron hacer lo que debía. “Ahora” dijo P mientras asentía.

Juan no paraba de moverse en su interior, mirando expectante ante lo que esperaban todos, P le regaló su culo, simplemente le dejaba arrasarlo a su gusto.

Abrió su boca, el prepucio de Carlos entró, grueso y grande, por sus labios hasta el tope de su paladar. Entonces P arqueó su cuello, echando su cabeza hacia la nuca un poco más, abriendo un poco más el paso del estrecho del paladar. Carlos lo noto, y empujó. Su polla no pasaba, al principio. Carlos mantuvo la presión, de repente pasó. El enorme capullo de Carlos se comprimió, y la verga entró sin apenas doblarse por la garganta de P, penetrando más y más…

Durísima como estaba, y enorme, la polla de Carlos desaparecía dentro de la boca de P. El silencio era intenso. Todos miraban, hipnotizados. Ruben, Juan y Carlos no decían ni una palabra viendo como esa boca engullía semejante falo. Al entrar del todo Carlos echó la cabeza para atrás “Diosssssssssss” La garganta de P se inflaba a medida que el falo bajaba por ella, lo hizo hasta la base del cuello y todavía quedaba algo de verga por meter. Carlos terminó de introducirse en P, y pegó su bajo vientre contra la barbilla de P. “Auuuuuuuuuu” decía Carlos.

Rubén no podía dar crédito. No había visto semejante mamada nunca. Ni mucho menos practicado. Carlos la sacó, poco a poco. Al salir P estaba lleno de babas, el falo al aparecer de nuevo las dejaba caer sobre el rostro de P. Rubén lo miraba, sintiendo una inmediata atracción por P.

P recobró el aliento, mirando a los tres. Vió como Juan no le quitaba ojo, sin dejar de bombear en su ano, sin parar de darle placer. Vió a Carlos borracho de placer, encima suyo, sonriendo. Y entonces vió a Rubén. Lo que vió le enardeció, pasión. Sus ojos estaban tan tan calientes como se sentía él mismo. Rubén quería ESO. Quería entrega absoluta. Se besaron, con las babas y el precúm de Carlos en el rostro y la boca de P.

Rubén cortó el beso, chupó la enorme polla de Carlos, sorbió el sabor y luego besó de nuevo a P, escupiéndole al final del beso y lamiéndole la boca después. P no paraba de mirarle, diciendo con los ojos “Siiiiiii. Úsame. ¡Hazme tu puto!”.

Carlos volvió a la carga, otra penetración, hasta el fondo. Quería volver a sentir su falo al máximo de tamaño dentro de una boca, entero. Y una vez dentro bombeó. P notaba como su cuello se hinchaba con el tremendo asalto, jamás se había introducido nada semejante por la garganta.

Al salir Carlos de las vías aéreas de P, este boqueaba como un pez fuera del agua. Con los ojos no paraba de dar las gracias a Carlos. Juan estaba a punto de correrse, mientras Rubén le morreaba y le dijo al oido “Sacasela a ese puto amor”, mientras le daba un cachete en el rostro.

Juan salió de P. “Espero que te hayas limpiado bien, hoy vas a probar mucha carne que haya entrado antes en tu culo, puto”. Le decía Rubén a P. Juan captó el mensaje, se puso de pie y cambió el lugar por Carlos.

P vió como Carlos entraba al llegar a la posición de sus bajos, en su culo. La entrada fue fácil, Juan lo había dilatado más que suficiente. Aún así P no pudo evitar pegar un respingo al notar el notable incremento de grosor. No paraba de mirar a Carlos a los ojos. Juan recibía un sonoro morreo de Rubén que le dijo sin mirar a P siquiera “Amor mio, ¿quieres follarte la boca de este puto y correrte bien adentro?” P lo oyó todo. Juan le miraba a los ojos “Si, quiero”, como en las bodas. P abrió la boca. Rubén masturbaba la gran polla de Juan, escupió un enorme salivazo sobre ella, lo esparció con su mano y direccionó esa polla untada en saliva a la boca abierta de P, que esperaba el asalto.

Carlos no paraba de moverse, bombeando. P se sentía usado, violado, vejado, feliz. El pollón de Juan se abocó en los labios de P, Juan noto como llegaba al paladar, sintió como había pasado y sin ningún miramiento la clavó, de un movimiento contínuo, casi seco, hasta los putos cojones. La garganta de P se hinchó de nuevo.

Ambos bombearon por unos momentos en P, violandolo por arriba y por abajo. P aguantó el envite, que duró poco. Ambos pararon y las sacaron. P boqueaba, gemía…

Entonces ambos se miraron y asintieron mutuamente. Carlos metió el glande, P lo miró, hasta que el prepucio de Juan le tapó la vista. P cambió la mirada a este último, y abrió la boca. Juan metió su prepucio como Carlos, solo que por la boca. Ambos asintieron mutuamente, y las clavaron hasta los cojones. Treinta centímetros por el culo, otros veintisiete o veintiocho por la boca. P noto el brutal doble asalto. Notó como ambas pollas se perdían en sus entrañas, debían estar cerca una de la otra. No había sido más feliz que entonces por ahora en su vida. Pero la cosa no quedó ahí.

Ambos empezaron una bombeada continuada. El ano dilatado, lleno de carne. La boca, la garganta, asaltadas por otro enorme pollón. P no podía ser más féliz, o eso creía… Pero entonces Rubén se adueñó de su polla. Empezó a pajearle, con maestría. P no podía más… Era demasiado. Su culo, su boca y ahora su polla. Todo a la vez.

La cosa fue a mayores, Rubén empezó a hacerle una super mamada a P, masajeando sus huevos con dureza, sin miramientos. No buscaba darle placer, le comía la polla porque le daba morbo, el placer de P no le importaba una mierda. Rubén abusaba de P, si se la chupaba era para darse placer a sí mismo. P se sintió violado por esa boca, estaba siendo asaltado. Su cuello rojo, respiraba cuando le dejaban, cuando podía.

Juan empezó a bufar “Uh uh uh… ahhhhhhhh” y estalló. P notaba los chorrazos de semen en su boca, le estaba llenando toda la cavidad. No paraba de tragar y tragar, mientras otra boca succionaba su polla y un mástil gigantesco lo empalaba por el culo. Juan no se contentó con un corridón en la boca de P, sin terminar de eyacular entró hasta el fondo, echando los restos de su eyaculación en su garganta.

La boca de Rubén se despegó del nabo de P. Al poco la verga que tenía taponando su boca y su visión salió. Y P vió algo que no esperaba. Carlos seguía ahí, bombeando con saña, sudando. Le dolía el culo, lo tenía realmente castigado ya. Pero Rubén se ponía lubricante en el culo, sorprendiendo a P al hacerlo.

Se puso delante de Carlos, cogió la polla erecta de P y se la metió mientras se sentaba encima. Al hacerlo empezó a pegarle a P en la cara “Vas a ser mi puto este fin de semana, voy a hacer que te violen estos dos sementales sin parar, puta zorra de mierda”. P notó el ano de Rubén rodeando su polla, las bofetadas, el dolor del ano mientras Carlos lo reventaba… Nada superaba el placer que le daban a la vez su polla y su culo.

P le desafió a Rubén “Si. Hazme tu puto. Pégame. Escúpeme. Jódeme bien. Vamossss” P no sabía quién coño había usado su voz, pero le gustó oirse decir eso. Se sintió crecer. Sabía ahora que podría con los tres. Y quería tumbarlos, dejarlos secos. Vaciarles los cojones. Beberse su semen, su orina, lamerles a los tres el culo. Lo deseaba todo. Estaba fuera de sí.

Rubén vio como P se transformaba. Su cara apretaba los dientes, mientras Carlos lo violaba más y más, mientras le abofeteaba le pedía más y más. Y comprendió lo que Carlos había visto en los ojos de P. Era indomable, cuanto más le daban, más quería. No se veía el límite. Rubén llegó a intuir que podía tener hasta sus riesgos para P, que llegado un punto no controlaría lo que sucedía ni si podía ser excesivo para su cuerpo. Eso le dió algo de miedo, porque sabía que se le podía ir la mano, a veces con Juan se le iba, y sin nadie que le parase… Había que cortarse un poco con P, porque él no lo haría.

P estaba excitadísimo. Empezó a bombear el mismo el culo de Rubén, poseído por un tremendo frenesí. Al hacerlo notaba como también exprimía la verga de Carlos.

Todos vieron como P empezaba a oscilar, a moverse. Su cara pedía más y más, le abofeteaba Rubén, le besaba Juan, Carlos le reventaba el ano. Y él pedía más, y más…

Rubén no podía más, empezó a pajearse. Y se corrió sobre P, la leche llegó a su boca, que intentaba cazarla al vuelo. Carlos se puso a bufar como un toro, echó un enorme corridón dentro de P. Y P siguió dentro de Rubén. Este último se levantó, sacándosela, escapando de P.

Pero entonces sucedió algo que no se esperaban, P se levantó. Su actitud no era sumisa. Tenía el rostro encendido, los ojos clavados en Rubén. P lo empujó, suavemente pero con determinación, tirándolo en el sofá boca arriba. Rubén sorprendido se dejó hacer.

P se arrodillo entre sus piernas, le cogió cada tobillo, alzándolos. Apuntó su polla a su culo y entró. De un golpe. Rubén sintió algo de dolor, pero le dejó hacer, la mirada de P no admitía discusiones, ninguna orden sería acatada ahora.

P empezó a bombear, con odio, con saña. No era follar, era sacar el animal que llevaba dentro. Siguió y siguió. Rubén se supo cazador cazado, le dejo hacer, gimiendo “¡Ah ah ah sigue cabrón, sigue puto!”

P bombeó y bombeó. Juan le acariciaba a P, le metía los dedos por el culo. P le miró, le morreó sin dejar de bombear a Rubén.

P no paraba de moverse. La polla de P era completamente normal, pero estaba durísima. Parecía poseído, transformado. El semen le cubría el rostro, junto a cantidades importantes de saliva a medio secar y sudor. Cogía a Rubén por las caderas y lo follaba sin piedad.

P echó una mano al cuello de Rubén, que sorprendido notó esa garra en su garganta. P lo sujetó como un puto muñeco, no tuvo piedad, le reventó el ojete a Rubén, que exclamaba “¡Ah ah ah!” con las duras embestidas.

Al final el clímax alcanzó a P, que siguió y siguió mientras eyaculaba. Y lleno el ano de Rubén sin ninguna piedad con un corridón de leche espesa, blanca y abundante. Rubén se sintió en la gloria en manos de ese sorprendente sumiso, reconvertido a Activazo.

Al acabar P le levantó las piernas a Rubén, se agachó y le lamió el ano, que rezumaba su propio semen. P se lo tragaba todo según lo lamía.

Carlos le miraba, hipnotizado, descubriendo una faceta de P que no había siquiera imaginado pudiera existir. Vió que no solo era pasivo y sumiso, sino que dentro habitaba un activo realmente sádico, un auténtico cabrón mezclado con ese tremendo sumiso que ya conocía.

Y Carlos deseó seguir explorando a P, ahora más que nunca.

(Continuará)