Otros dos polvos con mi amigo Antonio

Éste es el tercer relato de la serie en la que cuento mis vacaciones en Los Ángeles con Antonio, mi amigo de la infancia con quien tuve el encuentro sexual más intenso de toda mi vida.

Tras el polvo de aquella mañana, tardamos varias horas en volver a recuperarnos. En ese tiempo comimos, nos echamos la siesta y un servidor se fue a correr una media hora a un parque muy cerca del apartamento de Antonio. Al volver, había recuperado el apetito sexual. Antonio estaba retocando fotos de sesiones que había hecho esa semana. Yo me fui desprendiendo poco a poco de mi ropa sudada frente a él, hasta quedarme una vez más totalmente desnudo. Le di un toque en el hombro y me fui a la ducha, esperando que me siguiera y repitiéramos debajo del agua.

Enchufé el agua fría y estuve debajo durante un minuto, tiempo que tardó Antonio en despojarse de su ropa y meterse conmigo. Me rodeó con sus brazos por la cintura, abrazándome por la espalda, sientiendo yo su miembro erecto contra mis nalgas. Eso me puso tremendamente excitado. Sus manos bajaron hasta mi pene y comenzaron a acariciarlo mientras él me besaba en el cuello y me mordisqueaba la oreja. Yo rozaba mi trasero contra su polla y lograba que se situara dentro de mi raja. Subia y bajaba para ponerlo aún más cachondo. Luego, me di la vuelta y le agarré el pene con fuerza, masturbándole mientras él hacía lo propio y las lenguas jugueteaban alocadamente en nuestras bocas.

Después de unos minutos calentándonos, Antonio me dio la vuelta bruscamente y me empotró contra la mampara de la ducha. Acarició el agujero con el dedo corazón y empezó a introducirlo. Luego lo meneaba con fuerza dentro de mi culo hasta que consiguió abrirlo. Antonio me agarró la pierna derecha para que la levantara un poco, puse el culo algo en pompa y comenzó a penetrarme sin condón con fuerza. Yo grité desgarradoramente en la primera embestida, pero no de dolor, sino de placer. El placer que me estaba proporcionando esa nueva faceta que cada uno había adquirido. Él de dominante, yo de dominado absoluto que se deja hacer. Antonio volvió a clavarme el pene con brutalidad, y así sucesivamente mientras el agua caía sobre nuestras espaldas.

Comenzó a subir de intensidad y sus embestidas cada vez eran más rápidas y secas. Yo gemía cada vez más alto, mi voz hacía eco en el baño. Los gritos de Antonio eran de esfuerzo, de rabia. De ansia por querer destrozar mi culo a base de clvarme su precioso miembro. Yo me agarraba a la parte superior de la mampara transparente de la ducha y levantaba un poco la pierna para que sus embestidas fueran más profundas. Él me agarraba con una mano las nalgas y con la otra me meneaba el rabo para que yo llegara al clímax. De fondo se escuchaba el ruido de sus testículos chocando con fuerza contra mis nalgas. Un ruido que se hacía más pronunciado al haber agua de por medio. Yo veía la escena en primera persona, puesto que la mampara era transparente y de fernte había un espejo. Eso me ponía tremendamente cachondo, por lo que de mi pene comenzó a salir una gran cantidad de leche que manchaba mi cuerpo y también la mampara. Antonio, pese a haberme corrido, no soltaba mi pene y lo seguía meneando, cada vez con más fuerza, al compás que marcaban sus tremendas embestidas.

Noté que empezó a embestirme con una velocidad endiablada, haciéndome ver que se iba a correr de un momento a otro. Me agarraba con fuerza de la cintura mientras hacía lo propio de la mampara y ponía el culo empompa para que derramara toda su leche de una vez. Pensaba que lo haría dentro, sin embargo, la sacó, le dio dos coletazos y noté como su pene escupía sobre mi espalda todo el semen que tenía guardado. Me agarró con fuerza por detrás y me abrazó, sintiendo yo como su pene perdía la erección y todo volvía la normalidad. Se oída nuestras respiraciones fatigadas mientras el agua seguía corriendo.

Tras dos polvos espectaculares, pensaba que ese día terminaría ahí. Pero aún quedaba un momento más de sexo. Antonio me estuvo enseñando las fotografías que iba a exponer en unos meses en una galería. Yo le hablé de los relatos eróticos que escribo aquí, algunos contando mis experiencias y otros fruto de mi imaginación. Los estuvo leyendo un rato mientras yo me quedé embobado delante de la MTV. Al cabo de media hora Antonio vino con la cámara y me propuso hacer un shooting para él.

-Te dejo que hables de lo que está pasando en este apartamento entre tu y yo y tu posas para mí desnudo.- Propuso.

-Ni de coña.- Contesté. -No pienso desnudarme y dejar que todo el mundo de Los Ángeles me vea. ¿Qué pensarán?- Preguntaba dubitativo.

-¿Y qué más da? Supongo que alguien puede leerme también en España y enterarse de lo que estamos haciendo y saber que somos nosotros, aunque cambies los nombres. Es un juego que me pone cachondo.- Decía para convencerme.

Finalmente, terminé desprendiendome de la ropa y poniendo las posturas que Antonio me iba indicando, poniéndome algo de ropa, como camisetas largas de tirantes o simplemente un pantalón vaquero sin nada debajo, dejando entrever el tronco de mi pene. Poco a poco, la sesión se fue calentando. Yo noté como Antonio estaba tremendamente empalbado y, en un momento en el que me hacía una foto de frente, mi pie se fue directo a acariciar su paquete. Él sonrió y soltó la cámara. Después acercó su cara y comenzamos a besarnos de forma caliente. Le quité la camiseta y le besé los pezones, los lamía con mi lengua de serpiente. Él me desprendió de mis vaqueros, quedando desnudo y a expensas de lo que quisiera hacer conmigo. Me abrí de piernas para que me penetrara otra vez, no me importaba ya que no hubiera condón. Él sequitó sus pantalones dejándome ver su preciosos pene. Lo agarré con la mano y lo meneaba mientras él me metía sus juguetones dedos en mi sagrado agujero.

Antonio me cogió las nalgas, me levantó y me llevó en brazos hasta la cama, donde me tiró bruscamente y me pedía que me diese la vuelta. Volvió a echarme crema lubricante y me la extendía por todo el cuerpo, especialmente por mis nalgas. Luego acariciaba la raja y metía un dedo esporádicamente. Luego... ¡ZÁS!. Otro de sus azotes que provocaban en mí un placer increíble. Metió con fuerza el dedo corazón y lo meneaba a una velocidad endiablada mientras yo gemía sin parar. Tumbó encima de mí y comenzó a embestirme con brutalidad. Yo conseguí abrir un poco las piernas mientras para que su precioso pene me llegara hasta mi estómago. Poco a poco nos fuimos inclinando hacia un lado hasta terminar follando ladeados, él detrás de mí, agarrándome la cintura con su mano derecha, una mano derecha a la que de vez en cuando se la escababa un cachete que a mí me elevaba a las estrellas.

-Fóllame más rápido.- le pedía.

Antonio me hacía caso y me embestía con esa velocidad con la que otras veces me había causado tanto dolor. Luego se puso boca arriba y me pidio que me pusiese encima de espaldas a él, dejando caer todo el peso. Pensaba que no iba a aguantar mucho conmigo encima, sin embargo, con gran facilidad me sostenía las piernas levantadas y me embestía, llevando él todo el ritmo mientras yo gritaba de placer. Estaba totalmente fuera de control, me sentía con ganas de hacer cualquier cosa. Quería ser la más puta del mundo.

-Quiero que te corras dentro.- Le decía. -Quiero sentir tu leche dentro.

-La tendrás.- Decía él de forma entrecortada. -Y tu te tragarás la tuya...

¡Qué placer! Pensaba yo en ese momento. Antonio no pudo seguir clavándomela más en esa posición y terminó por ponerme a cuatro patas y follarme con brutalidad haciéndome pegar gritos de dolor, porque estaba consiguiendo que mi culo escociera de una manera sobre humana.

-¡Córrete! ¡Córrete de una vez!- Le pedía desesperado mientras él me azotaba para acallar mis gritos.

Por fín, noté como Antonio soltaba un grito de placer tremendo mientras notaba que su leche se derramaba dentro de mí. Una vez terminado, me dio la vuelta y comenzó a pajearme hasta que me corrí en mi abdomen. Antonio comenzó a recogerla con el dedo y a metermelo en la boca para que me tragara mi propia leche. Estaba tremendamente cachondo. Incluso una vez terminada, seguía teniendo erecto mi pene.

Volvimos a caer rendidos. Ni siquiera cenamos esa noche. Nos dormimos tras ese polvo porque no podíamos más. Había sido un segundo día espectacular. Iban cuatro polvos y yo no veía la posibilidad de bajar el ritmo. Y eso me producía un inmenso placer...

CONTINUARÁ