Otro imputado
Este es el tema de moda ahora. Y como sin quererlo, Marta una cuarentona de tetas grandes se ve envuelta en una historia como im-puta-da
- Me he quedado desnuda delante de la gente en otras ocasiones. Me dijo Marta entre inocente y conformista.
- Hacer toples en la playa no es lo mismo. Le respondí.
- Pero es parecido. No te preocupes, sabré manejar la situación.
Aunque mi mujer no era ninguna puritana, ni mucho menos, no le resultaba fácil aceptar mi propuesta. Su carita complaciente, me daba la razón, pero ambos sabíamos que era un riesgo, si salía bien sería una magnifica ventaja que podría solucionarnos el resto de nuestra vida, en cambio si no les gustaba supondría un ridículo espantoso.
No era la primera vez que firmábamos un contrato con Lorenzo, era secretario de un diputado nacional con gran afición al sexo, me proporcionaba trabajos en los que ambos ganábamos mucho dinero, le hacia el trabajo sucio a su jefe y yo me encargaba de los proyectos.
A nuestro hombre le encantaba que le preparara situaciones inesperadas, fantasías hechas realidad, y yo me ocupaba de montárselas. La última vez fue a recogerlo al aeropuerto una rubia despampanante que le hizo de chofer mientras otra se la chupaba en el asiento de atrás. Siempre me invitaba a que lo sorprendiera: En otra ocasión fue una prostituta disfrazada de camarera del hotel la que se lo follo al subirle la cena a la habitación, incluso rompí mi norma más sagrada cuando durante una reunión en mi despacho pedí un pizza y la motorista, lógicamente contratada por mí se lo cepillo en mi propia oficina tras un espectacular striptease.
Siempre corría un riesgo pues los gastos de este tipo de servicios son caros, y me decía que según me portara, firmaríamos más acuerdos. Quizá no fuera demasiado ético y no voy a decir que me gustara pero los contratos valían la pena.
A mi mujer, Marta no le agradaba Lorenzo, no aprobaba que le proporcionara chicas, aunque no le importaba mientras yo no me inmiscuyera y el siguiera pagando nuestros trabajos. Y se quejaba de que cuando en alguna ocasión habíamos cenado con él, no dejaba de mirarla, de forma lasciva, de arriba abajo.
La última propuesta era espectacular, se trataba de más de veinte millones de euros para una empresa tan pequeña como la nuestra, y todo en un solo pago. Y mi queridísimo amigo irónicamente me había pedido algo especial, y nada de putas, que estoy harto, fueron las últimas palabras que oí de él hace dos días. Tiempo que llevo dándole vueltas a mi cabeza, pensando que hacer.
Aquella noche no dormí. Ella se dio cuenta de mi preocupación y para relajarme me hizo el amor dulcemente. Después como un canalla se lo propuse:
- No sé qué hacer con el tema Lorenzo, quiere algo especial. Estoy aburrido de este hombre, no lo aguanto.
- Yo tampoco, intervino ella, me molesta que cuando me ve, no haga más que mirarme las tetas y el culo. Qué asco de hombre.
- Si se las enseñaras se acabaría el problema. La provoque entre carcajadas.
- ¿Tú crees? Que bruto eres. Mírame cumplo cuarenta años el mes que viene, ya no soy una niña.
Eso era cierto, aunque mi mujer conservaba un buen tipo, sus medidas se habían alterado, el sujetador llegaba a la talla 110 y su cintura, de avispa en otros tiempos, daba paso a un redondo culazo. Pero no dejaba, con su 1,70 de altura, de ser una mujer muy elegante, ese era su principal atractivo.
- Solo faltaría eso que el imbécil ese se tirara a mi mujer.
- No tengo porque follarmelo, pero te digo que a ese le enseño las tetas y te firma lo que quieras.
- ¿Quién es la bruta ahora? ¿De verdad te atreverías?
- Sí, porque no. Si estas tu delante no hará nada más que mirar.
- Pues es una buenísima idea. Te podrías desnudar de improviso, se quedara impresionado. Te dejas sobar y te largas. Genial.
- ¿Dejarme sobar? No me apetece que me restriegue sus manazas.
- Ni a mí. Pero tendrás que hacerlo. Luego ya me lo llevare yo a que se desahogue por ahí.
- Nada más pensar en ese tío tocándome, me da grima.
- Como mucho te agarra las tetas o te toca el culo. No pasa nada.
- No te pasa nada a ti, seguro que es un soez y me manosea a lo bestia, ya me lo estoy imaginando pellizcándome el trasero y agitándome los pechos. Pero venga, lo haré.
Caray! Stripper con cuarenta años quien me lo iba a decir, dijo esto tras besarme y volverse para dormir.
A la mañana siguiente mientras tomamos en silencio el desayuno, de repente, me dijo lo que encabeza este relato. Lo había conseguido, ahora tenía que asumir los cuernos, porque sabía que si se desnudaba delante de él, el árabe no se conformaría con meterle mano, sino que acabaría penetrándola por todos los agujeros posibles.
Tras conocer que nuestro amigo llegaría lunes, aquel fin de semana preparamos la casa para el evento. Ese mismo día me llamo, pidiéndome que no enviáramos a nadie a recogerle y que buscara un lugar discreto para reunirnos, algo que facilito nuestros planes al sugerirle mi casa.
Estuve toda la tarde muy nervioso, intentando centrarme en el contrato que se acercaba y pensando en la repercusión del desnudo de mi mujer: quizá se lo tomaría en broma y haríamos el ridículo o por el contrario acabaría queriendo tirarse a mi mujer. La verdad estaba bastante descentrado.
Sobre las seis de la tarde llamaron a la puerta, ante mi sorpresa, junto a Lorenzo venia su jefe, un conocido político nacional. Nunca había si quiera hablado con el, todos los negocios siempre los hacia a través de su secretario. La situacion había cambiado, la inesperada visita requería cambiar los planes. Su presencia en mi casa era poco usual, ambos vestían informal, sin traje y corbata, como si quisieran pasar desapercibidos.
Me senté junto a ellos en el sofá, obviamente notaron mi ansiedad, no sabía que palabra articular, la presencia del diputado me turbaba, ¿Qué pretendían?
Al poco, entro mi mujer, se la presente, ambos la observaron de arriba abajo, iba muy atractiva, elegante y muy natural, marcando pecho, con una blusa cruzada de escote central muy ceñida y unos pantalones marrones que le marcaban su enorme culo. La sensación de ser toda una señora.
Les ofreció un café y ambos aceptaron. Yo me ofrecí a ayudarla y aproveche para hablar con ella.
- No sé qué hacer quizá deberíamos que cancelar los planes. No podemos arriesgarnos con el diputado aquí.
- Pero no te dijo que quería algo especial.
- Sí, pero no sabía que venía con su jefe. ¿Qué hago?
- Quizá lo que se refería era a hacerlo en un lugar discreto. ¿Por qué no llamas a unas de las chicas de otras veces? No me hace mucha gracia pero dadas las circunstancias.
- Vale. Encárgate tú. Yo voy ver qué pasa con ellos.
Yo volví al salón, centramos el tema en el gran proyecto que íbamos a cerrar. Fue una conversación sumamente profesional y vi el interés de todos en que fuera un éxito para el pueblo. Estuvimos más de dos horas hablando, en ningún momento insinuaron nada ilegal, ni siquiera hablaron de comisiones.
Cuando todo estaba casi concluido el político salió al aseo y quede solo con Lorenzo.
- ¿Estas contento?
- Claro. Es una gran oportunidad para mí.
- Me alegro. ¿Qué tal lo que te comente? ¿Está preparado?
- Si,si. Deja que lo compruebe.
Salí de la sala y en la habitación contigua estaba la rubia despampanante de otras veces, le dije que asumiera el papel de la prima inocente del pueblo. No se me ocurrió otra cosa.
Cuando me reencontré con ellos el diputado ojeaba uno libros de mi amplia biblioteca.
- Bueno. Enhorabuena, el contrato es para ti. Hasta ahora has cumplido bien con nosotros y estamos contentos.
- Muchas gracias. ¿Qué os parece si cenamos?
- Perfecto. Mi mujer ha preparado algo.
En ese momento entro mi mujer con la chica.
- Me gustaría presentaros a mi prima que ha venido hoy del pueblo. Es una gran admiradora tuya.
- Siempre he querido conocer a un diputado. Dijo con una forzada voz inocente.
- Muy bien bonita. Ya lo conoces, te puedes ir por dónde has venido. Dijo Lorenzo muy enfadado.
Cuando salió la chica, me echaron una bronca monumental. El contrato corría peligro. La actuación de mi mujer me salvo
- Olvidémoslo, mi marido está muy nervioso y lo ha hecho buena intención. Vamos a cenar y relajamos los ánimos. He preparado unos platos que os gustaran.
Me di cuenta que iba a seguir con nuestro plan. Puso la mesa y trajo los platos llenos de comida. Los dos hombres no la perdían de vista, moviéndose de un lado a otro, ella lo percibió y sus gestos provocaban en cada pose, curvando la espalda poniendo el culo ante sus caras, andando deprisa haciendo botar sus pechos, un auténtico espectáculo de provocación.
La cena transcurrió tranquila, definitivamente se había olvidado mi metida de pata al traer a la prostituta. Y mi mujer dirigía la conversación admirada ante la presencia del político, el llamado glamour del poder.
- Voy a traer el postre, dijo Marta. Veréis lo que he preparado.
Retiro los platos y regreso con una bandeja de pasteles que dejo sobre la mesa.
Ante la inesperada mirada de los presentes y sin mediar palabra se quito la blusa y el pantalón, dejando ver el enorme sujetador 38G y un bonito tanga que dividía las dos abultadas y celulíticas nalgas.
- Pero ¿Qué haces? Le grite.
- Déjame, este es el postre para nuestros invitados.
- Déjala, hombre, estamos entre amigos. ¡Qué maravilla! Añadió el diputado con los ojos puestos en los enormes senos.
- Caray con tu mujer que buena esta.
- Muchas gracias. Este es el mejor postre que os podemos dar. Dije yo, mas relajado por el éxito de la actuación.
Marta se acercó al diputado, se sentó en una de sus rodillas y se desabrocho el sujetador, lanzándolo sobre mi cara; los enormes melones se descolgaron ante los ojos atónitos del político. Sin remilgos, sus manos acudieron a sobarlas, deleitándose en ellas, apretándolas como podía, incapaces de abarcarlas, le pellizco los pezones, la miro con una sonrisa satisfecha:-¡Que grandes! Muy bien, muy bien, me encantan.
Nadie dijo nada, nadie se lo esperaba. Las ubres de mi mujer, no eran las de una jovencita, quizá algo caídas, pero su volumen lo disculpaba, contenían el encanto de la mujer madura, vigorosas, de pezón amplio y sonrosado, provocaban el querer poseerlas, dominarlas.
Tras dejarse sobar por el diputado, paso a Lorenzo se sentó sobre el de espaldas y restregó el culo en su paquete mientras este le agarraba con fuerza los pechos desde atrás.
- Déjala ya, le dije, y vamos a tomar el postre.
Ella se tumbó en la mesa y yo puse los pasteles sobre su cuerpo. Ambos empezaron a devorarlos, el político disfrutaba comiendo nata sobre los erectos pezones apretando las tetas y devorándolos despacio, como saboreándolos. Lorenzo y yo comíamos sobre su barriga, frutas y chocolate, mientras me levantaba el pulgar como símbolo de aprobación.
- Ponme un pastel y cómeme el coño, le dijo al diputado
Sin dudarlo el hombre le abrió las piernas y restregó la crema sobre su sexo y despacio empezó a comerlo. El secretario aprovecho al ver los pechos libres y se lanzó a manosearlos y chuparlos. Yo me descoloque, mi mujer estaba disfrutando, lo notaba en su cara, en su ojos cerrados y en como juntaba las tetas para que se las comieran. No sabía qué hacer si apuntarme a la fiesta o solo observar.
El político saco la cabeza de entre las piernas de mi mujer y se desnudó tranquilamente. Se volvió hacia mí y me dijo con toda serenidad:- me puedes traer una copa de coñac mientras me follo a tu mujer.
Me molesto que me lo dijera de esa forma, pero más me dolió ver como Lorenzo, mientras me miraba y se reía, le metía la polla en la boca a mi mujer sin dejar de manosearle la delantera.
Cuando volví el diputado penetraba a mi mujer sobre la mesa manteniéndole en alto las piernas, le empezaban a caer sudores por la cara, los melones de mi esposa se movían de un lado a otro como flanes, mientras ella gemía de placer, pidiendo que se entregara. El secretario aparto la polla de la boca por orden de su jefe, la quería toda para él.
Se acercó a mí y me dijo:
- Cojonudo. Tu mujer está muy buena. Esto sí que es bueno. No te importa que me la folle yo también ¿verdad?
- Me dijiste que preparara algo especial ¿no?
- Tráeme a mí un ron, que esto va para largo.
Vaya cornudo, estaba hecho, poniendo copas a los que se estaban tirando a mi mujer. Cuando volví al salón mi mujer estaba de espaldas apoyada en la mesa y el político se la metía por detrás. Marta movía su culo de adelante a atrás provocando una inusual cara de satisfacción en el hombre, el bamboleo de los enormes pechos provocado por las embestidas, les gustaba y les hacía excitarse más aún.
- Como mueve el culo esta mujer. ¡por dios! Dijo mientras le golpeaba las nalgas. Que culo, que gusto. Muévete tu nena. Tienes que probarlo.
- Tiene unas tetas cojonudas. Mira, mira cómo se mueven.
Casi no acababa de decir esto mientras se corría dentro de ella. Volcando su peso encima y bien sujeto sus senos. Un gran alivio debido a la descarga.
- Ya se la puedes meter, tiene el chocho bien mojado.
Marta se incorporó satisfecha, ella también se había corrido, beso al político, que se sintió todavía más satisfecho por el éxito. Pero para nada le apetecía tener sexo con Lorenzo que esperaba inhiesto su turno.
- Ven guapa ven. La tendré que meter en mojado. Pero tú no te escapas. Arrodíllate que voy a empezar por tus tetas. Más de una vez lo he imaginado y me apetece muchísimo meterla en medio.
La hizo arrodillarse y se la volvió a meter en la boca, para pasar después a encerrarla entre los senos subiendo y bajando con velocidad, buscando el máximo roce.
El político se sentó junto a mí.
- Tu mujer un 10. Cojonuda. Pero tu ¿Qué? ¿No estas cachondo? ¿Por qué no te haces una paja mientras miras? Venga hombre.
El hombre se encendió un cigarro y apuro su copa de coñac, mirando como yo me hacia una paja y observando como su secretario la había puesto sobre el sofá y se la metía con ansia, de verdad le tenía ganas. La cara de Marta era todo un poema, deseando que el Lorenzo se acabara de una vez.
- ¡Joder! Que mojado lo has dejado. Qué asco.
Yo estaba cachondo de verlo y sobre todo cuando la cambio a la posición de perrito, nunca había visto lo atractiva que estaba mi mujer con las tetas colgando, moviéndose de un lado a otra mientras era enculada con rabia.
- Y ahora a la boquita como las pelis porno. Me encanta.
La sentó en el sofá y se corrió en toda su cara, le gusto verla humillada. Marta se levantó y salió del salón con los ojos llorosos.
Los hombres se vistieron y se largaron satisfechos, sin dejar de reírse y hablando de lo puta que era mí esposa.
Incrédulos de nosotros, después de pasar por esto con lo que supuso en nuestra relación; El proyecto por el que había luchado se canceló dos semanas después pues un juez detecto anomalías e imputó al diputado y su equipo.
Hoy voy a declarar como testigo al juicio por malversación de este politicucho, el próximo sexo que tendrá será en la cárcel.