Otro dia más en el apocalipsis

Mi vida después de una guerra nuclear

Bien entrada la noche, cuando los rayos del sol con su radiación ultravioleta no hacen efecto suelo salir de mi refugio, a mis diecisiete años he visto de todo, hombres devorándose entre si, tiroteos por una botella de agua pura, mis padres muriendo bajo los terribles rayos del sol, el cuerpo de mi hermano colgado.

Estoy sola, sola en el infierno, nunca creí esas tonterías de que antaño el sol era saludable y menos que centenares de personas se desnudasen para recibir los rayos del sol, que el agua era abundante y deliciosa, que a mi edad los chicos te llenaban de piropos para poder acceder a tus favores carnales en vez de usar la fuerza.

Que tontería.

Me muevo entre las sombras, solo soy una débil jovencita que porta como defensa un cristal roto,  encuentro un nido de ratas, no dudo en matarlas y llevarme sus cuerpos, es mi día de suerte, hoy podre comer bien.

Pero algo atrae mi atención, me dirijo allá, una caja, una caja blanca ¿una de esas antiguas neveras? La abro.

Cuando vi el contenido caí de rodillas y lloré, por primera vez de alegría.

Estaba llena de botellas de agua y unas bebidas que creo que se llaman isotónicas.

Cogí una de las botellas de dos litros de agua y empecé a beber, cielos, que deliciosa, carente de contaminación, sentía como el preciado liquido se deslizaba por mi lengua, recorría mi tráquea y llenaba mi estomago de ese preciado elemento.

Me relamí los labios, recogí el agua que se resbalaba por mi cuerpo, había bebido dos litros de un trago y me siento genial, cogí las botellas que pude y varias isotónicas, después de eso no necesitare salir de mi refugio durante varios días, a medio camino oí vehículos, corrí a esconderme, los vehículos se paran cerca mía, bajan cuatro hombres con armaduras hechas de piezas de coches.

-¿seguro que has visto a alguien por ahí? Para mí que te falla la vista.

-no tío, he visto a alguien merodear por nuestro territorio, hoy voy a hacerme un chaleco con piel humana.

Me mantengo oculta, que no me encuentren, que no me encuentren.

-sal capullo, tenemos comida, tenemos agua, solo queremos hablar – decía el vándalo con una falsa amabilidad.

Ya se lo que me harían, si tuviese suerte, me violarían, sin ella, me torturarían solo para divertirse oyéndome gritar, de pronto algo tira de mis cabellos.

-¡miren lo que me encontré!

No, no, no, no, me tienen, ocho han bajado, el jefe, un hombre calvo, gordo y cuyas orejas cuelgan como pendientes varios globos oculares me miraban.

-vaya, preciosa ¿Qué escondes? ¡Ey! ¡Mirad eso! ¡Nos ha tocado el gordo!

Me quitan mi agua, mi preciada agua, pero no suplico, no serviría salvo para divertirles, ellos son fuertes mientras que yo soy débil.

-mira tu alrededor nena.

Obedezco, la ciudad de Barcelona, en ruinas, contaminada, muerta.

-mi territorio.

Me enseña las botellas, una lágrima se me asoma por mis ojos al ver que mi tesoro se iba de mí.

-mi agua.

Acto seguido, me arrancan la ropa, dejándome desnuda salvo por unas viejas deportivas que me encontré hace tres días.

-mi puta – dijo desabrochándose los pantalones.

Me puse de rodillas y abrí la boca, si les hacia una buena mamada y les dejaba satisfechos me dejarían en paz, me entrené con mi hermano mientras vivía, el sexo era nuestro único consuelo para un par de jóvenes desamparados, además si los agotaba con la mamada, puede que me dejasen en paz en vez de violarme hasta la muerte o hasta que me dejasen preñada.

La punta de mi lengua acarició la punta de su verga, hacia movimientos circulares mientras los demás me miraban, uno intentó tocarme el culo, pero el calvo miró con rabia.

Si, como los leones, el es el primero en comer, en beber, en follar, en cambio ellos tienen que esperar.

Mis manos acariciaban el tallo del gordo con suavidad mientras mi lengua lamia los bordes de su glande, no era difícil hacer de puta para alguien que te gustaría verle muerto, sino aguantar el olor.

Si, todos olían a sudor, gasolina, sangre y mugre, un olor desagradable, pero aguanté mis ganas de vomitar, joder, mi vida pendía de ello.

Me trague la verga, mierda, si el olor era desagradable, el sabor era peor, pero las manos del gordo me agarraron la cabeza y marcaron el ritmo, un ritmo muy acelerado, sentía como su carne golpeaba con saña mi campanilla, tengo ganas de vomitar, pero no he de hacerlo.

Cielos, se esta descargando en mi boquita, una leche abundante que recorre el mismo camino que el agua, algo viscoso, denso, desagradable y sucio comparado con la liquida, limpia y refrescante agua, no pude evitar las arcadas y vomité, todos se reían y hundieron mi cara en mi vomito.

Los odio, pero las leyes del mundo son así, el débil sirve al fuerte

-túmbate y abre tus piernas.

Eso me dio un vuelco en el corazón, me tumbé a la vista de todos, mis ojos verdes llenos de apatía, mi cara de adolescente sucia por el vomito, mis pechos medianos con aureolas  y pezones grandes estaban llenos de hollín, mi vientre plano y con el ombligo fuera y tres cicatrices, dos navajazos y un disparo, mis brazos y piernas largas y juveniles, estaban cubiertas con una pequeña capa de roña y mordiscos de ratas, siempre he usado el agua para beber, no desperdicio una gota en mi higiene, soy musculosa, la vida en el yermo es dura, pero no soy rival para ellos.

El se acerca, pero le miro a los ojos, una mirada de apatía, que no me importa lo que me haga, si suplico se reirá, si le desafío me pegará o me mutilará, mi mejor opción es que no me importe.

Siento como entra, ver la cara del calvo gordo con esa sonrisa, sus manos agarrando con ganas mis pechos, que luego eran succionados con hambre por esos carnosos labios que tienen, dejándome sus asquerosas babas, mientras sus subalternos le animan a seguir.

El dolor de mi coño llenándose de carne de malnacido no era lo que me preocupaba, sino que al final no me importaba, el no era el primero y desde luego no el ultimo que me usaba de esta manera.

-¿no gritas? Puta ¿no gritas como las otras?

-¿para que? Respondí.

Me siguen agarrando los brazos y las piernas mientras el cabrón me viola, un esfuerzo inútil, ya había aceptado mi situación.

El termina, dentro de mi, bueno, un hijo me hará compañía, se deja caer encima mía aplastándome con su peso y jadeando de cansancio.

-¡jefe! ¡El sol va a salir!

El jefe se levanta y ordena que se suban todos a los vehículos, todos hacen un gesto de rabia por no haberme catado, cuando el iba a irse, le agarré de su cinturón, el me dio una patada.

-gracias por el polvo y por el agua putita.

Me voy a mi refugio, adolorida, pero no me siento vejada.

Solo ha sido otro día normal en el apocalipsis.