Otro día especial con mi hijo

Nunca le había permitido a nadie que terminara en mi boca.

Otro día especial con mi hijo

Para quienes quieran saber como empezó esta relación incestuosa entre madre e hijo les sugiero que lean los cinco anteriores capítulos o relatos, que encontrarán en este sitio: "Mi hijo estudia Bellas Artes", "Mi hijo estudia Bellas Artes (2)", "Desenfrenos con mi hijo", "Con mi hijo no aguantamos más" y "Un día especial con mi hijo" . El presente relato se refiere a otro de esos días especiales que nos quedan en la memoria para siempre.

Entre mi hijo Luis y yo existe una relación especial que ya lleva casi cuatro años, como resultado de mi soledad ante la ausencia de mi esposo que se encuentra cumpliendo una condena en la prisión estatal. Aún le quedan ocho años para recuperar su libertad. Durante los dos primeros años yo realizaba lo que en la jerga de la prisión se denominan "visitas higiénicas", las que eran cualquier cosa menos "higiénicas", por lo que, de mutuo acuerdo, convenimos suspenderlas, prometiendo yo esperarlo sin tener sexo con hombre alguno. Seguí visitándolo los días sábados y un día, por la infidencia de un compañero de prisión, me enteré que recibía la visita de prostitutas. No lo culpé. Entendí sus necesidades pero no volvimos a tener relaciones y aún así, me propuse mantener mi promesa. De esa manera y por ciertas circunstancias de la vida que están explicadas en los anteriores relatos, comencé a tener sexo con mi hijo, el que a mi modo de ver no es un hombre cualquiera, y así lo he hecho hasta el momento que escribo estas líneas.

El día que quiero referir en este relato fue un domingo de invierno, razón por la cual Luis no había ido a la universidad, ni yo a dar clases. Había tenido mi menstruación hacía unos siete días y seguramente ya estaba empezando a ovular.

Voy a hacer una pausa en el relato para dar un consejo dirigido a los varones que lean estas líneas. Chicos, muchachos y hombres: Si quieren saber cuándo una mujer no les podrá decir que no, consigan la fecha de su menstruación. Entre los siete y los quince días a contar de esa fecha, ella aceptará todo lo que le propongan referente al sexo. Disponer de la fecha del período de una mujer y luego hacer algunos simples cálculos, les dará la llave del sexo.

Volviendo al relato debo referir que los días en que tengo mi período mensual y algunos días subsiguientes, interrumpimos nuestras relaciones sexuales ya que en esos días mi libido decae y Luis respeta mis ciclos. Desde hacía dos días yo ya había empezado a sentir ciertas necesidades, pero como de costumbre me lo negaba intelectualmente, aunque los signos que daba mi cuerpo, decían otra cosa. Ese día después de almorzar y mientras lavaba la vajilla decidí plantearle a mi hijo algunas dudas que siempre tengo sobre nuestra relación. Por lo tanto le dije que tendríamos una charla. El, como siempre, supo por donde venía la cosa y asintió con desgano.

Como había pensado salir esa tarde, me bañé, pinté mis uñas, me maquillé, me perfumé y me vestí para ir hasta el Centro Comercial más importante de la ciudad. Elegí una ropa interior negra, me puse unas calzas negras ajustadas que marcaban mis piernas y mi trasero. Sobre las calzas me puse mis botas negras de taco, completando mi atuendo con un vestidito blanco cortito, que terminaba en unos pequeños vuelos que apenas cubrían mis nalgas, pero que insinuaba lo que había debajo. Me miré al espejo, giré para verme de atrás, saqué la cola hacia fuera, y lo que vi me gustó. Salí de mi habitación, llamé a Luis, y ya instalados en el sillón del living, él dijo:

  • ¡Mamá, qué linda estás!

  • Gracias hijo, pero… quería comentarte algunas dudas que tengo sobre nuestra relación

  • ¡Ufa! ¿Otra vez con lo mismo mamá? – Respondió, ya que esta situación era recurrente entre nosotros. O mejor dicho, conmigo misma. – Bueno, te escucho. – Agregó mirando al piso.

  • He estado pensando si esta relación que tenemos no te hará algún daño psicológico, hijo. Tengo miedo que confundas a tu madre con una mujer, o peor aún con una prostituta y eso te perjudique para relacionarte con otras mujeres. No sé si me entiendes. Además debes concederme que lo nuestro no es muy normal. ¿No?

  • Qué sé yo lo que es normal, Sol. – Dijo Luis, dirigiéndose por mi nombre, cosa que hace cuando está disgustado. – Sólo sé que la pasamos bien, que nos gusta, que nos amamos y que no le hacemos daño a nadie. ¿Eso te parece poco? – Preguntó ahora, levantando un poco la voz y mirándome fijamente. - ¿Cuál es el problema?

  • No sé… pero… ¿Qué soy para ti? Quisiera saberlo. ¿Cómo me ves? – Pregunté ahora en voz más baja.

  • ¿Sabes qué eres para mí? Eres mi mamá, a la cual respeto y amo; eres también una mujer extraordinaria que ha sabido abrirse camino en la vida, sola y con un hijo, a la cual admiro; y también eres esa prostituta a la cual le tienes tanto miedo. Esa que cuando dejas salir nos da tanto placer a ambos.

  • Sí… pero ¿cuál de ellas soy para ti?

  • ¿Pero por qué tienes que ser sólo una de ellas? Sé las tres, de una vez y sin plantearte tantos interrogantes.

Luis es muy maduro para su edad, pensé. Me quedé mirándolo sin agregar una sola palabra. Tenía que pensar lo que me había planteado tan claramente. Después de unos largos segundos, me levanté, me acerqué a él y le di un beso en la mejilla, diciendo.

  • Nos vemos esta noche. – Le dije.

El aceptó el beso, acarició mis cabellos y dijo.

  • Chau. Diviértete y deja de pensar pavadas. – Y cuando me retiraba me dio una palmada en mi trasero que hizo correr electricidad por mi cuerpo, pero que no demostré. Me dirigí hacia la puerta de calle moviéndome provocativamente, sabiendo que su mirada estaría fija en mis piernas y mi trasero.

En el taxi que me llevó hasta el Centro Comercial pensé que quizás Luis tenía razón, a veces las cosas son más simples de lo que parecen, pero nuestra mente se encarga de complicarlo todo. Entré al Centro sólo con la intención de ver vidrieras hasta que me detuve ante un gran local de estética femenina y me dije - ¿Por qué no? Consulté algunos precios y me decidí. Me haría depilar íntegra.

No quiero distraerlos con los detalles de mi depilación, pero creo que vale la pena aclarar que nunca lo había hecho en forma total. La depiladora, una señora muy respetuosa, me depiló las piernas, el pubis e incluso entre mis nalgas. Parece mentira que hasta allí tengamos pelitos, pensé. Me moría de vergüenza pero todo terminó en una hora, más o menos. Quedé lisita como una bebota. ¿Qué cara pondría Luis cuando me viera? Reflexioné sonriendo para mis adentros.

Durante un rato miré vidrieras de ropa y al cabo de una hora, cansada ya, me senté en la mesa de un bar, ante un gran ventanal. Había comenzado a caer una fría llovizna en aquel frío atardecer de invierno. Disfruté de un café con leche mientras pensaba en la corta conversación que había tenido con mi hijo. ¿Habría quedado molesto? Hacía ya rato que estaba allí sentada con mi teléfono en la mano sin decidirme a llamarlo, cuando mi móvil sonó anunciando un mensaje de texto. Era Luis.

  • ¿Dónde estás? – Leí.

  • Tomando un café en un bar y pensando. ¿Y tú? – Respondí, temiendo su respuesta. Pasó un par de minutos, y cuando ya creía que no me contestaría, recibí otro mensaje.

  • Estoy desnudo en tu cama masturbándome.

Miré avergonzada a mi alrededor, como si la gente en las mesas vecinas pudiera leer el mensaje. Sonreí. ¡Que atrevido! Pero había logrado su cometido, sentí un cosquilleo entre las piernas. También me sentí aliviada porque comprobé que no estaba enojado y excitada a la vez. Mi respuesta fue espontánea.

  • Muéstramela. – Envié. Casi en forma instantánea entró otro mensaje.

  • Envía QUIERO PIJA a este número y recibirás una sorpresa. – Me respondió. - ¡Este chico está loco! – Pensé. Lo dudé un instante, pero estaba segura que no se atrevería a enviar foto alguna.

  • QUIERO PIJAAAA. – Escribí, y luego de un momento de duda presioné "Enviar".

Esto se estaba tornando divertido y excitante. Ahora pasaron unos cinco minutos, hasta que mi móvil sonó nuevamente. Miré hacia los costados y presioné "Leer". No era un mensaje, era una imagen. ¡El gran pene erecto de Luis en la pantalla! Su glande brillaba mostrando su piel suave contra el fondo de las sábanas rosa de mi cama. Todo era real. No podía creerlo. Me quedé embelesada ante tamaña imagen. Ahora sí sabía lo que quería para terminar el día. Todavía estaba disfrutando de la imagen cuando mi móvil sonó nuevamente.

  • ¿Te entró? – Decía el mensaje. Capté el doble sentido y se me escapó una carcajada. Le respondí inmediatamente.

  • Siiii. ¡No se te ocurra terminar! Vístete y ven a buscarme al Centro Comercial.

Pagué la cuenta y me dirigí al baño. Ya en su interior bajé mis calzas pasé la mano por la suavidad de mi vulva. Era una sensación nueva y muy extraña. Parecía que estuviera tocando a otra mujer. Salí a la calle y esperé bajo un alero hasta que llegó Luis. Lloviznaba y hacía mucho frío. Me causó alivio el calor del interior del vehículo.

  • Brrr. ¡Está helado! – Dije a modo de saludo, mientras me acomodaba en el asiento.

  • Acá no. – Respondió Luis. – Está calentito. Bastante calentito. - Agregó con picardía, mientras arrancaba y se internaba en el tránsito.

-Me quieres decir… ¿qué hacías en mi cama, haciéndote… masturbándote? ¡Y en mi cama! – Recalqué sonriendo. Luis me miró con picardía. Ahora estaba siendo su madre, pensé.

  • ¿Te gustó la foto? - Preguntó.

  • Sólo a ti se te puede ocurrir. ¿La tienes así de dura todavía? –Pregunté alargando mi mano hasta su entrepierna, buscando sus genitales. Lo cierto es que no aguantaba ya por ver su miembro, por sentirlo en mi mano.

  • Oh. ¿Qué pasó? Ahora está blandita. – Le dije mientras lo masajeaba. Enseguida pude sentir como se endurecía. Estaba ansiosa por llegar a casa. A pesar de que el interior del auto estaba bien cálido, en el corto trayecto hasta nuestra casa, sentí mucho frío. Cuando llegamos le dije a Luis.

  • Me daré una ducha caliente hijo, estoy aterida.

  • Yo te acompaño. - Dijo él.

  • Espera algunos momentos y entra. ¿Sí? Tengo una sorpresa para ti. – Le respondí, con una mirada picaresca, mientras ingresaba al baño. Soy muy minuciosa con mi higiene personal y quería lavarme antes de que Luis me tocara. Me desnudé e ingresé a la ducha sintiendo la agradable sensación del agua caliente corriendo por mi cuerpo, entre mis pechos y mis nalgas que estaban particularmente frías.

  • ¿Puedo entrar ahora? – Escuché que decía Luis desde la puerta.

  • Si. Entra. – Le respondí mientras giraba mi cuerpo, de manera que quedé de cara a la pared. No quería que me viera depilada hasta que fuera el momento preciso. Entró y antes que me tocara, le entregué el jabón.

  • Enjabóname. – Le dije.

Empezó a jabonarme prolijamente desde el cuello hacia mis hombros y deteniéndose en mi espalda. Pensé que se estaba conteniendo de pasar el jabón por donde realmente quería. Finalmente comenzó a pasarlo por mis nalgas, y desde atrás, se detuvo especialmente en mis pechos. En esos momentos se me acercó y pude sentir su miembro deslizándose entre mis nalgas y luego entre mis piernas enjabonadas. Lo apreté con mis muslos y oí un gemido. Flexionó un poco sus piernas tratando de penetrarme desde atrás, pero no lo dejé.

  • Ahora no. - Le dije mientras giraba mi cuerpo apretándome al suyo. El me miraba los pechos por lo que el estado de mi vagina le pasó desapercibido. Yo comencé a masajearle el pene. Mis pechos, resbalosos, parecían gelatina entre sus grandes manos. De pronto sus manos dejaron mis pechos y bajaron hasta mi sexo acariciando la zona y se súbitamente se echó hacia atrás como si algo no estuviera bien.

  • ¿Y tus pelitos? – Preguntó asombrado mientras me acariciaba.

  • Esta es la sorpresa que te tenía. ¿Te gusta? – Pregunté ruborizada.

  • Mmm. Siii… Es algo hermoso. ¿Te lo hiciste hoy?

  • Sip. – Dije, mientras lo masturbaba suavemente.

  • Prométeme que lo harás siempre. – Dijo, mientras ponía su pene en la entrada de mi sexo tratando de penetrarme. Se lo impedí nuevamente permitiendo solamente que por unos momentos su miembro se deslizara entre mis piernas apretadas, y le dije.

  • Me voy. Te espero en la cama.

Salí de la ducha y sequé mi cuerpo. Encendí tres velas sobre la mesa de luz y me recosté en la cama. Mi respiración agitada revelaba mi tremenda excitación. Un minuto después entró Luis. El frío ya había pasado; hacía cierto calor en mi habitación. El me abrazó, besando mis pechos y lamiendo suavemente mis pezones.

  • Dime. – Le dije, apartándolo. - ¿Cómo te masturbabas esta tarde? – Pregunté.

Me miró desconcertado.

  • Muéstrame. – Le dije autoritaria, mientras tomaba una de sus manos y la llevaba hasta su miembro erecto. Comenzó a masturbarse. Uno de los placeres de una mujer es ver a su hombre masturbarse por ella. Yo, a unos centímetros de él y con la mirada fija en su pene, comencé a acariciarme con una mano mientras que con la otra tomé sus testículos apretándolos, a lo que él respondió apurando sus movimientos. Por momentos los músculos de sus piernas se ponían tensos y luego los aflojaba. Cuando le apretaba nuevamente los testículos volvía a tensarse. Así pasaron unos minutos. Yo, ya no era yo. La otra había salido a la superficie.

  • Quiero chuparla. – Le dije al oído, ante lo cual él preguntó, sin dejar de refregar su pene.

  • ¿Ahora quien eres? – Su pregunta me sorprendió pero enseguida supe cual era la respuesta que esperaba.

  • La peor de las prostitutas. – Le dije al oído. No hubiera podido decirlo en voz alta.

Giró su cuerpo, puso su miembro frente a mi cara y comenzó a besar mis ingles y mi monte de Venus. Su miembro temblaba a unos centímetros de mi boca. Besé su glande y ya no lo soporté más, abrí mi boca y me lo comí hasta casi ahogarme. Gimió. Estiré mi mano y me entretuve apretando sus testículos. El ya lamía mi clítoris y alternadamente introducía su lengua en mi interior. Era maravilloso. Yo con una mano le apretaba la cabeza contra mi sexo, mientras me movía a su mismo ritmo. De pronto una de sus manos comenzó a masajear mi ano y uno de sus dedos se introdujo unos centímetros en mi orificio, sin esfuerzo. Al principio me sorprendió pero luego lo dejé hacer.

Haré lo mismo, pensé. De sus testículos pasé a su ano y le metí la punta de uno de mis dedos. Gimió. Su pene latía, parecía que iba a explotar en mi boca, yo apretaba su glande entre la lengua y el paladar, mientras movía mi dedo en su ano. De pronto se detuvo y se retiró de mi boca.

  • No sigas porque acabo. – Escuché que decía sofocado desde mi entrepierna.

  • No le harías eso a tu madre. – Le respondí mientras tomaba nuevamente la cabeza de su pene entre mis labios. ¿Qué estaba haciendo? Pensé. Nunca le había permitido a nadie que terminara en mi boca. Sin pensar demasiado y dejando que sucediera lo que fuera, apreté nuevamente su pene en mi boca. Después de todo si mi leche fue buena para él durante sus primeros meses de vida, ¿por qué su leche no sería buena ahora para mí? Decidida y curiosa por ver que pasaría apreté aún más. Se quedó quietito un momento y luego, con un fuerte espasmo, comenzó a eyacular. El primer chorro pegó en mi garganta y fue tan abundante que debí tragarlo rápidamente, lo mismo que al segundo. O tragaba o me ahogaba. Después sólo fue semen saliendo suavemente a borbotones y que dejé escapar parcialmente entre mis labios. Lo dejé terminar largamente y luego lamí su miembro limpiándolo. Pensar que me había perdido esto hasta este día. Lamentablemente yo no pude llegar al orgasmo por lo que ahora tenía una urgente necesidad de tener ese miembro viril en mi interior.

Le pedí que se pusiera a mi lado, atraje su cara hacia mis pechos y comenzó a succionar mis pezones. Noté que estaba perdiendo su erección por lo que me dije que tendría que lograr que se excitara nuevamente. Si no lo lograba me pondría a gritar, tal era mi necesidad.

Lo acaricié un par de minutos e intentó besarme pero no supe si estaría bien, ya que mis labios aún tenían el sabor de su semen. El insistió, y nos besamos apasionadamente, hasta que noté que nuevamente se estaba poniendo erecto. No perdí el tiempo. Lo puse de espaldas y me subí sobre su cuerpo. Ayudándome con una mano introduje su miembro semi erecto en mi vagina mojada y muy dilatada, besando su boca y moviéndome como una loca sobre él, refregando mis senos en su pecho. Sentí crecer su pene en mi interior. Me enderecé un poco para que viera mis pechos colgando sobre su cara. El los tomó, besó, y chupó, hasta que no pude más. Apreté mi clítoris contra su pelvis y un orgasmo intenso se apoderó de mi cuerpo. Creo que grité cuando el primer chorro salió de mi vagina, empapando nuestros cuerpos y las sábanas. Luego vinieron otros, inacabables, y mientras él me apretaba contra su cuerpo sentí su esperma caliente en mi interior. Estaba terminando en mí, nuevamente. Nuestros genitales estaban resbalosos de semen y flujo.

Exhaustos, y luego de cambiar las sábanas rápidamente, nos dormimos desnudos y abrazados. La mañana del lunes nos sorprendió pegados y ese día ambos llegamos tarde a nuestras obligaciones.


Ruego a los queridos lectores que califiquen el relato y si les fuera posible, incluyan algún comentario. Ya que quienes escribimos necesitamos conocer las sensaciones que les provocamos, sus reacciones, y si los relatos son de su agrado. Si desean escribirme lo pueden hacer, en el tono que quieran y con las palabras que quieran, pero siempre con cariño y respeto, por favor. Se puede hablar de sexo sin perder el respeto que nos merecemos. Siempre trato de responderles a todos. Los quiero mucho. Mi dirección de mail es: solitama1@hotmail.com