Otro día en la Gomera (2)
Historia real de un matrimonio. Tras su aventura en la Gomera, Alba y Jaime deciden volver a la isla para reunirse con sus amigos.
Nuestra aventura en la Gomera dio mucho que hablar en el seno de la pareja. En el ferry de vuelta a Tenerife, sentados en la cubierta del barco, recordamos lo vivido con Carmen, Carlos, Nerea e Iñaki la noche anterior. Ambos reconocimos que habíamos disfrutado de los juegos. Le pregunté a Alba si había sentido celos en algún momento de la noche.
Estaba demasiado excitada por la situación y además el alcohol ya sabes que me desinhibe- Me respondió. A continuación fue ella la que me interrogó a mi:
¿Y tú qué sentiste al verme follar con Carlos?
En ningún momento sentí algo parecido a los celos. Todo lo contrario. Nunca antes había experimentado tanto morbo y excitación como al ver a mi mujer con otro hombre. Pero dudé. No sabía si admitirlo, si comunicárselo, así, tal cual, a mi mujer o disimular un poco la satisfacción que me produjo la experiencia del intercambio. Aunque Alba y yo siempre hemos hablado con naturalidad del sexo y estamos abiertos a todo, no quería darle la impresión de que estaba casado con una especie de salido mental. Finalmente tomé un camino intermedio.
La verdad es que no sentí celos. El alcohol también hizo sus efectos en mi cabeza
¿Entonces te gustó lo de anoche?
Ella Insistió y yo me sinceré del todo.
Mira la verdad es que verte follar con otro hombre mientras te besabas con otra mujer ha sido una de las cosas más excitante de mi vida. Creo que me ha gustado bastante lo del intercambio de parejas- Y ya puestos planteé la pregunta del millón- Y tu, ¿qué? ¿Volverías a repetir la experiencia?
Bueno. No sé. Lo de ayer fue improvisado. No sé si planificado hubiera resultado igual. De todas formas, si a ti te ha gustado tanto, si vuelve a surgir algo parecido, pues bueno... nos desinhibimos otro vez.
Y terminó su frase con un bonito beso de amor que interrumpimos cuando notamos que el barco iniciaba las maniobras de amarre en puerto.
Esa noche en nuestro apartamento volvimos a hacer el amor. Y esta vez no me imaginé nada. Simplemente disfruté de mi mujer. Desnudos en la cama y tras una buena sesión de besos, ella se fue bajando hasta mi pubis para dedicarme una de sus excelentes prácticas de sexo oral. Transcurrido un tiempo, yo quise corresponderla así que le trasladé las piernas hasta colocar su húmeda vulva encima de mi boca e iniciar un 69. Fue ella quien lo interrumpió para ponerse de espaldas a mí y cabalgarme, en una postura que sabe que me agrada especialmente. Pero, sin duda hoy estábamos más excitados de lo normal. Alba interrumpió el coito se levantó de la cama y cogió el aceite hidratante de playa que teníamos en la mesilla. Se hecho un poco en las manos y asiendo mi polla comenzó a subir y bajar lubricándome al mismo tiempo. No caí en lo que se proponía hasta que soltó mi pene, se volvió a echar crema, pero esta vez no la utilizó para mi miembro. Se dio la vuelta dándome la espalda y comenzó a introducirse un dedo en el ano y luego dos. Todo ello con insinuantes movimientos de cadera y nalgas. Entendí lo que pretendía. Quería sexo anal.
Debéis entender que para mí el sexo anal es una práctica doblemente atrayente. Primero por lo que tiene de excitante en si misma. Y segundo porque Alba no es especialmente partidaria de que le den por el culo. En 10 años de relación, sólo lo habíamos hecho dos veces anteriormente. La primera Alba sufrió más que gozar . La segunda, sin resultarle especialmente agradable, sí que fue más placentera debido a la masturbación que ella se llevó a cabo mientras yo la penetraba. Por eso el hecho de que ese día mi mujer me ofreciera su culo fue un tremendo incentivo para mi excitación.
Una vez lubricado su ano ella se colocó a cuatro patas en la cama y se agarró las nalgas para ofrecerme su agujero más privado. Grandiosa vista para mis sentidos. La penetré sin demasiadas dificultades. Primero introduciendo la punta y manteniéndome así un rato, dándole tiempo a que ella iniciara su particulares tocamientos clitorianos. Luego fui intensificando los movimientos a la par que profundizaba en la penetración. Al poco ella se movía ya convulsivamente llegando por primera a vez a un orgasmo con sexo anal. Yo estaba también al filo del orgasmo, pero antes ella sin detener mis embestidas me preguntó:
- ¿Quieres correrte en mi cara como ayer hizo Carlos?
Y no lo dude un momento. Saqué mi pene de su culo, ella se bajó de la cama arrodillándose junto al catre y yo comencé a masturbarme apuntando hacia su boca abierta. No hizo falta más de tres o cuatro movimiento de mano. Enseguida salió el potente chorro de semen salpicándole la nariz, pelo, mofletes y por su puesto boca. Fue un tremendo orgasmo.
Habíamos descubierto los placeres del intercambio pero eso no restaba ni un ápice de intensidad a nuestra relación de pareja. Más bien todo lo contrario. Se había demostrado con este polvo.
Así pasaron un par de días en los cuales nosotros volvimos a nuestra rutina estival. Playa y tranquilidad. Al tercer día recibí en mi móvil una llamada de Carlos. Tras la famosa noche en su casa habíamos quedado en que volveríamos a hablar. Nuestro amigo canario y su mujer nos invitaban a pasar otro día en la Gomera. Nos llevarían a una cala, según ellos paradisíaca, cuyo acceso era sólo posible en barca. Le dije que se lo consultaría a Alba y que le devolvería la llamada enseguida para responderle. Le transmití el mensaje a mi mujer y su respuesta no me decepcionó:
- Sí a ti te apetece perfecto, no tengo ningún problema en volver a la Gomera- Me dijo con una sonrisa.
Y dicho y hecho. Llamé a Carlos y quedamos para el día siguiente. Ellos nos recogerían en el muelle del ferry.
En el primer ferry del día volvimos de nuevo a la que para nosotros es ya la isla del morbo. Tal y como habían prometido, Carmen y Carlos y Nerea e Iñaki nos esperaban en el puerto. Nos saludamos los seis afectuosamente y nos montamos en el jeep de la pareja canaria. Nos anunciaron que nos íbamos al sur de la isla, allí tomaríamos una pequeña barca prestada por otros amigos de Carmen y Carlos, y con ella navegaríamos un corto trayecto hasta llegar a la famosa cala. El viaje no se hizo ni largo ni pesado. Los seis estábamos de buen humor y como ya contamos en la primera parte de nuestra historia, eran unas personas encantadoras que gozaban de bastante gracia y buen humor.
A la hora y media de comenzar el viaje llegábamos por mar a nuestro destino, y la verdad, la playa cumplía todas nuestras expectativas. Una cala desierta rodeada de barrancos, que imposibilitaban el acceso por pie, y por una foresta tropical. La arena negra y volcánica le daban un aspecto singular, de otro planeta diría yo. En este magnífico paraje nos instalamos con sombrilla, nevera repleta de bebidas y comida, y muchas ganas de disfrutar el día. Por supuesto nos desnudamos todos porque ya no había nada que esconder. Ni siquiera Alba, la más reticente al nudismo, tuvo esta vez reparos en enseñar su cuerpo.
La jornada transcurría entre animadas charlas, relajación y sol, y cerveza. Y entre medias baños en las aguas del atlántico. Completamente solos los seis. Qué diferencia con las atestadas playas de Tenerife. En un momento del día yo me encontraba observando el paisaje y los barrancos que nos rodeaban. Carlos se acercó a mi, aprovechando que yo me había apartado algo del grupo, y me preguntó con esa peculiar forma de habla canaria:
- Oye, ¿Qué tal lo pasaron ustedes el otro día. Han hablado de la experiencia?
Yo le expliqué que sí que lo habíamos hablado y que ambos habíamos coincidido en que fue una experiencia muy grata.
- Pues me alegro de que hayan llegado a esa conclusión porque esta forma de vivir el sexo no la entiende todo el mundo. Y veo que ustedes saben distinguir entre el amor que sienten y el goce del cuerpo. Como nosotros.
Yo asentí y le confesé el especial morbo que me provocó el hecho de que él y mi mujer se lo montaran.
- Mira, te voy a reconocer yo otra cosa- me respondió él- Alba es una mujer preciosa y desde luego que disfruté con ella.
Yo le agradecí su afirmación y él mismo puedo comprobar que era sincero porque el simple recuerdo de aquella noche provocó en mi una pequeña erección de la que, sin duda, se dio cuenta dada mi desnudez playera.
Los dos nos volvimos a reunir con el grupo. Al rato decidimos todos irnos al agua a refrescarnos y defendernos del calor. Eran cerca de las dos de la tarde y el sol apretaba. Ya en el agua nadamos, nos salpicamos y jugamos a la guerra de caballos. Para quien no haya practicado este juego de niño, le diré que consiste en que una persona sube a los hombros a su pareja y luchan, cual caballeros medievales, por derribarse en el agua. La distribución fue, y creo que por casualidad, la misma que la de la noche de los juegos. Carmen e Iñaki, Carlos y Alba y Nerea y yo. Era divertido ver como las mujeres forzaban entre ellas por ser derribadas. Sus pechos, todos ellos de un tamaño, para mi ideal, se meneaban con los empujones y vaivenes y desde luego era excitante sentir en el cuello los labios vaginales de, en mi caso, Nerea. Alba fue la primera en caer al agua derribada por Carmen. Las dos parejas restantes seguimos jugando, riéndonos y bromeando hasta que finalmente la invencible Carmen logró derribar a Nerea. Al concluir el juego me di cuenta que Alba y Carlos se habían alejado un poco de nosotros. Les observe y vi como Carlos señalaba con el dedo una especie de camino hacia la vegetación. La brisa impedía escuchar sus explicaciones. Cuando todos nos reagrupamos Alba me dijo:
- Carlos propone que vayamos a dar un paseo por ese caminillo. Son diez minutos de caminata y por lo visto hay mucha vegetación. Debe ser precioso.
Antes de que yo pudiera meditarlo, Nerea e Iñaki anunciaron que ellos no iban, que después del juego en el agua estaban cansados y que ya habían hecho la ruta unos días antes cuando Carlos y Carmen les trajeron por primera vez a la cala. A mí en un primer momento me entraron ganas porque soy aficionado al senderismo y el paisaje era impresionante. Pero mi morboso cerebro interrumpió estos sanos pensamientos. ¿Por qué no dejar solos a mi mujer y a Carlos, a ver que pasa? Fue Carmen quien me dio la excusa perfecta.
Yo voy a descansar un rato y luego si acaso les alcanzo.
Pues yo casi que también. Si queréis ir yendo vosotros y luego vamos Carmen y yo.
La táctica celestinera con mi propia mujer resultó y fue ella quien animó a Carlos.
- Pues venga dejemos a estos vagos y vámonos tú y yo.
Salimos los seis juntos del mar. Alba se acercó a las toallas con disposición de vestirse. Pero Carlos prefería seguir practicando el nudismo.
- Si quieres puedes ir sin vestirte. No hay casi insectos por allí, y desde luego no creo que nos encontremos a nadie porque el único acceso es por esta cala.
Yo pensé que Alba no iba a aceptar. Peor tengo una mujer que no deja de sorprenderme
Vale perfecto- dijo de forma animada- Pero me voy a poner las chanclas, al menos para caminar.
Sí, yo también porque el camino está lleno de piedras volcánicas- respondió Carlos, entusiasmado ante la aceptación nudista de mi mujer.
Y así marcharon. Observé sus culos alejarse hacia el camino y finalmente desaparecer en la vegetación. Me tumbé en la toalla, expectante ante los resultados que iba a dar esa excursión e imaginándome escenas de lo más tórridas entre Carlos y mi mujer. Qué le voy a hacer. Soy un completo degenerado, pensará alguien.
Pasaron unos 10 minutos y yo seguía concentrado, deleitándome imaginando que podría estar pasando entre los dos senderistas. Fue Carmen la que interrumpió mis pensamientos.
- ¿Jaime, vamos ya a ver que hacen los dos deportistas?
Yo dudé. No sabía sí les habríamos dado tiempo suficiente para que surgiera algo. Pero finalmente, como si hubiera de repente visto la luz, me dije a mi mismo: "Qué mente tan calenturienta tienes. Seguro que sólo están dando un inocente paseo turístico".
- Vale, venga, vamos para allá
Y para allá que fuimos, y al igual que nuestras parejas, solamente vestidos con nuestra chanclas. Nerea e Iñaki se quedaron solos en la playa tomando el sol.
Fuimos paseando y poco a poco mis pensamientos abandonaron el tema del sexo. Carmen me iba explicando el tipo de vegetación y la clase de rocas que nos encontrábamos. Y yo amante de la naturaleza estaba disfrutando bastante del paseo por aquella miniselva canaria. Pero fue Carmen la que, esta vez, provocó en mi el regreso de los morbosos pensamientos.
Oye Jaime, yo conozco a mi marido y a lo mejor nos encontramos a él y a tu mujer en alguna situación un tanto especial- Me dijo con una media sonrisa- Conozco a Carlos y estoy segura de que va a intentar algo con Alba. A ti te importaría si les pillamos en media faena.
No me importaría. Si ambos quieren disfrutar, que lo hagan- Le reconocí- Desde el otro día mi mente se ha ensanchado mucho- le dije riéndome
Pues mira me dejas más tranquila, que estaba yo un poco tensa.
No dudo que la incertidumbre de no saber mi reacción le pusiera tensa. Pero fue ella quien había insistido en ir a buscarles, con lo cual intuyo que su intención era otra y no la de dar un simple paseo. Al final mis primeras ideas viciosos parecían confirmarse, y eso me gustaba.
Tras esta interrupción Carmen volvió a hacer de guía turística como si tal cosa, hasta que pasados unos minutos. Me hizo un gesto con el dedo de la mano y ordenó
-Calla calla y ven por aquí.
Salimos del sendero y nos metimos en la foresta.
- Escucha, ¿no oyes?
Agudicé el oído y efectivamente se oían unos jadeos no muy lejanos que parecían pertenecer a Alba y Carlos (era difícil que fueran de otras personas). Carmen siguió avanzando por la vegetación hasta que se paró y señaló con el dedo. La visión provocó una erección inmediata. Alba estaba apoyada en una roca con la espalda inclinada hacia delante y Carlos la penetraba por detrás, cogiendo sus caderas. Ambos parecían estar disfrutando bastante. Ensimismado contemplando el polvo me llevé un pequeño sobresalto cuando noté la boca de Carmen... ¡en mi pene! La canaria me miraba sonriendo mientras me chupaba la punta. Me moví un poco hasta encontrar un tronco que me sirviera de respaldo. Carmen se trasladó también y siguió chupando mientras yo disfrutaba doblemente: de la felación y, como un voyeur, del polvo de mi mujer con el canario. Carlos seguía follándose a Alba y esta aprovechó su posición para llevarse la mano al clítoris y masturbarse mientras Carlos seguía empujando. Yo Continuaba disfrutando pero me sentí algo culpable de que Carmen me estuviera dando placer sin ser correspondida. La levanté y la puse contra el árbol. Ella se colocó en un posición similar a la de Alba, con la espalda arqueada, mostrándome su trasero generoso en cuanto a dimensiones. Le puse la mano en su raja y se la pasé de adelante a atrás. Estaba muy mojada. Me centré con leves roces en su clítoris que parecieron excitarla aún más. Le introduje mi pene y ella emitió un largo gemido que no parecieron escuchar ni Alba ni Carlos que seguían a lo suyo. Yo seguí observándoles y de hecho pude admirar la corrida de mi mujer. Carlos había intensificando sus movimientos y a Alba, que ya no se masturbaba, le pudo el contoneo. Llegó al orgasmo y, al igual que en la otra anoche, se separó de Carlos, se agachó y comenzó a chuparle la polla. En ese momento yo sentí que me iba correr. Avisé a Carmen que me dijo que no me saliera, que me corriera dentro. Así lo hice, derramando mi líquido dentro de la vagina de la canaria mientras manoseaba con fuerza su culo. Me separé cuando mis genitales no daban para más. Junto en el momento en el que Carlos se volvía a correr en la cara de mi mujer. Le pregunté a Carmen como se había quedado y me respondió con su voz dulce
- Bien cariño, no he llegado a terminar, pero ha sido fantástico
Sí hay una cosa que intento evitar en el sexo es que alguien se quede con ganas. Así que le dije.
- Pues de eso nada. Todavía no hemos terminado
Me agaché. La empujé contra el árbol y empecé lamerle su coño con ganas, tragándome incluso mi propio semen que se salía de la vagina. Con las manos sujetaba sus caderas y ella colaboraba echando la parte inferior de su cuerpo hacía mi. A los pocos minutos ella tuvo, creo, un buen orgasmo, a tenor de sus gemidos y movimientos.
Cuando separé mi cara de su coñito y todavía sin levantarme comprobé que Alba y Carlos nos habían descubierto y nos miraban sonrientes
Vaya, vaya, veo que al final se han decidido a salir de paseo- Dijo Carlos.
Sí, a disfrutar de la naturaleza- Añadió Alba.
Sí es que vuestra excursión nos ha dado envidia- Afirmé yo sonriendo para crear buen rollo, aunque comprobé que no era necesario porque no percibí en Alba el menor gesto de reproche por la posición en la que nos había pillado (por otro lado, sólo faltaría)
Volvimos los cuatro charlando con normalidad pero cuando llegamos a la playa vimos de lejos que Nerea e Iñaki tampoco estaban perdiendo el tiempo. Les pillamos haciendo el amor, con Nerea montada encima de Iñaki. Decidimos quedarnos escondidos y esperar porque a lo mejor querían echar el polvo en un ambiente más intimo. Cuando comprobamos que habían concluido nos acercamos a nuestro campamento base con intención de comer los bocadillos que habíamos traído. Pasaban ya de las cuatro de la tarde y la verdad, teníamos todos hambre tras tanta actividad. Después de comer tomamos el sol un rato, nos bañamos y emprendimos el regreso. No convendría que anocheciera. Carlos y Carmen propusieron hacer una especie de barbacoa en la enorme terraza de su casa. A todos nos pareció bien, y hasta allí nos dirigimos.
Tras llegar a casa, ducharnos y preparar las cosas comenzó una barbacoa regada por abundante vino canario y cerveza. Tras la cena, el postre acompañado de deliciosos mojitos. Una noche de lo más agradable. Carlos subió la música. Salsa caribeña, que ciertamente no es el tipo de música que yo hubiera elegido. El caso es que Carlos y Carmen nos dieron toda una exhibición de bailar salsa (como todos los canarios dominan este baile a la perfección, lo deben llevar en los genes) Nerea e Iñaki también se animaron y Alba y yo nos quedamos sentados asumiendo el papel de aburridos de la fiesta (o desaborios como nos calificaron nuestros anfitriones), pero es que ninguno de los dos está especialmente dotado para el baile y mucho menos para los contorneos tropicales. Aún así no nos libramos. Carlos soltó a su mujer y se acercó, sin dejar de bailar, a Alba ofreciéndole su mano para sacarla. Mi mujer se resistió un poco pero no tuvo más remedio que levantarse a bailar. Al tiempo Carmen le quitó la pareja a Nerea y ésta me miró como diciendo "ahora te toca a ti". Yo negué con la cabeza pero la vasca se puso a bailar meneando sus caderas y pechos enfrente mío. Bailando fue flexionado las rodillas hasta casi sentarse en mi regazo. Yo creía que acabaría abalanzándose sobre mí pero haciendo gala de una buena flexibilidad se incorporó y con fuerza me cogió las manos obligando a levantarme. No tuve más remedio que ponerme a bailar y no tardé en demostrar mi torpeza de movimientos que a Nerea parecía hacerle mucha gracia.
Centrado como estaba en no hacer mucho el ridículo con mi baile no me di cuenta que los otros compañeros de pista habían cambiado de pareja. Ahora Carmen y Carlos volvían a dar una lección de salsa mientras que Alba e Iñaki hacían lo que podían. Nerea no sabía bailar salsa pero se movía con gracia. Cada vez danzaba con mayor sensualidad meneando sus tetas acercándolas y alejándolas de mí. Su novio, por lo que pude observar, a falta de técnica de baile decidió también optar por lo erótico festivo y agarraba las nalgas de mi mujer agachándose provocativamente. A Alba no parecía importarle y , cada vez más desinhibida, movía la cabeza haciendo volar su pelo de un lado a otro. (¡lo nunca visto!). De nuevo cambio de parejas. Esta vez fue Carmen la que se vino hacia mi y Carlos se quedó con Nerea. Hubiera preferido seguir con la vasca quien, realmente, era toda una bellaza norteña, pero la canaria también me sugería muchas cosas con sus movimientos ágiles, formas voluptuosas y atractiva tez morena rozando lo mulato. Entre baile y baile me fijé y vi como Alba e Iñaki cada vez estaban más a otro cosa. Ahora era Alba la que le cogía fuerte del culo a su compañero de baile. El vasco decidió contraatacar y le metió la lengua sin previo aviso. A Alba le cogió en un primer momento de sorpresa pero no tardo en responderle con la suya en un desenfrenado beso salsero. Era, por cierto la primera vez que mi mujer e Iñaki compartían fluidos. Carmen, viendo como se ponía la cosa decidió no quedarse atrás y comenzó a subirme la camiseta y a besarme los pezones. Yo me sentía un poco torpe porque si a ritmo de salsa normalmente no sé ni moverme, ahora no podía ni pensar. Carlos, mientras decidió atacar a Nerea por los pechos y se los meneaba al ritmo de la música mientras ésta se dejaba llevar también por el son y los tocamientos.
Yo no estaba disfrutando de la situación todo lo que quisiera debido al baile así que, disimuladamente, fui andando hacia atrás dirigiéndome a la silla más próxima. Cuando la vi a mi alcance, cogí el culo de Carmen y me impulsé hacia atrás para caer sobre el asiento. Una vez que afirmé a la canaria en mi regazo la besé y ella me abrió su boca con celo y pasión. Ella me volvió a levantar la camiseta, esta vez para quitármela y dejar mi torso descubierto. Luego continuamos besándonos. Tras un respiro, pude ver a Iñaki y Alba también besándose y sentados en parecida postura a la nuestra, y a Carlos y Nerea haciendo lo propio de pie pero con la vasca ya en sujetador. Fue el canario quien nos interrumpió a todos. Se separó de Nerea y se dirigió al grupo
- A ver, vamos a ver.... Organización. Vamos a tener sexo del bueno todos juntos. Así que vayan desnudándose todos....
Todos aceptamos el liderazgo de Carlos y nos pusimos a ello. Nos quedamos en pelotas. De nuevo se había creado un clima de auténtico morbo.
- Ahora túmbense en el suelo formando un círculo- Volvió a ordenar el canario.
Yo me coloqué entre Nerea a mi izquierda y Carmen a mi derecha. Al lado de ésta se colocó Iñaki y a su vera Alba flanqueada por Carlos. Todos esperábamos la siguiente instrucción de Carlos.
- Ahora deben de chuparle el sexo a su compañero de su derecha
Me tocó Carmen. Me coloqué de forma lateral para facilitar también el trabajo de Nerea con mi pene. Además así tenía una buena vista de mi novia chupándole a Carlos y siendo agasajada por Iñaki. Tras un buen rato de goce del sexo oral, Carlos se volvió a incorporar...
Ahora los varones hagan una primera penetración- Lo dijo mientras colocaba el culo de Nerea en pompa. Las otras chicas imitaron las postura y se pusieron a cuatro patas. Menuda escena. Volví a meterle la polla a Carmen, quien pareció recibirla con gusto. Tras un buen rato en el que sólo se escuchaban los jadeos de los seis que allí fornicábamos y en el que no faltó un aviso de corrida por el que tuve que detener por unos minutos mis empujes hacia Carmen, Carlos volvió a llevar la iniciativa:
- A ver. Organicémonos por tríos. Los de ese lado para allá y los de este lado para acá. Hay condones en esa mesa. Pero yo les recomiendo no correrse todavía que queda mucha noche
Eso quiso decir que me tenía que separar de Carmen y que me había tocado con Nerea y Carlos. Alba, Carmen e Iñaki se fueron a su lado de terraza. Yo además decidí seguir el consejo de Carlos y ponerme un condón y vi con satisfacción, sobre todo por Alba que todos los varones hacíamos los mismo.
Tras la conveniente colocación del plástico, Nerea se arrodilló frente a Carlos y se besaron. Yo me quedé por un momento sin saber que hacer. Carlos se dio cuenta, separó su boca de Nerea y me sugirió:
- ¿Qué tal si le preparas el culo a Nerea?
Acepté la propuesta. Siempre me ha gustado chuparle el culito a Alba y ahora, con semejante calentón, no me iba a hacer el remilgado con la bella Nerea. Ella me lo puso fácil. Siguió besando a Carlos pero se colocó a cuatro patas dejándome acceso libre a su ano que yo abordé con cierta voracidad. Estaba buenísimo, limpito y rosado. Mientras en el otro lado de la terraza no bajaban el ritmo. Alba y Carmen se habían tumbado poca arriba, se besaban con ardor y se tocaban las tetas. Tumbado a los pies de ellas, Iñaki, les lamía el coño alternativamente. Yo en mi labor decidí no ceñirme a la lamida. Le iba introduciendo los dedos a Nerea en el culo uno, y en el coño otro, y a ella, a tenor de sus movimientos, le gustó la idea. Subí a dos en el culo que entraban y salían ya con facilidad sin que yo dejara de chupárselo. Carlos se colocó debajo de Nerea. Quité los dedos de su vagina para dejarle paso y no tardó en penetrarla. Yo me separé un poco pero seguí chupándole el culete hasta que ella misma me dijo:
- Mi culo está listo, métemela ya
No tarde ni un segundo en secundar la moción no sin antes echar un vistazo al trío vecino. Apasionante. Alba estaba siendo follada por Iñaki que sostenía sus piernas sobre sus hombros. Al tiempo Carmen se había colocado enfrente del vasco sobre la boca de mi mujer y disfrutaba de la lamida que le estaba haciendo mientras se besaba con Iñaki
Decidí ponerme a lo mío. Le puse la punta en el ano que se abría con facilidad. Nerea, desde luego, no era virgen por ese lado. Los mayores problemas los tuve para acertar dado el meneo que llevaba las vasca con Carlos. Logré meterle la punta aprovechando una parada de su coito. Una vez tuve una parte introducida empuje hacia dentro y comprobé que su agujero trasero era mucho más ancho que el de Alba. Entró de una prácticamente hasta el fondo. ¡Qué gusto! Nunca había participado en una doble penetración y ahora comprobaba con mucho placer que merecía pena. Seguimos dándole. Carlos y yo fuimos poco a poco acompasándonos y Nerea disfrutaba de lo lindo. De vez en cuando yo echaba un vistazo a los otros. Habían cambiado de postura. Ahora Alba estaba tumbada boca arriba y Carmen a cuatro patas comiéndole el coño. Iñaki la tomaba a la canaria desde atrás con fuerza. Justo en ese momento en el que yo miraba volvieron a modificar sus planes. Fue Alba la que se puso a cuatro patas para volver a ser penetrada por Iñaki, quien por cierto tenía el pene más grande de los allí presentes. Mi mujer se dedicaría ahora también al coño de Carmen.
Carlos, Nerea y Yo, continuamos un buen rato con el sándwich, cada vez más coordinados hasta que Nerea, comenzó a aumentar la intensidad de su jadeos para convertirlos prácticamente en gritos. Debió tener un orgasmo bestial. Carlos y yo nos separamos. Yo estaba al borde del colapso, necesitaba eyacular de inmediato. Pensé en la boca de Nerea, que yacía exhausta a mi lado, pero Carlos me pidió que esperara a que terminaran en el otro lado.
Debían de estar a punto porque Carmen gritaba también de lo lindo gracias a la lamida de Alba. No tardó en llegar al clímax mientras Alba, cada vez más colorada, gemía también. Carmen retiró su coño saciado y se puso a besar a Alba mientras ésta seguía siendo follada por Iñaki. A los sumo medio minuto después era mi mujer la que intensificaba los jadeos y llegaba la orgasmo. Carlos entonces me susurró
- Ahora es nuestro turno- Y ya en voz más alta se dirigió a las mujeres- Chicas no os importa si os ponéis las tres ahí- dijo señalando a una parte de la terraza- y nos termináis con una buena lamida.
Las tres chicas bromearon con gesto de "que pesaditos" pero accedieron a la petición. Yo me situé frente a Nerea, Iñaki prefirió la boca de mi mujer y Carlos se quedó con la de su esposa. Las tres iniciaron unas lascivas mamadas. Se metieron las tres pollas hasta el fondo. Observé que la que mas dificultades tuvo fue Alba debido al tamaño del pene de Iñaki, aun así se la metió hasta prácticamente el fondo. Estábamos los tres a punto así que no tuvieron que esforzarse mucho. En esta ocasión fue Nerea la que dirigió. Hizo una seña a las chicas para que cerraran el círculo y cogiendo con las manos nuestras pollas las menearon hasta comenzar la multitudinaria corrida. El semen, disparado por la excitación les salpicó todo su cuerpo especialmente la cara. Yo no dejaba de mirar a mi novia que recibía el liquido con cara sonriente. Cada vez me gustaba más esta vertiente viciosa de mi mujer. Pero el máximo disfrute fue el de mi corrida en la cara de Nerea que también acogió mi semen con gesto hospitalario.
Acabamos exhaustos. Y de nuevo fue Carlos (que energía tiene este hombre) quien se levantó y dijo
- Otra ronda de mojitos para celebra la bonita orgía.
Así seguimos una hora más charlando relajadamente. A la hora de irse a la cama fue Iñaki quien sugirió
- Ya que estamos, ¿qué os parece si cambiamos de pareja para dormir?
Lo dijo mirando a Nerea, que levantó los hombros en un gesto de asentimiento. A mí la idea en un primer momento no me gustó demasiado. Tras las buenas experiencias del día me apetecía estar con mi mujer. Carlos se sumó a la propuesta y esta vez fue Alba quien me superó por la izquierda.
Venga vale ¿y cómo elegimos?.
Iñaki se acercó a mi mujer y le propuso:
Pares o nones. Si aciertas duermes conmigo, si no con Carlos.
Alba acertó y le tocó dormir con Iñaki. El resto de parejas por descarte ya estaban formadas, yo con Carmen y Carlos con Nerea. La idea cada vez me gustaba menos, pero viendo que Iñaki y Alba se iban agarrados por la cintura decidí disfrutar de la canaria, aunque en ese momento hubiera preferido irme con mi mujer o, en todo caso, Nerea.
El caso es que Carmen me corrigió de mi error. Fue una delicia dormir con ella. Echamos un polvo sereno y tranquilo pero largo y placentero. Yo llevé la iniciativa pero Carmen no se quedaba atrás y se dejaba hacer con mucho erotismo. Al final me puse un condón y me corrí al tiempo que ella fundidos en un abrazo. Nos echamos un cigarro y nos dormimos al instante, Nuestro cuerpos no daban para más.
A la mañana siguiente nos levantamos tarde. Carlos y Nerea ya estaban de pie. Alba e Iñaki todavía no. Pero mis leves indicios de celos de la noche anterior cuando les vi irse a la alcoba habían desaparecido por la mañana. A la media hora me fui al ducha. Cuando ya me estaba secando entró Alba en el cuarto de baño. Me dio un enorme morreo a modo de saludo. Tras el beso yo le pregunté...
-¿Qué tal anoche con Iñaki?
- Bueno, bien
Ese "bueno bien" en el lenguaje de Alba, que yo ya domino después de tantos años, significa:"Pasaron cosas pero me da vergüenza contártelas". Así que decidí insistir:
-Venga hombre, ¿ahora te haces la remilgada?, cuéntame
¿Y tú con Carmen?- me respondió a la gallega y yo decidí dejarla sin argumentos
Pues echamos un polvete estupendo, luego, nada, nos dormimos- y le devolví la pregunta- ¿Y tú?
Pues, nada lo mismo- Dijo escuetamente
¿Y te lo pasaste bien?, ¿te gustó?- Insistí yo
Bien, sí, folla bien- y tras unos segundos de duda, decidió finalmente, con voz tímida, contarme algo más, - Bueno la verdad es que se empeñó en tener sexo anal, y yo ya puesta en el tema, pues acepté. Pero con el pene tan largo que tiene la verdad es que al principio me hizo daño, luego ya me acostumbré y no estuvo mal.
¿Te corriste?
Bueno me acabó luego con la boca- me dijo desviando la mirada hacia el suelo
Menos mal que días antes mi mujer me había regalado una enculada extraordinaria. Si no, sí me hubiera puesto celoso de que cediera su ano a Iñaki. Pero estaba de buen humor y no me dejaba de poner caliente el hecho de que mi mujer hubiera pasado la noche con otro hombre y se hubiera dejado penetrar por atrás. Así que le besé en los labios y le dije con una sonrisa
- Pues me alegro de verdad que disfrutaras- y cambié de tema- Venga dúchate y tómate un zumo, que Carlos los hace estupendos.
Comimos todos juntos y llegó la hora de la despedida. Ya no íbamos a volver a la Gomera. Nuestras vacaciones se acababan en cuatro días y debíamos prepararnos para el regreso a la península. Así que nos dimos teléfonos, direcciones y correos electrónicos y prometimos reunirnos los seis de nuevo en algún otro lugar.
La promesa se cumplió. Carlos y Carmen nos llamaron transcurridos unos meses. Iban a pasar unos días en nuestra ciudad...