Otra vida: capítulo tres

Me quedé callado un momento. Diego estaba nervioso, sabía que lo quería. Puse mi mano sobre mi polla y noté cómo se sonrojaba. Me acerqué a él y después de mirarlo unos segundos, se acercó y puso su mano derecha sobre mi polla. Eso daba paso a algo que ya no podíamos echar para atrás.

PARA EVITAR CONFUSIONES ACLARARÉ QUE ESTE CAPÍTULO ESTARÁ NARRADO POR EL PADRE Y NO POR ALEX COMO LOS ANTERIORES.

El viernes por la mañana, abrí la puerta y miré a Sebastián parado afuera. Sonrió y entró. Era el pasante del servicio social. Eran las diez de la mañana, teníamos tiempo antes de que llegara mi hijo Alejandro. Probablemente volvería a traer a Diego, así que para evitar un momento incómodo, le pedí a Sebastián que llegara más temprano.

—Hola, señor Salazar — dijo sonriendo.

—No hay nadie en casa, llámame Marco — le dije educadamente. Le agarré la mano y lo metí dentro de la casa.

—Olvido que tu hijo estudia por las mañanas. Por cierto, es muy guapo. ¿Crees que tenga oportunidad con él también? — se quitó una sudadera que llevaba y la dejó en el sillón.

—Deja a mi hijo en paz, Sebastián — comenzó a reírse, pero lo estaba diciendo en serio. Aunque estaba seguro de que Alejandro ya tenía sus interés en otro muchacho. Había estado hablando de un tal Jared. Diego me parecía muy guapo, si Alejandro no lo aprovechaba, sería un desperdicio.

—Podría dejar que me follaran los dos — dije mientras me tomaba de la cadera. Le puse las manos en el cuello y le volví a repetir que no se acercara a mi hijo —. Vale, entiendo. No habrá Alejandro para mí — dijo poniendo sus manos sobre las mías y quitándolas de su cuello.

Yo llevaba solamente un bóxer puesto, como habitualmente. Sebastián metió los dedos en la parte superior del elástico y me llevó hasta mi habitación. Sebastián era muy guapo, estaba hecho un adonis. Iba todos los días al gimnasio, dos horas, a excepción del domingo. Jugaba fútbol soccer los sábados, tenía un culo precioso.

— ¿A los cuántos años tuvieron a Alex tú y tu mujer? — preguntó. Comenzó a lamerme los pezones. Tenía sus manos metidas en mi ropa interior. Me apretaba el culo y me acercaba hacia él mientras me mordisqueaba y lamía.

—A los 17 años — respondí.

—Por eso parecen hermanos — comentó —. ¿Es gay?

—Ya lo creo, tenía un suspensorio en su habitación. Dijo que no era suyo… igual si era de alguien más seguramente le metía la polla por el culo, asumo que era otro hombre — puse mi mano en su cabeza y lo bajé hasta mi entrepierna. Pegó su nariz en mi polla y comenzó a olerla. Movía mi pelvis para poder rozar mi polla en su cara. Me encantaba verlo así.

— ¿Puedo follarte yo a ti esta vez? — preguntó sonriendo.

—Claro. Sácatela — le quité su playera y él se deshizo de su pantalón y su bóxer. Tenía una verga muy bonita, le habían hecho la circuncisión, la cabeza de su polla era color rosado y eso me excitaba mucho.

Me arrodillé frente a él y me metí su polla en la boca. Era grande, pero alcanzaba a meterla toda en mi boca. Sebastián soltaba quejidos y suspiros. La escupí y comencé a masturbarlo. Puso sus manos en mi cabeza y comenzó a follarme.

— ¿Puedes ponerte el suspensorio de tu hijo? — preguntó. Asentí entre risas. Salí de mi habitación, completamente desnudo y subí hasta la habitación de Alejandro. Revisé el cajón de su ropa interior y tomé el suspensorio que habíamos guardado el día que desempacamos. Volví a la habitación y miré a Sebastián recostado en mi cama. Tenía la mano sobre su polla y la sobaba lentamente.

Me puse el suspensorio y me acomodé el culo. Tenía un buen culo, y como  Sebastián siempre era el pasivo conmigo, pensé que era una buena acción de mi parte dejar que me cogiera. Me subí a la cama besándole los pies, las piernas, los muslos, la entrepierna y nuevamente me metí su polla en la boca.

La llenaba de saliva y luego lo masturbaba, eso lo hacía estremecerse. Se sentó y movió mi cabeza con sus manos para que pudiera comerme toda su polla. Sentí arcadas, pero me contuve. Me pidió que me pusiera en cuatro patas, así lo hice arriba de la cama. Se levantó y caminó hasta mi culo. Me dio unas nalgadas y yo di unos pequeños gritos.

Me tomó por la cadera y acercó su lengua a la entrada de mi ano. Sentía lo caliente de su lengua pasar por mi culo y adentrarse en mí. No podía dejar de hacer ruido. Me escupió el culo y luego me hizo que se la chupara nuevamente.

— ¿Estás listo? — preguntó. Me di una nalgada yo solo y le pedí que me la metiera. Puso sus manos en el elástico del suspensorio y luego metió su verga en mi culo. No lo hizo con cuidado, así que grité un poco. — ¿Quieres que la saque? — negué con la cabeza. Comenzó un vaivén rápido. Me aferré a las sábanas. Sentía cómo golpeaban sus bolas en mi culo.

Me estuvo cogiendo como por veinte minutos. Me pidió que me volteara y pusiera mis piernas sobre sus hombros para poder verme a la cara. Eso me excitaba mucho. Siguió metiendo y sacando su polla cada vez con más fuera.

—Voy a venirme — dijo. Lancé una sonrisa pícara. Me saqué la polla y comencé a masturbarme. Sentí cómo me llenaba el culo de semen. Se estaba contrayendo y se quejaba con cada chorro que salía. Se dejó caer sobre mí y esperó hasta que su polla salió por sí sola —. ¿Te ayudo a terminar? — preguntó.

—No. Así está bien, yo termino más tarde.

Sebastián se quedó recostado un rato en la cama tratando de recobrar el aliento. Me quité el suspensorio y me metí a la ducha. Me metí los dedos en el culo y sentí el líquido seminal dentro de mí. Me lavé bien y luego salí del baño. Sebastián ya se había vestido.

—Debo irme, Marco. Me encantó, como siempre. ¿No quieres cogerme? — preguntó.

—Siempre quiero cogerte, Sebastián, pero tengo cosas que hacer. ¿Vienes mañana?

—No lo sé, hoy saldré a una fiesta. Si no puedo venir mañana, sabes que el lunes sin falta estoy aquí.

Sebastián se fue a su casa después de tomar su sudadera. Regresé a mi habitación y me puse un bóxer. Tenía unos planos que terminar. Estuve toda la mañana en mi habitación haciendo trazos y sacando cuentas.

Escuché que alguien entraba a la casa y supuse que era Alejandro. Salí de mi habitación y miré que entraba con otro chico. Su nombre era Jared, me sorprendí porque pensaba que de nuevo sería Diego el que estuviera en casa y no otro muchacho.

Intercambiamos un par de comentarios, Alejandro me regañó por andar en ropa interior y Jared le dijo que no se preocupara. El muchacho estaba muy bien también. Alto, buen cuerpo, atractivo. Tenía la duda de lo que hacía Alejandro con Diego en su habitación y ahora traía a otro muchacho diferente.

Subieron a la habitación de mi hijo y yo me quedé en la mía terminando las cosas pendientes.

Por la tarde, Alejandro estaba alistándose. Estaba muy orgulloso de mi hijo, porque no sólo era guapo, también era muy inteligente. Le pregunté a dónde iba, dijo que iría una fiesta. Eso me hizo fantasear un poco con que Sebastián fuese a asistir a la misma fiesta que mi hijo pero no quería ser paranoico.

Le di dinero para emergencias y después de un rato de estar platicando, dijo que tenía que irse, al parecer Jared iba a pasar por él y lo iba a regresar a casa también. Me quité el bóxer cuando se fue de casa y me quedé recostado en la sala.

Estuve mirando televisión un rato. Estaba muy caliente, pero sólo había estado cogiendo con Sebastián desde meses atrás. No quería estar con otro muchacho. Le pregunté que si podía pasar a la casa para poder follar antes de que fuera a la fiesta, pero dijo que ya iba en camino a ella.

Comencé a tocarme yo solo. Después de todo no pasaba nada si esa noche me quitaba las ganas por mi cuenta.

Alguien tocó la puerta. Me puse el bóxer y esperé que mi erección no se notara tanto. Era Diego, el amigo de mi hijo.

—Hola, señor Salazar — dijo sonriendo. Tenía la cara más aniñada que Alejandro y su otro amigo. Mi polla estaba palpitando debajo de mi ropa interior así que intenté pensar en otras cosas.

—Hola, Diego. Llámame Marco, ¿qué pasó?

— ¿Está Alex?

—Jared pasó por él. Se marcharon hace unos minutos. ¿Ibas a llevarlo tú?

—Sí, bueno… no quedamos en nada, sólo pensé que si íbamos a ir a la misma fiesta, podía pasar por él. — Sentí su mirada recorrer mi cuerpo. Yo ya estaba caliente y sentir eso hizo que mi polla volviera a levantarse.

— ¿Quieres un vaso de agua o algo? —sabía que si Diego tenía la intención de follar, aceptaría.

—No. Creo que ya es tarde. Me marcharé. Gracias, señor… digo, Marco.

Cerré la puerta cuando se marchó. Me recosté en el sillón y me resigné a que terminaría masturbándome. Me saqué el bóxer y comencé a subir y bajar mi polla. Escuché que alguien tocaba la puerta otra vez. Me molesté, volví a ponerme el bóxer sin intentar ocultar mi erección.

—Disculpe — era Diego otra vez, comenzó a tartamudear —, mi auto no enciende… ¿podría ayudarme?

—Lo siento, Diego, no sé nada de autos. Pero puedo llamarle a algún técnico si te sirve.

—Eso estaría bien.

Le pedí que pasara. Cerré la puerta con seguro. Fui a mi habitación por mi celular y luego volví con Diego, que se había sentado en el sofá donde había estado masturbándome unos segundos antes.

—No responde — dije después de intentarlo una vez. — Te puedo llevar yo — sugerí. No tenía nada mejor que hacer de todas maneras.

—Llamaré a un taxi. No se preocupe. — Se levantó y fue a la cocina a hablar por teléfono. Volvió después de colgar y se sentó junto a mí.

— ¿A qué hora es la fiesta? — pregunté. Me estiré y subí mis brazos hasta mi cabeza, dejando ver mi pecho y axilas.

—Nueve, pero no importa, nadie llega puntual.

—¿Jared es novio de Alejandro? — cuestioné curioso.

—No que yo sepa. Pero estoy seguro de que algo se traen.

—¿No te gusta mi hijo?

—No… bueno, Alejandro es muy guapo, pero es mi amigo. No hay otro interés entre nosotros.

—Es que tú también eres muy guapo, harían bonita pareja.

—Gracias, señor.

—¿Tienes novia o novio?

—Ninguno.

Me quedé callado un momento. Diego estaba nervioso, sabía que lo quería. Puse mi mano sobre mi polla y noté cómo se sonrojaba. Me acerqué a él y después de mirarlo unos segundos, se acercó y puso su mano derecha sobre mi polla. Eso daba paso a algo que ya no podíamos echar para atrás.

Me levanté del sofá y lo tomé del brazo. Sonrió y caminamos hasta mi habitación. Llevaba puesta una camisa de botones arriba, se la quité y luego le quité el pantalón. Para mi sorpresa, Diego no llevaba ropa interior. Ese niño llevaba todas las intenciones de follar esa noche.

—¿No cree que esto está mal? — preguntó. Lo aventé sobre la cama y luego me subí arriba de él. Comencé a besarlo y a pasar mis manos por todo su cuerpo. Tenía la edad de mi hijo, eso me excitaba mucho. Subí sus brazos sobre su cabeza y comencé a lamerle sus axilas. Lamí sus tetillas y luego bajé hasta su polla.

Me la metí en la boca y comencé a subir y bajar. Diego se contorsionaba y me pedía que siguiera.

Lo tomé del culo y lo puse boca abajo. Le abrí las nalgas y metí mi lengua dentro de su rosado ano. Escuché cómo gemía. Me ponía mucho. Le escupí el ano y luego eché un poco de saliva en mi polla. Quería follarlo, quería metérsela duro.

—Señor — dijo quejándose —, soy virgen. ¿Puede hacerlo con cuidado? — preguntó sonrojado.

—Claro, mi niño — dije dándole un beso en la boca.

—¿No usará condón?

—¿Prefieres que lo use? — asintió. Me puse uno que tenía en la mesita de noche y luego acerqué mi polla a la entrada de su ano. Mordió una almohada y apretó sus manos sobre las sábanas. Comencé a meterla y Diego comenzó a quejarse. — ¿Listo?

—Eso creo.

Comencé a meterla lentamente y sentía cómo Diego se tensaba. Cuando la metí por completo, escuché cómo se quejaba. Le sobé la espalda un poco sin moverme. Le di besos en el cuello y esperé a que se relajara para luego empezar a cogerlo. La saqué y la metí, comencé a hacerlo con ritmo y sentí cómo se iba relajando. Soltó las sábanas y yo lo cogí cada vez más fuerte.

Lo puse boca arriba a la orilla de la cama y volví a metérsela. Me bajaba hasta su boca y lo besaba mientras le metía mi polla en lo más profundo de su ano.

—¿Te gusta? — le pregunté.

—Sí. Creo que me voy a venir sin tocarme.

Sostuve su polla con mi mano y comencé a masturbarlo. Subió sus manos y apretó las almohadas. Empecé un vaivén más fuerte y lo masturbé al mismo ritmo.

—Me voy a venir — dijo intentando quitar mi mano. Seguí masturbándolo. Saqué la verga de su culo, y comencé a masturbarme con la mano libre. Sentí cómo se tensaba nuevamente y luego los chorros de ambos comenzaron a salir al mismo tiempo.

Me recosté a su lado y él se puso colorado.

—Alejandro me va a matar — dijo preocupado.

—Mi hijo no tiene por qué enterarse, Diego. La pasaste bien y yo también, es todo lo que importa. Ahora hay que movernos porque ya viene el taxi.

—No llamé a ningún taxi, mi auto funciona perfectamente.

—Eres un cabrón — dije sonriendo.

Nos metimos a la ducha y nos lavamos. Después Diego se vistió con su ropa. Se acercó a mí, me abrazó y después de besarnos por unos minutos, se marchó a la fiesta donde lo esperaba mi hijo.

ESPERO QUE LES GUSTE, COMO VEN, ESTE CAPÍTULO OCURRE AL MISMO TIEMPO QUE EL CAPÍTULO ANTERIOR, PERO DESDE LA PERSPECTIVA DEL PAPÁ. ESPERO QUE PUEDAN SEGUIR ENVIÁNDOME LO QUE PIENSAN ALEXSALAZARTR@GMAIL.COM

SALUDOS, UN BESO

ALEX