Otra vez tú
Tengo un amigo que por motivos de trabajo viaja mucho, su mujer aprovecha esos viajes para saciar conmigo su insatisfecha vida sexual.
Una agradable sensación me despertó del sueño, tardé en reaccionar pero ahí estaba mi querida amiga, aferrada a mi polla y lamiéndola como una niña lame su caramelo. “Otra vez tú” pensé, toca gozar. Venía del aeropuerto de despedirse de su marido, un empresario que para suerte de ambos solía viajar mucho.
Esta vez el periodo entre un viaje y otro había sido más largo, por eso Susana vino a mi casa nada mas dejar a su cornudo en la puerta de embarque. En parte me da pena porque conozco personalmente a su marido, llegó a ser uno de mis mejores amigos y aunque esa amistad ya no es tan fuerte como antes, seguimos siendo buenos amigos.
Me daba pena si, pero una mamada para despertarse quita las penas a cualquiera.
Mi cara era una enorme sonrisa, la verdad que nunca me había despertado de esa manera. Mientras voy recuperando la consciencia miro para abajo y la veo, totalmente desnuda y en plena faena. Acaricio su cara y le recojo el pelo, podía ver como mi polla se iba perdiendo dentro de su boca y volvía a aparecer, el tacto de su lengua en mi prepucio hacía que sintiera un gustazo enorme, su mano no dejaba de masturbarme suavemente, si, suavemente, como a mí me gusta.
Con el anverso de mi mano le acariciaba la cara, era un gesto cariñoso que a ella le gustaba que le hiciera, nunca tomé su cabeza mientras me hacía una mamada, prefería dejarla sola, ella sabe mover la cabeza acompasada de su mano para provocarme un placer infinito. La verdad que Susana para eso siempre ha sido especial, en la cama no es una tigresa pero su boca hace la mejor mamada que nunca haya probado.
En el sexo siempre me gusta tomar la iniciativa y ser yo quien va marcando el ritmo, pero una mamada me rinde, sólo me limito a disfrutar y sentir cada segundo placentero que me otorga la boca succionadora de mi querida amiga. De vez en cuando para, me mira mientras pasa la punta de su lengua por mi glande. Sabe que eso me gusta y por eso lo hace, mueve mi verga de un lado a otro, chocando con su lengua, en sus ojos veo esa expresión de “te gusta verdad”. Me encanta cuando me hace eso.
Estuvo así un par de minutos para luego volver a la carga, succionando mi polla una y otra vez en un ir y venir de su boca. De vez en cuando acariciaba mis huevos para aumentar el gozo, era un cosquilleo que me daba, una agradable sensación que se sumaba al placer de la mamada que me estaba haciendo. Me quedaba poco y en mis movimientos se notaba.
Tenía las manos cruzadas debajo de mi nuca, los ojos los tenía cerrados y mi respiración empezaba a acelerarse. Susana seguía a lo suyo, levantó un ojo y vio mi estado, con las manos cruzadas detrás de mi cabeza y moviéndome como si quisiera hacer abdominales. Ella sabía que me quedaba poco y en vez de bajar lo hizo fue subir el ritmo de sus mamadas.
Con sus labios apretó un poco mas, eso provocaba un aumento de placer al notar más presión en mi miembro. Mi cuerpo se estaba contrayendo por los espasmos que me estaban dando, no podía aguantar más. La respiración se me aceleraba, movía las caderas para arriba y para abajo, mi barriga se contraía. Mientras tanto mi succionadora amiga seguía lamiendo sin cesar mi rabo, agitándolo dentro de su boca y paseando su lengua por cada centímetro de mi polla.
Apreté los dientes y empecé a gemir de placer, de mi pene comenzó a brotar el producto de mis testículos, un semen al que Susana le estaba dando la bienvenida con su boca. Siguió con su mano hasta que no quedó nada dentro de mí, había descargado todo el producto de mis huevos en su boca.
Sacó de su bolso un paquete de toallitas higiénicas, se limpió la boca y me limpió la polla. Luego se acostó a mi lado y me dio un beso en la boca. Ahí fue cuando por fin me dio los buenos días. No habíamos hablado absolutamente nada. Ella sabía donde escondo la llave de mi casa y siempre que quería entraba a visitarme.
Estuvimos un rato abrazados y hablando, hacía dos meses que no teníamos ningún encuentro y había que recuperar el tiempo perdido. Con la crisis había menos trabajo y eso se derivaba a menos viajes del cornudo de su marido. Por eso teníamos que darnos todo el placer que no nos habíamos dado en estos dos meses.
Empezamos con unas caricias suaves por todo el cuerpo, no necesitábamos entrar en calor, por lo menos yo, aquella mamada subió la temperatura en toda la habitación. Susana se dio media vuelta y se quedo dándome la espalda.
La abracé, comencé a acariciarle todo el cuerpo, mi pene estaba alojado entre las nalgas de mi amiga, estaba en buena compañía. Metí mi mano derecha entre sus piernas para acariciarle el clítoris, estaba un poco húmedo, supongo que la mamada que me hizo también la excitó a ella y por eso no hacía falta lubricar. Aparté con los dedos los labios y metí mi dedo corazón y anular dentro de ella, empecé a hacer suaves movimientos en su interior, como si la llamara para que viniese. En realidad a quien estaba llamando era al placer, ese gesto de mis dedos en su interior siempre le gustó y yo lo sabía, por eso siempre que puedo se lo hago.
Tenía su cabeza apoyada en mi brazo izquierdo, que pasaba por debajo de su cuello y me permitía tener la mano libre para gozar del tacto de sus lindos pechos. Unos pechos blandos que habían ganado un poco de dureza al empezar a tocarla. El tamaño de sus pechos era perfecto para mis manos, un pecho de ella llenaba mi mano entera. Yo disfrutaba tocándole los pechos a Susana, a ella le gustaba también, de vez en cuando le daba un pellizquito que, aunque no le gustaba tampoco le disgustaba. Era parte de nuestros juegos.
Mis dedos seguían bailando dentro de ella mientras que con la otra mano tocaba sus pechos, la tenía acostada de lado dándome la espalda y mi pene, que se estaba poniendo otra vez erecto, estaba alojado entre sus nalgas. El movimiento de sus caderas despertó de nuevo a mi “pequeño amigo” que se estaba recuperando de la mamada. Susana se estaba moviendo al ritmo de mis dedos y estaba respirando algo más rápido de lo normal. Pude notar en el tacto de mis dedos que estaba en un alto grado de excitación, por lo que decidí sacar mis dedos y dejar que mi polla entrara en juego otra vez.
Mi postura favorita era con ella encima, Susana es una mujer realmente hermosa, sexualmente insatisfecha y por eso recurría a mí aprovechando los viajes de su marido. La figura de aquella mujer gozando sobre mi es una imagen que siempre querré recordar y repetir todas las veces que me sean posibles. Por eso esta vez la volví a poner sobre mí.
Entre besos y caricias coloqué a mi amiga sobre mí, a ella le gusta controlar el ritmo de penetración y a mi me encanta verla disfrutar mientras me cabalga. Sus pechos me apuntaban como si fueran a dispararme, los agarré y empecé a manosear, el tacto de sus pechos es una sensación muy agradable pero la sensación de su mano agarrando mi polla para metérsela le superaba.
Se la colocó entre sus labios, poco a poco fue hundiendo sus caderas dejando que mi miembro se perdiera dentro de ella. Entre miradas y caricias comenzó a moverse despacio, como a mi me gusta, disfrutando del roce de mi verga dentro de sus paredes vaginales. Con mis manos no dejaba de tocarla, acariciarla, sentirla. Sus pechos, sus caderas, sus muslos. Toda ella en sí era una fuente de placer para el tacto de mis manos.
No había parte de su cuerpo que haya dejado sin tocar mientras mi pene entraba y salía de ella, al ritmo de sus caderas. Mientras se movía me lanzaba miradas, con su sonrisa me decía que estaba disfrutando. Por supuesto que yo también disfrutaba con ella. Sus movimientos lentos hacían que el placer se multiplicara, podía notar como hacía fuerza con sus labios vaginales para apretarme la polla, aquello me producía una sensación extraña que me gustaba. Mientras tanto no paraba de moverse, haciendo que mi verga rebotara entre sus paredes provocando un placer mutuo.
Sonia decidió que no quería seguir así con esa postura ni con ese ritmo. Puso sus manos para atrás, a la altura de mis pies, levantó sus rodillas y se quedó apoyada únicamente por sus manos y sus pies. A mi eso me sorprendió pues nunca antes se me había puesto de aquella manera. De un golpe bajó sus caderas metiéndose de nuevo mi polla en su placentero coño, aunque esta vez de una forma un tanto más salvaje. Algo nuevo pero no por ello menos placentero. La tomé de sus caderas y la ayudé a subir y bajar para que mi polla entrara y saliera de ella, era nuevo para mí pero me estaba gustando. Por sus gemidos y humedad pude comprobar que ella también disfrutaba.
Desde mi posición podía ver perfectamente como Susana, abierta de piernas y apoyada sólo de pies y manos, subía y bajaba su chocho tragándose y devolviendo mi polla. Ese juego violento me empezaba a gustar, así que empecé a mover mis caderas haciendo que las penetraciones fueran más fuertes. Al principió Susana gimió de dolor, pero esos gemidos no tardaron en convertirse en placenteros.
Parecía que el hecho de habernos llevado tanto tiempo sin haber echado un polvo había despertado en mi amiga unas ganas de sexo duro.
Se cansó de aquella postura y se volvió a poner como al principio, pero esta vez echó su cuerpo para adelante. Con mi polla metida entera, sus tetas tocaban mi cara en cada penetración. Me besaba y me pedía entre gemidos que le diera más fuerte. Las penetraciones no eran esas suaves entradas y salidas de su coño, se habían convertido en un rápido movimiento de sus caderas que, junto con el movimiento de mi cintura hacían que cada vez que mi polla entraba en su coño ella gritara entre placer y dolor.
Mi polla no aguantaba más y empezó a brotar de ella la leche que había en mis huevos. Susana parecía que quería seguir y para castigo mío siguió a ese ritmo unos cinco minutos mas, hasta que entre gemidos y gritos con los dientes cerrados, reventó su cuerpo en un orgasmo que la hizo encogerse del placer.
Descansamos uno al lado del otro, nos miramos y estuvimos un rato con caricias. Aquello fue nuevo para mí, pero me dijo que tenía reservada alguna sorpresa más.