Otra vez se la chupé al novio de mi amiga

Sentirse humillada y sentirse feliz es querer ser de alguien. Pero la humillación puede ir más allá y entregar tu dignidad por propia voluntad.

Después de chupársela al novio de mi mejor amiga la primera vez, Clara, me vi dos veces con ella la semana siguiente. El primer día fuimos de tiendas y nos probamos ropa, pero apenas hablamos de la mamada que le hice a su novio, que se la hice por complacerla a ella y porque me excita obedecerla aunque me pida humillarme, mejor dicho, cuanto más me humilla lo que me pide, más me excito. Esto que sigue es lo que hablamos del tema; ella me dijo:

—Beatriz, Joaquín está muy contento de cómo se lo hiciste, dice que no tiene ninguna queja sobre ti, que se lo hiciste muy bien. Me encanta que seas obediente conmigo, que se la chuparas en mi lugar, eres un cielo. Respecto a las siguientes mamadas, que te dije que le harías con asiduidad, ayer quedé con él en que le harás una mamada cada semana, solo una; pero que el elegirá el momento. Como tienes coche, puedes ir en cualquier momento que te llame Joaquín, ¡ahí como son los hombres!, ¡solo piensan en utilizarnos como recipientes!

Una cosa si te digo Beatriz, tu novio no se enterará nunca, puedes estar segura, me lo ha prometido Joaquín. Si te llama mi novio cuando tengas algún examen en la universidad, entonces si quedas a otra hora, pero aparte de exámenes, ¡no quiero que le digas que no ni una vez! ¿De acuerdo Beatriz?

—Clara, no sé, creía que sería sólo una vez, que lo que dijiste sobre más veces era por complacerlo a él cuando le decías por teléfono que yo iba de camino. Él es muy borde conmigo.

— ¿No se?, ¿no se?... esta no es mi Beatriz. Chica, quiero que lo hagas y punto, cada semana, ¿de acuerdo?

—De acuerdo Clara, perdóname por haber dudado. Que sea borde Joaquín no me importa tanto, la verdad es que cuanto más difícil es obedecerte más me gusta.

—Así me gusta Beatriz, que seas mi rubita obediente. Y por cierto, mi novio ya sabe que lo haces por obedecerme a mí, ya lo sabía el, no es tonto, pero ahora se lo he dejado claro. Quiero que le obedezcas en todo como si te lo pidiera yo.

No sé bien como llegué a querer ser sometida por su voluntad, supongo que necesitaba ser sometida y humillada por alguien con quien me sintiera bien y me sintiera más débil, o algo así.

El siguiente día que quedamos Clara y yo fue para tomar café, Clara llevaba un vestido corto estampado precioso, yo llevaba una minifalda azul marino muy sexi, que realzaba mi poderoso culazo. Mi sujetador era de encajes blancos. Mis medias también blancas, mis braguitas igualmente blancas y eran de marca; mi perfume, unnn, perfecto. Caminábamos por las calles taconeando y riendo. Nos sentamos en una cafetería muy concurrida. Sentada yo, se veía la liga de mis medias un poco, y mi muslo por arriba. Me dijo Clara:

—Beatriz, hoy estás realmente preciosa, tu cabellera rubia bien moldeada con la plancha, tus medias y tu falda corta, guau. Estás tan guapa que después de más de un año, te voy a dejar que me comas hoy el coño otra vez, ¿qué te parece?

Solo se lo comí una vez, ella a mí no quiso hacérmelo. Después de un año, volvería a llenar mi boca con su vello púbico sin arreglar, volvería a sentir su olor íntimo. Pero esta vez lo haría después de haberme dejado humillar por su novio Joaquín. Estaba muy excitada, me temblaba el pulso, me había masturbado más de una vez recordando el sabor de su grieta. Le respondí:

— Qué bien, Muchas gracias Clara, será un placer, cuando tú digas.

Después del café paseamos, había un callejón lleno de basura y muebles viejos, ese callejón giraba al fondo a la izquierda. Clara me llevó por allí, al torcer al fondo del callejón, había un recodo lleno de escombros, una lavadora vieja y un frigorífico sin puerta. La tarde era fresca, aunque no fría. Allí no entraba nadie, bueno, por los restos del suelo, algún borracho entraría a orinar y a hacer caca. Clara me miró con ese brillo de mala en sus ojos, ese brillo que yo conocía bien. Me habló en un tono imperativo, tan mandona que no me atreví a rechistar, dijo lo siguiente:

—Beatriz, quítate la minifalda y la blusa, también el sujetador. Pero déjate las bragas y las medias, luego túmbate sobre ese frigorífico viejo.

No rechisté, pero estuve a punto. El frigo estaba lleno de polvo, tenía cagadas de pájaros y no sé qué más, aaaggg que asco. Pero quería obedecerla. Dejé mi ropa sobre un neumático viejo. Mis muslos bellos y mi culazo con bragas de marca, se aplastaron sobre el frigo sucio. Tumbada boca arriba sentí como la suciedad se clavaba en mis cachetes y en mis omóplatos. Clara se quitó el vestido y lo dejó sobre mi ropa, después se quitó el sostén y las braguitas color Burdeos. Su sexo era precioso, su vello púbico sin recortar era espeso y mullido. Clara se subió en la nevera, poniendo sus tacones allá arriba. Sitúo sus pies junto a mis hombros, mirando ella en dirección a mis pies. El frigorífico cojeaba un poco, temí que cayéramos las dos sobre los cascotes del suelo. Su culazo se situó sobre mi cara y su cabeza miraba mis pies. Por haber estado andando habíamos sudado un poco, su coño olía a sudor. Como una gallina que engüera, aplastó su coño contra mi boca y lo restregó, su olor a pis era intenso, sus miserias en mi boca, me gustaba que me lo diera a comer así como estaba, si yo quería hacerla disfrutar no me tenía que importar.

Después de restregármelo por la cara, alzó un poco el culo y puede morder sus grandes labios externos y con mi boca saqué sus labios menores y los chupé. Mi boca estaba llena de pelos sueltos, su vello me daba en la cara. Desde abajo yo zarandeaba esa carne íntima que le colgaba, con mi lengua, estuve un rato chupando sus entrañas y de camino su ano, también sucio. Al final toqué su gordo clítoris con solo la punta de mi lengua, como quien llamara suave a una puerta. ¡¡¡Como se corrió Clara!!! Su flujo, un torrente a presión, regó mi cara y mis cabellos quedaron pegajosos. Al acabar se sentó sobre mi rostro, mi nariz libre cerca de su ano. Se levantó un poco y bajó hasta poner su chocho sobre mis pechos suaves. Comenzó a orinar, ella no había meado en toda la tarde, yo sí, en la cafetería. Su chorro sonaba fuerte al estrellarse sobre mis pechos, me escocían los pezones. Ella paró el chorro y ascendió por la nevera rastreando sus zapatos hasta situarse sobre mi cara, me dijo:

—Cierra los ojos.

La vi venir y apreté mucho mis párpados. Acto seguido, sus meados pegaban con fuerza sobre mi cara y mi melena rubia, me puso perdida, que guarra, no sé cómo me dejé, bueno si, mi sexo estaba empapado, sentirme humillada por ella me hacía ser suya, ser feliz muy adentro de mí. Salí de aquel callejón sintiéndome más sucia que nunca y a la vez más madura que antes.

Dos días después me llamó por teléfono Joaquín, el novio de Clara, eran las dos de la tarde, yo estaba comiendo y me lo pasó mi madre el teléfono, hablé con él delante de mis padres, me dijo el:

—Beatriz, buenas tardes. ¿Puedes pasar esta tarde a las seis por mi casa?

—Sí, no te preocupes.

— Me gustaría que te hicieras una trenza en tu cabellera rubia, ¿te dará tiempo?

—Si, en cuanto coma me encargo.

A las seis llegué a su piso, toqué a la puerta y esperé más de dos minutos a que me abriera. Yo llevaba una minifalda blanca plisada de vuelo, unos zapatos de charol y un jersey azul marino de punto, con una camisa blanca. Mis braguitas eran blancas también y mi sujetador lo mismo.

El pasó conmigo a su cuarto, al pasar por el comedor, las miradas de sus cuatro compañeros de piso me lo dijeron todo: ¡Ellos sabían que yo iba allí por complacer a mi amiga, a la que dejaba que me dominara y me humillada! Joaquín no cerró la puerta, solo la entorno un poco. Él se sentó en su grande y vieja butaca de cuero color Burdeos. Me puse nerviosa, la puerta abierta era exponerme a las miradas de sus amigos, quizás a sus risas, me dio un poco de vértigo. Fui a la puerta y la cerré yo; Joaquín me dijo:

—Beatriz, si la he dejado abierta es por algo, ¿no lela?, mira, mis compañeros de piso están muy necesitados, quiero que vean desde el otro cuarto como me haces una buena mamada, no quiero más interrupciones, ¡déjala abierta de par en par! Y ven aquí y ponte de rodillas delante de mí, guarra. No quiero que hables más en toda la tarde.

—Por favor, no se lo digas a clara que he cerrado la puerta, quiero hacerlo todo bien.

—Vale, no se lo diré.

Me puse de rodillas delante de él, sus palabras me humillaron profundamente, me sentía utilizada, siendo yo tan guapa. Obedecerla a él después de darme esas voces, me dejó muy tierna, estaba empapada, mis braguitas de marca rezumaban mi flujo. Clavé mis rodillas desnudas en el suelo de losetas frías, mi culo estaba enmarcado por mi limpia falda blanca. Joaquín se bajó la cremallera y se bajó sus calzoncillos blancos de algodón, se sacó el pene y lo dejó colgando. Su pene estaba casi erecto, estaba, nuevamente lleno de pelusas de sus calzoncillos gastados; miré hacia atrás y vi a sus cuatro compañeros apelmazados en la puerta, ¡que sofocó sentí! No podía desobedecer a Clara. Cogí su polla con las dos manos, y le empecé a pasar la lengua para quitarle las pelusas de tela, una a una le quité todas las pelusillas y de camino lo limpié el glande de algún resto de sus secreciones, como la vez anterior me tragué esas pelusas y sus fluidos. Mi lengua recorría todo su miembro, el cual empezó a crecer hasta alzarse erecto y duro como un roble. Olía a hombre, otra vez no se había duchado el tío. Con mis labios atrapé todo su glande y desde dentro de mi boca, le limpié toda la suciedad de ese glande gordo. ¡Estaba súper excitada!, sentirme observada por sus amigos me hizo esmerarme, quería que vieran hasta qué punto estaba dispuesta a humillarme por Clara. Empecé a tragar con disposición, me tragué toda su polla, entraba y salía con facilidad de mi boca al ritmo de mi cabeza. Me entraba en la garganta y salía con ágilmente, él había doblegado bien mi garganta la vez anterior. Le mordí el tronco por la base… Me la saqué de golpe de la boca y la dejé tiesa y brillante palpitando en el aire. Chupé sus huevos, uno a uno. Sus testículos eran muy gordos y llenos de bello. Los agarré con una mano y peine su vello con mi lengua... giré mi cuello y vi cómo sus compañeros habían entrado en la habitación y los cuatro, con los pantalones bajados, se masturbaban detrás de mí, ¡qué fuerte!, sin preguntar si me parecía bien, como si yo, ¡una universitaria!, fuera en su lugar una prostituta.

Joaquín allí sentado se puso a meneársela con una mano, mientras con la otra me cogió la trenza que yo me había hecho a petición de él, tirando de ella hacia el techo y manteniendo mi cabeza alta. Mientras con mi mano derecha yo acariciaba sus gordos y peludos huevos, él estaba apuntando a mi boca con su gran polla. Por complacerle, abrí mi boca hasta que me dolía la mandíbula, como si estuviera en el dentista. Un gran chorro de semen se depositó dentro de mi boca, Joaquín siguió meneándosela y soltó otros dos chorros, más abundantes aún, ¡qué barbaridad!, cuanta leche, esa leche me cayó en toda la cara, me entró en los dos ojos. Me limpié con el antebrazo y le limpié luego la polla con mi lengua a Joaquín, mientras el me decía:

— Cuando termines de limpiarla, date la vuelta, que quiero que mis amigos también se corran en tu cara.

Humillada como estaba me disponía a humillarme hasta lo que no pensaba que haría. Me giré, siguiendo de rodillas y aquellos cuatro jóvenes de entre veinte y veintiocho años se juntaron y se menearon sus pollas frente a mi cara. Pensé en ese momento en mi novio Luis, si el pudiera verme, pobre. Esas cuatro pollas estaban muy cerca de mi cara, el ritmo de los chicos era tremendo. Me sentí de pronto muy feliz esperando la leche de cuatro pollas en mi cara... ¡Se corrieron todos casi a la vez!, ríos de semen surcaban mi cara, los pegotes caían sobre mí con intensidad, esa leche bajaba por mi cuello hasta empapar mi jersey azul marino de punto.

La leche de los cuatro seguía saliendo en borbotones. Mi cara me pesaba, no veía. Me limpié un ojo y decidí, ¡ser más decidida aun!, para que Joaquín le dijera a su novia que lo había hecho muy bien. Empecé a chupar sus penes y limpiarlos uno detrás de otro, me lo tragaba todo, estaba deseosa de leche, estaba más sumisa y sometida que nunca, con mi mano arrastraba la película blanca y espesa de mi cara y la iba depositando en mi boca, tragándomela la leche de los cuatro chicos caliente todavía.

Al bajar en el ascensor vi mi jersey azul marino lleno de muchas manchas blancas restregadas, me lo quité y lo guardé en mi bolso, dejándome puesta solo la camisa blanca.

Al día siguiente vi a mi novio en su piso e hicimos el amor, y al final, antes de correrse dentro de mí, lo aparté y le chupe la polla, ¡la primera vez que se la chupaba!, yo no había querido chupársela aquella vez que me lo pidió, y como no me lo pidió más, pues yo tampoco dije de hacérselo. Se corrió dentro de mi boca y me tragué toda su leche, con cariño, sentirme humillada, extrañamente, me hacía querer más a mi novio Luis.

Al regresar a mi casa recordé con excitación que la semana siguiente me llamaría Joaquín, ¡no para chupársela solo a él!, seguro que para chupársela nuevamente a él y a sus cuatro amigos. Chupar cinco pollas el día de antes, además de excitarme y humillarme me había cambiado. En mi fuero interno deseaba volver a tragarme sus leches, y al mismo tiempo, quería un montón a mi novio Luis.

No me arrepiento de nada, me gusta que me dominen y mi novio no lo hacía. Mi deseo por sentirme humillada y dominada, además de darme placer a mí misma, da placer intenso a quien, me somete y hace buen uso de mi.

Muchas gracias por leerme, besos de Beatriz.