Otra vez María

María, la amiga de mi esposa, se las ingenia para que la coja oficialmente.

Otra vez María

Esto me pasó hace pocos meses. ¿Recuerdan a María, la amiga de mi esposa? Terminó separándose de su esposo y volvimos a las andadas. Volvió a pedirme consuelo. ¡Qué hermosa mujer! Simplemente reconoció que no podía vivir sin una verga en su chocho y, según dijo, mejor si era la mía. Volvimos a coger una vez cada tres o cuatro semanas a ocultas de mi esposa. El asunto es que en una de esas ocasiones, después de haber retomado mi lugar dentro de su trasero, en el momento de tranquilidad, acostados en la cama y yo fumándome un cigarro, comenzaron las confesiones sobre el tiempo que habían estado con su esposo después de su regreso del extranjero. Me confesó que sólo le dio una vez por su huequito trasero y no le gustó porque él no la preparaba bien y le dolía mucho. En cambio, conmigo, era una de las cosas que más le gustaba: que la joda por detrás. El asunto es que entre charla y charla le conté lo de mi cuñada y el trío que hicimos con mi esposa. María no lo podía creer. En un determinado momento, como hablando para sí, dijo:

Entonces Carla podría aceptar que tú estés conmigo

Es muy arriesgado, afirmé yo.

Si el motivo de permitirte estar con Tere fue que ella estaba necesitada de sexo, tengo que decirle a Carla que estoy hambrienta de sexo para que me permita follar contigo.

No lo sé, corazón. ¿Qué pasa si Carla sospecha?

Déjame tantear el terreno por lo menos

Y ahí acabó la conversación. Nuestro procedimiento era que María me llamaba cuando deseaba encontrarse conmigo y después de lo que hablamos no volvió a hacerlo en más de un mes. Un día, Carla me dijo que iba a salir a tomarse un café con María ya que hacía mucho tiempo que no se ponían al día en sus chismes y la había notado decaída al hablar por teléfono. Esa noche llegó Carla pensativa y silenciosa. Le pregunté cómo les había ido y me dijo que estaba un poco preocupada por la soledad de su amiga. El fin de semana siguiente, domingo, me dijo que quería hablar conmigo. En la noche, frente al televisor, bajó el volumen de una película que ambos seguíamos medio distraídamente y me dijo:

Amor, ¿harías algo muy especial por mí?

Claro que sí, amorcito, ¿qué pasa?

Entonces me contó de su conversación con María, de las canalladas que su esposo le había hecho, de cómo él no sólo la traicionaba con otra mujer sino cómo incluso la pegaba. Fue así como María tomó la decisión de separase de él. Luego mi esposa se puso más seria aún y dijo pausadamente:

Amorcito, ¿recuerdas cuando te pedí que hagas sexualmente feliz a mi hermana? Nunca me arrepiento de ello. Sé que tomé la decisión adecuada y me encanta ver a mi hermana realizada con la posibilidad de que la hagas gozar cada vez que ella quiere y nos lo pide. Pero ahora quiero pedirte algo más difícil. Con Tere yo sabía que todo quedaba en familia y que lo que importaba era compartirte físicamente pero que jamás ella se enamoraría de ti porque nos tiene a nosotros como su familia. Ahora es más delicado porque quiero pedirte que hagas lo mismo con María. Yo la quiero mucho y sufro con lo que me acaba de confesar.

¿Qué es? –apenas disimulé preguntar.

Quiere pedirle a su marido o exmarido que sea su amante, sólo por sexo. Yo no quiero que ese tipo vuelva a tocar a mi amiga. Tú sabes que María es como mi hermana y no quiero que sufra. Por eso, aunque es diferente que lo que te pedí con Tere, quiero compartirte también con ella. Yo siento que una mujer sexualmente satisfecha, amada en la cama, es una mujer feliz. Ayúdame a hacer feliz a mi amiga, Julio. Esto que te estoy pidiendo es delicado porque al haber pasado tan poco tiempo de la separación de María con su esposo ella está sentimentalmente frágil y no quisiera, al mismo tiempo, que termine enamorándose de ti.

Tú tendrías que lograr que ella acepte estar conmigo. Dado lo que hiciste con tu hermana no creo que sea difícil. Lo otro, déjalo por mi cuenta. Yo me encargo de que María entienda que se trata únicamente de sexo.

Gracias mi cielo.

Dicho esto empezamos a morrearnos y a tocarnos ardientemente. Cuando la tuve desnuda y a punto de comerme su chocho me dijo:

Imagina que es la cueva de María. Házmelo como si se lo estuvieras haciendo a ella por primera vez.

Y entonces después de chuparla le enterré mi verga con violencia y me la tiraba diciéndole:

¡Qué rica estás María! ¡Cómo coges! Eres una puta deliciosa, María.

Mi esposa gritaba y se corría a mares, seguro imaginando ella también ser María. Yo, ni se diga, estaba arrechísimo sabiendo que estaba a punto de tener "públicamente" otra hembra a mi disposición con el consentimiento de mi esposa.

Todo volvió a la normalidad hasta después de una semana. Mi esposa me dijo que había hablado con María y que ella se hizo rogar mucho porque le daba mucha vergüenza el pensar en la posibilidad de estar conmigo (¡qué actriz!) pero que finalmente había aceptado con una condición: que sea en nuestra casa porque no quería ir a un motel o a algo parecido como si fuera una cualquiera (¡qué descarada!) y que quería que mi esposa la prepare y le vende los ojos porque se moría de vergüenza de sólo pensar en que tenía que verme la cara (¡imagínense!). Para el fin de semana siguiente les dijimos a mis suegros que yo viajaría por motivos de trabajo y que Carla iría con los chicos a pasar el fin de semana con ellos, que el viernes dejaría temprano a los chicos y que luego de recoger unas cosas en casa ella iría más tarde. Carla no quiso que la clave durante toda la semana, aunque un día me pidió que le chupe el coño y le meta el consolador que había traído de uno de mis viajes al extranjero, cuando estuve estudiando.

El asunto se complicó el jueves. Tere llamó a Carla para pedirle que le "preste a su marido" el viernes o el sábado y mi esposa le dijo que no era posible. Era la primera vez que Carla le negaba a su hermana que yo vaya con ella a follar. Para no alargar la historia, ante las presiones de Tere, Carla tuvo que contarle lo de María. Tere se enojó y le dijo que quería hablar después con los dos seriamente.

Y bueno, llegó el ansiado viernes en la noche. María llegó a casa y, como estaba acordado, yo no me dejé ver hasta que mi esposa me llamó después de unos 20 minutos. Carla entró al estudio y me dijo: "Está lista. Está en nuestra habitación. Trátala bien mi amor. Te llamo para ponernos de acuerdo en mi regreso a casa con los chicos." Dicho esto, me besó, la despedí en la puerta y se fue. Me dirigí a mi habitación y encontré a María con los ojos vendados, acostada con un conjunto de lencería pequeñísimo y sensual.

Así que te da vergüenza verme a los ojos, le dije. Entonces, te vas a masturbar haciéndote la idea que estas sola. Quiero que te muevas y gimas como puta. Aquí, en el velador junto a la cama, dejo un gel lubricante. Después de tu primer orgasmo, quiero que te metas tres dedos en el culo y que estés chorreando por todos lados antes de clavarte.

Me hizo caso. Comenzó a acariciarse toda, se sacó el sostén, se apretaba las tetas y se comenzó a acariciar el clítoris, primero por encima del calzón y luego apartándolo sin quitárselo. Se metió dos dedos en la concha y comenzó a darse ritmo fuertemente. Cuando logró su orgasmo, se sacó desesperada las bragas, casi arrancándoselas y buscó a tientas el lubricante. Todavía jadeando se puso en cuatro y ella misma se embadurnaba el agujero del culo hasta lograr los tres dedos que le había pedido. Entonces, me ubiqué tras ella, y le metí casi simultáneamente el consolador de Carla por la vagina mientras le penetraba el culo.

Agggg, por fin. Ayyy, ayyyy, me estás culeando en tu cama y con el consentimiento de tu esposa. Ayyyyy, dame más, dámelo todo, papi, dámelo que ahora puedo ser tuya cuando quiera

María gritaba y hacía sonidos guturales como muestra de lo mucho que estaba gozando. Yo me contenía porque quería tener mucha fuerza y mucha leche para esos casi tres días juntos.

Gozamos de mil maneras. Me la culeé no sólo en mi habitación sino en el baño, en la cocina, en la mesa del comedor y hasta en el patio de la casa mientras miraba hacia la calle por el agujero del portón del garaje. El día sábado, Carla llamó para decirme que no aguantaba la curiosidad y quería saber cómo iba todo. Le dije que mejor de lo que esperábamos, que María estaba muy contenta y que su plan había sido un éxito: María estaba gozando sin mezclar las cosas con su crisis afectiva. Me pidió hablar con ella y mientras lo hacían yo le chupaba la concha. Era súper exitante saber que María estaba hablando con mi esposa mientras yo gozaba de su cueva. Le quité el teléfono y le dije a mi esposa que se preparara porque iba a clavar a María para que ella escuche todo. Dejé el auricular sobre la cama, puse a María de perrito y su boca cerca del teléfono; la penetré desde atrás con fuerza y rapidez para hacer que gritara y jadeara lo más posible. Su orgasmo vino acompañado de un grito brutal. Apenas hubo terminado agarró el teléfono y fuera de sí le dijo a mi mujer:

¡Qué verga que tiene tu esposo, amiga! Gracias por esto, gracias.

Se desplomó y me pasó el teléfono.

¿Qué tal? –le dije a mi esposa, yo también todo agitado.

Estoy arrechísima, mi amor. Sólo porque te he dado mi palabra que los iba a dejar solos no voy ahora mismo para que me bajes la calentura que tengo. Te dejo mi cielo porque necesito encerrarme en el baño a masturbarme y correrme.

El domingo, antes de separarnos, le dije que a futuro aún quedaba lo mejor, que quería comérmelas a las tres juntas: a ella, a mi esposa y a Tere; que debía estar atenta porque la iba a llamar a una reunión para hablar del asunto.

Cuando llegaron mi mujer y mis hijos, ya en la noche, le dije a Carla que todavía me quedaba algo de leche y fuerzas para ella. Nos encerramos en mi estudio para que los hijos no oyeran y le dí verga hasta quedar sin fuerzas, o sea, hasta hacerla gozar por sus tres agujeros.

Hace unas semanas logré juntar a mis tres mujeres. Fue una cosa complicada pero lo logré, además de lograr que rompan sus prejuicios lésbicos. Eso se los contaré en otra ocasión.

julioromo13@yahoo.com