Otra vez, la dulzura de Olga
Volví a disfrutar a Olga, otra vez.
Otra vez, la dulzura de Olga (autor Polo).
Recuerdan a Olga, aquella madura, que era una dulzura escondida ?. Después de nuestro encuentro sexual en aquel motel, a donde ella me condujo, regresamos a la sede de nuestro trabajo, ella por su lado, yo por el mío. Absolutamente nadie, conociendo el carácter de Olga, podría siquiera sospechar de nuestra aventura en ese paradisíaco lugar. No obstante, ella y yo acordamos mantenernos lo más alejados posibles. Era necesario.
Una tarde, coincidimos a la salida de la oficina. Ella no tenía prisa, y yo, que tenía un compromiso, opte por aplazarlo y dialogar con Olga. Me contó que estaba sola, que su esposo había viajado por cuestiones de negocios hasta Barquisimeto, en Venezuela y me preguntó si podíamos tomar un café. Eran cerca de las 7.30 de la noche y yo recordando aquel maravilloso encuentro, le propuse si deseaba ir hasta un bar, en sitio alejado de la ciudad, que yo no tenía ninguna prisa. Aceptó, dijo que tenía muchas ganas de hablar conmigo. Así lo hicimos, subimos a un taxi y nos dirigimos a un bar de gran intimidad en las afueras de Buenos Aires, bar en el que por cierto solamente habían parejas y la luz era mínima, el lugar se animaba con una música de fondo, música de salsa erótica, música que me recordaba lo mucho que disfrute de los senos de Olga en aquella noche del motel.
Les confieso que inicialmente, al salir de la oficina, no me di cuenta como iba vestida Olga. Ni siquiera en el taxi. Talvez iba ensimismado pensando en lo que esa noche podría suceder. Al llegar al bar, escogimos un sitio extremo, muy reservado, estaba cubierto con una cortina oscura que evitaba cualquier mirada desde afuera y si a eso se agregaba la tenue luz del sitio, estábamos casi en la penumbra absoluta. Fue en ese momento cuando Olga se quitó el abrigo que llevaba puesto y dejó descubierto lo mejor de ella, sus hermosas y redondas tetas. Una belleza de senos que yo no me había cansado de acariciar y lamer en aquella noche. Esta vez tenía puesto un jean, chaqueta blanca, su cabello, como siempre, estaba suelto y exquisitamente arreglado. Pedimos dos tragos, dos blody mary, y empezamos - por ahora - a hablar. Así fue nuestro diálogo:
"Sabe me dijo nunca se me había pasado por la mente lo que hicimosen esas dos ocasiones, una en la oficina y otra en el motel. Jamás pensé que un día iba a terminar traicionando a mi marido y menos aún que era con Ud. con quien haría el amor". Yo le respondí que siempre habría una primera vez y le dije que si le había gustado. Olga me respondió: "Ahí esta lo mejor de todo, debo confesarle que nunca había tenido unas sesiones de sexo tan deliciosas, no se si Ud. se dio cuenta pero mientras me chupaba los senos yo tuve más de un orgasmo. Los encuentros sexuales con mi marido estaban solamente en la rutina. Le confieso, goce como nunca, hasta el punto de que a los pocos días, estando sola, recordé esos momentos y me masturbé, tampoco me había masturbado nunca. Aun no acabo de comprender que es lo que me pasa".
Le dije entonces que para mi había sido unos maravillosos encuentros sexuales. Que había disfrutado de cada segundo, que me encantaba poderla haber hecho gozar.
En palabras no podía pasar la velada. Consumimos los dos tragos y Olga tomó mi mano y la colocó sobre sus bellas piernas. Yo la toque, acaricie sus muslos, introduje mas mi mano mientras ella abría sus piernas, toque su panty, me di cuenta que estaba muy excitada. Sus senos, es noche, estaban maravillosamente hermosos, sus pezones duros me decían lo excitada que estaba nuevamente. El sitio se prestaba para que ahí, si quisieramos, pudiéramos hacer el amor. Sin embargo, fue ella quien me dijo: "Hoy tengo la oportunidad, estoy sola, no tengo prisa, porque no vamos a otro lugar, volvamos a ese motel donde estuvimos el otro día, podríamos ir allá otra vez?" me dijo mientras su mano tocaba mi pierna y casi sobaba mi verga que ya estaba lo suficientemente dura. Le dije que por supuesto y pagamos la cuenta y salimos. La noche era oscura, la hora avanzada, nadie nos reconocería. Detuvimos un taxi y yo le dije discretamente al conductor que nos llevara a ese motel de las afueras de la ciudad. Mientras el taxi se dirigía al sitio, yo puse mi mano sobre el hombro de Olga y ella se recostó en mi hombro. Con mi otra mano tomé las suyas y por momentos tocaba la seda de sus medias, sus piernas que tanto me atraían y deslizaba mis manos como tratando de agarrar esos senos que ahora volvería a disfrutar. Ella me dijo, con un gesto, que me aguardara, que en el taxi no era ni el sitio ni el momento.
Llegamos, el taxi nos dejó a la entrada de la suite y le dije al taxista que nos recogiera en una hora y media. Así quedó acordado.
Entramos y lo primero fue un beso largo y húmedo, yo bese a Olga en su cuello, mordía con delicadeza sus oídos y le susurraba que esa noche también la haría gozar, que hacerle el amor era lo mejor que me había pasado. Mi verga estaba durísima y se pegaba a las piernas de Olga, ante lo cual ella mas y mas me atraía y se juntaba conmigo. Esta vez le dije que no se quitara su brasier y por eso ella me pregunto "Quiere que me deje el brasier ?" . Eso nos había encantado a los dos. Le respondí afirmativamente. Olga se despojó de su jean y quedó solamente con su sujetador, blanco, de encaje, como a mi me encantaba. Que bellos estaban esa noche los senos de Olga, mas grandes y redondos, me encantaban, me fascinaban, hacían que mi libido se disparara a mil. Pero, además, que provocativas estaban sus piernas, pues cuando ella se acostó en la ancha cama y las subió, subiéndolas como invitándome a que la penetrara en ese mismo momento. Yo quería gozar mucho de Olga antes de darle todo el semen, una explosión de leche, que tenía guardado para ella. Así lo hice, la bese de pies a cabeza, me detuve en sus tetas, dándoles saliva por encima del encaje, ella retiró su brasier y me los ofreció agarrándolos de la parte inferior, "chupelos por favor, chupelos mucho, eso es un placer que no lo puedo describir, ahh . Ahhhh " gemía y se retorcía, me pedia más y mas, y en un instante, mientras mis labios chupaban una y otra teta, mientras les ponía muchisima saliva, ella abrió sus piernas y tomando mi verga la colocó a la entrada de su vagina, podría decir que fue ella misma quien se penetró, y estaba húmeda, muy húmeda, yo le metí toda mi verga, y fue muy poco lo que alcancé a bombearla porque agarrado de sus tetas le di una explosión de leche que ella me agradeció agarrandome y apretándome mas, como queriendo exprimirme, definitivamente, como ella decía, nadie la había hecho gozar como yo.