Otra vez en el camino (II)

La venganza de su nuevo amante por la violación.

OTRA VEZ EN EL CAMINO...

PARTE II

Por: Andrea delCastillo.

Me hecharon otra vez sobre la cama y solo me ataron de una mano, pero aun me dejaron vendada de los ojos. La ropa que tenía puesta estaba mojada, sentía frío y se adhería a mi cuerpo produciéndome una desagradable sensación. Estaba a la expectativa esperando la siguiente violación, ya me dolía todo el cuerpo por las cosas que había sufrido, y presentía que lo que venía iba a ser peor, así que me preparé a sufrir aun más.

No pasó mucho tiempo para darme cuenta de que lo que había pasado era un juego comparado con lo que se avecinaba. Uno de los fulanos se acostó boca arriba y me obligaron a que me colocara sobre de él. Este era el de la verga mas grande pues sentí su proximidad en mis nalgas. Una mano llenó mi culo de algún lubricante deslizando sus dedos y casi su mano entera dentro de mi multiviolado ano. Entonces, la misma mano orientó la tremenda verga hasta que quedó bien afianzada en mi culo.

En ese momento aun no comprendía el porqué de tanta preparación, pues por las veces que había sido violada, mi ano y esfínter estaban completamente distendidos. Pero entonces me doy cuenta de que otro de los violadores se acomodaba tras de mí y trataba de meter su verga junto con la que ya estaba acomodada. Quise gritar, pero como de costumbre, otro pene me impidió hacerlo, metiéndose en mi boca. Después de algunos intentos por parte del segundo violador anal, sentí como entraba una parte de su verga desgarrando mi ano. Al desgarrarse, mi boca se abrió aun mas y la verga que tenía metida en ella se clavó en mi garganta.

Yo deseaba morirme o por lo menos perder el sentido, pues jamás había sentido tanto dolor. Sin embargo no pasó nada de eso, así que tuve que soportar los inmensos dolores que atravesaban mi cuerpo. La segunda verga en mi destrozado culo ya había penetrado totalmente y uno de los violadores tomándome de la cintura, hacía que me moviera hacia delante y hacia atrás, aumentando con esto mi dolor, y el que tenía en la boca metía cada vez mas profundamente su verga.

Algo tibio corría por mis muslos, y adiviné que era sangre pues para ese momento los hombres que me estaban violando estaban completamente desbocados y me penetraban salvajemente, sin importarles el daño que me estaban ocasionando. Mientras, el cuarto hombre no dejaba de darme de fuetazos en las nalgas y en la espalda, pero yo no los sentía por el dolor de mi culo. Sentí las descargas de los dos tipos que tenía en mi culo y casi inmediatamente la del que tenía en mi boca, así como los chorros de esperma en mi espalda del que me golpeaba con el fuete. Yo me derrumbé en la cama y quedé como muerta.

Se separaron de mi y el comentario de uno de ellos me asustó, pues dijo:

Ahora si ya la matamos, miren cuanta sangre le sale del culo, además de que está completamente desgarrado.

Pues vámonos; dijo otro. -Aquí ya no hay nada que hacer.

Y yo me quedé quieta un rato mas, tanto para dar tiempo a que se fueran, como para recuperar algunas fuerzas. Como pude me levanté de la cama y me arrastré hasta el baño, dejando a mi paso una estela de sangre, semen y otros fluidos. Con una mano toqué mi ano o lo que quedaba de él y me asusté al sentir que un trozo de carne colgaba de ahí. Me lavé lo mejor que pude y con papel sanitario taponé la sangrante herida, regresé a la recamara y tomando el teléfono llamé al celular de Gustavo. Me contestó de inmediato y entre sollozos le rogué que viniera pronto. Él intentó preguntarme que me había pasado, pero solo le contesté que llegara rápido.

Al llegar a la casa me encontró tendida en la cama llorando, y viendo las condiciones en las que me encontraba y las condiciones de la recámara, se dio cuenta de que había sido víctima de una violación multitudinaria. Como pudo, me puso un pantalón de pijama y una bata y me trasladó a un hospital de un amigo de él. Yo le pedía que no lo hiciera mas que nada por evitarle a él una pena, pero me tranquilizó diciéndome que su amigo sabía de sus preferencias sexuales y que tenía una a amante travestí. Llegamos al hospital y el médico me atendió con mucha delicadeza y comprensión. Me tranquilizó saber que mis heridas físicas sanarían en poco tiempo, pues lo que había sentido que salía de mi ano, era un trozo de recto que debido a la relajación del esfínter, se había prolapsado y que ya lo había acomodado. Nos pidió que nos abstuviéramos de tener sexo anal por lo menos un mes y que regresara en una semana para ver como avanzaba mi recuperación.

Llegamos a casa y le conté a Gustavo todo los sucedido y que había reconocido a uno de los violadores y el comentario que hicieron sobre la fábrica. Él solo asintió y me dijo:

Pagarán todo esto que te hicieron y lo que hicieron en la fábrica.

Comentándome a continuación que se había producido un desperfecto en una de las máquinas del todo inusual, que había sospechado desde el principio que había sido un sabotaje.

Gracias a un analgésico muy potente que me inyectaron en el hospital, caí en un sueño profundo, del que desperté hasta el otro día ya muy tarde. No estaba Gustavo pero me dejó una nota diciéndome que iba a la fábrica y que si se me ofrecía alguna cosa no dudara en llamarle a su celular.

Me preparé algo de comer y tomé una de las pastillas que me dio el doctor y volví a dormirme.

Cuando desperté ya era de noche y me encontré con la dulce cara de Gustavo junto a la mía, dándome un tierno beso me preguntó por mi estado y le contesté que estaba un poco adolorida aun, pero que ya me sentía bastante mejor.

Pues ahora prepárate para una sorpresa; me dijo. - y por favor, no te vayas a asustar. Espera un poco.

Se levantó de la cama y salió a buscar algo, regresando con una bolsa de plástico de regular tamaño.

Mira lo que está adentro, pero hazlo con cuidado.

Tomé la bolsa y cuidadosamente la abrí. No pude evitar una exclamación de horror y sorpresa ante la vista de lo que estaba contenido en la bolsa: Cuatro penes con todo y testículos estaban ahí, ante mis ojos. Inmediatamente los reconocí, pues aunque no los había visto los había sentido en mis manos y en todo mi cuerpo. Eran los genitales de mis violadores. Me quedé anonadada al ver uno de ellos: parecía el pene de un toro. Sin duda era el del líder de los hombres que me habían violado. ¿Como había soportado ese falo de esas dimensiones, junto con otro?. Pero ahí estaba la prueba indiscutible.

Le pregunté a Gustavo que como lo había hecho y me contestó:

Es mejor que no lo sepas, tal vez no pudieras soportarlo.

Y dándome un beso, nos quedamos dormidos abrazados.

FIN

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