Otra vez con mi jefe

Tenía poco de haber dejado de trabajar con él, pero solía visitarlo y gozar de vez en cuando.

Soy fuego, una chica guapa de cuerpo atlético, piernas firmes y nalgas redondas, mi piel es clara y suave y mis labios gruesos te invitan a pecar…

Aquel día solo iba de visita, a saludar a mis excompañeras de trabajo y a mi exjefe, con quien aún tenía buena amistad.

Usaba uno de mis vestidos favoritos, lo elegí especialmente para ese día, tenía una junta importante en mi nuevo trabajo independiente y debía ir un poco más formal, me queda ceñido al cuerpo haciendo resaltar mi silueta, un poco por arriba de la rodilla, con zapatillas de tacón muy alto, cabello recogido y maquillaje impecable.

Después de mi junta, tomé un taxi, y me dirigí hacia el sur de la Ciudad, a mi antiguo trabajo, retoqué el maquillaje un poco y me puse algo de perfume mientras llegaba. Me anunciaron, y entré.

El no sabía que yo estaría ahí ese día, pero yo si sabía que él estaría ahí, en su estado ermitaño encerrado en su oficina; saludé a las chicas, platicamos un buen rato, y el salió, me vió, hizo un recorrido exprés con su mirada en mi cuerpo y no dijo nada, regresó a su oficina, y llamó a la asistente para pedirle que me dijera que subiera antes de irme, lo cual fue perfecto porque no pensaba irme sin haberlo visto a solas.

Me dispuse a subir las extenuantes escaleras, hasta el último piso en dónde se encuentra su oficina, aislada de todas las demás, lo que nos resultaba muy conveniente mientras estuve trabajando ahí.

Entré y disimulé un poco el gusto que me daba el haber sido llamada, todo iba como lo planee, nos saludamos muy casual, me senté en el sillón gris, y él volvió a su escritorio, crucé las piernas y me puse de medio lado para que él tuviera una mejor vista de ellas, pero su plan fue otro.

Hablamos de cualquier cosa, cuando de pronto me pidió que cerrara las ventanas que están detrás del sillón y dan hacia el roof garden, para eso tenía que hincarme en el sillón de espaldas a él, así que lo hice, me acomodé sobre las rodillas en el sillón y me dispuse a cerrar las ventanas arqueando la espalda y parando las nalgas para darle una mejor vista a mi ex jefe.

Se levantó de su lugar de poder, y cerró las persianas, yo aún batallaba con una ventana, cuando sentí sus manos recorriendo mis piernas, deslizando el vestido hacia arriba, dejando ver el encaje de mi ropa interior, de inmediato sentí como me mojaba. El cerró la ventana de una vez y sin más hizo de lado el encaje y me metió su miembro sin ningún problema, nunca me di cuenta en que momento se desabrochó el pantalón, pero cuando lo tenía dentro lamentaba no poder hacer más ruido y ahogar mi placer mientras me lo metía una y otra vez y yo me sostenía del sillón.

Yo disfrutaba con la falda hasta la cintura y las bragas de lado, cuando me lo sacó y me pidió recostarme ahí, en el suelo de madera de su oficina, y  lo hice, quería sentirlo de nuevo, me quitó por fin las bragas, y me abrió las piernas, me besó  en la boca, y me volvió a coger.

Entraba y salía de mi cuerpo sin problemas, yo estaba totalmente mojada de mis jugos y los suyos, una y otra vez, yo gemía suavecito, para no levantar sospechas afuera, hasta que terminó, sacando todo su semen dentro de mí, mientras yo observaba su cara satisfecha de placer.

Sacó su miembro y se vistió de nuevo un poco agitado, yo permanecí por un momento en el suelo hasta que me ayudó a levantarme y me besó de bueno, me gustan sus besos, son suaves con una gran carga de deseo, mis piernas aún escurrían, así que me dio algo para secarme, levanté mis bragas y me las puse.

Se acercó a mí por la espalda y de nuevo metió una de sus manos entre mis piernas, empezó a frotar mi clítoris sobre el encaje, pero había alguien rondando afuera de la oficina, así que mejor desistió. Le di un abrazo para despedirme y me dio un buen apretón de nalgas y un beso dulce, como sólo el me los da, y salí de ahí, intentando disimular cualquier cosa.

Fui directo al baño para acicalarme y recomponerme un poco, bajé a la oficinita de mi amiga, quién de forma maliciosa me preguntó si todo estaba bien, a lo que le respondí, que todo estaba excelente entre nosotros, y me fui, pensando todo el camino lo bien que la pasaba en esa oficina.