Otra primera vez

Era Una Guacha-Tenía muchas ganas de hacerme coger. Pero una droga para yeguas me convirtió en una PUTA Regalada La divina, delicada y tierna porteña de 18 añitos recién cumplidos, se embarca en unas vacaciones de sexo loco que terminaran siendo un camino sin retorno. Hola Amigos y Amigas siguiendo los consejos que me han dado, voy a comenzar por presentarme. Me llamo Fiorella, pero casi todos me dicen Fiona. Antes de continuar cumplo con otro consejo y es el de Advertirles a Todos que este Relato puede resultar Demasiado Crudo.

El petiso empezó a traer al sereno de una verdulería que había frente al edificio…

Y ahí vino otra primera vez...

...el loco era un negro, y nunca había garchado con un negro.

Era bien negro, altísimo y grande, además de bastante  gordo,  de cincuenta y pico de años.

Cuando entre a franelear con el loco,  me dió mucho asco, pues tenía un espantoso olor a sudor de varios días.

Pero cuando estaba por decirle alguna cosa, el hijo de puta se bajó el pantalón…

...el hedor se seguía sintiendo, pero a mí no me molestó nunca más, el hijo de puta tenía una garcha de 32 centímetros y muy gruesa.

Tanto asustaba aquella pija,  que el petiso antes de traerlo (en plan de protector, le había aclarado que por el culo no me podría dar).

Afirmo lo de los 32 centímetros porque al igual que a los otros más adelante se la medí.

Esa noche del domingo fue impresionante.

Hasta entonces me creía la gran putita, pero nunca me habían garchado de esa manera.

El domingo entré a la pieza a las 10 de la noche y salí a las cinco de la madrugada.

ete horas y salvo algunas paradas para tomar algún trago de vino, el resto siempre cogiendo.

El lunes fue más, porque me fui casi a las siete… ya de día, recogida y desarmada a pija.

Ahora sí sabía lo que era hacerte garchar y no las cogiditas de antes.

Buenos machos, buenas vergas, mucho rato y todas las noches…

Que divino!!!

Ésas dos noches el petiso aprovechó a darme guasca por el orto, y yo no paraba de darle leche.

Me sacaba los tales polvos del ojete a la vez que el negro me hacía ver las estrellas con su cipote en mí cajeta.

Dios mio, como me daban y sin lastima ninguna, el negro me encajaba cada vergazo que me hacía bramar igual que una yegua.

Y yo siempre pidiendo más.

El martes de noche, cuando llevaban un par de horas garchandome.

Al petiso lo llamaron no sé bien porqué y tuvo que dejarnos por una hora solos, (al final fueron casi tres horas solita con el negro).

Creo que esta demás decir que  tres o cuatro minutos después de irse el petiso, yo miré al negro, me levanté sacándome la verga.

De pie le miré aquel pedazo hediondo, me arrodillé y chupé toda aquella carne haciendo arcadas por angurrienta.

Pero solo un corto rato pues lo que yo quería era otra cosa.

Con su pijón en mi boca lo miré  bien regalada,  y él que estoy segura tenía muy claro lo que yo deseaba, con una sobradora sonrisa  me preguntó…

“que  pasa nenita, que precisa”

Yo apretando bien fuerte el tronco de su guasca,  mirando cómo se le hinchaba aquella brutal cabeza y  el ojo de mear se le abría mostrando algunas gotas de leche que aún quedaban del polvo anterior, le respondí...

“si te queda más leche, la quiero toda en el orto”

El  hijo de puta burlándose de mí calentura, me dijo..

mirá que te va a doler…

... Sí, me va a doler al principio, pero después me la voy a gozar bien gozada.

El hijo de puta no me dió tiempo de ponerme grasa, apenas me encajó una escupida y me empezó a puntear el ojete con su tripon.

Yo me había hecho la idea de que luego de tanta guasca culeandome, estaba cumpliéndose una semana en la que, casi la tercera parte del tiempo había estado ensartada.

Pero no sería como había calculado, cuando me entró la cabeza, yo de corajuda le paré bien el culo y le dije…

*dale, dame verga…

El hijo de puta haciéndome caso, me encajó un guascazo que pensé que me iba a desfondar el orto, me la estaba enterrando hasta el tronco y yo gritaba como loca, parecía que me iba a salir por la boca.

Pero igual, yo empecé a agarrar el ritmo y cada vez que se venía un pijazo echaba el culo hacia atrás para comermela toda.

Sentía sus huevos rebotando en mis nalgas.

Era tremenda garcha, y el negro aguantaba pila

me cogió bien cogido el ojete durante unos cuarenta minutos, sin parar, sacándome cuatro o cinco polvos de novela.

Llegó un momento en que cuando después de cada vergazo se echaba para atrás, al sacarme la pija de golpe, aquel socotroco de carne parecía una sopapa y me sacaba la mierda sin yo poder evitarlo.

A lo último, siempre en cuatro patas con la cara enterrada en el almohadón que había tirado en el piso  y  el orto bien ensartado, miré hacia atrás y vi que tenía un charco de mierda entre mis piernas a unos centímetros de mí desfigurada cara de brisca.

No dije absolutamente nada, no me quería perder ni un minuto de pija, aguantando la respiración se la seguí gozando, hasta que me llenó el culo con su leche caliente.

El negro mugriento estaba asombrado, se la había comido toda, hasta los huevos.

Le había dado unos polvos increíbles que pocas veces se dan con el ojete.

.. *sos una yegua garchando, hija de puta… dijo

.. viste papi que puta que soy…

Y aprovechando que "el pobre petizo" aún no llegaba fui a la carterita y saqué la cinta métrica,  por eso antes afirmaba que la hedionda verga del negro, aunque cueste creerlo, tenía 32 centímetros de largo y casi 24 de grosor.

En todo el tiempo que llevo garchando, muy pocas veces me encontré con vergas de ese tamaño.

Cuando me toca una, le hago todos los honores para que me siga cogiendo un buen tiempo.

Hay un loco que me viene garchando hace como dos años y nunca le he dado la concha, siempre por el orto, y el loco de la vida, donde va a encontrar una guacha tan  puta y con un ojete tragón como el mío.

Volviendo a Punta del Éste, estoy segura de  que algunos se estarán preguntando por qué dije “el pobre petiso”.

Muy simple los primeros siete días de mis vacaciones los había pasado garchando con el petiso, 3 días el y el grandote, después un día el solo y los tres últimos él y el negro.

Me quedaban como veinte días más, pero, con el petiso no pensaba garchar más.

Pero, no era que en lugar de pasar las noches en una pieza de cuarta, garchando sin parar. Hubiera resuelto

dedicarlas saliendo a bailar y divertirme, que en definitiva es a lo que todo el mundo viene a Punta del Este.

No, no, era nada de eso.

Mi opción tenía poca diferencia con la rutina que ya traía.

O sea, de mañana cuatro o cinco horas durmiendo a pata suelta, de tarde mucha  playa y a la noche mucha verga.

El único cambio sería el de pieza, ya  que cruzaría la calle hasta la verdulería y pasaría las noches, encerrada en otra pieza, garchando con 4 o 5 machos.

Había llegado a esa decisión luego de lo que ahora les cuento.

Cuando el Petiso aún no había regresado,  luego de cuarenta y pico de minutos en los que sin parar ni un segundo, el negro hijo de puta con su enorme pedazo de verga, me había desarmado el ojete sin ninguna compasión, sacándome de lo más profundo de los intestinos cuatro o cinco brutales acabadas y al final, (conmigo en cuatro patas, con las rodillas en un charco de caca que por primera vez me sacaban a fuerza de verga.

El hijo de puta no sólo tenía la guasca más  larga y más gruesa que yo conocía, sino que,encima de eso luego de  sentir que ya le había  comido totalmente, sus 32 centímetros de negra, gruesa y hedionda verga.

Apenas sintió a sus huevos rebotando en mis nalgas el loco se olvidó de todo y conmigo en el piso, de cabeza enterrada en el almohadón parando el orto al máximo y las manos prendidas de mis nalgas intentando abrirme el culo un poco  más, mientras el loco, aprovechando mi postura y manteniéndose de pie flexionando sus rodillas comenzó con una especie de lagartijas o sentadillas, en las que al flexionar las rodillas como para agacharse  su tripon me llegaba bien al fondo, para de inmediato erguirse hasta quedar casi de pie dejándome apenas la punta de la pija en el orto, para nuevamente descargar su cuerpo sobre el mío y por tanto su guasca en mí culo.

también

negro me tenía bien ensartada, me había dicho al oído,...

…"Querés que te siga garchando el orto como ahora…

…"Si papi por supuesto"…

…"Entonces no seas mala, dejá de venir a esta pieza y empieza a visitarme en la verdulería"

"Yo al petiso no lo banco mucho, éstos días vine para sacarme el gusto de cogerte bien"

"Pero si querés que te siga dando verga, vas a tener que empezar a visitarme a mi y a mis amigos del trabajo"

"Yo lo mire y pregunté…

… "Cuántos son"

…"Cinco, nada más, dijo"

"Cinco escuché y la cabeza  me dió vuelta".

"Sin pensar ni un segundo le respondí"…

"Si papito mañana mismo empiezo a ir"

…"Y sin poder aguantarme, pregunté…

…"Son vergudos como vos"

"No tanto, pero bastante"

Con la boca hecha agua, esperé que llegara la siguiente noche.