Otra noche juntos

¿Te crees que voy a hacer todo lo que tú me digas? ¡Ahora es tu turno de sufrir el placer que voy darte!

Otra noche juntos

-¿Te crees que voy a hacer todo lo que tú me digas? ¡Ahora es tu turno de sufrir el placer que voy darte!

Otra noche juntos, mi amor. Empezar a vivir juntos fue la mejor decisión de nuestras vidas.

Parece increíble, cuando nos metimos en la cama acordamos dormir, ya que estábamos cansados. Mas el roce de tu piel contra la mía, tus brazos rodeándome, tu aliento en mi nuca… hace que me estremezca. Mi piel se eriza sólo con pensar en las noches pasadas, mi respiración empieza a agitarse y mis pezones se ponen de punta. Tú lo notas. Noto que también a ti te cuesta coger aire… Son las 12:30 de la noche de un miércoles cualquiera, mañana tendremos que levantarnos demasiado pronto y ninguno de los dos puede dormir. A menos que

Giro la cabeza, lo justo para poder besarte, sólo un piquito, y vuelvo a intentar dormir. Pero, para ti, eso ha sido la chispa que ha prendido el fuego, lo que ha hecho que se te ponga bien dura. Sin mucho esfuerzo consigues darme la vuelta. Ya me tienes, cara a cara, y me devuelves ese primer beso que yo te di. Me abrazas muy fuerte, huelo tu pelo, lo acaricio, juego con él. Entonces es cuando empiezo a darte besitos en el cuello, muy tiernos, besitos dulces.

Mientras tanto, tus manos no pueden estarse quietas. Recorren cada milímetro de mi espalda. Desde mi nuca hasta el principio de mi culo, ese que te hace perder el sentido cada vez que empiezo a bailar.

Para tu sorpresa, la dirección de mis besos cambia de destino. Normalmente de tu cuello pasaría a tus labios y nos fundiríamos en mil apasionados besos. Pero esta noche no será así. Esta vez voy bajando por tu torso. Mis besos intentan simular una delgada fila de hormiguitas recorriendo tu pecho y tu vientre. Mi morena melena, además, va apenas rozando tu costado derecho.

Por fin mis labios llegan a lo que tú crees que era su destino. Están justo en la base del tronco, pero vuelves a equivocarte, y notas como me desvío a tu ingle y llego hasta tus pelotas. Las beso a ellas también. Unos besos muy carnosos se alternan, de izquierda a derecha, de una a otra… Hasta que los besos van dando paso a pequeños lametones y éstos a ligeras succiones.

Ésta vez sí, con un suave lametón recorro todo tu pene, desde la base hasta la puntita. Lo repito varias veces, por todos los lados, la humedezco bien… muy bien. Y cuando ya no puedes más, cuando tus dos manos ya están en mi cabeza y tus dedos enredados en mi pelo, cuando ya habías desistido de intentar apretar mi cabeza en tu sexo, justo entonces, me la meto enterita en mi boca. La siento, la succiono, noto cómo crece aún más si cabe dentro de mí. Y mi lengua juega con ella, sin sacarla. Sé por tus gemidos que te gusta, que te vuelve loco. Sabes que a mi también me gusta que me estoy poniendo muy cachonda al tener ese pollón dentro de mi boca.

Mis manos tampoco pueden parar quietas, una de ellas está acariciando tus huevos y la otra aprieta tus nalgas, acompasándolo con mis subidas y bajadas por tu verga.

Voy jugando así durante un rato. No mucho. Sólo lo justo para llevarte al éxtasis. Me deleito en lo que te estoy haciendo, no puedo evitarlo, adoro darte placer. Es tanto lo que sentimos juntos que yo ya no puedo más. Dejo de golpe lo que estaba haciendo y te susurro al oído:

-Si no me metes ese pollón ahora mismo me muero. ¡Necesito que me hagas tuya!

Tú sonríes, me tumbas a tu lado y te tumbas encima de mí. Sólo con sentir tu peso encima de mí ya casi me voy. Y tú, juguetón y vengativo como buen Escorpio que eres me susurras también:

-¿Te crees que voy a hacer todo lo que tú me digas? ¡Ahora es tu turno de sufrir el placer que voy darte!

Y llevas tu cabeza a mi entrepierna. Te paras ahí sin hacer nada, simplemente contemplando el suculento manjar. Cogiendo aire para el asalto. Yo me desespero, no puedo más, ahora mismo lo noto todo: tus manos en mis nalgas, tu pelo haciéndome cosquillas en mis muslos y tu agitada respiración en mi empapado sexo. Te decides y le das un lametón a toda mi rajita, hecho que detona mi excitación y hace que me corra tan intensamente que parece increíble que ni siquiera me estés tocando. Esperas a que acabe de convulsionarme de placer. Te deleitas viendo la expresión de mi cara, viendo mi cuerpo temblando de gozo y pura pasión. Y justo antes de que exhale el suspiro que denota el fin de mi placer vuelves al ataque. Buscas con tu lengua en cada rincón de mis labios. Encuentras mi clítoris y juegas con él.

Para entonces, mis manos ya están en tu cabeza apartándote esos rizos para que no te molesten en el trabajo en el que te encuentras inmerso. Pero mi alma, no, nuestras almas ya están en el cielo.

Aguantas así bastante rato, provocándome innumerables orgasmos que me hacen gemir hasta que me quedo sin aliento. Cuando decides que ya es suficiente subes tu cara hasta ponerla justo delante de la mía. La tienes empapada de mis jugos. Te doy mil besos intentando limpiarte y demostrarte a la vez mi agradecimiento. Ilusa de mí, creí que aquí acababa todo por esta noche

Fue justo entonces cuando, de una sola embestida, entierras tu sexo dentro del mío. Un pequeño grito se escapa de mi boca y me agarro a ti rodeándote con brazos y piernas. Un torrente de sensaciones recorre todo mi cuerpo. Lo que tu enorme polla me provoca es indescriptible. Escapa a mi entendimiento tu aguante. Para mí, cada segundo más de vida me parece un milagro. No puedo conmigo misma y me abandono a ti. Lo único que puedo hacer es decirte, entre suspiro y suspiro:

-Te quiero, mi amor. Soy toda tuya. Te amo.

Somos un único ser

.

Nos miramos a los ojos, y leo en ellos tu respuesta. No hace falta que digas nada. Y también veo en ellos otra cosa, veo que no tardarás en acabar, sólo un par de embestidas más y llegamos los dos juntos.

Tan intensa, tan profunda, tan dulce, caliente y apasionada es nuestra corrida que nos deja a los dos agotados. Te desplomas encima de mí, y yo no puedo pensar en nada, sólo puedo sentir.

Nuestro amor nos ha dejado casi inconscientes, en un último esfuerzo te tumbas a mi lado y vueles a abrazarme, como protegiéndome, de la misma manera que lo hiciste al principio de la noche. Sólo hay dos pequeños detalles que lo distinguen: nuestras sonrisas y la hora, pues ya son casi las 2 de la madrugada.

Mañana será un día muy cansado