Otra noche en el hospital

Nuestra protagonista vuelve a la pieza donde tiene sexo con el viejo paciente.

Otra noche en el hospital

Pasó el día con la mente puesta en la pieza del hospital donde le aguardaba el paciente al que la noche anterior le hiciera una mamada como esas que ella sabía hacer. Y la había disfrutado como pocas veces, con los dedos del hombre en su vulva, que la hicieron vaciar todos los jugos que guardaba de tanto tiempo. Ese mismo anciano la estaba esperando para continuar lo que empezaron, lo que significaba que esta noche, al igual  que la anterior, nuevamente ella daría rienda suelta a toda su sexualidad reprimida, descubriendo a una hembra desconocida, que no sabía que existía en ella: un ser erótico y sensual que deseaba experimentar el sexo hasta el límite, como si el mañana no existiera.

Un hombre mayor, casi un anciano, había despertado en ella una mujer desconocida, que estuvo siempre dormida. No podía creer que su verdadera naturaleza fuera tan ardiente, tan entregada al sexo, disfrutándolo a plenitud, de una manera casi salvaje. Imaginaba que ese anciano (le encantaba pensar que se la había chupado a un anciano y este la había hecho acabar, aunque ese hombre en la cama del hospital distaba de serlo, aunque tampoco era un muchacho) pensaría que ella era una puta y ese pensamiento no le molestaba. Al contrario, sentía una exquisita sensación morbosa al pensar en que ese viejito la creía una perra caliente.

Ella, la respetable señora que nunca había engañado a su marido (bueno, una vez, a decir verdad), dueña de casa abnegada, la profesional responsable y exitosa, se había revelado ante ese desconocido como una puta en celo. Ese pensamiento la hizo sonreír pues se sintió feliz de haber revelado su verdadera personalidad en el sexo, lo que la había hecho disfrutarlo como nunca antes lo había hecho. Si eso era ser una puta, ella feliz de serlo, pero evidentemente no era una prostituta sino una puta en la cama, algo bien diferente.

Cuando volvió al hospital  esa noche iba dispuesta a entregarse al desconocido nuevamente y no le importaba lo que este pensara de ella. Quería probar su polla, tenerla dentro y gozar como una golfa. Ese solo pensamiento la tenía al borde del orgasmo cuando empezó su turno, esperando con ansiedad que todos durmieran para hacer su visita a la pieza donde tanto había gozado la noche anterior. El pensamiento de que ese hombre la veía como una cualquiera, dispuesta a todo, la excitaba hasta el paroxismo. Se sentía sucia y le agradaba, como si se tratara de otra mujer, no de la pulcra y decente Trinidad. La noche anterior había descubierto otro ser conviviendo con lo que ella había sido hasta ahora, un ser lascivo, lleno de deseo insatisfecho y que ahora daba rienda suelta a toda su morbosidad. Y le encantaba ese ser sexual que había descubierto en la pieza de ee hombre, en el hospital.

Era tanta su excitación pensando en lo que le esperaba en la pieza donde estaba el desconocido que, no pudiendo aguantar más la calentura, a medianoche se refugió en un baño, donde se bajó las bragas y empezó a masturbarse con tanta energía, pensando en la verga del hombre que la esperaba, que a los pocos segundos empezó a chorrear sus líquidos por el suelo, mientras los espasmos llenaban su cuerpo, que se retorcía del gusto que le proporcionaba esa paja solitaria . Cuando acabó, ya más calmada, decidió quedarse sin las bragas, las que guardó en su cartera. ¿Para qué ponérselas si sería lo primero que se quitaría cuando estuviera con el paciente al que pensaba follar?

A las dos de la madrugada, era tanta su excitación y no pudiendo soportar más la espera, decidió ir a hacer la visita que tanto deseaba. Tomó instrumental como si fuera a tomar una muestra, en caso de que la sorprendieran, y partió rauda a la pieza donde estaba su paciente.

Cuando abrió la puerta sintió que era la otra Trinidad la que penetraba en la pieza, una mujer segura de si misma, sabedora de lo que haría con ese desconocido y lo que esperaba de este encuentro. En su mirada y en sus gestos había decisión y confianza, acompañados de una leve sonrisa que bailaba en su rostro. Una sonrisa que invitaba a imaginarla teniendo sexo. Y ella lo tendría esa noche, sin duda.

Al entrar, el, como si la esperara, le sonrió.

Sabía que hoy vendrías antes de la hora.

¿Por qué?

El nada dijo, limitándose a sonreír picarescamente. El bulto que se dibujaba bajo la sabana era elocuente respuesta.

Ella sonrió y poniendo el cartel de advertencia en la puerta, la cerró.

Para que no nos molesten

Como anoche, ¿verdad?

Sí, como anoche

Pero esta noche será mucho mejor

Trinidad nada dijo, limitándose a acercarse a la cama, donde el hombre la esperaba con bulto bajo la sabana indicándole que estaba preparado para lo que ella quisiera. Y ella lo quería todo.

No sé por qué hice lo que hice anoche

Porque lo deseabas y te gustaba

Quizás qué cosa pensará usted de mí

¿Importa algo eso?

Yo normalmente no soy así

Tal vez en el fondo eres como fuiste anoche y no como eres normalmente

Quedó pensando en las palabras del anciano. Era lo mismo  que ella había estado meditando  antes de entrar en la pieza, como si él le leyera los pensamientos.

¿Por qué?

Sencillo, porque hasta anoche no habías disfrutado el sexo como tu verdadero ser lo disfrutó.

No creo

Sí, porque tu actitud tímida de un principio dio paso a una mujer liberada en la medida que tomabas confianza. Solo eso puede explicar tanto cambio en tan poco tiempo

Trinidad se dio vuelta, avergonzada, ocultando el rostro de el para que no viera la confusión que sus palabras le producían. Efectivamente, la noche anterior se había dejado llevar y la mujer que emergió era un torbellino de placer, completamente desconocida para ella. Y el lo había captado perfectamente. Sus palabras así lo reflejaban.

El había descubierto en ella la otra Trinidad, la entregada al placer y al sexo. Y ella sentía que esa nueva piel le gustaba y quería disfrutarla. Quería sexo y lo quería todo. Esta noche sería todo lo que el quisiera de ella.

Se dio vuelta y abrió su uniforme, quedando con sus pechos solamente cubiertos por un exquisito sostén y nada. Su vagina al aire demostraba lo decidida que venía a follar.

Mmmmm, viniste preparada

¿Para qué perder tiempo?

Tienes razón. Ven

Ella se acercó, desprendiéndose completamente del uniforme, y levantó la sabana que cubría al paciente. De entre estas emergió el pedazo de carne en toda su plenitud, ya que el hombre estaba completamente desnudo.

Guauuuuu, tu también estabas preparado

Súbete y móntame

Trinidad no se hizo esperar la invitación y se subió a la cama, poniendo una pierna a cada lado del paciente, bajando lentamente, mientras su vulva iba en busca de la lanza que la esperaba para atravesarla. Con una de sus manos guió el trozo de carne hasta que quedó a la entrada de su gruta. Y cuando lo tuvo con la cabeza pugnando por entrar, se dejó caer, completando la unión de los cuerpos. Fue casi un gesto desesperado el suyo, por tanto tiempo sin probar sexo de verdad. Ahora finalmente tenía una verga de verdad dentro suya. Se sintió feliz con la sensación de que sentía al saberse sentada sobre ese desconocido y con ese pedazo de carne penetrándola completamente.

Tómame las tetas

Mmmmm, ricasssssss

El anciano bajó el sostén y dejo al aire los senos de Trinidad, que empezó a besar y chupar de manera alternada.

¿Te gustan?

Eres rica

Sigue chupando, cabrón

Ah, putita

Siiiiiiiiii

Gozaaaaaaa

Siiii, ricaaaaaa

Tomaaaaa, tomaaaa

Aghhhhhhhhhh

Entre quejidos y ayes, se movían con desesperación, ella subiendo y bajando, mientras el metía y sacaba. Ella lo cabalgaba y el se dejaba cabalgar. Ella lo follaba y el la follaba. Eran macho y hembra enloquecidos de calentura intentando entregar todo su ardor en esa follada en que ponían todas sus energías. Pero de los dos, ella era la que más gozaba, ya que sus deseos insatisfechos finalmente se habían liberado y estaba entregando todo lo que por tanto tiempo tuvo escondido dentro suyo, a la puta que siempre había dormido en su interior.

Este era su segundo amante en toda su vida de casada, pero se sentía como si con este hubiera llegado a lo más bajo y que era usada como un objeto al que estaban exprimiendo todo aquello que ella nunca creyó saldría a la luz. Y le gustaba ser usada, como si fuera una puta a la que habían contratado para bajarle la calentura a ese anciano postrado. Una puta que gozaba sintiendo que su cliente la estaba follando con tanta energía. Una puta. Sí, una puta. Ese pensamiento imprimió más energía en sus movimientos, que se hicieron más intensos.

Sus arremetidas aumentaron y al poco tiempo los dos cuerpos empezaron a sentir el efecto de la pasión en ebullición, arqueándose y temblando ante la proximidad del orgasmo que les venía de manera incontenible. Eran macho y hembra follando, como una pareja de animales en celo.

Mijitooooooooo

Mijitaaaaaaaaaa

Viejo ricooooooooo

Putaaaaaaaaaaa

Puto cabronnnnnnnnnnnn

Perra calienteeeeeeeee

Aghhhhhhhhhhhh

Aghhhhhhhhhhhh

Sus cuerpos se entregaron al gozo pleno de una acabada increíble, que acabó con el resto de energía en ellos y llenó sus sexos de semen, en tanto los dos respiraban dificultosamente en busca del aire que les faltaba para recuperar la normalidad.

Quedaron finalmente abrazados, ella sobre el y el con su verga aún metida en ella.

Trinidad se bajó de la camilla y estaba poniéndose el uniforme cuando el le habló.

¿Lo has hecho a lo perrito?

No, nunca

¿Por qué?

No sé. A mi marido no se le ha ocurrido nunca hacerlo

¿Y a ti?

Yo…..

¿Quieres probar?

Dejó el uniforme donde estaba y preguntó

¿Cómo se hace?

Afírmate en la cama con los codos

Ella hizo lo que le pedía el anciano y quedó con su culo paradito, invitante, incitante. El se bajó de la camilla y se paró detrás de Trinidad, poniendo su verga entre sus nalgas.

Es como lo hicimos recién, pero te lo meteré entre los cachetes

Entiendo, tal como lo hacen los perros.

Bueno, por eso se llama así

El trozo de carne se metió entre las nalgas níveas de Trinidad y se hundió en su vagina, metiéndose hasta el fondo, en tanto el anciano se agarraba de sus senos, apretándolos mientras se ayudaba en las metidas y sacadas, como si la estuviera cabalgando.

¿Te gusta?

Siiiiiiiii. Es rico sentir tus bolas contra mis cachetes

Mmmm, exquisitoooo

Golpea fuerte, cabrón

Tomaaa, perraaaaaaaa

Si, daleeeeee

Aghhhhhhhhh

Mijitoooooooooooo

Ricaaaaaaaaa

Fue una experiencia nueva que Trinidad gozó increíblemente, sintiéndose como una perra leva, empalada por su macho. El hombre sacó su verga, aún parada y con restos de jugos de Trinidad, y la puso a la entrada de su exquisito culo, que se sobresaltó al sentir que las intenciones del hombre eran encularla, algo que nunca antes había hecho. Su culo estaba inviolado, a pesar de los muchos ruegos de su marido y de su único amante.

No, para. No

Pero el hombre, sin hacerle caso, empezó a empujar su trozo de carne en la entrada del culo virgen de Trinidad.

Nooo. Noooooo

El problema era que no podía gritar mucho por temor de ser oída y no tuvo mas remedio que afirmarse en la cama con todas sus fuerzas y aguantar las embestidas de ese anciano que salió mucho mas caliente de lo que ella imaginara. Y la cabeza de la verga empezó a penetrarla, produciéndole un dolor inmenso, que tuvo que callar por temor a ser escuchada. Soltó los músculos de su trasero para aliviar el dolor y se dejó hacer, en tanto el hombre empujaba con todas sus fuerzas, hasta que la verga se entró completamente en el canal trasero de la pobre Trinidad, que nada podía hacer para evitar lo que el hombre hacía.

Al cabo de un rato el dolor había amainado y solo quedaba un malestar que era soportable, por lo que Trinidad empezó a moverse para sacar provecho de la situación. Si le habían quitado la virginidad por el culo, ahora solo restaba sacar provecho de ello e intentar gozar con esa tremenda verga en su parte trasera.

Una fuerza desconocida se apoderó de ella, algo que la movía a gozar al máximo lo que estaba viviendo. Ese hombre la estaba usando como si fuera un objeto sexual y a ella le gustaba que lo hiciera. Sentía el deseo de humillarse y que la humillaran. ¿Ese anciano la consideraba una puta? Bueno, sería toda una puta y así se comportaria. Pero también gozaría como una puta, como lo estaba haciendo ahora.

Me gusta, ohhhh siiiiiiiiiiiiiiii

Sabía que te gustaría, mijitaaaaaaaaaaa

Dale más, daleeeeee

Siiiiiiii. Tomaaaaaa

¿Te gusta mi culo, viejo putón?

Es rico. Está virgencitoooooo

Siiiiiii, eres el primero por ahíiiiiiiiiiiiii

Tomaaaaaaaa, tomaaaaaaaa

Aghhhhhhhhh, qué ricoooooooooo

Fue una acabada apoteósica la de esos dos cuerpos que se curvaron y quedaron finalmente en el suelo, desparramando sus jugos por el piso.

Los dos cuerpos desnudos, en el suelo, intentando recuperar la respiración, con la verga de el aún incrustada en el culo de ella, era todo un espectáculo. Y fue ese espectáculo el que vio la enfermera jefa que abrió la puerta para averiguar el por qué del letrero en la puerta. Tan silenciosamente como había abierto, cerró la puerta y se retiró, con una sonrisa bailando en su rostro.