Otra noche con Judith
Mi compañera de piso me sorprende y se une a la diversión
Estaba en la cama, sola, caliente, había leído unos cuantos relatos de www.todorelatos.com , tenía la cabeza llena de fantasías eróticas, la temperatura corporal por encima de lo normal, una mano tocando mi pecho, pellizcando mi pezón y un dedo acariciando mi clítoris. Era otra noche más dónde iba a compartir toda mi sexualidad conmigo misma, otra de tantas en las que soñaba que iba al despacho del profesor a revisar la nota de un examen y usaba todos mis encantos para subir la nota o que un guapo millonario me llevaba a su mansión y me descubría los más sucios placeres del sexo.
Esta noche fantaseaba con el vecino del quinto, estaba buenísimo, más una vez le había mirado el paquete mientras subíamos en el ascensor, me imaginaba que el ascensor se paraba, la alarma no funcionaba, hacía calor y me desabrochaba un botón de la blusa, él me miraba sin disimulo, me besaba en la boca, una mano me desabrochaba el resto de botones y la otra se metía bajo mi falda y acariciaba mi sexo por encima de las braguitas, me las bajaba, sus manos me cogían por las nalgas, mis piernas rodeaban su cintura y su miembro se introducía en mi vagina, fornicábamos como animales en un pequeño habitáculo colgado a varios metros de altura, con estos pensamientos en mi cabeza, los ojos cerrados, mi mano seguía trabajando mis senos y un segundo dedo se había unido a la estimulación de mi coñito, ya húmedo.
- Hola
¿De dónde venía esa voz?, me daba igual, estaba excitada con las embestidas de mi vecino, ¿aguantaría el ascensor o mi vida llegaría a su fin mientras tenía el mayor orgasmo de mi vida?
- Hola, Sofía, ¿necesitas ayuda?
La voz era real, abrí los ojos de repente y en el marco de la puerta vi a Judith, mi compañera de piso.
- Hola, Judith, que vergüenza. ¿Qué haces aquí?, ¿no tenías clase hasta las 9?
- Sí, son las 9 y media
- Oh, se me ha pasado el tiempo volando
- Ya veo, ya. Cuando se disfruta se pierde la noción del tiempo. ¿Puedo unirme?
- Ya tardas
Conozco a Judith desde hace 5 meses, antes de conocerla nunca había disfrutado del sexo con otra mujer, a las dos nos gustan los hombres pero a falta de un buen rabo no le hacemos asco a una almeja.
Judith se desvistió y se puso a mi lado en la cama, nos miramos a los ojos, los cerramos, acercamos nuestras cabezas hasta que nuestros labios de juntaron, se abrieron, nuestras lenguas se tocaron, nuestras salivas se mezclaron, nuestras bocas se separan, aunque siguen unidas por un hilillo de baba, me muerde el labio inferior y estira suavemente hasta que lo suelta, mantengo mi boca abierta para que me meta su lengua y cuando la mete, se la saco con la mía, nuestras babas chorrean por la barbilla y caen sobre nuestros sudados cuerpos. Sus labios me besan la mejilla, siguen dando besitos a lo largo del cuello, bajando hasta mis pechos, mientras con la mano me lo soba, lo acaricia, lo aprieta, lo suelta y lo vuelve a apretar más fuerte, su lengua lame mi pezón, lo chupa, lo succiona, provocando la erección del mismo, a continuación dedica la misma atención al otro pecho, lo babea, succiona toda la aureola, lo aprieta, lo ordeña, hasta ponerlo bien durito, los besos siguen el camino descendente a través de mi barriga, mi ombligo, al que le dedica una atención especial, vuelve a subir haciendo el camino inverso para lamer mi canalillo, mientras tus dedos pellizcan mis ya duros y erectos pezones.
Abro mis piernas para mostrarle su destino final, me besa la parte interior de los muslos, acercándose poco a poco a mi entrepierna, noto el aire espirado por su nariz sobre mi sexo, sus labios superiores se juntan a mis labios inferiores, los besa, los chupa, los saborea, los babea, los succiona, su lengua se abre camino entre mis pliegues ayudado por sus dedos, que dejan al descubierto mi clítoris, su boca escupe para mojar mi punto de placer, su lengua lo estimula, estoy a punto de explotar, mi cuerpo tiembla de placer, su lengua mantiene su ritmo y no me deja ni un momento de descanso, mi excitación va en aumento, mi cuerpo se arquea pero su lengua no se separa del suculento manjar para terminar provocando mi orgasmo.
- Judith, creo que voy a dejar los hombres por ti
- Siempre dices lo mismo pero en cuanto puedes me pones los cuernos. Es mi turno
Y entonces, le devolví todo el placer que ella me había dado.