Otra loca historia de espias (Capitulo 1)

Dos maneras diferentes de ver la vida, un trabajo que las une.

Este es mi primer trabajo. Ya estaba escrito y solo fue cuestion de cambiarle algunas cosas y adaptarlo. Espero que les guste.

CONOCIENDO AL ENEMIGO

Ultima ronda de la noche. Me encanta mi vida. Voy de bar en bar buscando, cazando y seduciendo mujeres cuando el trabajo me da la oportunidad y vaya que son pocas. Después de un elegante juego de seducción, caen y hago con ellas lo que me place hasta que ambas caemos exhaustas y luego sin más, las abandono borrando toda huella de mi visita. Más me vale ser precavida y dejar pocos o nulos testigos. Regularmente no se dan cuenta de cunado las abandono. Nunca doy mi nombre real, mi teléfono o algún dato que pueda comprometerme a más visitas posteriores. Han sido realmente pocas las que han tenido la dicha de por lo menos conocer un poco de mi vida pero han quedado completamente “rotas” por así decirlo.

Algunas personas me describen como un gran trozo de hielo imposible de derretir debido a mi lema de “no te comprometas y no saldrás lastimado”. Afortunadamente este día ha sido especial, logre llevarme a la cama a una dulce y sensual chica que llevaba mucho tiempo persiguiendo y se hacia la difícil. Hoy por fin logro caer en mis garras. ¿Como describirla? Simplemente hermosa. Alta, delgada, cabello negro hasta los hombros y muy lacio, una tez blanca como porcelana y extremadamente suave al tacto, derrochaba sensualidad con esa mirada felina enmarcada por unos grandes y expresivos iris color gris, extremadamente elegante para vestir y en modos a demás de simpática. ¿Su nombre? No lo sabía pero estaba a punto de averiguarlo. Me vestí y tome asiento a su lado esperando a que recobrara conciencia, cosa que no tardo mucho en suceder.

Se desperezo lentamente y me miro a los ojos con dulzura y una exuberante sonrisa a la vez que tomaba mi mano. Mi nombre es Helena Blackwood, tengo 26 años y aquí es donde comienza el capitulo mas interesante de mi vida.

−        Hola, ¿Cómo te llamas? Olvide preguntártelo anoche y creo que este es un buen momento para intimar.

−        Que graciosa. Te dije como me llamaba.

−        Se que no es real. ¿Quieres jugar entonces?

−        ¿Para que? – al parecer se divertía con el hecho de que mi paciencia se iba con cada nueva pregunta – así esta mejor.

−        Me gustaría saberlo, es todo.  Es mas, comencemos con el mío. Me llamo Helena Blackwood.

−        ¿Blackwood dices? – frunció el seño – Creo saber quien eres. Famosa en el ambiente por tus múltiples conquistas. Toda una seductora y rompecorazones. Eres como el tequila.

−        ¿Cómo el tequila?

−        Vienes, eres tentadora y cuando al fin te toman, dejas un sabor amargo y una grave resaca al día siguiente. Soy Ada Wolffburg.

−        Mucho gusto. Escúchame, te seré muy sincera.

−        ¿Con que?

Me abraza y se coloca sobre mí rodeándome la cintura con sus largas y firmes piernas. Era como estar atrapada entre los tentáculos de esos pulpos gigantes: bellos y peligrosos pero sin esa sensación babosa al final y el olor desagradable. Ella olía extremadamente bien. Almizcle dulzón con un toque cítrico en el cabello.

−        Llevo detrás de ti más de tres meses. Me vuelves completamente loca.

“Y ni hablar de anoche”, pensé. No era justo que hiciera todo el trabajo para que ella simplemente terminara con el ego más elevado que un satélite espía ruso. No le iba a confesar que me volvía loca su presencia y que desde el momento en el que le mencione mi nombre real, le estaba confiriendo de alguna manera. Cierto grado de intimidad para conmigo que esperaba, fuera reciproco.

Me miraba confiada y sonriendo. Soltó un poco su amarre y tomo aire.

−        Prácticamente estamos en las mismas. También te he seguido todo este tiempo. Tienes algo que me pertenece y quiero recuperarlo. Prácticamente estamos compitiendo en este elaborado juego.

−        ¿Compitiendo?

Trabajamos en lo mismo. Es decir, para lo mismo pero en lugares y circunstancias diferentes. Claro que se quien eres. No me hubiera ido a la cama contigo solo por que

−        si, no soy este tipo de chica.

−        Que dura. Nadie tiene que saber lo que paso aquí, ¿Cierto?

−        ¿Miedo?

−        Cuestiones de reputación. Eres de las pocas que tiene malas referencias sobre mí.

−        No son malas referencias es solo que las chicas no son lo mío aunque contigo hice una excepción ya que no pareces del todo una chica. Pensé que eras de esos jovencillos extraños y solo tenia como dato: H. Blackwood. Agente. Solo entrégame mi paquete y te puedes olvidar de esto.

Era demasiado directa para mi gusto y también estaba a punto de formar parte de mi lista negra si continuaba con esos aires de superioridad.

Le entregue el  pequeño paquete que mi jefe me había encomendado pocos días atrás. Únicamente e dijo que sabría cual era el momento indicado, en el momento indicado. Si ahora ella me lo pide, debe ser por algo. Encamino el paquete hacia ella pero me detengo antes de que siquiera pueda tocarlo

−        No será tan fácil. Obra predilecta.

−        Línea blanca sobre lienzo blanco.

Justamente la palabra clave. Le entrego el paquete. Se viste rápidamente y guarda la preciada cajita entre sus generosos pechos.

Dios bendiga los pechos turgentes

.

¿El paquete? Del tamaño de una caja para anillos pero con un contenido completamente ajeno a mi comprensión. Podría haber sido tanto un pendrive como una bomba. Uno nunca sabe que esperar en este trabajo.

Roza sus labios contra los míos delicadamente.

  • Si es tan importante, ¿Por qué lo guardas ahí?

  • Nadie menciono que fuera algo importante o que fuera de tu incumbencia. Limítate a portarte como el mensajero y deja de hacer preguntas de las cuales no querrás escuchar respuesta.

-          Tú ganas, me largo. Tengo que ponerme al día en el mundo real.

-          Me parece perfecto aunque, deseo verte de nuevo.

-          Lamento decirte que no se va a poder.

-          ¿Por qué no? Estas aquí para hacer lo que te diga y no lo que tu quieras.

-          Creo que tienes una idea errónea sobre mí.

-          Toma – ignoro completamente mi defensa  –  te veo a las tres en el lugar que indica la tarjeta.

Me entrega un rectángulo de papel con su nombre. Me distraigo viendo el dato mientras pasa por un lado mío y me empuja para finalmente desapareé tras la puerta de la angosta habitación.

La dichosa tarjeta dictaba: ADA WOLFFBURG. COMPRA-VENTA DE LIBROS.  Su numero y una dirección el Chelsea escrito a mano.

Mas pronto que tarde recibo la llamada del jefe.

-          ¿Dónde te habías metido? Trate de localizarte durante toda la mañana y hasta tu rastreador estaba apagado.

-          No importa ya que tengo lo que querías. La información te llegara antes de las dos y el paquete fue entregado con éxito.

-          ¿Te aseguraste de que la clave fuera la correcta?

-          Afirmativo. ¿Qué sique?

-          ¿Te cito en algún lado?

-          Si.

-          ¿Para cuando?

-          Hoy mismo a las tres.

-          Enviare a Maurice para que te de el resto de los datos. Reúnete con el en el bistró de la esquina siguiente.

-          Correcto.

-          Por ultimo, ¿Te acostaste con ella?

Reí y di por terminado el asunto colgando el teléfono sin responderle. Llegue rápido y un joven de mi misma edad pero con el cabello rubio alborotado ya esperaba para darme el resto de la información desde su tableta electrónica. Era Maurice Ford.

-          ¿Qué sucede? – pregunte algo indiferente.

-          Debo seguirte de cerca. Sheridan no confía en esa chica, es demasiado complicada como para describirlo.

Durante el rato que permanecimos en la cafetería me relato una historia a medias sobre la peligrosidad y las hazañas hechas por esa misteriosa mujer durante sus años de servicio en “La Agencia”. Buscada en más de cuatro países como “extremadamente peligrosa”, sentencia a muerte si pisa EEUU, buscada por las principales agencias y servicios secretos del mundo, experta en armas y combate cuerpo a cuerpo hasta en las peores situaciones y un mundo de cosas que condecoraban de seguro, la pared sobre su chimenea (si es que tiene una).

-          Así que seria capaz de matarme con una cuchara,

-          Te sacaría los ojos. ¿escuchaste de las torturas japonesas? Pues las sabe junto con las rusas, las serbias, albanesas, chechenas…

-          No sigas. En si, es una asesina nata y quieren que arriesgue mi lindo trasero para conseguirles mas información y mantener a la mujer a raya, ¿Me equivoco?

-          Estas en lo correcto. Así que ahora ve y metete a la cueva del lobo y que te rompas una pierna.

Este era el destino que sin querer  estaba eligiendo.

Esta un poco corto pero es la introducción. Estare actualiando por capitulo. Gracias por leer.