Otoño en las sienes

Cuando llegué, la primera en salir a recibirme fue Lorena y me quedé impresionado. Estaba guapísima, muy cambiada. Estaba más hecha, era más mujer y tenía unas curvas impresionantes y las tetas, ¿De dónde habían salido esas tetas? No dudó en abalanzarse sobre mi echarme los brazos al cuello y abrazarme con fuerza mientras me llenaba de besos y me decía lo que me había echado de menos.

1

Cuando conocí a este tío, tendría yo unos veinticinco años y él un año más. Trabajamos en diferentes sitios, pero todos los días coincidíamos a la hora del desayuno, con lo que terminamos juntándonos en ese breve espacio de tiempo para charlar. Él era funcionario del estado y yo trabajaba en una empresa del sector privado y a lo que nos dedicábamos no tenía nada que ver aunque nos explicamos mutuamente nuestras responsabilidades y el desempeño dentro de nuestros trabajos.

Alberto que así se llamaba mi amigo era un tipo bonachón, poco atractivo, bajito y con sobrepeso, pero un gran conversador y para el puesto que desempeñaba dentro de ese ministerio, inteligente donde los haya. El principal problema era que tenía a medio terminar su carrera de ingeniería que tuvo que suspender por vicisitudes de la vida, pero que según me decía, quería retomar en cuando pudiese. Me gustaba escucharle, tenía una conversación interesante aunque a veces fuese tediosa ya que, sin exagerar, se podía tirar dos horas hablando sin parar.

Yo era el polo opuesto de Alberto, alto, bien parecido y con un cuerpo muy definido gracias al deporte que hacía todos los días. Mi nombre es Doroteo, Teo, para que nadie se riese de mi nombre y de lo poco acertados que fueron mis padres al ponerme el nombre de mi bisabuelo materno y eso que el empleado del registro se lo dijo a mi padre «Su hijo le odiará el día de mañana, se lo aseguro» Pero no fue impedimento para que me bautizaran entre partidarios y detractores de ese nombre.

Por aquel entonces Alberto tenía una novia de toda la vida, Yolanda, alias "La Yoli" que a la larga se convirtió en su esposa. Yolanda no era agraciada, lo siento pero es así. Yolanda era una "Choni" y para las personas que no sepan lo que significa ser una choni, se trata de un tipo de chica que compra ropa de mal gusto, súper ajustada, de colores estridentes, que pelea con cualquiera por cualquier cosa, sin expectativas profesionales ni personales y carentes de reconocimiento social.

Procedía de una familia de la España profunda y machista en el que el padre y los hijos varones eran los únicos que trabajaban. Era una familia numerosa, siete chicas y dos chicos, todos con los estudios obligatorios pero nada más, lo que obliga la ley. Según me contaba Yolanda en su casa su padre es el que ordena y manda y no se le discute y las mujeres son las encargadas de mantener la casa limpia y tener a sus "hombres" bien atendidos y a mí se me ponían los pelos como escarpias, porque encima es que le veneraban en ese ambiente tan machista.

Y quizás podría ser agradable a la vista esa ropa super ajustada, pero es que encima Yolanda era tan poco agraciada que en vez de traerla la cigüeña, la trajo un buitre. Y lo siento, siento ser tan superficial pero es que encima no tenía ni buen cuerpo y se pintaba más que una puerta. Un culazo sobredimensionado y unas tetazas enormes y caídas, celulitis y una miopía tan exagerada que utilizaba gafas de culo botella, con lo que era tan poco atractiva que me costaba aceptar que mi amigo tuviese como "novia" a ese tipo de mujer, aunque, el amor es ciego, y quien era yo para dudar de ese amor.

Aun así, con todo eso, tengo que reconocer que Yolanda era buena chica y se preocupaba mucho por su chico. Hicimos buenas migas, incluso con la chica con la que salía en ese momento, que estudiaba derecho, una relación que he de reconocer que duró más bien poco por incompatibilidad de caracteres, con lo que casi siempre que quedaba con estos amigos iba sin acompañante y Yolanda se preocupaba por mí, porque según ella «Un chico tan guapo como yo, no debería de permanecer por más tiempo soltero, me tenía que casar y llenarme de hijos» algo que nunca entraba en mis planes, aunque ella me llevaba amigas y hermanas a ver si me "liaban" y caía en sus redes, pero lo siento, eran del tipo de Yolanda y no eran mi estilo, con lo que amablemente y con la mayor de las educaciones me deshacía de ellas.

Sabía que mi amigo era de la vieja escuela, era de conocer a una chica, conocerla bien o muy bien y si todo encajaba entre los dos terminar frente a un cura diciendo el "sí quiero" Conocía como pensaba, ya eran unos cuantos años y me lo había confesado, no así yo, que era totalmente contrario al matrimonio y a comprometerme con nadie, amaba demasiado mi libertad y adoraba mi vida frívola, el placer de la conquista y tomar posesión de mi botín, entre sábanas de satén y gemidos de placer. Y cómo tenía que ser ocurrió, ya tenían vivienda, un magnifico chalet con piscina a las afueras de Madrid, un día cualquiera los dos quedaron conmigo y me dieron la invitación de boda y mi amigo me pidió que fuese testigo en su boda.

2

No hay mucho que contar de esa boda. Conociendo a Yolanda, las hermanas y amigas era una boda en la que no escatimaron nada pero de un gusto dudoso. No quise llevar acompañante, las mujeres que solía frecuentar eran tan superficiales y vacías como yo y creo que no soportaría ver su cara de disgusto por encontrarse en semejante tesitura.

En la mesa que me asignaron, estaban sentadas todas las amistades de los novios. Conocía a casi todos, pero me llamó la atención una chica que no conocía de nada y que estaba sentada a mi lado. Resultó ser la sobrina de mi amigo, una chica tímida, muy callada, guapa, pero no impresionante, que asignaron como mi "pareja" ya que ella también iba sola. Eso me lo dijo ella misma, en confianza cuando tomamos un poco de familiaridad y esa timidez y el vino hicieron que tuviese una falsa seguridad. Aun así he de reconocer que la chica era agradable y cuando nos levantamos de la mesa y pude observarla mejor vi que tenía un precioso cuerpo enfundado en un vestido muy ceñido a sus curvas.

—Vaya, veo que mi sobrina y tú habéis hecho buenas migas. Dijo mi amigo a mis espaldas mientras admiraba a su sobrina en la distancia, hablando con su ya, tía política.

—¡¡Capullo!! Dije dándome la vuelta con una gran sonrisa y dándole un abrazo. Vaya "marrones" me metes, le comenté en referencia a su sobrina.

—Vengaaaa Teo, que me he fijado como la miras. Comentó mi amigo echándose a reír. Además, y esto es información confidencial, ya hace casi un año que lo dejó con un novio que era un payaso pero ella lo quería mucho aunque no había futuro con él y desde entonces no ha conocido a nadie más. Le prometí que en mi boda le iba a sentar al lado de un tío que estaba para mojar pan, así que ahora no me dejes en mal lugar.

—Perdona Alberto, a lo mejor te he entendido mal…¿Me estás diciendo que me lie con tu sobrina? Pregunté sorprendido.

—Eso lo has dicho tú, dijo sonriendo. Mi sobrina es una mujer adulta, independiente y que sabe lo que quiere en todo momento, el resto, bueno, es cosa vuestra.

Alberto me dio una palmada amistosa en mi hombro y se fue a seguir saludando a la gente. Me fijé que Marta, la sobrina de Alberto, me miraba también desde la distancia con una sonrisa entre inocente y pícara, en esos momentos me pareció terriblemente atractiva y no me pareció una idea ridícula el que Marta y yo nos liásemos.

Desde la distancia levanté mi copa en su dirección y ella hizo lo mismo mientras socializábamos con diferentes personas. No sé cuánto tiempo pasaría, la verdad, para mí fue mucho y ya pensé que Marta había encontrado a alguien mejor ya que no la localizaba por la sala. Fue cuando la pareja de recién casados abrió la pista de baile y su voz sonó a mis espaldas.

—¿Me has echado de menos? Me preguntó con una suave voz.

—Pensé que te habías ido sin despedirte, no te encontraba. Dije con pena fingida.

—Perdona, ha sido un lapsus, se disculpó, la novia y sus amigas me han liado para preparar los regalos de los invitados, pero ahora soy toda tuya.

—¿Y qué te apetecería hacer?

—De momento, ir a la barra, pedir algo de beber y seguir conociéndonos, tengo la garganta seca. Dijo con un toque seductor.

Durante más de dos horas estuvimos charlando muy acaramelados, hasta que me pidió que la sacase a bailar. Ya en la pista, con mi mano rozando la parte baja de su espalda y preguntándome si llevaba ropa interior al no notar ningún tipo de costura, se arrimó más a mí y me lo susurró:

—Como no quiero estar en boca de mi familia mañana, yo me voy a ir ahora. Dame tu número de móvil y te mandaré mi dirección. Espera un tiempo prudencial y ven a mi casa.

Como si nada ocurriese, salimos de la pista y dándome dos besos se despidió de mí. Le di mi número de móvil y se fue a despedirse de su familia. Mi amigo me miró confundido a lo que yo solo me limité a encogerme de hombros. Ya era algo tarde y duré en ese banquete el tiempo en el que las hermanas y amigas de Yolanda empezaron un acercamiento táctico peligroso, a lo que yo me despedí de los novios y amigos conocidos iniciando mi retirada, momento en el que mi móvil vibraba con la entrada de un mensaje.

—Veo que al final te vas solo. Me dijo mi amigo.

—Bueno, no siempre se obtiene lo que se desea. Pero no te preocupes que esta noche follo. Una amiga me ha enviado un mensaje y me dice que está muy solita en su casa. Dije con una sonrisa traviesa.

—Que cabrón estas hecho. Yo de mayor quiero ser como tú. Dijo Alberto con envidia.

—Shhhh, que no te oiga tu mujer, si no esta noche duermes en el sofá. Le respondí divertido.

Nos echamos a reír los dos y me acompaño a la salida. Como no sabía lo que me iba a encontrar, me fui al bar del hotel y pedí una botella de ginebra y unas cuantas tónicas y me fui al coche. Ya dentro de él, miré los mensajes y había uno que me indicaba una dirección y un «No tardes»

Con el navegador indicándome la dirección me llevó a las afueras de Madrid capital y al poco aparcaba en una calle con edificios de nueva construcción. Ni llegué a tocar el botón del telefonillo, se oyó la apertura de la puerta y me dejó entrar hasta el ascensor. Cuando llegué al piso señalado vi la puerta abierta y sin encender la luz, entré dentro donde Marta me esperaba vestida con el mismo traje de la fiesta pero sin zapatos, iba descalza.

No lo voy a negar, mi intención era entrar a saco, comerla la boca y prácticamente desnudarla en la entrada de su casa, pero algo me paró en seco y eso no fue otra cosa, que notar que temblaba como una gata acorralada. Solo me acerqué y le di un ligero beso en los labios mientras acariciaba su brazo.

—Estas temblando ¿Te ocurre algo?

—No…no sé lo que estoy haciendo. Quizás tú estés acostumbrado a hacer esto, pero yo nunca lo he hecho y aunque en el convite estaba segura de llevarlo a cabo, ahora estoy muerta de miedo. Dijo Marta en un susurro apoyando su cabeza en mi pecho.

—Veras, para nada quiero que te sientas obligada a hacer algo que no deseas, dije con tranquilidad. Mira, en esta bolsa traigo una botella de ginebra y unas tónicas para tomarnos algo y charlar, tú eres la que mandas y la que decidirá llegar hasta donde deseas. Anda, ve a por unos hielos y un poco de limón.

Marta me miró agradecida mientras se encaminaba a la cocina. Se moría por que la follase, pero tenía tal miedo que estaba bloqueada. Solo había que crear la atmósfera adecuada, que tomase esa confianza perdida y todo sería coser y cantar. Aproveché que tenía una torre de sonido para enlazar mi móvil y hacer que empezase a sonar una play list de Spotify con canciones muy apropiadas para lo que deseábamos hacer.

—Muy buena música, ¿Es tuya? Dijo Marta apareciendo con una cubitera de hielo y un plato con rodajas de limón.

— Si, creo que ayuda a romper la tensión y relaja el ambiente, ¿No crees?

—La verdad es que suena genial. Dijo mientras me ayudaba a preparar unos gin tonic.

Sinceramente lo que quería es crear una atmósfera lo suficientemente relajada para que Marta se lanzase y bueno, viendo cómo se estaba comportando creo que no sería difícil. Me pidió antes de sentarnos que me quitase la chaqueta y la corbata para estar más a gusto y empezamos a charlar de cosas intrascendentales, pero manteniendo una distancia prudencial. Sabía que ella no iba a lanzarse a por mí, vamos, no la veía haciéndolo, así que pasado un buen rato y ya habiendo juntado nuestras manos se lo pregunté.

—¿Quieres bailar?

Ella solo asintió con la cabeza. Nos pusimos de pie y ella pasó sus brazos por mi cuello abrazándome y yo le abracé por la cintura mientras mi otra mano acariciaba su espalda. Estábamos muy pegados, notando nuestros cuerpos, Marta me abrazó aun con más fuerza contra ella y yo sin dejar de abrazarla subí una mano y metí mis dedos por su melena, acariciando su cabeza y ella me miro a los ojos. Nuestras bocas se juntaron en un beso, húmedo, profundo, jugando con nuestras lenguas hasta que nos faltó el aire y nos separamos.

—¿Me bajas la cremallera del vestido? Me pidió Marta.

Lo hice, le bajé la cremallera y ella empezó a desabrocharme la camisa, la sacó de dentro de los pantalones y pasó sus brazos por mi espalda, evitando la camisa, notando la calidez de mi piel, abrazándose a mí y apoyando su cabeza en mi pecho.

—Ummm…Me encanta lo bien que hueles.

Separándose de mí, vi cómo se quitaba su vestido y se quedaba en un conjunto de lencería negro muy fino y sensual. Echando las manos a su espalda se quitó el sujetador mostrándome unas tetas generosas y muy apetecibles, de pezón y areola pequeñitos y marrones. Solo llevaba un tanga de finísimo hilo dental que se mimetizaba con su piel ligeramente bronceada. Creo recordar que al principio comenté de ella que era guapa, pero no impresionante. Quiero rectificar, y con impresionante creo que me quedo corto. Marta era una auténtica diosa.

Me agarró de la mano y tiró de mí. Se sentó en el sofá dejándome de pie delante de ella y empezó a desabrocharme el cinturón y el pantalón mientras sus ojos se clavaban en los míos. Lo hacía despacio, como un ritual, preparándose para descubrir el regalo que ella esperaba. Cuando cayeron mis pantalones mi ropa interior ya no podía ocultar lo que era más que evidente, la tenía más dura que la clavícula de un transformer y el glande ya asomaba por la goma de la cintura.

—Ummmm…gimió Marta, que polla más rica. Comentó acariciando su longitud con gula.

Con la misma parsimonia, se recreó en bajarme la ropa interior liberando a mi miembro que palpitaba ansioso pidiendo mimitos. Lo miró con una gran sonrisa, admirando lo que ya era suyo, ensalivó la palma de su mano y agarró mi miembro, pajeándolo suavemente, mientras su otra mano acariciaba mis huevos con dulzura. Estaba circuncidado con lo que mi glande estaba de un rojo intenso, brillante y el tronco de mi polla hinchado, lleno de venas. Nos mirábamos a los ojos y vi la mirada de deseo de Marta y sin dejar de mirarme, me metió entre sus piernas, besó la puntita con mimo para seguidamente meterse hasta la garganta parte de mi polla y empezar una mamada devastadora.

—Mar…Martaaaa…como sigas a este ritmo, me…me voy a correr…ufffff, joder como la chupas.

Marta me volvió a mirar a los ojos, su mirada estaba cargada de deseo, mientras veía como mi polla entraba y salía de su boquita, brillante de sus babas. Me agarró del culo y me atrajo más hacia ella haciendo más profunda la mamada. Entendí que tenía vía libre para correrme en su boquita y eso de alguna manera me excitó más acelerando mi orgasmo, aun así la avisé.

—Martaaaa…me corroooooo.

Y lo hice, vaya que lo hice, y esa chica tímida, callada, muerta de miedo, se tragó hasta la última gota de mi corrida y rebañó y exprimió bien para dejar brillante y lustrosa mi polla.

—Sabes muy bien, me gusta.

Terminó de decir esto, me quitó los zapatos, los calcetines, los pantalones y mi ropa interior, la dejo colocada en el respaldo del sofá y poniéndose de pie agarró mi mano y me llevó a su dormitorio, se tumbó en la cama, se quitó ese tanga tan sensual quedándonos completamente desnudos, eso fue una clara invitación, era mi turno para darle placer y no me hice esperar, tenía un cuerpo magnífico, joven, terso, se abrió de piernas y me enseñó su templo del placer, rosadito, brillante totalmente depilado. Mis labios, mi boca, tuvieron el privilegio de saborear su piel, sus pechos, su sexo. Lubricaba mucho, su sabor y su olor eran algo fuertes pero no podías dejar de saborearlos y pedir más y más.

Marta se corría en silencio, no exteriorizaba su placer, solo sabias que se estaba corriendo por la respiración furiosa y acelerada la riada de fluidos en mi boca y algún gemido agónico, pero muy suave y sutil. Se que se corrió dos veces con mi boca, su respiración y sus manos apretando mi cabeza contra ella me lo indicaron. Cuando recuperó su respiración y se tranquilizó, me miró sonriente, satisfecha.

—¿Tienes preservativos? Me preguntó.

—Alguno debo de tener en la cartera.

—¿Solo alguno? Dijo sorprendida. Anda abre el primer cajón de la mesilla de la derecha.

Cuando abrí el cajón había una caja de preservativos de una marca conocida, llena, no faltaba ni uno y eso me extrañó. Miré la fecha de caducidad y no habían caducado y entonces me lo dijo.

—No te preocupes, no están caducados, los compré yo cuando aún estaba con mi novio, desde entonces están ahí guardados.

—Bien, entonces no dejemos que se malogren…UTILICEMOSLOS. Dije entusiasmado.

Sin yo decirle nada, Marta se puso en cuatro enseñándome su retaguardia y moviendo su culo provocadoramente mientras me ponía el preservativo. La sola visión de ese coñito acogedor hacía que mi polla palpitase de deseo. Cuando Marta notó mi glande jugando con la entrada de su coñito me miró preocupada.

—Hazlo despacio cielo, hace tiempo que no me meto algo tan largo y gordo.

No sé si me tomaba el pelo o lo decía en serio. A ver, no me había puesto a medírmela, creo que unos 17 o 18 cm así a simple vista. En lo que si le daba la razón era en lo gorda y cabezona, aunque viendo algunas de las que se veían en el gim, la mía era normalita tirando a pequeña, y que queréis que os diga, ese comentario aumentó mi ego varios enteros.

—Tranquila cariño, iré con calma. Le dije mientras empujaba y Marta empezaba a suspirar.

Despacio pero sin pausa se la clavé hasta los huevos. Ayudó la abundante lubricación que tenía y la ya de por sí, lubricación del preservativo. Notaba los músculos de su vagina palpitar, apretando mi polla.

—¡¡Ufffff, jo…der!! exclamó Marta, es enooormeeee.

Me quedé quieto, que su vagina aceptase mi tamaño. Solo empecé a moverme, a follarme a esa hembra impresionante cuando ella movió su culo para encajársela mejor, primero despacio, con penetraciones profundas, casi sacándola para volver a meterla hasta que mis huevos rebotaban en su clítoris.

—Vengaaaa…asiiiiiiii no pareeees…más fuerteeee.

Lo bueno, o lo malo, según se mire, es que el preservativo quitaba una barbaridad de estimulación. Eso me hacía durar y por cómo iba creo que tardaría mucho en correrme. Noté como Marta explotaba en un gran orgasmo, gimiendo bajito y susurrando…

—Que ricoooooooh…

Seguí percutiéndola con ganas, concentrándome, viendo como mi polla entraba y salía de su apretado coñito. Sentía mucho placer, pero lejos de notar que mi orgasmo se acercase. Creo que Marta presintió algo o intuyó que yo no alcanzaba mi orgasmo y me hizo salirme de ella.

—Para mi amor, salte de mí. Me pidió.

Obedecí y ella solo se limitó a quitarme el preservativo. Acarició mi polla y mis huevos con cariño mientras me besaba. Se tumbó en la cama, boca arriba y abrió sus piernas en clara invitación a que siguiese follándola.

—¿Estas segura? Pregunté.

—Totalmente cariño. Ven.

Apunté mi polla nuevamente y entro del tirón. Joder que diferencia, fue notar la suavidad de su interior, su calor y como apretaba mi polla y ya noté los primeros espasmos. Me tumbé sobre ella que me acogió con un fuerte abrazo y besándome con pasión mientras mi polla barrenaba su coñito y ella gemía excitada.

—Sigue mi amor…sigueeeeeee y no pareeees por nada del mundooooo.

Y no iba a parar, mi orgasmo ya se había gestado y notaba que iba a explotar en cualquier momento. Di un fuerte golpe de caderas y se la clavé hasta hacerla dar un gritito.

—Martaaaaaaaa…

Mi polla empezó a soltar leche en su útero como si fuese un surtidor y eso que ya me había corrido una vez. Ella al notar el primer latigazo de leche en su útero se corrió como una gata en celo abrazándome con brazos y piernas, aferrándose a mí y llenándome de besos. Fue un señor orgasmo por parte de ambos que nos dejó jadeando como perros.

Nos quedamos unos minutos abrazados, besándonos. Mi polla seguía en su interior aun dura, palpitando cuando nuestros sexos se mimaban. Marta en ningún momento quiso cambiar de posición, se encontraba a gusto aunque yo sabía que el peso de mi cuerpo la tenía que estar aplastando con lo que decidí salirme de ella y tumbarme a su lado.

—Ha sido brutal lo que me has hecho. Nunca había tenido cuatro orgasmos casi seguidos. Me dijo Marta en confianza.

—Me alegra el haber cumplido tus expectativas y por cierto, gracias por quitarme el preservativo, ha sido lo mejor.

—Notaba que no estabas a gusto y si, ha sido lo mejor.

Marta se levantó y fue al baño. Yo aproveché y me metí debajo del edredón, sentía algo de frio. Cuando vino Marta de nuevo y me vio metido en la cama me miró con curiosidad. También se metió entre sabanas y se abrazó a mi apoyando su cabeza en mi pecho.

—¿Te quedas a dormir? Me preguntó.

—Si no te importa, me gustaría hacerlo.

—Por mí me gustaría que te quedases todo el fin de semana.

Se que Marta esperaba que dijese que no había problema, pero no quería comprometerme. Me levanté de la cama y fui al salón, apagué la torre de sonido (La música seguía sonando) llevé los gin tonic a medio terminar a la cocina junto a la hielera y el plato con limón y lo dejé sobre la encimera. Apagué las luces y volví al dormitorio donde Marta me esperaba. Me metí de nuevo en la cama y la atraje hacia mí, quería sentir su cuerpo, su calidez y su cariño, y lo hizo, cuando entré de nuevo en esa cama Marta se aferró a mi como un mejillón a la roca.

—Pensé que habías ido a por tu ropa para irte.

—¿Por qué iba a hacerlo? Como te he dicho me gustaría pasar la noche contigo.

—Verás no quiero mentirte ni que te molestes. Mi tío me advirtió de como eras, de echar un polvo y desaparecer. Me previno de tu fama, y de que no eres de estar con la misma mujer mucho tiempo. Pensé que te había espantado con lo de quedarte todo el fin de semana.

—No mujer, no me molestas y tu tío tiene razón, era así cuando nos conocimos, pero los años pasan y la manera de pensar tiende a cambiar. Vamos a dormir y mañana será otro día.

Dormimos, pero dormimos poco. Es agradable despertarte casi amaneciendo con una sensación impresionante en tu sexo y comprobar que la boca la lengua y los labios de esa mujer te están llevando al límite.

Es ella la que maneja la situación, tu estas cegado por el placer y ves cómo se pone encima de ti, agarra tu polla y la dirige a su coñito para dejarse caer y notar ese calor abrasador de un sexo femenino excitado cuando tu miembro la abre por completo y tu verga llega hasta tocar su útero.

—Dioooos…como deseaba sentirla de nuevo dentro de mí. La oyes susurrar en tu oído.

Llega un momento que no sabes si te encuentras en un sueño pornográfico y no sabes si está ocurriendo, pero si, está ocurriendo, ves cómo sus manos agarran tus manos y las lleva a sus tetas para que las acaricies y excites sus pezones. Sus caderas se baten con fuerza sobre ti y sabes que no vas a tardar en correrte.

—Martaaaa me voy a correeer.

—Aguanta solo un poquito mi amoooor.

Ella se tumba de nuevo sobre ti, y sabes que eso está ocurriendo, que no es un sueño. Hundes tus dedos en sus nalgas, agarrándolas firmemente, notas la humedad en su piel, su calor, eso es real, entonces elevo mis caderas violentamente y Marta grita por primera vez desde que follamos.

—Jodeeeer, siiiiiiiiiii…siiiiiiiiiiiii…

Noto como empieza a correrse, como se yergue y arquea su espalda mientras su vagina exprime mi polla y provoca que mi corrida inunde su útero. Creo que no hay mejor despertar que ese, tener a una mujer increíble encima de ti, mientras notáis como vuestro orgasmo se va diluyendo pasados los minutos.

Nos estuvimos mimando durante un rato, besitos y arrumacos. Marta me contaba lo bien que se sentía y como se hubiese arrepentido de no haber hecho lo que estábamos haciendo. Nos volvimos a dormir. Nos despertamos a media mañana, fuimos juntos a la ducha y la volví a follar y antes de comer con ella agarrada a la encimera de la cocina y su culito en pompa, mi polla lo profanaba sacando auténticos gemidos de placer de su garganta que de seguro se escuchaban en el patio interior que es donde daba la ventana de la cocina.

Estuve todo el domingo con ella, y antes de irme, sobre la una de la mañana la volví a follar de nuevo. Marta se había descubierto a sí misma como una amante excepcional y yo había descubierto a una mujer que era un volcán en la cama.

Nos despedimos sabiendo que esa no sería la última vez que estaríamos juntos, pero sabiendo que no habría compromisos ni enamoramientos. Lo nuestro era solo follar. A los quince días le invité a cenar el viernes por la noche, repetimos y no salimos de la cama en todo el fin de semana.

3

Marta era una mujer increíble y follábamos como conejos, pero yo sabía, y ella me lo había dicho, que buscaba a un hombre para tener una familia. Nuestros encuentros no cesaron, al contrario fueron mucho más frecuentes y todos los fines de semana estábamos juntos, incluso entre semana nos juntábamos para comer o para pasar la noche, una sola llamada y volábamos uno al lado del otro. Seria necio el negarlo pero éramos una pareja en toda regla y ambos no hacíamos nada por evitarlo, de hecho todos nuestros planes eran consensuados y los basábamos en estar el mayor tiempo posible juntos. Estuvimos más de dos años así, pero por no hablar y sincerarnos, por no destapar nuestros sentimientos, un incidente que contaré más adelante hizo que nos dejásemos de ver.

A los dos años de haberse casado y Alberto, sin querer ser padre aun, su mujer quiso por sus santos ovarios quedarse embarazada. Para ella era sentirse inferior ante sus hermanas, que a los nueve meses después de haberse casado ellas, parían niños o niñas como si no costase.

Una noche me invitaron a cenar junto a otro matrimonio de los cuales yo también era amigo y nos lo comunicaron con la algarabía de todos, menos de Alberto y mía que sabía que ese embarazo de alguna manera traería problemas.

A los nueve meses Yolanda dio a luz a una preciosa niña, que aun siendo recién nacida (la conocí a las pocas horas) era una preciosidad. Con el paso de los meses, cada día, cada semana que pasaba era más guapa, una niña de rizos dorados y ojos grandes y muy azules. Lo cierto es que los ojos los había sacado de la madre, que ocultos tras esas gafas también eran del mismo color. Lo que no entendía es como de dos padres tan poco agraciados, había salido algo tan bonito. En broma les comentaba que fuesen a la clínica, que les habían dado el cambiazo.

Lorena, “La Lore” que así habían bautizado a esa pequeña, tuvo la desgracia de que su madre la pusiese ese nombre, que aunque era bonito, en manos de una “choni” se convertía en algo vulgar. Era gracioso que estando en su casa, se oía a voz en grito a Yolanda desde la cocina:

—ALBERTOOOO, ENCARGATE DE “LA LORE” QUE NO PARA DE LLORAR.

En fin solo esperaba que el día de mañana la educación de la niña recayese sobre mi amigo y la inculcase la pasión por aprender, por estudiar y por ampliar sus horizontes lejos de los de su madre. Pero no, parece ser que Yolanda se encargó desde el primer momento de su hija y le empezó a inculcar desde muy niña los fundamentos de cómo ser una choni de manual.

Vi crecer a esa niña, asistí a todos sus cumpleaños y siempre le regalaba cosas que sabía que la hacían ilusión, pero por cualquier motivo que desconocía esa niña y yo nos odiábamos, no nos podíamos ni ver ni estar en la misma habitación sin dejar de sentir su indiferencia y su cara de desagrado por estar yo presente. Y si, era una situación ridícula, yo era el adulto y esa renacuaja era un bebé que estaba formando su carácter y su manera de ser y aunque predefinido, era influenciable y moldeable, pero su manera de ser ya apuntaba a que sería una sociópata de manual.

Yo lo sabía, Lorena lo sabía y sus padres que no eran tontos se daban cuenta, pero ninguno hacía nada por evitarlo o ponerle fin con lo que muchas veces por no ver el "careto" de estreñida que ponía la jodida niña, me excusaba con algún compromiso que tenía y así no verla. Parece mentira como una mocosa de casi cuatro años me hacía sentir tan incomodo y me diesen una ganas terribles de sacudirla un tortazo y quitarle la tontería. Eso hizo que mi amistad con Alberto de alguna manera se viese afectada y empezamos a distanciarnos sin darnos cuenta.

Durante ese periodo en el que nos distanciamos y solo hablábamos por teléfono dos o tres veces por año, yo fundé mi propia empresa. Para mi fueron años difíciles y eché de menos a mi amigo para que me infundiese ánimos, pero con el tiempo y mucho esfuerzo empecé a ver resultados y sobre todo beneficios. Eso hizo que mi nivel adquisitivo fuese mucho mayor y al cabo de los años fuese un tipo millonario, con muchísimo dinero ganado a pulso y me diese bastantes caprichos, pienso que me los merecía después de las penurias que pasé.

El tiempo pasa sin darnos cuenta. El trabajo, los compromisos y mis devaneos con las mujeres me mantenían muy ocupado y descuidé mucho las amistades que tenía. Una mañana sonó mi teléfono móvil estando en la oficina y en la pantalla aparecía la cara y el nombre de Alberto y no niego que sentí una alegría muy grande.

—¡¡Ey loco, que alegría!! ¿Cómo estás? Exclamé alegre.

—¡¡Ay tú, perdido, que ya ni llamas!! Exclamó mi amigo.

—Bueno, en eso te doy la razón, pero aunque no es excusa he estado muy ocupado.

Como ocurre en estas circunstancias, estuvimos hablando de nosotros, poniéndonos al día de nuestras cosas. Le hablé de mi empresa y el me habló de su trabajo y su matrimonio, de su mujer y su hija que le tenían harto y habían tenido un amago de separación. Eso de alguna manera me preocupó pero por alguna razón es algo que se veía venir desde hace tiempo y mucho había tardado.

—Bueno, el motivo de mi llamada es que Lorena va a hacer la comunión dentro de diez días y me gustaría que vinieses.

—Claro, cuenta conmigo, no hay problema.

—¿Vas a venir acompañado o como siempre vendrás solo?

—Voy acompañado de mi soltería. Dije divertido.

—Pues esta vez mi sobrina no va a poder estar contigo. Se casó hace tres años.

—Vaya, no lo sabía, me alegro por ella. Dije con algo de tristeza.

Hablamos durante un buen rato más hasta que me dijo la hora y la iglesia donde seria la comunión de la niña. Madre mía, como había pasado el tiempo sin darme cuenta, creo que fue con cuatro años la última que vi a ese "Bisho envenenao" y ahora iba a su comunión y esa niña seria ya una mujercita de diez años.

Lo siguiente que pensé es en el regalo, pero por suerte tenía un contrato con una conocida marca de productos informáticos cuyo logotipo era una manzana mordida que me proveía de estaciones de trabajo. En el almacén tenía ordenadores tablet’s y teléfonos, estaba seguro de que una tablet de esa marca seria de su agrado.

Llegado el día me presenté en la iglesia. Se supone que donde va todo el mundo, ahí debes de ir tú, pero yo soy más rebelde y voy por donde no iba todo el mundo con lo que de repente me encontré casi rodeado de niños y niñas vestidos de comunión. No tenía ni idea por donde había entrado pero seguro que ese no era el sitio donde me debía de encontrar en ese momento, yo solo sonreí por compromiso pero una voz alegre me paró en seco.

—¡¡TEOOO!!

Cuando localicé de dónde venía esa exclamación de alegría, vi la cara risueña de Lorena y me quedé impresionado de lo cambiada y lo grande que estaba. Salió de entre sus compañeros de celebración y vino a abrazarse a mí. Yo me arrodillé y le devolví el abrazo, esa no era la Lorena que yo conocía. La separé de mí y me la quedé mirando, estaba guapísima, virginal, vestida con su traje de comunión, pero sobre todo vi alegría en su mirada.

—Pensé que no ibas a venir. Dijo Lorena abrazada a mí.

—¿Como me iba a perder uno de los días más importantes de tu vida? Yo siempre estaré ahí para ti, recuérdalo.

Eso lo dije para salir del paso, realmente no lo sentía, pero ese era su día y ni iba a ser borde y menos, soltarle una fresca para desquitarme por los muchos momentos incomodos pasados con esa pequeña arpía.

La ceremonia estuvo bien y algo que me descolocó fue que esa niña me buscaba con la mirada y eso me hacía sentir incomodo, pero más o menos capeé el temporal con guiños y sonrisas dirigidas a Lorena, aunque cuando sus padres se pusieron a mi lado esas miradas desaparecieron. Yo intenté localizar a Marta, estaba deseando verla de nuevo y a ser posible hablar con ella y que me contase que tal le iba en su nueva vida de casada, pero por desgracia no la encontré entre el público y eso de alguna manera me entristeció.

Ya pensé que no la vería, pero me llevé una sorpresa cuando llegando al chalet de mi amigo, que es donde celebrarían el convite, vi de lejos a Marta, guapísima, elegantemente vestida. Junto a ella había un tipo que miraba a todos los lados con desconfianza, vestido con unos vaqueros rotos, una camiseta raída y unas zapatillas blancas converse muy sucias. De lejos se notaba la tirantez del momento entre ellos y las sonrisas forzadas de ella cuando alguien se acercaba a saludar, yo me acerqué, pero según vio Marta mi intención de saludarla, vi como disimuladamente movía su dedo índice a modo de negación. La mesa de las bebidas estaba detrás de ellos, con lo que pasé por su lado y me fui a por una cerveza bien fría.

Aunque disimuladamente, no pude dejar de observar a Marta y su acompañante, que al final me enteré de que era su marido y sinceramente, no entendía que estuviese junto a un tipo con una carente falta de educación y saber estar. Marta y yo cruzamos varias miradas y no pude dejar de apreciar la tristeza que había en ellas y eso de alguna manera me enervó. En el poco tiempo que estuvimos juntos como folloamigos, su alegría era desbordante, y ahora, ahora parecía que estaba enterrada en vida. Joder, si yo por algo huía del matrimonio como si ese estado fuese la peor de las enfermedades.

—¡¡TEO…TEO…TEO…ERES EL MEJOR, GRACIAS, MUCHAS GRACIAS!!

Lorena me sacó de mis pensamientos con su alegría al recibir mi regalo. Detrás su padre, mi amigo me miraba como si estuviera loco mientras su hija se sentaba en mis piernas y empezaba a abrir su regalo.

—¿Te has vuelto loco? ¿Un iPad? Me increpó Alberto.

—Mi empresa tiene un acuerdo con esa compañía. Lorena se merecía ese regalo y cuando sea más mayor le regalaré un ordenador de sobremesa.

—¡¡COÑOOOO, REGÁLAMELO A MÍ QUE ME HACE FALTA!! Me increpó mi amigo divertido.

—¿Te hace falta uno? Pues que no se diga más, el lunes te lo traigo por la tarde y me invitas a una cerveza.

—A las que hagan falta. Me alegro de que estés aquí. Dijo dándome una palmada en el hombro.

Me quedé con Lorena, explicándole un poco como funcionaba la tablet, aunque creo que ella me podía enseñar más a mí, en nada de tiempo se conectó a internet, y empezó a buscar sus páginas favoritas mientras enseñaba a sus amigas lo que le había regalado su "tío" preferido.

Durante todo el día que duró la celebración de esa comunión, solo Marta fue la única que no se acercó a saludarme. Ni me dirigió la palabra y mucho menos me miró con fijeza sabiendo que yo la miraba muy a menudo y es que no lo podía evitar. Marta iba guapísima, llamaba la atención, incluso fantaseaba con que ropa interior llevaría puesta bajo su vestido sabiendo sus gustos.

Hay algo que debo de aclarar, en los más de dos años que Marta y yo mantuvimos nuestra relación de folloamigos, ni mi amigo, ni nadie de su familia lo supo, lo mantuvimos en secreto. Pero en esos más de dos años hubo de todo, folladas casi a diario, fines de semana, escapadas, vacaciones de verano, navidades. Casi éramos como novios hasta que yo puse fin a eso.

Yo fui el que alargó los encuentros en el tiempo hasta hacerlos desaparecer al darme cuenta de que me había enamorado de esa mujer hasta las trancas. ¿Y cómo me di cuenta? ¿Cómo supe que necesitaba a esa mujer en mi vida?

Un día cualquiera que quedamos en su casa me lo soltó de sopetón, sin anestesia. Acabábamos de terminar de echar un polvo increíble cuando me lo dijo.

—Quiero hacer un trio con otro hombre. Quiero dos pollas dentro de mí.

—¡¡¿Qué?!! Pregunté entre asombrado y decepcionado.

—Vamos Teo, no me hagas repetirlo, busca a alguien para la próxima vez. Me dijo con la voz agotada por el orgasmo.

Me jodió soberanamente lo que me dijo, pero yo no era quien para negárselo, miles de veces lo habíamos hablado pero sin ser sinceros, nos decíamos que no había sentimientos y éramos muy libres de hacer lo que quisiéramos con otras personas sin necesidad de dar explicaciones en una autentica actitud cínica.

No fue problema el contactar con un compañero de gim que sabía que estaba bien dotado. El viernes por la tarde los dos nos presentamos en casa de Marta que nerviosa nos esperaba con una vestimenta muy sensual. Nos la follamos los dos durante horas y Marta aguantaba a duras penas la avalancha de orgasmos que la provocábamos. Pero nunca olvidaré la sensación de desasosiego, de malestar, de impotencia que sentía, al verla follar con otro hombre, como se retorcía de gusto cuando otra polla la percutía con saña arrancándola unos gritos que yo era incapaz de arrancarle.

En ese momento supe que amaba a esa mujer y los celos me estaban matando, que mi vida había sido una mentira hasta que conocí a Marta, pero me entristeció el reconocer que estaba conmigo por mi rechazo al compromiso. Los siguientes días, las siguientes semanas fueron demoledoras para mí al saber que Marta y mi compañero del gim, quedaban a solas para follar sin contar conmigo. En ese momento supe que me tenía que alejar de aquello, y poco a poco, dejé de llamar a Marta y ella tampoco me llamaba, había encontrado a un sustituto y yo ya no era necesario en su vida. Meses después ese conocido del gimnasio la tachó de puta por haberse echado novio y ya no querer follar con él, en todo ese tiempo ninguno de los dos preguntó que me había pasado y por qué había desaparecido de esa manera. Fue mejor así, creo que no hubiese podido ser sincero si me lo llegan a preguntar.

Lorena me sacó de mis pensamientos, volvió a darme las gracias por el regalo y se abrazó a mi llenándome de besos, algo que me dejó muy sorprendido por esa relación de odio que habíamos arrastrado desde años. Quizás su carácter y su manera de ser se habían suavizado, creo que nunca sabría el porqué de esa aversión que nació entre los dos. Vi cómo se alejaba corriendo con sus amigas y se sentaban algo alejadas mirando la tablet con curiosidad.

—Hoy has sido el amor de mi prima. Está encantada contigo y no me extraña. Me sorprendió la voz de Marta a mi lado.

—Me sorprende que me hables. Pensé que no querías saber nada de mí.

—No tengo mucho tiempo y muchas miradas nos están observando. El lunes quiero verte por la tarde.

—He quedado con tu tío, en traerle algo. No voy a poder.

Sin decir nada más se separó de mí y la vi alejarse en dirección a su marido que serio, miraba a su mujer. No me gustó como la agarró, con violencia, medio zarandeándola, seguidamente se despidieron con prisa y los vi irse a toda velocidad en un coche antiguo aunque muy bien cuidado. Miré a mi amigo, su tío y vi la cara de disgusto que tenía. Solo me acerqué y se lo pregunté.

—¿Qué ha ocurrido?

—Mi sobrina ha cometido el mayor error de su vida. Solo me dijo eso.

En ese momento vino su hija y ya no pude seguir charlando con él. Creo que ya se hacía tarde, como siempre algunas de las hermanas de Yolanda empezaron un acoso incomodo y sinceramente lo de Marta me había dejado preocupado y con angustia, así que decidí irme a tomar algo a alguno de los garitos que frecuentaba para ver si conseguía quitármela de la cabeza.

4

Durante todo el fin de semana no fui capaz de dejar de pensar en Marta y lo que me dijo en la celebración de la comunión de su prima. Quizás el lunes por la tarde cuando llevase el ordenador a mi amigo, podríamos hablar y me sacaría de dudas.

Cuando llegué el lunes por la tarde a su casa de nuevo, Alberto ya me esperaba con la verja abierta para meter el coche dentro y descargar la gran caja donde venia embalado el ordenador. Pero la sorpresa vino cuando salió Marta a recibirme también. Cuando la vi me enamoré de ella nuevamente si es que alguna vez había dejado de hacerlo, vaqueros muy ajustados, sandalias de cuña y un top que dejaba sus hombros y su cuello al aire. Cuando estuvo a mi altura me dio un abrazo cariñoso y un beso en la mejilla y su olor me embriagó.

—Perdona por lo del sábado. Ya hablaremos. Susurró en mi oído.

Montamos el ordenador y mi a migo alucinó de la pantalla tan grande que tenía y no era para menos, le había regalado un iMac Pro, una de las estaciones de trabajo más potentes que esa marca nos proporcionaba y como no quería levantar recelos en el matrimonio a Yolanda le regale un MacBook Air que le hizo mucha ilusión y que sé que también usaría la niña.

—¿Y a mí no me regalas nada? Preguntó Marta poniendo morritos.

—De verdad llego a saber que estas aquí y te traigo algo, pero ha sido una sorpresa, no esperaba verte.

—Que es broma hombre, dijo Marta echándose a reír. Tu eres mi mejor regalo. Comentó mirándome con cariño y acariciando mi brazo.

Hacía muy buena tarde, así que nos sentamos en la terraza donde Yolanda sacó algo para beber y para picar. Lorena enseguida se vino hacia donde estaba y se sentó sobre mis rodillas con su tablet y apoyó su cabeza y su espalda sobre mi pecho mientras me enseñaba algunas cosas que ya había hecho. Alberto y yo nos miramos confundidos, y el mismo me miró encogiéndose de hombros sin entender como había cambiado su hija.

Aun con la niña reclamando mi atención casi continuamente, mantuve una conversación animada con Marta y cerca de las nueve de la noche yo me levanté para irme, no quería quedarme a cenar, sabía que si lo hacía se me haría muy tarde y yo al día siguiente, aunque fuese mi empresa, madrugaba y no me gustaba acostarme tarde, así que me levanté de mi asiento y empecé a despedirme.

—¿Te importa de camino, dejarme en mi casa? Preguntó Marta.

—Claro, sin problema.

Cuando nos encontramos montados en mi coche y ya de camino a casa de Marta, los dos guardábamos un tenso silencio, hasta que la propia Marta lo rompió.

—¿Me dejas invitarte a cenar?

—¿Crees que sería apropiado? ¿Tu marido no enviara a dos matones a buscarte? Dije con ironía.

—Hoy ha salido de viaje, estará fuera cuatro días. No hay peligro.

Durante la cena, Marta no dejo de hablar, ella lo necesitaba y llegué a la conclusión que era prisionera en su propio matrimonio y que su marido era un capullo integral, misógino, manipulador y maltratador.

—¿Y a que esperas para divorciarte? Pregunté con curiosidad.

—No es tan sencillo, solo hace tres años que me casé. Y bueno, hay más pero no quiero hablar de ello.

—Marta eso no es vida y sabes que a la larga va a terminal mal, muy mal y lo que no quiero es verte sufrir, el sábado notaba lo incomoda que estabas.

Seguimos cenando, Marta no dejaba de mirarme fijamente a los ojos intentando adivinar algo en mí, ¿Quizás lo que pensaba? Esperando los postres y el café me lo dijo convencida de ello.

—¿Sabes? Creo que todo lo que me ha pasado, me está pasando y me pasará es culpa tuya, te lo digo en serio.

—¡¡¿CULPA MIA?!! ¡¡¿PERO POR QUÉ? SI HACE AÑOS QUE NO NOS VEMOS!! Exclamé sorprendido.

—Joder Teo, ¿Por qué desapareciste de mi vida? Yo te amaba, al final no lo pude evitar, pero fuiste un capullo y me dejaste en manos de tu amigo, te deshiciste de mí y me abandonaste a mi suerte con ese desgraciado que ni sabia tratarme.

—Vamos a dejar algo claro Marta. Si como dices, me amabas, ¿A que vino que me pidieses un trio con otro tío?

—Bueno, tú estabas conmigo solo por el sexo y me dije ¿Por qué no? Aprovecha, ahora es el momento y a él le va a dar igual. Respondió Marta con naturalidad.

—Ya, entiendo, y bueno, mi amigo era la novedad y claro, empezasteis a quedar a mis espaldas y a follar por vuestra cuenta, ya no contabais conmigo para absolutamente nada. Por eso te saqué de mi vida, para mí fue humillante y doloroso lo que me hiciste.

—Pero, ¿Por qué dices eso? ¿A ti que más te daba que yo…? Espera…un momento…a no ser que tú…que tú…joder Teo, no me jodas.

Yo solo asentía con la cabeza, afirmando lo que sabía que ella estaba pensando. Vi su mirada de desolación, de impotencia al darse cuenta en ese momento de lo que había hecho.

—Dime, ¿Como te crees que me sentía al verte follar con otro hombre y como te entregabas a él? ¿Cómo crees que me sentí al ver que me ignorabais? Te quería Marta, te quería hasta cuando no lo pensaba y tuve que ver y sentir todo aquello, por eso te saqué de mi vida y fíjate lo bien que escondimos nuestros sentimientos, que ni nos dimos cuenta de ello, vaya par de estúpidos. Termine de decir decepcionado.

—Esto lo cambia todo.

—¿Qué es lo que cambia Marta? Esto no cambia nada, ahora mismo, ya no.

—Cuando entendí que te había perdido y ya no estaríamos juntos, me deshice de tu amigo, solo lo utilicé durante un par de meses hasta que le dije que había conocido un chico y que me había enamorado de él. No se lo tomó nada bien y me montó una bronca increíble hasta que cansada le mandé a la mierda, no tenía que darle ninguna explicación.

—Sabía que tendrías problemas con él. No acepta las negativas y que le rechazases abiertamente era un insulto para él y su ego.

—Pues no le quedó más remedio que aceptarlo. No me gustaba su manera de ser y su carácter autoritario, quería un hombre bueno, tierno, sensible y que fuese buen amante y ese chico que acababa de conocer reunía esos requisitos. Bueno, menos en lo de buen amante, ahí dejó mucho que desear. Fui una estúpida, pensé «Se me pasa el arroz» necesitaba casarme y formar una familia.

Marta miraba su plato, pensando en vaya usted a saber qué. Alargó su mano y con un leve movimiento de sus dedos pidió la mía que sin dudarlo la agarró y la acarició. Volvió a mirarme y prosiguió.

—Eres el amor de mi vida. Cuando desapareciste, fui una cobarde y una orgullosa y me negué a llamarte o saber de ti. Pensé que el que es ahora mi marido es a lo máximo que podía aspirar. Los hombres como tú estaban fuera de mi alcance y me rendí sin luchar por lo que amaba, a ti. Mi marido me tuvo engañada durante los más de dos años de relación hasta que nos casamos. Era un cielo de hombre que me tenía enamorada, hasta que en la noche de bodas, estando los dos desnudos frente a la cama vi una mirada en él que nunca había visto. Me dio tal puñetazo en la cara que me rompió una muela y me tiró al suelo.

«Si te he hecho esto sin que me hagas nada, imagina lo que te haré si me haces algo malo. Y ahora a follar»

Tuve que hacer de tripas corazón, pero para mí esa noche fue una violación y supe que con él iba a ser una desgraciada. Me ayudó a levantarme del suelo y el resto prefiero obviarlo. Te he pensado infinidad de veces, imaginando que eras tú quien me follaba y el otro día cuando te vi en la comunión de mi prima, todos esos sentimientos que creía olvidados explotaron dentro de mí y te deseé como no te haces una idea.

—Pero…pero Marta, no puedes seguir así. Eso hay que denunciarlo, llamar al 016 y sacarte de esa casa ahora mismo, corres peligro.

—Todo a su tiempo, llevo tres años soportando eso pero quiero dejarle, humillándole, haciéndole saber lo poco hombre que es para mí.

Me asustó la confesión de Marta, pero también vi determinación en su mirada, reclamaba venganza y de una forma u otra lo iba a conseguir. Terminamos de cenar y nos fuimos a mi coche, cuando nos montamos, Marta se acercó a mí y con cariño hizo que la mirase, me besó con suavidad hasta que nuestras lenguas se juntaron en una danza de seducción, se separó de mí y me lo dijo.

—Llévame a tu casa, no quiero dormir sola.

—Marta, ¿Estas segura? Es muy arriesgado.

—Quiero hacerlo, quiero saciarme de ti, aunque sé que nunca lo conseguiré. No me dejes nunca, no desaparezcas de nuevo de mi vida, te quiero dentro de ella, mi venganza ha comenzado.

Cuando llegamos a mi casa nuestras ropas volaron. Disfrutamos de nosotros como si fuese la primera vez y lo mejor es que Marta no se sentía culpable, estaba entregada a mí y todo lo que le pedí , todo lo que nos apeteció hacer lo hicimos, pero lo mejor es que aunque follamos, había mucho amor entre nosotros y no se en que desembocaría todo esto, estaría muy atento a los estados de ánimo de Marta y si notaba algo raro, pondría fin a su matrimonio con ese desgraciado.

Marta y yo iniciamos una relación paralela en su matrimonio. De acuerdo que no tenía esa libertad que yo añoraba, en la que podíamos hacer lo que nos diese la gana, pero si es cierto que el cabrón de su marido salía de viaje continuamente y nos dejaba tiempo para nosotros y es algo que no entendía. ¿Como siendo tan celoso y controlador, dejaba a su mujer sola tantos días? La respuesta me la dio la propia Marta, su marido de alguna manera conminaba a mi amigo y tío de Marta a que la vigilase cuando él estaba fuera.

Fui un tanto escéptico en esa respuesta. Me aterraba el que Marta se quedase a solas con su marido, que supiese algo o intuyese algo y que a base de golpes le sacase la verdad con el riesgo que eso conllevaba. Se que no tenía ningún derecho a hacerlo pero contraté lo servicios de una agencia de investigación para que se centrase en su marido, actividades, viajes, llamadas de teléfono y sobre todo si tenía vigilada a su mujer.

Cuando recibí el informe me quedé más tranquilo, su marido no mostraba signos de que su mujer le fuese infiel, no así su maridito que cuando salía de viaje si tenía ciertas actividades extramaritales. Me pensé muy mucho el contarle lo que había entre Marta y yo a mi amigo. Cuanto menos supiese la gente de nuestras actividades mucho mejor, pero estaba traicionando su amistad y creo que necesitaba saber lo que pensaba él aun a riesgo de poner en peligro mi relación con Marta, así que un día le invité a comer. Después de los saludos iniciales y de interesarnos por nuestras vidas y trabajos fue el propio Alberto el que afrontó la conversación.

—Bueno loco, ¿A qué se debe que me invites a comer entre semana? ¿Qué es eso tan importante, eso que no puede esperar?

—Creo que lo mejor es decírtelo sin rodeos…Marta y yo somos amantes.

—Bien, dime algo que no sepa.

—¡¡¿LO SABIAS?!! Exclamé asombrado.

—Te lo resumo, lo sé prácticamente desde que os senté juntos en el banquete de nuestra boda. Aunque no lo puedo asegurar para mi esa primera noche estuvisteis juntos y así por más de dos años. Luego os separasteis, no sé muy bien porqué, hasta la comunión de Lorena que vi vuestras miradas de deseo y supe que volveríais a estar juntos de nuevo.

—Bueno si, más o menos ocurrió así. Y yo preocupado porque eres tú quien controla a Marta cuando el desgraciado de su marido esta fuera. Comenté medio riendo.

—Eso es lo que le he hecho creer a ese hijo de…de…mil padres. Desde que me lo presentó Marta en su momento, no me cayó bien y sé que la está haciendo una desgraciada. Así que todo lo que sea felicidad para ella, bienvenido sea, tu estate tranquilo.

Bueno, eso de alguna manera me tranquilizó aunque Alberto se enfadó un poco conmigo por no haber tenido la suficiente confianza con él y habérselo contado. Como me dijo, su sobrina ya era una mujer adulta con libertad para escoger con quien quería estar.

No sé, de alguna manera eso nos unió más. Eso y el cambio radical de actitud de su hija que cada vez que me veía no se separaba de mi lado. Es curioso, pasamos de la nada al todo y aunque al principio desconfiaba de ese cariño, con el paso de los meses y los años me demostró que era sincero. Fueron buenos años, años en los que mi amistad con mi amigo y su familia se hizo más fuerte y en los que Marta y yo nos enamoramos como primerizos.

Perooo, siempre, siempre hay un pero, las cosas se torcieron. Los últimos meses note que los encuentros con Marta eran más escasos y siempre con prisas. Eso de alguna manera hizo saltar mis alarmas y tuve miedo. Miedo de volverla a perder, miedo de que todo se acabase entre nosotros.

5

Hay una frase que creo odiamos todas las parejas, ya sean hombre o mujer y esa no es otra que la famosa "TENEMOS QUE HABLAR". Cuando tu pareja o la persona de la que estás enamorado te lo dice, sabes a ciencia cierta que algo malo ocurre y que lo que te va a decir no va a ser bueno para ti, y eso es lo que ocurrió.

Marta me llamó al medio día y me dijo si nos podíamos ver a la hora de la comida. Eso me extrañó, sabía que solo iríamos a comer, pero realmente lo que me dejó hecho polvo fue esa famosa frase.

Cuando nos encontramos vio mi cara de preocupación, pero me intranquilizó el ver sus ojos rojos, había llorado y me temí lo peor, que su marido hubiese descubierto algo y la hubiese maltratado, pero nada de eso había ocurrido.

—Se que va a ser muy difícil, ya lo está siendo para mí, pero va a ser imposible que sigamos viéndonos. Me dijo Marta con lágrimas en los ojos.

—Pero…¿Pero por qué? ¿Qué ha ocurrido? Pregunté desolado.

—Mi marido ha sido ascendido en su trabajo. Ya no hace viajes y además puede teletrabajar desde casa, con lo que su control ha pasado a ser total y no puedo ni ir al baño sin que me pregunte a donde voy. Pero lo peor, lo peor es que le han destinado a Argentina, a la filial que su empresa tiene en Buenos Aires

—Marta, yo no puedo estar sin ti, no aguanto ni 24 horas sin verte o sin sentir tus besos o tus caricias, no lo voy a soportar. Dije devastado.

—Va a ser difícil, pero necesito de tu fortaleza para superar esto. Siempre que pueda te llamaré para, aunque sean cinco minutos oír tu voz, pero no te aseguro nada. Lo que si te prometo es que cuando pase todo esto estaremos juntos para siempre.

—No Marta, cuando pase esto, no. Pon fin a esta situación y abandona a tu marido, lo hemos hablado muchas veces, no te separes de mí, no me dejes y no te vayas, vente a vivir conmigo.

—No, es muy apresurado y quiero terminar mi venganza. Dijo Marta con la mirada perdida.

—POR DIOS MARTA OLVIDA ESA ESTUPIDA VENGANZA Y SE COHERENTE, INTENTA SER FELIZ EN TU VIDA Y OLVIDA A TU MARIDO. Exclamé elevando la voz.

—¿Qué olvide esa estúpida venganza? ¿Qué la olvide? Lo siento Teo pero no lo voy a olvidar, dijo muy enfadada. Tú no fuiste el que en su noche de bodas recibió malos tratos, tú no fuiste el que en su noche de bodas sufrió una violación por parte de su marido y por supuesto, tu no has sido el que en estos años ha soportado su absurdo control enfermizo y te ha hecho sentir como si fueses un objeto que se ha comprado, es de su propiedad y lo utiliza a su antojo.

Todo fue en vano, intenté hacerla cambiar de opinión, que razonase y que dejase a su marido de una vez, pero ella solo me pedía que la apoyase sin entender mi desesperación al saber que la estaba perdiendo de nuevo. Al final no terminamos bien, se obcecó en su cruzada personal contra su marido sin importarle a quien se llevaba por delante y a mí me dejó fuera de su vida en un chasquido de sus dedos.

—Si no eres capaz de apoyarme en algo tan básico como esto, es que no eres capaz de hacerme feliz. Dijo Marta levantándose de su silla.

—Te apoyo en lo que haga falta, pero estas demostrando lo egoísta que eres. Solo has hablado de ti y tu venganza. ¿Y yo? ¿Has pensado en mí? ¿En cómo me voy a sentir? Creo que no.

—Sera mejor dejarlo aquí Teo, dijo Marta con frialdad. Olvídate de mí y no me busques ni me llames, ¿Te queda claro?

Se que no hablaba en serio, era su frustración o por lo menos eso quería creer. Pero su manera de despedirse y su andar altivo y agresivo me mostró que estaba muy dolida. No quise participar en su locura. Con todo el dolor que sentía en esos momentos, si quería irse, allá ella.

No quiero contaros como me sentí en las siguientes semanas y los siguientes meses. Parecía un huérfano a quien habían dejado abandonado. Me faltaba mi sol, mi oxígeno para poder respirar y seguir adelante. Los días triplicaban las horas y pasaban muy lentamente. Solo hacía que mirar mi teléfono a ver si Marta me había mandado algún mensaje o tenía una llamada perdida suya, pero nada de eso ocurrió y poco a poco fui perdiendo la esperanza. Inundé su teléfono de mensajes y llamadas y lo único que conseguí es que me bloquease. La había perdido para siempre.

Alberto estuvo a mi lado en todo momento y me apoyó. Ratificó lo que Marta me había contado, pero las semanas dejaron paso a los meses y esos meses a los años. Perdí toda esperanza en el momento que mi amigo me dijo a los pocos meses de su marcha, que su sobrina se había quedado embarazada. Eso fue devastador para mí. No entendía cómo se podía haber quedado embarazada de ese impresentable, no concebía como había podido estar en la misma cama desnuda con ese tipo que la maltrataba y haber dejado que se corriese en su interior preñándola. En ese momento supe que mi relación con Marta había pasado al nivel del olvido. Mi amigo hablaba con ella todos los meses y siempre me decía que Marta me mandaba muchos besos y me echaba de menos, para mí solo eran las palabras de alguien que en su momento significó mucho en mi vida.

Mi único vínculo con Marta era Alberto, su tío. Eso hizo que muchos fines de semana fuese a su chalet a pasar el día y así poder hablar de Marta con él y entender su manera de ser y porqué hizo lo que hizo. De alguna manera era como estar cerca de mi amor platónico. Ya no era tan promiscuo, mis sienes empezaban a clarear y mi libido se tranquilizó mucho. De acuerdo que de vez en cuando echaba una "canita" al aire, pero añoraba a mi amada, no os voy a mentir, aunque terminásemos mal. No me di cuenta obcecado con Marta, pero Lorena empezaba a ser toda una mujer y sin darme cuenta reclamaba mi atención.

Realmente no te das cuenta si visitas muy asiduamente a una persona en cómo evoluciona, pero Lorena había pasado de ser una niña a ser una preciosa adolescente, casi de la noche a la mañana. De eso me di cuenta el verano pasado cuando estando en la piscina apareció esa niña con un bikini de lo más sugerente.

Lorena no cambió en absoluto su conducta conmigo. Era como su juguete, su peluche, me abrazaba, se sentaba en mis rodillas o sobre mi regazo plantando su magnífico culito sobre mi polla que hacía ímprobos esfuerzos por no erguirse, pero que era inevitable y de seguro que ella lo notaba.

Dentro de la piscina era complicado mantener la compostura con ella cuando estábamos solos. Le gustaba abrazarse, frotarse, que la tocasen, ponerse a caballito sobre mis hombros y notar el calor abrasador de su coñito en mi nuca mientras mis manos agarraban sus muslos, suaves, tersos, llenos.

En otras circunstancias esto se podría tomar como una especie de seducción por parte de esa lolita, pero yo realmente lo tomaba como un juego por parte de ella, pero sin peligro. Era alguien muy cercano a ella y con quien tenía mucha confianza. Además los calentones que me pegaba, y no niego que los hubiera, los pagaban alguna de mis amigas que siempre quedaban satisfechas por las folladas que les pegaba.

Tampoco negaría que me hubiese gustado que fuese la propia Marta la que hubiese pagado los calentones que me pegaba con su prima, pero ahora Marta no estaba, se había ido y ese vacío todavía no lo había llenado aún. Lorena era ajena a todo lo que me estaba ocurriendo, pero ella se daba cuenta que no era el mismo, estaba triste y ella intentaba alegrarme de todas las maneras que se le podían ocurrir.

Pero sucedió algo que no debería de haber pasado, pero ocurrió. Fue un fin de semana como algunos otros. Mi amigo me invitó a una barbacoa junto a su familia y no quise dejar pasar la ocasión de un día de piscina, buena compañía, cervezas y buena carne a la parrilla. Cuando llegué lo primero que hice fue ponerme el bañador y tirarme a la piscina, inmediatamente vino Lorena que tirándose de cabeza emergió a mi lado con la clara intención de hacerme una aguadilla.

Todo eran risas y juego hasta que ella teniendo algo en sus manos y yo intentando quitárselo, luchábamos con el culo de Lorena pegado a mí y echando su cuerpo hacia delante para que no alcanzase lo que tenía ella entre sus manos. No sé en que estaría pensando, era solo un juego y me estaba frustrando no poder quitárselo. Era una estupidez pero tenía la sensación de que me vacilaba y quería que esa niña fuese consciente de mi superioridad y me oí a mí mismo decírselo:

—¡¡Veras como ahora lo sueltas!! Exclamé molesto.

Inmediatamente mi mano izquierda se metió bajo la tela del bikini apoderándose de una teta mientras la derecha acaparó su coñito por encima de la braguita. Fueron solo unos segundos, el tiempo suficiente para que lo que sujetaba las manos de Lorena lo soltase asustada y se separase de mi atemorizada.

—¡¡MIO!! Grité eufórico al haberme apropiado de esa especie de pelota que Lorena no quería soltar.

Cuando me di la vuelta y vi la cara de esa niña primero la miré confundido sin entender que ocurría, hasta que me di cuenta de lo que había hecho y me quise morir de vergüenza.

—Por Dios Lorena, es injustificable lo que he hecho, perdóname.

No dijo nada, solo me miraba entre asombrada y acobardada mientras se colocaba la parte de arriba de su bikini. Sin decirme nada salió de la piscina y se fue a secar con su toalla mientras llamaba a su madre. Eso me preocupó, si Lorena le decía a su madre lo ocurrido, me echarían de esa casa de inmediato con "cajas destempladas" por pervertido.

Estaba preocupado cuando vi aparecer de nuevo a Lorena con una lata de cerveza y se dirigía hacia mí. Yo estaba en mitad de la piscina cuando llegó ella al borde, se sentó y me ofreció esa cerveza. Yo me acerqué y la tomé mirándole confundido.

—Gra…gracias…supongo. Dije turbado.

—Teo, era solo un juego, ha sido sin querer, sé que nunca me harías daño. Dijo Lorena con dulzura.

—Por supuesto cariño, nunca se me ocurriría hacerte daño.

Se levantó de nuevo y se fue con su padre a ayudarle a hacer la barbacoa. No sé qué le diría a su madre ni por qué la llamó y desde luego, no me pondría a hacer preguntas. Cuando me tranquilicé, también salí del agua y me fui con mi amigo a terminar de preparar la carne. Lorena se fue a una tumbona y no paró de mirarme hasta que nos sentamos a la mesa. Ese día fue raro para mí. Aunque Lorena parecía quitarle toda la importancia y actuaba como siempre, para mí era diferente y mi mente no hacía más que recrear esa sensación de segundos en los que tuve en mis manos una teta suya, dura, tersa y su coñito, que aunque palpé sobre la tela de la braguita se notaba caliente, mullido.

Me avergüenza confesarlo, pero Lorena después de comer se acomodó a mi lado viendo la televisión y se comportó como siempre. Pero tenerla tan cerca, con su cabeza apoyada en mi hombro y abrazada a mi brazo hizo que me excitase y en algún momento me tuve que excusar para ir al baño donde me masturbé reviviendo esa sensación de la piscina. Cuando terminé una sensación de culpa como nunca había sentido se apoderó de mí y me hizo sentir sucio. Al poco alegando un compromiso me despedí de ellos y me fui.

Ese incidente de alguna manera cambió el statu quo de la relación que mantenía con mi amigo y su familia. Alberto me llamó en un par de ocasiones para que fuese a su casa a pasar el día o el fin de semana, lo que quisiese, pero siempre tenía una excusa para no ir. Habían pasado ya más de dos meses desde esa última visita y me seguía avergonzando mi actitud, y volver a encontrarme con Lorena me afectaba muchísimo, parecía que me daba miedo, pero no era eso, era incomodidad.

6

Al volver de las vacaciones, seria primeros de septiembre, una mañana sonó mi teléfono móvil, el de uso personal, no era un número que tuviese en mi agenda y eso me extrañó pero acepté la llamada.

—Dígame…

—Hola Teo, soy Lorena. Sonó la dulce voz de esa niña.

—Hola cariño, ¿Qué tal estas? ¿Y Tus vacaciones?

—Bien, me lo he pasado muy bien y estoy muy morena.

—Me alegro por ti. Y dime ¿A qué debo el honor de tu llamada?

—Bueno, me…me preguntaba si este fin de semana voy a poder verte. Desde principios de verano cuando ocurrió…bueno, lo de la piscina, no has venido a vernos y quiero estar contigo.

Su voz temblaba. Imagino el mal rato que debería de estar pasando y el valor que tenía que haber reunido para hacer esa llamada. Pero me sorprendió esa personalización, me quería para ella.

—Además…hay algo…que…que quería decirte. Verás, es…es sobre ese día, el de la piscina. Tuve miedo en ese momento, me asusté mucho, pero más adelante no he podido dejar de pensar en ello, en las sensaciones que despertaste en mí y debo confesarte que me gustó, me gustó mucho que lo hicieses.

—Joder Lorena no me digas eso. Le dije notando la erección que empezaba bajo mi ropa.

—Bueno, solo quería que lo supieses, que no te sintieses incómodo. Después de esto ¿Vas a venir este sábado?

—Claro que si cielo. Llamaré a tu padre y le diré que me invite a comer.

Cuando nos despedimos, Lorena se despidió con mucho cariño y cuando terminamos de hablar me puse a pensar en esa conversación que acabábamos de tener. ¿Lorena se había enamorado de mí? Nooo, no creo. Solo fue una sensación que seguramente ella ya habrá sentido al acariciarse, era demasiado joven, impresionable y solo fue ese momento puntual. Entonces…¿Por qué ha insistido en que fuese este sábado? ¿Y por qué me ha dicho que le gustó mucho que lo hiciese?

Me levanté de mi sillón y fui al baño de mi despacho a refrescarme la cara. Cuando me sequé vi mi reflejo en el espejo y me gustaba lo que veía. Era muy atractivo, por lo menos es lo que me decían las mujeres que conocía y sé que no me mentían. Mis sienes empezaban a clarear, cosa lógica al acercarme al medio siglo de vida. Tenía esa transición entre el color de mi pelo y el blanco de las canas, empezaba el otoño en mis sienes pero eso me daba un toque, creo, más interesante.

Volví a mi trabajo aunque no me pude quitar de la cabeza a Lorena durante los días que restaban para que llegase el sábado. Cuando me dirigía a casa de mi amigo, caí en la cuenta de que no había pensado ni un solo día en Marta, esa chiquilla había acaparado mis pensamientos y creo que casi debía de estarle agradecido. Era agotador pensar una y otra vez en todo lo ocurrido, en nuestra relación, en su estupidez por vengarse y en la manera tan mala que terminamos. Desde que se fue, ya hacía casi año y medio, ni una llamada, ni un mensaje, nada, solo una foto que le mandó a su tío en la que salía ella en la cama de la clínica donde dio a luz, con su hijo en brazos.

Cuando llegué, la primera en salir a recibirme fue Lorena y me quedé impresionado. Estaba guapísima, muy cambiada. Estaba más hecha, era más mujer y tenía unas curvas impresionantes y las tetas, ¿De dónde habían salido esas tetas? No dudó en abalanzarse sobre mi echarme los brazos al cuello y abrazarme con fuerza mientras me llenaba de besos y me decía lo que me había echado de menos. Al momento vi salir a su padre con los brazos abiertos.

—Qué alegría volver a verte. Dijo con una gran sonrisa.

Deshice el abrazo con Lorena, muy a mi pesar, para dar un abrazo a su padre y en ese momento salía también Yolanda a recibirme.

—Pero mira que te vendes caro, eres peor que un ministro para poder verte. Dijo Yolanda abrazándome también y dándome dos besos.

—Se que suena a excusa barata, pero de verdad que tengo mucho trabajo, solo he estado tres días de vacaciones, por cierto, ¿Qué le habéis hecho a Lorena? Esta guapísima y muy cambiada.

—A que sí, afirmo Yolanda. Estas vacaciones le han sentado muy bien.

Por supuesto que le habían sentado muy bien, mi vista no se podía separar de ese cuerpo tentador y ese culito que se comía la tela de la braguita de su bikini indecentemente dejando sus dos preciosas nalgas a la vista. Aunque mi amigo iba hablándome, mis ojos no podían separarse de ese movimiento tan sensual de las caderas y el culo de Lorena. Hoy iba a ser un día difícil, difícil para que no volviese a meter mano a esa niña.

Al poco rato Alberto, su hija y yo, jugábamos en la piscina a hacernos aguadillas y jugar con la colchoneta a ver quién se subía primero para inmediatamente tirarlo al agua y cosas así, hasta que mi amigo decidió salirse para preparar la barbacoa y le vimos desaparecer por la puerta del jardín, momento en que Lorena se abrazó a mí con fuerza y me plantó un besazo con lengua que no supe rechazar.

—No te haces una idea de las ganas que tenia de hacer esto Teo.

—Lorena ¿Te has vuelto loca? Tus padres nos pueden ver.

—No, lo tengo controlado, aquí nos protege el bordillo de la piscina, nadie nos ve. Dijo traviesa.

Diciendo esto apoyó su culito y su espalda contra mí y me pidió que abrazase su cintura. Abrió sus piernas y me lo pidió.

—Teo, haz lo de la otra vez, por favor.

—Cariño, esto es una locura, eres casi como mi hija.

—Pero no lo soy. Dijo con determinación.

Mi mano derecha fue hacia su coñito, pero antes se paseó por el interior de sus sedosos muslos. Mi mano izquierda se apoderó de una teta, y fue la propia Lorena la que quitó la tela para que pudiese sentir el tacto de su piel suave y su pezón duro y excitado.

Yo levantaba mi cabeza para mirar si venia alguien, pero estábamos solos y solo se escuchaba el dulce gemir de Lorena. Mi mano abarcó su coñito y empecé a frotarlo, notando como las caderas de esa niña empezaban a moverse por la excitación. Mi polla iba a explotar dentro de mi bañador, me hacían falta más manos para acariciar a esa niña. Entonces ella agarró mi mano y guiándola la metió por dentro de la braguita del bikini. Mi dedo anular recorrió su rajita separando sus labios y localizando de inmediato su clítoris hinchado.

—Ahhhhhh…que ricoooooooh Teoooo. Gimió Lorena en un susurro.

La empecé a masturbar mientras mi dedo buscaba su clítoris y su vagina, pero la voz de Alberto nos sacó de nuestra ensoñación, Lorena enseguida se sumergió y apareció en el otro extremo de la piscina y yo me sumergí para refrescarme y salir a la superficie con mi amigo en el borde de la piscina.

—Anda, sal del agua que te vas a arrugar y vamos a tomar una cerveza, quiero hablar contigo.

Eso me asustó, ¿Y si nos había visto? No, era imposible, no era eso, pero ese semblante tan serio me preocupó. Cuando salí de la piscina fui a la ducha, tiempo suficiente para que mi erección bajase y no se notase tanto. Nos sentamos en una especie de cenador protegidos del sol y con una cerveza en la mano mi amigo empezó a hablar.

—Hace dos semanas estuve hablando con Marta. Noté que no estaba bien, estaba muy triste, le pregunté si le ocurría algo y se echó a llorar como una chiquilla.

—Vaya, siento oír eso. Dije pero sin sentirlo.

—Sabes, me estuvo preguntando mucho por ti, que era de tu vida, si estabas con alguien o te habías casado, dijo Alberto echándose a reír. No le dije nada, no sin que tú me digas que es lo que quieres hacer.

—Tú sabes mejor que nadie como lo pasé cuando decidió irse y separarme de su lado y la manera en que lo hizo. No amigo mío, si ella quiere algo de mí, que me llame o que me lo pida ella.

—Esta algo dolida contigo, dice que no la has llamado ni para felicitarla por su maternidad, ni para saber de ella.

—Bueno, eso no es verdad. Tu sobrina me bloqueó, le mande mensajes, le llamé y nunca obtuve respuesta. Llegó un momento en que supe que no merecía la pena seguir insistiendo. Dije ya empezando a estar molesto.

—Te entiendo, Marta en alguna ocasión suele ser desesperante. De todas formas me tiene preocupado, si el pasaje no fuese tan caro me iría a verla, sé que le haría ilusión.

—Si es por dinero sabes que no hay problema, yo te lo doy, casi mejor, yo te gestiono desde mi empresa el pasaje y el hotel, trabajamos con una agencia que nos hace buenos precios…¿Porque imagino que no te querrás quedar en casa de ese hijo de…? ¿O sí?

—Noooo, para nada, no me quedará más remedio que saludarle, pero a quien voy a ver es a mi sobrina.

—Pues tú me dirás cuando quieres marcharte para que lo gestione.

—Me quedan días libres, tengo que mirarlo, en cuanto lo sepa te lo digo. De verdad Teo, te lo agradezco.

Sellamos ese trato con un abrazo y nos dispusimos a preparar la comida. Yo desde lejos miraba a Lorena que tumbada en una hamaca miraba en nuestra dirección imaginando, creo, lo mismo que yo, que deseaba tenerla desnuda y follármela hasta que me dejase seco.

Durante la comida, Lorena y yo hicimos "piececitos" mientras todos charlábamos sobre nuestras vacaciones. Estaba tan obsesionado con Lorena en ese momento que no me daba cuenta de la locura que estaba cometiendo, no veía más allá de querer follármela, esa niña me había dado luz verde para poseer su lujurioso cuerpo y desde luego iba a contagiarme de su juventud.

Después de comer como siempre, nos sentábamos en los grandes sofás del salón a ver la televisión. A mi lado, como era habitual en ella, tenía a Lorena con su cabecita apoyada en mi hombro. Estaba pensando en que excusa poner para poder sacar de su casa a Lorena e irnos a la mía a estar solos y tener intimidad cuando mi amigo me hizo una seña para que fuese a la cocina con él.

—¿Vas a hacer algo esta tarde?

—No tenía pensado nada. Dije mintiéndole.

—Yolanda y yo nos vamos a acercar al hipermercado a hacer la compra y como a Lorena no le gusta ir, os quedáis aquí los dos y así aprovecháis para daros los últimos baños del verano. ¿No te importa?

¿Qué si me importaba? En mi cabeza sabía que tendríamos dos horas más o menos para nosotros y sé que Lorena iba a pensar igual que yo.

—En absoluto, no os preocupéis por nada.

Cuando escuchamos como se alejaba el coche, Lorena me agarró de la mano, me llevó a una hamaca e hizo que me tumbase en ella con una pierna por cada lado. Ella se quitó su braguita y me dejo ver su pubis con una ligera pelusilla rubia. Se tumbó dándome la espalda con mi polla pegando en la parte baja de su espalda, se abrió bien de piernas y agarrando mi mano derecha la llevó a su coñito.

—Hazme sentir lo de esta mañana en la piscina.

Mi dedo anular volvió a recorrer su rajita, excitándola, haciéndola gemir. Ya estaba muy mojada, su coñito no paraba de soltar fluidos que empapaban mis dedos y los llevé a mi boca.

—Eres un dulce, sabes riquísima.

—Ummmm…no…¿No te da asco? Gemía Lorena mientras mis dedos volvían a su coñito.

Negué con la cabeza mientras que con la otra mano amasaba y excitaba las tetas de esa niña que gemía escandalosamente al estar solos en su casa. Sus caderas empezaron a moverse buscando más placer y mientras mi dedo la penetraba ligeramente y acariciaba su excitado clítoris se corrió como una bendita, cerrando sus piernas y aprisionando mi mano mientras sus caderas se movían violentamente.

Nos quedamos en esa posición, hasta que los espasmos de Lorena cesaron y su respiración se tranquilizó. Se quedó tranquila acariciando mi brazo mientras mi mano seguía prisionera entre sus muslos. Parecía que sentía vergüenza y no quería mirarme, así que tomé la iniciativa.

—¿Estas bien? ¿Te encuentras a gusto?

—Ufffff, ya lo creo, ha sido sencillamente genial. Emmm…una pregunta, ¿Eso que noto tan duro en mi espalda es…es?

—Si cariño, es mi pene, mi polla, mi verga, como la quieras llamar, pidiendo algo de atención.

Lorena se dio la vuelta y se tumbó sobre mí. Me miró con esos inmensos ojos azules y me besó con cariño. Estuvimos así un rato mientras mis manos se adueñaban de ese culito que tenía y que me volvía loco. Cuando nos separamos me lo confesó.

—Teo, eres el primer hombre con el que estoy, soy virgen y nunca he hecho nada con ningún chico. Bueno miento, este verano me besé con un chaval, me quiso meter mano pero no le dejé. Tu eres el primero que me ha tocado el…el…

—Dilo sin miedo cielo, el primero que te ha tocado el coño, que te a sobado las tetas y que te ha magreado el culo.

—Yo no lo hubiese dicho mejor. Dijo Lorena riendo.

Nos volvimos a quedar callados, pero mis manos sobaban a conciencia ese culo perfecto y mis dedos se metían por su rajita volviéndola a excitar.

—Teoooo, que me haceees.

—Cielo, ¿Quieres que te coma el coño?

Lorena asintió con la cabeza, se levantó y la senté en la hamaca con sus piernas bien abiertas. Lo primero que hizo fue taparse con sus manitas en señal de pudor, pero con cariño se las quité dejándome ver su joven coñito, virginal, rosadito, con sus labios mayores hinchaditos, una verdadera delicia.

—Relájate mi amor y disfruta. Le dije con esa frase manida.

No sé quién disfrutó más, si ella o yo. Mira que me había comido coños en toda mi vida, pero como ese ninguno. Era joven, tierno, sabroso, delicado, dulce, agradecido. Mi polla me dolía hasta decir basta. Estaba más dura que la pata de un perro "envenenao" así que me la saqué del bañador y me empecé a acariciar mientras saboreaba ese manjar de los dioses.

Lorena se corrió dos veces como una loba en celo dando rienda suelta a sus sensaciones. No se privó de exteriorizar su placer, no dejaba de hablar, de gritar, de gemir cada vez que alcanzaba un orgasmo, tiraba de mi pelo intentando meterme dentro de ella, mientras mi boca, mis labios y mi lengua no le daban tregua, hasta que tirando de mí, hizo que me levantase, me metió entre sus piernas e hizo que me tumbase sobre ella.

—Paraaa Teo, para que no puedo más…Diooos ha sido bestial, decía con la respiración agitada, nunca me he corrido así.

Me abrazó con brazos y piernas mientras me besaba con una pasión desmedida notando su propio sabor. Mi polla estaba tocando su coñito, buscando su entrada para follarla y yo no me cortaba y le daba puntazos, haciéndole gemir.

—Follame Teo, métemela que no aguanto más.

—¿Segura?

—Siiiiiii…hazloooo.

Estábamos cegados por el deseo y la excitación. Fue la propia Lorena la que apuntó mi polla en su coñito, yo solo me limité a empujar con delicadeza, notando como le iba abriendo el coño hasta que noté su himen impidiéndome avanzar.

—¿Te duele cielo?

—Menos de lo que creía, ¿Ya está toda dentro?

—No cariño.

La besé para acallar sus gemidos y di un golpe de caderas. Gritó en mi boca mientras sus uñas se clavaron en mi espalda y mis pelotas golpeaban su anito, se la había clavado hasta el corvejón y me quedé quieto para que su virginal vagina aceptase a ese nuevo invasor. Su sexo me apretaba de tal manera que pensé que me iba a arrancar la polla, pero el placer era infinito e intentaba aguantar las ganas de correrme en ese coñito tan apretado.

—Jodeeer…estoy llenisimaaaa.

Lorena me besaba, me abrazaba contra su cuerpo, hacía que me comiese sus tetas, esa niña estaba desatada hasta que note sus caderas moverse y la saqué para volver a metérsela hasta el fondo de su coñito.

—Así mi amor…asiiiii…muévete…follameeeeeeeh…rómpeme el coñooooh…

Empecé a follármela, penetraciones largas y profundas, seguidas. Noté como esa zorrita empezaba a respirar más fuerte y a suspirar hasta que su primer orgasmo con una polla dentro de su coño estalló con fuerza dentro de ella y noté como su coñito se licuaba y su corrida mojaba mi polla y mi pelvis.

—Diooos mi amor, no pares…maaaas…maaaas, más fuerte…joder…revientameeee.

—Lorenaaaaaaa…no aguanto mucho más… me voy a correr.

—Dentro mi amor, hazlo dentrooo.

—Lorenaaaaaaa…

Y exploté dentro de ella, joder nunca me había corrido de esa manera. Lorena también estalló en un orgasmo bestial que nos dejó a los dos temblando como a bambi en invierno, con nuestro orgasmo recorriendo nuestros cuerpos y notando nuestra excitación, abrazados, enganchados como el percebe a la roca. Había estado con muchas mujeres, no lo negaré nunca, pero lo de esa familia era de traca, primero Marta y ahora Lorena…por Dios que mujeres, que pasión y que entrega.

Con cuidado me salí del interior de Lorena que suspiraba al notar como mi polla rozaba en las paredes de su vagina. Cuando su coñito, quedo libre y abierto, todo lo que había en su interior salió cayendo entre los cachetes de su perfecto culo poniendo perdido el cojín de la hamaca. Gracias a dios era plastificado con lo que lo podíamos lavar. Me quedé tumbado a su lado, mientras ella, amorosamente me abrazaba.

—Lorena…¿Estas bien?

—Mejor que bien, joder ha sido increíble, mejor de lo que me habían contado.

—Me he corrido dentro de ti y eso me preocupa.

—Dale las gracias a mamá. Según tuve mi primera regla me llevó al ginecólogo y me recetó la píldora, para según ella que no me preñase ningún pringado.

—Pues bien por mamá. ¿Tu padre lo sabe? Creo que si sabe el por qué le daría un infarto.

—Papá sabe que tomo anticonceptivos pero por tratamiento contra las menstruaciones dolorosas. Mi padre ni imagina lo salida que está su niña. Dijo con picardía. Cielo, creo que debemos de empezar a ponernos los bañadores, ya llevamos casi dos horas y mis padres estarán a punto de llegar. Me dijo Lorena.

—Claro, vamos a recoger todo lo que hemos manchado.

Tardamos poco en dejarlo todo como estaba. Tampoco habíamos revuelto tanto, solo el cojín de la tumbona que lavamos a conciencia para quitar las manchas de semen, fluidos y sangre. Cuando terminamos nos metimos en la piscina para refrescarnos, estábamos los dos sudorosos. Según estuvimos en el agua, Lorena se abrazó a mi cuello, y la estreché contra mí, bajando mis manos hasta su culito, que no me cansaba de magrear. Nos besamos con cariño y cuando nos separamos me lo preguntó:

—¿Y ahora qué?

—Ahora será lo que tú quieras. Tú eres la que decides. Le dije convencido.

—Lo quiero todo Teo.

—Pues te enseñaré a ser una buena puta en la cama, te enseñaré a hacer unas mamadas de escándalo, te enseñaré a moverte cuando follas a llevar al límite al hombre que este contigo. Te voy a follar la boca y correrme en ella y te voy a follar este culo que me tiene loco y llenártelo de leche. Dije abriendo con mis manos los cachetes de su culo y acariciando su anito con mi dedo.

—Follame otra vez mi amor. No me dejes así…follameeeeeeeh. Me dijo Lorena loca de excitación.

Yo tenía mi polla a reventar otra vez. Lorena abrazó mi cintura con sus piernas, liberé mi polla y apartando la braguita del bikini se la metí hasta los huevos mientras Lorena se abrazaba a mi cuello y gemía en mi oído.

—Dioooos…que ricoooooo…fóllame…no pareees.

Antes de que llegasen sus padres, Lorena se corrió dos veces más con mi polla bombeando salvajemente ese coñito recién estrenado. No se quejó cuando debido a la lujuria del momento le metí un dedo en su anito, al principio me miró confundida, para seguidamente poner los ojos en blanco mientras me comía la boca y se corría como una perra al notar como mi polla la llenaba de semen.

7

No sé cómo lo hizo Lorena para el siguiente fin de semana aparecer en mi casa y no salir de ella hasta el domingo por la tarde. No negaré que durante toda la semana el trasiego de wasap entre nosotros fue elevado incluso con fotos muy subidas de tono. Lorena era muy cerda en la cama y ese miedo, esa timidez inicial dio paso a una hembra que reclamaba sexo sin límites aun siendo tan joven.

Ese fin de semana follamos como monos. Pero lo mejor fue su primera mamada y mi primera corrida en su boca, algo que pensó que le daría asco, pero con la lascivia del momento fue algo morboso para ella y le cautivó la experiencia. Y en ese fin de semana le empecé a preparar su culito para desvirgarlo lo antes posible, era tentador tenerla a cuatro embistiéndola mientras veía desde mi posición esa maravillosa vista de sus nalgas abiertas mostrándome su orificio provocativo que boqueaba como un pez con los espasmos de sus orgasmos.

A las dos semanas llevé a mi amigo al aeropuerto, se iba a Buenos Aires a ver a su sobrina. Durante el trayecto me pidió que cuidase de su familia y eso me hizo sentir culpable y rastrero, estaba traicionándole follándome a su hija, pero no lo podía evitar, Lorena estaba buena hasta decir basta y era un lujo el follar con ella, aprendía semana a semana y era como una esponja, absorbía todo lo que le explicaba y lo ponía en práctica aunque sabía que no podría encapricharme de ella, era demasiado joven para mí.

Pero no nos vamos a engañar, Lorena y yo en esos momentos teníamos una relación idílica en la que una complicidad bestial nos unía. Aun sabiendo lo que me jugaba, por ser hija de quien era y lo joven que era, estaba cometiendo estupro y eso me podía meter en la cárcel, pero es que esa niña era adictiva y era como una droga que enganchaba y que no podías dejar de probar.

Desde que empezamos, desde ese famoso día en la piscina en la que pude desvirgarla, nuestra relación fue en progresión geométrica y cada vez nos implicábamos más. Lorena satisfacía todas mis fantasías y yo cumplía las suyas. Parece mentira como una chica tan joven tiene esos sueños tan calientes, pero es que lorena era especial o eso me parecía a mí.

El día más caliente, más extraordinario, fue un sábado que se presentó en mi casa vestida de colegiala sexi. Cuando entró y cerré la puerta, se quitó su abrigo y me quede con la boca abierta. Iba maquillada y en su cabeza aparecían dos coletitas al estilo Margot Robbie (Escuadrón suicida) Una blusita ceñida que marcaba sus apetecibles tetas y una faldita cortísima, tableada que apenas lograba tapar su culito. Me la puso más dura que el juanete de una coja y mientras me miraba seductora y se dirigía a mi habitación se levantó la faldita enseñándome su culito irresistible.

—He seguido tus consejos, esta mañana me levanté, me duché a conciencia, y deje mi culito muy limpio, por fuera y por dentro. Pero quiero que seas tú quien me lo prepare bien para que me lo folles. Me dijo Lorena con vocecilla mimosa.

Seria idiota negar la evidencia, después de una hora preparándoselo bien, haberla follado por su coñito y que mi pequeña se hubiese corrido dos veces, le follé el culo. Por fin mi polla estaba metida hasta los huevos en sus intestinos, costó, costo un poco pero al final pudimos disfrutar los dos de esa experiencia. Lorena lo disfrutó bastante más, le encantó y le hizo alcanzar otro orgasmo que disfrutó tanto como yo al notar como mi verga se vaciaba en sus intestinos.

Todo era color de rosa, una puñetera nube de algodón que nos tenía atrapados. Cuando nos tranquilizamos y saque mi polla de su interior, tenía el culo más abierto que el flotador de un elefante, pero era una visión de lo más morbosa ver escurriendo mi semen desde su culo y pasando por su coñito. Se tumbó a mi lado complacida y se abrazó a mi como hacía siempre pero esta vez fue diferente.

—Teo te amo, mi cuerpo es tuyo.

Eso no me lo esperaba, pero mis sentimientos hacia Lorena eran muy fuertes. Me negaba a reconocerlo pero mi vida sin ella ahora no tendría sentido. Creo que son muy pocos los maduros que pueden mantener relaciones sexuales consentidas con una adolescente muy joven, a no ser que paguen, el que Lorena me hubiese escogido a mi para iniciarla en el sexo era un regalo.

—Yo también te quiero mi amor. Dije abrazándola contra mí.

El día que fuimos a recoger a mi amigo al aeropuerto de su viaje a Buenos Aires, Lorena se vino conmigo y Yolanda se quedó en casa preparando una pequeña fiesta de bienvenida. Antes de entrar a la sala de espera Lorena me hizo una mamada que me dejo tiritando del gusto. Estábamos en el parking y no era cuestión de follármela, había demasiados mirones, pero con la faldita que traía le hice un dedito delicioso que le hizo gozar. Al poco rato nos montábamos de nuevo en el coche y la cara de mi amigo no era de alegría precisamente.

—Tienes mala cara. Le dije preocupado.

—Aunque he venido en primera y el asiento era muy cómodo han sido muchas horas de vuelo. Estoy cansado.

—¿Qué tal Marta?

—Bueno, bien. Ya te contaré.

Noté a Alberto muy abatido y eso me preocupó, pero tendría que ser él quien me hablase, quien me contase todo lo que había visto. Llegamos a su casa y medio celebramos su llegada, estaba muy cansado y preferí retirarme para que descansase.

No sé por qué motivo Alberto empezó a evitarme. Ya no había comidas en su casa ni llamadas para estar hablando durante un buen rato de nuestras cosas. Pregunté a Lorena, que seguía viniendo a mi casa cuando podía o la dejaban pasar un fin de semana en casa de alguna amiga, pero no me supo dar ninguna explicación, delante de ella, ni había oído hablar del motivo de ese viaje y mucho menos de cómo se encontraba su prima.

Nosotros seguimos con nuestros encuentros y el ardor, el deseo no se agotaba, cada vez era mayor aunque yo sabía que con esa niña no podía seguir así. Prácticamente no salíamos de mi casa, solo follábamos y yo sé, intuía, que Lorena se moría por divertirse conmigo, ir a restaurantes, a hoteles, a spa’s, a discotecas. Pero como explicarle que ella y yo no podíamos mostrar nuestro amor en público, Que en todos esos sitios yo no pegaba a su lado ni ella al mío.

Durante los siguientes seis meses, Lorena y yo seguimos con nuestros encuentros, pero aunque ella pareciese que actuaba igual, yo si noté cierto cambio, cierto enfriamiento que quise achacar a mi miedo a perderla. Había fines de semana que no nos podíamos ver, porque Lorena ponía como excusa que tenía que estudiar debido a los exámenes aunque sabía que no tenía ninguno.

Pero realmente me preocupó mucho el día que mi amigo Alberto me llamó para invitarme a comer. Ya hacia quince días que no veía a Lorena, ni respondía a mis llamadas ni a mis mensajes y pensé que esa invitación sería un magnífico momento para vernos, aunque fuese en casa de sus padres. Sabía que algo grave ocurría. Cuando me presenté en casa de mi amigo y cuando pregunté por su hija me dijeron que se había ido a pasar el fin de semana a casa de una amiga, excusa que utilizaba conmigo cuando venía a mi casa a follar.

Si, ese no fue un buen día, más aún cuando al terminar de comer Yolanda se excusó y se fua a echar la siesta y Alberto y yo nos quedamos solos. Durante toda la comida, aunque su trato fue correcto, no había esa camaradería de la que hacíamos gala en todo momento. Llegué a pensar que sabía algo de la relación que manteníamos su hija y yo y me iba a montar una bronca de cuidado pero no fue así.

—¿Te estarás preguntando por qué no he hablado contigo desde que vine de Buenos Aires?

—Bueno, imagino que tendrías tus razones, no quise agobiarte.

—Teo, no me ha gustado nada de lo que visto. No conozco a mi sobrina, está sumida en una depresión muy grande, su casa es su prisión y el mamón de su marido es el culpable. No tiene amigos ni amigas, no sale de su casa, hasta me costó a mi convencerle de que la dejase salir a comer a un restaurante. Solo su hijo es el que la mantiene viva.

—Alberto, no quiero parecer cruel, pero todo lo que está pasando Marta ha sido decisión suya. Sobra decir que según lo que me contó ella, tenía que haber dejado a su marido al día siguiente de casarse y que yo siendo su mejor valedor, su apoyo incondicional y creo que su único amor, decidió alejarme de ella y separarme de su lado. Estoy seguro que ella sabe y se lamenta de haberlo hecho, pero fue su deseo.

—¿Sabes que me ha preguntado mucho por ti? ¿Por tu vida? ¿Qué es lo que haces? ¿Si compartes tu vida con alguien? Y lo siento pero quería darle alguna esperanza y le he contado muchas cosas sobre ti, como vives, que es lo que haces y a que te dedicas y tú cariño por nuestra familia.

—Alberto, se cómo quieres a tu sobrina, pero mantente al margen de esto. Si Marta quiere saber algo de mí, que tenga el valor de llamarme y se trague su orgullo.

—No puede, no lo entiendes, su marido la tiene controlada.

—¿Y tú? ¿Tú que estabas allí, con ella…no hiciste nada?

—Lo quise hacer, al igual que aquí en España, allá en Buenos Aires tienen un número de teléfono al que llamar en caso de malos tratos, pero no me dejó hacerlo alegando no sé qué mierda de venganza.

—Alberto, tu sobrina está loca, loca de atar. O haces algo o quizás la próxima llamada que recibas es de tu hermana llorando contándote que su hija a muerto a manos de su marido.

Me levanté con intención de irme de esa casa. Necesitaba salir de allí, estaba incomodo y sobre todo muy triste sabiendo que algo ocurría con Lorena, pero lo que empezaba a contarme mi amigo me negaba a escucharlo, ya le había dado muchas vueltas en su momento.

—¿Te vas? Preguntó Alberto.

—Si, tengo muchas cosas que hacer.

—Pero hay muchas cosas más que debo de contarte. Dijo mi amigo contrariado.

—Sabes, no sé si quiero oírlas, yo pasé página del episodio de tu sobrina y hacía mucho tiempo que no pensaba en ella y quiero seguir así. Terminé de decir.

Nuestra despedida fue muy fría, pero quería terminar esa visita. Me monté en mi coche y me fui de esa casa en la que tan buenos ratos había pasado, pensando en que tardaría mucho en volver.

No pasé una buena semana, mi cabeza iba a explotar entre los problemas de Marta y la falta de noticias de Lorena, me hacía falta desconectar y llamé a una amiga que vivía en el sur de España, en Cádiz. Le faltó tiempo para invitarme a pasar un fin de semana en su casa y así nos poníamos al día ya que hacía mucho tiempo que no nos veíamos. El viernes a medio día me fui al aeropuerto y a la hora de comer estaba sentado con mi amiga en un restaurante de la costa donde empecé un fin de semana divertido y lleno de sexo. El sábado por la mañana, recibí un mensaje de Lorena:

—«Estoy en tu casa pero nadie me abre. ¿Dónde estás? Necesito verte y hablar contigo. Llámame o dime algo. TQ.»

Leí su mensaje y como ella hacia conmigo lo dejé en visto. No creí necesario responderla en ese momento y por supuesto estaba dolido con ella, ya hacía tres semanas que no sabía nada de Lorena y no lo entendía, aunque si sabía lo que iba a ocurrir, más sabe el diablo por viejo que por diablo.

8

Por esa época tenía un negocio entre manos que si salía bien me dejaría una insultante cantidad de dinero cercano a los once dígitos. Una multinacional estaba interesada en mi negocio y en mi cartera de clientes y quería adquirirlo, pero había que matizar algunos puntos de esa venta, afinar esos pequeños flecos para que nadie saliese perdiendo y con eso me refiero a mis trabajadores.

Eso hizo que todo mi esfuerzo y toda mi atención se dirigiese a ese fin, el alcanzar un buen acuerdo, obviando otros compromisos que tenía como por ejemplo preocuparme de dejar zanjado el encuentro para hablar con Lorena. A mis semanas le faltaban horas y los fines de semana tenía reuniones con miembros del consejo de administración, jugando interminables partidas de golf y comidas informales donde se cerraban grandes negocios.

Ya estaban todos esos flecos prácticamente perfilados y las carpetas con los documentos de venta de mi compañía a falta de las firmas cuando recibí la llamada de Lorena.

—Hola Teo.

—Hola Lorena ¿Qué tal?

—Bien…Emmmm…¿Por qué no has respondido a mi mensaje?

—¿Quizás por la misma razón por la que tu no has respondido a los míos?

—Ya, dijo dolida…¿Cuándo nos podemos ver?

—¿Te viene bien el viernes por la tarde?

—¿No podría ser el sábado por la mañana? Me viene mejor.

—El sábado por la mañana me voy temprano fuera de Madrid, paso el fin de semana fuera.

—Bien, dijo con tristeza, quedamos el viernes por la tarde.

—Sabes donde trabajo, cuando llegues me haces una perdida y bajaré para que hablemos. Dije con sequedad.

Cuando Lorena me hizo esa llamada ya era tarde. Iba en un coche conducido por alguien ya que ella no tenía edad de tener el carnet, se escuchaba el ruido del motor, con lo que iban en movimiento y de fondo sonaban los ritmos de Maluma y creí reconocer incluso la canción «La Ex» Titulo muy apropiado para lo que se avecinaba.

Nos despedimos sin ningún tipo de afecto. Solo un gélido «Hasta el viernes» fue lo que nos hizo terminar la llamada. A falta de la confirmación por boca de Lorena, yo ya daba por terminada esa relación y mentiría si dijese que no lo sentía, pero por otra parte me quitaba un peso enorme de encima, Lorena era una tentación difícil de rechazar, pero era, en mi caso, de alto riesgo.

Para cuando llegó el viernes yo estaba eufórico y no cabía en mí de gozo. Hacia un día que habíamos firmado la venta de mi compañía con lo que era jodidamente rico, muy rico. Además en el último momento negocié un puesto en el consejo de administración y aunque costó, me lo concedieron. Con esto, ya tenía toda mi vida y la de mis siguientes generaciones resuelta y creo que ya nada podría amargarme ese día. Pero no fue así.

Sobre las seis de la tarde sonó mi móvil y vi que era Lorena que ya estaba abajo esperándome. Mi despacho daba a la calle y apartando la cortina pude ver a esa niña, bajando de un Chevrolet Cruze blanco muy tuneado. Vi también como se bajaba un chaval joven y Lorena se abrazaba a él y se daban un húmedo beso. Aunque dije que nada me amargaría ese día, el ver eso, ver como mi niña se abrazaba y se besaba con otro me revolvió el cuerpo. No quise perder más tiempo y bajé en su busca, me esperaba frente a la puerta de mis oficinas. Aunque cuando me vio aparecer me sonrió, yo me mantuve serio hasta llegar a su altura.

—Hola Lorena, dije ásperamente, vamos a tomar algo.

Entramos en una cafetería donde iba todas las mañanas a desayunar. No hubo muestras de cariño ni beso ni nada que demostrase alguna alegría por volver a vernos casi un mes después de nuestro último encuentro. Nos sentamos y enseguida vino uno de los camareros a tomarnos la comanda.

—Y bien…¿De qué quieres hablar? Dije mirando a Lorena.

—Pensé que esto iba a ser más fácil, pero tengo un nudo en la garganta.

—Va, tranquila, solo cuéntamelo. Dije con algo más de empatía.

—Teo, tú sabes que te quiero con locura, que para mí eres un amor, pero…he…he conocido a alguien.

—Bien, dime algo que no sepa. Eso lo veía venir. Dije con una sonrisa, pero jodido por dentro, mientras mi corazón explotaba en mil pedazos.

—Fue de la manera más tonta, una tarde quede con una compañera del insti y su novio y apareció con este chico también. Me lo pasé genial, era simpático, divertido y cariñoso, repetimos unos cuantos días…ya me he acostado dos veces con él.

—Bueno, sabía que esto iba a suceder. Te agradezco lo valiente que has sido al decírmelo a la cara. Dije intentando no mostrar mi desolación.

—¿Y ya está? ¿No te vas a cabrear conmigo? Dijo Lorena sorprendida.

—Lorena, míranos. Tu y yo no teníamos futuro, la edad era un obstáculo insalvable. Esto que ha ocurrido era inevitable y ahora con ese chaval que te espera afuera podrás hacer con el muchas más cosas de las que hacías conmigo, entre ellas muestras de afecto en público.

—¿Y cómo sabes que me está esperando afuera? Preguntó Lorena extrañada.

—Cielo, el ventanal de mi despacho da a la calle, he visto cómo te bajabas de su coche, le abrazabas y le besabas.

El camarero trajo las bebidas que habíamos pedido. Noté a Lorena triste, muy triste, pero es lo que ocurre cuando sabes que vas a cortar con una persona y ella y yo todavía no habíamos descubierto que podíamos odiar el uno del otro para hacerlo más llevadero.

—Teo, yo no quiero dejar de verte, de estar contigo y de disfrutar juntos alguna vez en la cama. Eres muy importante en mi vida.

—Mira Lorena, eso no es buena idea. Además con lo mío soy muy egoísta y no me gusta compartir. Se que te hace falta vivir tu juventud, conocer gente nueva, experimentar, follarte a muchos tíos y decidir qué es lo que quieres. Si cuando estés preparada para una relación seria, piensas en mí y te apetece estar a mi lado, búscame, no te prometo nada por qué no voy a estar esperándote.

—Bueno, te seguiré viendo algún día por casa de mis padres. Dijo con una sonrisa triste.

—No creo, pienso irme a vivir fuera de Madrid, todavía no he decidido donde, si dentro de España o en el extranjero, pero voy a cortar con todo y por favor no se lo digas a tu padre, ya seré yo quien se lo cuente.

—¡¡¿Q…que?!! No puedes hacer eso, no me puedes separar así de tu lado, yo te necesito.

—No, tú no me necesitas, crees que sí, pero te aseguro que te vales por ti misma sin problema.

Lorena se echó a llorar con amargura, mientras le miraba impertérrito. No quería dar muestras de debilidad ante ella, aunque me rompía el verla llorar. Se que fui muy desagradable y no tenía derecho a dejarla así, pero empezaba a sentirme incómodo ya que la gente miraba sin ningún tipo de discreción y veían a un tipo mayor con una adolescente muy joven que lloraba desconsolada.

—Lorena, tengo muchas cosas que hacer y siento irme así, pero ya no hay mucho más que hablar. Se feliz y que te vaya bien.

Levantándome la di un beso en la frente y me fui, no había dado dos pasos cuando me llamó de nuevo.

—Teo, solo dime una cosa, ¿Yo soy la culpable de que te vayas?

—Ni mucho menos, dije echándome a reír por su ocurrencia. Eres parte de un compendio de situaciones, pero no eres la culpable de que me marche a vivir muy lejos de aquí. ¿Alguna cosa más? Pregunté.

Ella negó con la cabeza mientras se echaba a llorar de nuevo. No discuto que yo fuese importante en su vida. Se que me tenía por su amor platónico, por alguien a quien dio su virginidad y la trató con mucho cariño y mucho amor, pero era un amor imposible, tenía que terminar con aquello y alejarme para no caer en la tentación nuevamente.

9

Durante las siguientes semanas hasta que me fui de Madrid, fue un no parar. Preparé mi casa para dejarla cerrada, aun no sabía qué hacer con ella, si venderla o alquilarla, era mi primera casa y la tenía un cariño especial. Lorena me llamó un par de veces para que nos viésemos y no precisamente para hablar y aunque era una oferta muy tentadora no quise aceptar, como dije, tenía que terminar con todo eso y ella ya tenía otros amigos.

Con la despedida de mi amigo fui un cobarde y un informal. Fui tan huidizo que le llamé por teléfono para despedirme. No quería verle, ni que me hablase de Marta y tampoco quería encontrarme con Lorena, así que dos días antes de irme, con un vaso de wisky para darme valor le llamé y me despedí de él. No entendió por qué me iba, si era tan rico podía vivir a lo grande en Madrid, pero mi respuesta fue que me iba a recorrer mundo y que seguramente mi residencia la tendría en el sur de España. «Bueno, solo espero que llames cuando tengas un sitio donde poder visitarte» fue lo último que me dijo cuando nos despedimos con cierta amargura.

Me sentí orgulloso de irme y haber dejado bien definido y asegurado los puestos de trabajo de los empleados de la que fue mi empresa, pero no me sentí contento por cómo me despedí de mi buen amigo Alberto.

Cuando abandoné Madrid, mi primera parada fue Cádiz. Esa tierra me gustaba mucho, su gente su clima y ese océano y ese mar que bañaba sus playas. Me costó casi un mes encontrar lo que buscaba. Una agencia inmobiliaria de gran nivel me ayudó, buscó y rebuscó y encontró lo que quería en Zahara de los Atunes. Era una villa con una bonita mansión de estilo colonial que estaba prácticamente en primera línea de playa, en un alto, con lo que las vistas eran impresionantes.

La mansión le hacía falta una buena reforma y la piscina la quería en la terraza principal del gran salón con vistas al mar, pero no quería una piscina normal, quería algo único, lleno de vegetación y cascadas. Esa agencia inmobiliaria me puso en contacto con un estudio de decoración e interiorismo y les plasmé mi idea que ellos entendieron de inmediato, quería cosas concretas y únicas. Me dieron un presupuesto y una fecha de finalización de obras con lo que tenía casi cinco meses por delante, para hacer un seguimiento de lo que se hacía en mi futura residencia.

Bueno, como siempre que te metes en reformas, y aunque te den una fecha de finalización, suele ser imposible cumplir plazos. Esos cinco meses se convirtieron en más de siete meses, pero al final todo quedó terminado como yo deseaba. Durante todo el tiempo que duraron las reformas de mi villa, estuve a caballo entre Madrid y Cádiz, solucionando pequeños problemas y sobre todo pensando en un viaje que desde muy joven me había prometido hacer si se daban las circunstancias y ese no era otro que la mítica Ruta 66 de Estados Unidos.

Un día de primeros de septiembre aterricé en Chicago, punto de partida de la Ruta 66. Iba a la aventura y aunque me había documentado, ni tenía medio de transporte, ni reserva de hoteles ni nada que se asemejase a una planificación, pero he de decir que en torno a esa famosa ruta hay una cantidad inmensa de servicios y asociaciones que te ayudarán a organizar tu viaje.

Una vez instalado en un hotel, fue la propia recepción la que me dio la dirección de una asociación de la Ruta 66. Ellos fueron los que me ayudaron y guiaron en todo lo referente a ropa, equipaje, seguros y sobre todo que moto llevar. Yo era de la vieja escuela y quería hacer esa ruta a bordo de una Harley-Davison y gracias a ellos pude alquilar una impresionante Electra Glide a muy buen precio, aunque me costaría mil dólares dejarla al finalizar la ruta a casi cuatro mil kilómetros del punto de origen.

Durante los cuatro primeros días me dedique a visitar Chicago y de verdad, aunque ya conocía New York, Chicago me sorprendió muchísimo más. Una ciudad moderna y cosmopolita con infinidad de sitios que visitar, haría falta un mes para ver todo lo que ofrecía esa ciudad y faltarían semanas, pero yo sabía a lo que había ido así que no me demoré y una mañana a las ocho en punto me encontraba en el Loop de Chicago, en la confluencia de la Avda. Michigan con East Adam Street, justo detrás del instituto de arte de Chicago. Allí se encuentra el cartel que indica el inicio de la Mother Road o la Main Street de Norteamérica, la mítica Ruta 66.

No sé por qué motivo pensé que estaría solo bajo esa señal, pero cuando estuve allí, había coches, caravanas y motos preparados para hacer lo mismo que yo. Al llegar con mi flamante moto, fueron muchos los que se acercaron a saludarme y conocerme ya que seriamos compañeros de viaje. Fotos, saludos y un ambiente de compañerismo, de saber que no ibas a estar solo en toda la ruta se hizo presente. Poco a poco la gente y yo mismo programamos nuestros navegadores e iniciamos la marcha, por delante teníamos algo más de 3.900 Km.

Según salimos de Chicago hacia Springfield, más o menos unos 400 Km, ya se empezaron a ver carteles, murales, museos, neones y un ambiente a los años 50 que te transportaba a otro momento dorada de esa ruta. Yo sabía que no iba a seguir la ruta tal como me la aconsejaron, quise desviarme hacia pueblos que te adentraban aún más en ese ambiente de aquel periodo en la que las carreteras y pueblos estaban plagados de cafeterías, moteles y esas estaciones de servicio con los particulares surtidores de aquella época y sus talleres que aun funcionaban. En si toda esa ruta, todos esos pueblos y lugares era un museo vivo que te sorprendía a cada momento.

Podría tirarme páginas y páginas hablándoos de ese viaje increíble. Todos los sitios que visité, absolutamente todos tenían su encanto, su embrujo, parecían anclados en el tiempo. La gente con la que me crucé en mi camino siempre fue amable y muy cariñosa y con unas ganas enormes de ayudarme a conocer más de esa ruta. Me aconsejaban hasta donde poder pasar la noche, incluso algunos vecinos me ofrecieron una habitación en su casa y te contaban historias que te hacían transportarte al pasado, a otra época.

Cada kilómetro que hacía con esa moto lo saboreaba, no tenía ninguna prisa y no iba rápido ni mucho menos. A veces iba tan lento saboreando, admirando el paisaje, que alguien andando me adelantaría mirándome extrañado. Muchas paradas, innumerables fotos, atardeceres de película en lugares en que no se sabía dónde acababa la tierra y empezaba el cielo.

Pero realmente todo cambió cuando llegando a Santa Fe me desvié hacia Monument Valley. Eso fue como entrar en otro planeta, en otra dimensión. Seguro que os sonará de algunas películas esas inmensas rectas en mitad del desierto con esas inmensas formaciones rocosas. Kilómetros y kilómetros en un paisaje casi sacado de Marte, con monumentos tan míticos como The Mittens y Merrick Butte, estas son las tres formaciones rocosas más fotografiadas e iconos del Monument Valley. Lógicamente no estaba solo, creo que en esa inmensidad me hubiese sentido acobardado si no llego a estar rodeado de gente y como siempre, muchas fotos y gente compartiendo una cerveza bien fría para inmortalizar el momento. Me sentí afortunado de despedir el día con un bello atardecer y poder disfrutar de uno de los amaneceres más especiales de mi vida.

De ese lugar increíble pasé a Alburquerque. Coincidió en Alburquerque el festival de globos aerostáticos más importante del mundo, me lo recomendaron y fue una experiencia increíble. Después de eso me fui a andar por Alburquerque y a visitar los lugares donde se grabó la serie de Breaking Bad. Fue un día movidito, no paré. Para cuando terminé me monté en mi moto y consultando el navegador puse rumbo a otro estado, Arizona. Me adentré en el Petrified Forest National Park y pasé la noche en Holbrook.

Amanecí temprano ese día, me levanté a las cinco de la mañana y puse rumbo a Winslow y después al cráter de un meteorito que me dejó asombrado. Después de esto ya me fui directamente a otra grandiosa obra de arte de la naturaleza, El Gran Cañón del Colorado.

Que os puedo decir del Gran Cañón, Monument Valley impresionaba pero el Gran Cañón sobrecogía por su inmensidad, por sus gargantas profundas talladas a base de millones de años de desgaste por el agua y el viento. Visitar esa maravilla no se puede hacer en un día, de hecho si lo haces en un día te pierdes un montón de lugares increíbles. Yo me quedé una semana, una semana que se me hizo corta, por todo lo que vi y lo que me faltó por ver.

Visitar el Gran Cañón es muy versátil. Tan pronto puedes hacerlo en la moto, como te obligan a subirte a un autobús porque no se puede circular con vehículo propio. Da igual, todos los lugares te dejan sin habla y esos autobuses además son gratuitos, con lo que no importaba dejar la moto y subirse a disfrutar mientras otro conducía. Fueron muchos días los invertidos en visitar esa maravilla, pero uno de los mejores fue cuando pude hacer una excursión en helicóptero. Ver esa inmensidad desde el aire te hace ser insignificante ante tal milagro de la naturaleza que te lo muestra sin pudor alguno. El piloto nos informó de algo para que nos hiciésemos una idea de esa grandiosidad. A lo largo de la anchura del gran cañón nos cabría la isla de Manhattan, con su Central Park incluido y que la altura de sus paredes puede llegar a alcanzar 3 veces la altura del Empire State, eso os dará una ligera idea de la enormidad de este lugar.

Hay multitud de sitios que visitar y que no me voy a poner a enumerar aquí. Si os apetece y tenéis unos ahorrillos, haceros una escapada y lo veis con vuestros propios ojos, no os defraudará, pero de los muchos sitios que visité uno me impactó. Se encuentra en el West Rim del cañón y de la que seguro a lo mejor habéis oído hablar, es el skywalk, no apto para gente con vértigo. Para los que no sepáis lo que es, consiste en un mirador artificial, construido con forma de herradura y con el suelo totalmente transparente, que se encuentra a más de 1200 metros de altura sobre el suelo. Así que lo dicho, cuidado si tenéis vértigo. Esta herradura sale de la superficie unos 20 metros, que sumados a la altura a la que se encuentra el mirador, no te deja indiferente precisamente.

Por ponerle un pero a este fantástico lugar, es que los gestores de esa atracción no dejaban sacar fotos, pero si había un amable empleado que por unos dólares (muchos para mi) te sacaba una muy buena foto. Yo me hice cinco y me salió por un pico, pero es un negocio y hay que sacar beneficios de donde sea.

Fue en este mirador donde conocí a Mia. Estaba alucinando de las vistas y de ese suelo transparente cuando vi a una mujer de unos 30 años, aterrorizada, agarrándose a la barandilla, mientras daba pasos inseguros y sudaba profusamente debido al calor que hacía. Era una mujer muy guapa, rubia, con melenita por los hombros y con un cuerpo muy deseable, vestía con una camiseta, unos shorts cortitos y una cazadora vaquera anudada a su cintura. Miré por si estaba acompañada, estuve más de quince minutos observándola y mirando por si alguien se interesaba por ella, pero solo la veía sufrir con lo que me armé de valor y me acerqué a ella.

—Hola, perdona que me presente así, mi nombre es Teo y estoy observando que lo estas pasando muy mal.

—Ho…hola…si, si…si, no sé por qué he hecho esto, no…no soporto las alturas y es…estoy bloqueada, quiero salir de aquí.

—Bien, si me dejas ayudarte lo haremos juntos, pero antes toma unos pañuelos de papel y sécate el sudor y toma, refréscate. Dije sacando una botellita de agua de una pequeña nevera de mi mochila.

—Gracias, creo que me va a dar un sincope.

Mia se bebió casi por completo la botella de agua. No es que fuese de litro, era de las pequeñas, pero eso me daba una idea de la sed que tenía.

—Bueno, ahora vas a tranquilizarte y me vas a contar algo de ti. Yo me he presentado, pero no se ni tu nombre.

Con cuidado, le tendí una mano a la que ella se agarró con fuerza, mientras miraba hacia abajo, notando como se tensionaba cerrando sus ojos.

—¡¡Eh!! Mírame a mí, no mires abajo. Dije agarrando su otra mano.

No sé, creo que el que notase contacto humano y que alguien se preocupaba por ella hizo que se relajase un poco, con lo que sin darse cuenta y pasito a pasito nos dirigíamos hacia la salida de esa plataforma.

—Todavía no me has dicho como te llamas, le dije divertido para quitar tensión al momento.

—Me…me llamo Mia. ¿Y tú?

—Me llamo Teo.

—¿Teo? ¿Qué tipo de nombre es ese?

—Veras no soy americano, soy español y Teo viene de Doroteo.

—Jajajaja…¿En serio? Dijo Mia mostrándome su sonrisa.

—Bueno, mis padres no dudaron al ponerme el nombre de mi bisabuelo.

—Perdona, se disculpó Mia, no pretendía reírme de tu nombre, solo me ha sorprendido, nunca lo había oído.

—Y "voila" ya puedes mirar hacia abajo.

Al estar entretenida con la conversación fui tirando de ella con mayor rapidez con lo que ya estaba en "tierra firme" por decirlo de alguna manera. Mia miró hacia abajo y dio una vuelta sobre sí mirando a esa plataforma, para seguidamente, mirarme a mí y abrazarme agradeciéndome lo que había hecho por ella.

—Parece ridículo, pero me has salvado, de verdad estaba aterrada.

—Y si te daba tanto miedo ¿Por qué lo has hecho?

—Me tenía que enfrentar a mis miedos, la altura es uno de ellos desde siempre y tenía que vencerlo, pero creo que hemos empatado.

Nos quedamos callados durante unos segundos, seguíamos abrazados y los dos supimos que debíamos de poner fin a esa muestra de cariño. Cuando nos separamos me miró entre avergonzada y risueña.

—Y dime, mi héroe español, ¿Estas solo o has venido con alguien?

—No, voy solo. Estoy haciendo la ruta 66, salí de Chicago a primeros de mes.

—¡¡¿A primeros de mes?!! Pues sí que lo estas alargando. Dijo Mia sorprendida.

—Intento no perderme nada, tengo todo el tiempo del mundo. Y dime, ¿Tú has venido con alguien? Pregunté con curiosidad.

—Déjame invitarte a un refresco y te lo cuento. Me respondió.

Ya más tranquilos y sentados frente a unas bebidas refrescantes, Mia me contó lo que hacía allí y como había llegado.

—Yo tenía un buen trabajo en Chicago, muy bien pagado pero muy esclavo y he querido cambiar. Tengo una amiga en Los Ángeles y que quiere montar un negocio y tiene muy buena pinta, así que me dirijo allí. ¿Y cómo he llegado hasta aquí? Pues en autostop, casi he venido desde Chicago en autocaravana con una familia, pero este es su final de trayecto, desde aquí me tengo que buscar la vida.

—Ya, entiendo. Lo único que yo te puedo ofrecer es mi moto, hay un asiento libre, eso sí, voy a mi ritmo, si tienes una fecha de llegada entonces olvídate, como te he dicho no me quiero perder nada.

—Creo que con que llegues a final de mes es más que suficiente. Yo tampoco me quiero perder nada, pero hay algo que me pregunto, ¿Dónde duermes?

—Pues en una cama, ¿Dónde voy a dormir?

—Ya, dijo Mia riéndose, ¿Pero en hotel? ¿Tienda de campaña?…

—No, voy de hoteles.

—Uffff Teo, no creo poder llevar tu ritmo. Si hago eso me fundo todos mis ahorros para el negocio que quiero montar con mi amiga.

—Bueno Mia, aunque solo hace muy poco que nos conocemos, me conformo con que me invites alguna vez a tomar algo. De los hoteles me encargo yo y por el dinero no te preocupes.

No quería decirle que tenía tantos millones que la podría invitar a los hoteles más lujosos de aquí a Los Ángeles sin que mi economía se resintiese y que en esos momentos el dinero no era problema y aunque no la conocía de nada es de esas personas que ves que va sin maldad. Además, no nos vamos a llamar a engaños, Mia estaba buena para aburrir y me apetecía estar con ella.

Aunque en principio se negó en redondo a aceptar mi proposición, la convencí de que no era problema y que lo pasaríamos muy bien los dos recorriendo lo que quedaba de ruta. Además me preguntó si había visto algunos sitios que no conocía, con lo que ella se ofreció a hacer de guía.

—Ves, tú me vas a ayudar a visitar y conocer más sitios y yo te voy a proporcionar transporte y alojamiento.

—Teo, lo considero desproporcionado, pero te confieso que es una idea llena de posibilidades. Acepto tu proposición. Dijo Mia con una gran sonrisa.

—Bien, ¿Y qué quiere hacer mi guía ahora? Dije esbozando yo también una gran sonrisa.

—¿Conoces el Guano Point?

—Ni sabía que existía. Dije con sinceridad.

—Pues terminemos nuestros refrescos y vamos hacia allí. Pero hay que ir en bus, no dejan pasar vehículos. Me comentó Mia.

Esa mujer era increíble y sabía que con ella no me iba a aburrir. Pasamos el resto del día dando tumbos de aquí a allá y conociendo más rincones del Gran Cañón. Me invitó a comer una hamburguesa y aunque quise ser yo quien pagase, no me dejó aduciendo que le había salvado la vida y que lo mínimo que podía hacer después de mi ofrecimiento era invitarme a comer.

10

Solo cuando llegó la noche y llegamos al hotel fue un momento algo incómodo. No había habitaciones libres y donde yo me alojaba no se podía meter una cama supletoria. La mujer de recepción sin ningún tipo de maldad nos aconsejó compartir cama, era de matrimonio, grande y podíamos dormir sin problema.

La cara de Mia era de escepticismo y por nada del mundo quería que pensase que todo esto estaba preparado, vamos, ni se me hubiese pasado por la cabeza, además, si lo pensabas detenidamente es que era más que imposible.

—Mia no contaba con esto y te aseguro que aquí no hay nada preparado, ha surgido así. Solo te puedo decir que yo puedo dormir en el suelo, a estas horas ya nadie te aloja.

—En eso tiene razón el señor, dijo la recepcionista. Miren tampoco es tan grave, solo van a dormir y si lo desean les puedo dar tres almohadas más para hacer una barrerita en medio de la cama, eso les separará.

Tanto la recepcionista como yo, nos quedamos mirando a Mia, mientras ella nos miraba también sopesando la situación. Esbozando una sonrisa que cautivaba a la persona más fría, Mia se agarró a mi brazo y me lo dijo con cariño.

—Mi héroe español, esta mañana literalmente me has salvado la vida. Estoy segura de que eres todo un caballero, no me importará compartir cama contigo y por supuesto no hacen falta esas almohadas.

Esa noche fue todo normal, no hubo ni acercamiento, ni siquiera un besito de buenas noches. Solo por poner una anécdota, cuando llegamos de cenar nos fuimos a duchar, por separado, no penséis en lo contrario. Me dejó ir a mi primero, cuando salí lo hice con unos bóxer y una camiseta, pero cuando ella salió, solo lo hizo con una toalla envolviendo su cuerpo.

—Te puedes dar la vuelta, me voy a vestir. Me pidió Mia.

¿Y porque no lo hizo dentro del baño? Pensé para mí. Obediente me di la vuelta pero eso no me impidió ver su cuerpo desnudo. La propia ventana, aunque tenía las cortinas corridas, hizo para que por un hueco que quedaba me mostrase el perfecto cuerpo de esa mujer sin ropa, y no lo niego, me excité como un animal al verla así. Luego su manera de vestirse, su feminidad y por último esa camiseta ceñida a su cuerpo hizo que me pensase muy seriamente, el levantarme de nuevo, irme al baño y hacerme un pajote a su salud. Al final, apagamos la luz, y con un buenas noches, caímos rendidos los dos. Había sido un día muy intenso y no habíamos parado.

Al día siguiente cuando nos despertamos, nos aseamos y vestimos (por separado) y desayunando planificamos lo que íbamos a hacer ese día. Nos faltaban unos cuantos sitios que visitar, algunos yo los había visto, pero Mia no, y no quise ser descortés, con lo que nos desplazamos con la moto hasta los lugares elegidos. Mia estaba encantada con el medio de transporte que utilizaba. Lo cierto es que entre la moto y la chica que llevaba como "paquete" muchas miradas nos observaban con envidia y yo no lo voy a negar, estaba fascinado.

Esa noche cenando, estuvimos conociéndonos un poco más hablando de nosotros y planificando lo que haríamos al día siguiente. Fue Mia la que dio la idea.

—Oye se me ocurre una idea. Ya que tenemos que pasar por Williams, hay un tren que parte de allí, el Grand Canyon Railway y que te lleva hasta la parte sur del cañón por otra ruta, ¿Te apetece que lo probemos?

—Me encanta la idea, respondí entusiasmado.

Miramos los horarios del tren y solo tendríamos que madrugar algo ya que el tren salía a las 09.30. Al día siguiente antes de esa hora estábamos montados en ese tren que nos llevaría al histórico Grand Canyon Depot de 1910, el único depósito de troncos que aún permanece en funcionamiento en los Estados Unidos. Poco antes de salir pudimos ver unas cuantas atracciones que amenizaron el viaje, un duelo al más puro Oeste americano y una banda de música en un teatro al aire libre.

Bien, que puedo decir de ese día. El viaje fue entretenido, entre praderas verdes y bosques de pinos. El tren estaba tirado por una locomotora a vapor, con lo que la velocidad era cómoda para no perder detalle del paisaje. Cuando llegamos pasadas casi tres horas pasamos el día visitando algunas zonas, pero realmente, Mia y yo nos dedicamos tiempo a nosotros y comenzaba a ser innegable la atracción que empezaba a existir entre los dos. Poco antes de las seis de la tarde llegábamos a la estación desde donde partimos y nos fuimos al hotel. Aquí si conseguimos una habitación con dos camas a pesar mío y esa noche no ocurrió nada en especial. Yo estaba excitado, pero por que al día siguiente nos encaminábamos a Las Vegas, la ciudad del pecado.

Al día siguiente nos levantamos relativamente pronto y tomamos camino de Las Vegas. Se que abandonamos la Ruta 66, pero Las Vegas es símbolo del entretenimiento y no quería perdérmelo. Los poco menos de 350 Km los hicimos sin prisa, admirando el paisaje y deteniéndonos para ver algo interesante siempre referido o dedicado a esa famosa ruta. Poco antes de las dos de la tarde, entrabamos en Las Vegas y desde que nos adentramos en esa ciudad un hormigueo muy placentero recorría mi cuerpo, la oferta de placer y diversión era infinita.

Si hay algo que sobra en esa ciudad son hoteles. Hay hoteles para aburrir y la oferta es de lo más variada, pero hay que tener cuidado, el hotel pude ser muy vistoso exteriormente y por dentro ser lo peor. Pero realmente yo tenía claro lo que quería hacer. Iba a estar una semana allí y ya sabía de antemano los hoteles a los que quería ir. En el primero en el que nos alojamos fue el Stratosphere, habitación con cama de matrimonio y pedido expresamente por Mia. Este hotel tiene una de las torres más altas de la ciudad con una piscina muy atractiva en la octava planta y con tres atracciones de vértigo en su parte más alta que te quitan el hipo y que son las que quería probar.

El hotel no me defraudó aunque era muy temático. Yo lo pasé de muerte en esas atracciones y hasta Mia con lo que era para las alturas probo una de ellas la Big Shot, una especie de lanzadera que te subía a 50 m aparte de la altura de la torre. Me maldijo con cariño, se aferró a mí, agarró mi mano con fuerza y chilló y rio con histeria, pero me confesó que se divirtió cómo nunca y soltó adrenalina para aburrir.  Según nos bajamos de la atracción se abrazó a mí y me besó con ardor, dejando que nuestras lenguas se conociesen. Fue un beso largo, muy largo que aumentó de intensidad hasta que nos faltó el aire.

—Se que suena sensiblero y ridículo, pero…¿Por qué contigo estoy tan segura y me siento tan bien?…Mi héroe español. Terminó diciendo volviéndome a besar.

Pensé que esa noche quizás ocurriese algo entre nosotros, mi deseo hacia Mia era evidente y ella aunque más comedida también mostraba mucho interés en mí. Ese día lo pasamos genial, comimos algo rápido en el hotel y pasamos unas horas en la piscina relajándonos. Ya por la noche nos fuimos a visitar Las Vegas.

Lo bueno de los hoteles de Las Vegas, es que no hace falta que seas cliente para poder disfrutar de sus instalaciones y ver lo que te pueden ofrecer.  Visitamos el Excalibur, que parecía un castillo de cuento, el Flamingo, el Luxor, hotel temático dedicado al antiguo Egipto y sus faraones, con su impresionante pirámide y ese foco potente en su vértice que parece querer iluminar el cielo.

En todos y cada uno de ellos nos tomamos algo mientras lo visitábamos y jugábamos en sus casinos. En este punto me di cuenta que había que tener mucho cuidado, aunque no apostábamos mucho entre unas cosas y otras perdí casi 500$ aunque la cara de ilusión de Mia cuando apostábamos era suficiente aliciente para seguir jugando y no era por dinero, pero no quería que Mia pensase que me sobraban los dólares, con lo que puse fin a eso y nos fuimos al hotel, era muy tarde, de madrugada, estábamos cansados y los dos íbamos algo "achispados" con el alcohol ingerido.

Una vez en el hotel, esa ilusión por que quizás ocurriese algo entre nosotros se esfumó en el aire. Mia se fue a duchar y cuando salió con su toalla ocultando a duras penas su cuerpo, fui yo el que se metió en la ducha. Cuando salí a la habitación Mia ya dormía, me metí con cuidado en la cama y apague la luz. En ese momento Mia se pegó a mí haciendo la cucharita y me lo dijo como en un ronroneo.

—Abrázame, ¿Quieres?

La abracé contra mí y ella frotó su culo contra mi entrepierna que empezó a despertar. Era una situación un tanto surrealista, Mia estaba dormida pero me estaba poniendo como una moto, aún más cuando con su mano agarró la mía y la dejo sobre una teta, ¿Qué más quería? El caso es que no quería jugar a, estoy dormida y te puedes aprovechar de mí. Era un juego que consideraba infantil y no sabía si Mia lo estaba haciendo a propósito, pero aguanté mis ganas de follarla y casi sin darme cuenta caí en un profundo sueño, un sueño lleno de imágenes y de situaciones picassianas en las que Mia era una gran protagonista.

Al día siguiente cuando amanecimos, Mia estaba abrazada a mí y con su pierna sobre mis piernas y mi polla. Estaba con mi erección matutina y de seguro que lo tenía que notar, yo la estaba abrazando también y notaba sus tetas pegadas a mi costado izquierdo. Cuando percibió que me desperezaba acarició mi pecho y lo besó por encima de la camiseta.

—Buenos días, ¿Has dormido bien? Por qué yo he dormido como un lirón. Dijo Mia.

—Sinceramente, cuando me metí en la cama, me pediste que te abrazase y me quedé frito casi de inmediato.

—Cualquier hombre se hubiese aprovechado de esa situación. Me dijo Mia con picardía.

—Pero yo no soy cualquier hombre. Respondí.

—Eso lo tengo muy presente, te lo aseguro.

Nos quedamos mirando a los ojos unos minutos mientras nos acariciábamos con suavidad hasta que Mia me lo preguntó.

—¿Qué vamos a hacer hoy?

—Pues primero vamos a desayunar, quiero mirar algo en internet y creo que te va a gustar.

Mia me sonrió, se levantó y escogiendo la ropa que se iba a poner se fue al baño. Yo mientras empecé a mirar las opciones que teníamos, el Stratosphere no me había defraudado pero quería probar otro hotel y tenía dos en mente, el New York – New York, hotel temático dedicado a esta ciudad con una impresionante montaña rusa en el exterior o el Mandalay Bay un hotel con increíbles piscinas y zonas acuáticas dignas de envidia por parques acuáticos.

Cuando Mia salió del baño vestida no puede menos que babear un poco. Unos minishorts muy minis y una camiseta de tirantes dejándome adivinar su fantástico cuerpo. De hecho eran las diez de la mañana y ya el termómetro marcaba casi 25°.

Cuando bajamos a desayunar y frente a un buen desayuno, pregunté a Mia que prefería, aunque realmente iba a disfrutar de alguna manera de uno u otro hotel.

—Dime Mia, que prefieres, ¿Un hotel con una fantástica montaña rusa? O ¿Un hotel con muchas piscinas y zonas con parque acuático?

—¿De verdad puedo elegir?

—Claro, por eso te lo pregunto. Dije divertido.

—El de muchas piscinas, me encanta el agua y además empieza a hacer mucho calor, ¿No crees?

—Por supuesto, pero eso no nos va a impedir disfrutar de un viaje en esa montaña rusa. Dije con una gran sonrisa.

—¿Voy a tener que montar? Dijo Mia con cara de resignación.

—Mia, vas conmigo, no debes de temer nada.

Poco antes del medio día nos registrábamos en el Mandalay Bay, en una habitación que era casi como una suite. Mia se quedó sorprendida y no reprimió su alegría al ver donde íbamos a pasar unos días abrazándose a mí con fuerza. Pasamos ese primer día en las piscinas, divirtiéndonos como niños. Los abrazos entre ella y yo ya eran muy frecuentes e interminables. Abrazar el cuerpo de Mia era como el viagra, se pegaba a mi dejándome sentir su cálida piel mientras sus dos poderosas tetas se aplastaban conta mi pecho sintiendo sus pezones o apoyaba su espalda y su perfecto culo contra mí, mientras mis manos abrazaban su estrecha cintura pegándola aún más a mí, y era inevitable que no sintiese mi polla creciendo dentro de mi traje de baño a lo que ella respondía frotándose con disimulo contra mí.

Pero, ¿Hasta cuando iba a durar esto? Creo que los dos lo deseábamos pero ninguno se atrevía a dar el paso por las posibles consecuencias. Éramos compañeros de viaje, y quizás solo fuese follar y ya, pero creo que Mia no era de esas personas que follan. Mia era más de hacer el amor, de implicarse, necesitaba que hubiese un vínculo de cariño, un puente de apego, de amor hacia la persona con la que deseaba intimar y tanto ella como yo sabíamos que según terminase el viaje separaríamos nuestros caminos.

Sea como fuere, en los pocos días que llevábamos juntos me había encariñado mucho con ella. Aparte de los deseos carnales, Mia era cariñosa, inteligente, aventurera, divertida, extrovertida y muy sincera, si algo no le gustaba te lo decía directamente sin florituras. Seguro que tendría sus defectos, como todo hijo de vecino, pero es que hasta ahora era una compañera de viaje increíble. Como os he comentado ese primer día en ese fabuloso hotel lo pasamos en muchas de las piscinas y atracciones acuáticas que había. Comimos dentro del recinto, algo rápido para seguir disfrutando, ya que Mia me contagiaba su alegría. Era como una niña descubriendo otro mundo. Creo que el momento en que dejó que sus sentimientos hablasen fue cuando nos subimos a un trampolín de cuatro metros y Mia me miró con temor.

—No Teo, no quiero saltar, me da miedo, hazlo tu y yo voy detrás ¿Vale?

—No cariño, vas a saltar conmigo, te aseguro que no debes de temer nada.

—Sabes que odio las alturas, decía casi llorando, ¿Por qué me quieres hacer esto?

—Por qué eres la mujer más valiente que conozco y sé que eres capaz, muy capaz de hacerlo. Vamos dame la mano y a la de tres nos lanzamos. Le dije con seguridad.

Mia asintió con la cabeza mientras miraba con miedo hacia abajo y volvía a poner cara de duda, si hacerlo o no. Con mi brazo izquierdo agarré su cintura mientras mi mano derecha tomaba su mano derecha.

—A la una…a las dos… Dije en voz alta mientras Mia estrujaba mi mano.

No hubo a las tres, arrastré a Mia conmigo mientras ella gritaba y se tapaba la nariz. Entramos en el agua sin problemas y ya liberé a Mia mientras salíamos a la superficie. Según salimos Mia me miro divertida y algo enfadada mientras agarraba mi cabeza y me volvía a meter bajo el agua. Cuando salí nuevamente a la superficie, Mia se abrazó a mí con fuerza mientras me besaba y metía su lengua hasta mi campanilla en un beso lleno de lujuria y deseo. Cuando nos separamos me miró a los ojos.

—Me encanta lo que me haces sentir. No te haces una idea de lo que te quiero mi amor.

Quizás fuese la dopamina y la adrenalina la que le hizo decir eso y besarme con esa pasión, pero el resto del día lo pasamos casi como dos enamorados y dijo eso porque es lo que sentía.

Cuando nos cansamos y nos fuimos a la habitación, pensé que nos lanzaríamos los dos como desesperados uno a los brazos del otro. Pero me volví a equivocar. Mia y yo nos sentamos en la cama y estuvimos charlando animadamente hasta que llegado un momento Mia me lo preguntó.

—¿Qué vamos a hacer esta noche?

—Bueno, te propongo irnos a cenar a algún sitio. Probar en algunos casinos e intentar recuperar lo que perdimos ayer y bueno, lo que salga, seguro que nos divertiremos.

Mia me miró divertida y se fue a duchar dejándome solo en la habitación. No me pude aguantar mucho más. La mujer que deseaba follarme estaba a escasos metros de mi totalmente desnuda y dejando caer el agua por su lujurioso cuerpo. Quise pensar, que a lo mejor, también se encontrase excitada en ese cubículo y estaría acariciando su coñito, pensando en mí, mientras bajé mi traje de baño y mi polla saltó furiosa en busca del coñito de esa mujer, aunque solo encontró mi mano. Me hice un pajote pensando en esa hermosa mujer y lo que sentía cuando me abrazaba y no tarde nada en regar con una abundante corrida mi abdomen.

Cuando salió con su sempiterna toalla anudada en su pecho y mostrándome sus largas y bien torneadas piernas, me miró con coquetería y me pidió que me fuese a duchar. Duchándome no deje de pensar en esa diosa y me molestaba reconocerlo pero se me hacía imprescindible follarme a esa mujer.

Esa noche recorrimos unos cuantos hoteles y casinos a ver si nuestra suerte cambiaba. Empezamos en el MGM un hotel también impresionante con muchas piscinas y un gran casino. Visitamos las instalaciones y nos tomamos una copa mientras probábamos suerte, pero una vez perdidos 200 pavos, nos retiramos prudentemente y probamos suerte en otro sitio.

Después de esto pasamos al Mirage Hotel. Un hotel que en el exterior tiene un volcán que entra en erupción, es un espectáculo agradable de ver pero no me impactó mucho, más aun cuando esa "lava" olía muy raro. El caso es que visitamos el hotel que seguro en su día rezumaba lujo por todas sus instalaciones, pero hoy en día tenía cierto aire decadente. Pero curiosamente fue en ese hotel donde ganamos nuestros primeros 2000$, cifra redonda con la que decidimos retirarnos, eufóricos por nuestra victoria.

También visitamos el Caesars Palace y el Venetian Resort Hotel, la recreación de Venecia en pleno desierto de Nevada, con sus canales, góndolas, gondoleros y restaurantes italianos donde comer unas pizzas riquísimas. Comiendo una pizza el camarero nos aconsejó ir a una de las calles más famosas de Las Vegas, Fremont Street y allí que nos dirigimos.

Creo que no se puede expresar con palabras lo que vivimos en esa calle. Era una sensación de asombro, algo de vergüenza ajena y diversión, mucha diversión. A pie de calle tenéis todo tipo de gente haciendo cosas tan raras que ni te imaginas, como un tío que se brinda a que le des una patada de forma consentida por unos cuantos dólares, música en vivo, muchas tiendas, casinos, gente medio borracha, en fin, creo que todo lo que te puedas imaginar. Creo que en esa calle nos divertimos tanto que terminamos con un buen colocón de alcohol que hizo que nos desinhibiésemos del todo.

Algo que destacar y que probamos son las tirolinas situadas en la parte alta. Lo puedes hacer tipo sentado, como siempre, o tipo supermán, tumbado a la conquista de esa calle y por si fuera poco, en la parte superior de la calle por encima de las tirolinas, la mayor pantalla digital que hayáis visto, poniendo video clips de música que te hacían bailar de forma continua. Para que os hagáis una idea de la "cogorza" que llevábamos, Mia no puso ninguna objeción a tirarse tumbada en la tirolina, mientras reía a carcajada limpia. Quería hacer una última cosa, aunque era tarde le pedí a Mia que quería ver el espectáculo de las fuentes del Bellagio. A Mia le encantó la idea, y decidimos dando un paseo dirigirnos allí.

Otra cosa que os quiero comentar sobre esta ciudad es la gran cantidad de capillas donde poder casarte al estilo Las Vegas. Capillas en los casinos, en la calle, en los hoteles, de todo tipo, tamaño y forma. Paseando vi una de esas capillas, pero esta era de las "falsas" en las que te casaban, te lo pasabas en grande con la ceremonia pero sin consecuencias. También había capillas "oficiales" en las que te casaban de la misma forma pero con papeles y ese enlace si era oficial, siempre y cuando se solicite la licencia de matrimonio.

Bueno que me marcho por las ramas. El caso es que al pasar frente a una de estas capillas, me la quede mirando y Mia se apoyó en mi hombro agarrándome de la cintura mientras también la miraba.

—¿Nos casamos? Dije mirándola a los ojos, pero partido de risa.

—Jajajajajaja…¡¡¿Qué?!! ¡¡¿TE HAS VUELTO LOCO?!! Grito Mia abrazándose a mí.

—Cielo, nos casaríamos de broma, pero nos divertiríamos como nunca. Dije incitándola.

—Cierto cariño…Y lo que pasa en Las Vegas…dijo Mia.

—Se queda en Las Vegas. Terminé diciendo yo.

Mia agarró mi mano y me llevó a la carrera a esa capilla. Compramos dos anillos de "chufla" hablamos con el supuesto juez de paz y poco antes de la hora y previo pago de la cantidad aceptada y acordada, Mia vestía un cortísimo y erótico modelo de novia, con medias blancas y ligueros y yo un frac también blanco. Y como testigos, teníamos a Elvis por parte de la novia y a Marilyn por parte del novio. Creo que no me he reído más en toda mi vida por lo divertido y estrambótico de la situación y la gente, que no se dé donde había salido, que animaban y montaban una pequeña fiesta. Una vez casados y con la famosa frase "Ya puedes besar a la novia" Mia y yo nos enganchamos en un morreo brutal hasta que se oyeron muchos silbidos y aplausos mientras nos tiraban confeti.

Después de una pequeña fiesta con champagne y alguna bandeja de canapés algo pasados. Mia y yo nos cambiamos y seguimos nuestro paseo hacia las famosas fuentes del Bellagio. Tenía a Mia abrazada a mí, su cara en mi pecho, y ella abrazada a mi cintura, mientras veíamos las evoluciones del agua, como danzaba en una fantástica armonía de una coreografía impresionante. Creo que el Bellagio es uno de los hoteles más emblemáticos de Las Vegas. Quien no lo ha visto en alguna película, impresiona por su lujo y elegancia y aunque no es temático y si más serio creo que merecería la pena dar una pequeña sorpresa a Mia.

Iniciamos el camino de vuelta a nuestro hotel pero noté que Mia estaba muy cansada, con lo que nos montamos en un taxi y al poco rato ya nos encontrábamos en nuestra habitación. Mia se dejó caer en la cama derrotada de cansancio y calor.

—¿Te vas a duchar? Me preguntó Mia.

—Creo que sí. Estoy sudado y cansado, esa ducha me relajará. Contesté.

—Pues ve tú primero, anda, así descanso un poco.

—Pero no te duermas. Le dije tomando una muda nueva.

Cuando salí de la ducha, no tardé mucho, Mia estaba con los ojos cerrados. Sabía que no le gustaría dormir vestida y yo no le iba a desnudar, aunque falta de ganas no me quedaban con la imagen de ese vestido de novia que se había puesto, diooos como me puso de cachondo.

—Mia cielo, ¿Te vas a duchar?

—¿Eh? ¿Qué?…Uffff, sí, me he quedado algo traspuesta, perdona, tardo poco. Dijo levantándose y metiéndose en el baño. No te duermas, eh, no me imites.

—Te prometo recibirte bien despierto…mujercita. Comenté estallando en una gran carcajada.

Mia me miró divertida y me lanzó su cazadora vaquera a la cara mientras desaparecía tras la puerta del baño. Yo mientras aproveché y me hice con el teléfono del Bellagio, quería reservar una suite de lujo. En su página ya me había informado de todo lo que necesitaba saber pero quería una limusina a nuestra disposición para movernos y un paquete de actividades que creo que nos dejaría asombrados y un trato exclusivo.

Marqué su teléfono y enseguida me atendieron. Reservar y como quería hacerlo no fue complicado, aunque el recepcionista desconfiaba debido al importe tan elevado de la suite y los complementos que deseaba. Tuve que decirle que el dinero no era problema y que reservase esa suite a mi nombre. El recepcionista me comentó que debería hacer efectiva esa reserva antes de las doce del mediodía, si no, se perdería. Bien, estaba hecho, sé que Mia se llevaría una gran sorpresa, pero es que después de Las Vegas, llegaba los Ángeles y el muelle de Santa Mónica, fin de mi aventura y la de Mia y fin de nuestra historia.

11

Cuando terminé, me volví a meter en la cama, mire la hora y Mia ya llevaba veinte minutos duchándose. Pensé si no se habría quedado dormida y me imaginé entrando en ese baño y viendo a esa diosa desnuda, uffff, como me puse en un momento de solo pensarlo, le daría unos minutos más y llamaría a la puerta por si acaso, mientras me entretendría con el móvil.

No pasarían más de cinco minutos, cuando la puerta del baño se abrió y por ella salía Mia con su toalla anudada en su pecho. Pero esta vez la toalla por abajo tapaba menos, hasta el punto que fue a dejar algo y al inclinarse levemente me dejo ver parte de su precioso culo y su coñito. Abrí mucho mis ojos y mi polla saltó dentro de mi bóxer como un muelle, mientras Mia se daba la vuelta y venía hacia donde estaba con cara traviesa, se paró a mi lado y me miró con intensidad mostrándome su anillo de "casada" yo le mostré el mío y me lo dijo sin creérmelo.

—Quiero mi noche de bodas. A la vez, deshacía el nudo de su toalla y la dejaba caer dejándome ver su desnudez.

—Mia eres preciosa.

Al terminar de decir esto, Mia se metió en la cama, no sin antes quitarme la camiseta y el bóxer, quería verme en las mismas condiciones que estaba ella. Según vio mi polla abrió mucho los ojos y la acaricio con delicadeza.

—Uffff, vaya polla que gastas…como no podía ser menos y esta como una piedra, durísima. Decía esto mientras me masturbaba con cariño.

Esta situación me estaba poniendo muchísimo, pero quería tener la cabeza fría en esos difíciles momentos y aunque rompiese el instante, que los dos lo tuviésemos claro.

—Uffff Mia, para por favor…paraaa.

—Que pasa, ¿Lo hago mal? ¿Acaso no te gusto? Dijo decepcionada.

—Nada de eso Mia, pero dentro de unos días nuestros caminos se separan, ¿Estas segura de esto?

—Los dos sabemos que deseamos esto, vamos, yo por lo menos lo deseo desde que me salvaste en ese mirador del Gran Cañón. Teo, en muy poco tiempo te has ganado mi corazón y no creas que soy fácil para dar eso a un hombre, estoy muy segura de lo que voy a hacer y muy, muy segura de lo que quiero, ¿Y tú? Dijo Mia sin dejar de mirar mis ojos.

—Te quiero Mia y deseo hacer esto desde que te vi.

No hubo más palabras. Mia se irguió y frotando su coñito por mi pierna derecha, me besó con gula mientras bajaba por mi pecho besando, lamiendo, dejando un ligero rastro de babas sobre mi piel hasta que llego a mi polla y poniéndose de rodillas, lamió mis pelotas y fue subiendo hasta engullir mi glande en su boquita y empezar una mamada que me hizo poner los ojos en blanco. El placer era enorme y yo que hacía meses que no follaba iba a durar muy poco bajo la experta boca de esa mujer

—Mia, Miaaaa…me…me voy a correr…no aguantooo.

No sé cuánto duré, poco, eso seguro, pero es que encima iba bien cargadito. Me empecé a correr en la boca de Mia que chupaba como si fuese una bomba de achique. Oía como tragaba mi abundante corrida y seguía exprimiéndome y chupando para sacarme hasta la última gota. Cuando sintió que ya no salía nada, se la metió hasta la campanilla y la sacó muy lentamente chupando, absorbiendo mientras me miraba a los ojos.

—Tienes una polla riquísima, y un sabor que me enloquece. Dijo Mia en un susurro.

—Joder Mia, me has dejado para el arrastre, vaya corridón.

—Tranquilo mi amor, quédate tumbado y descansa. Tú déjame a mí.

Al terminar de decir esto Mia se arrodilló dejando mi cuerpo entre sus piernas. Fue subiendo poco a poco, con cara de salida mientras una mano suya iba acariciando su coñito. Dejo mi cara, mejor dicho, mi boca justamente bajo su coño, y con sus deditos separó sus labios menores, unos labios simétricos, pequeños y perfectos dejándome ver su vagina rosadita.

—Cómetelo mi vida.

Me agarré a sus nalgas, perfectas, duras y me lancé a comer ese manjar como un hambriento a un plato de comida. Salvo el coñito de Lorena, este era el segundo coño más rico, jugoso y perfecto que me comía. Puse en práctica todos mis años de comecoños y arranqué un primer orgasmo a Mia que la hizo gritar y regó mi cara y mi boca con su corrida. Pero proseguí atacando su anito y eso terminó de volverla loca alcanzando un segundo orgasmo que la hizo desfallecer. Se tumbó a mi lado agotada mientras me besaba y probaba su propia corrida.

—Me encanta como me has comido el coño, o te deseo mucho, o es que nadie me lo ha sabido hacer tan bien como tú. Decía fatigada.

—Mia eres un dulce, te lo estaría comiendo a todas horas, tienes un coño perfecto.

Nos besamos con lujuria. Me apoderé de las tetas de Mia, perfectas, grandes ligeramente caídas pero con su pezón mirando al cielo. Amasé, lamí, chupé y me regodeé metiendo mi cara entre ellas mientras mis manos las acariciaban. Mia ya tenía su coño sobre mi dolorida polla y con un movimiento de caderas, las levantó agarró mi cipote y lo dejó a la entrada de su coñito para, dejándose caer, meterse mi verga hasta los mismísimos cojones.

—Ahhhh…Dios que rico…como me abres el coñoooo. Bramó Mia.

Se puso en cuclillas y empezó una cabalgada frenética, con unos sentones que tenían que hacer que mi polla golpease en su útero con fuerza.

—Así mi amor…con fuerza…reviéntame…lléname con tu corrida.

Yo estaba en la gloria, se oía el CHOF…CHOF… de mi polla entrando y saliendo de ese coñito licuado y los golpes de mi pelvis contra su culo. Mi boca se apoderaba de sus tetas, lo mismo que mis manos y Mia solo gemía de gusto y me pedía mi corrida llenándola, pero después del corridón que me pegué, aguantaba como un machote. Decidí que Mia descansase un poco, la veía algo cansada, así que con cariño hice que me descabalgase y la tumbé en esa inmensa cama, para hacer un misionero. Ella se abrió de piernas todo lo que pudo y cuando metí de nuevo mi polla en esa cálida cueva, Mia se abrazó a mí con fuerza y noté como se tensaba y empezaba a temblar.

—Mi amoooor…me corrooooooh…ahhhhhhhhh…asiiiiiiii…massss…quiero masssss.

Empecé a bombear con fuerza, pasando mis manos bajo su espalda y apoderándome de su culito. Me aferré a esas poderosas nalgas levantando sus caderas para que la penetración fuese más profunda y metí el dedo índice en su anito, mojado de las corridas que había tenido. Al hacer esto estalló en otro orgasmo.

—Que gustooooo mi amoooor…sigueeeeeee…no pareeees.

—Mia me voy a correr, no puedo aguantar mucho más.

—Solo un poco más mi amor…aguanta solo un poco maaaas. Gemía en mi oído.

Lo intenté, me puse a recitar la lista de los reyes godos, la tabla de multiplicar, pero fue imposible, mi orgasmo crecía de manera imparable y nada de lo que existiese en este mundo iba a parar eso.

—Miaaaaaaaaa…Exclamé con el primer latigazo de semen dentro del coñito de Mia.

—Ahhhhhhhhh…Diooooooos. Bramó Mia moviendo sus caderas descontroladamente.

Me corrí como un animal en su interior mientras nos besábamos como desesperados y Mia se abrazaba a mí con brazos y piernas para no dejarme escapar. También fue un corridón de campeonato, por parte de los dos, que abrazados y comiéndonos a besos intentábamos recuperar nuestras respiraciones. Pasados unos minutos, Mia me liberó de su abrazo y me tumbé a su lado. Enseguida ella vino hacia mi apoyando su cara en mi pecho y pasando una pierna por mi cuerpo.

—Te quiero Mia, eres fantástica.

—Yo también te quiero mi amor. Dijo dándome un beso en el pecho.

Estaba agotado, mire el reloj y eran las cuatro de la mañana, llevábamos un día de locos y sabía que Mia no aguantaría mucho más. Ni se la de veces que se corrió, pero estaba agotada cuando noté que se había dormido, era lógico. Con todo el cariño del mundo, agarré la colcha y nos tapamos dándonos calor, el aire acondicionado estaba puesto y hacía que en la habitación hiciese una muy buena temperatura, pero no para dormir desnudos y sin taparnos.

Me desperté con una agradable sensación en mi cuerpo. Mia se había despertado, ya era de día, miré mi reloj y eran las nueve de la mañana. La mano de Mia acariciaba mi polla y mis huevos con delicadeza. Tenía una erección del quince, notaba mi verga como el acero y Mia alabando esa dureza tan animal que tenía.

—Buenos días mi amor, estoy saludando a tu cosota como se merece. Dijo una Mia traviesa.

—Como sigas así voy a tener que castigarte.

Mia se puso encima de mí, frotándose lascivamente, mientras me besaba. Puso sus tetas al alcance de mi boca que no dudo en apoderarse de ellas mientras Mia gemía quedamente.

—Ummm…¿Y cómo se supone que me vas a castigar?

Mis manos se fueron a sus nalgas, amasándolas, atrayéndola hacia mí y dejando que mis dedos recorriesen ese culo, su anito y su coñito empapado.

—Te voy a follar otra vez, date la vuelta, ponte en cuatro.

Mia, con una cara de puta que no se me borraría de la memoria, obedeció mi orden y felinamente se puso como la dije mostrándome una visión de su coñito y su anito. Apoyó la cabeza en el colchón y hundió sus riñones ofreciéndose a mi mientras con sus manos abría sus nalgas. Ante esta visión mi polla dio un respingo y colocándome tras ella enfile a su coñito y mi verga entro sin problema notando como abría su coño hasta que mis huevos rebotaron en su clítoris.

La visión desde esa perspectiva era lujuriosa, me agarré a la estrecha cintura de esa mujer y empecé a embestirla sin piedad mientras gemía a cada envite mío. La estuve follando un buen rato hasta que noté como su anito empezaba a dilatarse, abriéndose como una flor. Metí mi dedo pulgar en su culo y Mia di un largo gemido de placer.

—Dioooos, como me gusta que hagas esooooo…sigueeeee.

Deje caer un poco de saliva en su anito y lo esparcí bien, ese culo no era virgen y ahora me lo iba a follar, lo deseaba. Saque la polla del coñito de Mia y lo apoyé es su anito. Esperaba que Mia protestase, pero separo sus nalgas y con una ligera presión mi polla se coló en su culo hasta la empuñadura.

—Asiiiii mi amooor…revienta el culo a tu puta…Dioooos que ricoooooo.

Joder la visión de mi polla desapareciendo dentro de ese magnífico culo hizo que sacase el animal que había en mí. Estaba muy excitado y follaba el culo de Mia con vigor, arrancándole auténticos gemidos agónicos de placer cuando por el ímpetu de la follada le barrenaba hasta el estómago.

—Ahhh…ahhhh…Dioooos…más, más, maaaaaas…revientameeeeh…párteme en dos…asiiiiiiii.

Mia estaba como loca, era ella misma la que se estaba follando contra mi polla, yo apenas me movía. Como pude, metí una mano entre sus piernas y me apoderé de su coño, metí dos dedos dentro de él, intentando localizar su punto "G" y creo que lo conseguí por los berridos que empezó a meter. Noté como de su coño empezaba a caer una catarata de fluidos y su anito empezaba a estrangularme la verga, mientras sus caderas tenían un baile frenético y no dejaban de moverse. Yo estaba al borde del orgasmo y no aguanté mucho más y empecé a correrme dentro de ese maravilloso culo.

—Miaaaa…me corrooooo…

—Siiiiiiiii mi amooor…siiiiiii…dame tu corridaaaa.

Mia se dejó caer en la cama y yo me quedé encima de ella con mi polla bien metida en su culito. Se notaba que estaba relajada, su culo ligeramente levantado, moviendo sus caderas suavemente para no dejar de sentirme en su interior mientras yo me prodigaba en besos y mimos hacia ella.

—Dios Teo, que bien me siento, me has hecho alcanzar el cielo…ummmmm.

Miré el reloj, faltaba un cuarto de hora para las diez y antes de las doce deberíamos de estar en el Bellagio. Saqué mi polla del interior de su culo, ella se dio la vuelta y buscó mis labios. Estuvimos unos minutos besándonos con pasión y dulzura y mentiría si no dijese que empezaba a enamorarme de esa mujer, por su dulzura, su cariño y su belleza.

—Eres maravillosa Mia, te quiero.

—Yo también mi amor, nunca he sentido nada así con nadie.

—Me molesta romper el momento, pero debemos ducharnos e irnos. Tengo una sorpresa para ti.

—¡¡¿En serio?!! Exclamó Mia con los ojos muy abiertos. ¿Y qué sorpresa es?

—Eso ya lo verás, pero creo que vamos a disfrutar mucho de ella. Anda vamos a ducharnos. Terminé diciendo.

Nos metimos juntos en la ducha, si, por primera vez estaba bajo la ducha con esa increíble mujer, musa de mis sueños más pornográficos. Fue inevitable el que nos calentásemos de nuevo, Mia era muy provocativa y sensual, y me pidió que la enjabonase mientras ella hacia lo mismo conmigo. Fue inevitable que la empotrase contra la pared y ella sacando su culito me ofreciese su coño para llenarlo de nuevo. Pensé que ya no podría correrme, pero la pasión y la entrega de esa mujer hicieron que los dos alcanzásemos un orgasmo riquísimo.

Prácticamente a la carrera, nos fuimos a desayunar. Cuando terminamos, subimos a la habitación y ante el asombro de Mia nos pusimos a hacer la maleta de nuevo, mientras Mia me miraba confundida.

—¿A dónde me llevas Teo? ¿Por qué tanta prisa?

—Mi amor vamos a pasar unos días que creo que no olvidaremos, ya lo veras. Va a ser fantástico.

12

Poco antes de las doce del mediodía entraba con mi moto bajo el inmenso hall de la puerta del Bellagio. Uno de los porteros nos miró de forma altiva y nos tomó por unos simples moteros. Bueno, tampoco le culpo, era la imagen que dábamos.

—Señor, el aparcamiento de motos está detrás del hotel, si hace el favor de retirarse.

—Tengo una reserva hecha a nombre de Doroteo Guzmán. Me dijeron que ustedes me atenderían desde la entrada.

El portero se retiró a un atril que tenía y consultó en una tablet. Cuando encontró mi nombre levantó mucho las cejas y me miró avergonzado.

—Espero que el señor me perdone, dijo ese portero, ahora mismo serán atendidos.

Haciendo un gesto con la mano, dos personas se presentaron frente a nosotros. Un mozo para llevar nuestro escaso equipaje y otro que se encargaría de la moto, dejarla a buen recaudo en el garaje, justo en la zona VIP.

—¿Qué está pasando Teo? ¿El Bellagio? ¿Te has vuelto loco? Me susurraba Mia asustada.

—Si mi amor, loco por ti. Va a ser divertido, ya lo veras.

El mozo nos llevó cruzando el casino a recepción, saltándonos una inmensa cola para hacer el Check-in. Según llegamos al mostrador, un amable empleado nos esperaba con una gran sonrisa, no era para menos, me iba a dejar una cantidad indecente de dinero.

—Señor Guzmán, le estábamos esperando. Sube el equipaje de los señores a la Suite Presidencial, le dijo al mozo de equipajes.

—Pero Teo, ¿Qué has hecho? Decía Mia temerosa.

La besé para tranquilizarla, sabía que en principio se iba a sentir cohibida ante tanto lujo y atenciones y lo que le quedaba por ver.

—Si me permiten sus documentos, les llevaremos enseguida a su suite.

Mia estaba agarrada a mi brazo asustada. Se aferraba con fuerza mientras yo acariciaba su mano para que se tranquilizase. Mia tenía su vista fijada en mí, interrogándome con la mirada y yo le sonreía con malicia sabiendo las sorpresas que nos esperaban.

—Muy bien señor, todo está en orden, me dijo el recepcionista, espero que su estancia entre nosotros sea de su agrado.

Al terminar de decir esto y con un gesto, un señor trajeado nos pidió que le acompañásemos. Subimos a la planta 33 y allí nos abrió las puertas de una pedazo de suite inmensa; tenía dos pisos, jardín privado, solárium, una pequeña piscina, gimnasio, empleados a nuestra disposición las 24 horas y lujo, mucho lujo. Según entramos, como bienvenida, teníamos champagne y fresas, aparte de un cesto de fruta y un bar repleto de bebidas. Mia no daba crédito a lo que estaba viendo y con la consabida propina, cerré la puerta y nos quedamos solos.

—¿Qué es todo esto Teo? Madre mía va a costar un pastizal. Dijo asustada.

—Veras Mia, esto lo tenía pensado desde que inicie este viaje, solo he subido un poco más las expectativas y cariño, tómalo como una pequeña luna de miel.

Mia me miró con arrobo, vino hacia mí y se abrazó besándome con cariño. Enseguida fuimos a visitar la que sería nuestra suite durante los próximos cuatro días. Los dos cuando entramos al inmenso baño vimos un jacuzzi enorme y nos miramos sonriendo con malicia. Al estar en el último piso, había una gran cristalera con una vista impresionante, seguro que por la noche, solo con la iluminación de ese jacuzzi y esas vistas, follar sería una pasada.

Deshicimos nuestro equipaje y nos familiarizamos con las instalaciones. En eso estábamos cuando llamaron a la puerta. Era el director de planta que nos informó que teníamos reserva en uno de los mejores restaurantes de Las Vegas, aparte de asientos en la zona VIP para ver un concierto de Bruno Marx. Mia no daba crédito a lo que estaba oyendo y cuando nos volvimos a quedar solos me lo dijo con preocupación.

—Teo, no tengo ropa para algo así.

—Ni yo tampoco, pero lo arreglamos inmediatamente. Dije con seguridad.

Fue abrir la puerta de la suite y un empleado me preguntó si necesitaba algo. Le expliqué la situación, el solo me sonrió y me pidió que esperase en la habitación. Al poco una mujer y un hombre vinieron a buscarnos, la mujer se fue con Mia y yo me fui con el hombre a las tiendas de ropa que el hotel tenía dentro de sus instalaciones.

Para esa gente, acostumbrada a su trabajo de personal shoper, fue un juego de niños el dejarnos de punta en blanco. Mia iba espectacular con un traje de fiesta amarillo que dejaba toda su espalda al aire. Un escote de vértigo, un recogido en su pelo dejando su cuello a la vista y un maquillaje perfecto, hacían de Mia una mujer que no dejaba indiferente a nadie y hacia voltear la cabeza para no perderse el espectáculo de su cuerpo.

Yo llevaba un smoking que me quedaba muy bien, pero ni punto de comparación con Mia que acaparaba todas las miradas. Sobre las ocho de la tarde nos fueron a buscar a nuestra suite dos empleados del hotel que nos llevaron a nuestra limusina. Mia volvía a quedarse fascinada por lo que estaba viviendo. Todo fue como estar en una nube con ella. La cena fantástica, el espectáculo, el concierto, la fiesta, la diversión; nos trataban como a gente muy importante sin conocernos de nada y eso da una idea del poder del dinero. Esa noche antes de irnos a nuestra suite a follar como conejos, nos pasamos por el casino del Bellagio y quiso la suerte que ganásemos tres mil dólares más.

Fueron cuatro días y tres noches de vértigo, lujo, sexo y diversión, viviendo algo que tardaríamos en olvidar. El trato del personal de ese fantástico hotel fue inmejorable. Nos mimaron y pusieron a nuestra disposición todos los recursos de esparcimiento para que no nos aburriésemos, pero aunque no hubiésemos tenido esas atenciones, Mia y yo lo hubiésemos pasado genial, con ella era imposible no divertirse.

Pero llegó el día que nos tuvimos que ir de ese hotel. Yo me hubiese quedado una semana más, dos o tres lo que hiciese falta, pero eso hubiese sido una equivocación. Ya era innegable que Mia y yo estábamos muy enamorados, vamos, yo lo tenía muy claro y mis sentimientos no me mentían y viendo cómo se comportaba Mia conmigo, yo no era un polvo de una noche y a seguir la vida. Había unos lazos muy fuertes entre ella y yo.

El check out del Bellagio fue triste y no tenía por qué ser así. Había sido muy divertido, lo habíamos pasado genial y encima la suerte nos había acompañado y salimos con doce mil dólares de más en nuestros bolsillos. Pero había que ser realistas, de aquí a Los Ángeles y fin del trayecto sabiendo lo que eso significaba.

Ninguno de los dos queríamos llegar al final de nuestro trayecto. Llegaríamos por la tarde, casi de noche y yo no quería eso. Me desvié hacia un pueblecito a mitad de camino y Mia me lo pidió

—Teo, paremos en este pueblo y pasemos la noche aquí, no quiero llegar aun a Los Ángeles.

—Estaba pensando en lo mismo, tampoco quiero llegar a Los Ángeles.

Paramos en el primer motel que vimos y nos fuimos a nuestra habitación. Hicimos el amor durante horas y solo paramos para reponer fuerzas. Nos dijimos hasta la estenuidad que nos amábamos y nos lo demostramos, pero eso lo único que hacía era herirnos mucho más de alguna manera.

Quizás penséis que si tenía mi vida resuelta que más me daba vivir en Estados Unidos o en España. Pero para mí había una razón de peso. Mis negocios, mi villa en Cádiz y la edad que nos separaba a Mia y a mí, creo que eso es lo que más me echaba para atrás, lo que más me aterraba. Yo era un maduro de más de cincuenta años y Mia una mujer joven de treinta años. ¿A quién quería engañar? Esa diferencia de edad sería, a la larga, un obstáculo.

Antes de comer hicimos la entrada al muelle de Santa Mónica, final de la Ruta 66 y final de mi aventura. En el muelle nos esperaba Angela, la amiga de Mia, que se moría de curiosidad por conocer al hombre que había conquistado a su amiga. Muchas fotos, testimonio de que había hecho esa ruta y había cubierto los más de 3.900 kilómetros. Cuando terminamos nos quedamos charlando animadamente. Mia estaba abrazada a mí y su amiga fue la que lanzó la pregunta al aire.

—¿Que os apetece hacer? Yo tengo todo el tiempo del mundo. Dijo Angela.

—Bueno, yo debo de devolver la moto y luego nos podríamos ir a comer. Comenté yo.

Le di la dirección a Angela, donde me tenía que dirigir para devolver la moto. Antes de eso pasamos por un lavado y la deje limpia, como ellos me la alquilaron. Mia se fue en el coche con Angela, imagino que para ponerse al día y poder hablar de mi sin que me enterase. Debo decir que Angela era también una preciosidad rubia de ojos claros y cuerpo voluptuoso. No pude evitar fijarme en el cuerpazo que gastaba enfundada en unos vaqueros superajustados, una camiseta que era como su segunda piel dejando adivinar unas poderosas tetas y un culo que merecía ser follado miles de veces.

Una vez devuelta la moto con pena por lo bien que lo había pasado con ella, me monté en el coche con esas dos preciosidades y nos fuimos a comer. Ya en la sobremesa, con un café bien frio fue Angela la que volvió a lanzar la pregunta.

—Bueno Teo, ¿Y qué piensas hacer ahora?

La pregunta quedó en el aire. Por una parte no me apetecía nada en absoluto separarme de Mia. Pero por otra parte sabía que sería peor para los dos alargar más de la cuenta esta aventura. Nunca lo habíamos hablado, ni siquiera tocado el tema por encima, pero la cara de súplica de Mia de «por favor quédate conmigo» hablaba por si sola.

—La verdad es que no lo había pensado, pero…

Angela no me dejó terminar lo que iba a decir, se notaba que quería ayudar a Mia a que yo me quedase unos días más y poder convencerme de que me quedase definitivamente con ella.

—Te propongo que te quedes una semana más o las que quieras con nosotras. En Los Ángeles hay mucho que ver y yo os enseñaría mucho de esta ciudad. Dijo Angela.

—Es cierto, no me importaría quedarme unos días más y aprovechar para conocer esta ciudad.

Mia no dudó en mostrar su alegría besándome y abrazándose a mí. Angela sin dudarlo me ofreció su casa y me dijo que no me preocupase de nada.

Lo que en principio iba a ser una semana se convirtió en dos y se notaba como Mia se esforzaba para que me quedase con ella. Me involucró en su vida y en el negocio que iban a montar esas dos mujeres, pidiéndome opinión continuamente, dejándose aconsejar por mí, incluso dejándome tomar decisiones que no eran mi competencia. Todo parecía ir sobre ruedas, me daba todo el sexo que le pedía y a Mia la encontraba cada día más entusiasmada, más feliz y aunque no pretendía hacerle daño sabía que iba, íbamos a sufrir con la despedida.

Me costó tomar la decisión. Mia y Angela me trataban a cuerpo de rey y no podía poner ningún pero a mi estancia allí, pero después de meditarlo durante un par de días decidí que era hora de regresar a mi casa. Una noche estando sentado en el porche salió Mia a hacerme compañía y cuando vio mi mirada ya se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Te vas a ir, ¿Verdad? Preguntó Mia con miedo.

—Si cielo, va siendo hora que regrese a mi país.

—Ya no sé qué más hacer para que te quedes conmigo, decía Mia llorando con desesperación. Te lo he dado todo, ¿Acaso no te gusto? ¿No me quieres?

—¡¡Mia no seas boba!! Exclamé mientras tirando de ella la sentaba en mi regazo. Te quiero, te amo con toda mi alma, eres la mujer que cualquier hombre desearía, pero tengo una vida en España que no puedo abandonar y luego están mis demonios que…que…

—¡¡¿Qué?!! ¡¡Dímelo!! Exclamó Mia.

—Mia te llevo más de veinte años. Esa diferencia de años es una barbaridad y sé que no va a funcionar. Es mejor dejarlo ahora que lamentarlo más adelante. Quizás no te dieses cuenta, pero la gente nos miraba y veían a un tipo mayor con una joven increíble y no quiero ni pensar en lo que pasaría por sus cabezas. Al final todo eso pasa factura, la diferencia de edad, los comentarios, las miradas acusadoras y termina por separarnos y me dejarías en la más absoluta amargura.

A mi cabeza llegaban como oleadas las imágenes y lo vivido con Lorena y como en su momento sufrí con la separación por culpa de la maldita edad. Y sé que la situación no era comparable, Mia era toda una mujer adulta y Lorena en ese momento una cría que no sabía amar y que no sabía ni lo que quería, yo solo la deslumbré con el sexo. Pero eso pesaba sobre mi como una losa y mi cabeza me aseguraba que Mia llegado el momento me dejaría por alguien más joven que yo

—¿Qué? ¿Te marchas solo por eso? De verdad Teo pensaba que eras más maduro y tenías las ideas claras. A la mierda con la edad, los estereotipos de esta porquería de sociedad y el qué dirán. Lo importante es lo que sientes aquí dijo tocando mi corazón, y aquí, dijo tocando mi cabeza. Lo demás es todo palabrería y cinismo. Termino de decir Mia bastante enfadada.

Me la quedé mirando, estaba confundido y aunque sabía que ella llevaba razón, mi cabeza bloqueaba todo raciocinio por llegar a la única conclusión y esa no era otra que debía de perder mis miedos. Mis labios querían decir algo pero por mi boca no salía una palabra y si, reconozco que estaba asustado. Mia se levantó y me miró de una manera que no me gustó nada.

—¡¡JODER, DI ALGO!! Gritó Mia. Pero de mi boca no salió ni una palabra. Perfecto, ante el primer obstáculo, lo mejor es salir huyendo…eres un cobarde y desde luego, en algo te doy la razón, es mejor dejarlo ahora que lamentarlo más adelante. No eres el hombre que creí que eras. Que tengas un buen viaje.

No supe reaccionar, esa es la verdad. Volví a sentarme y apoyé la cabeza en mis manos pensando en lo que me había dicho Mia. Quizás hubiese sido mejor el decirle que me tenía que ir, pero que regresaría de nuevo que sería solo una separación temporal. Pero a quien quería mentir. Sería una mentira piadosa para una vez en España romper con ella definitivamente. Mia tenía razón, era un cobarde.

Para cuando entré de nuevo en la casa solo Angela me esperaba sentada en el sillón. Una almohada y una manta ligera estaban en el sofá junto a mis cosas. Mia me había echado de su habitación, de su cama y de su lado

—En el mueble hay wisky por si quieres tomarte algo fuerte.

—No, no me apetece tomar nada. Dije derrotado dejándome caer en el sofá.

—Te conozco hace poco, muy poco, empezó diciendo Angela, y sé que no soy quién para opinar de lo que ha ocurrido entre vosotros, pero te diré que conozco a Mia hace mucho tiempo y no es una mujer que se enamore a la ligera. Pero había algo en ti que me chocaba y no sabía atribuirlo a nada, pero escuchándote esta noche he comprendido lo que te asusta el compromiso y que nunca tomaste a Mia en serio, ese es tu problema. Mia te quiere con locura y conociéndola te aseguro que nunca te dejará tirado. En fin Teo, ha sido interesante conocerte, no sé si mañana te podré ver. Espero que tengas un buen viaje de vuelta, nos vemos.

La despedida de Angela fue tan fría como requería la situación, en ese momento decidí que sí, que me hacía falta un poco de alcohol, la había jodido pero a base de bien. Al día siguiente para cuando me desperté estaba solo, completamente solo. Terminé de hacer mi equipaje y me dispuse a irme al aeropuerto y tomar el primer vuelo a Madrid. Antes de eso tome los doce mil dólares que Mia y yo habíamos ganado y los dejé metidos en una bolsa de plástico sobre su cama con una nota.

«Este dinero es tan tuyo como mío, pero a mí no me hace tanta falta como a ti. Esto ya tenía pensado hacerlo desde mucho antes de que tuviésemos nuestra despedida, no seas orgullosa y acéptalo, sé que le darás mejor uso que yo. Un beso. Teo.

13

El viaje de vuelta a España fue horrible. Desde que monté en el avión empecé a echar de menos a Mia como nunca pensé que lo haría. Durante el transcurso del vuelo mi cabeza, esa que se negaba a aceptar mi relación con Mia, empezó a entender la estupidez que había cometido, que ya no estaría conmigo, y que haría su vida con otro hombre y lejos, muy lejos de mí. Una lágrima empezó a caer por mi mejilla y por primera vez lloré por una mujer.

Y sabia lo sencillo que sería disculparme, tomar otro vuelo de regreso a Los Ángeles y confesar a Mia que sin ella mi vida carecía de sentido y que la necesitaba a mi lado. Y que si estaba conmigo, nunca más volvería a tener miedo. Pero ese miedo se volvía contra mí y sabía que no haría nada al respecto.

A la semana de haber llegado y estando ya instalado en mi villa, pensé que no podía quedarme parado lamentándome y autocompadeciéndome. Echaba de menos a Mia hasta hacerse doloroso, pero ni por su parte ni por la mía, ni una llamada y ningún mensaje, contacto cero, así que me hice una rutina para intentar mantener la cabeza ocupada.

Todas las mañanas me iba a la playa si el tiempo lo permitía y me tiraba corriendo dos horas y luego al gim que había montado en casa hasta casi la hora de comer. La cocinera que había contratado seguía una estricta dieta hecha por mí y luego me iba al club de golf ha socializar y conocer gente. Eso de alguna manera me vino bien para tenerme entretenido y que Mia saliese de mi cabeza poco a poco. Que ingenuo fui. Algo que realmente me molestó es que Mia ni se dignase a darme las gracias por el dinero, ni un maldito mensaje, no así Angela, que me escribió un wasap diciéndome la llantina que se agarró Mia al descubrir el dinero y la nota.

Esas primeras navidades las pasé solo en mi gran villa. Mi cocinera me dejó una suculenta cena y amablemente me dijo que en esas fechas tan señaladas no era conveniente estar solo. El 24 de diciembre a las diez de la noche sonó mi móvil. Era mi gran amigo Alberto que me llamaba para felicitarme las navidades. Estuvimos hablando un rato y le dije que cuando tuviese vacaciones me visitase, que las puertas de mi casa estaban abiertas para su familia. Pensé que terminaríamos hablando de su sobrina Marta, pero no fue así y eso me extrañó.

El día 31 estuve todo el día recibiendo llamadas y mensajes de gente que conocía, de mi madre, de amigos, de la empresa que compro la mía, pero la más importante, aparte de la de mi madre, fue un mensaje de Mia cinco minutos antes de entrar en el nuevo año

«Espero que en este nuevo año que entra se cumplan todos tus deseos y haga que desaparezcan todos tus miedos. Con amor. Mia»

No pensé en ningún momento que Mia se pusiese en contacto conmigo. Ese mensaje y su explícito contenido me dejo en shock, no lo esperaba y por supuesto le respondí una vez entro el año nuevo.

«Yo también te deseo que este nuevo año te traiga todo lo que deseas. Te quiero. Teo»

Erróneamente pensé que iniciaríamos una conversación a través de wasap, incluso que hablaríamos vía Skype o Wasap, pero nada de eso ocurrió. Mia no se puso en contacto conmigo y yo me dejé vencer por mis miedos y no fui capaz de llamarla, porque eso seguramente era lo que esperaba.

Seria necio por mi parte el negar que, aunque lo había intentado, no dejaba de pensar en Mia y lo que podríamos estar haciendo juntos. Ese mensaje lo único que hizo es avivar aún más en mi mente a Mia y decidí que tenía que mantenerme más ocupado para intentar no pensar tanto en ella y no se me ocurrió otra cosa que hacer un curso de capitán de yate para entretenerme y no es que fuese a ser marinero mercante, pero cada vez me atraía más navegar, conocer sitios nuevos y nuevas formas de viajar.

Bueno entre unas cosas y otras y casi sin darme cuenta me planté a mitad de año. Alberto me llamó para ver si seguía en pie mi invitación y por supuesto que le dije que estaba tardando en venir. A los pocos días nos estábamos abrazando en el aeropuerto, hacía más de año y medio que no nos veíamos. Ese primer día lo pasamos en mi casa, los dos estaban maravillados al conocer donde vivía y esa primera noche cenamos en la terraza principal, con el mar de fondo y fue inevitable hablar de todo un poco. En el fondo me moría por saber de Lorena.

—¿Y a Lorena, que tal le va?

—Bueno bien, dijo Alberto. Ha terminado bachiller y va a hacer un grado superior de diseño gráfico, está bastante ilusionada.

—Mira, eso está muy bien. ¿Y de novios? ¿Cómo anda? Dije sabiendo que eso picaría a Alberto.

—Yo que sé, dijo algo molesto, cada semana esta con un chico nuevo y ya no sé qué pensar.

—Ay Alberto deja a la chica en paz, Intervino Yolanda, pues está en la edad en la que tontea con todos.

—Ya, pero una cosa es tontear y otra muy diferente es…es…

—¿Follar? Dijo Yolanda. Mira Alberto. Confío en mi niña, hablo mucho con ella y en estos momentos está viviendo su vida como cualquier joven de su edad. Déjala experimentar. Además con casi 18 años, ¿Tú crees que es virgen aun?

—Pues me gustaría pensar que sí. Contestó Alberto removiéndose en su silla.

—Pues quítatelo de la cabeza. Sentenció Yolanda.

Si ellos supieran que tenían delante a quien se folló a su niña y le quitó su virginidad en su propia casa, me matarían, me harían picadillo.

—Yo no soy padre y creo que tiene que ser difícil serlo. Pero aunque te duela, porque es tu niña, le doy la razón a Yolanda. Lorena tiene que aprender y experimentar antes de atarse a nadie.

Hubo un silencio incómodo que duró unos minutos. Yolanda aprovechó y se despidió de nosotros, ya llevaba un buen rato que bostezaba y tenía ojitos de sueño.

—Chicos, yo me voy a dormir, me caigo de sueño. Alberto no tardes mucho que si no mañana no hay quien te levante.

Nos despedimos de Yolanda, sabía que Alberto quería hablar conmigo en privado sin que su mujer estuviese delante y sabía de sobra que quería hablar de su sobrina.

—¿No me vas a preguntar por Marta?

—Alberto, como te dije en su momento, ya pasé esa página de mi vida, no tengo ningún interés en saber nada de esa mujer.

—Bueno, solo te comentaré que Marta está viviendo de nuevo en Madrid. Es viuda, su marido falleció. Me dijo Alberto.

—Mira, eso es bueno para ella, es una gran noticia, me alegro.

—Solo quería que lo supieses, ella te sigue queriendo.

Fue una conversación corta. Creo que Alberto pensó que me interesaría más por su sobrina, pero Mia ocupaba mi cabeza y mi corazón. En ningún momento les hablé de Mia a mis amigos, nadie conocía su existencia salvo yo, con lo que todos pensaban que seguía siendo el soltero de oro.

Llevaba ya unos meses armándome de valor, sabiendo que Mia era la mujer indicada para compartir mi vida con ella. No sé por qué motivo Angela no dejó de estar en contacto conmigo. Fue ella la que me dijo el día que inauguraban su negocio y fue ella la que me mantenía informado del estado de ánimo de Mia. En su último mensaje me dejó más preocupado, me comentaba que hacia unas semanas salía con un tipo y parecía que la cosa iba en serio, eso me hundió, sabía que tenía que hacer algo YA, si no, la perdería para siempre.

Alberto y Yolanda se quedaron quince días conmigo. Hicimos muchas cosas juntos, incluso alquilé un pequeño yate e hicimos excursiones por la costa. Aunque no tenía el título de capitán de yate, si tenía el de patrón de embarcaciones de recreo y con ese título si podía manejar esas embarcaciones. Con pena, porque lo pasamos muy bien, Alberto y Yolanda tuvieron que irse a Madrid ya que sus vacaciones se terminaban.

Según se fueron busqué el primer vuelo disponible a Los Ángeles y a primeros de julio el día cinco me fui hacia allá a intentar solucionar la impresionante "cagada" que había cometido. No os voy a mentir, iba muerto de miedo, sin saber lo que me iba a encontrar y sabiendo que no había marcha atrás y que si Mia no se había enamorado de ese tipo, tenía que ganarme su confianza de nuevo sabiendo como la decepcioné en su momento.

14

En ningún momento le comenté a Angela que iba a Los Ángeles. Quería que, de alguna manera, fuese una sorpresa, aunque quizás la sorpresa me la llevase yo. Para mí el viaje fue un martirio, no por el trato o el viaje en sí que fue fantástico, si no por lo que tu mente juega contigo imaginando situaciones imposibles, pero que en tu cabeza son reales. Fueron casi trece horas de vuelo martirizándome y haciéndome a la idea que ya era tarde. Según desembarqué y pasé los controles, tomé un taxi y pedí que me llevase directamente al negocio de Mia y Angela.

Cuando entré a ese local perfectamente decorado, vi a Mia y a Angela sobre una gran mesa y a alguien que estaba con ellas. Con un «Enseguida le atendemos» me quedé esperando, viendo el panorama al que me enfrentaba. El tipo en cuestión era un hombre joven que según vi, interactuaba mucho con Mia y eso terminó de hundirme, pensé que ya era tarde y quise recoger velas e irme de allí, estaba dispuesto a hacerlo, a que mis miedos me vencieran de nuevo, a tirar la toalla y aceptar mi derrota, por inseguro y por estúpido hasta que su voz dulce y suave me sacó de mis pensamientos.

—Hola, ¿En qué puedo ayu…? ¿Teo? Teoooo mi amor. Mia vino corriendo hacia mí y me abrazó con fuerza mientras lloraba. Pensé que no volvería a verte. Decía entre hipidos.

—Siento si he tardado mucho en darme cuenta de mi equivocación, siento si te he hecho daño y siento haber tardado tanto en venir. Dije estrechándola contra mí.

—Pero has venido y eso significa mucho para mí. Se que te importo.

Mia me besó con cariño, un beso largo, muy largo, dejándome sentir su cuerpo y haciendo que me excitase. Mia había sido la última mujer con la que estuve y fue la musa de mis onanismos. Tuve oportunidades de follar con alguna mujer que conocí en ese club de golf, pero por alguna razón que desconozco no las prestaba demasiada atención. Mia me miró con deseo, notando mi erección y sonriendo con picardía.

—Veo que si hay una cosa que no se ha olvidado de mí. Comentó frotándose levemente.

Estaba confundido. Si como decía Angela llevaba varias semanas saliendo con alguien, ¿Cómo me recibía tan efusivamente? Bueno, de todas formas eso era positivo, ese recibimiento no me lo esperaba.

—Mia, en todos estos meses no he dejado de pensar en ti, no he podido olvidarte y te agradezco este recibimiento, me esperaba que me recibieses más fríamente.

—Teo en todo este tiempo que no has estado a mi lado te he odiado y te he querido, te he insultado y te he alabado, te he llorado y he reído contigo y ahora te tengo entre mis brazos. Tendría que estar enfadada contigo, de hecho lo estoy, pero estas aquí, eso es lo importante y no voy a perder el tiempo y hacerme la digna, la difícil, cuando lo que deseo es meterme contigo en la cama y no salir en una semana.

Mia volvió a besarme, dejándome notar su cariño. Yo no me quedaba a la zaga y mis manos recorrían su sensual cuerpo mientras mí ya dolorido pene pugnaba por salir de su encierro.

—Ejemm…Carraspeo Angela. Teo me alegro muchísimo de verte, pero chicos, estamos en la tienda y tenemos un cliente.

—Es cierto, dijo Mia. Lo siento.

—Hola Angela, saludé dándola un abrazo.

—Me alegro de verte Teo, has tardado mucho en venir. Dijo con mirada acusadora. Vienes con la maleta, ¿Tienes donde quedarte?

—Acabo de llegar de Madrid, he aterrizado hace una hora y he venido directamente aquí.

Mia miró a Angela y con solo esa mirada ya se lo dijeron todo. Yo estaba dispuesto a irme a un hotel, pero después del recibimiento de Mia, sabía que eso no lo iba a permitir.

—Sabes que mi casa es la tuya, dijo Angela con cariño. Además si no dejo que te quedes, creo que Mia me mata. Dijo echándose a reír. Por cierto, ya me puedo encargar yo de este cliente, iros a casa, Teo debe de estar cansado.

A Mia se le iluminó la cara, sabía, estaba seguro, que según llegásemos a casa de Mia íbamos a follar como animales. Vamos, yo iba con la polla más dura que el cerrojo de un penal. Mia condujo todo lo rápido que podía, mientras me miraba con cara de gata salida.

—Estoy deseando llegar, te necesito dentro de mí, si metieses tu mano entre mis piernas verías lo mojada que estoy.

Mia iba conduciendo, pero su comentario no cayó en saco roto. Mi mano ascendió por sus muslos metiéndose bajo su falda. Mia gimió y se abrió aún mas de piernas, efectivamente estaba empapada. Su coñito desprendía un calor abrasador. Cuando llegamos nos bajamos del coche a la carrera y entrando en la casa nuestras ropas volaron. Mia se tumbó en la cama, bien abierta de piernas, mostrándome su sexo brillante de sus jugos.

—Follame mi amor, follame hasta hacerme gritar.

Eso hice, Mia me recibió abrazándose a mí mientras mi polla la llenaba hasta que mis huevos rebotaban en su culo follándola con desesperación. Ella no tardó nada en tener su primer orgasmo y cuando me corrí abundantemente en su coñito alcanzo su segundo orgasmo.

—Ahhhhhh mi amor, como te echaba de menos. Decía Mia comiéndome a besos.

Nos quedamos un rato en esa posición mimándonos. Mi polla seguía dura y recia dentro de ese coñito acogedor aunque llegó un momento en que noté a Mia algo incómoda y me salí de su interior. En ese momento sonó su teléfono móvil y Mia fua a atenderlo, eso me entristeció porque pensé que era su nuevo amigo, pero no, era Angela. Al cabo del rato vino a la cama de nuevo y se tumbó a mi lado.

—Era Angela, me ha dicho que pasa la noche en casa de su nuevo novio.

—¿Angela tiene novio?

—Si, hace unas semanas que lo conoce y están los dos encoñados. Comentó Mia.

—Y tú…¿Tú no has…no…has conocido a nadie? Pregunté con miedo.

—No mi vida, solo tenía en mente a un hombre un poco capullo, tú.

—Entendería que lo hubieses hecho, sé que he tardado mucho en entender lo estúpido que fui.

—Pues no mi amor, desde que te fuiste no he estado con nadie…¿Y tú?…¿Qué me dices de ti? Preguntó temiendo la respuesta.

—No cariño, tampoco he estado con nadie, te lo aseguro. Te lo diría si hubiese sido lo contrario. No quiero ni secretos ni malentendidos.

Volvía a estar confundido. ¿Por qué Angela me dijo que Mia salía con un chico si no era cierto? Solo Angela era la que tenía la respuesta aunque creo saber por dónde iban los tiros.

Mia me dio la mano y levantándome me llevó a la ducha. Dentro de ella dejó que enjabonase su cuerpo con mis manos excitándonos de nuevo. Me agradeció el haberle dejado los doce mil dólares de manera muy especial, saco su culito provocadoramente y la empotré contra los azulejos de la ducha mientras mi polla taladraba sus intestinos arrancando un nuevo orgasmo de ella mientras regaba con mi simiente su interior. Este último polvo me dejo agotado. La edad no perdona y el jet lag me pasaba factura. Mia entendió a la perfección sin decirle nada como me encontraba. Salimos de la ducha y nos fuimos a la cama de nuevo y creo que me sumí en un profundo sueño de inmediato.

Esa primera semana Mia y yo la pasamos en el negocio que había montado con Angela. Les echaba una mano en lo que podía y eso también daba pie a que hubiese momentos en los que podíamos dar rienda suelta a nuestro amor en la trastienda. También hubo momentos en los que Angela y yo podíamos charlar y se lo comenté.

—Angela me dijiste que Mia había conocido a un tipo y parecía que la cosa iba en serio. Pero Mia me asegura que no hay nadie, ¿Me lo puedes explicar?

—Jajajajajaja, quizás me entendiste mal, quise decir que YO había conocido un tipo y que la cosa iba en serio. Reía con ganas Angela. Mia ha estado suspirando por ti desde que te fuiste.

—Tú lo que tienes es mucho peligro.

—Mira Teo, me tire un farol, pero es que no reaccionabas y el tiempo pasaba sin que ninguno de los dos hiciese nada. Y aunque en tu primera visita no me causaste buena impresión y pensé que lo mejor para Mia era que desaparecieses de su vida, ella no cejó en su empeño para recuperarte de alguna manera. Pensaba y hablaba de tí todos los días y se puso un mes limite que era septiembre para ir a buscarte si tú antes no hacías nada y si ella quería eso, yo la iba a ayudar pero quise que tú fueses el primero en dar el paso, era lo propio y ¿Sabes? Me encanta que estés aquí, la Mia que yo conozco ha vuelto, ahora solo te pido que no la fastidies y tengas claras tus prioridades.

—Tranquila Angela, se lo que quiero y no pienso defraudar a Mia.

—Mas te vale. Mia ha estado esperándote todos estos meses, comportándose como si tú estuvieses aquí, pensándote todos los días y llorándote casi todas las noches. Nunca la he visto así de enamorada, ahora, debes de corresponderla como se merece.

Por supuesto que lo iba a hacer, eso lo tenía muy claro.

El fin de semana quedamos con Angela y su novio y cuando lo conocí me quede sorprendido. Pensaba encontrarme con un joven y ante mi tenía a un tipo bien parecido de unos 45 años. Vaya, pensé, parece ser que a Angela también le atraían los tipos maduros. El caso es que pasamos el fin de semana juntos y nos fuimos a un hotelito muy acogedor a orillas del Pacífico donde hubo mucho sexo y mucha diversión por parte de ambas parejas.

Pero seamos realistas, yo no había ido para quedarme allí a vivir, eso lo dejé claro cuando Mia y yo tuvimos oportunidad de charlar. Era consciente de la dificultad de la situación, la inauguración de un nuevo negocio y dos socias al 50% de las posibles ganancias, aunque de momento pocos beneficios tenía ese negocio.

Yo todavía no había hablado a Mia de la inmensa fortuna que poseía en esos momentos y que haría que su vida cambiase drásticamente. Pensaba que era demasiado pronto, no hacía ni un año que nos conocíamos y aunque Mia intuía que tenía muy buen sueldo, no sabía que vivía de los beneficios que generaba el dinero invertido. Así que una tarde al salir de la tienda invité a Mia a cenar y así podríamos hablar de nuestro futuro más inmediato. Después de una suculenta cena tomé la mano de Mia y se lo pregunté.

—Mia, tengo muy claro que no quiero perderte y no quiero separarme de tu lado. Pero necesito saber lo que quieres tú.

Mia me miró por interminables minutos, sopesando, creo, su respuesta y las posibles consecuencias, hasta que decidió hablar.

—Mira Teo, aunque no lo parezca soy una mujer con unas convicciones muy fuertes sobre la familia y la pareja. Nunca me había enamorado de un hombre como lo he hecho contigo y sé que tú eres ese hombre que he esperado siempre y el hecho que hayas venido a buscarme me lo confirma. En estos momentos ni me planteo separarme de tu lado y te seguiría al fin del mundo si hace falta porque es contigo con quien quiero formar esa familia. Tengo mucho que ofrecerte, espero que esto no te asuste, pero quiero que lo sepas. Dijo Mia temerosa.

—No me asusta, al contrario, me alegra saber eso. Mia quiero que vengas a España conmigo y antes de que te niegues, yo sé cuál es tu vida en Los Ángeles, pero tú no conoces mi vida en España y creo que la deberías de conocer, saber cómo vivo y cual sería tu futura casa, si vamos a compartir nuestra vida, deseo que conozcas todo de mí.

—No me voy a negar, sabía que me lo ibas a pedir y como te he dicho ni se me pasa por la cabeza separarme de ti.

—Debemos de hablar con Angela a ver si puedes tomarte unos días y venirte conmigo a España.

Angela no fue problema. Entendió perfectamente lo que iba a hacer Mia y sabía que si todo cuadraba tendría que comprar la mitad del negocio a su amiga y buscar a alguien que le ayudase a llevar el negocio. A los dos días nos montábamos en un avión rumbo a Madrid, para desde allí tomar otro vuelo a Jerez de la Frontera.

Teníamos muchas horas por delante y Mia quiso saber más de mí, de cómo fue mi niñez, mi adolescencia y mi juventud. Le dije que había nacido en Madrid, era analista de sistemas, que estuve trabajando para una empresa, pero que me independicé y monté mi propia empresa hasta que me hicieron una oferta muy ventajosa para mí y la vendí. También le comenté que era hijo único huérfano de padre y que mi madre vivía en Madrid.

Ella también me habló de su vida en un pueblecito muy acogedor del medio oeste, Seward (Nebraska). Allí nació, se crió y estudió hasta que se fue a la universidad en Lincoln, también en Nebraska. Se doctoró en ciencias económicas y estuvo trabajando de bróker en Chicago hasta que decidió dejar ese mundo e irse a Los Ángeles con su amiga Angela y montar un negocio enfocado a los eventos y bodas. Era la menor de tres hermanas, y sus padres seguían viviendo en Seward.

Si, reconozco que ese viaje dio mucho de sí y nos ayudó a conocernos aún más. La estancia en mi casa fue perfecta. Mia se quedó asombrada del casoplón que poseía, de que tuviera servicio doméstico y de donde está ubicada. Como me dijo al cabo de los días, se había enamorado del lugar, de sus gentes y de sus playas. Pero como toda mujer quería saber más y una noche, me lo preguntó abiertamente.

—¿Eres millonario?

—Bueno, esa palabra abarca muchas condiciones. Digamos que me puedo permitir el lujo de vivir bien. Dije queriendo esquivar la pregunta.

—Eso es una respuesta ambigua y lo sabes. Según he visto como vives, lo que me has enseñado, y lo que viví contigo en la Ruta 66, me hace pensar que estas podrido de dinero, el poder mantener todo esto y tu ritmo de vida cuesta un dineral y un sueldo de analista de sistemas no lo paga.

¿A quién quería engañar? Si fue bróker estaría acostumbrada a tratar con gente con poder y dinero, inversores y demás fauna, aparte que estaba hablando con una economista que tenía un doctorado.

—Si mi amor, soy millonario, y ya que no quiero tener secretos contigo, mi fortuna es insultante. Mi empresa la vendí muy bien. Y te agradecería que esto quedase entre tú y yo, no quiero que esto salga de nuestro entorno familiar. Dije sabiendo lo que esto significaba para ella.

—De verdad Teo, te agradezco la confianza que depositas en mí, te aseguro que no te decepcionaré.

Fue una semana increíble, llena de cariño, amor, sexo y confesiones, pero todo tiene un final y Angela llamó pidiendo la ayuda de Mia por la acumulación de trabajo y por no haber podido encontrar a nadie de momento. Me hubiese gustado acompañarla, pero tenía un consejo de administración al que debía de acudir, aparte de mi curso de capitán de yate que debía de continuar y terminar.

Mia me confesó que deseaba venirse a vivir conmigo, pero que debería dejar solucionados ciertos problemas antes de venirse. Me dijo que esperaba dejarlo todo solucionado antes de un mes y eso de alguna manera me hizo polvo. Aunque intentó tranquilizarme diciendo que un mes pasaba rápido. Reservé el primer vuelo disponible y un martes a las nueve de la mañana la despedí en el aeropuerto de Jerez de la Frontera.

15

Ya el primer día que pasé sin Mia fue duro, pero a la vez me hizo pensar lo que iba a cambiar mi vida. Yo, el solterón infinito, el amante de mi libertad y el enemigo del compromiso, iba a poner fin a esa manera de ser y me agradaba la idea de formar una familia con esa mujer increíble.

Pero parece que cuando todo empieza a encarrilarse, el destino siempre te tiene reservada alguna sorpresa de última hora que ni te esperas y que parece que viene a poner en peligro la vida que quieres empezar a vivir.

Era a principios de agosto, Mia hacia un par de semanas que se había ido y contaba los días para volver a estar junto a ella cuando oí como llamaban desde la cancela de la entrada. Al poco una de las muchachas que atendía mi casa me vino a avisar.

—Señor, hay una mujer y un niño en la puerta que desean verle.

—¿Te ha dicho su nombre? Pregunté intrigado.

—Si, se llama Marta, dice que es la sobrina de su amigo Alberto.

Marta, la persona que menos pensaba que aparecería por mi casa y por mi vida. Pensé como habría dado conmigo, aunque era una cuestión de lógica, si Alberto, su tío, había pasado quince días en mi casa, es de lógica que le hubiese dado mi dirección.

Cuando fui a recibirla me quedé impresionado. No parecía ella, parecía mucho más mayor de lo que era, con infinidad de canas y muy demacrada, con unas ojeras muy acentuadas y mirada triste, muy triste.

—Marta, que sorpresa. Dije sin alegría y dándole un casto beso en la mejilla.

—Hola Teo, me alegro de verte.

Invité a pasar a Marta y su hijo a la terraza principal, corría una agradable brisa y se estaba muy bien bajo la sombra de la gran pérgola.

—Esto es precioso, dijo Marta, veo que las cosas te han ido muy bien.

—No me puedo quejar. Por cierto, tu tío me dijo lo de tu marido, no sé si darte el pésame o alegrarme por ti.

—Bueno, casi mejor alégrate, por fin alcancé mi venganza y me prometí a mí misma que cuando todo terminase volvería a la vida que deseaba.

—¿Y de que falleció tu marido? Pregunté preocupado por si Marta había cometido una locura.

—Ese cerdo se suicidó. Era tan poco hombre que no pudo soportar la vergüenza y se quitó la vida ahorcándose. Dijo Marta con una sonrisa perversa.

—Me da miedo preguntarte que tuviste que ver en todo eso.

—Por supuesto fui yo quien le puso entre la espada y la pared, no te lo voy a negar. Quería mi venganza, que sufriese, humillarle, que supiese lo poco hombre que era para mí y lo conseguí. Sabía que el muy cabrón se acostaba con otras mujeres. Siempre que venía su amante a mi casa y mi cama él me mandaba al cine con mi hijo, sin importarle que sospechara algo y me amenazaba que si se me ocurría aparecer lo iba a pasar muy mal.

Marta miró a su hijo, que jugueteaba con unos flotadores y quiso esconder su cara pero empezó a llorar y quería que no la viese así.

—Perdona Marta, soy un maleducado, tranquilízate, ¿Quieres un café?

—Si, me vendría muy bien y si me haces el favor puedes darle al niño un vaso de leche con cola cao y si se lo pueden llevar adentro mejor, no quiero que me vea así.

Llamé a una de las muchachas y con cariño se llevó al niño dentro de la casa y al poco nos servían dos cafés. Marta removía el suyo, mirándolo fijamente. Yo esperaba a que ella continuase.

—El caso que ese día ya no quise seguir con esa vida de sumisión y malos tratos. Apareció a la hora de comer malhumorado y me dijo que esa tarde desapareciese de casa que necesitaba estar solo. Yo obedecí sin rechistar, pero en vez de irme al cine con mi hijo, me subí a casa de una vecina. Estuve atenta a ver cuando llegaba su amante y no tardó ni dos minutos. Mas o menos a la hora bajé a mi casa y abriendo con mucho cuidado fui hacia nuestro dormitorio. Lo que vi me dejo horrorizada, eso no lo esperaba pero pensé que era la mejor oportunidad para hundirle. En la cama estaba una niña que yo conocía, era la hija de su jefe, una cría que acababa de entrar en la pubertad y que estando en cuatro recibía los envites de mi marido con gemidos de placer. Temblando, grabé con mi teléfono móvil la escena hasta que los dos se corrieron entre gritos y palabras obscenas y me cuide mucho de que salieran sus caras de placer en primer plano.

En esos momentos no pude dejar de pensar en Lorena y lo que pensaría su prima si se enterase que yo la había desvirgado siendo un par de años mayor que esa niña que se folló su marido.

—No me costó contactar con un abogado, explicarle cual era mi vida y enseñarle el video. Ese abogado quiso de inmediato poner en manos de las autoridades las pruebas y acusarle de estupro y maltrato de género, pero le dije que lo único que quería es que guardase una copia y que si me ocurría algo a mi o mi hijo o a los dos, que lo mandase al jefe de mi marido y a las autoridades. Mientras, no le autorizaba a sacarlo a la luz y eso lo protegía el secreto abogado – cliente.

—¿Y qué pasó para que al final se suicidase? Pregunté ya intrigado.

—Una noche me armé de valor, él estaba cenando solo como siempre, fui a la cocina y tomé el cuchillo más grande que vi. Fui hacia donde estaba y me apoyé en el marco de la puerta, escondiendo el cuchillo y manejando mi móvil con la mano izquierda, mandé el video al teléfono de ese desgraciado.

—¿Se puede saber qué haces apoyada ahí como una estúpida? Bramó a la vez que su móvil sonaba con la entrada de mi mensaje.

—Solo quiero que mires lo que te he mandado.

Cuando vio lo que había grabado, se levantó furioso tirando todo, parecía un psicópata enfebrecido yendo a por su víctima, estaba muy asustada, temblando, pero cuando casi llegó a mi altura, alargué mi brazo derecho y deje el cuchillo pegado a su cuello dejándole clavado en el sitio.

—Que te quede claro degenerado, esta no es la única copia, si nos ocurre algo a mi o mi hijo, tanto tu jefe como la policía van a recibir una copia y quiero que te imagines lo que te va a ocurrir. Sabes la mala baba que tiene tu jefe, te va a destrozar. Dije amenazadora.

—Tú no vas a hacer eso, eres una pusilánime, no tienes ni fuerza ni carácter. ¡¡TE VOY A MATAR!! Gritó mi marido fuera de sí.

—Creo que no me he explicado bien. Le dije a ese cerdo haciendo más presión con el cuchillo sobre su cuello. Tu pierdes, yo gano. Ahora me voy a ir y te vas a quedar aquí solo, encerrado. Si no quieres pasar el bochorno y la vergüenza de que se sepan tus desviaciones sexuales, la cocina está llena de utensilios que te pueden ayudar a acabar con tu penosa vida, o si no, abre una ventana, vivimos en un sexto piso, o si lo prefieres, te he dejado una soga encima de la mesa de la cocina, pero mañana cuando entre de nuevo en casa quiero ver tu cadáver y una carta de despedida, si no, automáticamente envío el video a tu jefe y más tarde a la policía, ¿Te queda claro?

—¿Y ese desgraciado lo aceptó sin más? Pregunté impresionado por lo que me contaba Marta.

—Creo que la puntilla se la di cuando estaba en la puerta con mi hijo. Después de haberme cerciorado que le dejaba incomunicado, sin teléfono ni internet y que en mi poder tenía todas las llaves de la casa se lo dije…«Este niño que estás viendo, no es tu hijo, es de un amante que tenía en Madrid y que me follaba mil veces mejor que tú. Eres tan poco hombre que ni me podías dejar embarazada. Has criado al hijo de otro» Terminé diciendo despectivamente. Vi cómo se echaba a llorar y cerré la puerta tras de mí, echando todas las llaves.

Me subí al piso de mi vecina y estuve atenta y aterrada toda la noche por si hacia algo mandar el video a su jefe inmediatamente y que él se encargase de mi marido. No ocurrió nada. Al día siguiente cuando entré de nuevo en mi casa, vi colgando del techo del salón a ese hijo de mil padres, mi venganza se había consumado.

Miré a Marta asustado por lo que me había contado. Pero realmente lo que dijo de su hijo me dejó temblando, ¿Que ese no era hijo de su marido? ¿Era de su amante? Mentalmente empecé a echar cuentas y si, fue por la época en que nuestra relación se rompió, pero que antes de eso hacíamos el amor como desesperados y a pelo y ella me aseguraba que tomaba anticonceptivos.

—Marta, dije asustado, ¿Me…me estás diciendo que ese niño es…es…?

—Si Teo, mi niño, nuestro niño es hijo tuyo, yo estoy segura, ahora, sé que querrás hacer una prueba de ADN para asegurarte y no me opondré.

—¿Des…desde cuando sabías que estabas embarazada? ¿Lo sabías el día que me dejaste? Pregunté enfadado.

—Por supuesto que lo sabía, hacía quince días que lo sabía, pero viendo que tú no me apoyabas en mi decisión de vengarme, y sabiendo que si te contaba lo del embarazo no me dejarías ir con mi marido, pensé que era mejor no decirte nada. Pero cariño, he venido para solucionar lo nuestro, ya no hay nada que nos impida estar juntos, he venido a por lo que es mío, tú.

Juro que en ese momento tuve miedo, mucho miedo de esa mujer que pienso que había perdido el juicio. Miraba a Marta y la veía tranquila, relajada, mirándome con cariño, como si lo que pasó en aquella cafetería el día que me dejó y los casi seis años que estuvo en Buenos Aires, hubiesen detenido el tiempo y ahora venía a retomar esa relación olvidada por mi hacía muchos años.

—Marta, no solo no me abandonaste ese día en aquella cafetería dejándome desesperado y hundido, empecé diciendo, sino que además, me privaste de tu embarazo, de asistir al parto de nuestro hijo y de criarlo junto a ti viendo como crecía. Dije indignado.

La expresión de Marta cambió y pasó a ser muy seria, mirándome asustada. Tensó su cuerpo y esa relajación que tenía en la silla desapareció, haciendo que se sentase muy erguida y no apartando sus ojos de mí.

—Realmente pensaste que iba a estar esperándote después de lo que me hiciste y como me dejaste, dije ya muy enfadado. Yo he rehecho mi vida sin ti, amo a otra mujer y estamos juntos. Yo ya no te quiero, ni te amo, ni siento nada por ti, salvo indiferencia, tú te encargaste de eso el día que decidiste apartarme de tu lado y llevar a cabo tu absurda venganza. ¿Y de que te ha servido? Mírate, te has dejado una parte de tu vida, tu belleza y tu juventud en tu absurda venganza y no solo eso, encima has arrastrado a tu hijo en tu locura, a saber lo que ha tenido que vivir esa criatura por tu inconsciencia.

—No tienes ni idea de lo que he tenido que pasar por volver a estar contigo, de los sacrificios que he tenido que realizar y a lo que he renunciado. Hasta he dejado en Buenos Aires a un buen hombre que me quería, por estar a tú lado. Dijo Marta enfadada.

—Marta, realmente me importa una mierda los sacrificios que has tenido que hacer y a lo que has tenido que renunciar, es la vida que tú elegiste vivir y elegiste vivirla con ese desgraciado. Yo te ofrecí otra muy diferente en la que hubieses sido feliz y la rechazaste, ahora no me hagas a mi culpable de tu locura y si como dices has dejado a alguien a quien le importas allí en Buenos Aires, reza, reza porque no sea tarde y quiera volver contigo.

—¿Y qué va a pasar con nuestro hijo? Preguntó Marta llorando.

—Querrás decir con tu hijo, tú decidiste por mí y pensaste que no era el padre apropiado separándome de su lado. Si quieres, denúnciame, nos veremos en los tribunales y si no cuando sea mayor de edad, cuando sea adulto, si desea conocerme, no tendré ningún problema en recibirle, pero solo a él, a ti no te quiero ni ver. Y ahora, te pido que abandones mi casa. Dije poniéndome en pie.

Marta se puso en pie y fue la muchacha que se llevó al niño quien dándole a su hijo la acompañó hasta la puerta. Ni nos despedimos, ni dijimos nada. Pienso que ya estaba todo dicho.

Según vi que se cerraba la cancela exterior busqué mi teléfono móvil y marqué el teléfono de Alberto que a los pocos tonos aceptaba mi llamada.

—Hombre Teo, que alegría oírte. Oí que saludaba Alberto.

—¡¡¿TU LO SABíAS?!! ¡¡¿SABIAS QUE EL HIJO DE MARTA ES MIO?!! Grité furioso.

—Co…¿Cómo, que…? Espera…bueno…

—¡¡MARTA HA ESTADO AQUÍ Y ME LO HA CONTADO TODO!!

—Joder, le dije que no fuese a verte. Se que es una equivocación, que te lo tenía que haber dicho, pero Marta me hizo prometerle que no lo haría. Sabía, sabíamos ella y yo que si te lo contábamos, aparecerías en Buenos Aires y ella no deseaba eso. Se excusó Alberto.

—Eres un hijo de puta, esto no te lo perdono en la vida, eras mi mejor amigo y me has traicionado. Vete a la mierda. Colgué furioso y a punto estuve de lanzar el teléfono contra la pared por la rabia, la ira que tenía en esos momentos contra esos dos impresentables.

No pasé buen día, no. Me fui al club de golf, necesitaba estar con alguien, pensar en otras cosas y por suerte allí siempre había gente que me acogía y hacía que no me aburriese. Había uno de ellos, que lo comparaba con el dueño de la revista Playboy por lo sinvergüenza y mujeriego que era. Seria de mi edad más o menos pero a diferencia de mí que me conservaba muy bien, no fumaba, llevaba una dieta equilibrada y tenía un cuerpo definido y musculado, él era todo lo contrario a mí, tenía todos los vicios y se cuidaba poco.

El caso es que me dijo que si me apetecía dar una vuelta en su velero, un impresionante barco de 24 m. de eslora que era una preciosidad. Esa idea me gustó, él sabía que me estaba sacando el título de Capitán de Yate y me dejaría llevar su barco, pero la idea se me fue de la cabeza cuando vi como cinco chicas jóvenes con un cuerpazo de escándalo y tres chicos precedían la marcha. Sabía que iba a ocurrir, iríamos a alta mar y a follar como si no hubiese un mañana en una orgía que duraría hasta la noche.

En otro tiempo y otras circunstancias ni me lo hubiese pensado, pero me negaba a hacerle eso a Mia y sabiendo que la carne es débil y yo aún más cuando se trata de una mujer desnuda, escusándome me retiré de esa aventura y me dirigí nuevamente al club de golf, donde jugué una partida muy interesante con una mujer de setenta años que me dio una buena paliza.

Esa noche, como todas las ultimas desde que se fue Mia, hicimos una video conferencia y aunque intente aparentar que todo estaba bien y no ocurría nada fuera de lo normal, Mia no tardó ni dos minutos en preguntarme que me pasaba, que me notaba extraño. Aunque me volvió a preguntar, me reafirmé en mi respuesta, pero su insistencia me superó y aunque me hubiese gustado contárselo cara a cara, le conté la historia que me había ocurrido con Marta esa misma mañana.

—Me…me has dejado sin palabras. Uno no se levanta un día por la mañana y le sueltan que es padre y que encima, se lo han ocultado durante años. Mi amor, tú no eres culpable de nada y no sientas que has hecho algo malo o que has abandonado a un niño que se supone es tu hijo. Ahora lo más importante es ¿Qué vas a hacer respecto a ese niño?

—A ver Mia, yo no me opondré nunca a hacerme una prueba de ADN, si es mío claro que quiero ocuparme de él, pero lo que no quiero es que Marta aparezca en mi vida y lo malo es que el niño y Marta van unidos.

—Bueno mi vida, ya solucionaremos ese problema, quería darte una sorpresa, pero viendo tu estado de ánimo, te la doy ya. Prácticamente esta todo solucionado y me iba a ir contigo, pero lo he pensado mejor. Toma un avión y vente a buscarme, quiero que conozcas a algunas personas.

Y eso hice, me fui a Los Ángeles. Cuando llegué, Mia me esperaba ansiosa, se tiró a mis brazos y casi me viola en pleno aeropuerto. Me extrañó cuando nos fuimos a un lujoso hotel y Mia me sorprendió con una lujosa suite.

—Te la debía y quería hacerte este regalo, Dios, te echo tanto de menos, que todo me parece poco para ti.

Fue solo una noche, pero que noche. Mia me dejo seco, me exprimió como a un limón sacando lo mejor de mí. Estaba seguro, no me equivocaba, Mia era la mujer de mi vida.

Mia me pidió que fuésemos a Seward, sus padres querían conocerme, y cómo íbamos a vivir en España, las visitas serían muy espaciadas. Aunque me asustaba dar ese paso, no quise contrariar a Mia que notó mi cara de preocupación y me tranquilizó diciéndome que sus padres y hermanas ya me conocían por foto y estaban deseando conocerme.

Tomamos un avión desde Los Ángeles hasta Lincoln en Nebraska. El vuelo fue corto, poco más de dos horas y cuando llegamos nos esperaba la hermana mayor de Mia que nos recibió con mucho cariño a los dos y me miró con una mezcla de asombro y curiosidad. Un viaje por carretera de poco más de cincuenta minutos y aparcamos frente a la casa de los padres de Mia, que enseguida salieron a recibirnos.

Supe enseguida que esa visita había sido una equivocación. El padre de Mia me miró de arriba abajo con desaprobación y mientras la madre de Mia y su otra hermana me saludaron efusivamente el padre estrechó mi mano efímeramente para alejarse mientras hablaba con Mia y la miraba con dureza. Noté la incomodidad de todo el mundo con esa situación y yo no sé muy bien cómo iba terminar todo aquello, solo me limitaría a cubrir el expediente e intentar salir de allí vivo.

16

Digamos que esa mañana todo lo rodeó un falso optimismo. La madre de Mia, Mia, y sus hermanas intentaron hacerme sentir bien, eran un encanto, pero temían la reacción de su padre. Poco antes de comer aparecieron las parejas de las hermanas de Mia, que fueron muy amables, corteses y divertidos y quitaron algo de tensión en el ambiente, bebimos una cerveza mientras charlábamos hasta que llegó la hora de comer y ese fue el punto de inflexión.

Considero que lo más aconsejable es que Mia y yo nos hubiésemos sentado juntos, pero creo que su padre no tuvo la misma idea. Mia estaba en una punta y yo en la otra opuesta, alejados lo máximo que se podía y no me pusieron en una mesa aparte en el garaje de milagro. Noté la tensión que había en el ambiente, todos se empezaron a comportar nerviosamente mientras empezábamos a comer e intentábamos iniciar una conversación intrascendental, hasta que el padre de Mia me empezó a preguntar.

—Y dime hijo, ¿A qué te dedicas, aparte de salir con mi hija? Preguntó con maldad.

Me molestó el que me tratase de forma paternalista, no era mi padre ni yo su hijo, aunque el día de mañana fuese su hijo político.

—Es analista de sistemas. Se adelantó Mia a responder.

—Se lo he preguntado a él, no a ti, cortó de inmediato a Mia. Y dime, ¿A qué se dedica un analista de sistemas?

—Pues sin entrar en detalles, investigamos problemas de software en una empresa y luego diseñamos un sistema informático que ayuda a mejorar el funcionamiento y rendimiento de esa empresa. Respondí yo.

—Ósea, que eres uno de esos maniacos que está con el ordenador y metido en internet todo el santo día. Dijo el padre de Mia de forma despectiva.

—Papá te estas pasando. Advirtió Mia.

La verdad me empezaba a molestar el cariz que estaba tomando esa conversación. Miraba la cara de todos y veía la tensión que estaban pasando, creo que ese hombre no estaba en sus cabales.

—No, no creo que me esté pasando, solo estamos charlando, ¿No es así…Ehhh…Teto?

—Teo, señor, Teo, es el diminutivo de Doroteo. Y dado a lo que me dedico, un ordenador e Internet son mis herramientas de trabajo. No lo olvide.

—¿Y ese nombre tan ridículo? Pregunto despectivamente el padre de Mia.

—Pues ese nombre tan ridículo, viene del griego y significa don de Dios. Fue el nombre de mi bisabuelo. Contesté ya enfadado.

—Se acabó papá, no sé a dónde quieres llegar pero estas siendo descortés con nuestro invitado y la persona que amo. Intervino Mia nuevamente.

—¿Qué años tienes Teo? Preguntó su padre.

—53 años. Dije sabiendo la que se avecinaba.

—Te gustan jovencitas, ehhhh…¿A que si…pervertido? Dijo guiñándome un ojo con una mueca de maldad.

—¡¡SE ACABÓ PAPÁ!! Gritó Mia levantándose de la mesa. Teo mi amor vámonos de aquí.

—¡¡TÚ NO VAS A NINGÚN SITIO!! Gritó su padre. Mia no te das cuenta que podría ser tu padre, te saca más de 20 años por Dios, te va a hacer una desgraciada. Con la cantidad de hombres americanos de tu edad que hay y te vas a enamorar de un extranjero, viejo y muerto de hambre.

Con este último comentario la madre de Mia estalló contra su marido, lo mismo que las hermanas de Mia que le gritaron y le lanzaron las servilletas a la cara. Mia me tomó de la mano, y agarrando nuestras maletas nos fuimos de esa casa. Me molestó porque esa mujer a la que amaba más que a mi vida empezó a llorar por esa situación vivida. Ya en el jardín de entrada, tanto la madre como las hermanas de Mia junto a sus parejas, nos detuvieron y nos pidieron perdón por el comportamiento de su marido y padre de Mia y rogaron que no nos fuésemos, pero Mia estaba muy disgustada con la conducta de su padre y no quería permanecer ni un minuto más allí.

Mia me pidió perdón de mil maneras y me rogó que olvidase lo que había vivido y por supuesto, que no entendía la reacción de su padre que nunca se había comportado así.

—Se que me lo advertiste, que me dijiste que esto que ha pasado con mi padre podría pasar, pero de quien menos me lo esperaba era de mi padre. Tengo miedo, no por lo que ha pasado, tengo miedo de volverte a perder.

—Pues no tengas miedo cariño, yo estoy contigo hasta donde haga falta y sé que tú no me vas a fallar.

—Nunca lo haré mi amor, tengo claro con quien quiero compartir mi vida.

Esto que pasó nos unió más aun a Mia y a mí. A los pocos días y con una barbaridad de equipaje, llegamos a mi villa en Zahara de los Atunes, la nueva casa de Mia y donde iniciaríamos nuestra vida en común.

El primer año fue de adaptación, aunque poco había que adaptar. El convivir con una persona las 24 horas hace que la conozcas mejor. Realmente Mia y yo habíamos ido muy rápido, y habíamos compartido pocas vivencias. Los malos momentos, esos días en los que te levantas con el pie izquierdo y no quieres hablar con nadie, no los conocíamos, pero logramos no hacer de un grano de arena una montaña y nos adaptamos perfectamente a nuestras virtudes y nuestros defectos.

En ese primer año, por fin conseguí hacerme con el título de capitán de yate y decidí comprarme un velero enorme, de 24 m. de eslora y equipado con la última tecnología en navegación y que prácticamente se llevaba solo. Cuando nos lo entregaron, Mia y yo nos hicimos un pequeño crucero por el Mediterráneo, recorriendo toda la costa este de España, Baleares, costa azul francesa, costa oeste italiana y Sicilia. Esa primera toma de contacto fue increíble y nos gustó mucho a los dos, sobre todo, esas noches que desnudos en la cubierta mirábamos las estrellas dejándonos mecer por las olas mientras hacíamos el amor en un entorno idílico.

Solamente los años me han demostrado que Mia es esa mujer que sin saberlo esperaba en mi vida. Cariñosa, fiel, amiga, amante, compañera de aventuras y una madre increíble. De acuerdo, ya no es la Mia que conocí, ha engordado un poco, pero eso la hace mucho más atractiva, más deseable y todo hay que decirlo, después de dos embarazos y dos preciosos niños que son nuestra alegría, es una mujer que hace voltear las cabezas de los hombres.

Al final nos casamos por lo civil, fue una boda que no olvidaré, primero porque fue la nuestra y segundo porque la celebramos en nuestra villa y vinieron la madre y hermanas de Mia, no así su padre que no quiso saber nada. Creo que hay dos cosas que nunca perdonara a su padre. Una el que no la llevase de su brazo al altar y otra que ni llamase para felicitarla por los nietos que le había dado. Eso nunca se lo perdonaría.

En esa boda se conocieron las respectivas madres y aunque el idioma fue una barrera, no pararon de hablar en todo el día y en los sucesivos, ya que se quedaron con nosotros, hasta que nos fuimos de viaje de novios.

Angela y su novio no pudieron asistir a nuestra boda por temas de trabajo. Sé que Mia se disgustó con eso, pero también entendió la responsabilidad que tenía su amiga con el negocio. Cuando volvimos de nuestra luna de miel, Mia llamó a su amiga y le propuso que cuando pudiesen nos hicieran una visita. Encontraron un hueco y a las dos semanas los teníamos con nosotros. Lo pasamos genial con ellos y Angela se quedó impresionada del lujo con el que vivía su amiga. En esa visita Mia le entregó un documento firmado por ella en el que le cedía su parte en el negocio que habían montado.

—Esto lo he hablado com mi marido, decía Mia orgullosa. Creo que es mi manera de darte las gracias por todo lo que has hecho por mí, por nosotros.

Solamente me queda algo que comentar y es sobre Marta. Un verano se presentó Lorena en mi casa. Aparte de impresionado, me dejó muy claro que sus padres no sabían que había ido a verme, pero que yo estuviese enfadado con su padre, no significaba que lo estuviese con ella también, ella no me había hecho nada.

Reconozco que me encantó tenerla en mi casa divirtiéndose con nosotros y los niños, estaba guapísima y lo confieso, si no hubiese estado con Mia me la hubiese follado hasta la extenuación. No lo puedo asegurar pero tendría ya unos veinte o veintiún años y estaba terminando un módulo superior de diseño gráfico y hablando sobre su prima fue cuando me lo comentó.

—Marta ha tirado su vida a la basura por culpa del malnacido de su difunto marido. Pero ella se lo ha buscado. Un día hablando con ella me lo dijo, que había venido a Madrid a reencontrarse con un antiguo amor pero que la había rechazado. Noté lo frustrada y dolida que estaba y me lo confirmó su comentario, «He sido una estúpida, podía haber tenido una vida increíble junto al hombre que amaba, llena de felicidad, lujo y oportunidades y lo cambié por una vida oscura, llena de penurias y una absurda obsesión». Lo último que sé es que se ha vuelto a ir a Buenos Aires, según mi tía está bastante bien, lleva viviendo hace unos años con un hombre, es todo lo que sabemos de ella.

—Solo espero que le vaya bien. Lo que recuerdo de ella es que era muy agradable. Mentí como un mitómano

—Si, todos deseamos que rehaga su vida. Lo pasó muy mal.

Sé que tengo algo pendiente con ella, el confirmar si ese niño es mío o no. Eso o esperar que quizás un día un joven llame a mi puerta y me diga «Hola, creo que usted es mi padre». No lo sé, el tiempo lo dirá. Mia sabe todo lo que puede pasar y que queda ese fleco suelto a la espera de lo que ocurra, pero me apoya en todas mis decisiones. Por ahora nuestra vida es maravillosa, plena y los cuatro somos una familia muy feliz.

FIN

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