Otoño de la vida
Contesto mensajes y expongo mi situación antes de iniciar el relato de mis recuerdos.
La lengua. En una sección de relatos eróticos todos sabemos para qué sirve la lengua: lamer y paladear otra lengua, excavar la cavidad bucal del otro, extender la saliva por su cara y su cuerpo, lamer su leche, enroscarse en su polla, penetrar su culito apretado... Pero yo me refiero a otro tipo de lengua, al idioma. Algunos mensajes airados han suscitado mis relatos anteriores, escritos en mi lengua nativa, el minoritario catalán. Lo siento. No quiero ofender a nadie. Al contrario, debo agradecer a esta web magnífica, que tantos buenos ratos nos aporta, su hospitalidad cordial. Debo decir que tengo relatos en catalán también publicados en una web en inglés, donde se aceptan más de una veintena de idiomas, cada uno constituyendo una categoría específica. Pues eso, muchas gracias, y que nadie se enfade que estamos aqui para divertirnos, para ayudarnos. Algunos podemos expresarnos en varias lenguas, pero debeis saber todos que cuando uno se expresa en la suya (en la que sueña, en la que grita de dolor o llora de alegría) sus narraciones son más sinceras, más precisas, más cercanas al corazón. Y los idiomas están hechos para entendernos; pues hagamos todos un esfuerzo para romper el maleficio de Babel. Y sigo por otros caminos.
Pues la verdad es que yo nunca he sido gran cosa. No, no vayais a pensar que me desprecio o que me tengo autoodio o cualquier tontería de esas, no. Pero no puedo sentirme identificado con esas descripciones personales que abundan en los inicios de tantos relatos erótico gay: tengo pocos años, tengo un cuerpo atlético y bien definido por el gimnasio o por el deporte, tengo una cara agradable, soy atractivo, tengo un buen culo, mi polla tiene 20 cms...
Cuando era joven era atractivo, seguro; casi todos los jóvenes lo son, no? Es atractiva esta mezcla tan abundante de aire de inseguridad ante el futuro y de insolencia para parecer seguro; los ojos son brillantes, la piel es tersa, no se engorda tanto, no se ronca... aun... Pues yo también debía ser atractivo a mi modo. El caso es que a veces sentía más que oía comentarios algo procaces provenientes de algun albañil calenturiento y temía ser considerado maricón, que es como se decía gay en mi juventud. Debía ser atractivo porque aquel tío me violó, sin violencia y sin dolor, pero también sin placer, a mis diecisiete años. Pero nunca he sido muy allá. Alto sí, casi 1,80 m, ni gordo ni flaco, blanco de piel, con algunas manchitas y con vello en brazos y piernas y poco en el pecho; sin pectorales, ni abdominales, ni bíceps ni ninguno de los musculitos de que tanto se habla en el mundo gay; y la polla, pues alegre y tiesa alcanza unos 17 centímetros, pero tranquila y quieta resulta pequeña como un pellejo casi invisible cuando se moja en el mar o en la piscina. El culo sí, un buen trasero se levanta sobre mis piernas largas. Ojos castaños, pelo castaño... lo más normal y corriente de lo normal... Y un aspecto masculino, no de macho, pero masculino, como para engañar a todos, ya que esperan encontrar una polla insaciable y se encuentran con un culo hambriento.
Ahora con la edad, claro, estoy mucho peor; carnes fláccidas, arrugas, un feo vello blanco creciendo, sobre todo en la espalda, muchas más manchas en la piel, estómago inchado. Pronto voy a tener que ducharme con los ojos cerrados para no ver mi ruina... A veces voy a las saunas, a las de viejos. Los hay muchos peor que yo y eso me mantiene, por ahora. Pero muchos meten mano en tu polla y si no encuentran la barra de hierro que esperan te dejan con desprecio... A oscuras, en el baño turco, aguantando el calor y los sudore, consigues una mamada, una paja, un dedo en el culo, un beso furtivo y te conformas con eyacular a ciegas. Alguna rara vez encuentras alguien con quien pasar un rato, besos y abrazos, un poco de charla; pero todo son paseos por los pasillos, medio a oscuras, tropezando, viendo fragmentos de películas porno o algun cuerpazo intocable. A menudo sales peor que has entrado. En alguna sauna hay los llamados boys; ahí puedes tocar y ser tocado, pagando claro, con tarifas más baratas cuanto más extranjero es el pobre muchacho. Algunos no son tan muchachos. Juerga brasileña, olor de marihuana, humedad y todos que van descaradamente a la caza y captura de tu dinero. Algunas veces consigues un rato agradable; otras consigues, al menos, que te follen con profesionalidad y que te llamen su puta; unas veces te sales con 50 euros, otras tienes que llegar a los 300, o sea que no se puede ir mucho.
Y te conformas con relatos y fotos en internet, haciéndote pajas más o menos gloriosas. Siempre cuerpos imposibles, nunca vistos, con pollas que algunas veces incluso asustan, casi mostruosas. Y relatos siempre con folladas sublimes y para todos los gustos: sádicos, guarros, morbosos, colectivos... A mí personalmente me gustan más los morbosos, esos que pasan entre padres e hijos o con curas que sudan empalmados en los confesionarios; también los de sumisión, con chico andando desnudo todo el tiempo, como una fantasia que siempre he tenido y nunca he realizado; y el sexo en el baño, bajo la ducha también... Y escribo algunos con mis aventuras, más o menos cambiadas, o con algunas fantasias nunca realizadas.
Porque aventuras he tenido y el recuerdo siempre queda. Por ejemplo, cuando era joven, muy joven y totalmente virgen e inexperto. No sabía a ciencia cierta qué buscaba, pero me ofrecía. Dormía algunas veces con un compañero de estudios y de mañana me preparaba mostrando mi cuerpo desnudo, solo cubriendo delicadamente mi polla esperando del otro la iniciativa de no sabía muy bien qué. Nunca pasó nada; acababa siempre en el baño pajeándome frustrado. Con el tiempo, mucho tiempo, demasiado tiempo, acabé descubriendo que él era gay y vivía con otro tío y recordaba mis ofrecimientos que le calentaban mucho pero nunca se atrevió... Doble frustración.
Y con un cura joven. Entonces llevaban sotana, con aquella especie de bragueta gigante de arriba abajo que resultaba hasta provocativa; cuanto tiempo desabrochando botoncitos, poco a poco. No sé porque razón me invitó a su casa y yo imaginé que algo podría pasar y me ofrecía con el mayor descaro que da la ingenuidad (haz conmigo lo que quieras cabrón, que yo no tengo ni idea de qué hay que hacer, pero quiero que pase algo). Y no pasó nada y ni siquiera sé si él llegó a pensar nada, si sudó o tuvo que confesar su pecado de deseo. No pasó nada, nada de nada. Un día sí, alguien desde un coche me preguntó una dirección y se ofreció a llevarme; no sé porqué pero entendí que quería algo conmigo y me acojoné y no me atreví y no subí y ni siquiera pude fantasear porque tuve miedo (raptan niños y les quitan el hígado...) y no sabía en realidad que podríamos haber hehcho, no tenía ni idea de nada. Si explicara cómo descubrí la masturbación mi ridículo sería excesivo...
En cambio, cuando llegó la primera vez, ni lo había soñado, ni lo pensé ni lo sospeché y todo fue repentino y no conseguí ni disfrutar...
Pero eso es otra historia que si me animo, y si interesa a alguien claro, tal vez algun día os cuente.