Osvaldo 2
Una nueva manera de evitar males mayores.
OSVALDO 2
Cuando entró a la habitación, Osvaldo, se sorprendió de que fuera tan amplia, tan cómoda. Sergio dejó la valija pequeña de Osvaldo en el piso, y le dio una llave
__Esto es para usted, una copia de la llave__dijo Sergio
__¿Usted?__ pregunto sonriendo Osvaldo
__Bueno lo llamare por su nombre si no es ofensa
__Por supuesto que no
__Como veras el cuarto es bien grande. Tiene una cama de dos plazas, el baño tiene todo lo indispensable mas una bañera. Por ese ventanal entra mucha luz, en fin creo que estarás bien
__Sí claro, gracias, sos muy amable Sergio
__Bueno, me retiro, nos vemos luego y bienvenido
Sergio salió del cuarto y Osvaldo comenzó a mirarlo con más detenimiento, con una especie de tranquilidad manifiesta. Vio que en el placard había algunas frazadas y sábanas limpias, aunque la cama estaba en perfecto estado y el lugar olía a limpio y flores frescas. Se asomo por el amplio ventanal y vio el enorme patio que atravesó cuando entró por primera vez. Allí andaban sacerdotes y estudiantes, se sintió muy bien, había hecho lo correcto, se dijo.
El resto del día transcurrió entre llamadas de la biblioteca, para acomodar un estante que ya estaba por caer. La baranda de una escalera entrada en años que se había aflojado hacía un tiempo y nadie la había reparado. Osvaldo supo que allí tenía mucho que hacer, además de otras cosas. Cuando se quiso acordar la nochecita había llegado. Se dirigió a su cuarto y desnudándose se metió en el baño para darse una ducha reparadora.
Antes había puesto una suave música en el equipo de audio que tenía instalado. Debajo de la ducha no escuchaba mucho porque había puesto la música muy suave.
Al rato salió del baño envuelto en una toalla y encontró desnudo en la cama al padre Heraldo, para Osvaldo no fue sorpresa. Así que lo tomo con total naturalidad. Envuelto aún en la toalla de vivos colores se recostó al lado del cura.
__Te dije que pasaría luego
__Está bien
__Tu día ¿Qué te pareció?__ preguntó el director
__Muy bien, ya vi que hay mucho por hacer
__Mucho, mucho, no sabes cuanto. Dentro de un rato hay que ir al comedor.
__Tengo un poco de hambre__acotó Osvaldo con toda picardía, mitad en serio y mitad para azuzar al hombre.
__Vamos a empezar a saciar, aunque sea un poco__ diciendo esto hizo que Osvaldo se pusiera de espaldas. De alguna parte sacó un pote de crema que tenía un exquisito perfume. Colocó un poco en su mano y comenzó a frotar suavemente la espalda del hombre que dio un profundo respiro. La mano traviesa del sacerdote iba y venía, ahora bajaba un poco más, llegando a la cintura. Allí quitó la toalla.
__¡OH Dios santo!__exclamó el cura extasiado__¡Esto es un regalo del cielo!__la herramienta de Osvaldo era de grandes dimensiones y aún no estaba dura del todo, pero así y todo casi llegaba a las rodillas. Viéndolo en esa posición parecía que algún tipo de objeto había caído entre sus piernas.
El padre Heraldo no pudo resistirse y acarició con los dedos al brioso animal
__Aaaaaaaaaaaayyyyyy!!!__ susurró Osvaldo, ya bastante caliente. El padre continuo con estas caricias tenues, dotadas de una caliente perversión.
__¿Así te gusta? ¿no?
__Si, siiii padre, me está calentando demasiado
El padre apretó un poco los huevos de tamaño también grandes, luego los acarició. Se detuvo un momento, cuando volvió a en cremarse los dedos, para darle un masaje lento a todo el extenso tronco de Osvaldo que sin dudas estaba tomando proporciones inimaginables. Así siguiendo con su dulce tormento el padre Heraldo clavó un dedo en el ano de Osvaldo que brincó sacando un poco el culo hacia arriba y emitiendo un nuevo quejido que calentó sobre manera al padre, que hincó otro dedo más.
__¡Ah! Que culo mas sabroso y estas nalgas tan duras__ decía mientras apretaba, pellizcaba y amasaba las nalgas de su compañero de cama que emitía sonidos de nena.
El fierro del sacerdote estaba a punto de reventar y tiernamente fue colocando la cabeza en la entrada de Osvaldo que hervía y levantaba apenas las caderas, lo que hacía que el instrumento del cura fuera entrando despacio. Cada centímetro que entraba en el agujero de Osvaldo este daba gemidos de placer que hacían revolucionar la sangre de Heraldo.
__¡Así Heraldo! anda entrando despacio, suave
__¡Ah! Que culo maravilloso
__¡Aaaaaaaaaaaayyyyyy, Aaaaaaaaaaaayyyyyy!
La pija entro toda y el padre se movía sin demasiado vértigo, porque sabía que si lo hacía así se acabaría enseguida. La bombeada era quieta, mientras los movimientos de cola de Osvaldo hacían el resto. El culo del hombre era quien cogía la verga. Se movía unos instantes a buena velocidad y luego quedaba a la espera. El sacerdote mordía le cuello de Osvaldo y llegaba a lamer las orejas.
Poco a poco se fueron colocando de costado, esto permitió que la fiera verga de Osvaldo quedara liberada y fuera mostrada en todo su esplendor. Heraldo la atrapó con una mano y apenas podía apretarla. De todas maneras masturbaba a Osvaldo que seguía gimiendo y dándole el culo a el sacerdote, que ahora apretaba los huevos del hombre.
Cambiaron de posición. Entonces Osvaldo apoyo la espalda en la cama y levantó las piernas por sobre los hombros del cura. Antes de esto Heraldo besó la cabezota de el garrote de Osvaldo, mamó los huevos, uno a la vez. Pasó la lengua, frotando con voracidad las bolas del hombre que casi gritaba de ardor.
Ahora si el sacerdote atravesó nuevamente el, agujero abierto y sediento de Osvaldo que con sus manos acariciaba su enorme serpiente.
__¿Te gusta la pija?¿Te gusta?__preguntaba el cura
__Claro que me gusta y a ustedes también
__¡Nos encanta!. No me equivoque con vos. ¡Ahhhhhh!
La verga del sacerdote empezó a escupir la leche en todas las paredes del orto de Osvaldo. El sacerdote se vació por completo y quedó un momento bufando, caído sobre la pija de Osvaldo, aplastándola, sin sacar su verga del culo del hombre que gemía tenuemente, fino, delicado. Heraldo buscó la boca de Osvaldo y se perdieron en un fogoso beso que cruzó como látigos incendiados sus lenguas.
Heraldo se repuso y salió del estuche de Osvaldo, pero así de rodillas como estaba comenzó a besar y masturbar la víbora sedienta de Osvaldo que apretaba sus manos contra las sábanas y mordía sus labios. Heraldo mordisqueaba la cabeza y con sus manos subía y bajaba a gran velocidad el hierro candente de Osvaldo, de pronto agarraba los huevos y los masajeaba, sin dejar de chupar lo más que podía meter en la boca hasta sentir que un torrente caliente le desbordaba la lengua, la garganta, los dientes y tuvo que dejar que el río de semen se desperdigará por su cara, su pecho, las sabanas, porque fue un incontenible descargué que tiro el hombre, al compás de grititos y gemidos por demás sexuales y enloquecedores para cualquier oído.
Heraldo tragó lo de su boca sin chistar y nuevamente recostado sobre Osvaldo quedaron besándose sin apuro, aún calientes, pero sabiendo que tendrían otras ocasiones y que fundamentalmente Osvaldo no estaba solo por el, sino por la comunidad.
Al rato llegó el timbre para ir a comer.-