Ositas en Duelo - Capítulo 20 - Final

Dos mujeres de huesos grandes rivalizan por el deseo y la pasión de una argentina morena.

_¡Juli, mi amor! ¿Cómo estás?

Cynthia saludó con mucha efusividad al escuchar la voz de su deseada amiga, mientras sonreía con altanería para molestar a su némesis que la fulminó con la mirada.

_Estaba pensando en juntarnos y vernos. ¡Te extraño, guacha!..... ¡Sí, yo también te quiero mucho! Y de paso le damos a la lengua....¡Y nos damos con la lengua!

La carcajada exhultante que acompañó su ocurrencia fue como una bofetada para la española, quien sintió que una oleada de odio la recorría por dentro y volvía a dominarla mientras intentaba entender el zumbido que provenía por el teléfono de su rival, quien era la máscara perfecta del sarcasmo y le lanzaba gestos lascivos con la lengua o algún guiño de ojo, solo con el objeto de molestarla.

Pero el triunfo le duró poco porque su rostro ensombreció para sorpresa de la mujer de ojos celestes, que no perdía detalle alguno.

_¿Cómo? Ah... Entiendo...¿Y no podemos ir las tres, así la conozco?.... Bueno, no te enojes...No... decía nada más. Te extraño y quería pasar un rato juntas. Nada más. Bueno... dale. Hablamos.

_¡Negra hija de puta y mentirosa! _gruñó al finalizar la llamada y revolear furiosamente el aparato contra el sillón del living.

Julia enarcó las cejas, curiosa y aliviada y preguntó el motivo de la cólera.

_Esa hija de puta.... me dijo que había quedado con vos, y que no le parecía bien que nos conociéramos porque tenía miedo de que no nos lleváramos bien y nos termináramos agarrando de las mechas. _admitió con la frustración tiñendo cada una de sus palabras.

_Bueno... tampoco es que ha estado muy errada.

Julia no pudo evitar sonreir y suspirar, aliviada al saber que la victoria no le iba a ser arrebatada. Cynthia la miró, sorprendida e incrédula en un primer momento, para luego unírsele en la carcajada.

Las risas parecieron contagiarse y potenciarse mutuamente hasta que las dos amargas rivales, estallaron en una serenata de carjadas que se extendió por algunos minutos. Cuando una se detenía la otra retomaba y viceversa.

Hasta que, con un suspiro, ambas se quedaron en silencio, con las respiraciones pesadas sin dejar de mirarse a los ojos con gesto desafiante.

_¿Qué hacemos, Julia?

La pregunta de la argentina no tenía ninguna intención velada y la española se limitó a encogerse de hombros. Las dos estaban muy cansadas como para reanudar las hostilidades.

_No sé qué pretendes. Te derroté. Julieta es mía, ahora. _Siseó Julia, recordándole el resultado del cruento duelo en el que se habían sumido durante varias horas.

_Ya sé. Y tampoco vamos a pelearnos de nuevo por esa negra hija de puta, desagradecida y tramposa. _Protestó Cynthia con amargura.

La española recostó la espalda contra la puerta del placard, expectante sin dejar de contemplar las sinuosas y carnosas curvas de su némesis al recortarse contra la luz de la luna que iluminaba el cuarto ampliamente.

_¿Querés quedarte a cenar? _Propuso, con un dejo de timidez, y su rostro enrojeció levemente.

_¿Qué dices, zorra? _Respondió la mujer de negros cabellos con amargura, sorprendida.

_Digo _Se encogió de hombros nerviosa y se lamió los labios, sintiendo que el corazón se le aceleraba. _Que las dos nos dimos con todo por esa puta... Y nos está engañando con otra mina.

_Así es... parece que tanta lucha fue en vano. O no... Al menos demostré ser la mejor. _Sonrió Julia, satisfecha con el curso del combate.

_Ya sé. No necesito que me lo recuerdes. Pero...

La argentina interrumpió sus palabras y se acercó con paso lento y seguro para detenerse a un pie de distancia y tomarla por las manos juguetonamente, acariciándole la yema de los dedos con los propios.

_¿Qué haces, mujer? ¿Pero qué? _Increpó Julia con voz temblorosa, insegura de la dirección que estaba tomando la situación.

Cynthia volvió a relamerse los labios, tragó saliva, carraspeó nerviosa y la miró a los ojos, con el cuerpo revolucionado por dentro y el corazón que amenazaba con escapar por su boca.

_Mi novio está afuera todo el fin de semana. Y, aunque te odio, nadie me cogió como vos... Ya que Julieta nos engaña... ¿por qué no engañarla nosotras y pasar la noche juntas?

La propuesta encendió un hormigueo en el interior de la española que respondió al juego entre sus dedos y también se relamió los labios mientras se acercaba y apoyaba sus pezones morenos sobre los rosados de su némesis y sus matas se acariciaron de nuevo, al igual que sus alientos volvieron a mezclarse.

_Yo también te odio, argentina. ¿Qué se te ha metido en la cabeza? _preguntó con un susurro mirándole los labios con hambre.

_Digo, que pasemos la noche juntas. Después de todo, podemos odiarnos, pero no puedo negar la química que tenemos. Nadie me había besado como vos, trola. _Susurró y no pudo reprimir un suave beso en los labios, que pareció encender el fuego entre ambas.

_No es mala idea. ¿Acaso estás intentando seducirme para robarme a Julieta? _replicó la española con un suspiro mientras le devolvía la caricia labio a labio.

_Para nada. Quedatela. Es una calientaconchas. _Siseó la mujer de verdes ojos y le acarició la nariz con la punta de la suya.

_¿Ya no quieres saber nada con ella? ¿No me pedirás una revancha? _La pregunta no alcanzaba a ocultar un dejo de preocupación.

_Por supuesto que quiero más. Pero sin Julieta. Nosotras. Solas. Para ver si nos odiamos, nos gustamos... o qué. Creo que tenemos buena química y podemos pasarlo muy bien juntitas. Me gustás. Y sé que te gusto. Si no, no me hubieras comido la boca tantas veces como lo hiciste. Y no nos hubiéramos cogido de la manera en que lo hicimos. ¿O me equivoco?

La mirada llena de intención que le dedicó podría haber fundido un glaciar y, tras contemplarse en silencio, respirándose pesadamente, con los labios en franco roce, se fundieron en un urgente y apasionado beso francés, donde las manos se posaron en las mejillas de la rival y la acariciaron, manteniendo sus cuerpos fundidos por lo que prometía ser el inicio de una noche inolvidable entre dos ositas en duelo.