Ositas en Duelo - Capítulo 19

Dos mujeres de huesos grandes rivalizan por el deseo y la pasión de una argentina morena.

_¡BASTA, GORDA HIJA DE PUTA!! ¡NO PUEDO MÁS!!!

El desgarrador alarido de humillación y rabia había interrumpido el concierto de jadeos y gemidos al que ambas ardientes mujeres se habían abandonado hasta alcanzar increíbles cotas de placer y desbordarse, con los sexos fundidos, casi a la par, pero con una leve diferencia para la vencedora, quien le tiró de cabello exhultante, escupió en su boca y le arreó una bofetada que, dada la cercanía de sus cuerpos, no llevaba mucha fuerza.

_¡Síiii cerda!! ¿Quién es la mejor? _Espetó, con los dientes apretados, mientras sentía que todo el dormitorio daba vueltas a su alrededor.

_¡Gorda mal cojida! ¡Te odioooo! _gruñó la derrotada e intentó un débil tirón para posar sus labios contra los de su oponente, en un desencantado gruñido en el que ambas, jadeantes y extenuadas, continuaron su duelo verbal.

_¡Yo te odio más, foca! ¿Quién es la mejor? _Siseó, la victoriosa, disfrutando del roce entre sus labios con cada sílaba, mientras sus vulvas parecían no querer despegarse y latían como apasionadas y unidas por el rencor. _¡Grita mi nombre o te dejo pelada!

_¡Vos, yegua mal parida! ¡Vos! _Protestó Cynthia, al borde de las lágrimas, con la garganta atenazada por la angustia.

_¿Quién se quedará con Julieta, zorra? _Espetó la española y aprovechó para escupirle en los labios, antes de lamerlos, eufórica por la victoria, sin poder dejar de jadear.

_¡Vos, Julia, conchuda! ¡Vos!! _Lamentó la argentina y abrió la boca para recibir la lengua invasora, pero Julia se apartó y pareció disfrutar con el dominio de la situación.

_No.... te escucho... Cynthia..._susurró Julia, temblorosa y jadeante, abrazándola, incapaz de evitar un nuevo roce entre sus carnosos labios mientras susurraban y aplastaban sus pechos en el abrazo, con los enhiestos y adoloridos pezones doblándose juntos.

_Vos... Julia... Basta... por favor....

Con el último hilo de aliento, la argentina admitió la derrota y se abrazó con fuerzas a su némesis, para hundir el rostro contra su hombro y comenzar a sollozar, derrotada, humillada y agotada.

Julia hizo lo propio y la tensión, tras varias semanas y  unas últimas horas de escándalo, comenzó a aflojarse y sus hermosas mejillas fueron regadas por silenciosas lágrimas.

El mundo parecía haberse detenido para las dos robustas y bellas mujeres que, minutos antes habían estado enfrentadas en un ardiente y volcánico duelo sexual y de voluntades y ahora, parecían hermanadas, fundidas en un abrazo sincero y liberador, como si se tratara de dos boxeadoras tras un violento combate.

Sollozaron en silencio, fundidas en un sincero y sentido abrazo, sin poder dejar de temblar, pegajosas por el sudor y sus jugos, sintiéndose embriagadas por sus aromas entremezclados y, tras una última mirada enturbiada por las lágrimas, se saludaron con un beso en los labios. Un inocente ósculo frontal, sólo con los labios, que se prolongó durante un interminable minuto, donde tanto Cynthia como Julia se permitieron cerrar los ojos y disfrutar del suave y cálido contacto antes de separarse con un chasquido que dejó un fino y plateado hilo de saliva colgando entre sus sensuales bocas.

Tras un segundo de calma y un largo suspiro la española se levantó, con movimientos que daban la impresión de ser en cámara lenta ante la atenta mirada de su rival, quien se dejó caer, abatida, contra el respaldo de la cama y preguntó, intrigada y un poco desencantada.

_¿Adónde vas?

_Voy a escribirle a Julieta para ir a celebrar mi victoria, zorra.

La respuesta volvió a tensar el ambiente y los ojos verdes de la argentina y los celestes de la española volvieron a arrojarse puñales antes de  que la vencedora desapareciera tras el umbral de la puerta para regresar apenas unos segundos más tarde con el celular en la mano y una mirada pletórica de autosuficiencia, socarrona mientras escribía y le dedicaba todo tipo de guiños y mohínes a su derrotada rival.

Cynthia sentía que le hervía la sangre y el odio la poseía, pero había quedado devastada y casi sin fuerzas después de su desafío. Además, muy en su interior sabía que ella hubiera hecho lo mismo. Gruñó e intentó mantener la mirada de la española en un intento por aparentar indiferencia, pero lo que ocurrió a continuación la sorprendió y pareció cambiar el resultado de los acontecimientos.

El rostro de Julia pareció deformarse en una máscara de estupor e indignación.

_¿Qué pasa, gallega? ¿Nuestra Julieta se está acostando con tu marido? _Se mofó, interesada repentinamente.

_De eso nada, hija de puta. Disfruta de tu victoria, cerda.

Julia le arrojó el celular para que pudiera leer el mensaje en el que Julieta le decía que no podrían cenar juntas porque había quedado con una amiga suya que se llamaba Cynthia.

Una sonrisa se dibujó en los sensuales y carnosos labios de la argentina, quien se levantó y fue a buscar su propio celular para escribirle a Julieta y arreglar para festejar juntas ante la irritada y desencantada mirada de la española.