Ositas en Duelo - Capítulo 18

Dos mujeres de huesos grandes rivalizan por el deseo y la pasión de una argentina morena.

Los temblores parecieron prolongarse por una eternidad, hasta que Julia, enardecida, tiró del cabello castaño de su rival para arquearla hacia atrás y lamerle los labios lenta y lascivamente, antes de escupir en el interior de su boca.

Cynthia gimió y tragó para devolver el tirón y pasar su lengua viciosamente por la mejilla, antes de introducírsela tan profundo como pudo en la boca, mientras se empujaba contra ella, aplastando sus pezones, panza y sexos para reanudar el ardiente vaivén entre sus cuerpos, al que Julia respondió de igual manera.

Tras un apasionado y húmedo intercambio de lametones, caricias labio a labio y gemidos mutuos, donde la saliva chorreaba por la comisura de los labios y empapaba las barbillas, Cynthia rompió el beso, con un gran chasquido de sopapa entre sus carnosas bocas y se arqueó, para abrirse la vulva con los dedos de la mano derecha.

_Te quiero coger, gorda de mierda... Conchita contra conchita...._Jadeó y le escupió con asco y deseo.

Julia se estremeció al sentir el esputo en su mata y lo respondió de inmediato, para hacer lo propio y abrir su propio coño como una fruta madura. Los clítoris hinchados y su labia palpitante parecieron gritarse a modo de provocación.

Cuando volvieron a unir los sexos, ambas pudieron sentir la humedad, calor y suavidad en la entrepierna rival, al fundirse con la propia y cuando sus delicados y enhiestos botoncillos de placer se tocaron cabeza a cabeza, ambas arquearon la cabeza hacia atrás para lanzar un gran gemido y un estremecimiento que las invadió de pies a cabeza, para humedecerse aún más y mezclar sus fluidos en el interior de la hermética cueva que parecían estar creando.

_Voy a doblar  ahhhh.... ese patético clítoris.... Julia...._siseó Cynthia, llena de odio y acompañó sus palabras con un débil tirón de cabellos.

_Jamás... foca...mmmm ... mi coño mmm.... se comerá vivo....ahhhh...al tuyo...._replicó la española al devolverle el tirón y aumentar la presión entre sus sexos, moviéndose rítmicamente con un vaivén que deleitó a ambas guerreras.

Los rosados estiletes se deslizaron juntos en franco combate, el cual les proporcionó oleadas de estremecimiento tanto a la una como a la otra, mientras se aferraban a las carnosas nalgas rivales para tomar impulso y arremeter, coño contra coño, desesperadas, temblorosas, ardientes y determinadas  a no dejarse vencer en este, que podría ser el último asalto.

Los ojos verdosos de la argentina y los celestes de la española echaban chispas y se lanzaban amenazadoras miradas pletóricas de odio y lujuria, inmersas en una alocada vorágine.

Cada vez que las uñas parecían volver a clavarse en los redondos culos y volvían a tomar ímpetu en el ardiente y húmedo duelo sexual, sus clítoris les arrancaba sonoros y reveladores gemidos de placer, que iban in crescendo a medida que los embates incrementaban en velocidad y presión. El sensual chasquido entre sus vulvas, sumado al embriagador aroma a hembra que inundaba el dormitorio las estaba llevando a insospechados umbrales de placer.

Cynthia mordió el cuello de su némesis, lo cual lamentó al llegar la replica, ya que le succionó en el mismo lugar donde se habían estado atacando y se habían herido. Advirtió que por la mañana el moretón sería imposible de ocultar, pero se consoló al pensar que lo mismo ocurriría con Julia.

Su cuerpo se estremecía de pies a cabeza, invadiéndola de escalofríos con cada nuevo roce entre sus estiletes rosados y violentas caricias de sus vulvas.

_Sssssssentí....mi conchita.... transssándose a la tuya..... como te commmmmíiii en el barrrrr, foca...._Jadeaba Cynthia, al borde de sus fuerzas, conteniéndose a duras penas, aplastando su nariz contra la de su enemiga y jadeándole, con los labios pegados, sin besarla, sólo jadeando e insultando.

_Mmmmmi coññño mmmm sssseee commmmmmeeee al.....tuyyooo... ballena...sudaca....

Los susurros de una y otra iban acompañados de débiles tirones de cabello, golpes pélvicos y  estremecimientos mutuos cada vez que sus ardientes e inflamados clitoris se doblaban juntos. Los minutos parecieron eternizarse hasta que llegó lo inevitable y una de ellas se abrazó a su odiada némesis para desbordarse en un torrente de fluídos, presionando sus sexos como si quisieran fundirlos y posó su cabeza en el hombro izquierdo de la vencedora, quien también estaba al borde de su resistencia y... al sentir el torrente de pasión en su enemiga, no pudo contener el propio y las mieles de ambas parecieron mezclarse en el interior de sus sexos, que ambas sintieron como si estuvieran dándose un beso francés, y la idea invadió el increíble último orgasmo de la tarde, en el preciso momento en el que la luna parecía erguirse en todo su esplendor.