Ositas en Duelo - Capítulo 16
Dos mujeres de huesos grandes rivalizan por el deseo y la pasión de una argentina morena.
Los carnosos y sensuales labios de ambas luchadoras se separaron con un chasquido y un hilo de saliva se mantuvo suspendido entre ellas, mientras una, se estremecía en un torbellino de placer y cerraba los ojos y la otra, exhultante ante este asalto victorioso, le lamía las mejillas mientras le susurraba insultos de todo tipo de calibre.
Cynthia, exacerbada por un nuevo asalto obtenido, tironeó de sus negros cabellos y le escupió en la boca gimiente mientras disminuía la velocidad del vaivén de sus dedos en el sexo rival. Quería prolongarle la agonía, mientras su propio vientre clamaba por liberarse.
_¿Aprendiste tu lugar, conchuda?
_Nunca. _Respondió Julia con un hilo de voz.
Los dedos parecieron hurgar con mayor presión y la argentina le succionó el labio superior, ronroneando, antes de escupirle nuevamente.
_¿Cuál es tu lugar... yegua? _Increpó con un tirón de cabellos.
_Encima de tí, cerda. _Respondió mientras se aferraba a su cabellera y le propinaba un violento tirón para morderle la mejilla y arrancarle un aullido, mientras retomaba el ritmo del juego de sus dedos en la entrepierna.
La dueña de casa no pudo contenerse durante más que un par de segundos y se desbordó ruidosamente, entre gemidos y estremecimientos para quedar mirando al techo, devastada por un increíble orgasmo que la dejó temblorosa, al igual que su rival, durante largos minutos en los que se quedaron en silencio, hombro con hombro, incapaces de emitir palabra alguna.
Cuando tanto la una como la otra recuperaron el aliento, intercambiaron una mirada llena de odio y Julia fue la que siseó.
_Puta sudaca, no creas que hemos terminado, porque recién comienzo contigo.
_Me parece perfecto, foca española, porque yo tampoco empecé. Te quiero seguir cogiendo, conchuda. _Susurró sin dejar de mirarla a los ojos, con un hormigueo que la recorría por dentro.
_Bien. Porque yo también te quiero follar hasta que no te quede coño.
_Te voy a dejar la conchita tan seca, que no vas a querer ni ver a nuestra Julieta.
_¿Coño contra coño? _Susurró la española y se relamió el labio superior.
_Conchita contra conchita. Duelo de labios, tortillera. _Replicó Cynthia y se mordió el labio inferior, con un ligero escalofrío al advertir que, más allá del farol que habían declarado, estaban por comenzar el asalto final.
_Lengua a lengua, bollera. _Julia se sentó en la cama y sintió que su cuerpo era recorrido por un hormigueo. Era increíble, pero después de todo lo que se habían hecho, todavía se excitaba con la charla sucia de Cynthia, quien la imitó y se sentó enfrentada, con las piernas abiertas.
_Hasta el final, hija de puta.
_Hasta el final, hija de puta. _Respondió la argentina, mientras ambas se tomaban por la cintura con una mano mientras con la otra rodeaban el cuello rival y movían la pelvis para acercar sus húmedas y palpitantes entrepiernas. Las matas parecieron enredarse y les arrancó un gemido ahogado cuando volvieron a encararse con las narices juntas y se echaron el aliento.
La mano izquierda de cada una se aferró a una de las nalgas de la oponente, mientras que la derecha abrazaba el cuello rival. Cada una pudo sentir el calor en el sexo de la otra y, con un suspiro, comenzaron el lento inicio del asalto final.