Ositas en Duelo - Capítulo 14
Dos mujeres de huesos grandes rivalizan por el deseo y la pasión de una argentina morena.
_¡Te odio, hija de puta! _protestó Cynthia con la voz temblorosa mientras sus rodillas se doblaban y retrocedía hasta que su espalda diera contra la pared.
Julia la agarró del cabello y le dio un fuerte tirón, ladeándole la cabeza hacia la izquierda, para lamerle la mejilla y los labios, antes de meterle la lengua tan profundo como pudo, con las bocas empapadas en la saliva de ambas, mientras se frotaba contra ella.
_¡No pares, hija de puta! ¡Soy la mejor! _rugia exhultante, mientras se frotaba contra la mano rival, buscando liberar su propio orgasmo que parecía consumirla por dentro.
La argentina gruñía y sus protestas eran silenciadas por la boca enemiga, sellada fuertemente contra la propia. Desesperada, aumentó la velocidad de sus movimientos con los dedos hasta que un espasmo y la vacilación en las piernas de Julia la hicieron comprender que había logrado hacer que se corriera, igualando el marcador.
Abrazadas fuertemente, apenas podían mantenerse en pie, con las rodillas que se les doblaban y cayeron fundidas sobre el sofá, con la argentina encima. Julia abrió las piernas para recibir el coño argentino contra el propio y ambas sisearon cuando sintieron la humedad en la mata ajena, al contacto con las vulvas.
Sus bocas parecían hipnotizadas y, aún separadas, no paraban de atacarse con fugaces y sonoroso besos de pico, con algún chasquido, mientras sus manos acariciaban cuanto podían, en un lento ascenso hacia sus rostros.
Cynthia le tomó el rostro con las manos y le escupió en la boca abierta, sin decir una palabra, mientras abría la propia a modo de desafío. Por supuesto que Julia saboreó la escupida de su enemiga y la devolvió y ambas se deleitaron fundiéndose en un nuevo y volcánico morreo que parecía querer prolongarse eternamente, pero ambas comenzaron a mover sus vientres en un claro indicio de querer reanudar las hostilidades.
_Gorda cagona...Te odio. _Susurró la argentina sin despegar sus labios de los de su némesis.
_Yo te odio más... y la zorra miedosa eres tú. _replicó de igual manera.
_Si te la bancás.... _le mordió el labio inferior y tironeó, mientras presionaba los pezones con más fuerza contra los suyos.
Un par de segundos transcurrieron con un tenso silencio, en el que la española permaneció expectante respirando el aliento de la argentina.
_... vamos al dormitorio a coger... de gorda a gorda.
_Pensé que no tenías coño para ello, foca. _le espetó Julia, temblando de excitación.
_Ya transamos y, si bien fuiste mejor, recién empezamos. ¿O te espera tu novia? _La provocó, y se relamió lascivamente.
_No. A menos que tu esposa venga de un momento a otro. _Recogió el guante y ambas se tomaron del rostro para fundirse en un nuevo y ardiente morreo, en el que se mordieron más de lo que se besaron.
Sin decir palabra, Cynthia se levantó y la tomó de la mano para guiarla. Se abrazaron brevemente y se mordieron nuevamente la boca, para luego ir hacia el dormitorio, abrazadas por la cintura, cada una con una mano en una nalga enemiga, estrujando e inclinando la cabeza para robarse besos de pico.
Al llegar al borde de la cama, la dueña de casa tomó el rostro de su rival con ambas manos y se acercó, apoyándole los pechos, para que ambas pudieran suspirar al volver a sentir sus pezones juntos y, con una caricia entre sus narices le susurró.
_Te voy a coger y te vas a olvidar de Julieta, gorda trola.
_Sigue soñando argentinita.
Ambas se acariciaron las mejillas, provocativamente, con las uñas deslizándose sobre los suaves rostros a modo de amenaza velada, mientras sus labios parecían atraídos por un indescriptible magnetismo, pero para sorpresa de la visitante, la dueña de casa la empujó sobre la cama y se abalanzó sobre su ombligo, lamiendo y mordiendo como una posesa mientras le retorcía los enhiestos pezones provocándole sonoros quejidos y estremecimientos.
Julia la tomó del cabello e intentó atraerla hacia su rostro, pero la argentina estaba dispuesta a devorarla y hacerla alcanzar un nuevo orgasmo. Quería derrotarla y demostrar que era la mejor de las dos.
Cuando la hábil lengua de Cynthia alcanzó la cara interna del muslo izquierdo y se abrió paso por entre la húmeda mata velluda para deslizarse por los pliegues de los labios en la entrepierna española, Julia se estremeció de placer y de su garganta escapó un apasionado quejido.
_Zorra traidora... trae tu coño... si eres lo suficiente mujer para enfrentarme....._Protestó con la voz entrecortada, pero durante algunos segundos sufrió los indiferentes embates de la boca rival en su coño, acercándola al clímax, mientras se debatía y se revolvía en un desesperado intento por devolver las atenciones que recibía.
Pero su denodado esfuerzo dio sus méritos y, soportando los embates de la hábil lengua argentina, logró colocarse de costado y morder con suavidad uno de los labios enemigos para darle un rápido y malintencionado repaso con la punta de la lengua, que hizo estremecer a su némesis, quien abrió la boca para jadear y detuvo un poco sus ataques, cediéndole la iniciativa.
Enardecida e hirviendo por dentro y por fuera, Julia abrazó los rollizos muslos de su enemiga y le abrió la vulva para dejar que su lengua reptara lenta y lasciva, pero implacable, arriba y abajo, estremeciéndola con cada pasada, mientras Cynthia se iba recuperando y devolvía cada atención.
El dormitorio se fue impregnando con sus aromas de hembra en celo y la sinfonía de jadeos se sumó al delicioso ronroneo de los chupeteos y lamidas en los húmedos sexos.
Tanto una como la otra se retorcían de placer cada vez que la boca rival las devoraba y las lenguas serpenteaban en el interior de sus coños, buscando sus hinchados botoncillos rosados, con el que se retorcían de placer cada vez que la punta de la lengua los acariciaba.
Julia estaba enloquecida comiéndole el coño a su némesis, con sus jugos empapándole los labios, nariz y barbilla, mientras su aroma impregnaba sus fosas nasales y amenazaba con acompañarla durante el resto del día. Esa puta sudaca aprendería quién mandaba y quién era la merecedora de Julieta. Eso pensaba, entre gemidos y espasmos mientras lamía el coño de su oponente, quien jadeaba y gemía ruidosamente, en un inequívoco indicio de proximidad al orgasmo.
Pero Cynthia no estaba derrotada y, con el rostro impregnado de jugos españoles, le comió el sexo como si estuviera morreándose y succionó, al tiempo en que metía la lengua tan profundo como podía para taladrarla, mientras sus uñas acariciaban los muslos y estrujaban las nalgas. Los quejidos de Julia no se hicieron esperar y ambas se retorcían de placer ante los embates de los labios y lenguas enemigos.
Solo una podría ser victoriosa. La pregunta sería...¿quién de ellas?
Y entonces, tras largos cinco minutos, una de ellas se arqueó, aullando de placer y se desbordó a mares en la boca de su némesis, mientras la otra le presionaba el chorreante coño contra el rostro, como exigiéndole que continuara comiéndoselo. La vencedora volvió a sumergir la boca en la entrepierna rival para sorber hasta la última gota de su néctar.