Ositas en Duelo - Capítulo 08

Dos mujeres de huesos grandes rivalizan por el deseo y la pasión de una argentina morena.

El día transcurrió en cámara lenta y, como suele suceder, ansiosa por la llegada del inminente desafío, el corazón de Julia saltaba con cada nuevo mensaje de whatsapp, pero ninguno era de quien esperaba. Los clásicos e insufribles grupos de amigas, compañeras de oficinas y demases. Pero ni noticias de la argentina. Tendría que esperar.

Temía que a último momento cancelara el desafío. No sabía por qué, pero necesitaba enfrentarse con la argentina. En la oficina todo parecía demasiado tranquilo, por lo que no lograba ocupar su mente en nada que no fuera aquel esperado momento.

Julia llegó al local, ansiosa, intentando no parecerlo, enfundada en unos zuecos negros, un vestido corto negro, que revelaba parte de sus firmes y anchos muslos y su generoso escote. El cabello negro ondulado le caía sobre los hombros y su escaso maquillaje la hacían parecer deseable al natural. Un par de camioneros le tocaron bocina y hasta un par de tipos se dieron vuelta para contemplarla. Era robusta, pero llamativa y su hermoso rostro le sumaba muchos puntos.

Cuando entró en el salón, buscó en la caja a Julieta, pero en su lugar halló a un chico granulado y con cara de pocas luces, que no lograba despejar la larga cola que se iba formando. Buscó en las mesas algún rastro de su rival, pero no pudo dar con ella. Se preguntó si se habría equivocado de día, o tal vez la argentina le hubiera jugado una pesada broma. Buscó la mesa más apartada, separada de las otras por altos tabiques, al estilo bar irlandés.

Pidió una cerveza y se puso a mirar el celular para comprobar que Cynthia no le había escrito. Cuando la camarera le acercó su chopp, le pagó, casi sin mirarla y se apuró a beber un sorbo para calmar la sed.

Unos minutos más tarde, Cynthia hizo su llegada, provocando que un par de presentes se dieran vuelta a contemplarla. Estaba imponente, con un atuendo similar al suyo. Zapatos zuecos negros que parecían estilizar sus firmes piernas, tan robustas como las de la española y un vestido verde y azul floreado, que permitía admirar sus muslos y su turgente escote, con sus cabellos ondulados cayendo sobre sus hombros.

Sus ojos grisáceos recorrieron el salón hasta avistar a su enemiga. Ambas se lanzaron miradas de desafío y advertencia, pero en lugar de acercarse a su mesa, eligió una junto a la ventana.

Julia pudo ver cómo la recién llegada buscaba a Julieta y se sonrió muy para adentro al advertir su mueca de desagrado al no verla. Sus miradas se cruzaron y ambas se lanzaron susurrados insultos para luego tomar sus celulares y escribirse.

-Parece que no vino. ¿Hace mucho que esperabas?

-Llegué recién. Pensé que te habías arrepentido.

  • ¿Arrepentirme yo, foca? ¿De humillarte delante de MI Julieta?

Julia sintió que su sangre empezaba a hervir.

-¿Tu Julieta, puta? Por si no te enteraste, parece que no vino. Eres idiota hasta para eso.

Ahora fue el momento de Cynthia para transformar su rostro en una mueca de odio.

-¡Gorda hija de puta! ¡Terminala o te dejo pelada! - amenazó la argentina mostrándole los dientes.

-¿Quieres armar un escándalo, puta sudaca? Eres más idiota de lo que pensaba.

-Acá no, gallega pelotuda. Vamos al baño. Solitas. De mujer a foca.

Julia leyó el mensaje y le disparó una mirada cargada de odio provocando un estremecimiento en el cuerpo de su oponente, que podía sentir los pezones endureciéndose.

-Sudaca hija de puta. En cinco minutos en el baño, último cubículo.

Escribió desesperada, eligiendo el lugar donde se encontraba con Julieta, y le hizo un gesto lascivo con la lengua, que halló su pronta réplica y ambas notaron hormigueos en sus entrepiernas.

La primera en levantarse fue Cynthia, que se contoneó sensualmente, llevándose un par de miradas de los presentes, entre ellas la de la española, que sintió envidia por el majestuoso andar de su rival. Muy a su pesar, reconoció que Julieta tenía buen gusto.

Escuchó la puerta del baño cerrarse y terminó su cerveza, tratando de serenarse, preparándose para el inminente enfrentamiento, cuando su celular vibró con el mensaje. "¿Ya arrugaste gorda puta? Te estoy esperando".

Apagó el teléfono, lo guardó en su cartera y caminó, como si estuviera en una pasarela, hacia el baño, haciendo que un par de hombres, y alguna mujer con mirada desaprobadora, se dieran vuelta para contemplarla. Sonrió para su interior y respiró aliviada al ver que no había nadie en el baño. Cerró la puerta y buscó el último cubículo. Cynthia la esperaba y había colgado su cartera en el pequeño ganchito en la puerta. Julia la imitó y trabaron el pasador, encarándose, mirándose con odio y un brillo de lujuria.

Los ojos grisáceos de la argentina y los negros de la española se lanzaron descargas y mensajes amenazantes y, sin poder evitarlo, cada una contempló la majestuosa curva entre los pechos rivales, comparándose, sintiendo cómo sus pezones se endurecían.

  • Pensé que te habías asustado, gallega puta.

-De eso nada. Nunca me asustaron las ballenas. Y menos las sudacas.

Cynthia la agarró del pelo y se encaró con ella, suspirando cuando sus pechos se aplastaron levemente, aún cubiertos por los vestidos. Mirándola fijamente a los ojos, le echó el aliento en la cara.

Julia imitó el movimiento, comenzando a sentir un hormigueo interno, respirándole casi en la boca.

-Gorda hija de puta. Pelá tus tetas de vaca apestosa. - Espetó la argentina, comenzando a levantarle el vestido hasta liberar sus pechos, coronados con un par de durísimos pezones morenos.

-No estés tan orgullosa de tus ubres, foca. - Julia le devolvió el favor, y en contados segundos, ambas quedaron con las prendas por encima de sus grandes pechos, apuntándose con los enhiestos pezones, listas para el duelo.

-Estás muy orgullosa de tus tetas de vaca, gorda hija de puta. -siseó Cynthia dándole un golpe con sus propios pechos, sintiendo un escalofrío ante el íntimo contacto.

-Ballena sudaca, estás celosa de mis tetas superiores.

Julia tuvo la misma sensación cuando sus cuerpos chocaron y le devolvió el topetazo, sin dejar de clavarle una mirada llena de odio.

-No te la creas tanto. Te presento las tetas que Julieta adora chupar, hija de puta. -susurró entre dientes tomándose los pechos, orgullosa, lamiéndose los labios, lanzándole una mirada de desafío, apuntándola con sus pezones, pegando sus ombligos.

La española imitó su movimiento y, tras un segundo de silencio, mirándose a los ojos con odio, conteniendo la respiración, empujándose con la nariz, las dos acometieron alineando sus endurecidos pezones morenos y rosados, con un suspiro estremecedor que resonó en el minúsculo cubículo.

Cada una sostenía sus propias armas, apuntando a la rival y manteniendo la posición. Cynthia se movía de derecha a izquierda, mientras que Julia lo hacía de arriba a abajo, doblándose los pezones alternativamente, mordiéndose los labios para reprimir los gemidos que iban creciendo en el interior de ambas.

Las dos ardientes rivales sintieron escalofríos con cada nuevo golpe entre sus grandes orbes y las estocadas entre sus pezones. Cada vez que uno de ellos rasgaba sus areolas, podían escucharse siseos y gruñidos, haciéndolas estremecer, pero no por ello cejar en sus ataques, con las narices presionadas tan fuertemente como sus pechos, ayudándose con las manos para lograr mejor efecto. El aliento de Julia humedecía los labios de Cynthia y viceversa, mirándose ambas a los ojos con una mezcla de odio y lujuria.

El odio se palpaba, al igual que el aroma a hembra comenzaba a apoderarse del cubículo. Los enhiestos pezones oscuros de Julia doblaban los rosados de su rival, pero también recibían sus embates, los cuales arrancaban quejidos en las dos rivales.

Cynthia no le hacía asco a nada, pero se estaba excitando nuevamente, sintiendo cómo el contacto contra las odiadas orbes enemigas y la esgrima entre sus botoncillos la estaba comenzando a dominar. Su respiración se empezó a volver más pesada y tambaleó levemente, perdiendo terreno, con Julia empujándola contra la pared, sonriente ante su momentánea ventaja.

Temiendo sufrir una nueva derrota, la tomó del cabello con la mano derecha, tironeando hacia un costado, haciéndola ladear y la encaró, empujándola con la nariz, siseando entrecortadamente para disfrutar del roce entre sus labios.

-Sentí unos pezones de verdad... gorda... Estos son los que Juli devora....

-No me hagas reír.... sudaca... Julietita adora los míos.

Replicó la española gruñendo al igual que ella, intentando mantener el ritmo entre sus ataques, comenzando a experimentar un creciente dolor en los pechos con cada nuevo golpeteo.

-Gorda...hija....de ...puta.... -le escupió en los labios sin dejar de mirarla a los ojos.

-Vaca...mal...oliente....-devolvió la atención y el tirón de cabellos y ambas se echaron el aliento con las sensuales bocas casi fundidas.

Furiosa, y excitada, Cynthia le lamió su propia escupida, haciéndola estremecer y fue su turno para empujarla contra la pared del cubículo, jadeando.

Ambas estaban temblando, excitadas y furiosas y la argentina le agarró una nalga con la mano libre, sin dejar de tironearle los negros cabellos, arrancándole un gemido.

Julia respondió de igual manera y ambas continuaron moliéndose pecho contra pecho, con los pezones doblándose juntos, clavándose alternativamente en sus areolas, mientras sus alientos se mezclaban.

-¿Estás mojadita, trola? -intentó burlarse Cynthia, dándole un apretón en la nalga estrujando sus pechos con más fuerza.

-No tanto como tú, bollera, que no dudaste en frotarte conmigo.... - susurró Julia manteniendo el roce entre sus labios, pero sin besarla.

-Mirá quién habla, foca hija de puta. Ya puedo oler tu conchita apestosa. -siseó la argentina dejando escapar un gemido cuando sus labios se tocaron.

-Ballena sudaca, no parecías muy disgustada comiéndomelo. -se mofó cruelmente recordándole el resultado de su enfrentamiento anterior, provocando un arrebato de ira.

-¡Yegua hija de puta! -espetó y le escupió en los labios.

Julia devolvió la escupida con un tirón de cabellos, que no tardó en encontrar respuesta y recuperó terreno, quedando las dos firmemente enfrentadas en el medio del cubículo, gruñendo y tratando de aplastar a la rival contra la pared.