Ositas en Duelo - Capítulo 07

Dos mujeres de huesos grandes rivalizan por el deseo y la pasión de una argentina morena.

Dos largas semanas habían pasado desde su victoria sobre Cynthia. Al día siguiente del duelo, la vencedora pudo disfrutar de las atenciones de Julieta, quien continuaba actuando con naturalidad, mostrándose cariñosa y sensual, pasando un fin de semana a puro sexo, en casa de la morena.

Su marido estaba de viaje, así que no tenía que preocuparse por los horarios, con lo cual fue un lindo fin de semana, yendo de compras juntas y tomando sol en el jardín de la casa de Julieta. Follaron dulcemente, porque la menuda argentina no era rival para la robusta española que, aprovechando su mayor tamaño y peso, la dominaba con facilidad.

No estuvo nada mal.

El resto de la semana, entre el trabajo y la vida marital, no le dieron tregua y, por fin, aprovechando un viaje de negocios de su marido, Julia fue a visitar a Julieta a la salida del local de comidas rápidas donde trababa. La invitó a tomar algo y de allí, volvieron al "nidito de amor", como le gustaba llamar a su casa. A pesar de pasarlo en grande y quedar rendida de tanto placer, Julia sentía que le faltaba algo y, aprovechando que la esbelta argentina dormía al amanecer, se levantó y revisó el teléfono, buscando nuevos mensajes de Cynthia.

Pero, para su sorpresa, no encontró nada. Parece que la argentina era una zorra, pero al menos tenía honor. Respetó eso y la admiró, secretamente, preguntándose si ella misma hubiera respetado las mismas condiciones.

Esa misma tarde, en medio de una jornada ardua en el trabajo, pensaba en la argentina y en el choque entre sus pechos, en el difícil duelo que ambas habían protagonizado y en lo plena que se había sentido al medirse con una rival a su altura.

Julia intentaba concentrarse en su trabajo, pero frecuentemente le venían recuerdos de lo ocurrido y, sin poder evitarlo, notó un hormigueo interno y sus pezones poniéndose duros.

Algo que no ayudó, fue ver cómo su gerenta y la del departamento adjunto se trenzaban en una áspera discusión mostrándose los dientes y sonriéndose amenazadoramente, acusándose mutuamente de haber alcanzado los ascensos por cuestiones extralaborales.

La verdad era que las dos eran bastante delgadas y se mataban en el gym, cosa que las hacía parecer modelitos. A Julia le gustaba que las mujeres tuvieran formas. Julieta era delgada, pero tenía lo suyo. Pero, no tanto por las gerentas, sino por la situación, hablándose a un palmo de distancia, sin levantar la voz, con ambas moviendo las manos amenazadoramente, señalándose con el dedo índice. Por un segundo se las imaginó estrujándose los pechos desnudos en la sala de reuniones, gruñendo y mordiéndose los labios y la imagen de Cynthia acudió a su mente. Tenía que encontrarse de nuevo con ella.

Al llegar a casa se encontró con una nota de su marido, que decía que se había ido a jugar al fútbol, que lo esperara para cenar. Echó un suspiro de fastidio y se sentó a ver televisión, tomándose una taza de café.

El sonido del whatsapp interrumpió el programa que estaba mirando y lo miró con desgano, pero sus ojos se abrieron desmesuradamente y sintió que el corazón se paralizaba cuando advirtió el remitente.

"Espero que no estés disfrutando mucho, cerda aprovechadora". Decía el mensaje de Cynthia.

"¿Qué pasa, querida? ¿Duele saberse superada?" respondió Julia intentando provocarla.

"Tuviste suerte, foca engreída"

"Eres muy mala detrás de un mensajito, sudaca?" fue la precisa respuesta de la española.

En la pantalla aparecía el mensaje que decía "Cynthia está escribiendo", pero los puntitos iban y venían y el mensaje no venía. Durante algunos segundos desaparecían y al rato, la leyenda volvía.

La impaciencia comenzó a apoderarse de Julia, que se había levantado a lavar su taza de café y tratar de no estar tan a la expectativa. Decidió que lo mejor sería no darle tanta importancia y que, si algo tenía que pasar, que surgiera cuando llegara el momento.... Si es que llegaba.

Diez minutos más tarde, el teléfono la sobresaltó cuando prácticamente se había olvidado del asunto.

-Hola cerda. ¿Estás ocupada? - siseó la voz en el teléfono.

-Para nada, foca maloliente. ¿Qué quieres? -fue la pregunta retórica de Julia, sintiendo que sus pezones se endurecían.

-Sabés muy bien qué es lo que quiero, porque las dos queremos lo mismo, puta. -gruñó Cynthia y ambas notaron cómo las respiraciones se hacían pesadas en los auriculares.

-¿Y eso es? - la provocó intentando hacerla explicar el motivo de su sorpresiva llamada.

-¿Podés ser tan estúpida? Las dos queremos a Julieta. Y me la banqué mucho, pero no voy a renunciar a ella, gorda hija de puta. - siseó Cynthia, lamiéndose los labios, recordando su enfrentamiento con la española.

-¡Cállate puta sudaca! ¿Acaso te olvidas de cómo te derroté y terminaste comiéndome el coño? ¿Quieres más? ¿Eres estúpida o masoquista? - se burló Julia, añadiendo una exagerada carcajada, que provocó escalofríos en la argentina, que no dudó en reaccionar.

-¡Tuviste suerte y encima te la creés, hija de puta! ¡Exijo una revancha, ballena asquerosa! - casi podía respirarse la angustia de la argentina al otro lado del teléfono.

Julia sintió que un hormigueo la recorría por dentro y su entrepierna comenzaba a latir con ansias.

-No me hagas reír, vaca hedionda. Tú no puedes exigirme nada. Te derroté. Acéptalo y ya. - la aguijoneaba, sintiendo cómo sus pezones se endurecían aún más, presionando contra la tela del bra.

-Si yo hubiera ganado no...

-Pero no ganaste, argentinita, así que no me vengas con planteos. - Julia se relamía, disfrutando de la humillación a la que la estaba sometiendo.

-¡Gorda hija de puta! ¡Julieta me prefiere a mí en la cama, y eso te molesta! - rugió Cynthia en forma desaforada.

-¿Molestarme? Para nada, sudaca. Si no eres rival para mí.

  • ¿Entonces, por qué no dejamos que lo decida ella, puta? - espetó Cynthia sorprendiéndola, como si le hubiera dado una bofetada.

La española se quedó muda por un segundo, lo cual fue aprovechado por su rival para tomar la iniciativa.

_¿Qué pasa, ballena? ¿Arrugaste? ¿Tenés miedo de perder?

Julia casi podía adivinar la sonrisa socarrona de su rival y sintió que su cuerpo se estremecía.

-Conchudita. ¿Estas ahí? ¿O te moriste de miedo? - se río Cynthia, toreándola.

-De eso nada. ¿Qué quieres insinuar, cerda? - espetó la española, furiosa por haber perdido la iniciativa.

-Vamos a ver con quién se queda. Vayamos al local mañana a la tarde, después del trabajo, y vemos con quién se va. ¿Te la bancás, torta?

Al escuchar el desafío, Julia no pudo evitar sentir un cosquilleo en su entrepierna, acariciándose inconscientemente, ajena a que lo mismo le estaba ocurriendo a su rival.

-Por supuesto, furcia. ¿Prepárate para ser humillada.... de nuevo!

Ahora fue el turno de Cynthia de quedarse en silencio, tomada por sorpresa.