Ositas en Duelo - Capítulo 02
Dos mujeres de huesos grandes rivalizan por el deseo y la pasión de una argentina morena.
Dos años habían pasado desde aquel primer encuentro y Julia y Julieta se habían vuelto grandes amigas. Inclusive, el marido de Julia llegó a conocerla y no podía quitarle la mirada de encima. Julia sonreía por dentro, porque sabía que su amiga nunca se acostaría con su marido, pero conservaba la fachada de celos para no alertar a su pareja.
En ese tiempo, hubo fines de semana juntas, aprovechando los viajes de trabajo, discusiones telefónicas o duras peleas a bofetadas y tirones de pelo, donde una vez se arañaron, mordieron y lastimaron, para terminar llorando en una dulce reconciliación, lamiéndose las heridas. Pero, en líneas generales, se llevaban muy bien, eran compinches y, una vez que estaban a solas, eran pura miel. Julia quería a Julieta, pero sentía que le faltaba algo. Siempre le ganaba cuando se trataba de pelear. En la cama, follando, era otra cosa, porque ahí era levemente superada en el historial. Pero no podía decir qué era lo que le estaba faltando en su vida.
Julieta, que no tenía reparos cuando alguien le gustaba, descubrió en la lucha sexual una pasión y un disfrute mucho mayor que solamente hacer el amor o follar. Le gustaba la idea de conquistar sexualmente a una rival. Lo había hecho con un par, luego de agrias rivalidades, que hoy seguían, pero siempre se dirimían en la cama.
Esa semana, el marido de Julia se iría a Estados Unidos, a un curso laboral, por lo que estaba sola y aburrida y decidió pasar por el local para darle una sorpresa a Julieta. Le compró un par de aritos con forma de tijeras y un chocolate, de esos que vienen con frases para las parejas.
Cuando estaba por cruzar hacia la entrada del local, vio que su querida morena estaba saliendo del baño, despidiéndose de una mujer que se le parecía. Un poco más alta que Julieta, rellenita, con un vestido azul a lunares que apenas contenían sus gruesas caderas y unos pechos inmensos que rivalizarían con los de Julia.
La española se sintió engañada y fue como si le dieran una bofetada. Llamó a Julieta para invitarla a cenar y sintió un brinco de alegría cuando aceptó. Podría sacarle de mentira verdad.
Esa noche comieron juntas, miraron una película acurrucadas en el sofá, se hicieron arrumacos y luego hicieron el amor, antes de dormirse abrazadas.
En la madrugada, Julia abrió los ojos y, luego de comprobar que su amigovia dormía profundamente, fue hacia la cocina y le revisó el celular, buscando en el whats app algún contacto que tuviera la foto de la mujer que vio en el local.
Estuvo revisando todos y cada uno de los chats, hasta que encontró lo que buscaba. Con manos temblorosas tomó su propio teléfono y agendó el número. Ya tenía un rostro y un nombre para su rival: Cynthia.
Cynthia, también era argentina, rondaba los treinta y cinco años. Sus medidas rivalizaban con las de Julia, tanto en tamaño, peso y pecho. Sus 118 centímetros se erguían imponentes, bajo dos ojos verdosos y una sonrisa que sabía usar a la perfección para conseguir lo que quería.
Cuando Julieta se levantó, continuó actuando con normalidad y hasta tuvieron una lucha desnudas, mezclando algunas cachetadas y tirones de cabello, con escupidas y besos, frotandose hasta alcanzar el éxtasis.
Decidida a ver cuál era la situación entre las dos argentinas, comenzó a frecuentar el bar que estaba enfrente al local, para poder estar atenta a cualquier movimiento de la morena.
Ese día llevaba zapatos suecos, con una leve plataforma, un vestido corto de color verde a lunares, un escote no apto para cardíacos, unos pendientes con forma de corazón y un par de gafas de sol oscuras, con marco blanco, circular. El cabello negro, ondulado, caía impecable sobre los hombros, dándole un aire casual y sexy, que provocaba que algunos de los pasantes giraran la cabeza para contemplarla, con su café delante.
Cynthia se despidió de Julieta con un beso, al salir del baño de damas. Se podía ver cómo ambas sonreían cómplices y no era muy difícil imaginar lo ocurrido por las manitas que se hacían sonriéndose y mirándose a los ojos. Desde su posición, no podía leerles los labios, pero casi que no hacía falta. Esperó un par de minutos y cuando la morena regresó a su lugar tras el mostrador, atendiendo a la gente, relevando a su compañera, Cynthia ganó la calle.
Sin perder tiempo, Julia le envió un mensaje de texto diciéndole que no debería jugar con mujeres que ya estuvieran comprometidas. Cynthia respondió el whatsapp diciéndole que no la conocía, pero no quería lios. Julia sintió un hormigueo por dentro y le sonó el teléfono. Cuando vio el id, sintió que el corazón le daba un brinco y se lamió los labios, aguardando unos segundos antes de atender. Se tapó la boca para que le pudieran leer los labios y atendió. La tensión se palpó desde el primer momento, con una reclamando la exclusividad sobre Julieta y la otra ignorándola, y desafiándola. Comenzaron a provocarse y cuando Cynthia la invitó a pelear, Julia la invitó al bar donde estaba, para conocerse y conversar civilizadamente.
Cinco eternos minutos pasaron, con Julia mirando ansiosamente el teléfono, preguntándose si Cynthia no se habría asustado, se lo habría contado a Julieta, o habría sido una mala broma.
Y fue cuando alguien le tocó el hombro, paralizando el tiempo en ese momento en que ambas se miraron.
Vestidas completamente iguales, con vestido verde para Julia y azul para Cynthia, resaltando sus cabellos cobrizos. Ninguna se quiso sacar las gafas, y la española se puso de pie, temiendo un ataque.
-Vos debés ser Julia, ¿verdad? Yo soy Cynthia.
La sorprendida española asintió y Cynthia se sentó en el lugar que había frente a ella.
-Por fin nos conocemos. Llevaba varios días queriendo ver quién me está tratando de robar a Julieta. - siseó con una sonrisa falsa, mientras ambas se quitaban los lentes para mirarse a los ojos.
-¿Robártela? No me hagas reír, Julia. Si ella elige lo mejor, por eso estamos viéndonos seguido. Además, no sabía que era lesbiana. - la provocó.
-Lo de bollera guárdatelo o te lo haré tragar, sudaca. Somos amigas con derechos, pero me jode tu intromisión.
-A mí me jode que me hayas llamado, puta. - Cynthia le mostró los dientes, susurrando, mirándola fijo y ambas se sostuvieron la mirada por un minuto, sintiendo cosquillas en le interior.
-Mira, puta sudaca. No sé cómo resuelven las cosas en tu paisito de mierda, pero acá no vamos a hacer un escándalo. - siseó Julia, sin poder evitar que sus ojos cayeran hacia el escote rival.
-Estás muy sobrevalorada, gallega. Decime dónde y nos agarramos de las mechas. - Cynthia no pudo evitar lamerse los labios, resbalando su mirada en la curva del escote de la española.
-Mi marido está de viaje. Si tienes ovarios, vamos ahora. - espetó Julia, sintiéndose hervir por dentro.
-Vamos, conchuda. - Respondió agriamente la cobriza, tomando su cartera y poniéndose de pie.