Oscuros deseos (4) Claudia.1

Después de volver de la isla mis deseos más profundos y oscuros afloraron pero no sabía como abordarlo con David, sin embargo los acontecimientos se precipitaron inesperadamente

OSCUROS DESEOS (4) CLAUDIA.1

Desde que volvimos de la isla y a pesar de que nunca hablamos de lo acontecido aquella noche, estoy segura que siempre estuvo presente en nuestra mente pues tanto  la frecuencia como la intensidad de nuestros encuentros sexuales experimentó una mejora sustancial.

La sola evocación de todo lo que vivimos, hacía que mi entrepierna se humedeciera y un escalofrío recorriera todo mi cuerpo.

Y aunque no sabía cómo todo aquello podría afectar a nuestra relación, mi libido superaba mis temores.

En el fondo de mi ser, deseaba que experimentáramos nuevas sensaciones pero no acertaba como abordar el tema con David.

Sin embargo los acontecimientos que pasaron a continuación fluyeron de manera natural.

Todo empezó un día en que volvía a casa después de una larga jornada de trabajo.

Nosotros vivíamos en una espaciosa casa unifamiliar, en uno de los barrios más elegantes y exclusivos de la ciudad.

Vivir en esa zona nos proporcionaba tranquilidad y sobretodo mucha privacidad, elemento que era fundamental para nuestro estilo de vida.

Llegué a casa sin ningún contratiempo y aparque mi BMW convertible, en nuestro amplio garaje.

Después de darme una relajante ducha, me serví una copa de vino blanco, bajé las luces, encendí una par de barras aromáticas y me dispuse a relajarme, hasta que viniera David.

Me dejé caer sobre el amplio sofá del comedor sin pensar en nada pero a medida que iba tomando el Chardonnay,  noté sus efectos, mediante un agradable cosquilleo en mi entrepierna lo que provocó que empezara a jugar con mi cuerpo, dejándome llevar por mi imaginación.

Empecé acariciando mis generosos pechos que reaccionaron endureciéndose al instante, pasé suavemente la palma de mi mano sobre mis pezones, simulando el roce del pecho de un hombre y eso me excitó aún más.

Mientras me introduje en la boca los dedos de mi mano, simulando la polla de un macho y a continuación apreté  mis pezones con fuerza con los dedos muy salivados, imaginando que me los estaban chupando y mordiendo.

Con mi otra mano me manoseaba alternativamente mis tetas, acariciaba mi cuello e fui bajando poco a poco hacia mi pubis.

Mi temperatura sexual iba en aumento, me imaginaba manoseada por un grupo de hombres rudos y sucios.

Empecé a circunvalar mi clítoris sin llegar a tocarlo, con mi otra mano rodeaba mis pezones y seguí deslizando mi segunda mano hacia la cara interna de mis muslos acariciándolos suave pero enérgicamente como lo harían un grupo de machos fuera de control.

Con mis dedos abrí mi vagina, dejándola totalmente expuesta, eso me volvía loca porque en mi mente, representaba dejar el camino expedito a cuantas pollas quisieran penetrarme.

Las imaginaba, duras, palpitantes, cálidas, húmedas y deseosas de penetrar todos mis agujeritos.

Esta visión hizo que el agujerito de mi vagina y mi culito empezaran a contraerse rítmicamente, deseosos de aquellos maravillosos penes.

Mi clítoris se volvió sensible al roce del aire, mis tetas parecían que iban a estallar y mis pezones estaban tan extremadamente erectos que apuntaban al techo de la estancia.

A pesar de que me sentía en erupción, aguanté sin correrme porque quería prolongar aquel deseo infinito, lo máximo que pudiera.

En mi imaginación aquellos hombres fuertes, brutos como animales y muy calientes no dejaban de manosearme bajo la atenta mirada de David quién muy excitado presentaba una erección monumental.

De pronto el timbre de la puerta interrumpió mis húmedos pensamientos y me alegró porque estaba segura que David había adelantado su vuelta.

Me levanté envuelta en mi escueta toalla de baño y me dirigí a la puerta, efectivamente era David.

Abrí pensando únicamente en lanzarme sobre él y dar rienda suelta a mis ganas incontenidas.

Entró empujado violentamente por un hombre negro, alto, fuerte que venía acompañado por otros.

Yo me asusté muchísimo pues no sabía ni que estaba pasando ni que ocurriría a continuación.

Amarraron a David en una silla y le empezaron a gritar que ahora iba a pagar todas sus felonías.

Yo estaba aterrada pues imaginaba lo peor, llegando a temer incluso por mi vida.

A continuación me agarraron dos negros fuertes y me sentaron en otra silla a la que también me ataron.

Yo traté de resistirme con todas mis fuerzas y en el forcejeo mi toalla cayó al suelo dejándome totalmente expuesta y a merced de aquel grupo de negros.

Mis piernas abiertas mostraban mi pubis y por un momento pensé que sería inevitable que aquellos rudos y sucios delincuentes me sometieran, me violaran y esto me producía sentimientos encontrados, por una parte pánico pero por otra un deseo irrefrenable del que me avergonzaba y que trataba de reprimir.

Los hombres a pesar de la violencia exhibida parecían tranquilos, incluso sacaron unas botellas de vino y empezaron a servirse una copas.

Yo no entendía nada de toda aquella situación y menos podía imaginar lo que iba a suceder  a continuación.

Entonces se dirigieron a David y le dijeron, “ahora verás con que clase de mujer estás y lo puta que es” y “pagarás tus felonías”.

Al oír estas palabras, cerré los ojos y me entregué a mi suerte, deseando que por lo menos fuera rápido y lograra salvar mi vida.

Entonces quién parecía el jefe del grupo se dirigió a mí y me dijo, “ahora verás lo putita que eres y con que tipo de hombre estás”

Transcurrió un tiempo, en el que los negros bebieron, se burlaron de nosotros y nos humillaron verbalmente.

Llamaron a la puerta y eso me dio una luz de esperanza, tal vez sería un vecino que había visto algo y podría ayudarnos a salir de aquella situación.

En unos instantes salí de dudas, eran dos mujeres, mulatas, altísimas y espectaculares que cuando se despojaron de sus abrigos, mostraron sus bien moldeados cuerpos, cubiertos únicamente por una lencería muy fina que no se correspondía con su status.

Ellas empezaron a hablar animadamente con los otros negros y mis esperanzas se desvanecieron.

Entonces una de ella se acercó a mí y me dijo “prepárate nena porque vas a sentir algo que no puedes ni imaginar”.

Aquellas palabras me dejaron aún más confusa pues no sabía a que se refería puesto a mi nunca me gustaron las mujeres.

Ella empezó a acariciar delicadamente mi cuello, pasó sus dedos por mis labios y fue bajando hasta mis pechos, manoseándolos suavemente y jugando con mis pezones.

Mientras con la otra mano fue bajando lentamente hasta llegar a mis muslos que acarició y tocó a voluntad, subiendo a continuación sugestivamente hasta mi pubis.

Dado que todos mis puntos débiles estaban totalmente expuestos, al simple roce de su mano mi cuerpo se estremeció.

Era como la ala de una mariposa, casi imperceptible. Mientras la otra mujer empezó a lamer mis senos, rodeando mi aureola con su lengua sin tocar mis pezones.

Observé a David quién no apartaba su mirada de mí y que manifestaba una erección más que evidente.

Yo noté una humedad familiar y a pesar de mis esfuerzos para ocultar mi deseo, no pude evitar emitir un leve gemido.

Me vendaron los ojos y a partir de ahí ya no podía ver nada solo sentir.

Mientras ellas seguían con sus maniobras,  los negros se mofaban de nosotros.

Sentí una lengua rodeando mi vagina, mi clítoris y otra que seguía rodeando mis pezones, pero seguían sin tocarlos y eso aumentaba mi deseo que ya empezó a hacerse más que evidente.

Me pusieron de pie y me ataron en esta posición a pesar de mi tibia oposición y así quedé totalmente expuesta a la vista de aquellos maníacos.

Mientras una lengua jugaba con mi pubis y otra con mis tetas, sentí una tercera lengua rodeando el agujerito de mi culito y aquel contacto desató mi libido por lo que empecé a jadear notoriamente.

Me sentía totalmente rendida a aquellas sensaciones tan hedonistas y notaba los espasmos de todos mis agujeritos hambrientos.

Noté un pecho en mi boca que abrí instintivamente y empecé a succionar con fruición, mordiendo suavemente su pezón que inmediatamente se endureció.

Debo reconocer que el contacto de aquel pecho y su pezón con mi lengua me agradó mucho. Era algo que nunca antes había probado y me había gustado.

A continuación sentí el roce de algo muy salivado con mi clítoris que yo intuí debía ser el pezón que había estado mordisqueando instantes antes y que sentí muy duro, mientras notaba el roce de dos tetas húmedas sobre las mías y aquello me enloqueció, provocándome un orgasmo fortísimo.

En este punto yo estaba fuera de control y por eso cuando sentí unos labios suaves sobre mi boca y no dude en abrirla rozando su lengua con la mía apasionadamente al mismo tiempo que mi entrepierna explotaba.

Y aunque no podía ver nada imaginaba a David mirando el espectáculo con una excitación monumental y eso aumentaba mi deseo.

Los negros seguían riéndose y mofándose de nosotros pero ya no me importaban ni sus insultos ni sus burlas, lo único que deseaba era seguir disfrutando y sintiendo.

Mientras aquellas lenguas, manos y pechos seguían jugando, en la más completa oscuridad, con mis puntos más sensibles, noté un falo en mi mano que no dudé en agarrar y empezar a agitar mientras sentía como crecía en mi mano, era enorme y estaba durísimo.

Mientras masturbaba rítmicamente aquella maravilla de la naturaleza que imaginaba pertenecía a alguno de los negros, el ritmo de contracciones de mi vagina alcanzó un punto crítico al sentir el roce del pezón con mi punto G, una vez que éste ya había penetrado mi vagina y eso unido al movimiento de aquella lengua incansable que también había entrado profundamente en mi culito hicieron que estallara nuevamente, al tiempo que el pene que estaba masajeando, derramó una cantidad considerable de semen caliente sobre mi mano que no dudé en llevar a mi boca para saborearlo y tragármelo ………

(continuará)