Oscuros deseos. 3 (MESTIZO)

Les dimos a aquellos pijos lo que habían estado buscando sin saberlo, haciéndoles disfrutar de los más secretos placeres y morbo de su sexualidad al ritmo de nuestras vergas

MESTIZO

Con la llegada del buen tiempo, llegaban los turistas a nuestra isla en busca de sol, playa, fiesta y algunos de sexo.

Aunque su venida rompía nuestra habitual tranquilidad, nos daban la oportunidad de ganar algún dinero extra que aliviara nuestra maltrecha economía. El trabajo en la mar era duro y no dejaba muchos beneficios pero no lo hubiese cambiado por nada ya que me permitía ser libre y no estar sometido a nadie.

Aquella cálida noche, había una fiesta en una de las playa  y aunque normalmente estos eventos eran de acceso muy restringido, siempre nos las arreglábamos para entrar al baile. Estas fiestas eran una buena ocasión para pasarlo bien, conocer gente y romper la monotonía de la vida cotidiana.

Cuando llegamos fui directamente a la improvisada barra de bar, a tomar algunos tragos y aproveche desde ahí para observar el ambiente, era un poco snob y pijo, estaba bastante concurrido pero te sentías cómodo.

No veía a nadie que llamara mi atención, así que me fui a bailar. Sonaba música latina que se me daba muy bien. Empecé a dejarme llevar por el ritmo y de pronto ahí estaba, una mujer de una belleza excepcional,  contoneándose sensualmente como una diosa del erotismo y me fui acercando progresivamente, ella me miró y no apartó su mirada de mí ni yo de ella, noté el magnetismo del momento y decidí que debía hacerla mía.

Me acerqué decididamente y rodeé su cintura con mi brazo y ella lejos de rehuirlo, se contoneó con mayor intensidad y nuestros cuerpos se rozaron, sentí  su firmeza  y la turgencia de sus pechos a través del mínimo y vaporoso vestido que llevaba que insinuaba unas curvas voluptuosas, de escándalo.

La tomé entre mis brazos y nos sumergimos en la vorágine de la música lo que nos condujo a un estado de euforia y excitación. No sabía nada de ella pero aquella desconocida abdujo todos mis sentidos.

Cuando percibí su deseo,  noté como mi miembro se endurecía y pensé que era el momento de llevarla a un lugar más reservado.

Nuestros cuerpos estaban siendo consumidos y quería poner fin a aquella agonía, pasé mi brazo sobre su hombro y ella se recostó en el mío, la acerqué a mi pecho y la besé apasionadamente, ella  respondió  con la misma intensidad y empecé a devorar su cuerpo con mis manos y mi lengua.

Cuando le arranqué su liviana vestimenta su belleza lució en todo su esplendor y la hice mía, rellené con mi lengua y mi pene cada uno de sus agujeros y ella respondió casi con furia a cada una de mis caricias.

No hubo ningún rincón de su cuerpo que no recorriera con mis manos y mi lengua.

Besó mi polla con un deleite y fruición inimaginables, haciéndome sentir un placer inconmensurable, la follé con mucha intensidad y sentí las contracciones de su vagina en cada uno de sus orgasmos y sus uñas clavadas en mi espalda y mis nalgas.

Cuando  penetré su ano se retorció de placer como una serpiente, mostrando toda su lujuria y concupiscencia parecía que contra más fuerte la sometía y poseía más gozaba.

Le encantaba como le azotaba las nalgas y le estrujaba las tetas mientras le follaba el culo, eso la volvía loca.

Pero mi sorpresa fue como reaccionó cuando aparecieron aquellos hombres negros, agarrando sus penes y llevándoselos a su boca sin la más mínima resistencia como una furcia cualquiera totalmente entregada.

Parecía que era ella quién se los follaba a ellos. Nunca había visto a nadie más excitado que Claudia, la poseímos todos por todos sus agujeros a veces con una fuerza que casi rozaba la violencia pero parecía que nada le importaba y que sus ansías de placer no tenían límite y pedía más y más.

Pero lo más increíble fue cuando apareció aquel tipo que al parecer era su marido y como le limpió, y tragó nuestro semen de todos sus agujeros con su lengua, sumisamente diríase que disfrutaba con ello.

Por eso decidí encularlo, mientras él penetraba a su mujercita con una rabia inusitada por la excitación y morbo que debió sentir al ver como se tiraban a su mujer, escondido entre la maleza.

Sin duda le encantó sentir mi polla dentro de su culo. pude sentir claramente como el agujero de su ano se contraía y abría al ritmo de mis embestidas como el culo de una putita.

Y es que en eso se convirtió aquel cornudo consentidor, en mi putita, disfrutando de cada penetración de mi polla y retorciéndose de placer, decía más fuerte, más fuerte mientras yo se la clavaba hasta el fondo y mis huevos rebotaban contra su culo.

De vez en cuando sacaba mi pene de su culo para que su esposa me la chupara y se pusiera aún más dura para complacer las demandas del cabrón.

No sé si me dio más placer si follarme el culo de Claudia o el de su marido.

Pero lo que fue totalmente surrealista fue lo que sucedió cuando los negros decidieron unirse a la fiesta y uno de ellos enculó a Claudia quién profería gritos y gemidos de placer junto a los de su marido y como ambos se sometieron a besarles la polla, comerles los huevos y les obligaron a lamerles el culo y a introducir sus lenguas en sus agujeros anales, cosa que hicieron con mucho esmero  y dedicación pues la cara de satisfacción de los negros así lo acreditaban.

Diríase que a cuantas mayores humillaciones les sometíamos más gozaban.

A Claudia se la follaron por todas partes e hicieron con ella lo que quisieron derramando su semen dentro de ella repetidamente. En cuanto a su maridito, me corrí dentro de culo y al sentir mi semen dentro de sus entrañas se volvió loco de placer.

Por fin uno de los negros tomó mi relevo, el culo de este patán estaba tan dilatado que entro sin ninguna dificultad a pesar del tamaño más que considerable de su herramienta pero el ano del marido estaba tan dilatado que cualquier cosa hubiese entrado.

Mientras le embestía gritaba como un loco primero de dolor y luego gemía como una meretriz y el negro le dio duro, realmente muy duro pero él parecía disfrutar con esto hasta que el negro terminó dentro de él.

Los otros dos negros también le encularon y acabaron uno sobre las tetas de ella y otro en su cara pero él les chupó la polla y les comió los huevos mientras Claudia les seguía lamiendo el culo y les besaba las pollas para que estuvieran más duras mientras penetraban a su marido y para deleite de éste.

Perdí la cuenta de cuantos orgasmos sintieron tanto Claudia como su marido pero recuerdo que fueron muchos, estaban totalmente entregados a nuestros deseos y voluntad.

Al fin dejamos el lugar sonrientes, satisfechos y seguros de haber dado a aquel par de exhaustos desconocidos lo que tanto habían estado buscando.