Oscuros deseos. 2 (David)
La visión accidental de la entrega total de mi pareja Claudia, a aquel grupo de hombres, me provocó una mezcla de rabia y excitación incontenibles y me descubrió aspectos de mi sexualidad que nunca hubiese podido imaginar
Era una calurosa noche de verano, Claudia mi pareja, llevaba un vestido muy ajustado que resaltaba las curvas de su cuerpo y un generoso escote que mostraba más que insinuaba un espléndido par de tetas.
Estaba muy alegre, disfrutando de nuestras vacaciones en aquel lugar maravilloso y en especial en aquella memorable noche que iba a ser muy especial por todo lo que nos aconteció.
Mientras yo conducía ella tarareaba una canción, se sentía feliz. La carretera era muy sinuosa y parecía que no íbamos a llegar nunca a nuestro destino. Por fin cuando lo alcanzamos y detuve el automóvil, ella descendió del mismo con el aire de quién está segura de captar la atención de todo el mundo y se dirigió a la mesa que nos habían reservado, con cierto desenfado, no exento de elegancia.
La playa era uno de las más distinguidas y sofisticadas de la zona y aunque era bastante recóndita y alejada de miradas indiscretas, su acceso no estaba restringido por lo que la población local podía acceder a la misma sin problemas.
Claudia sintió que todas las miradas se posaban sobre ella y se sintió satisfecha admirada y envidiada a partes iguales por las mujeres y deseada por los hombres y esta sensación le gustó porque le permitía exhibir el magnetismo que le confería su singular belleza.
Yo la observaba desde el auto orgulloso de sentirme tan envidiado por todos y esto me encantaba aunque sabía que ella también disfrutaba de
aquel juego de poder y seducción.
El lugar estaba bastante concurrido pero sin llegar a ser agobiante, el ambiente era muy distendido y estaba iluminado por la luz tenue de unas antorchas que creaban una atmosfera un poco irreal, de media penumbra muy agradable y propicio a aventuras furtivas.
Todo estaba en calma, de fondo sonaba una suave música, se oía el ruido de las olas del mar impactando suavemente contra la blanca y coralina arena de la playa , blancura que contrastaba vivamente con el intenso azul del océano y el verde del bosque contiguo a la misma que podía distinguirse a luz de la luna llena. Sin duda aquel era un lugar mágico.
En este marco pudimos disfrutar de una magnífica cena a base productos de la zona, cuya elaboración aunque sencilla había resultado insuperable.
El tiempo pasaba de modo imperceptible y sin darnos cuenta traspasamos la medianoche y nos adentramos en la madrugada, empezó a sonar música caribeña, la que a ella le encantaba bailar.
Me insistió y rogó que saliéramos a bailar a la arena, con los locales que poco a poco habían hecho acto de presencia. Ella estaba muy animada pero yo no tanto pues no me apetecía salir a bailar con aquella gente de aspecto rudo y para mí un tanto primitiva y decidí quedarme en nuestra mesa.
La seguí con la mirada hasta que llegó hasta ellos y empezó a contonearte al ritmo de la música de un modo muy sensual casi provocativo por lo que no tardó en verse rodeada de hombres que bailaban rítmicamente alrededor suyo. Noté el deseo en su mirada y esto me halagó.
Los hombres cada vez se acercaban más a ella y ella lejos de sentirse intimidada, se comportaba de un modo más atrevido, se percibía que disfrutaba siendo el centro de atención de todos aquellos machos en celo y sabiendo que yo la estaba mirando.
Por fin el hombre más decidido la agarró por la cintura y la atrajo hacia él. Se trataba de un mestizo, alto, de manos grandes y fuertes. Pudo notar su musculatura cuando la atrajo contra su pecho porque su vestido era muy vaporoso, oír su respiración, oler su transpiración y sentir su excitación.
La combinación de los tragos que había tomado, la excitante música, aquellos brazos fuertes que la movían como si flotara, el contacto de su piel joven y la excitación del baile hizo que empezara a notar un creciente deseo que trataba de ocultar porque le avergonzaba pero que no sabía por cuanto tiempo podría disimular.
Cada vez que sentía el contacto de su pierna en su entrepierna tocando delicadamente su pubis o rozaba inadvertidamente la virilidad de su miembro erecto que apreciaba claramente o el contacto de sus fuertes manos sobre tu delicada piel, un estremecimiento como una descarga eléctrica recorría tu cuerpo y notaba como el clítoris y los pezones se erizaban por la excitación.
Al rato me di cuenta de que había desaparecido y aunque inicialmente no le di mucha importancia, después de unas copas decidí salir en su busca pues ya era tarde y quería regresar al hotel. Recorrí toda la playa infructuosamente. Entonces decidí internarme en el pequeño bosque contiguo y para mi sorpresa, la sorprendí en un pequeño claro besándose apasionadamente con el hombre mestizo con quién había estado bailando.
Podía verlos a ambos pero ellos no a mí y desde mi escondrijo sentí como una mezcla de furia y excitación se apoderaba de mí, cuando vi como sus grandes manos recorrían su cuerpo, como le acariciaban los pechos, su culo, sus nalgas sin que ella opusiera ni la más mínima resistencia.
Le arrancó su tenue vestido y empezó a besarle los pechos, a lamerle y morderle los pezones y su mano fue recorriendo su cuerpo, acariciando cada rincón y cada centímetro de su piel, poco a poco hasta llegar a sus nalgas que acaricio de arriba abajo y de abajo hacia arriba, lentamente, hasta llegar a su vagina y arrancarle un gemido de placer y yo lo estaba presenciando todo y no podía creer lo que mis ojos veían, cada vez estaba más furioso pero era incapaz de hacer nada por la excitación que me producía contemplar algo tan morboso.
Observe como bajaba su cabeza recorriendo su cuerpo con su lengua, hasta llegar a su clítoris y como ella empezó a jadear como una perra mientras la manoseaba los pechos y apretaba sus pezones con una mano y jugaba con su culito con la otra llevando al límite su deseo. De pronto se puso en pie y sacó su verga grande, tersa y completamente erecta y ella se arrodilló y se la empezó a acariciar con un movimiento rítmico hasta que la llevó a su boca y empezó a besarla con fruición, lamiéndola de arriba abajo desde el glande hasta la base, después se la trago, la succiono hasta su garganta, acariciándola con su lengua y pudo sentir como aquel miembro fálico, tan jugoso y duro crecía aún más en su boca.
Yo estaba viendo toda la escena y a pesar de la rabia que sentía mi polla estaba cada vez más erecta, no podía creer lo que está pasando.
Después de acariciar y manosear detenidamente todo su cuerpo, él la tendió delicadamente en el suelo, abrió sus piernas acariciándolas, se puso encima suyo, jugueteó un momento con su pene con su clítoris y vagina y finalmente cuando ya no podía esperar más, la penetró con embestidas rítmicas suaves al principio pero cuya intensidad iba en aumento progresivamente haciéndole sentir que volaba como en un sueño, gimiendo, mordiendo su pecho y clavando sus uñas en sus nalgas y espalda.
Nunca la había visto así totalmente fuera de control y teniendo una sucesión ininterrumpida de orgasmos uno tras otro cada vez más fuertes, sin que ni él ni ella llegarán a dar ninguna señal de querer parar.
Entonces la volteó y la embistió por detrás y ella al sentir aquella polla más profundamente insertada dentro suyo, empezó a jadear mucho más intensamente hasta sentir otra serie de orgasmos mucho más fuertes.
Yo lo contemplaba atónito pero ante mi incredulidad mi polla estaba cada vez más dura.
Lejos de rendirse empezó a acariciar un buen rato el agujero de su culo con su lengua primero para relajarlo y para posteriormente pasar a jugar con sus dedos acariciándola circularmente e introduciendo aleatoriamente alguno de ellos, hasta que decidió penetra su culo con su gran polla que continuaba tan dura como al principio, poco a poco y aunque ella gritó de dolor en un primer momento, muy rápidamente cambió estos grititos de dolor por gemidos de placer, sintiendo como las fuerzas y la voluntad la abandonaban y se dejó llevar, completamente entregada sin pensar en nada más que no fuera la intensa sensación que experimentaba.
Yo no salía de mi asombro, ella que era la reina de las fiestas, el deseo oculto e inaccesible de todos los hombres, ahí estaba en el claro de un bosque entregada totalmente a los caprichos de aquel desconocido, un robusto hombre mestizo, probablemente un pescador de la aldea vecina sin más voluntad que la suya y yo su pareja escondido entre la maleza observando todo, sin hacer nada y cada vez más excitado.
Para empeorar la situación de repente aparecieron los tres hombres negros que la habían estado rodeando en el baile y que al ver su estado de excitación no dudaron en participar del espectáculo, acercando sus pollas a su boca mientras el mestizo la continuaba enculando rítmicamente, cada vez más fuerte pues ella le suplicaba que no parase ni bajase el ritmo de sus embestidas.
En estado de trance, agarró sus grandes y negras vergas y empezó a llevárselas a la boca una a una mientras masturbaba las restantes y guiada únicamente por el frenesí de placer que le provocaba la polla del mestizo en tu culo.
Vi como sentía múltiples orgasmos cuando el semen ardiente del mestizo se derramó en el interior de su culo mientras los otros tres negros la estaban manoseando por todas partes, sus tetas, sus pezones, sus nalgas, su vagina y le follaban la boca y las tetas alternativamente con sus enormes y hábiles pollas.
Ella saboreo el semen de uno de los negros en su boca cuando explotó, mientras los otros dos ya la estaban penetrando simultáneamente, por su vagina y por su culo y sintió un placer tan extremo que creyó que iba a morir. Nunca había sentido una sensación ni parecida.
Yo la miraba boquiabierto, no la reconocía, entregada como una puta a unos pobres desconocidos que hacían con ella lo que querían y lo que era aún peor es que yo estaba disfrutando del espectáculo.
Los otros dos negros la bombearon cuanto quisieron, hasta que inyectaron su semen en sus entrañas y cuando sintió entrar aquel líquido caliente en sus agujeros, un placer indescriptible invadió todo su ser.
Mi polla estaba a punto de reventar de tanta excitación como sentía y al final no pude más, no podía resistir tanta excitación y tanto morbo.
Salí de entre el follaje y me acerqué, el mestizo me dijo “que mujer tan sabrosa y puta tienes”, la hemos llenado de semen y tu debes limpiarla con tu lengua. Ella miraba tottalmente exhausta pero aún muy excitada.
Me acerque y le besé en la boca y noté el sabor agridulce del semen del primer negro, luego descendí hasta tu vagina y metí mi lengua para saborear el semen del segundo y finalmente se la introduje en su culo para paladear el sabor del otro negro y del mestizo.
Esto me excitó aún más y noté mi polla muy dura de nuevo y un deseo incontrolable de poseerla como la habían poseído aquellos desconocidos, se apoderó de mi.
La volteé y la penetré con una furia y unas ganas como nunca antes había sentido en mi vida y ella al sentirte penetrada comenzó a morderse a mano y a gemir de placer.
Entonces el mestizo oí que decía “ voy a darte lo que buscas” .Note una mano grande en mi culo salivando enérgicamente mi agujero y la verdad la sensación no me disgusto del todo.
De pronto noté un miembro erecto, duro como el acero , grueso , caliente y palpitante en mi culo que pugnaba por penetrarme sin que yo opusiera ninguna resistencia a pesar de que empezó a dolerme, note como se iba abriendo paso sin que de nada sirvieran mis quejas para detenerlo pero curiosamente esta sensación de dolor se fue transformando en placer a medida que el mestizo me bombeaba el culo y comprendí todo el placer que aquella polla le había hecho sentir a Claudia y no pude evitar gemir, mientras el mestizo me follaba sin compasión delante de mi pareja, esta visión tan morbosa y mis gritos de placer, la volvieron aún más salvaje moviendo rítmicamente sus caderas y hundiéndole mi polla en el fondo de su vagina, podía sentir como su culo chocaba frenéticamente contra mis huevos. La verdad era que ambos habíamos alcanzado unos niveles desconocidos e insospechados de morbosidad.
Entonces dos de los negros decidieron unirse a la fiesta y nos obligaron a besarles sus pollas, sus huevos y sus culos, mientras que el tercero le ensartaba el culo con un certero golpe de caderas.
La humillación que suponía que estos dos negros, nos obligaran a besarles en sus partes más íntimas, el contacto de nuestras lenguas lamiendo sus pollas enormes desde el glande hasta la base que les tuviéramos que chupar los huevos que nos metieran sus falos hasta el fondo de la garganta y nos forzaran a lamerles sus culos obligándonos a meter nuestra lengua en su ano empujando nuestras cabezas, nos daba al mismo tiempo repulsión y un morbo tremendo.
Notaba la polla del mestizo creciendo dentro de mi culo hasta tal punto que creí que me iba a reventar pues me embestía cada vez con más fuerza hasta que explotó y lleno de semen caliente mis entrañas y esto me proporciono un placer indescriptible que me hizo gritar.
Mientras, ella extasiada de placer por todo lo que había visto y sentido y por el placer que le estaba dando mi polla en su vagina y la del negro en su culo y el morbo que le hacía sentir el que ella y yo les besáramos las pollas y les lamiéramos los huevos y el culo a los otros dos negros, hizo que explotará en un orgasmo tan brutal y fuerte que origino una reacción en cadena de orgasmos, yo terminé en tu vagina, el negro en su culo y otro en nuestras bocas y sus tetas.
Sin que yo lo advirtiera el tercer negro se puso detrás de mí y me metió su gran falo hasta el fondo de mi culo que entro con gran facilidad después de los embates del mestizo y de la enorme excitación que yo sentía, haciendo que yo gritara, gimiera y le suplicara que me follara el culo, más fuerte y más intensamente.
En aquel momento ya nada me importaba, solo deseaba sentir aquel enorme falo negro dentro de mí culo. El negro complació mis peticiones y me folló el culo con una fuerza y una fiereza inusitadas pero cuanto más duro me daba más deseaba su polla, hasta que explotó con la fuerza de un trueno e inundo con su semen lo más profundo de mi ser, haciéndome sentir un orgasmo cósmico algo fuera de este mundo.
Los cuatro hombres se fueron satisfechos , los vimos desaparecer por el camino que conducía a la playa, nosotros dos tumbados en el suelo exhaustos, con nuestra carne temblorosa y nuestros agujeros aún palpitando de deseo, nos abrazamos tiernamente, extasiados de placer, más unidos que nunca pues compartíamos un gran secreto. Pasado un buen rato con las primeras luces del alba volvimos al coche, silenciosos pero felices por una experiencia vivida que nunca olvidaríamos.