Oscura historia de amor (4)

Esta es mi historia de amor con mi padre, una historia que debería haber sido imposible...

Me volvió a dar un cachete, esta vez con mas fuerza, que hizo que me inclinara un poco hacia delante mientras lanzaba un suspiro de sorpresa. Con su fuerte mano agarró mi nalga derecha y apretó hasta dejarme el culo enrojecido y se rió.

Espera aquí.

Yo me estaba moviendo para sentarme y entonces su voz se volvió seria y poderosa.

¡No quiero que te muevas!

Yo me estremecí de gusto, mi padre se había apoderado de mi cuerpo y solo a él le correspondía decidir cuando debía cambiar de postura. Y recuperé mi anterior posición. Había ido hacia el baño. Le oí trastear buscando un par de cosas y después se dirigió a la cocina. A su vuelta trajo consigo un barreño con agua templada, una maquinilla de afeitar desechable, una toalla y el bote de su espuma de afeitar. Una espuma que dejaba un característico olor que desde hacía años, cuando el deseo se hacía insoportable, iba al baño, abría el bote, me echaba un poco de la espuma en mi mano y me pajeaba mirándome al espejo del lavabo lubricando la polla con la espuma de afeitar, sintiendo su olor, imaginandome follado por su gran polla, incluso me parecía sentir sus huevos contra mis piernas.

Cogió la silla del escritorio en el que estudiaba y se sentó detrás de mi culo. Agitó el bote, se echó una generosa cantidad de espuma en su mano derecha y comenzó a extender por mis nalgas. Yo temblaba con sus caricias.

Ahora estáte muy quieto. ¿No querrás un corte, no?

Yo obedecí, y sentí como era ahora la cuchilla afilada la que acariciaba mi culo. Al poco de pasarla, la aclaraba en el barreño para que los pelos que iba cortando no entorpecieran la labor. He de mencionar que mi trasero no era excesivamente peludo, pero mi padre quería siempre lo mejor, y un buen culo para follar hasta reventar le gustaba lampiño, y para él siempre lo dispuse así desde aquel día.

Terminó de afeitarme mis nalgas, y se ayudó de la mano izquierda para separar ambas y poder afeitarme el agujero del culo. Al verse torpe, me hizo que le acercara mas mi trasero a su rostro poniéndolo en pompa, para que pudiera apreciarlo mejor. Con suma delicadeza terminó de afeitarme. Ordenándome de nuevo que no me moviera, se levantó de la silla y se llevó todo menos la toalla. Se ausentó unos pocos segundos trayendo de nuevo con él el barreño con agua limpia y tibia de nuevo. Volvió a dejarlo entre mis piernas, pero no se sentó de nuevo. Se bajó los pantalones y restregó su dura verga entre mis nalgas. Acercó su pecho a mi espalda para susurrarme.

El culo se te hace agua.

Restregó con mas fuerza y presión y me hizo jadear del placer que con solo rozarme me provocaba.

Te voy a reventar ese agujerito estrecho, y vas a pedir mas, ¿verdad?

Yo solo asentía mientras me estremecía.

Se apartó, se sentó en la silla, esta vez alejado de mi, mirandome.

Ahora quiero que mirándome te laves el culo, que te quites la espuma y te vayas follando con los deditos. Sin dejar de mirarme. Y quiero que disfrutes como antes encima de la cama. Como la puta que eres.

Obedecí. Me giré para poder mirarle, y me puse en cuclillas. Él estaba con las piernas estiradas hacia mi, dejando acomodados sus cojones en el asiento, y su larga polla se apoyaba en su máxima plenitud sobre su vientre peludo. Comencé a aclarar la espuma pasando la mano con agua sobre mis nalgas, haciéndolo despacito. Me acariciaba con timidez la raja del culo, y acercaba la yema de mis dedos sobre el ano. Solo de la tensión sexual que había ya comenzaba a dilatarse. Tras retirar ya toda la espuma, humedecí mis dedos en el agua, que aún seguí caliente y comencé a hacer suaves presiones circulares alrededor de mi agujero. Mi padre se acariciaba lentamente su rabo. ¡Cómo deseaba comérmelo y que lo enterrara en mi culo! Su mirada era lasciva, y comenzaba a delatar sucios pensamientos que le rondaban por la cabeza.

Metí un dedo mientras jadeaba, primero como un gatito ronronea, y luego como una perra bufa. Le miraba y me miraba. Me incliné hacia él apoyándome en las rodillas, mientras tenía mi mano derecha dando placer a mi culo. Sus pies quedaban cera, me incliné hacia el izquierdo y le lamí desde el dedo gordo hasta el empeine para volver a encontrarme con su mirada. Eso le pudo aún más cachondo.

Sabes hacerme disfrutar. Eres toda una guarra.

Jadeé para asentir. Comenzó a masturbarse con mas fuerza y levantó su pierna izquierda ofreciéndome su pie sin tener ninguna parte de él apoyado en el suelo.

Come un poco mas de pie. Luego deja de follarte y come rabo. Que se que te encanta.

Así hice. Mientras seguí penetrándome, ya con dos dedos, le chupaba, lamía y comía u enorme pie. Le mordisqueaba y succionaba con delicadeza. Cuando creí terminar, desenterré mis dedos del culo, los aclaré en el barreño, y me volví a arrodillar, esta vez frente a su polla. Y me la volví a comer de arriba abajo. La lamía, la recorría, chupaba sus huevos peludos y duros, le relamía las ingles hasta que me ordenó que parara.

Ahora que la has lubricado bien, ponte de pie, de espaldas a mi, y ofréceme tu culito en pompa como antes.

Me situé como quería y recibé cachetazos por ello.

¿Te gusta que te pegue, eh? ¿Te gusta que sea duro contigo? ¿Quieres a todo un hombre? Pues yo soy un puto cabrón, que te va a dar todo lo que quieras y más. ¿Te gusta putita?

¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Sé todo lo cabrón que quieras conmigo. Que yo no dejaré de pedirte más.

Y tras un último y aún más fuerte manotazo, se acercó a mi culo, y me lamió toda la raja de entre las nalgas. Me moría de placer. Su lengua recorría con ganas mi culito, y comenzó a hacer especial dedicación en mi agujero, y eso me estaba haciendo sentir casi un orgasmo. Comenzó mi ano a volverse a dilatar y su lengua comenzó a oradar en él. De verdad, me estaba muriendo de placer. No quería ni imaginar que sentiría cuando su polla me follase com fuerza, como me imaginaba que el muy cabrón follaba. Estuvo un largo rato lamiendome, yo ni me atrevía a rozar mi polla, pues sabí que me correría con el más minimo roce, y él apretaba con fuerza mis nalgas para hacer un hueco a su cara. Su barba me raspaba, pero eso me hacía sentir aún mas gusto y yo solo podía jadear y jadear, había perdido el control sobre mi, y me dejaba llevar por aquel océano de sensaciones que era la comida de culo, mi primera comida de culo, que me estaba dando mi padre.

Con la misma brusquedad que sé avalanzó sobre mi culo, se apartó. Se puso en pie, me agarro con fuerza por los hombros, y volviendo a rozar con su polla mi culo intentó una primera, e infructuosa penetración. Al segundo intento, se ayudó de sus manos, y esta vez si dio resultados. Metió su gordo capullo en mi culo, y eso me hizo gritar. Él se sonrió, y a los pocos segundos hizo una segunda embestida, y con esa logró meter hasta la mitad de su verga. Me estaba reventando, y yo solo quería que parase. Pero me contuve y acallaba mi dolor. Él me besaba el cuelo y lamía mis orejas para relajarme, y sue con una tercera embestida con la que enterró todo su miembro. Un grito se me escapó. Y el respondió con un cachete.

Espera un ratito, verás como no querrás que salga nunca.

Era un verdadero cabrón. Seguro que no era la primera vez que se follaba un culo. Con suavidad fue sacando su pollón y volviéndolo a meter. Con mucha suavidad. Y poco a poco fue aumentando su velocidad. El gozo había empezado a comerle terreno al dolor, y mi respiración entre cortada y jadeante volví. Mi padre parecía un toro. Respiraba con profundidad por la boca, y el aire que soltaba erizaba los pelos de mi sudada nuca.

¡Joder que culo tienes! ¡No va haber día que no te lo folle. ¡Joder! ¡Joder que culazo puta, que puta, reputa que eres!

Y me volvía a dar cachetadas. En un momento su polla salió y a la misma velocidad la encauzó y entró con gran suavidad haciendo que sin apenas tocarme me corriera salpicando toda la cama y el suelo. Yo estaba jadeando como nunca. Me mordió el cuello con dureza y lamió las marcas de sus dientes que habían tatuado mi pie.

Yo pese haberme corrido no podía dejar de decirle que me follara más y más. Mi cuerpo se inclinaba hacia delante, y mi padre podía sentirme totalmente entregado a él. Yo era un horizonte de placer ante él. Me agarró la cadera, me agitó con fuerza y se corrió copiosamente dentro de mí, hasta tal punto que su leche se escurrió por entre mis muslos. Era un gran toro que ahora apoyaba su cuerpo en el miro, cosa que me hizo perder el equilibrió hincando mis rodillas en el suelo, con él detrás. Le hizo gozar un poco más.

Sentir su enorme polla dentro de mi culo colmaba un deseo que se hizo más y más grande desde su nacimiento, hace ya demasiados años. Apenas recordaba cuando no le veía con auténtica admiración jaleada por el deseo de lamer su piel y sentirla erizada.

Tardó un rato en recuperar la compostura, y se levantó dejándome arrodillado a cuatro, como pidiendo aún más, pero mi padre estaba extasiado y fue rumbo a su cuarto a pelear esta vez contra el colchón. No sin antes recoger su leche con la mano, dármela de comer y soltarme un último lapo en la cara. Me miró, sonrió con plena satisfacción y marchó al dormitorio. Yo sentí su saliva mezclarse con mi sudor y escurrirse por mi cara. Estaba agotado de la gran follada. De mi primera gran follada. Pero sabía que me sería imposible dormir interrogando mi mente, escudriñando cada centímetro de imaginación para saber o intuir que haríamos a continuación. Yo sabía bien lo que quería. Quería darle todo lo que pudiera a mi padre, placer y amor, lamiendo sus heridas, cuidando de su piel, besando sus grietas sobre ésta, acariciando su rostro, bebiendo sus sudor, respirando de su aire. Peor lo que no sabía era lo que él quería.

Continuará...