Oscura historia de amor (2)
Esta es mi historia de amor con mi padre, una historia que debería haber sido imposible...
Saqué un poco la lengua, curvándola hacia abajo, para rodear lamiéndole su enorme glande, desde el frenillo hasta el agujero por el que salía ya una pequeña gota de semen. Un suspiro, aún mas grave que los anteriores resonó en el baño, y yo con ganas metí su rabo en mi boca, metiéndolo y sacándolo, lamiendo su grueso cuerpo, recorriendo con la punta de la lengua sus marcadas venas y volviendo a introducirlo con ansia en mi húmeda boca. Mi padre se dejaba, aún no se decidía a tomar protagonismo en lo que estaba pasando y se quedaba relegado como actor secundario. Eso hacía que mis deseos por que me agarrase con fuerza y me follara con brutalidad crecieran aún más. No me atrevía a alzar la mirada y buscar la suya, pues temía que viera a un hijo y no al que deseaba ser su esclavo. Mis manos agarraron sus duras nalgas y apretaron con fuerza, obligándole a mover su cadera haca delante para que su pollón me violara la boca.
- Cómeme los huevos.
Yo no daba crédito a mis oídos, y me figuré que era mi imaginación dándole significado a sus respiraciones, y seguí apretando su culo y comiendosela.
- ¡Que me comas los cojones! Que también te van a gustar
Ahora si que no era mi cabeza. Me atreví a mirarle y su mirada se cruzó con la mía. Juro que esa mirada jamás se olvidará en lo que me quede de vida. Era pura pasión azul, mezclada con la rudeza de la necesidad. Yo me estremecí, entre el miedo, por haberme atrevido a cruzar una línea a la que jamás se puede retornar, y el deseo de dar todo el placer que pudiera a ese hombre.
Y con mi lengua llena de saliva recorrí el tronco de su verga y lamí sus peludos huevos, jugueteaba con ellos, mientras mi padre me daba su aprobación con monosílabos. Me metí uno de ellos en la boca, los dos era imposible dado su gran tamaño, y eso hizo que mi padre disfrutara aún más. Le volví a mirar, pero sin dejar de lamerle sus cojones y vi como su manos se situaban a los lados de mi cabeza, la situaban enfrente de su pollón y guiaba mis movimientos para que se la comiera.
¡Joder que bien lo haces! ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!
Mi boca llegó a enterrar su verga, rozando su vientre velludo con mi nariz. Conseguí mantener apartadas las arcadas, para disfrutar de ese momento. Mi padre me estaba follando la boca. Ese hombre enorme, fuerte y que me ponía cachondo desde hacía años. Yo que me masturbaba pensando en su cuerpo desnudo, duro y velludo, follandome en cualquier postura, haciéndome hacer verdaderas guarradas y por fín, sentía que mi deseo era correspondido y que jamás nadie podría separarme de su polla.
Mis manos se situaron otra vez en su culo, lo acariciaban con dureza, incluso le di un cachete que le hizo reír de manera pícara y aumentar la velocidad con la que metía su pollón en mi boquita.
¡Vas hacer que corra cabrón!
Y cuando intentaba sacar de mi boca su verga para correrse, yo empujé su culo hacia mí impidiéndole que la pudiera sacar.
- ¡Me corro! ¡Me corro! ¡Me corro!
Y un torrente de leche blanca y espesa inundó mi boca como no podáis imaginar. Jamás imaginé que tanta leche pudiera salir. Yo intentaba tragar toda la que podía mientras sentía le sentía moverse arrítmicamente para quedar en reposo, pero era inevitable que un poco saliera por las comisuras. La disfruté. Su leche sabía a gloria.
Levante la mirada mientras con la lengua buscaba retornar la leche que se había escapado a mi boca, y la suya se mantenía fija en la mía. Sin dejar de mirarle le limpie el pollón con mi lengua, para dejarlo sin rastro de lefa. Cuando terminé con la lengua recorrí una vez más su polla, y me dispuse a recorrer su vientre y su torso con ella, descubriendo que las gotas de agua de su piel habían sido desplazadas por las de sudor. Me entretuve en su tripita, dándole suaves mordiscos, ya medida que me iba incorporando ascendía. Llagué a sus pezones, duros y grandes, que mordí con mas ganas. Y allí me quedé unos segundos, hasta que con sus manos me apartó con suavidad, y esperando encontrar un profundo beso, éste se hizo aire y mi padre salió de la bañera. Dejándome dentro con la ropa aún puesta y una terrible sensación de vacío.
Mi padre salió de baño tapándose con una toalla mientras marchaba hacia su cuarto. Eso despertó dentro de mí una terrible sensación de angustia y me dejó descolocado de tal manera que no sabía que hacer. Me quité la ropa dentro de la bañera, tirándola dentro, menos la interior, que estaba mojada y hacía que una erección se hiciera traslúcida. Salí de ella y antes de salir de cuarto de baño, me agaché para coger los calzones de mi padre para olerlo, e instintivamente lo agarré con la boca y lo llevé colgando. Mi cuarto era el más próximo al baño, así que decidí dejar bien abierta la puerta, encender la luz y recostarme en la cama.
Tumbado como estaba me empecé a tocar por encima del calzoncillo, haciendo que mi polla se pusiera mas dura. Mi polla no es tan grande como la de mi padre ni de lejos, ni el tamaño de mis huevos. Dicen que la genialidad se salta siempre una generación, supongo que el tamaño de las pollas funciona del mismo modo. Me bajé un poco el calzoncillo haciendo que la goma elástica dejara los huevos a la vista como la polla e impidiese que estos se escondieran. Y me empecé a masturbar con suavidad, bajando y subiendo mi mano derecha por mi polla, mientras que con la izquierda acariciaba mi torso y con la boca seguía sujetando el calzón. Al poco comenzé a lanzar suaves gemidos de placer.
Y mi padre apareció al fondo del pasillo. Desde allí no podía ver todo el espectáculo que su hijo le estaba ofreciendo y la curiosidad le hizo acercarse. Tenía puestos unas viejas deportivas sucias con las que salía a correr y unos pantalones deportivos cortos. Sin duda iba a salir a correr como hacía algunas veces que necesitaba despejarse. Pero sus carreras eran cortas y acababa siempre en un bar tomando unas cervezas. Aún no llevaba la camiseta puerta y podía verle su torso que no hacía mucho mi lengua recorrió. Su gesto era severo, pero yo no decidí parar y aumenté mis jadeos, aunque seguí pajeándome con lentitud. El ya estaba apoyado en el marco de la puerta de mi dormitorio, con la cama enfrente y conmigo ofreciéndosele.
Sin decir nada se acercó a la cama, justo a mi lado, y pude ver como su polla quería mas guerra. Abrí mis piernas dejando una a un lado de la cama para hacerle sitio entre ellas, y él se sentó. Se inclinó hacia mi polla y echó un gran salivazo encima de mi capullo y me miró a los ojos. Gemí una vez más. Y con mi mano extendí su saliva por mi polla. Mi cara era el espejo del placer más absoluto.
Echó otro salivazo. Disfrutaba viendo como me masturbaba para él, y como solo el tenerle cerca me ponía los vellos de punta. Me retiró un poco el calzoncillo húmedo, y yo repondí moviendo mis piernas para que me lo pudiera quitar sin problema alguno. Lo tiró al suelo y acarició el suyo.
- Así que mi hijo es una perrita.
La lentitud y el aire de macarra con que lo dijo me hizo ponerme a cien.
- Puedo ser tu perra. Le contesté mientras abría mis piernas para él. Y lo que tu quieras que sea.
Y lanzando un tercer salivazo, que esta vez fue para mis huevos, alargó su mano para extenderlo y con unos dedos acariciarme mi ano, que estaba ya empapado de sudor.
- Cabrón. Vaya que si vas a ser mi perra.