Oscar, mi primer y largo amor (3 - Fin)

No adelanto el final… inesperado.

OSCAR, mi primer y largo amor (3)

Y con esta tercera parte acabo. Gracias a los que habéis seguido el desarrollo de esta historia real. No adelanto el final… inesperado.

En realidad fumamos varios cigarrillos mientras estábamos sentados en la cama. Era como un largo ritual, tranquilo, sereno… sin prisas. Mi espalda reposaba sobre la almohada. Oscar, apoyado sobre mi hombro, reclinaba su cabeza sobre mi pecho. Yo le colocaba de vez en cuando el cigarrillo sobre sus labios para que diera una chupada. Con la otra mano acariciaba suavemente su cabello negro y rizada, sudoroso, y mis manos recorrían cariñosamente su espalda húmeda.

Oscar se dejaba querer, le encantaban las caricias y me correspondía, en silencio, pasando sus manos tiernas por mis caderas y acariciando todos los rincones de mi entrepierna.

-¿Qué hora es?, me preguntó

  • Casi la una, le respondí.

-Tengo que ir a casa, me respondió; - hoy vienen mis abuelos… Perdóname, Luis, sabes que me quedaría eternamente contigo, en tus brazos, pero no quiero que mis padres se preocupen, ni que sospechen nada.

Desnudos como estábamos, entramos al cuarto de baño. Tomé una esponja, la humedecí, y me senté en el borde de la bañera. Oscar, de pie junto a mí, se dejaba hacer. Se la pasé por la espalda, el pecho, y recorrí suavemente sus genitales, retirando toda huella de nuestra escena de amor. Luego se dio la vuelta y se la pasé repetidamente por la raja de ese culo por el que momentos antes se había deslizado toda la fuerza y el calor de mi verga. Oscar se inclinó para facilitarme el trabajo y pude contemplar de nuevo la forma redondeada y cálida de su agujerito que durante tanto tiempo él había reservado virgen para mí. Su piel se erizaba con el contacto fresco y yo sentía la fuerza eléctrica de la pasión que invadía mi polla.

La belleza entre infantil y salvaje de Oscar me tenía cautivado. Mi ansia de tenerlo entre mis brazos, de mimarlo con pasión se veía correspondida por una entrega total suya. Era como el hermano pequeño que se abandona confiado a los brazos del hermano mayor. Le sequé con la toalla y sentí que la flacidez de su polla empezaba a reaccionar… No quise seguir. Simplemente me agaché y le di un beso en el capullo. Sabía que pronto podría gozarlo dentro de mí. Al menos, lo deseaba profundamente.

Oscar tomó su ropa para vestirse.

-Déjame, cariño. ¿Te importa si lo hago yo?

Me miró con una de sus sonrisas más tiernas y me dijo despacito:

  • He sido tuyo, Luis, me has poseído y quiero seguir siendo tuyo. Hazme lo que quieras.

Le fui subiendo el slip blanco con las rayas azules hasta que se lo ajusté perfectamente a su cuerpo. Le coloqué la verga en la parte izquierda donde quedó bien instalada, marcando sus sensuales perfiles de polla a medio excitar. Le subí el pantalón vaquero, le cerré la cremallera y pude apreciar una vez más el aspecto provocador de su culo, bien ajustado entre la tela. Mientras lo hacía, él mismo se fue colocando la camisa.

-Luis, ¿quieres que nos veamos mañana? Es domingo… ¿Tienes algo que hacer?

Mientras me decía estas palabras, Oscar colocó su mano sobre mi verga que se estaba endureciendo por los tocamientos de su cuerpo al vestirlo.

  • Sólo tengo una visita guiada por la mañana. Luego estoy libre. Me encantaría estar contigo, Oscar. Todo ha sido mucho mejor que lo que había imaginado en mis sueños.

-Y yo me he sentido el chico más feliz del mundo. Estar contigo ha sido un pedazo de cielo. Quisiera corresponderte de alguna manera

Me coloqué rápidamente un bóxer y nos encaminamos hacia la puerta. Nos abrazamos por última vez y nos fundimos en un beso. La mano de Oscar fue rápidamente hacia mi culo y lo apretó con fuerza, como un presagio de sus deseos

-Hasta mañana, Luis. ¿Te parece bien a eso de las 4 de la tarde? Me encanta la hora de la siesta

-Estaré esperándote

Cuando se cerró la puerta y me quedé solo, me tumbé en uno de los sofás del salón. No, no había sido un sueño. Oscar, el chaval del colegio, el objeto de mis deseos más íntimos, acababa de marcharse. Por mi mente pasó la película con cada gesto, cada mirada, cada sonrisa desde que tocó el timbre de casa la madrugada anterior. Habían sido 9 largas horas de placer. Por mi mente pasaban, rápidas, las imágenes de aquellos momentos intensos: la ducha, el desnudarle, el descubrimiento mutuo de nuestra desnudez, las caricias, los besos, las lamidas, las sonrisas pícaras y sobre todo, aquellos momentos de intenso placer en que mi polla ansiosa se deslizaba gozando de los íntimos placeres de su culo virgen

Tenía cosas que hacer, pero me resultaba difícil concentrarme. La imagen de Oscar, su entrega a mis deseos, su virginidad ofrecida con tanta espontaneidad e inocencia, me obsesionaban. Puse orden en el dormitorio que aún tenía la fragancia de su cuerpo joven. Besé aquella cortina de tul con la que se había envuelto su cuerpo desnudo para ofrecerme toda la sensualidad de un strip tease. Acaricié aquellas sábanas sobre las que habían gozado nuestros cuerpos poco antes: aún tenían humedad del sudor y gotas de semen.

Volví al salón y abrí uno de los cajones secretos: busqué entre los videos gay alguno que pudiera recordarme a Oscar. Puse algunas escenas de películas de Cadinot: aquellos cuerpos jóvenes que tantas veces me habían excitado me resultaban pobres comparado con Oscar. Quizá era porque esos chicos del film eran imágenes, y Oscar era real. En las escenas abundaba el sexo, pero echaba de menos la ternura.

No quiero mencionar las actividades que tuve aquella tarde ni la visita guiada que tuve que acompañar al día siguiente, de 9 a 12, con 2 grupos de turistas japoneses interesados en los mil detalles de la iglesia barcelonesa de la Sagrada Familia. Puse todo mi esfuerzo y saber hacer de buen guía turístico, pero mi mente estaba lejos de todo aquello. Ansiaba regresar a casa, ponerme cómodo y esperar

Por fin allí estaba de nuevo en mi apartamento, duchado y fresco. Me había puesto un slip blanco de licra y un pantalón corto. Nada más. Estaba recostado en el sofá cuando a las 4 menos diez sonó el timbre. Sentí que mi corazón latía con fuerza mientras corrí hacia la puerta. No era el Oscar borracho y sucio de la víspera. Allí estaba esplendoroso, dejándome ver sus dientes blancos en una gran sonrisa. En un segundo admiré su camiseta sin mangas, de redecilla, ajustada a sus pectorales, su pantaloncito blanco deportivo, sus zapatillas de deporte

Reaccioné cuando Oscar se vino hacia mí y me envolvió con un gran abrazo

  • Luis, no puedo más, no hago más que pensar en ti desde ayer.

  • Me pasa lo mismo, Oscar, le dije devolviendo su sonrisa.

Cerré la puerta y nos unimos en un gran abrazo de pasión. Nuestras manos acariciaban ansiosas cada parte del cuerpo del otro y terminamos con un gran beso, el beso del reencuentro, esta vez sin temores, sin vergüenzas ni recatos, el beso del amor cómplice y buscado.

-Gracias, Oscar, por haber vuelto

-¿Pensabas que podría fallar? ¿Lo has dudado?

  • No, claro que no. Te he deseado tanto

Mientras caminábamos hacia el sofá, Oscar se quitó la camiseta que se adhería a su tórax. Ahora, a plena luz del día, lucían hermosos sus pectorales, sus tetillas marrones, su pecho lampiño. Se dejó caer boca arriba sobre el amplio sofá, apoyando tan sólo un pie en el suelo.

-Estás divino, Oscar.

-Quiero que me sigas enseñando los secretos del placer. Eres formidable, Luis.

Me senté junto a su cuerpo, en el pequeño espacio que quedaba y acaricié suavemente ese pecho tan suave. Acerqué mis labios para besar sus tetillas como queriendo mamar todo el jugo juvenil de su cuerpo y aspiré el perfume profundo de su cuerpo.

-Me he pasado una hora en el baño: quería estar lo mejor posible… para ti, Luis. Y tengo una pequeña sorpresa.

Al decirlo tomó una de mis manos y la colocó suavemente sobre su pantaloncito blanco.

Me coloqué en el suelo para tenerlo más a mi alcance y con mi mano fui recorriendo la superficie del pantalón. No fue difícil encontrar su verga que se estaba poniendo dura. Metí la mano por una de las piernas, acaricié sus muslos hasta el elástico del slip… Pero no pude esperar más. En mí ardía el fuego del deseo y la pasión. Le cogí el pantalón por la cintura e hice ademán de bajárselo: el mismo levantó el culo para ayudarme. Se lo saqué completamente.

Oscar llevaba un slip diminuto, muy ajustado, de un color gris claro y con la cintura blanca. Mi polla crecía por segundos ante aquel espectáculo. El slip de Oscar casi transparentaba una verga a punto de hacer estallar el tejido. La redondez de sus huevos estaba perfectamente delimitada… Pasé mis manos sobre el tejido y Oscar suspiró de placer:

-Los tengo llenos de leche… para ti, Luis. Me gustaría dártela toda, toda

Aquello terminó de excitarme y en un movimiento rápido le bajé el slip.

Casi no tuve tiempo de reaccionar ante aquel espectáculo que se ofrecía a mis ojos.

  • Como a ti te gusta, Luis, ¿no?

Oscar se había depilado completamente, hasta la pequeña matita de pelo negro que yo le había dejado la víspera. Era un trabajo perfecto: no quedaba ni rastro de vello púbico. La piel que cubría sus huevos estaba lisa y suave como la de un gran bebé. Tan sólo a mitad de los muslos empezaban a notarse esos pelillos pequeños que recubrían sus piernas. No sé qué crema había empleado para untar su cuerpo, pero mis dedos se deslizaban por su polla y sus ingles casi resbalando de suavidad

Me harté de tocar tanta belleza; tomé sus bolas en mis manos y me di cuenta del tamaño enorme, de la forma redondeadamente perfecta. Jugué con ellas mientras Oscar daba gemidos de placer.

Separó sus piernas y mis dedos recorrieron el camino placentero que va hasta su agujero: ni un solo vello. Levantó luego las piernas plegando las rodillas ayudando así a mi búsqueda frenética de las maravillas de su cuerpo joven. Su culo lampiño, abierto, macizo, era una maravilla. Contemplé su agujero rosado, limpio, latiendo de placer ante mis caricias. Ya no bastaban mis manos. Acerqué mi cara y dejé que mi lengua recorriera todos los rincones: el culo, los huevos, el senderito del placer

  • Debes estar a cien, me susurró Oscar mientras hizo un movimiento de sentarse en el sofá. Déjame ver a mí, ¿vale?

Me puse de pie delante de él. Me agarró del culo y me estrechó junto a él. Besó mi ombligo mientras me acariciaba la espalda y su polla totalmente tiesa me apuntaba con pasión. Bajó sus manos sin perder la fuerza del abrazo y las introdujo por dentro de mi short deportivo. Sentí sus dedos rozar la tela de licra de mi slip e introducirse lentamente hasta abrazar mis nalgas con cada una de ellas. Lentamente las fue bajando, arrastrando con ellas el short y el slip.

Mi polla estaba totalmente erecta y, en aquella postura, estaba pegada al pecho de Oscar. Cuando el slip bajó, mi polla se sintió liberada. Oscar inclinó la cabeza y me la empezó a llenar de besos y lamidas sin dejar de apretarme fuerte el culo. Mi éxtasis era total.

  • Tienes un culo muy bonito, Luis. Déjame verlo bien.

Se levantó del sillon y fui yo quien me tumbé sobre él boca abajo. Tomé varios cojines y los puse debajo de mi vientre para que gozara mejor del espectáculo.

  • Ahí tienes mi culo. Disfrútalo

No necesitó más explicaciones. Al instante se acurrucó detrás de mí y empecé a sentir el calor de su rostro y las suaves caricias de su lengua. Reconozco la enorme sensibilidad de mi culo, sobre todo de la raja y del agujerito. Cuando sentí el frescor de su saliva recorriéndolo pensé que no podría aguantar mucho. Estaba en un éxtasis de placer. Oscar lo notaba e insistió acercando su lengua al agujero; lo cubrió de saliva y empezó el excitante juego de follarme con su lengua. Tuve que morder uno de los cojines para no gritar de placer. No sé cuánto tiempo estuvo lamiendo

  • Oscar, por favor, métemela, fóllame… Necesito sentirte dentro de mí.

  • ¿Lo estoy haciendo bien?

  • De maravilla, chaval. Pareces un experto.

-Nunca he follado a nadie, pero quisiera devolverte todo el placer que me diste ayer.

  • Ven aquí

Me senté en el sofá y le hice ponerse de pie delante de mí.

  • Mira, mi culo está más que preparado con tus chupetones de gloria. Lo siento bien dilatado. Déjame que prepare tu instrumento para que entre bien.

Me metí toda su polla en la boca. No había perdido nada de su rigidez. Los huevos colgaban y se balanceaban al ritmo de mis chupadas. Estábamos los dos al borde del orgasmo.

Le propuse una postura que le resultara fácil para esta primera vez. Me levanté y apoyé mis brazos en el respaldo del sillón. Incliné mi cuerpo hacia delante, de manera que el culo quedara bien salido. Separé las piernas y mi agujero tembloroso y ansioso quedó plenamente al descubierto.

-Adelante, maestro, le invité.

Oscar se colocó detrás de mí. Con una mano acariciaba la rigidez de su polla. Con la otra empezó a tantear la dilatación de mi culo. Metió un dedo, luego otro y jugó con ellos en mi interior.

Sentí luego como la punta rosada de su capullo se acercaba a mí. Recorrió con ella la raja de mi culo arriba y abajo para luego detenerse en la entrada del ano.

-Animo, Oscar, hazme tuyo

Colocó sus manos en mis hombros y sentí cómo venía hacia mí todo el peso de su cuerpo. Costó un poco la entrada del capullo. Me hizo lanzar un pequeño quejido, pero Oscar estaba ya dispuesto a todo. Y sentí como se deslizaba en mi interior todo lo largo de su verga joven. Se quedó un momento como asombrado al ver desaparecer su polla dentro de mi culo, mientras a mí me invadía una enorme sensación de plenitud al sentir todo aquel tesoro llenando mi interior.

Empezó luego el movimiento rítmico cada vez más acompasado. Intenté acompañarle con el ritmo de mi cuerpo. Apretaba y contraía mi culo como queriendo aprisionar para siempre en mi interior aquel vástago tan encantador.

  • Eres maravilloso, Luis.

  • Tú más, Oscar. Sigue, sigue, no pares… Estás haciéndolo muy bien.

Sus manos se deslizaban por mi espalda, me cogían las caderas. Sus muslos golpeaban mi culo en cada arremetida. Sentía el balanceo de sus huevos que me rozaban.

Me daba miedo cortar aquel ritmo tan delicioso pero necesitaba algo más; necesitaba ver los ojos de Oscar en el momento sublime.

-Espera un momento, le supliqué.

Sacó su polla y me tumbé en el sofá boca arriba. Levanté bien mis piernas y Oscar, con su polla tiesa, caliente, a punto de estallar, se dispuso a metérmela de nuevo. Lo hizo fácilmente en cuanto coloqué mis pies sobre sus hombros. Bastó una pequeña inclinación de su cuerpo para sentirme de nuevo penetrado.

En esa bruma de placer contemplaba su rostro. A veces cerraba sus ojos, a veces me miraba. Se le veía concentrado y cercano al orgasmo total. De repente paró. Abrió su boca con tensión y dejó escapar un Ah ah ah…! Entrecortado. No fue capaz de controlar el chorro de leche caliente que me invadió hasta lo más profundo.

-Ah, ah, ah Uffffffffffff

Se quedó por un instante como petrificado, con su polla en mi interior. Perlas de sudor llenaban su frente.

  • Gracias, Oscar, estás agotado, y yo también, pero me has hecho muy feliz.

Sacó su polla aún chorreante de leche y se tumbó sobre mí a lo largo, sobre el sofá. Le abracé y nos quedamos un rato descansando, recuperando el ritmo normal de nuestros cuerpos exhaustos.

  • Te quiero, Luis

  • Y yo a ti, Oscar. No sabes lo bien que lo has hecho. ¿De verdad era tu primera follada?

  • Sí, claro. Y al mismo tiempo, la segunda parte de mi sueño

Empezamos con pequeños besos entrecortados hasta que poco a poco nuestras lenguas se fueron entrelazando en un juego intenso y prolongado. Las caricias en nuestros cuerpos sudorosos tenían ahora una nueva sensación de escalofrío y placer.

El agua fresca de la ducha nos hizo volver poco a poco a la realidad. Allí, bajo el chorro, Oscar se puso delante de mí, con su espalda contra mi pecho, y le apreté contra mi cuerpo mientras el agua nos salpicaba. Mi polla resbalaba sobre su culo y mis manos le acariciaban el pecho, el vientre, el pubis, los huevos, la polla. Cuando nos secamos le hice una propuesta.

  • ¿Qué te parece si guardamos un recuerdo de esta primera aventura? Yo me quedo tu slip y tú te llevas el mío

  • No te lo creerás, pero eso es lo que estaba pensando; no me atrevía a proponértelo.

Así lo hicimos. Y con ese intercambio quedó sellada la relación más hermosa, más íntima y más fascinante que he conocido..

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Conclusión

Mi relación con Oscar duró dos meses. Nos encontramos varias veces, en ocasiones en su casa; otras en la playa nudista adonde íbamos juntos en mi coche… Oh, qué deliciosos atardeceres bajo los pinos, sobre la arena… El encuentro de nuestros cuerpos fue siempre un volcán de placer

Desgraciadamente el alma se me rompió aquel 14 de octubre cuando, indirectamente, me llegó la noticia de su accidente. Iba Oscar en su flamante moto, con todo el entusiasmo y la vida de sus 18 años, cuando un vehículo le golpeó. La caída fue mortal. No se pudo hacer nada. Cuando llegaron los del SAMU Oscar estaba muerto.

Desde entonces mi vida es otra. En mí se entremezclan las imágenes de los deliciosos momentos en que gozamos juntos, con la rigidez de su cuerpo en el tanatorio. He tenido relaciones ocasionales con otros chicos, pero siempre he buscado en ellos una reencarnación del amor de mi vida. Tengo 24 años, tengo trabajo, salud, un apartamento, un vehículo… pero lo sigo echando de menos. Necesitaré tiempo para olvidar a mi querido, tímido y apasionado Oscar. Ojalá algún día se cruce en mi camino alguien como él a quien pueda ofrecerle todo mi amor y de quien pueda recibir la ternura, la ingenuidad y la inocencia con que Oscar supo corresponderme.

Nunca antes he escrito relatos, ni creo que lo haga ya más. Este es una pura autobiografía en la que cada detalle ha quedado grabada a fuego en mi alma.

Contestaré a cualquier comentario o carta que queráis enviarme

mmmiyaju@yahoo.es