Oscar me gustaba

Me invitó a su cumpleaños y me llevé una sorpresa.

Oscar me gustaba

Oscar me gustaba.

Aquel sábado, por la tarde, celebraba su cumpleaños y me había invitado a la fiesta que daba en su casa. No esperaba menos.

Aquella tarde, pronto, empecé a arreglarme.

Elegí con detalle la ropa. Un juego de tanga y sujetador negros que quería estrenar.  No me tapaba mucho por lo que decidí depilarme todo.

El baño caliente me relajó completamente.

Una blusa y una falda corta plisada, blancas, que compré aquella semana, era el equipo ideal para realzar mi cuerpo.

Llegué un poco tarde al cumpleaños.

Fue Pedro quien me abrió la puerta y me saludó efusivamente.

  • ¡Hola Ana, que guapa estás! – me recibió con una sonrisa tras casi desnudarme con la mirada.

  • Bien - respondí con una sonrisa forzada.

Se retiró de la puerta dejándome el paso libre.

Mi concepto de Pedro no era muy bueno. En realidad, era un cabrón con fama de sobón y poco respeto por las chicas. Se jactaba de haber follado a muchas.

Me sorprendí un poco porque yo era la única chica que había llegado, sin embargo ya había cuatro chicos más.

No veía a Oscar y pregunté por él a uno de los chicos.

-          Ha salido a comprar una cosa y ha dicho que enseguida volvía - me respondió.

Me acerqué a la mesa del salón y  apoyé ligeramente las nalgas resignándome a esperarle.

Pedro se me acercó y entabló conversación.

-          En serio – me dijo – estás muy guapa…te follaría ahora mismo. – remató como si eso fuera lo más agradable que podía decirme.

-          Mira que bultito tienes aquí – exclamó como asombrado a la vez que levantaba una mano y pellizcaba uno de mis pezones que se marcaban en la blusa.

Mi reacción fue instantánea y le solté una bofetada que sonó muy seca. Todos se volvieron hacia nosotros.

Pedro reaccionó visiblemente irritado y me cogió de las muñecas a la vez que me empujaba con su cuerpo y acercaba su cara a la mía.

-          ¡Hija de puta! – me dijo en voz baja susurrándome al oido – Te voy a meter la polla por el chocho hasta que te llegue a la campanilla.

Con la mesa detrás de mí no podía retroceder y empecé a inclinarme hasta que mi espalda acabó apoyada sobre la mesa.

Pedro seguía pegado a mí sin dejar de sujetarme las muñecas. En el movimiento había conseguido meter sus piernas entre las mías e impedía  que yo pudiera cerrarlas. A pesar de la ropa, notaba su miembro apretando mi sexo.

-          ¡Suéltame, cabrón! – le grité enfadada y agitándome un poco.

Separó su cara de la mía y entonces pude ver que el resto de chicos se habían acercado a la mesa.

Esperaba que me ayudaran pero mi sorpresa fue mayúscula cuando en vez de eso, cada uno me cogió  de un brazo o una pierna inmovilizándome donde estaba.

Pedro se levantó y se quedó mirándome. Recuperó la tranquilidad y sonrió.

-          ¡Joder que mala leche tienes! – dijo en voz baja – y sólo por hacer esto…- añadió a la vez que me volvía a pellizcar, ahora los dos pezones.

-          ¡Suéltame! – volví a gritar, pero el que me cogía de la muñeca derecha colocó su mano sobre mi boca y al repetir el grito se escuchó muy apagado.

-          No sé de qué son estos bultitos – añadió Pedro dando una entonación de intriga – vamos a verlo…

Con tranquilidad comenzó a desabrochar mi blusa empezando desde abajo. No  tardó en llegar al botón superior y la abrió hacia ambos lados  dejando mi sujetador a la vista.

-          Mira qué bonito- Están aquí debajo – bromeaba mientras con ambas manos agarró el sostén y lo levantó separándolo de mis tetas y dejándolas a la vista.

-          ¡Uummmm! – intentaba gritar para que se detuviera.

Volvió a bajar el sujetador pero lo dejó por encima de mis pechos, dejándolos a la vista de todos.

Miré a los chicos uno a uno esperando ayuda pero detecté en sus caras una mirada que empezaba a preocuparme.

Pedro volvía a pellizcarme,  esta vez sin tela de por medio. Dejó de hacerlo y usó sus manos para manosearme ambas tetas.

Poco a  poco empezaba a notar que se me endurecían los pezones.

-          ¡Joder con la puta esta! ¡Se está poniendo cachonda!

-          ¡Uummmm! – protesté.

-          Vamos a inspeccionar el coño. Seguro que lo tiene mojado…- añadió.

-          ¡Uummmm! ¡Uummmm! – me quejé e intenté cerrar las piernas.

No sirvió de nada. Los que me tenían agarrada me sujetaron más fuerte estirando hacia ellos e incluso haciendo que las abriera más.

Noté que me elevaba la falda dejándola enrollada sobre mi vientre.

-          ¡Fijaros! – casi gritó dirigiéndose a todos-  si más que unas bragas lo  que lleva es un hilo.

Imaginaba lo ocurrido. Con las piernas abiertas y mis intentos por liberarme,  la tela había acabado por juntarse y formar un hilo que estaría encajado en la entrada de mi coño.

Recordaba que al ponérmelas había hecho esa operación paseándome delante del espejo y jactándome de lo sexy que estaba así, completamente depilada.

Pedro cogió el hilo en que se había convertido la parte delantera y tiró hacia él con fuerza.

Se escuchó un chasquido  y pude ver que levantaba una mano con lo que quedaba de mi tanga, a modo de trofeo. Los chicos estaban más pendientes  de la zona donde estaba antes.

-          ¡A ver si esta mojado!- dijo mientras sin ningún recato me colocó su mano sobre el coño.

Movió su mano palpando la zona. Pellizcó mis labios vaginales, primero los dos juntos y luego por separado estirando hacia los lados para acabar metiendo un dedo en el interior.

-          ¡Esta chica está muy seca! – dijo- Necesita algo de humedad.

-          ¡Uummmm! – repetía mientras me imaginaba lo que iba a hacer.

Acercó la mano a su boca y vi como la humedecía con su saliva.

La llevó directamente sobre mi coño y la esparció por toda la zona. Repitió la operación.  Su mano ahora se desplazaba más suavemente.

Le vi agacharse y sentí su lengua en mi sexo, jugando con los labios vaginales y profundizando entre ellos. Cerré los ojos porque no quería que delataran que me excitaba.

Transcurrió un poco de tiempo cuando empecé a notar alrededor de mi coño el tacto de lo que me pareció una polla algo húmeda. Se restregaba, subía y baja por el centro de mi ranura. Llegaba a la entrada de mi culo y empujaba un poco. Volvía por el mismo camino y me apretaba con la punta en la parte del clítoris.

-           ¡Uummmm! ¡Uummmm! ¡Uummmm! – volvía a repetir cada vez más acelerada.

-          A este paso te vas a correr sin que te la meta – se permitió bromear.

Yo notaba que a cada pasada profundizaba un poco y la metía más adentro.

Tras varias pasadas y sin que yo dejara de gemir, sentí que mi coño se abría algo más y la parte más ancha de su polla superaba un pequeño obstáculo. Estaba dentro y se movía saliendo y entrando sin parar.

Sacó su polla y volvió a tocarme con la mano.

-          ¡Ahora está caliente! – dijo mientras metía tres dedos en mi coño y a la vez con su dedo gordo palpaba mí clítoris.

Mientras gimoteaba a cada movimiento que hacía, era consciente de que me había puesto muy cachonda y efectivamente estaba muy mojada.

-          ¡Ven a comprobarlo! – se dirigió a uno de los chicos mientras le sustituía en su misión de agarrarme la pierna derecha.

Esperé unos instantes y sentí como el chico colocaba su pene sobre mi coño. Lo movió como había hecho antes Pedro. Pero no pudo tener tanta paciencia y no tardó en penetrarme hasta el fondo. Entró con facilidad. Mi agujero dilatado no ofrecía resistencia y yo estaba más relajada.

Estaba muy excitado. Empujaba y dejaba de hacerlo con un ritmo continuo. Tras unos minutos se quedó parado, muy pegado a mí. Le vi cerrar los ojos y sentí como se corría en mi interior inundándome con un líquido caliente.

-          ¡Uummmm! ¡Uummmm! ¡Uummmm! – me queje para que sacara su polla.

Lo hizo lentamente, sin prisa. Una vez fuera descansó su polla sobre mí. Permaneció unos instantes  dejando sobre mi coño un reguero de restos de semen y se separó de mí.

Pedro que estaba al lado observó mi entrepierna.

-          ¡A esta puta le palpita el coño! – grito triunfal.

Por malo que me supiera, era verdad. Sentía que se abría y cerraba ligeramente, sin poder controlarlo.

Aquello pareció animar a los que me asían de las muñecas  y primero uno y luego el otro, sacaron sus miembros que estaban ya excitados y los colocaron sobre mis manos.

Dejé las manos abiertas sin hacer nada. Me contuve. No quería confirmar mi excitación.

El que acababa de follarme sustituyó al que me cogía de la otra pierna y este se colocó en la misma posición con su polla apuntándome de modo amenazador.

El muy cerdo se paseó por el exterior de mi coño incluso por donde estaba el semen que había dejado su compañero. Su polla era la más grande hasta el momento. A pesar de mi estado excitado y estar muy lubricada, le costó metérmela. Notaba cómo me abría el agujero según lo hacía.

Empecé a sentir un placer incontrolable. No quería colaborar pero me estaba corriendo. Comencé a moverme a su ritmo, en sentido opuesto.

-          ¡Aahaaa! ¡Aahaaa! ¡Aahaaa! – jadeaba en voz baja.

De repente el que me tapaba la boca dejó de hacerlo.  Había notado un cambio y pensé que le  gustaba oírme jadear.

Me di cuenta de que había dejado de estar pasiva y apretaba las pollas que tenía en las manos, meneándolas adelante y atrás. Uno de ellos se subió a la mesa y solté su miembro.

No llegué a averiguar sus intenciones hasta que me encontré con su polla delante de la boca.

Era evidente su intención así que abrí la boca y la metió ligeramente.  Apreté los labios y dejé que se moviera.

El chico de la polla gorda se corría. Varios chorros sucesivos regaban mi interior. Parecía no acabar nunca. Notaba la pierna mojada, como si chorreara mi coño.

…………..

Notaba la boca seca. Estaba oscuro. Poco a poco abrí los ojos e intenté generar saliva. Estaba en casa, sobre la cama.  Me había quedado dormida.

Acababa de despertar de ¿una pesadilla?  No estaba segura. Mis piernas estaban mojadas. Las bragas también. Me había corrido sin duda.

Miro la hora en el móvil. ¡Es tarde! ¡No llegaré al cumpleaños de Oscar!

Salto de la cama acelerada. Me ducho rápidamente y me visto. Cojo un autobús y me dirijo a casa de Oscar.

Llamo al timbre de la puerta. Me abre Pedro.

-          ¿y Oscar? – es lo primero que pregunto.

-          Ha salido un momento a comprar algo.

Sonrío malignamente y entro en la casa. Hay cuatro chicos …