Os espié
Epístola de una chica a su chico, tras un terrible descubrimiento.
Anoche os espié. Llegué justo al momento en que ella se arrodillaba mientras tú te la sacabas del pantalón del pijama. Ella llevaba un camisón transparente, sin nada debajo, sin nada que sujetase su precioso pecho, sin tela que tapase la suavidad de su pubis rasurado.
No digas nada, no hagas nada, y sigue leyendo.
Sé que no necesitaste ni hablar, sé que os habíais citado en el desván a las tres. Te noté nervioso, me dí cuenta de que no estabas dormido a eso de las dos de la madrugada, cuando me tuve que levantar al baño. Me había extrañado que no me hubieses insistido en follar, como cada noche. Cuando nos acostamos te limitaste a abrazarme y darme un beso de buenas noches.
Claro, te reservabas para ella, para la novia de tu amigo. Es lógico. Sé que es una malfollada. Me lo cuenta. Me dice que su novio apenas la toca, no se preocupa de ella, no nota su deseo, que lo hacen por rutina. Una vez le pretendió sorprender con lencería de encaje y un consolador. Le esperó en el salón, sólo con el modelito de encaje nuevo, y follándose con el juguete, y cuando la miró la empezó a gritar. Que si era una enferma, que de dónde había sacado eso...
Anoche te vi insultarla, llamarla puta, apelar a sus más mundanos instintos. Y la vi disfrutar con ello. Os espiaba por la apertura de la puerta, y estuve a punto de irrumpir en la sala y arruinaros el polvo. Pensé en ir a buscar a su novio, que también dormía en el piso de abajo, y que viese lo puta que era su novia, y a lo que le había llevado que no la follase bien, y que de paso te diese la ostia que te estabas ganando. Pero cuando lo fui a hacer la levantaste, la besaste, y sin cruzar una sola palabra contigo se puso a cuatro patas para recibir tu verga. Se separó las nalgas y te miró lascivamente.
Y la penetraste.
Y me dí cuenta de que yo nunca te he hecho eso. Nunca me he abierto para ti, nunca hemos follado por el mero placer de hacerlo, como animales, como amantes. Apenas te toco, no me preocupo por ti, no notas mi deseo, cuando follamos es sólo por rutina. Una vez me pretendiste sorprender con un regalo, con un conjunto muy bonito y un consolador, y te grité. Me dí cuenta de que tú eres también un malfollado, por mi culpa.
Me dí cuenta que era inevitable que hubieseis organizado esta escapada de parejitas en una casa rural con dos plazas de sobra, para follaros a escondidas. Sé que no os podéis amar, no os podríais soportar conviviendo ni dos días, pero era inevitable que ella acabase así, mordiendo un cojín, siendo jodida por ti, y pidiendo más, en voz baja, para que las estúpidas de vuestras parejas no os oigan recibiendo lo que ellas no os pueden dar.
Me bajé, y lloré en silencio. Unos minutos más tarde escuché la puerta de su dormitorio abriéndose y cerrándose casi imperceptiblemente, y poco después entraste tú y me abrazaste de nuevo. No te miré, no quería que notases que estaba despierta y que habías llorado, pero te noté relajado y feliz. Tu polla estaba flácida y fría, húmeda.
Cuando desperté no estabas. Me habías dicho que te levantarías pronto para salir a correr por el monte, pero quién sabe si tu plan real era salir a correte sobre ella. Igual habíais pactado que por la noche tú la follarías a ella y por la mañana sería al revés. Quién sabe, no importa.
La culpa es mía.
Por eso te he escrito esta carta y te lo he dejado sobre la cama. Te estoy esperando en el baño del dormitorio. Si quieres que la relación acabe aquí, si crees que estamos engañándonos, pasa el papel por debajo de la puerta y no nos veremos más.
Pero si me amas, entra. Sin que digas nada me arrodillaré para comerte la polla. Me dará igual si me encuentro que sabe a ella, o al látex del preservativo, o a limpia porque te has lavado o a saliva porque te has corrido en su boca. Te prometo que me dará igual, y que te comeré hasta que tengas una erección como la de ayer, aunque acabes de vaciarte sobre su cara. Y cuando llegue esa erección, te follaré. O me follarás, lo que prefieras. En el baño o en la cama, como desees. Por el culo, si es lo que te apetece, con ese lubricante que te he encontrado escondido en la maleta.
Te prometo que no la volverás a ver. Pero no porque te prohíba, sino porque vamos a follar a diario. Todo lo que quieras, todo lo que necesites. Sé que no tengo su culo, ni sus tetas, pero sé que ese no es el problema. El problema es que no me daba cuenta de que me necesitabas.
Y si ella sigue estando mal follada, que se busque a otro. Y si no lo encuentra, dímelo, y nos la follaremos los dos. Quedarás un día con ella, como siempre, a escondidas, y la vendarás los ojos. Y la penetrarás por detrás, de pie. Y yo, arrodillada, la comeré el coño mientras tú la abres el culo. Y entenderá que lo sé, que sé lo vuestro, pero la daré las gracias por haberme abierto los ojos. Lo haremos las veces que queráis, pero no me engañes. Lo haremos todo lo que queráis, los tres. O los cuatro si su novio espabila, como yo. Igual tenemos que volver a quedar en una casa, y decirle que os espíe. Y ver si se escandaliza o, como yo, se da cuenta de quién es el culpable.