Orizaba

El marido de mi amiga me hace su Diosa y me comparte con dos amigos suyos.

Orizaba

Las manos de Gustavo sujetadas a mi cintura marcaban el ritmo, mis brazos rodeaban su cuello y mi pecho caía sobre el suyo.

Sentado en una silla al centro de la gran habitación, mi cuerpo casi desnudo lo cabalgaba.

Sabíamos que Mauricio y David se masturbaban en el sillón al observar cómo los más de 20 centímetros de carne y venas de mi amante en turno se desvanecían lentamente en la humedad de mi vagina.

El subir y bajar sobre la empalmada delicia anunciaba que el orgasmo inminente no venía solo; dejándome llevar, la dilatación de mi sexo cedió y en contracciones vinieron los espasmos del orgasmo.

Me dejé caer sobre su cuerpo rígido, en un éxtasis brutal, pero controlando el deseo de lo que sería esa tarde, entre gemidos le dije al oído que me mostrara ante ellos.

Las grandes manos de mi amante descendieron de mi cintura hacia mis nalgas, encajando sus dedos haca donde me penetraba, me abrió por completo para para mostrarle a los dos hombres que nos miraban lo que sería suyo después de él.

Me sujeté de su pecho para levantarme y besarlo, tenia mucho que agradecerle, estaba exhausta, había tenido una cantidad incontable de orgasmos, y él me había preparado un despliegue de placer que se vislumbraba excitante.

Me elevé lentamente, el hermoso pene de Gustavo salía de mi vagina poco a poco, se acompañaba del flujo de mis orgasmos. Sentía como si se desenrollara a mis afueras una enorme masa de placer, infinitamente larga y fuerte.

Cuando finalmente logré sacarlo, dejé mis piernas estiradas, abiertas, dejando ver a nuestros testigos la dilatada vagina que sentía palpitar y mi ano aún ajustado, que parecía percibir el deseo de esos tres hombres, que serían para mí sola, que serían mis machos, mis adoradores, mis juguetes, mis amantes.

Lo teníamos preparado, Gustavo y yo habíamos hecho un plan, y lo seguimos al pie de la letra.

El centro de la sala estaba vacío, la mesa había quedado arrinconada al fondo.

David y Mauricio permanecían en el sofá con las camisas y los pantalones abiertos, dejando salir sus ya mojadas vergas, que sujetaban con ansiedad por no eyacular, deliciosas, fuertes, empalmadas.

Me acerqué a Mauricio, el más fuerte de los presentes, portento de macho, deseaba ser suya, quería sentir su fuerza, su peso, su energía.

Lo besé con deseo, su lengua buscaba la mía con tenacidad, la saliva se escurrió por su barba y yo con todo eso en mis labios me incliné para llevarme su tranca  la boca. Gruesa y dura, objeto de mi deseo, la besé por corto tiempo, centímetro a centímetro, dí saltos con mi boca hasta sus testículos y ahí me detuve a morder, lamer, besar, escupir y repetirlo todo.

Y así, mientras yo hincada saboreaba a uno de mis sementales, David observaba al lado, Gustavo se levantó de su silla y se acercó al librero, de donde sacó mi cajita negra, en donde guardaba mi pequeña colección de juguetes, la cual amplió Gus, con un plug más grande del que ya tenía.

Me despedí momentáneamente de los testículos hinchados de Mauricio para ir directamente a los de David, quien no detuvo su masturbación mientras me agachaba ante el.

Cada vez más rápido, tuve que detenerlo, estaba saliéndose del itinerario, tenía que ser enérgica con el, sujeté sus dos manos y metí su delgado pero largo pene en mi boca.

Gustavo se hincó en medio de la sala, donde me esperaba con la caja de juguetes al lado.

La orden la dio el: tenían que guardar las primeras eyaculaciones de la noche para esparcirlas sobre mi. Quería oler a ellos, probar sus sabores, ser de ellos de la manera mas primitiva y salvaje posible.

MI primer amante me esperaba, me acerqué gateando a el, dejando de nuevo mis espaldas hacia los dos hombres expectantes, que observaron sin poder tocarse, cómo Gustavo abría mis nalgas con una mano de nuevo para ellos, dejando caer el viscoso lubricante entre ellas.

Sentía las miradas de mis hombres recorrer el deslizamiento de cada gota sobre mis muslos, debajo de mis piernas, mientras mi boca buscaba la hermosa verga de Gustavo: erecta, dura, palpitante, hermosa, húmeda; era mía, era de mi boca y yo era de ella, mi lengua recorría cada centímetro de ese mástil hecho por los dioses. Y mientras mis labios se inundaban de la masculinidad de Gustavo, sus dedos jugaban haciendo círculos coda vez mas cerrados sobre mi lubricado ano.

Mis rodillas se abrieron sobre la alfombra para permitirme disfrutar más de la mano de mi amante, mi mano izquierda me sujetaba y mi mano derecha lo masturbaba.

David se acercó a nosotros, se hincó junto a Gustavo en espera de ser atendido por mis manos y mi boca.

Mauricio llegó lentamente a sustituir los dedos de Gustavo que aún jugaban en la superficie, le dio la orden de abrirme y así lo hizo: las manos de gustado abrían mis nalgas con fuerza para que Mauricio introdujera la punta de dos de sus dedos, haciéndome sollozar de la emoción del placer que se avecinaba.

Mi boca cambió de huésped, salté de la punta mojada de Gustavo a los testículos hinchados de David.

Mauricio hacía su trabajo y bramaba como un toro salvaje, Gustavo resoplaba su respiración y David en silencio disfrutaba de mi boca mientras su mirada se centraba en cómo desaparecían los dedos de Mauricio en mi interior, jugando, haciendo círculos, encogiéndose, preparando todo, sintiendo las paredes de mi interior, lubricando cada milímetro, cada hueco, cada grieta, acondicionándolo para el, para compartirlo, para mis tres hombres, mis tres amantes, esos que cada ves notaba más desesperados.

Me despegué de los testículos de David para poder salivar sobre mi pequeño plug, Gustavo me lo arrebató y de inmediato lo dirigió a su lugar de resguardo; Mauricio sacó sus dedos y el plug entró sin contratiempos sacándoles una expresión de emoción a mis hombres lo cual me causó una pequeña risa y una gran sonrisa. Y así como estaba, en cuatro puntos de apoyo, me volteé para llegar a la verga de Mauricio que ya se masturbaba con rapidez y fuerza. me sujeté de sus piernas para tener ese espectáculo de furia ante mis ojos.

Mientras Gustavo y David jugaban a meter y sacar el plug de su refugio yo me dedicaba a lamer con suavidad esos testículos gordos de Mauricio.

Los chicos jugaron y jugaron, no entendí la emoción de Mauricio hasta que sentí que cambiaron el plug por uno mayor, quizá demasiado mayor.

El esfuerzo para recibir  el glorioso plug de 2 pulgadas de diámetro me hizo soltar un grito de asombro y placer combinados al mismo tiempo que Mauricio disparaba sobre mi rostro una impresionante carga de semen caliente y delicioso que parecía interminable.

La escena hizo reaccionar a los entretenidos Gustavo y David que quisieron replicar a Mauricio. Mi mente se dislocaba entre la idea de las eyaculaciones de mis sementales y la sensación placentera de la dilatación de mi ano generada por el enorme plug que ahora vivía en mi.

David no resistió jalar mi cola de caballo para ubicar mi cara frente a el, caí de espalda a sentarme para recibir su descarga, con más control que Mauricio, trató de bañarme completa, las grandes gotas de blanco semen se fusionaban con el previo haciendo una mezcla espesa que resbalaba lento desde mi frente, pasando por mi mentón hasta mi cuello. Con la lengua recogía lo que pasaba por la comisura de mis labios, quería saborearlos, quería aprenderme su consistencia.

Faltaba Gustavo, y de Gustavo no quería perderme una sola gota, él lo sabía, por eso tomó mi cara con las dos mano y dirigió la punta de su hermoso pene a mi boca que lo esperaba, sin hacer más que mover la lengua, los gemidos y las contracciones de Gustavo me advirtieron que estaba a punto de desbordarse en mi. Y así fue, el disparo intermitente golpeó mi paladar e inundó mi boca haciéndome sorber al mismo tiempo que se escapaba fuera de mis labios como en la búsqueda de mezclarse con sus compañeros.

Gustavo permaneció en mi boca hasta que la erección cedió, la respiración de los cuatro era agitada, fuerte, satisfechos y emocionados de ese preludio, de esas descargas incontrolables, que lo único que significaban era que lo siguiente sería con calma, con una energía controlada y por supuesto, mi plan egoísta, en donde ellos durarían más y podrían concentrarse únicamente en mi placer.

Me levanté con cierta dificultad: el plug invadía mi cuerpo, mis piernas temblaban.

caminé hacia el sofá y tomé la playera de David y sin pedirle permiso, limpié todo el semen que revestía mi cara, que escurría sobre mi cuello, mis hombros y mi pecho.

Me acosté boca abajo y Gustavo se arrodilló a la altura de mis piernas, Mauricio se sentó junto a mi cara y acarició mi cabello para rehacer mi peinado.

David se sentó en el sofá individual a ver cómo Gustavo volvía a jugar con el artefacto fijado en mi ano.

Mauricio acariciaba mi cara con cierta violencia, metía su dedo pulgar en mi boca, jalaba mi coleta y con la otra mano acariciaba mi espalda y llegaba a darme una nalgada de vez en cuando. Su gordo pene comenzó a despertar, se veía como un pedazo de carne suave e inerte pero fuerte y con vida, yo empecé a masajearle los redondos huevos que colgaban entre sus fuertes piernas.

Gustavo jalaba el juguete, mi piel cedía, sentía que si tiraba fuerte de él podría llevarme entera.

Mientras yo besaba la tranca de mi Mauricio, el abrió de nuevo mis nalgas para permitirle a Gustavo sacar el plug de mi interior. Al salir hizo un sonido gracioso, extraño, mi cuerpo se había amoldado a su presencia, mis músculos respondían a su forma, sentía el aire, y sentía el palpitar de mis paredes interiores, mi ano ahora era el destino de mis amantes.

Y así, Gustavo arrojó el juguete al olvido de la alfombra y comenzó a lamer la orilla de esa amplitud abierta únicamente para aumentar la lubricación y dirigir de inmediato la enorme herramienta que sería la activadora de mi placer.

Acostada, con Mauricio saturando mi boca, Gustavo sólo bajó una de mis piernas al suelo, acomodó la punta de su pene en mi dilatado ano y comenzó a empujar, el aparato de mi amante entraba lento, se abría camino, la dilatación ayudaba, pero su grosor requería cierto trabajo. Me sujetaba con fuerza la cintura y se impulsaba hacia mi interior que lo recibía feliz, lo abrazaba y le invitaba a seguir, la sensibilidad al máximo me hacía identificar cada elemento de la textura de ese glorioso pene, cada milímetro, cada vena, cada nervio. Parecía eterno, el proceso de entrada no terminaba, tardó demasiados segundos en deslizarlo completamente dentro de mi, se abría paso lentamente, rasgaba todo a su paso amoldando mi interior, sometiendo mi cuerpo a su voluntad, obligando a mis órganos a recibirlo.

Mi gemido ahogado por la gruesa verga de Mauricio, ayudaba a la respiración que relajaba mi cuerpo para permitirme soportarlo y disfrutarlo.

Supe que me había empotrado por completo cuando la humedad de mi vagina se llenó de sus calientes testículos; como si los besara, como si quisiera acariciarlos.

Gustavo se mantuvo hasta el fondo por un minuto infinito, me dio la oportunidad de acostumbrarme a su presencia invasiva.

Abrí la boca lo más que pude para dejar entrar a Mauricio mientras Gustavo poco a poco comenzó a moverse intercambiando la incomodidad por un placer absoluto, tan absoluto, que sentía que todos los nervios de mi cuerpo se concentraban en sentirlo. El bombeo era lento al principio, el gran pene salía poco, con ganas de volver a entrar, como si necesitara de mi calor. la excitación mojaba todo, y hacía que todo pareciera posible. Las manos de Gustavo apretaron mi cintura, colocó su cadera centrada la mía, y comenzó a penetrarme con potencia, el bombeo fue rápido ahora. La fuerza que aplicaba me desplazaba y me hacía devorar la erección deliciosa de Mauricio.

Los testículos de Gustavo golpeaban y hacían salpicar todo el flujo de mi placer, mi boca se plagaba de Mauricio y ahora de David también.

La excitación animal era evidente, habíamos cambiado el lenguaje de las palabras por los gemidos, los gritos, los jadeos, la fuerza, las manos apretadas y el sudor.

La piernas de David se enredaban con las de Mauricio en busca de que sus penes entraran en mi boca, el forcejeo de Gustavo paró; su enorme pene salió de mi ano, respiré y cerré los ojos, decidí dejarme llevar y fue David quien me levantó del sillón y me hizo caer sobre Mauricio que permanecía sentado con su gordo falo viendo hacia arriba, esperándome. Tomó mi cintura y me dirigió a clavarme entera en el, su delicioso pene entró sin dificultad en mi vagina, hasta el fondo, me abraza de su enorme tórax, solo para sentir sus manos abrir mis nalgas. Toda la fuerza de sus brazos se concentraron en eso, mis músculos no oponían resistencia, mis cuerpo deseaba sentirlos, a los tres, ser de ellos, ser su diosa, ser su objeto, y que ellos fueran míos, mis juguetes, mis proveedores.

Mi cuerpo abierto invitó a David a colocarse detrás mío, en silencio y como si hubiéramos detenido el tiempo, deslizó su largo pene en mi ano dilatado que lo esperaba ansioso.

No pude emitir sonido alguno. Mi mente estaba inmersa en las sensaciones, las manos de mis amantes recorrían mis piernas, mis nalgas, mi cintura. Con fuerza se sujetaban de mi, para impulsarse a mi interior como si compitieran por ocupar el espacio que cedía poco.

La delgada membrana que los separaba dentro de mi era imperceptible, Los dos penes disputaban una vigorosa contienda por apoderarse de mi.

Mi satisfacción sólo crecía,  sabiendo que era el objeto de sus deseos, de esa lujuria desenfrenada, casi animal, como una especie de alabanza: me sentí su Diosa, a la que elogiaban con su firmeza y a la que querían glorificar en el placer.

David ganaba terreno por la longitud, los testículos de los dos chocaban disputando terreno pero la robusta verga de Mauricio suministraba un perfecto empuje a mi punto G y todas las terminaciones nerviosas de mi vagina, lo que me hacía tener orgasmo tras orgasmo tras orgasmo tras orgasmo.

Gustavo daba vueltas al rededor de nosotros, con su enormidad entre las manos, era testigo de ese bestial momento, de esos dos hombres llevados a su naturaleza mas salvaje, donde solo jadeaban y vociferaban placer sobre mi, la beneficiaria de esos instintos, lo deseaba a el también.

Se sentó al lado de Mauricio y sentí la urgente necesidad de montarlo.

David y Mauricio no iban a ceder tan fácil, me tenían bajo su mando, la doble penetración me tenía doblegada, Nuestras respiraciones ya eran una, al unísono mi gemir con su jadeo, parecía imposible salir de esa sofocante opresión de carne y sudor y deseo.

Tuve que gritar: “¡Basta!”.

Sus enérgicas embestidas pararon en seco, mi gemir era involuntario, lo necesitaba para soportar y disfrutar ese despliegue de fuerza.

David sacó su largo pene de mi ano, dejando ese espacio anhelando por más, la verga de Mauricio aprovechó la falta de competencia para entrar hasta el fondo de mi vagina haciéndome cambiar el gemido por un grito agudo de placer.

Entre el sudor, el lubricante, mi excitación y la de mis amantes: mi sexo y mi ano eran un caudal de líquidos que escurrían por nuestras piernas. Le dí un beso a Mauricio, un beso tierno, agradecida por esa contienda e inmediatamente me fui a los brazos de Gustavo, lo besé y tomé su enorme pene entre mis manos para dirigirlo a mi vagina, en esa posición con la que habíamos empezado todo íbamos a terminar.

Me cogió delicioso mientras besaba mis labios.

Y ésta vez fui yo, quien mientras Gustavo tomaba con fuerza mi cintura, mis manos se centraron en abril mis redondas nalgas para invitar a Mauricio a habitar el espacio interior de mi culo.

Lo deseaba tanto, los dos mas poderosos de la noche compartiéndome, empalándome en búsqueda de un placer común.Y así, Mauricio puso un pie al lado de mi pierna y después el otro, al lado de mi otra pierna, acuclillado detrás mío, su pesada mano empujó mi espalda, sometiéndome.

Mis manos abriendo mis nalgas lo deseaban, lo llamaban y del hizo lo propio, colocando la punta de su gordo pene en mi entrada y empujando lento, pero dejando patente que eso sería el cúlmen de mi sometimiento a mis tres amantes.

Y mientras Gustavo esperaba sin movimiento, para darle libertad a Mauricio, David sujetó mi mandíbula con fuerza haciendo que mi boca abriera para recibir esa verga hermosa a punto de estallar.

Mauricio se deslizó lento hasta el fondo, su peso caía sobre mi espalda, estaba sometida; mis dos amantes me comprimían como si fuera la encomienda de sus deseos.

David cogió mi cabeza como una extensión de su propia masturbación.

Mauricio empezó el juego de la penetración y Gustavo entendió el movimiento de su compañero: cuando el grueso mástil de Mauricio abría mi ano para entrar, Gustavo salía de mi vagina, bombeando el frenesí vuelto fluidos de mi interior, en busca de lubricar todo lo que sucedía sonde se conectaban nuestros cuerpos.

Como en una danza de la naturaleza, los cuatro estábamos coordinados al unísono del éxtasis y el deseo.

Mauricio resoplaba en mi oído izquierdo, Gustavo se hundía en mi pequeño pecho, mis brazos se enredaban con los de ellos y mi cara se mantenía erguida para recibir a David.

Mauricio jadeó fuerte, sabía lo que venía “quédate dentro” pensé, lo deseaba.

El volumen de nuestros gemidos subió unánime.

El pene de David paró en seco al fondo de mi boca al mismo tiempo que Mauricio al fondo de mi ano. Sentí la descarga inmensa de un delicioso semen que tuve que dejar salir a borbotones desde la orilla de mis labios y que buscaba camino en mi cuello, mezclándose con mi sudor, mi desordenado cabello y el aliento de Mauricio que exhalaba espasmos de eyaculación en lo mas profundo de mi interior: su pene se ensanchaba y se comprimía exprimiéndose.

Gustavo seguía bombeando, cada vez más rápido, cada vez con más espacio, Mauricio cedía terreno aunque no retiraba su calmada verga de mi, comenzaba a relajarse todo excepto el impetuoso movimiento de Gustavo que seguía sin dar tregua hasta que por fin Mauricio, dando tumbos, se quitó de mi espalda dejando mi ano al descubierto: oportunidad que Gustavo no dejó pasar.

Sacó su largo y hermoso pene de mi húmeda vagina para enterrarlo en donde lo esperaba la eyaculación de Mauricio.

Hasta el fondo de lo profundo, Gustavo se detuvo para disfrutar de sus propios espasmos: su corrida fue abundante, mi vagina recibía los chorros que escurrían.

La conciencia regresó con la respiración.

Me levanté del cansado cuerpo de Gustavo, adolorida, agotada e inútil, empapada en sudor y sexo.

Me dejé caer junto a mi amante, las cosas fueron tomando forma real de nuevo, mi ano y mi vagina palpitaban enérgicamente tratando de regresar a la normalidad.

David se acercó y se sentó junto a mi abatido cuerpo, con lo que me quedaban de energías me acomodé en sus piernas y Gustavo sostuvo las mías. Descansé entre sus caricias. Estábamos agotados.

Mi cuerpo poco a poco regresaba a la normalidad, mi cadera relajaba las dilataciones que sostenía, mi espalda regresaba a su postura después de los embates de Mauricio, mis brazos dejaban de temblar y mis piernas por fin se distendían rectas.

Cuando los cuatro pudimos respirar con normalidad, les pedí que repitiéramos en cuanto fuera posible.

David y Mauricio se despidieron de Gustavo y de mi.

Gustavo dormiría conmigo esa noche en esa casa alquilada en Airbnb sobre la calle de Orizaba, en espera de que Daniela nos alcanzara por la mañana a cumplir junto conmigo, la tarea de consentir a su exquisito marido.