Origen (1)

Soy una Escort activa y esta es la historia completamente real de como me inicié en el mundo de la prostitución.

En el capítulo "La Historia al Revés" de su libro "Gog", Giovanni Papini asevera que la historia solo puede estudiarse desde el presente y no partiendo del pasado como se suele hacer. Esto es porque el pasado solo nos importa en aras de entender lo que corresponde a nosotros.

Guiándome por esta reflexión, y para no aburrirlos con vivencias pasadas de una desconocida, aguardé un poco la narración obligada del como fue que me inicié en este negocio. Sin embargo, supongo bajo el embriagador hechizo de la egolatría, que en estas fechas más de un lector desea conocer las circunstancias que me pusieron donde estoy. Aquí está entonces, la narración del torcido camino que recorrí antes de crear el blog que ahora nos comunica, esperando entretener a mis visitantes con mi extraña y atrevida iniciación.

Desde hace cuatro meses el mundo de la prostitución forma parte de mi vida; Un mes antes de ello decidí tramitar un permiso en la universidad para postergar el semestre, ya que por un revés económico no tenía para sustentar los gastos primarios. Sabía que entrar a trabajar con horario fijo me haría perder varias materias y que las que tomara las finalizaría con baja calificación, además me privaría de algún rato de cara soledad que toda persona misántropa necesita. Como intenté incursionar en el comercio cibernético para emplearme por mi cuenta, tenía demasiado tiempo de sobra. Eso, y la calentura omnipresente en la que me había dejado una relación de dos años con el hombre que más he querido pero que no me deseaba en lo más mínimo, provocaron que hiciera lo que cualquier ocioso en exceso hace con una computadora: mirar pornografía. Pero como mi perversidad no tiene límites, en vez de ver las galerías habituales me dediqué a observar imágenes de BDSM (dominación-sumisión, sadismo-masoquismo) , mi fantasía sexual favorita. Esto trajo a mi memoria una cuenta de correo electrónico con varios contactos que me seguían a sol y a sombra a causa de un par de malos relatos eróticos que publiqué en la red hacía tiempo. Así que exacerbé mi calentura conversando en línea con varios hombres que, gustosos, se ofrecían a ser mis amos y a mostrarme las delicias de la práctica en cuestión. Tenía un conversador especialmente elocuente y depravado, parecía decir exactamente lo que yo quería escuchar en el momento justo, poseía una intuición casi animal, y yo me divertía tentando su voracidad bajo la dulce protección del anonimato. Él solía arrancarme las palabras de entre mis dedos sin que yo me diera cuenta, guiaba las conversaciones de tal manera que siempre terminaba confiándole mis intimidades. Escudriñaba mi mente para encontrar debilidades e incluso a veces, luego de conversar un rato con él, me sentía desnuda y observada. Un día, después de una hora de plática y para desviarlo de sus constantes e indescifrables preguntas, le comenté que necesitaba dinero y trabajo. Intentaba aburrirlo con quejas cotidianas para que se despidiera (no sé porque no me largaba yo). Pero en vez de eso me respondió de manera casi siniestra: "Yo te doy el dinero que tu quieres, porque al parecer aunque te crees muy lista no sabes como ganártelo, solo que ya sabes qué quiero de ti a cambio".

La propuesta me dejó helada, sabía como, pero realmente no lo esperaba. "$3,500 a cambio de que seas mi esclava por tres horas" escribió  intuyendo que en mi silencio se encerraba una afirmación. Creí pensar que su proposición era infinitamente ofensiva e irreal, y sin embargo me hervía la sangre, estaba enrojecida mi cara y mis manos temblorosas y empapadas de sudor no sabían que escribir. No sé porque le contesté, no sé si fue mi morbo, mi deseo constante de tentar y probar al ser humano, mi curiosidad insaciable o mi desesperada necesidad de dinero, pero le dije sin saber lo que decía que lo haría por $4,000. En la ventana del servicio de conversación en línea apareció escrito, como si todo lo que yo pensaba de mí, de mi familia, de mi vida y de mí voluntad hubieran dejado de existir:

"Que así sea, mañana te quitaré lo prepotente y engreída. Irás en minifalda y sin ropa interior y gozarás como nunca entregándoteme como una puta".