Orgulloso de mi madre (9)

Una cita secreta y un intenso momento a tres con mi madre y mi tía.

ORGULLOSO DE MI MADRE (Cap. 09)

Una cita secreta y un intenso momento a tres con mi madre y mi tía.

Tras el numerito exhibicionista de mi madre ante sus amigos Alberto y Alfredo y ante mí mismo y que acabó con una soberana eyaculación por parte de nosotros tres, habíamos quedado en volver a visitar su piso ya directamente el viernes siguiente.

Durante los días siguientes a aquella sesión con ella de protagonista en el piso de Alberto y Alfredo, mi madre y yo ni hablamos ni por supuesto hicimos nada más pues no hubo ninguna oportunidad de estar a solas.

Por otro lado, la nota que me había dado Alberto contenía los datos para una cita: un bar, un día y una hora. La pude leer cuando llegué a casa y al día siguiente a la tarde, que ese era el día indicado en la nota, acudí a la cita clandestina con Alberto y Alfredo sin saber de qué se trataría y bastante intrigado al respecto.

Al llegar a la cafetería de la cita, ellos ya estaban esperando sentados en una mesa y en compañía de una señora de unos 68 años de edad, muy bien conservada y bastante atractiva.

-Hola, -saludó Alberto.– Mira, quiero presentarte a mi madre, Asunción. Mamá, este es un amigo de una empresa que colabora con la nuestra y para evitarnos un viaje hemos quedado esta tarde aquí, que seguro que arreglamos un tema más rápidamente que en la oficina.

Yo le di los dos besos de rigor a la madre de Alberto mientras recordaba sus palabras en tono confidencial de de días antes sobre sus deseos para con su madre. La verdad es que la mujer estaba de lo más deseable aunque tuviera 60 años muy largos. Era rubia, seguramente teñida, y ya con abundantes canas en su pelo relativamente corto y muy bien peinado. Era bastante guapa y se apreciaba lozanía en su cuerpo aunque era más ésta una impresión que otra cosa, pues la señora iba vestida de forma que apenas se veían sus antebrazos y un poco de sus piernas bajo las rodillas. Parecía muy simpática y estuvo muy amable hablando con los tres de trivialidades.

En un momento dado Alberto dijo:

-Si nos disculpas, mamá, vamos a tratar ese asunto con este amigo y enseguida estamos contigo. Para no aburrirte ya nos cambiamos nosotros de mesa mientras tú te acabas tranquilamente tu café.

Dicho esto nos trasladamos a otra mesa retirada, en uno de los rincones de la cafetería y Alberto continuó:

-Te preguntarás a qué viene esta reunión… clandestina. Bueno, te lo aclaramos ahora. Como ya te dijimos en su momento, y como es más que evidente, tanto a Alfredo como a mi nos encantaría acabar tirándonos a tu madre y a tu tía aunque nos cueste un tiempo llegar a ese desenlace. Te lo planteo así de claramente porque ya sabemos que no te escandaliza, sino todo lo contrario, y más desde lo del otro día.

-De todas formas –continuó Alfredo– y pesar de todo lo que ya hemos hablado hemos pensado que tal como van las cosas, hay bastantes posibilidades de que en la cita del próximo viernes las cosas vayan a más y que con un poco de suerte terminemos ese mismo día gozando con esas dos jamonas que son tu madre y tu tía. Vamos… que cuando digo "gozando" quiero decir… "follando".

-Sí, yo creo que hay posibilidades y, sinceramente, espero que así sea y que todos lo pasemos bien. –Les confirmé yo mi favorable disposición.

-A eso íbamos. Hemos querido tener esta conversación contigo para asegurarnos completamente que a tí te parecerá bien que el viernes intentemos… bueno, eso, follar con tu madre y tu tía.

-Me parecerá estupendo. Ya os he dicho que por mí no sólo no hay problema sino que es precisamente lo que quiero y esa era mi intención cuando al principio de todo esto animé a mi madre y a mi tía a que acudieran sin sus maridos a esa sala de fiestas. Yo lo que quiero es que ellas se lo pasen bien, que se tomen la revancha de toda una vida de represiones y tabúes y que disfruten de verdad de algo tan bonito como el sexo. Y con vosotros seguro que acaban con el chichi bien satisfecho.

Los tres reímos por mis palabras y Alfredo, retomando el semblante y el tono más bien serio con el que habíamos estado hablando, continuó:

-Es que si no te pareciera bien nosotros nos retiramos ahora mismo y ya está. Lo que no queremos es causar problemas. Y ya sabes que a veces en el momento de la verdad

-Vuestra actitud me parece estupenda, chicos. Habéis demostrado que sois honestos y de confianza y eso es lo que quiero para mi madre y mi tía. Por mi parte os reitero que no hay problema alguno, todo lo contrario. Hablando claro, tengo tantas ganas como vosotros de que os folléis a ese par de golfas. Respecto a ellas en el momento de la verdad no puedo decir nada, pero viendo como han ido las cosas en los últimos encuentros pienso que no habrá problemas. Mi madre creo que es la menos lanzada y ya vistéis cómo se desnudó delante de nosotros el otro día así que con mi tía creo que la cosa está más que asegurada. No puedo garantizar nada, claro, pero creo que ambas están listas para que gocen con vuestros rabos.

-Y con el tuyo… -dijo Alberto.– Al menos tu tía lo probará ¿no?

-¡Ya me gustaría! Y eso espero –contesté yo riendo,- que al menos mi tía lo pruebe.

-Bueno, con lo bien que te llevas con tu madre para estas cosas, ¿quién sabe, no? Igual no es tu tía la única en probarlo. –Dijo él con picardía par ñadir a continuación:- Bueno, perdona, que igual esa alusión a llegar a tener relaciones sexuales con tu madre te ha parecido un poco excesiva, perdona

-No hay nada que perdonar, hombre. Ya vistéis el otro día con qué satisfacción me corrí viéndole el culo a mi madre así que… Seguro que a ella sí le parecería un poco fuertecito pero bueno, viendo lo golfa que se muestra últimamente y la facilidad con la que enseña el chumino incluso delante de mí

Los tres reimos y ya dábamos por concluida nuestra conversación cuando Alberto le dijo a Alfredo:

-Oye, Alfredo, vete a hacer compañía a mi madre, anda, no se vaya a impacientar, mientras yo acabo de fijar los detalles con nuestro amigo.

Alfredo se dirigió a la mesa que ocupaba Asunción, la madre de Alberto, y éste entonces, bajando la voz, me dijo a bocajarro:

-Oye, ¿qué te parece mi madre? La he hecho venir con nosotros para que la conozcas. Ya sabes que de la misma manera que a tí te parece bien ver a tu madre... bueno, disfrutando con nosotros, a mí me encantaría ver a la mía portándose como una zorra con otro tío, y nadie mejor que tú para jugar ese papel. La lástima es que mi madre no es precisamente como la tuya de cachonda

-Bueno, nunca se sabe. Yo hace dos meses no hubiera pensado que mi madre podía llegar a estar enseñando el culo delante de mí y de otros dos hombres mientras nosotros nos masturbábamos y ya ves.

-Ojalá ocurriera lo mismo con la mía, que me tiene caliente desde que tenía 15 años, y cada vez me pone más cachondo la muy puta. Bueno, pues lo dicho, hoy quería que os conociérais. A ver si otro día arreglamos algún encuentro casual y poco a poco le entras, a ver como reacciona. Pase lo que pase te estaría muy agradecido si intentas algo con mi madre. Quiero saber de verdad si es tan casta y decente como aparenta o si hay alguna posibilidad de que esconda a una viciosilla tras esa apariencia de ancianita angelical.

-Por mi encantado porque tu madre está muy buena ¿eh? Ya me gustaría tocarle esas tetazas que tiene, ya.

-Ya es mayor, que anda por los 68 años pero no está nada mal, ¿verdad? Y esas tetas…las tiene gordas y buenas, ¿eh? –dijo Alberto visiblemente satisfecho-. Y la de pajas que yo les habré dedicado.

-Pues si tú quieres ya trataré yo de vérselas y de tocárselas también, hombre.

-Ojalá lo puedas hacer y yo que lo vea.

Ya dimos por concluida la conversación y volvimos a la mesa ocupada por Asunción y Alfredo. Charlamos animadamente durante otros 20 minutos mientras yo me fijaba con detalle en aquella atractiva sesentona. En efecto tenía muchos atributos para gustar, especialmente a los amantes de las maduras como yo. Estaba más bien rellenita pero sus curvas se podían apreciar perfectamente incluso con la ropa que llevaba. Sus caderas eran anchas y su culo parecía ser de tamaño más que respetable y redondeado. Lo que más destacaba de ella, como queda dicho, sin embargo eran aquel par de ubres que rellenaban su pecho con contundencia. Cuando ya nos íbamos yo aproveché para piropearla elegantemente. Le dije a ella que estaba encantado de haber conocido a una mujer tan guapa y atractiva y a Alberto que que suerte tenía por tener una madre así. Ella rió halagada y complacida y yo continué con mis lisonjeras palabras.

-Lo que me extraña es que en el rato que hemos estado hablando de negocios nosotros no se haya acercado a una dama tan atractiva ningún caballero.

-¡Hijo mío! –rio divertida ella– A una mujer de mi edad ¿quién se va a acercar?

-Pues cualquiera que tenga un poco de gusto porque señora, con el permiso de su hijo, debo decir que está usted estupenda y que resulta enormemente atractiva. Espero que no le moleste mi atrevimiento

-Vaya amigos más encantadores que tienes, Alberto, y yo sin conocerlos. –Volvió a reir con simpatía la señora.

-Bueno, pues ahora ya os conocéis, y ya que parece que os caéis tan bien, si volvéis a quedar para tomar algo no dejéis de avisarme. –Dijo Alberto continuando la broma iniciada por su madre.

-Bueno, Alberto, -dije yo siguiendo aquel juego que empezaba a adquirir cierto tono pícaro– te avisaremos si esta dama y yo lo juzgamos oportuno. Igual quedamos para tratar algún asunto particular y bueno… ya sabes, puede que no sea estríctamente necesario que estés presente.

-Entendido, entendido –rió Alberto divertido y también, sin duda, complacido por el modo humorístico como yo había conducido la conversación para llevarla a aquel terreno–. Sé entender cuándo sobro, y desde luego si mi madre tiene una cita seguro que sobro.

Los cuatro reímos de buena gana y Asunción dijo:

-Hijo, hijo, si te oyera tu padre decir esas cosas… Cómo si yo tuviera citas con caballeros a menudo. No las he tenido a espaldas de tu padre en más de cuarenta años de casada y ahora, con 68 que ya tengo me temo que mi tiempo para las citas clandestinas ya se acabó.

-Siempre es buen momento para experimentar cosas nuevas, señora mía. - tercié de nuevo yo-. Y en cuanto a lo de tener citas, si no es así será porque usted no quiere señora porque ¿a quién con un mínimo de gusto no le apetecería citarse con una dama tan atractiva como usted.

Luego ya nos despedimos, yo volví a dar dos besos en las mejillas a la madre de Alberto, a los que ella respondió con una sonrisa, y ya me fui dejando a Alberto, a su madre y a Alfredo.

Tras aquel encuentro con Alfredo, Alberto y la madre de éste, no ocurrió nada digno de mención hasta el jueves de aquella misma semana. Ese día yo había llegado pronto a casa de trabajar y a última hora de la tarde mi madre y yo nos quedamos solos en casa. Yo estaba viendo la tele cuando ella entró en la sala y sentándose a mi lado me preguntó:

-Entonces, hijo, ¿qué te parece que pueden querer Alberto y Alfredo mañana? Que no hemos tenido tiempo de hablar de esto.

-Pues seguramente querrán hacerte pasar un buen rato, mamá. Y yo espero que te lo pases de miedo, macizota. –Le contesté mientras le acariciaba un muslo levantándole el vestido que ya había dejado bastante arriba al sentarse.

-Hijo cómo eres… Pero bueno, yo quiero que me digas en concreto que crees que querrán hacer ellos. Y dímelo con todas las letras, cariño, ya sabes que hay confianza, ¿no? Y que además yo agradezco mucho que me cuentes lo que tú piensas que pueda pasar para que nada me pille de sorpresa.

-Pues mira, mamá. ¿Quieres que hable claro, no? Pues creo que querrán follarte. –Le dije claramente mientras apreciaba un brillo de lujuria en la mirada de mi madre al oirme hablar en aquellos términos-. Y a mí me parecerá estupendo ¿Te lo digo así o te parece que estoy siendo demasiado brusco?

-No, cariño. –Rió ella divertida por lo rotundo de mi lenguaje-. Eso es lo que quiero, que me lo digas tal como lo piensas y todo lo que piensas. Además, me gusta que me hables así… ya sabes, que digas eso de "follar" y "chocho" y cosas así; me gusta mucho que emplees ese lenguaje conmigo.

-Bueno, mamá, pues todo lo que tenga que decirte te lo diré así. A mi también me gusta decirle a mi mamá cosas como "follar", "culazo", "golfona" y eso… -Reí yo complacido y hasta excitado por estarle hablando así a mi madre.

-Claro que sí, hijo, que soy tu madre y hay confianza para hablar así, bueno, entre nosotros, claro. Oye, ¿y dices que a tí te parecerá estupendo que nos quieran… bueno eso… follar?

-Pues claro, mamá. Tú disfruta, que de lo que hagas el viernes no se va a enterar nadie y cuanto más goces pues mejor para tí. A mí me parecerá estupendo que te… follen, si a tí te apetece, claro.

-Ay, hijo, casi ni me puedo creer que esté hablando de estas cosas, y además contigo… Si se enterara tu padre

-Tú deja de pensar en mi padre, mamá. Y si él no piensa en ti todo lo que debiera que se atenga a las consecuencias; que eso ya lo hemos hablado… Por pasártelo bien sin él no haces nada malo

-Vale, vale, hijo; me alegra y me tranquiliza mucho que me digas esas cosas y que tengas esa manera de pensar.

-Y yo me alegro de que tú también la vayas teniendo, mamá. Recuerda que casi podríamos decir que,después de la vida de represión que has llevado, es tu obligación disfrutar de tu cuerpo siempre que no le hagas daño a nadie.

-Oye, ¿y qué más crees que querrán hacer esos? Dime con detalle. Como te dije el otro día, ya sabes que no querría parecer una mojigata si ellos dicen algo y bueno… que yo no sé lo que es o lo que hay hacer… Yo ya soy vieja pero la verdad es que soy una mujer sin demasiada experiencia sexual. Creo que he hecho lo justo para quedarme embarazada en su momento, ya me entiendes. En aquellos años cualquier cosa que fuera hacerlo sin la luz apagada era cosa de mujeres poco decentes y… Ya sé que hay muchas más cosas que se pueden hacer para disfrutar pero yo seguro que no he hecho casi ninguna y no me he imaginado ni la mitad. Por eso me gustaría saber todo lo que a Alberto y a Alfredo se les puede ocurrir hacer mañana. ¿Tú qué crees que querrán hacer? Ponte en su lugar para imaginártelo y cuéntame, anda.

-Pues mira, mamá. Te voy a hablar poniéndome un poco en su lugar como tú dices. Si yo fuera ellos y tuviera a mi disposición a dos hembras macizotas como vosotras, desde luego, como te he dicho antes, os pasaría por la piedra, bueno, hablando claro, os follaría porque estáis las dos para daros una buena follada.

-¡Uyyyy! ¿De verdad crees eso, cariño? –dijo mi madre con una risita.

-Ya lo creo, mamá. Bueno, sigamos. Os comería a las dos las tetas, que las tenéis estupendas

-Ya un poco caidas ¿no? – me interrumpió ella.

-A mi me gustan así. Las tuyas me parecen deliciosas, mamá. Igual el viernes, como las enseñes otra vez, no me aguanto y te tengo que dar un buen magreo y unas buenas chupadas en ellas. -Le dije yo simulando tono de broma pero con toda la intención para ver cómo reaccionaba ella ante mi directa insinuación a la posibildad de tocarle y hasta de chuparle las tetas.

-Pues hijo… Ya sabes que tu mamá no te va a decir nada por eso… ¿Desde cuando está mal que un hijo acaricie a una madre? –Respondió ella con un brillo pícaro en la mirada.

-Lo tendré en cuenta, mamá. –Continué yo riendo.– Bueno, sigamos. Además de comeros las tetas os comería el chocho.

-Hijo, a eso quería llegar yo porque el otro día salío el tema y… bueno, a mí nunca me han hecho nada así y… ya sabes… No quiero parecer una mojigata, no me gustaría que esos notaran que yo nunca he probado ciertas cosas

-Tú lo que tienes que notar es cómo te pasan la lengua por la raja, mamá. –Le respondí yo haciendo que ella soltara una sonora y divertida carcajada.

-Ay, hijo, qué cosas tienes… ¿Pero eso no es una guarrada?

-Sí, mamá, es una cochinada bien rica. Ya verás el viernes, ya… que creo que esos ya la semana pasada te hubieran dado una buena lamida en el chumino, así que seguro que este viernes no dejan pasar la oportunidad. Y ya verás tú lo que vas a disfrutar con una lengua o con varias paseándose por todo tu rico chochazo.

Mi madre reía nerviosamente y seguramente excitada ante mis explicaciones y mis palabras.

  • Hijo ¿y a tí te parece bien que tu madre se deje hacer eso?

-¡Pues claro, mamá! Y lo que es más importante: a tí te parecerá mejor. Ya verás.

-Es que es como de guarras ¿no?

-Pues eso es lo que tienes que ser tú el viernes en el piso de esos dos. Una guarrota. Ya eres una señora decente el resto de la semana

-Y toda la vida, hijo. Toda la vida. –Me interrumpió ella.

-Pues eso, mamá. El viernes te portas como una guarra y ya verás que bien te lo pasas. Que no se va a enterar nadie, así que allí no tienes que hacerte la decente. Espero verte portándote como una putorra, mamá. A mí me encantará, te lo aseguro.

-Hijo, –dijo ella con una risa nerviosa y pícara– la verdad es que me tranquiliza y me gusta mucho que me digas esas cosas. Lo que no querría es parecer una putorra si a tí no te gusta, pero si te parece bien

-Me parece fenomenal, mamá. Estaré orgullosísimo de que te portes como una puta.

-Ay, hijo, qué cosas me dices.

-Lo que pienso, mamá. Y es que además creo que la más beneficiada de que te portes como una zorra vas a ser tú misma, así que...

-Bueno, y qué más, que más crees que ellos… Pero ya sabes, dímelo con todo detalle y diciéndolo como ellos lo puedan decir ¿eh?

-Bueno, mamá. Pues seguro que también querrán que tú y la tía les hagáis una mamada, ya sabes, que les chupéis las pollas.

-Hijo, eso sí que es una guarrada, ¿no?

-Bueno, a mi me parecería delicioso que dos hembras como vosotras me… bueno eso, que me chupárais la polla. A vosotras no se qué os parecerá. De todas formas, mamá, ya sabes que tienes que hacer lo que te apetezca y no hacer nada que no te apetezca. Aunque ellos lo estén deseando, seguro que no les parece mal que no hagáis algo que no os apetece a vosotras. Ellos han demostrado ser muy respetuosos y seguro que quieren que todos lo pasemos bien, especialmente vosotras. Y uno se lo pasa realmente bien cuando hace todo lo que le apetece y sólo eso sin poner en aprietos o compromisos a los demás.

-Claro, claro. Pero lo que yo quería decir, lo que yo querría saber es… si tú me ves chupándole… bueno eso… la polla a uno de esos… ¿qué pensarías?

-Pues si a tí te apetece me parecería estupendo, repito, si a tí te está apeteciendo hacerlo.

-¿Pero no te parecería que tu madre es una…?

-Sí, mamá –la interrumpí yo riendo– me parecerías una putorra y una golfona. Pero eso es lo que me gusta que parezcas así en la intimidad; sobre todo si así te lo estás pasando bien ¿vale? Ya sabes que cuanto más puta seas yo más orgulloso estoy de tí.

Ella reía complacida ante mis palabras y entonces dijo:

-Bueno, cariño, pues está todo claro. Y ahora tengo que confesarte una cosa.

-¿Qué, mamá?

-Bueno, mira. La verdad es que te he preguntado todo esto para saber lo que pensarías tú si me el viernes me ves… bueno… haciendo esas cosas. Porque la verdad es que tu madre no es tan cortita y, hombre, lo que es hacer una mamada ya sé lo que es aunque mucha práctica no creas que tengo, eso te lo puedo asegurar. Lo que quería era comprobar que a tí no te va a parecer mal ver a tu madre… bueno, haciendo esas cosas. Vamos que no te vas a sentir incómodo si me ves con otro hombre… ya sabes.

-Sí, con una buena tranca metida en la boca.

-Eso es –soltó ella una nueva carcajada.

Los dos reimos divertidos y yo le dije:

-Pues ya sabes que me parecerá estupendo verte hecha toda una golfa. Ahora que si tú estás más cómoda si yo no estoy

-¡De eso nada, cariño! Yo quiero que tú vengas con nosotras, por supuesto. Y tú tía, tanto como yo, y si no ya lo verás

-Bueno, pues como queráis

-Bien, pues eso, no olvides que tanto tu tía como yo queremos que tú estés con nosotras, ¿eh? Además creo que tu tía tiene alguna idea con respecto a tí, después de la sobada de tetas que le diste el otro día. Y además, a mí también me gustará volver a verte… eso, la polla, después de habértela visto el otro día… que me hizo mucha ilusión y me gustó mucho vértela toda empinada mientras me mirabas

-Pues espero no defraudar a la tía, mamá. Y a ti tampoco, así que ya enseñaré la polla, ya. Y cuando tú me la veas ya te puedo asegurar que va a estar muy, pero que muy empinada.

-Bien, hijo. –Contestó mi madre soltando una carcajada-. Que tú a mí bien que me dices que tengo unas tetas bonitas pero yo a tí no te he dicho que tú tienes una polla muy bonita, pero ya sabes, pienso que la tienes bien buena, ja, ja, ja

-Gracias, mamá. Me alegro mucho de que te guste

-Hijo, me da no sé que decirte estas cosas pero es lo que pienso y entre nosotros hay confianza ¿no? La verdad es que el otro día a mi también me puso muy… caliente… verte a tí la polla allí toda dura mientras yo enseñaba el culo y luego verte cómo… cómo te corrías. Pensar que verme a mí el culo te pone tan cachondo es algo que me gusta mucho

Los dos nos reimos alegremente y en aquel momento llamaron al timbre. Resultó ser precisamente la tía Rosa. Al entrar en nuestra casa nos explicó que había decidido venir dando un paseo para hablar con mi madre porque en su casa había gente y no podía hablar por teléfono con tranquilidad. Quería charlar sobre los detalles de la próxima cita en el piso de Alberto y Alfredo ya que mi madre apenas había podido comunicarle por teléfono la nueva cita y darle unos pocos detalles de la última visita de mi madre y mía a aquel piso.

Mi madre, tras confirmarle la nueva cita y que esta sería directamente en el piso de los dos hombres, le contó con más detalle nuestra última visita al piso. Yo también participé en el relato haciendo especial hincapié en la excitante exhibición que nos hizo mi madre y en lo que nos gustó a los tres hombres ver sus encantos al desnudo.

Mi madre le contó que los tres estuvimos con la polla al aire, tocándonosla y que acabamos con una buena corrida.

-¡Hala! Vaya sesioncita, ¿eh, zorrona? –le decía mi tía.– O sea, que les viste la polla a los tres ¿no? –Mi madre asintió divertida y Rosa continuó:- Pues venga, cuenta, cuenta, ¿cómo la tienen?

Mi madre empezó a describir con detalle las pollas de Alberto y Alfredo y yo me quedé un tanto sorprendido del grado de detalle con el que lo hacía. Desde luego se había fijado bien la muy calentorra. Cuando empezó a describir la mía me percaté de que tampoco se había perdido detalle alguno.

-La tiene gorda, no tan larga como la de Alberto, pero más gorda –decía– y tiene unos huevos que bueno…, gordos y buenos, no sabes chica

-Oye, mamá. Para que se haga una idea de cómo es mi polla igual mejor se la enseño ¿no?

Las dos rieron divertidas y dijeron casi a una:

-Claro que sí, venga, venga.

Entonces yo me bajé el pantalón y el calzoncillo y mostré mi erecta polla, ya que la conversación y la situación no eran como para tenerla en reposo.

-¿Ves? –dijo mi madre divertida.- ¿Ves qué gorda? ¿Y los huevos, eh?

Mi tía entonces me la agarró y mientras me sobaba con todo descaro el cipote y los huevos decía:

-Hija, qué gusto da tocar una tan dura y tan buena. Anda, mira, toca, toca

-No sé… -dijo mi madre dudando y algo cortada.

-Anda, anda, no te andes con remilgos ahora. Aunque sea tu hijo, qué mas da. ¿No te ha visto ya él a tí todo el culo y hasta el chocho? Toca, toca, que de estas no catamos todos los días. Una polla de un chico de esta edad… bueno, bueno... Anda no seas tonta.

Mi madre me miró como pidiendo mi aprobación y dijo:

-Bueno, no pasa nada porque te toque un poco como tu tía ¿no?.

Yo le sonreí y dije:

-Claro que no, mamá. Toca si quieres que a mí no me va a molestar, no.

-Claro, hombre, ¿qué va a pasar? –insistió la tía Rosa siguiendo con su hábil y excitante manoseo por todo mi paquete.

-Lo que puede pasar es que me corra aquí mismo, que mucho no me falta… -dije yo.

-Pues venga, que la zorra de tu madre ya te ha visto correrte de gusto pero yo no.

Mi madre entonces, aparcados ya sus aparentes remilgos iniciales, también empezó a acariciarme los huevos y la polla repartiéndose la zona con mi tía.

-Oidme, chicas. –Les sugerí yo entonces a ellas-. Para que la siga teniendo dura ¿por qué no me enseñais un poco las tetas así según estais?

Las dos rieron con alegría y mientras comentaban lo pícaro que yo era, la tía Rosa se sacó sus tremendas ubres por encima del escote de su vestido negro estampado. Entonces mi madre riendo también dijo:

-¿También quieres verle las tetas a tu madre, cariño?

-Pues claro, mamá. Aunque sólo sea así, como la tía.

Entonces mi madre también se sacó las tetas por el escote de su vestido de tirantes rojo. Era delicioso tener al alcance de la mano aquellos dos pares de tetas tan apetecibles. Se las empecé a tocar con parsimonia, disfrutando de su blandura y tibieza, mientras ellas reanudaban sus toqueteos en mi paquete.

Estuvimos así un rato, tocándonos y haciendo comentarios picantes. Mi madre me acariciaba el prepucio, completamente húmedo y brillante debido al abundante líquido preseminal, y mi tía deslizaba sus dedos por mi culo mientras con la otra mano me acariciaba los huevos, cuando ya no pude aguantar más y estallé en un tremendo orgasmo en las manos de las dos hembras.

-¡Hala, qué cantidad de leche! –exclamó mi tía alborozada.– Esto si que es un semental. Sobrino, no faltes el viernes ¿eh? Que tu tía tiene algo para tí.

Los tres reimos y seguimos comentando lo ocurrido mientras los tres nos limpiábamos y recomponíamos.

Al rato Rosa dijo que ya se tenía que ir y sin más quedamos para pasar por su casa el viernes a las cuatro de la tarde, aprovechando que yo no trabajaba esa tarde, para recogerla y trasladarnos al piso de Alfredo y Alberto.

Continuará.

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