Orgulloso de mi madre (4)

Mi tía Rosa nos presenta a su modista y veo tres preciosos culos de maduras enfundados en sus bragas.

ORGULLOSO DE MI MADRE (Cap. 04)

Mi tía Rosa nos presenta a su modista y veo tres preciosos culos de maduras enfundados en sus bragas.

En el camino emprendido para hacer que mi madre olvidara viejas convenciones y disfrutara de la vida y del sexo, habíamos visitado una tienda de lencería en la que mi madre pudo surtirse de ropa interior realmente provocativa. Y lo mejor de todo es que una vez en casa me había mostrado cómo le quedaba. Ahora nos aprestábamos para una nueva tarde de viernes en aquella sala de fiestas en la que mi madre y mi tía habían quedado citadas con dos hombres. Pero primero aún me esperaba alguna otra algradable sorpresa en compañía de aquellas dos mujeres que día a día se iban haciendo más liberales y, ¿por qué no decirlo?, más calientes.

En los días sucesivos mi madre y yo no tuvimos ocasión de volver a estar solos en casa, así que me quedé con las ganas de ver su culazo enmarcado en aquella braga tanga que habíamos comprado. Cuando llegó el viernes volvimos a preparar otra simulada excursión por tiendas de muebles a la que también nos acompañaría la tía Rosa. Arreglada nuestra coartada, a eso de las cinco de la tarde, cuando ya estábamos solos en casa empezamos a prepararnos para nuestra escapada.

Yo estaba terminando de arreglarme cuando mi madre entró en mi habitación ya preparada.

-¿Qué tal estoy, cariño?

Se había pintado un poquito y estaba muy guapa. Llevaba un conjunto de chaqueta y falda verde en el que la falda le llega un poquito por encima de las rodillas y zapato de tacón. Como aún era verano no llevaba medias y sus piernas resultaban realmente atractivas.

-Estás preciosa, mamá. Por lo menos por fuera… -dije yo para añadir a continuación que su ropa interior también debía ser lo más atractiva y sexy posible pero no me dio tiempo ya que ella, de forma inesperada, se levantó la falda hasta que se le vieron las bragas, que resultaron ser las transparentes que habíamos comprado el miércoles anterior. Su gordo pero atractivo culazo quedó ante mi vista al darse ella una vuelta completa para exhibirse en todo su esplendor. También pude ver de nuevo su peludo conejo, apenas oculto por aquella fina tela y sus gordos y apetitosos muslazos.

-Desde luego eres mi madre, pero ganas de sobar ese cuerpazo macizo a base de bien no me faltan, macizorra. ¡Estás buenísima!

-¿Sí, cariño? – dijo ella riendo y visiblemente satisfecha del efecto causado– No sabes cómo me gusta que digas eso

-Menuda suerte va a tener el cabronazo que baile contigo hoy… Se va a poner como un burro al apretarte el culo.

-El otro día uno de los cabronazos que bailó conmigo fuiste tú –replicó ella sonriendo con picardía– y tú fuiste el cabronazo que me tocó el culo

-Y bien que me gustó.

-Y a mí, hijo, y a mí. Pues anda que no hacía tiempo ni nada que no me tocaban el culo de esa manera. Y aunque seas mi hijo… pues bueno, siempre es agradable saber que una gusta a un jovencito como tú

Tras estas bromas y piropos ya nos dispusimos a ir a buscar a la tía Rosa.

En el coche, a mi madre se le subía la falda al sentarse hasta medio muslo y yo no perdí ocasión de volver a piropearla. Como ella sonrió agradecida por el piropo incluso me atreví a darle unas suaves palmaditas en uno de sus rellenos muslos y luego acariciárselo un poco sin que ella protestara; más bien al contrario, sonrió con aprobación.

Llegamos a casa de la tía Rosa, la llamamos y ésta bajó inmediatamente.

-Vaya, tía, yo que imaginaba que aún no estarías preparada y que podríamos subir para verte en paños menores

-Menudo listillo estás tú hecho –me contestó con simpatía.– Pero tranquilo, que la verdad es que todavía no estoy preparada. Tengo que ir a casa de una modista a recoger el vestido que le dejé para arreglar y que es con el que quiero ir a la sala de fiestas esta tarde; así que venga, vamos, que allí igual me ves en paños menores como tú dices.

La tía nos indicó el sitio al que había que ir a recoge el vestido, que era cerca de su casa, y para allá fuimos los tres. Aparcamos y subimos los tres. Era una casa particular en la que la señora hacía arreglos de ropa y la tía Rosa había llevado allí a arreglar un vestido. Según nos explicó el arreglo consistía en hacer más pronunciado el escote y en abrir una abertura lateral.

-Menuda zorra estás tu hecha –le dijo mi madre en tono de broma.- Tú quieres ir hoy enseñándolo todo.

-Tiene razón tu hijo; -replicó mi tía-. Hay que aprovechar las ocasiones y yendo tapada se presentan pocas. Yo a mi edad ya voy a aprovechar todo lo que se presente para divertirme, ya te lo dije por teléfono… Lo que hemos estado hablando lo voy a poner en práctica, ya vereis. Además teniendo la seguridad de que con tu hijo podemos contar como coartada y que está más por la labor todavía que nosotras y nos anima… ¡ya lo creo que me voy a divertir, todo lo que pueda!

-Dí que sí, tía.

En esto ya llegamos a la casa de la modista. Esta nos abrió y tras darle el vestido a mi tía ésta le preguntó si se lo podía poner allí ya que se lo llevaba puesto. La modista, una mujer de unos 55 años, bastante atractiva por cierto, le dijo que no sólo podía sino que debía, no fuera a ser que hubiera quedado algo mal. Entonces mi tía se quitó el vestido que llevaba dejándonos ver a todos que su ropa interior estaba compuesta por un sujetador negro y una braga tanga del mismo color. Mi tía se puso el vestido, que por cierto le quedaba muy bien, con un escote realmente prominente que dejaba asomar buena parte de su enorme canalillo y sus estupendos pechos y una abertura más bien discreta pero que al sentarse, sin duda, desnudaría buena parte de su muslamen. La modista entonces, al ver a mi tía en ropa interior, dijo con simpatía:

-Este jovencito que viene con vosotras va a terminar con el pantalón abultado ¿eh? Bueno, a no ser que sólo te gusten la jovencitas… porque Rosa desde luego ya no es una chavala.

-A mi me gustan mucho más la maduritas que las chavalillas de veintitantos. Donde esté una mujer hecha y derecha que se quite lo demás.

-Sí señor, así se dice –replicó la modista para a continuación decir dirigiéndose a mi tía y a mi madre:- Desde luego vaya suerte, chicas. Menudo buen mozo que os llevais de fiesta. Este seguro que os deja agusto a las dos.

-¡Anda, anda! –dijo mi tía- ¡Pero si es mi sobrino!

-Pues poco te importa a ti que te vea el culazo tu sobrino… y a él seguro que tampoco, ¿a que no?

-Desde luego que no, todo lo contrario –respondí yo a su pregunta y añadí para que quedara claro mi interés sexual en mi tía.- Vaya braguitas, ¿eh, tía? Estás para comerte entera.

-Mira, mira como le gustas a tu sobrino. Si los líos entre tía y sobrino siempre han sido muy interesantes… -apostilló la modista. - Además, ¿no me dijiste que ibais a la discoteca esa de ligue?, ¿o váis con él?

-Claro que vamos con él. Nos lleva, nos trae y en el medio nos toca un poco el culo, ja, ja, ja

-Menuda suerte, chicas, un jovencito así… - uspiró la modista mirándome provocativamente. Como la mujer estaba relativamente cerca de mi decidí atreverme a decirle:

-Si usted piensa que es una suerte no tiene más que decirlo y ya la invito un día a esa discoteca, bailo con usted, le toco el culo y lo que sea. –Todas reían y yo continué-: Ya he dicho que a mi me gustan las señoras con unos añitos, las mujeres de verdad y desde luego usted lo es, y muy atractiva.

-Pues si te apetece tocarme el culo adelante, hijo, que ya no estamos como para perder estas oportunidades así que mejor ahora que otro día, que luego esas palabras se las lleva el viento, ja, ja, ja...

Entonces, como siguiendo la broma, me arrimé aún más a ella y empecé a tocarle el culo por encima de la bata que llevaba.

-Yo también puedo enseñarte las bragas, como tu tía… -Y diciendo esto se levantó la bata hasta la cintura mostrando sus muslazos y su gordo culazo bajo unas bragas negras bastante sexys. Yo le apreté con ganas el culo y hasta le metí dos dedos por debajo de la tela en busca de la raja de su culo.

-Mira como estás viendo en paños menores no solo a tu tía ¿eh? –me dijo esta

Los cuatro reimos y entonces mi tía le preguntó a mi madre:

-¿Y tú cómo vas por debajo?

Entonces mi madre, por respuesta, se levantó también la falda mostrando sus atrevidas bragas y de paso su culazo, muslamen y hasta su peludo chocho apenas oculto tras aquellas braguitas transparentes.

-¿Qué os parece? –Contestó mi madre mientras sotenía en alto su falda frente a todos nosotros.

-Que me parece que somos las tres un grupito de cachondas… -Respondió entonces con simpático desparpajo la modista.

Los cuatro volvimos a reirmos y en esto la modista, que por cierto se llamaba Amelia, sonriendo mientras yo le seguía sobando el culo, al ver a mi madre con la falda levantada y enseñando las bragas y me dijo a mí:

-No te quejarás de lo buenas que están las mujeres que te acompañan, ¿eh?

-Desde luego que no; es para estar muy orgulloso yendo con dos tías tan buenas. Ya se lo vengo diciendo yo.

-¿Así que te gustan así, maduritas?

-Hombre, ya lo creo. A mi una mujer empieza a interesarme cuando pasa de los 50.

-Es muy interesante que a un chico tan guapo como tú le gusten las cincuentonas…Pues ya sabes. aquí tienes a tres que creo que cumplimos con los requisitos, ja, ja, ja

-Desde luego que los cumplís las tres, y no sólo el de la edad sino que las tres sois el tipo de mujer que de verdad me gusta: macizas, rellenitas y suficientemente cachondas como para estar dispuestas a enseñar las bragas. -Contesté yo mientras ellas tres reían divertidas y complacidas.

-Pues venga, -me animó.– Con tu tía igual te da algo de corte tocarle el culo por debajo de la braga, aunque ya te digo yo que seguro que lo está deseando, pero con esta otra cincuentona amiga suya no tendrás problema. Venga, anda, pálpale el culo, que parece que lo tiene bueno,

-Sí que lo tiene bueno, sí, pero igual me da más corte que con mi tía… porque esta hembra tan maciza es mi madre.

-Ay, igual he metido la pata… -dijo la modista con cierto azoramiento– pero como te estaba enseñando también el culo así por las buenas… bueno, el culo y lo demás porque… vaya braguitas...

-No te preocupes –la tranquilizó mi madre.– Tenemos mucha confianza con mi hijo para hablar de estas cosas, así que no pasa nada. Ni pasa nada porque él me vea el culo, ni pasa nada porque yo lo vea a él tocándotelo a ti, ¿verdad?

-Hombre, sí que pasa –dije yo.– Pasa que me estoy poniendo como una moto viendo tres culazos cojonudos y magreando uno de ellos ¿o es que os pensáis que soy de piedra?

Los cuatro reimos y luego mi tía apuntó:

-Además el otro día en la discoteca ya le dio una buena sobada en el culo a su madre también así que no va a pasar nada hoy porque se lo vea

-Así me gusta, sin complejos. Si gustan las maduritas ¿qué mejor que las que tienes más cerca? -Decía la modista sonriendo con malicia.

-Hombre, -respondí yo– y además estando como están éstas

-Pues que suerte tenéis las dos, aunque sólo os dé un magreo de culo de vez en cuando, porque la verdad es que lo hace bien el condenado, ja, ja, ja.

Luego ya, como se nos hacía tarde para ir a la discoteca, dijimos que nos teníamos que ir. Aún así estuvimos unos minutos más hablando con aqulla señora, aunque el tono de la conversación cambió y estuvimos hablando sobre sus trabajos, lo que hacía, etc. y tanto mi tía como mi madre se interesaron mucho porque además de arreglos, hacía también vestidos a precios muy buenos y según dijo ella con picardía, estaba especializada en ropa atrevida.

-Bueno, Amelia, pues ha quedado muy bien. Me lo llevo puesto.

-Bueno, a divertirse y hasta otro día. No dejéis de venir por aquí cuando queráis algo… cualquiera de los tres… Además, cuando tengáis tiempo, me gustaría comentaros algo a los tres, especialemente a vosotros dos – apuntó dirigiéndose a mi madre y a mí.

Ya en el coche mi tía nos fue contando que la modista era una buena calentorra y que se le conocían en el barrio algunas aventuritas a pesar de estar casada. Comentamos la sobada de culo que yo le había dado y yo les dije:

-Hombre no tiene el culo tan bueno como el vuestro… pero

-Pues allí tenías los nuestros, cabronazo, y no nos hiciste ni caso; se lo estuviste tocando sólo a ella –intervino mi madre en broma pero de forma sorprendentemente incitadora por el sentido de sus palabras.

-Tranquila, mamá, que a la primera ocasión arreglamos eso. Pues anda, cómo si yo no quisiera tocaros esos panderazos tan buenos que tenéis vosotras… Has de saber, mamá, que buenos esfuerzos he tenido que hacer para no pegarte una buena sobada en el tuyo, allí todo al aire con esas braguitas

-Hijo, pues no tienes que hacer ningún esfuerzo. Si te apetece me lo tocas y ya está. No va a ser la primera vez y además soy tu madre, así que hay confianza ¿entendido? –Sonrió ella con un brillo de picardía en los ojos.

-Entendido, mamá. Ya lo creo que he entendido.

Continuará