Orgulloso de mi madre (3)

Mi madre se va decidiendo a ser más atrevida. Es momento de renovar el vestuario de mi madre. Empezamos por la lencería.

ORGULLOSO DE MI MADRE (Cap. 03)

Mi madre se va decidiendo a ser más atrevida. Es momento de renovar el vestuario de mi madre. Empezamos por la lencería.

Tras una primera visita a aquella sala de fiestas frecuentada por gente de mediana edad, mi madre y mi tía habían quedado sin duda con ganas de repetir. Se habían divertido y ahí debo incluirme porque a mí el baile que me marqué con ellas, durante el cual, con su beneplácito, llegué a tocarles el culo, también me había hecho disfrutar enormemente. Habían conocido además a dos hombres y sin duda les apetecía volver a encontrarse con ellos. Ahora era el momento de dar un paso más en lo que se refería al vestuario de mi madre para aquellas ocasiones y empezamos por visitar una lencería.

A la hora de planificar la siguiente visita de mi madre y mi tía a aquella sala de fiestas yo traté de que su propio aspecto fuera lo más atractivo posible para los ligones que por allí pululaban. Estaba muy interesado en que ambas, pero especialmente mi madre, disfrutaran de aquel ambiente e incluso ligaran. Quería que mi madre se sacudiera el lastre de una educación en extremo conservadora y de una vida de fiel esposa y abnegada ama de casa que sin duda le había hecho disfrutar poco del sexo. Por eso aquella semana, al charlar con mi madre sobre su siguiente escapada de viernes a la distoteca, le dije:

-Oye, lo que tenemos que hacer es revisar vuestro vestuario, ¿eh, mamá? Tenéis que ir vestidas de tal forma que esos se queden con la boca abierta y la bragueta bien abultada.

-¡Qué cosas dices, hijo! ¿Qué quieres que nos pongamos? –Decía ella riendo.

-Por fuera seguro que econtramos algo, que tú en general vistes muy bien aunque no demasiado provocativa, mamá, pero tu ropa interior tiene que ser por lo menos como la de la tía Rosa ¿eh? Mira la muy zorrona que braguitas llevaba, ¿eh?

-Pero yo no tengo bragas de esas, hijo.

-Pues las compramos y listo.

-Además, ¿para qué quiero unas bragas o sujetadores de esos, si no los voy a enseñar a nadie?

-Eso nunca se sabe, mamá. –Los dos reímos y mi madre continuó:

-Yo creo que me da hasta vergüenza comprar algo así, hijo. Y eso por no mencionar que si tu padre me viera con unas de esas bragas o tangas que dejan todo el culo al aire no se qué iba a pensar

  • Anda, mamá, déjate de bobadas y piensa algo más en ti misma y menos en los demás y en el qué dirán. Vamos ahora mismo a buscar una lencería al otro lado de la ciudad y ya verás como el viernes vas con ese culo tan bueno que tienes bien adornadito.

-¡Hijo, cómo eres! Hay que ver las cosas que le dices a tu madre… Cómo hay confianza, ¿verdad?

-Claro, mamá. Con plena confianza entre nosotros y discrección verás que bien lo pasamos todos.

Nos arreglamos rápidamente y nos fuimos en coche al otro extremo de la ciudad. Paseamos un rato hasta que encontramos una mercería que parecía algo antigua pero en cuyo escaparate había prendas íntimas realmente sexys. Entramos, yo bastante más decidido que mi madre, y vimos que era una tienda bastante más grande por dentro que lo que sugería su aspecto exterior. La dependienta, y probablemente dueña, era una mujer de unos 50 años, morena, regordeta y con cara simpática que nos atendió con mucha amabilidad.

-Queríamos ver algo de lencería… que sea un poquito atrevida –dije yo tras los saludos de rigor.– En el escaparate hay un conjunto de braga tanga que nos gusta y bueno, queríamos ver conjuntos de ese tipo.

-Sí, es una ropita muy bonita y tengo bastante de este tipo. Ahora os enseño. Pasad por aquí.

Seguimos a la mujer hasta otro mostrador más pequeño que había al fondo a la izquierda del local. Os la enseño en este mostrador porque la lencería de ese tipo la tengo toda por aquí. Además, si te quieres probar algo, aquí está otro probador, porque supongo que es para ti ¿verdad? –preguntó dirigiéndose a mi madre. Esta asintió todavía algo avergonzada y la mujer empezó a sacar algunas cajas con conjuntos de lencería más bien sexy.

-Este me gusta –dije yo refiriéndome a un conjunto blanco, de un tejido prácticamente transparente y con la braga más bien pequeña aunque sin llegar a ser tipo tanga.

-Hay que hacer caso a la juventud –dijo la señora.– Ellos saben cómo estamos mejor.

Yo le pregunté a mi madre que qué tal le quedaría y ella dijo que esa era su talla ya que usa una 95 de sujetador. La señora invitó a mi madre a probarse el conjunto en el probador cercano pero mi madre declinó diciendo que no hacía falta. Luego yo le sugerí a mi madre que se comprara otro conjunto con braguita tanga que la dependienta nos había sacado pero mi madre dijo que no, que con ese se enseñaba demasiado. Entonces la dependienta dijo:

-Yo llevo de estas y la verdad es que quedan muy bien y son muy cómodas.

Entonces la dependienta, soprendentemente, se separó un poco del mostrador para que la viéramos mejor y levantándose la falda sin ningún pudor hasta dejarla a la altura de la cintura, se dio la vuelta y nos enseñó todo su hermoso panderazo por cuya raja se entremetía la fina tela de la braga tanga dejando a la vista sus más que generosas nalgas. Mi madre y yo nos miramos con sorpresa y no sin un cierto estupor pero ambos sonreímos y yo le dije:

-Anda, mamá. Cómprate tú unas de estas. Igual también te parecen cómodas.

-Claro, mujer –intervino la dependienta.- Pruébese el sujetador del conjunto para comprobar la talla; las braguitas no se pueden probar aunque… bueno, pruébeselas, que si no está acostumbrada a verse en tanga igual es mejor que se vea antes de llevárselas.

Entonces mi madre accedió, yo creo que más por no hacerme un feo delante de la dependienta que porque sintiera verdadero interés, y cogiendo el conjunto de la braguita tanga se metió en el probador.

Mientras esperábamos fuera la dependienta me dijo:

-No sabía que era tu madre. Creí que.. bueno, ya sabes, que estábais liados o algo así. No es frecuente que un hijo acompañe a su madre cuando se compra lencería de este tipo. No le habrá parecido mal que yo haya enseñado así… las bragas

-A ella no creo y a mi desde luego que no –le repliqué yo con picardía haciendo que la señora riera y me dijera en voz más baja:

-Tú yo tenemos que hablar. A ver si vienes por aquí un día para comprarle una sorpresita para tu madre y te enseño todo lo que tengo.

La cachonda mujer hizo hincapié en las últimas palabras para dotarlas claramente del doble sentido que llevaban implícito.

-Será un placer –respondí con picardía también.

-Oye, y si no es indiscreción, ¿cómo es que quieres que tu madre lleve esta ropa de.., bueno, ya sabes, tan atrevida?

-Pues porque quiero que mi madre disfrute de la vida todo lo que pueda, que se aburre un poco con mi padre y ella se merece gozar de las cosas buenas de la vida. Y hay que estar preparada para cuando surja la ocasión ¿no?

-Yo ya ves que lo estoy, así que estoy de acuerdo totalmente contigo. A mi también me pasa lo mismo que a tu madre con mi marido. Parece que sólo le gusta el fútbol

-Pues él se pierde cosas muy interesantes que tiene al alcance de la mano.

Los dos reimos y ya entonces mi madre salió del probador. Sonreía con cierta picardía y dijo:

-Pues no me quedan mal y no son nada incómodas, no.

-Pues venga, nos llevamos este conjunto también. –Dije yo.

-Pero tenías que habernos enseñado cómo te quedaban –dijo la señora.– O por lo menos a tu hijo. Ya que tienes un hijo con el que te llevas tan bien, con el que parece que no tienes secretos y que es de plena confianza

-Bueno, pues ya se las enseñaré a él.– Replicó mi madre haciendo que mi polla diera un brinco.

Salimos de la tienda y mientras íbamos para casa mi madre me decía:

-Hijo, vaya bragas me has hecho comprar. Si parece que voy toda desnuda, con todo el culo al aire como una… como una zorrona.

-Pues bien, mamá. Eso es lo que tienes que ser cuando estés con los tipos esos del otro día o con quien te guste, una zorrona. Y recuerda que así yo me voy a sentir muy orgulloso de ti.

-Ay, hijo, que me dices cada cosa

-Oye hablando de decir. Eso que has dicho antes de que ya me enseñarás como te quedan las bragas ¿es verdad?

-Pues claro, si tú me las has regalado lo menos que podré hacer es ponérmelas delante de ti. Bueno, si tu quieres, porque igual no te apetece ver en bragas a una vieja

-Mamá, que seguro que estás tú en bragas cien veces mejor que muchas jovencitas que andan por ahí. ¡Pues como para no querer ver en bragas a una tía jamona y maciza como tú!

-Oye, y la zorra esa de la tienda… ¿has visto con que desparpajo te ha enseñado todo el culo? Ay, hijo, aquí todo el mundo está a lo que está y aveces me parece que la única tonta que no hace nada soy yo. Esa lo que quería era ligar contigo.

-Pues claro, mamá. Hay que estar a disfrutar. Ya te lo he dicho. Y esa tía si quiere guerra ya verás como la va a tener. –Le contesté yo riendo.

-¡Cómo eres, hijo!

Cuando llegamos a casa no había nadie y entonces yo le dije a mi madre:

-Bueno, mamá, ¿cuándo te vas a probar esas braguitas?

-¿Pero de verdad quieres verme con esas bragas?

-Hombre, pues no me importaría echarte un vistazo antes de que otros disfruten viéndote con ellas.

-Hijo, dices unas cosas que me vas a avergonzar… y vas a terminar convenciéndome de que… bueno, venga. Voy a ponérmelas, ¿vale?

Se metió en su habitación y a los pocos segundos me llamó. Yo entré y la hacerlo me encontré a mi madre con el conjunto transparente puesto. Ella sonreía un poco avergonzada ante mi mirada absorta y centrada en sus encantos.

-Estás estupenda, mamá. –Acerté yo a decirle mientras mi vista no dejaba ni un centímetro de su piel sin repasar.

A través de la transparente tela se apreciaban totalmente sus tetas, con sus negros pezones y areolas no demasiado grandes. También la abundante pelambrera de su coño se veía sin problemas a través de la tela. Su vello púbico es tan abundante que buena parte del mismo escapaba por los laterales e incluso por encima de la breve braguita.

-¿De verdad te gusto, cariño?

-¿Qué si me gustas? Igual hasta se me nota cuánto…- dije yo con picardía dirigiendo la mirada al bulto que se había formado en mi entrepierna.

Los dos reímos y luego yo continué:

-Mamá, tienes que ponerte unos zapatos con algo de tacón. Verás como aún estás mejor si cabe.

Entonces ella, asintiendo y entrando de lleno en el juego, salió de la habitación y se dirigió por el pasillo hasta el mueble en el que guarda sus zapatos. Mi vista no podía apartarse de su estupendo culazo, cuya raja se apreciaba entera a través de la tela transparente. Se trataba de mi madre pero la visión era tan erótica que si me llego a tocar siquiera un poquito la polla sin duda hubiera estallado en una corrida monumental; tal era mi calentura viendo a mi madre con aquel conjunto de ropa íntima tan excitante.

Cuando mi madre volvió calzando unos zapatos de tacón ya fue el no va más. Creí que me corría sin tocarme.

-Mamá, que voy a estallar. ¡Estás impresionante!

-Cariño, –dijo ella divertida por el efecto que me causaba– no me digas que te pones así con tu madre

-Ya lo creo que me pongo. Eres la tía más buena que he visto… Y una tía tan maciza tiene que gozar con ese cuerpazo, ya lo creo que sí. Te quiero ver ligando todo lo que puedas, ¿eh, mamá? Tienes que disfrutar y darle gusto al cuerpo; tienes que divertirte y pasártelo bien. Y si es con papá pues bien pero si además puede ser con otros pues bien también, ¿eh?. Y ya sabes, me refiero tanto a ir por ahí a bailar como a cualquier cosa que pueda surgir

-Habrá que hacerte caso…Después de todo no se hace mal a nadie por divertirse un poco ¿verdad? Hay que disfrutar de la vida

-Así me gusta, mamá. Así es como quiero que pienses. La vida es para disfrutar y tu tienes que disfrutar todo lo que puedas.

-La verdad es que me estás convenciendo, cariño. Bastante tonta he sido hasta ahora, siempre pensando que todo está mal y que mi sitio está en casa sin poder hacer nada que se salga un poquito de la monotonía. Creo que estoy decidida a aprovechar las oportunidades de pasarlo bien. Pero bueno, –añadió– todo esto tiene que ser un secreto entre nosotros, ¿eh?

-Claro, mamá. Todos queremos que sea un secreto así que todos estamos de acuerdo.

Ya no hubo tiempo para más porque en aquel momento alguien más entraba en casa, así que mi madre se encerró en su habitación para cambiarse. Lamenté que no nos hubiera dado tiempo a que mi madre se probara el otro conjunto, el de la braga tanga, y me fui a la sala a ver la tele más caliente que un horno, aunque tentado estuve de encerrarme en el servicio a cascarme una buena pajota, pues caliente estaba para eso y más.

Se trataba de mi madre pero desde luego la excitación que me provocaba era mayor si cabe que la que me pudiera causar cualquier otra hembra. Además su paulatina aceptación de mi teoría de que debía gozar de la vida y del sexo, siempre con discreción, claro está, hacía que me excitara aún más. Verdaderamente ansiaba verla toda despendolada en brazos de algún hombre que la hicera gozar como a una calentorra. Su interés porque yo estuviera siempre presente en estas escapadas que estábamos iniciando, jugaban a mi favor, desde luego. Ella, y mi tía Rosa también, seguramente lo hacían por la sensación de seguridad, y en cierta medida de impunidad, que mi presencia les proporcionaba cuando estaban con otros hombres, pero también había un indudable morbo en que yo fuera testigo al completo de sus escarceos con otros hombres en aquella discoteca.

Continuará