Orgulloso de mi madre (21)

Dos madres, dos hijos y además un amigo. El hijo de Fina descubre muchas cosas nuevas sobre su madre y también sobre la mía y yo mismo.

ORGULLOSO DE MI MADRE (Cap. 21)

Dos madres, dos hijos y un amigo.

En el capítulo anterior, tras disfrutar tremendamente del sexo contra pronóstico con Fina, la señora de la limpieza de Alberto, salió a colación el tema de su hijo, que solía ir a buscarla cuando acababa su tarea en aquel piso. La conversación acabó por poner de manifiesto que a la sesentona Fina no le incomodaba la perspectiva del incesto con su hijo, y menos aún después de haber visto cómo nos las gastamos mi madre y yo. A instancias de mi madre planeamos entonces hacer algo para provocar al joven cuando pasara a recoger a su madre.

Con el objeto de provocar al hijo de Fina de una forma que pudiera resultar aceptable, y no demasiado comprometida en el caso de que el joven no se viera atraído por la posibilidad de tener relaciones sexuales con su propia madre y con otra madurita, como era la mía, yo sugerí, retomando el asunto de la chacha, que ellas dos se vistieran con los dos uniformes de chacha porno que teníamos y que le abrieran de esa guisa la puerta al hijo de Fina cuando llegara el muchacho. Esta entonces le explicaría que mi madre era una compañera que había contratado el señor y que esos uniformes eran los que les habían dado. Nosotros nos esconderíamos y si el chico no reaccionaba bien ellas no intentarían nada, se cambiarían, echarían unas pestes contra el dueño por ponerles esos uniformes y se irían sin más. La idea gustó porque no era demasiado comprometida ni arriesgada y sí muy divertida y hasta con posibilidades de que el hijo de aquella señora se mostrara interesado por la anatomía tanto de mi madre como de la suya. Así que todos muy excitados nos pusimos manos a la obra. Mi madre ahora se puso el otro uniforme, el que tenía un tremendo escote hasta el ombligo y que tapaba los pechos con dos cintas anchas anudadas al cuello dejando la espalda desnuda. La falda de este uniforme, además de corta, era estrecha y marcaba totalmente el tremendo culazo de mi madre. Su atuendo lo completaban las excitantes medias, que mi madre no se quitó, así como los zapatos de tacón. Además la muy putona no se puso bragas. Fina, lógicamente, se puso el otro, el que había lucido mi madre durante la tarde y que dejaba ver completamente sus enormes tetas a través de la fina tela transparente de la blusa. Se quedó con sus rollizas piernas desnudas mostrándolas hasta más de medio muslo debido a la mini de que constaba el uniforme y en los pies se quedó con sus zapatos de medio tacón, que sin ser tan espectaculares como los estiletes que lucía mi madre, sí contribuían a hacer de sus piernas dos recias columnas muy atractivas.

Todos reímos muy excitados y nos dispusimos a esperar al hijo de Fina. Mientras lo hacíamos ésta nos explicó que su hijo se llamaba Rubén, que tenía 29 años, era su único hijo varón y que era muy cariñoso con ella. También manifestó un cierto temor a que esta aventura, si no salía bien, enturbiara la relación con su hijo pero reconoció que le excitaba tanto que estaba dispuesta a correr el riesgo. Yo por mi parte la tranquilicé explicándole de nuevo que, según el plan trazado, si el chico no reaccionaba bien podrían cortar el intento sin mayor problema y sin que pareciera que ellas tenían ninguna responsabilidad en el hecho de estar con aquellas pintas de fulanas. A Fina la tranquilizaba la disculpa de que aquello de los uniformes había sido cosa del señor y probablemente un despiste, de forma que en el peor de los casos la situación no resultara demasiado comprometida para ella.

Esperamos un rato entre bromas y algún que otro besuqueo y toqueteo para que la temperatura no descendiera. En un momento dado nos empezamos a morrear con las dos mujeres estableciendo una especie de ronda de besos y lo curioso es que en los cambios de pareja mi madre y Fina, entre divertidas risas, también morreaban entre ellas dándose la lengua con un vicio, sobre todo por parte de mi madre, que a mí me estaba poniendo realmente a cien. Además de besar a las dos hembras, a mí me encantaba acariciarle a la sesentona Fina sus gordos muslazos y ella respondía abriendo su muslamen para facilitar mi acceso a su entrepierna y dándome unos morreos de impresión. A pesar de la reciente follada, y seguramente por la excitación que le provocaba lo que pudiera ocurrir con su hijo, lo cierto es que la señora Fina parecía estar realmente excitadísima y un par de veces que mis dedos se pasearon bajo sus bragas acariciándole la almeja pude comprobar que estaba realmente encharcada. De hecho ella misma no hacía más que decir que no había estado así de caliente nunca. Al cabo de unos diez minutos llamaron al timbre. Nosotros nos escondimos y Fina fue a abrir. En efecto era su hijo y al ver a su madre con aquel uniforme, con las tetazas completamente a la vista y con los muslazos al aire, se quedó con la boca abierta y sin decir palabra.

Su madre le hizo pasar y le presentó a la mía. Inmediatamente, ante su cara de perplejidad, le explicaron al muchacho lo del uniforme y la presencia de mi madre allí tal como habíamos planeado. A Fina se la notaba bastante nerviosa pero sus nervios poco a poco se iban pasando y creo que la buena mujer se relajó bastante al ver la reacción primera que tuvo su hijo. El chico, al ver con aquellas curiosas pintas a las dos maduritas, soltó una carcajada y se felicitó a sí mismo con humor por haber ido a buscar a su madre.

-Así da gusto, -dijo riendo con humor-, encontrarse con dos tías tan buenas y bueno... enseñándolo prácticamente todo. Vuestro jefe es un buen cabronazo, seguro que le gusta veros las tetas al muy viejo verde y por eso se le ha ocurrido lo de estos uniformes, pero bien que me alegro de su idea. ¡Menudo pillo debe estar hecho! Os habrá dicho que lo de los uniformes es un error pero me jugaría lo que fuera a que lo que pasa es que el muy bribón quería veros medio en pelotas y eligió adrede estos uniformes, ja, ja, ja… Si algún día coincido con él creo que tendré que felicitarle, jo, jo, jo

-No me digas que te gusta ver medio desnudas a dos viejas... –le dijo su madre también con humor y ya visiblemente más tranquila.

-Si están tan buenas como vosotras desde luego. Porque hay que ver lo buenas que estáis, ¿eh? –Respondió el joven riendo de nuevo y tomándose muy bien el hecho de que su madre presentara aquel aspecto de porno-chacha madura.

-Hijo, menudo apuro. –Decía Fina tratando de calibrar la reacción de su hijo y de forma que también se garantizara su propia cobertura haciendo ver que la responsabilidad de aquel atuendo no era suya-. Que tú nos veas así

-¿Apuro, mamá? Pero si estás estupenda… Y tu amiga, la señora Matilde, también, por supuesto.

El chico sin duda estaba reaccionando incluso mejor de lo esperado y así lo ponía de manifiesto con sus palabras. Se tomó el incidente básicamente con humor pero tampoco perdía la ocasión de piropear abundantemente a las dos mujeres sin cortarse porque una de ellas fuera su madre. Sus miradas a los cuerpos de las dos jamonas también dejaban claro que no le desagradaba lo que veía y lo que mostraban ni su madre ni la mía. Además de mirarlas de forma bastante significativa, dejó también claro con sus comentarios que no sólo le divertía sino que le agradaba contemplar a las dos mujeres con tanta carne al descubierto y al momento ya había entre ellos un clima de confianza y complicidad total habiendo aclarado incluso que todo aquello debía quedar entre ellos.

-Me parece que tú estás hecho también un buen pillo –le dijo Fina al chico a la vez que fingía magistralmente que trataba de ocultar de alguna manera con sus brazos los pechos ya que éstos resultaban completamente visibles a través de aquella transparente tela dejando ver con toda comodidad los pezones y las areolas de la madura mujer. El chico, viendo el azoramiento de su madre tratando de ocultar sus tetas, le dijo con humor:

-Venga, mamá; no trates de taparte, que todo eso que se te ve lo tienes bien bonito y muy bueno, anda. Y a usted lo mismo le digo, señora Matilde. –Y añadió con un simpático guiño -: Da gusto veros así.

-¿Entonces estamos bien así o tenemos que reclamar que nos den unos uniformes más discretos? –Le dijo mi madre riendo y sirviéndose de la cobertura de plantear el tema con humor al hacer la pregunta.

-Si me prometéis que estáis con estos uniformes me comprometo a venir a buscaros yo todas las tardes, ja, ja… -Respondió el chico también riendo y siguiendo la broma con habilidad.

-Entonces, ¿no te parece mal que tu madre esté casi enseñando las tetas mientras trabaja? -Le preguntó mi madre con intención y continuando con aquel tono de broma.

-Por supuesto que no, me parece muy bien, sobre todo ahora que se las puedo ver yo, porque la verdad es que mi madre tiene unas tetas de campeonato ¿eh, mamá? -Respondió dirigiéndose a ella con una sonrisa.

-Hijo, no me digas que te vas a fijar en las tetas de tu madre… -Dijo ella.

-Hombre, como para no fijarse –continuó él-. Notarse ya se te notan, mamá, que pequeñas no las tienes precisamente, pero no te las había visto nunca y bien que merece la pena verlas...

Y diciendo esto el chico le dio un achuchón a su madre y un besazo en la mejilla. Luego dijo dirigiéndose a mi madre

:

-A ti, Matilde, aunque también llevas un uniforme muy bonito no se te ven tanto y también las tienes que tener bonitas ¿eh?

La cosa no podía ir mejor. El chico era un cachondo, no había duda, y estaba viendo que allí habría lío con aquel par de golfas, o estaría pensando que al menos lo podía haber con mi madre y parecía dispuesto a aprovechar la situación. Pero además estaba claro que no le molestaba en absoluto verle las tetas a la suya. Mi madre no dejó escapar la alusión del joven a sus tetas y le contestó:

-Ay, hijo, pues yo no las tengo tan grandes como tu madre pero si quieres te las enseño un poquito, ¿eh? -Le sonrió mi madre dispuesta a dar el paso definitivo-. Si te va a gustar verle las tetas caídas a una madurita como yo...

-Pues aunque no os lo creáis así es como me gustan a mi las tetas de las mujeres, Matilde. No creas que corro yo detrás de tetas pequeñas y empinadas. A mí me van más como las vuestras: unos buenos cántaros de hembra de verdad. Será por haber estado toda la vida viéndoselas a mi madre, aunque no tan a las claras como ahora… -Respondió el chico sonriendo y echándole una nueva mirada llena de interés a las abultadas mamas de su madre.

-Hijo, qué cosas dices. –Le replicó su madre haciéndose la tímida.

–La verdad, mamá. –Y seguidamente volviéndose hacia mi madre le dijo a esta-: Venga, Matilde, acepto tu invitación y estaré encantado de ver esas maravillas. El resto de lo que se ve está como para darse un atracón, desde luego, así que esas tetas seguro que también están para comérselas.

-¡Pero hijo, cómo eres tan atrevido con Matilde, que es una mujer casada y decente! –Volvió a decir su madre en tono de humor pero también en parte para testar la disposición de su hijo a seguir con todo aquello.

-Bueno, mamá, yo no dudo de que Matilde sea una mujer decente, por supuesto; nunca se me ocurriría pensar otra cosa, lo mismo que de ti, mamá. Pero es la señora Matilde la que amablemente se ha ofrecido a enseñarme las tetas y, por otro lado, cuando se presenta una oportunidad así con una mujer tan atractiva sería de tontos desperdiciarla. Pues anda, que no he pensado yo veces ni nada en verle las tetas a una jamona madurita como vosotras… Si sois el tipo de mujer que me gusta

Mi madre y Fina soltaron una divertida risa y agradecieron el piropo. Acto seguido, mi madre se deshizo el nudo tras su cuello de los lazos que cubrían sus tetas y sin más dejó éstas a la vista del joven. El chico se acercó, sin duda excitado, pero dudó si tocar o conformarse con ver. Entonces intervino su madre animándole:

-Tócaselas si te apetece, hijo, que si te las enseña será que no le molesta que se las toques. –Y añadió con intención-: Que a las mujeres casadas y decentes también nos gusta que nos toquen las tetas

Esto fue suficiente para que el joven iniciara un magreo en toda regla en las tetas de mi madre.

-Ya ves lo que dice tu madre, Rubén. –Le respondió entonces mi madre mientras se dejaba acariciar los pechos por el joven-. Si quien te las enseña es que no le importa que se las toques igual también puedes acariciárselas a tu madre, que bien a la vista que las tiene... Bueno, si te apetece, claro.

Fina sonrió con picardía adelantando sus pechos como ofreciéndolos.

-Mamá... –dijo él con la voz notoriamente ronca mientras seguía amasando con una mano una de las tetas de mi madre-. ¿Te parecería bien si yo... bueno, si te toco un poco esos melonazos tan buenos que tienes?

Fina rió y le dijo que sería un orgullo para ella así que enseguida el chico estuvo con una hembra a cada lado y sobándoles las tetas por encima de los hombros a ambas. A mi madre se las tocaba directamente sobre la piel y a la suya por encima de aquella curiosa blusa de encaje pero lo indudable es que les estaba magreando las tetas a conciencia a las dos jamonas siendo una de ellas su propia madre.

-Mamá, no te lo vas a creer pero no te imaginas la de veces que he pensado en tocarte este par de tetazas que tienes. –Le decía el joven a su madre sin dejar de amasar los dos pares de tetas-. Me alegro mucho de que no te importe que te las acaricie un poco.

-No es que no me importe, hijo. Es que a mí también me gusta, o ¿qué te crees, que a las mujeres nos disgusta que nos toquen las tetas y nos digan que las tenemos apetecibles? –Los tres rieron y Fina continuó:- Lo único que te pido es que esto quede entre nosotros, y si eres discreto por mí puedes tocarme todo lo que quieras y seguro que a Matilde también.

Los tres volvieron a reír y el joven continuó magreando con ganas los pechos de las dos mujeres. En un momento dado, y en vista de cómo transcurrían los acontecimientos, el chico hasta metió una mano por dentro de la fina tela de la blusa de su madre para tocarle directamente las tetas. Entonces ella se soltó la blusita y dejó sus colgonas campanas al aire para que su hijo las viera y tocara con total comodidad.

Luego mi madre, poniendo voz melosa, le dijo al chico que a ellas seguro que también les apetecía ver y tocar algo. El joven se cortó algo, quizá por estar presente su madre, pero ésta le dijo:

-Venga, hijo, no me digas que ahora te vas a cortar tú cuando nosotras ya estamos con las tetas al aire y el culo casi, casi...

Todos volvieron a reír y el joven ya se animó a bajarse los pantalones ayudado por las dos mujeres que contribuyeron a que se quedara también sin calzoncillos. Cuando lo hizo y mostró su aparato ambas mujeres lo piropearon con admiración. Mi madre fue la primera en acariciar sus huevos y polla y enseguida se puso de cuclillas para empezar a hacerle una mamada. Se metió el cipote del joven en la boca sin más preámbulos mientras, desde donde nosotros estábamos, la veíamos en aquella postura con todos sus gordos muslos al aire y hasta enseñando las bragas pues su exigua falda, al agacharse, se había quedado prácticamente enrollada en su cintura a modo de cinturón. El chico en cuanto notó la lengua de mi madre paseándose por su glande empezó a suspirar y segundos después prácticamente deliraba de gusto. Entonces, cuando llevaba un rato mamándosela, mi madre hizo un alto y dijo:

-Fina, venga, ayúdame con esto, que aquí hay para las dos.

La mujer miró a su hijo para ver cómo reaccionaba este y en ese preciso momento el joven tuvo un tremendo orgasmo a pesar de que nadie le estaba ni siquiera tocando y soltó un tremendo montón de lefa en la cara y pechos de mi madre.

Trató de disculparse y ellas le dijeron que no se preocupara, especialmente mi madre, que parecía gratamente complacida por el hecho de que el chico se hubiera corrido de aquella manera en su cara y pechos y así se lo dijo. Luego además recalcó que había tiempo para que todos gozaran más. Entonces el chico explicó que se había corrido tan de improviso ante la perspectiva de que su propia madre le chupara la polla.

-Es la idea más excitante que me puedo imaginar: mi propia madre comiéndome el rabo y con las tetas ahí, todas al aire. No he podido resistirlo.

-Hijo, tan caliente te pone que yo… -Le decía su madre casi sin atreverse a acabar la frase.

-¿De verdad estarías dispuesta a chupármela, mamá? –Le preguntó entonces él buscando su respuesta positiva

-Pues claro, hijo. Eso era lo que iba a hacer, si a ti te parece bien. Que a mí también me pone muy calentorra meterme en la boca la pilila de mi propio hijo. Me hace sentirme una guarrilla; bueno, más que una guarrilla; una completa marranaza y una depravada, pero me encanta.

Entonces ambas hembras se pusieron de nuevo a comerle la polla a dúo al joven y éste no tardó ni un minuto en tenerla dura como el acero de nuevo.

-Tú, Matilde, pensarás que vaya hijo soy, disfrutando con que mi madre me coma la polla ¿no? Y tú, mamá, no se qué pensarás, pero es que… ¡qué calentura más grande; esto es lo más excitante que me ha pasado en la vida!

Entonces mi madre paró de chupársela y le dijo:

-Pues mira, Rubén. Ya que estamos cogiendo esta confianza te diré que a mi también me encanta chuparle la polla a mi hijo, ¿qué te parece?

-¡No me digas que tú también… a tu hijo…! ¡Esto es lo máximo! –Exclamó el joven visiblemente excitado con lo que mi madre le acababa de confesar-. Con lo que a mí me excitan este tipo de cosas y me voy a encontrar con un par de cachondas dispuestas a comérsela a su hijo, ¡y lo mejor de todo: una de ellas es mi madre! Esto sólo ocurría hasta ahora en mis más calientes fantasías. Pues ya me gustaría, Matilde, verte chupándole la verga a tu hijo mientras mi madre me la come a mi, ya. ¿Crees que hay posibilidades de que te enrolles con tu hijo, Matilde?

-Y antes de lo que piensas lo vas a ver, cachondón.

Entonces mi madre nos llamó a Alberto y a mí. Salimos de nuestro escondite en la cocina, mi madre nos presentó y al hacerlo de mí como su hijo, Rubén me dio un apretón de manos de cuidado. Luego, ya con tranquilidad le explicamos todo lo que nos había llevado hasta aquella situación. Empezamos contándole como se había iniciado mi madre en el desenfreno sexual llegando hasta la aventura de aquella tarde con los amigos de Alberto y su continuación con Fina, su madre. El nos dijo que además de verle las tetas a su madre, sentir su boca en la polla y demás, también le gustaría verla hecha toda una putona y follando con otros tíos, tal como le estábamos contando que hacía mi madre.

-Te he imaginado tantas veces a cuatro patas, mamá… -Le dijo el joven a su madre con desparpajo mientras le titilaba un pezón.

Como ese deseo tenía fácil cumplimiento enseguida nos organizamos. Yo me dispuse a follarme a Fina a cuatro patas mientras Alberto se la enchufaba por la boca. Por su parte Rubén tras contemplarnos unos minutos, se montó a mi madre y así estuvimos todos follando un buen rato. Mi madre y Rubén tuvieron un orgasmo prácticamente simultáneo, luego Fina orgasmó chillando y a continuación nos corrimos Alberto y yo en su boca y coño respectivamente.

Tras este polvazo hablamos un poco y Rubén nos preguntó a mi madre y a mí si también follábamos. Le confirmamos nuestras relaciones y propusimos que él se follara a su madre mientras yo me tiraba a la mía y Alberto la metía en el agujero libre que más le apeteciera. A Rubén enseguida le brillaron los ojos de lujuria y también Fina reconoció que aquello la ponía calentorra perdida, sobre todo por la presencia de su hijo en el numerito.

Así lo hicimos por tanto. Yo penetré a mi madre sobre el sofá, Rubén lo hizo con la suya a cuatro patas sobre la alfombra y Alberto les iba restregando la polla por la cara y metiéndola alternativamente en las bocas de las dos mujeres.

Fina tuvo dos orgasmazos casi seguidos y pronto mi madre y yo también teníamos el nuestro. Instantes después el propio Rubén se corría por primera vez en el caliente coño de su madre provocándole a ésta un nuevo y espectacular orgasmo que fue a coincidir con la corrida de Alberto también sobre la cara de Fina dejándosela bien pringosa de lefa, cosa que a Rubén pareció encantarle a juzgar por las cosas que le decía a su madre mientras recogía con sus dedos la lechada de Alberto y se la llevaba a su madre a los labios para que ésta se la tragara.

-Así, así mamá –le decía-, con la cara y el chocho bien llenos de semen y de diferentes tíos; así me gusta verte, mamá. Venga, trágate toda la lechada que este señor te ha dejado en la cara; cómetela y demuestra lo cerda que eres y lo mucho que te gusta la leche de macho, putona. ¡Ummm, qué delicia tener una madre así!

Tras esa explosión de orgasmos ya dimos por concluida la fiestecita sexual pero Rubén y Fina nos pidieron que les tuviéramos en cuenta cuando organizáramos nuevas correrías de ese tipo pues además de joder entre ellos, cosa que pensaban hacer muy a menudo según declararon, a ambos les gustaba el sexo en grupo y a él, especialmente, ver como su madre jodía y mamaba las pollas de otros hombres.

Continuará

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