Orgulloso de mi madre (20)

La señora Fina y mi madre se hacen amigas y mi madre muestra otra cara de su recién descubierta faceta de viciosa.

ORGULLOSO DE MI MADRE (Cap. 20)

La señora Fina y mi madre se hacen amigas y mi madre muestra otra cara de su recién descubierta faceta de viciosa.

En el capítulo anterior habíamos dado por finalizada la orgía de mi madre con los amigos de cartas de Alberto y como colofón el propio Alberto y yo mismo gozamos de mi madre. La guinda de la fiesta fue nada más y nada menos que el desvirgamiento anal de mi madre y del que además yo fui el responsable y protagonista.

Tras la fiestecita y los juegos anales con mi madre, Alberto, ella y yo nos duchamos juntos y estuvimos disfrutando también lavándonos juntos y toqueteándonos en la ducha durante bastante rato. Los jueguecitos en la ducha hicieron que nos entretuviéramos más de lo esperado de modo que cuando salimos del baño ya eran las ocho pasadas. Mi madre, después de secarse, se estaba poniendo las medias mientras estaba aún con las tetas y el culo al aire y Alberto y yo nos estábamos secando en la sala cuando apareció Fina, la mujer que les hacía la limpieza de este pisito a Alberto y Alfredo, ya que, lógicamente, tenía llaves del piso.

Todos nos quedamos cortados pero más sin duda la señora Fina pues nada más abrir la puerta del apartamento se encontró con Alberto, su empleador, completamente desnudo y con una toalla en la mano, otro joven, que era yo, de la misma guisa y una mujer madura con unas medias negras por todo atuendo y por tanto con las tetas colgando y el con el culo y el chocho peludo al aire. Y además no era la primera vez que nos veía en una situación claramente comprometedora.

La señora Fina, sin duda una mujer con buen talante, rió con buen humor y dijo dirigiéndose a Alberto:

-Vaya, vaya, ya me imaginaba yo que ustedes tenían este pisito como picadero. Lo que también me imaginaba, máxime después de haberles visto el otro día, es que ustedes están teniendo una aventurita aquí. –Y añadió como justificándose-: Ya les dije que si me avisan yo vengo otro día o cuando ustedes me digan, que no quiero yo fastidiar ninguna fiesta ni ser inoportuna

-No se preocupe, Fina –le dijo Alberto un tanto nervioso-. Ya acabamos y estos amigos ya se iban.

-Usted tampoco debe preocuparse, señor Alberto, que le noto un poco nervioso -replicó la señora Fina-. Ya sabe, y si no lo sabe yo se lo aseguro, que puede contar por entero con mi discreción así que tanto usted como esta pareja de amigos suyos pueden estar tranquilos.

-Gracias, señora –le dijo entonces mi madre sonriendo-. Ya se ve que es usted discreta, de fiar y de confianza.

-Claro, mujer. A mí estas cosas no me parecen mal sino todo lo contrario. Hay que ir con los tiempos y ahora lo que se lleva es… bueno, pues eso, pasárselo todo lo bien que se pueda. Lo que me sabe mal es incomodarles con mi presencia, así que ya saben: si me avisan más concretamente de cuándo debo o no debo venir

-Usted no incomoda en absoluto, Fina, y menos dado que resulta tan comprensiva y amable. Me alegro de que piense usted así y se lo agradezco mucho, créame. –Le dijo Alberto aún un poco cohibido y posiblemente un tanto extrañado por la conducta de su señora de la limpieza.

-Claro, hombre. –Replicó aquella mujer con humor-. Hoy en día la que no disfruta con lo de abajo es porque es una mojigata o una tonta. Y si como es el caso de esta señora, disfruta con dos a la vez pues mejor para ella y olé.

-La verdad es que todo esto es una enorme novedad para mí –le explicó entonces mi madre-. Yo hace apenas quince días como quien dice era una de esas mojigatas que usted dice y de disfrutar con lo de abajo más bien poco y muy de tarde en tarde. Cuando se llevan casi treinta años casada ya se sabe… que el menú de cada día acaba por no apetecer. Pero fíjese usted, casi sin saber cómo, a una se le presentan algunas situaciones y oportunidades y acaba… pues eso, como usted me está viendo, con las tetas al aire y con dos hombres al lado. Puede que en vez de una mujer decente, que es lo que he sido toda mi vida, ahora me haya convertido en una fresca pero no puedo decir que me arrepienta de nada, la verdad.

La señora Fina sonreía y asentía ante las explicaciones de mi madre. La abierta y amigable actitud de aquella mujer había establecido una corriente de simpatía y camaradería que se acrecentó aún más cuando ella misma dijo:

-Lo que, si me permiten, sí que les voy a decir es que me parece fenomenal y muy envidiable que dos hombres jóvenes y atractivos como estos gusten de ligar con una señora, también muy atractiva, ¿eh?, pero sin duda unos añitos más mayor que ellos. Eso sí que está bien y créanme si les digo que me alegro de ello. Si me hubiera encontrado aquí con ustedes a una jovencita de 20 años seguro que me hubiera dado casi una depresión –rió la señora Fina con humor- pero al ver que una mujer de mi edad más o menos puede pasárselo bien con dos jóvenes tan atractivos… Eso la anima a una, ¿no creen? Significa que una no está acabada aunque ya haya dejado atrás los 50

-Es que a nosotros nos gustan muchísimo más las de 50 que las de 20, dónde va usted a parar. –Dije yo-. Para pasárselo bien con una mujer nada como las que tienen ya unos añitos.

-Ya pero ese gusto no está muy generalizado. A la mayoría de los hombres a las que pasan de los 30 ya ni las miran

-Eso es porque no saben dónde está la verdadera calidad para estas cosas. Para los que sabemos disfrutar de una mujer de verdad no cabe duda de que ésta tiene que tener unos cuantos años y yo añadiría que también unos cuantos kilos. Las jovencitas y esmirriadas para las pasarelas; para disfrutar de una hembra lo que yo le digo: años y kilitos. –Repliqué yo mientras tanto mi madre y la señora Fina como Alberto reían ya en una abiertamente distendida situación.

-Esto lo tenía que ver mi marido, que el muy tonto se cree que un hombre sólo se lo puede pasar bien con yogurcitos de esos de 18 años. –Siguió Fina.

-Pues no le haga usted ni caso a su marido, -intervino mi madre-. No me gustaría parecer inmodesta pero, a lo que parece, estos dos se lo pasan muy bien con una madurita como yo, y si no que se lo digan ellos

Nosotros asentimos y además yo, para darle un carácter más natural a aquella situación en la que estábamos, me decidí a darle una sonora palmada en el culo a mi madre al tiempo que le decía:

-Ya lo creo que nos lo pasamos bien contigo, maciza.

Todos reímos entonces y la señora Fina añadió con evidente picardía dirigiéndose a mi madre:

-Y usted también se lo tiene que pasar francamente bien con todo eso que muestran estos dos, ¿eh?

Mi madre asintió y además, apoyando su respuesta, nos agarró tanto a Alberto como a mí del cipote dándonos unos suaves tirones de nuestros miembros que hicieron que todos volviéramos a reírnos divertidos. En vista del talante desenfadado de la situación y de la reacción con humor de la señora Fina no parecía haber ya lugar para preocuparnos por su reacción y de hecho, tras aquellas primeras explicaciones y palabras, ésta insistió de nuevo en tranquilizar a Alberto con respecto a su discreción y demás. Luego mi madre y Fina prosiguieron la conversación y aquélla le explicó a Fina que ella también era una mujer casada y que también le pasaba lo mismo que se deducía de las palabras de la señora Fina: que le hacían más caso fuera de casa que en ella. A todo esto tanto mi madre como nosotros seguíamos completamente desnudos; bueno, en el caso de mi madre ésta ya se había puesto las medias pero seguía allí en el medio del salón mostrando sin ningún pudor su peludo chochazo y las tetas ante la señora Fina como si tal cosa.

-Lo que pasa es que a mí no me hacen caso ni dentro ni fuera –rió la buena mujer divertida.

-Pues será porque usted no quiere, señora, que, si me permite, para los que nos gustan maduritas está usted de toma pan y moja. –Intervine yo decidiéndome a dar un paso más que pudiera llevarnos a compartir algo más que una distendida conversación con aquella mujer.

La señora Fina realmente estaba muy buena, al menos para mi gusto, claro. Tendría unos 60 años, era rubia aunque seguramente teñida, con el pelo corto. Era un tanto rellenita, incluso algo más que mi madre, y tenía unas más que apreciables tetas ya que, a ojo, yo calculé que usaría una talla 120 ó 130 de sujetador. Llevaba una falda lisa y recta muy normal pero suficientemente ceñida como para que se apreciara un más que atrayente culazo, más bien gordo y salido aunque quizá algo más caído que el de mi madre.

Alberto y yo seguimos piropeando a la señora Fina y a ella, sin duda, le agradaban nuestros piropos ya que cuando, decidiéndonos a dar un nuevo paso más tras intercambiar una significativa mirada entre nosotros, nos acercamos a ella y le tocamos el culo por encima de la falda acompañando nuestros piropos, la buena mujer no hizo el menor gesto de disgusto sino que, de hecho, sonrió abiertamente complacida mientras nuestras manos se posaban primero con timidez en su trasero y luego ya se paseaban por sus nalgas, aunque sobre la falda, sin miramiento alguno.

Luego fue mi madre la que contribuyó a animar a la mujer diciéndole que aprovechara y que nos metiera mano a nosotros. Entre risas y rubores, y animada sobre todo después de que mi madre le hiciera una demostración tocándonos de nuevo la polla a los dos, la madura mujer terminó por atreverse a acariciarnos nuestros desnudos atributos mientras seguía siendo animada por mi madre, que se había quedado tan solo con las medias y los zapatos por toda vestimenta y sin preocuparse mayormente de su desnudez ni mostrando la menor intención de ir a vestirse.

-Si me viera mi marido... –decía Fina divertida mientras nos tocaba cada vez con mayor decisión los huevos y las pollas-. Este despendole no lo he tenido yo en la vida. Vamos, vamos… nada menos que tocándoles el pirulí a dos hombres a la vez. Si se llega a enterar mi marido

-Nada mujer, por eso ni te preocupes, que tu marido no está aquí y si además no sabe apreciarte ni falta que hace. ¡Pues anda que si viera el mío lo que me han estado haciendo estos calentorros esta tarde! –Le respondió mi madre provocando la risa de todos.

Como la cosa iba viento en popa con esta mujer nosotros le reiteramos nuestra admiración por las hembras maduras como ella y mientras comentábamos lo tonto que era su marido por no aprovechar en toda su amplitud a una hembra como ella, nos fuimos atreviendo a tocarla más y más. Al suave sobeteo de culo por encima de su falda pronto añadimos unos decididos toques en las tetas de aquella maciza hembra. Luego, animados por el hecho de que ella no mostraba el más mínimo rechazo a nuestros avances, le empezamos a meter mano incluso por dentro de la blusa. El hecho de que ella nos estuviera sobando los genitales hacía poco probable que se opusiera a nuestros manoseos y en efecto no sólo no se opuso sino que colaboró cuando yo traté de quitarle la blusa y luego también el sostén. Ella misma se deshizo de la blusa una vez yo le hube soltado varios botones y luego también se sacó el sujetador después de que Alberto le soltara el cierre de la espalda de modo que en cuestión de minutos la teníamos entre nosotros con sus tremendas y caídas tetazas al aire, unas tetas por cierto muy atractivas además de gordas y con pezones gordos y salidos.

Mi madre contribuía a animar a la señora Fina diciéndole que a ella ya la habíamos convencido de que había que disfrutar de la vida, que nos había hecho caso y que estaba encantada con lo que disfrutaba ahora de la jodienda sin que su marido supiera de lo que era capaz de hacer su mujercita con un par de pollas.

Fina confesó que para ella esa situación era como estar en la gloria, con dos hombres más jóvenes que ella, desnudos y metiéndole mano, ya que apenas disfrutaba del sexo pues su marido se lo hacía cada vez más de tarde en tarde y dejándola a medias las más de las veces.

Mi madre le insistió para que aprovechara la ocasión con nosotros definiéndonos como dos calentorros que sabían hacer gozar a una mujer.

-Además a estos les gustan mayorcitas, como nosotras, así que no hay que desperdiciar la oportunidad. Que te hagan gozar, que verás que bien lo pasas, y a tu marido que le vayan creciendo los cuernos, por no saber apreciar lo que tiene en casa.

Luego, poco a poco, terminamos de desnudar a Fina por completo y la sentamos en el sofá. Allí Alberto le empezó a comer las tetas mientras yo me arrodillaba entre sus piernas y le empezaba a chupar el coño, que por cierto, tenía bastante peludo y tan desarreglado que no me cupo duda de que nunca se había preocupado por la apariencia estética de su coño.

Nuestras caricias bucales hacían enloquecer a la madura mujer. Según decía, nunca le habían hecho una cosa así; dos hombres a la vez y uno además chupándole la raja. Su excitación y el placer que le proporcionábamos era tan grande que la buena mujer enseguida tuvo un orgasmo realmente descomunal gimiendo y hasta chillando como una cerda.

A continuación, y siempre animados por mi madre, pusimos a la señora Fina a cuatro patas sobre la alfombra y nos dispusimos a joderla mientras ella seguía diciendo que aquello era extraordinario y que nunca hubiera pensado que iba a gozar así del sexo. Alberto se la metió entonces en el coño por detrás y yo me dediqué a sobarles las tetas colgonas y a morrear con ella, cosa que pareció gustarle sobremanera. Lo curioso en ese momento es que mi madre decidió acompañarme en la tarea y, para sorpresa tanto de Fina como mía, también le empezó a sobar las colgonas tetas a la señora Fina. Esta recibió con agrado las caricias de mi madre en su pecho y sonrió complacida. Esto debió animar a mi madre porque acto seguido y mientras yo succionaba uno de los gordísimos pezones de Fina, mi madre cogió la otra teta de Fina con la mano y llevándosela a la boca empezó a chuparle el otro pezón. Fina gemía y mi madre succionaba con avidez aquella mama. A mí vera mi madre comiéndole las tetas a otra mujer me puso aún más cachondo si cabe y seguí mamándole el pezón a Fina pero también le metí mano a mi madre en la entrepierna por detrás ya que ella estaba a cuatro patas a mi lado mamándole la teta a Fina, y me encontré con el chocho de mi madre absolutamente empapado.

-No sabía que también te iban las tías –le dije yo a mi madre mientras le daba un tirón en uno de sus pezones.

-Ni yo tampoco –rió ella divertida-. La verdad es que se puede decir que nunca he hecho nada con una mujer aunque debo reconocer que algún frote de tetas con tu tía Rosa ya me he dado, ya, ja, ja, ja.

-Hay que ver qué calentorra eres. –Le decía yo.

-Es verdad; eso es lo que me pasa, lo calentorra que vosotros me habéis puesto durante toda la tarde y todo este ambiente hace que me apetezca todo, incluso chuparle las tetas a esta buena amiga. –Decía mi madre.

Pero la cosa no quedó ahí. Mientras Alberto seguía jodiendo a Fina a ritmo suave para prolongar el polvo y gozar y hacer gozar a aquella mujer, mi madre me indicó con un gesto que le metiera la polla en la boca a Fina. Esta, viendo mi intención, me dijo que igual no lo hacía muy bien pues sólo había chupado una polla en su vida y no muchas veces. Entonces intervino de nuevo mi madre diciéndole:

-Yo hasta que empecé a golfear con estos no había chupado ninguna; de hecho no se la había chupado ni a mi marido y ahora hay que ver lo que me gusta lamer un buen cipote.

Así lo hice pero no bien ella me había dado un par de lamidas en mi glande mi madre hizo que yo me retirara y entonces, para nueva sorpresa mía, fue mi madre la que acercando su boca a la de Fina empezó a morrear con ella dándose la lengua en unos besos llenos de vicio y a los que Fina respondía con igual entusiasmo. Así estuvimos un buen rato, con la boca de Fina alternándose entre las breves lamiditas que me daba a mí en el rabo y los largos y densos morreos que se daba con mi madre mientras ambas se sobaban las tetas a base de bien.

Después de un rato en este plan yo le empecé a pasar la polla por la cara y por los labios a Fina, incluso mientras se besaba con mi madre, y ya loco de calentura le dije que se concentrara en darme unas chupaditas en condiciones y que me hiciera una buena mamada. Mi madre entonces se retiró sentándose en una butaca a nuestro lado y dejándome para mí solito la caliente boca de Fina.

Fina empezó a chupármela y la verdad es que lo hacía muy bien. Mientras tanto Alberto proseguía en su lenta pero rítmica follada. La excitación que sin duda sentía la madura mujer era tanta que enseguida tuvo otro orgasmo muy intenso. Luego siguió con la mamada y Alberto, que aún no se había corrido, siguió follándola. Hasta tres orgasmos tuvo Fina antes de que Alberto estallara dejándole todo el coño lleno de lefa.

Luego le dijimos que se sentara a descansar y que aún habría más pero Fina dijo que estaba disfrutando muchísimo y que quería seguir chupándomela para darme gusto a mí, que eso le hacía sentirse muy golfa y que le encantaba.

Entonces intervino mi madre, que estaba sentada en la butaca a nuestro lado, cruzada de piernas y con todos sus encantos al aire:

-¿Te gusta cómo te la chupa Fina, hijo? –preguntó mi madre ahora ya toda espatarrada desde su butaca y mostrando obscenamente su peludo conejo.

-Ya lo creo, y tú podías ayudarle un poco, ¿no te parece, mamá?

-Pero... ¿sois madre e hijo? –preguntó entonces Fina, más con alegre curiosidad que escandalizada.

-Pues sí, -explicó mi madre-. Mi hijo es tan calentorro que hasta me ha convencido a mí para que sea un poco zorra y disfrute de la vida. De hecho él es el principal responsable de lo golfa y putona que ahora soy. Al principio me convenció para que gozara con otros pero claro, hemos terminado también liados nosotros, y no me arrepiento para nada... Hacer cochinadas con tu propio hijo te da… no sé cómo explicarlo… como un gustirrinín especial

Mi madre entonces le contó brevemente a Fina nuestras andanzas para ponerla en situación y que tuviera una visión de nuestras relaciones sexuales. También le contamos el numerito de la chacha que habíamos montado aquel día con los amigos de Alberto. A Fina le pareció muy divertido y dijo que ya le hubiera gustado a ella tomar parte en la fiestecita.

-Y bueno, menos mal que he llegado a los postres... –concluyó con humor.

Luego mi madre y Fina se pusieron mano a mano a chuparme la polla y los huevos y creo que Fina hasta lo hacía con más vicio y excitación al ver que también mi propia madre me chupaba la polla. También retomaron sus lésbicos besos y a la vez que me chupaban el nabo con enorme vicio, también se besaban entre ellas y se daban la lengua con un descaro y un golferío tal que no pude por menos de sorprenderme de nuevo ante esa desconocida faceta de mi madre. Al cabo de un rato me corrí con gran placer echando toda la leche en la cara de ambas sin que a ninguna pareciera molestarle mi descarga de lefa sobre ellas. Fina incluso, en un detalle que me encantó, recogió con la lengua un goterón de lechada que le había caído encima del labio superior y se lo tragó sonriendo y con cara de vicio.

-Sin duda hemos dado con otra buena zorra. –Dije yo haciendo que Alberto asintiera y que tanto mi madre como Fina rieran con malicia.

-Menos mal que nos hemos entretenido y nos has pillado así, ¿eh, Fina? Si no nunca hubiéramos disfrutado contigo, claro que quién iba a pensar que eras también una calentorra... –Le decía Alberto mientras sopesaba las enormes tetas de su señora de la limpieza.

-Todas las mujeres somos, en cierta medida, unas fulanas calentorras –dijo ella – y cuanto más viejas más zorras, yo por lo menos... Anda, que no tenía yo ganas ni nada de algo así, pero... así que menos mal que os he pillado en faena. Si queréis por mí, a partir de ahora, podéis hacer conmigo lo que queráis cuando queráis. Bueno, si os gusto, claro. Y bueno, si a ti, Matilde, no te importa que estos dos machos tuyos...

Todos reímos y mi madre le dijo que estaría encantada de compartir sus machos, como decía Fina, que a ella también la compartían muchos hombres con nuestro visto bueno y hasta aliento y estaba contentísima con ello.

-A mi me gusta mucho también ver cómo mi hijo hace marranadas y se jode a otras mujeres y lo mismo Alberto, o sea que encantada. –Le explicaba mi madre riendo con malicia.

-Ay, hablando de hijos –dijo Fina-. El mío suele venir a buscarme y a veces sube hasta el piso y ya va siendo hora así que igual me tengo que vestir, que si me encuentra así... Y tampoco me gustaría que os viera a vosotros de esta manera, todos despelotados… que no sé que va a pensar de su madre y del sitio en el que va a trabajar

-Bueno, pues nos vestimos todos, que ya va siendo hora –dijo Alberto.

-Aunque igual no resultaba mal que nos encontrara a todos en pelotas –intervino mi madre con picardía-. Con Fina no os ha ido mal, cabronazos, e igual a él no le molesta encontrarse a dos maduritas desnudas. ¿Qué tal está tu hijo, Fina? ¿Crees que es un cachondo? Digo esto porque a mi no me importaría conocer a otro jovencito calentorro...

-Hombre está muy bien y será de cachondo como todos los chavales, pero es que es mi hijo, y aunque a mi me parece muy bien lo vuestro no se qué le parecería a mi hijo si se encuentra a su madre en pelotas y con la cara y el coño lleno de lefa de otros dos tíos...

Los tres reímos por la composición que con tan buen humor había dibujado Fina y mi madre insistió:

-Pero a ti, ¿qué te parecería que tu hijo se uniera a nosotros? Porque si de entrada te parece mal o te da mucho corte, que es comprensible...

-La verdad –le cortó Fina– me encantaría ver a mi hijo desnudo y enseñarle las tetas. Es más… después de veros a vosotros… la verdad es que hasta me gustaría liarme con él. ¡Ay, debo ser una completa depravada! Esto nunca se lo hubiera dicho a nadie pero aquí lo puedo decir con total confianza porque vosotros sois madre e hijo y bien visto está cómo os lo montáis. Y sí que da un morbo especial eso de hacer cochinadas entre madre e hijo, ¿verdad?

-Ya lo creo –le respondía mi madre con una sonrisa de vicio que no se podía aguantar.

-Sí, sí… No me importaría nada que mi hijo me viera con el culo al aire y verle yo a él su aparato. –Parecía reflexionar en voz alta Fina mientras se mordía el labio inferior-. Pero lo que no sé es cómo iba a reaccionar él si descubre que su madre es una golfona que anda con las tetas al aire en la casa que va a limpiar, que se deja follar por dos tíos y que hasta quiere meterle mano él.

-Pues vamos a ver cómo reacciona. –Propuso con decisión mi madre acompañando sus palabras de una sonrisa llena de picardía.

Continuará

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