Orgulloso de mi madre (1)

Mi madre y mi tía quieren visitar una discoteca para gente de su edad. La negativa de sus maridos a ir con llas hace que yo termine siendo su acompañante.

ORGULLOSO DE MI MADRE (Cap. 01)

Mi madre y mi tía quieren visitar una discoteca para gente de su edad. La negativa de sus maridos a ir con llas hace que yo termine siendo su acompañante.

Este es el relato de una historia verídica que llegó hasta mí a través de sus protagonistas directos, los cuales entraron en contacto conmigo a raíz de la publicación de mi propia historia –Círculo Incestuoso- en estas mismas páginas y me han pedido que la escriba y relate para todos ustedes.

La conversación en aquella desenfadada y amplia reunión familiar en nuestra casa de veraneo, había seguido los derroteros de otras veces. Al haber tanto gente joven como mayor en la mesa, se terminó comentando la diferente actitud que los jóvenes de hoy tienen con respecto a muchas cosas y lo diferente que ésta es con la que mantuvieron en su momento los mayores. Por supuesto se habló de la evolución que se había dado en los últimos años en cuestiones como las relaciones chico-chica y eso contribuyó a que poco a poco la conversación se fuera haciendo más y más desenfadada, llegando a tocarse, entre risas, temas incluso algo atrevidos.

La novia de un primo mío apuntó que los mayores también estaban cambiando de actitud en muchas cosas y también en eso. Entonces contó que cerca de su casa había una sala de fiestas frecuentada por gente mayor y que había que ver cómo entraban allí de preparadas y cómo salían de despendoladas las señoras. Otro primo mío apuntó que él también conocía una discoteca de esas características y que había oído que las mujeres ya entradas en años iban allí a ligar y a desmadrarse sin ningún tapujo. Mi padre abundó en el tema diciendo que ya conocía esa discoteca y que alguna vez, estando él de cena con algunos amigos, había visto salir de ella a señoras en los 50 e incluso bien entradas en los 60, bien amarradas a tíos y con toda la pinta de ser un ligue de esa noche y nada más. Se comentó que eran discotecas frecuentadas por separadas y solteronas y una tía mía, a modo de chiste, apuntó que también habría casadas con ganas de olvidarse del marido por un rato.

Entonces mi madre dijo que ella ya había propuesto alguna vez a mi padre y a mis tíos, allí presentes, ir alguna tarde a esa discoteca a ver el ambiente que había y lo que se traían entre manos las maduritas y los maduritos pero que tanto mi padre como mi tío eran unos sosos y que nunca se animaban a ir.

-Pues id vosotras solas –las animé yo.

-Tendremos que hacerlo porque si no con estos no salimos de casa… -dijo mi tía en referencia a la apatía que caracteriza a mi padre y a mi tío para estas cosas.

-Nos ponemos bien guapas nosotras e igual hasta ligamos, ¿eh? –dijo mi madre riendo y en tono de broma.

-Pues seguro que estáis mucho mejor que muchas de las que van por allí y bien que ligan –intervino otro de mis primos-. En esos sitios yo creo que liga todo el mundo a nada que se lo proponga. La gente que va a esos sitios ya tiene una edad como para tener las cosas bien claras y seguro que nadie anda perdiendo el tiempo.

La conversación siguió en esa línea y se comentaron más casos tanto de gente joven como mayor en los que quedaba patente la liberalidad de costumbres que se estaba dando.

Días más tarde, y ya en nuestro lugar de residencia habitual, al oir un anuncio en la radio de aquella sala de fiestas de la que estuvimos hablando, yo le pregunté a mi madre si pensaban ir algún día a pasar la tarde allí.

-Tú tía y yo bien decididas que estamos, pero estos maridos que tenemos

-Pues no seais tontas e id vosotras solas.

-Tendremos que hacerlo. –Dijo en tono decidido– Si no nunca vemos nada, ¿verdad? Si estamos esperando a que nos lleven estos no salimos de casa.

-Pues claro, vais vosotras y ya está. Igual hasta os lo pasáis mejor

-Por lo menos para pasar un rato, ver a la gente que va y cotillear y hasta bailar un poco ¿no te parece?. Igual vemos a alguna conocida ligando… -dijo mi madre divertida y riendo.

-Además seguro que si queréis compañía no os iba a faltar… Seguro que un montón de tíos se fijaban en dos mujeres tan bien conservadas como vosotras. No os van a faltar compañeros de baile, no.

Mi madre rió y agradeció el piropo y continuó.

-Si te digo la verdad, hijo, eso es casi lo que nos da más apuro, no creas. Tu tía y yo ya hemos estado hablando más de una vez de ir las dos solas a esa discoteta pero precisamente por eso que acabas de comentar no nos hemos decidido todavía. Por un lado claro que nos gustaría que nos echaran algúnos piropos. A nuestra edad eso se agradece mucho, pero también puede haber un problema.

-¿Por qué, mamá? No lo entiendo

-Pues hombre, no exactamente porque quiera bailar o incluso ligar con nosotras algún tío, que eso, así entre nosotros, como ya te digo, no nos iba a molestar siempre que no se pasaran, claro. Que a todas nos gusta que se fijen en nosotras, en eso no nos vamos a engañar.

-Pues claro que sí, mamá. Además vosotras estáis muy bien. Ya te digo que seguro que os lo pasáis incluso mejor si vais vosotras solas.

-No si no es eso. Es que imagínate que estamos allí y nos empiezan a hablar unos hombres y nos ve algún conocido o conocida. Se puede pensar cualquier cosa al vernos sin nuestros maridos en un sitio así y hablando con otros hombres. Que la gente ya sabe que allí se va a ligar y al desmadre y… bueno, ya sabes.

-Vosotras lo que tenéis que hacer es pasaroslo bien, bailar con los que os apetezca y no preocuparos por otros. Además si alguien conocido os ve allí será que también ha ido a algo.

-Pues eso es lo que nosotras no queremos que parezca, hijo. ¿No te das cuenta? Si vamos nosotras solas puede parecer que también hemos ido allí a "algo". Para que parezca que hemos ido simplemente a tomar algo o a bailar sin más, tendríamos que ir ya acompañadas y con estos maridos que tenemos

-Dejaos de bobadas y de preocuparos tanto por el qué dirán. No seáis tontas y decidiros, que cuanto más disfruteis mejor para vosotras. Nadie os va a agradecer que estéis siempre en casa aburridas ¿no?

-Hijo, cómo eres. Parece que no te molesta que tu madre vaya a ese sitio y que parezca que ha ido a ligar allí con un tío

-Pues mira, mamá. Así entre nosotros, yo no es que quiera ni deje de querer pero la verdad es que no me iba a parecer nada mal que mi madre disfrute de la vida y le dé alguna alegría al cuerpo, sino todo lo contrario. Si tu te lo pasas bien, para mí lo que hagas está bien hecho. Y, otra cosa; si os decidís a ir y no queréis que se entere nadie podéis estar tranquilas que por mí no se va a saber nada. –Y bajando la voz continué en tono cómplice y de broma:- Hagáis lo que hagáis allí

Mi madre rió divertida y contestó:

-Hijo, pues no está mal saber eso.

-Pues venga, animaos y a divertirse, que la vida son dos días

-Ganas no nos faltan, no. Pero eso de ir solas nos da corte por lo que te he comentado antes…-Y entonces, tras unos segundos de reflexión, mi madre añadió-: Viendo la disposición que tienes, cómo no vengas tú con nosotras

-Ah, pues si os sirvo yo como acompañante y así vais más tranquilas contad conmigo, que seguro que también me lo paso bien.

-¿Si? ¿Estarías dispuesto a ir una tarde con dos viejas a una discoteca? –Dijo ella con un brillo de entusiasmo en los ojos.

-Pues claro, y seguro que sería la envidia de todos los que haya allí yendo con vosotras. Y por cierto, vosotras no sois viejas. Sois dos maduritas de muy buen ver.

-Cómo eres, cariño. ¡Para qué vamos a ir allí a que nos echen piropos si ya te tenemos a ti!– dijo mi madre riendo.

-Pues para que os echen más y os deis cuenta de que estáis muy bien y mucho mejor que muchas que seguro que ligan todo lo que quieren. Y bueno para pasaroslo bien, que en esos sitios puede pasar de todo… -dije yo con un guiño.

-Cómo eres, cariño. Bueno, pues ya lo pensaremos y ya te diré.

Días después mi madre, estando a solas, me dijo que había hablado con mi tía y que estaban decididas a ir a la discoteca si yo las acompañaba.

-Esta tarde vendrá tu tía Rosa a casa y hablamos de todo eso para quedar cuando a tí te venga bien ¿vale?

-Claro, mamá. Por mi cuando queráis.

-Es que hemos pensado que así, además de ir contigo, nos llevas y nos traes en coche y es mejor ¿no te parece? –Mi madre entonces hizo un paréntesis y en voz más baja a pesar de que no había nadie en casa continuó:- Lo que también hemos pensado es que será mejor que tu padre y tu tío no se enteren de que vamos a ir a esa discoteca. Desde luego no va a pasar nada, claro, y además tú vienes con nosotras, pero ya que ellos no quieren ir igual es mejor que no sepan que hemos ido nosotras ¿no te parece?. Es una tontería desde luego, pero igual les parece mal y así, si no se enteran, no hay porque contar nada ni dar ninguna explicación. Bueno, esto si a tí te parece bien que lo hagamos así, claro.

-Por supuesto, mamá. Además estoy de acuerdo con vosotras. Por mí no hay problema. Ya te lo había dicho antes. Podeis contar con mi discreción para todo, mamá.

-Ya sabía yo que podíamos confiar en ti, cariño. Es que si no ya sabes; van a empezar que a qué tenemos que ir nosotras allí, que seguro que alguno nos dijo algo, qué que dirá la gente si se entera de que hemos ido a una discoteca así sin ellos, que si yo qué sé… Así que si entre los tres guardamos el secreto, mejor ¿no te parece?

-Claro, mamá. Podeis contar conmigo al cien por cien. Seré completamente discreto y aunque ligárais con un tío podéis estar seguras de que de mi boca no saldrá una palabra. Además necesitaréis mi discreción porque seguro que ligaréis y es mejor que de eso no se entere nadie que no deba enterarse. –Acabé yo en tono de broma.

-Anda, qué cosas tienes, hijo. –Rió mi madre divertida con mi ocurrencia.– Ya le he comentado a tu tía que contamos con tu discrección y que tú nos animas mucho a que nos lo pasemos bien y está encantada de poder contar contigo y de que nos acompañes.

-Yo lo que tengo es ganas de que os lo paséis bien y conmigo podéis contar para todo lo que necesitéis para divertiros, ya lo sabéis.

-Gracias, cariño. –Dijo mi madre, y tras una pausa añadió con cierta picardía en la voz- ¿De verdad no te parecería mal que un hombre… ya sabes, que hablara con nosotras en esa discoteca?

-De que van a hablar hombres con vosotras no tengo ninguna duda, y de muchos querrán bailar y que alguno querrá además daros un achuchón tampoco. Si ninguno intenta ligar con vosotras entonces sí que me llevaría una sorpresa. Podemos apostar lo que querais a que no va a ser así. Y desde luego a mi me parecerá estupendo y estaré muy orgulloso de que mi madre resulte atractiva para los hombres… -y aproveché para enfatizar:- Todo me parecerá muy bien, incluído lo del achuchón, siempre que a vosotras os apetezca.

Los dos nos reímos y mi madre ya concluyó.

-Pues hijo, eso tranquiliza mucho porque si no, aunque desde luego no va a pasar nada, si alguno nos dice algo y, para no parecer unas maleducadas, le contestamos, es mejor saber que a tí no te está pareciendo mal.

-Pues claro que no, mamá. Desde luego qué cosas tienes… Tienes que preocuparte más de disfrutar tú y menos de lo que piensen los demás. Ya te lo he dicho más veces.

-Bueno, está tarde hablamos –dijo mi madre con una sonrisa cómplice ya para terminar.

A media tarde llegó mi tía y como no había nadie más en casa salvo mi madre y yo, nada más pasar a la sala y servir un café, mi madre ya empezó a hablar del día en que íbamos a ir a la discoteca en cuestión, de cómo iban a ir, etc.

-Yo creo que un día adecuado puede ser este viernes– dije yo.

-Sí, -intervino mi tía Rosa– nosotras también habíamos pensado en este viernes.

-Además, -continué yo– como mi madre está pensando en cambiar parte del mobiliario de la casa podemos decir que vamos a ver las tiendas de muebles que hay por esos pueblos de las afueras y que tú nos acompañas, tía. Así nadie se preguntará a dónde hemos ido.

-Hijo, estás en todo –elogió mi madre.

Arreglamos otros detalles como la hora, el hecho de que nosotros pasaríamos a recoger a mi tía y demás y ya ellas empezaron a hablar de que ropa se pondrían y esas cosas. Ambas estaban como unas jovencitas en vísperas de una fiesta.

-Vayáis como vayáis seréis las más guapas, ya veréis la de tíos que quieren baile con vosotras. Bueno, baile y más cosas. –Añadí pícaramente y con un guiño.

Ellas se rieron y mi tía continuó.

-Ya me ha dicho tu madre que incluso no te parecería mal que se nos insinuara algún hombre

-Pues claro que no. Además, es que de eso no tengo duda, que vosotras estáis muy bien las dos

Ellas agradecieron el piropo y rieron con mi palabras y mi tía siguió:

-Pues contamos con tu discreción porque, viendo que se puede confiar, yo ya os digo que si alguno me dice algo no me voy a quedar callada, ja, ja, ja. Hay que divertirse ¿no? Y yo no voy a perder la oportunidad de pasarlo bien, que con estos maridos que tenemos a ver cuándo vamos a volver a salir de casa. Si ellos no quieren divertirse con nosotras tendremos entonces que divertirnos sin ellos, ja, ja, ja

-Dí que sí, tía. Hay que aprovechar y despendolarse un poco, que un día es un día. Y tienes que animar a mi madre a que haga lo mismo.

-¡Uy, esta no necesita que la animen, no!

-Bueno, bueno, que va a pensar mi hijo… -intervino mi madre riendo divertida.

Los tres reímos por el tono semipicante que estaba adquiriendo la conversación y mi tía, quizá para devolver un poco las aguas a su cauce dijo:

-Hombre, eso no quiere decir que nos vayamos a liar con alguno pero… bueno, la cosa es divertirse, ¿no?

Seguimos hablando de nuestro plan para el viernes en el mismo tono desenfadado hasta que llegada la hora mi tía se marchó a su casa. Cuando ya se iba yo me atreví a hacer una referencia al escote del vestido que llevaba, que permitía ver el nacimiento de sus grandes pechos y el canalillo, diciéndole:

-Bueno, tía. El viernes tienes que llevar por lo menos un escote como el que llevas hoy, ¿eh? Que se vea lo que hay

-Sí, que todavía tengo buenas tetas, ¿verdad? –dijo con su acostumbrado desparpajo a la vez que se las agarraba con ambas manos y los tres reíamos.

Cuando llegó el viernes mi madre y yo explicamos en casa nuestra intención de irnos de mueblerías. Mi madre dijo que si yo la llevaba en el coche podría ver las de diversos sitios y también apuntó que vendría con nosotros la tía Rosa.

A media tarde del viernes, cuando ya no había nadie en casa, pues el resto de la familia había salido, mi madre, con una sonrisa pícara y llena de complicidad, me dijo que se iba a preparar. Yo también me fui a vestir y cuando estaba en ello oí que mi madre me llamaba desde su habitación. Fui a ver qué quería y me la encontré en bragas y sujetador y con un vestido color crema en la mano.

-No sé si ponerme este vestido o el conjunto azul. ¿A ti que te parece, cariño?

-Caray, mamá. ¿Cómo de verdad estás bien es tal como estás ahora! –dije yo haciendo referencia a su semidesnudez.

-Anda, no digas tonterías, que yo ya soy una vieja. –Repuso ella no sin coquetería.

-De eso nada, mamá. Tienes un cuerpo muy atractivo.

La verdad es que mi madre no está nada mal para tener 54 años. Está algo rellenita sin llegar a gorda, sus tetas son de tamaño regular tirando a grandes, ya más bien caídas pero de una tamaño más que apetecible. Sus gordos muslazos son una invitación a magreárselos y sobre todo tiene un culo gordo y redondo de lo más apetitoso. Tiene algo de tripa pero lejos de hacerle feo aumenta su atractivo como hembra madura. He de reconocer que al ver a mi madre así me puse incluso un poco cachondo aunque se tratara de mi madre. La estaba viendo allí medio desnuda y desde luego lo que veía era a una hembra madura de lo más apetecible.

-Bueno, -contestó ella a mi comentario anterior y sin duda percatándose de mi embelesada mirada a su cuerpo– pero de todas maneras no voy a ir así, ¿no?

-La verdad es que si vas así formas el taco en la discoteca, seguro.

Los dos reimos y luego seguimos hablando de la ropa. Yo le insinué que se pusiera una falda más corta que aquel vestido pero ella se terminó decidiendo por el conjunto azul que había mencionado. Yo volví a insistir en que era demasiado largo y serio y le sugerí que se pusiera un vestido varaniego, también azul pero algo más corto y de vuelo. Finalmente ella siguió mi sugerencia y se puso aquel vestido que, por cierto, permitía que se trasparentara algo el sujetador blanco que llevaba.

Cuando estuvimos los dos preparados nos fuimos a por mi coche y luego nos dirijimos a casa de mi tía Rosa para recogerla. Mi tía aún no estaba preparada del todo y nos dijo que subiéramos a su piso. Al llegar nos abrió la puerta ocultándose tras ella mientras abría y al cerrar pudimos comprobar que estaba también en bragas y sujetador. Nos dijo que estaba sola y yo al verla así le dije:

-Pero tía, no me digas que vas a ir así. –Bromeé yo– Entonces el primero que te va a entrar voy a ser yo mismo. Menuda macizorra

Mi tía Rosa se rió divertida mientras mi vista se paseaba sin ningún disimulo por toda su abundante anatomía, tan expuesta en aquel momento.

Primero merecen un comentario las bragas que llevaba mi tía ya que para mi sorpresa eran anda menos que tipo tanga. La breve tira trasera se ocultaba enteramente entre sus enormes nalgas dejando prácticamente su gordo culazo por completo a la vista. Al ver esto creo que a mi se me empinó de golpe pues el culo de mi tía, a pesar de tener 62 años, me pareció de lo más apetecible.

También merece un comentario el sujetador de mi tía ya que era de tela parecida a la gasa, prácticamente transparente, de modo que sus grandes tetazas se veían con toda claridad y sus negros y gordos pezones se marcaban en la tela de modo enormemente provocativo.

-Chica, vaya braguitas… y vaya sujetador -comentó divertida mi madre.

-Oye, vamos de ligue, así que hay que ponerse lo más atractiva posible… Nunca se sabe quién te va a terminar viendo las bragas –bromeó mi tía haciendo que todos riéramos.

-Ya sabes, mamá… -intervine yo.– Copia de la tía, que a ti esas bragas te tienen que quedar de miedo también.

-Sí, sí… Ya veo que hay que ir preparada por dentro y por fuera. ¿Pero cómo tienes tú bragas de esas?

-Pues para llevar el culo más fresco en el verano… -bromeó con gracia mi tía.

Todos reímos y luego la tía nos dijo que, al igual que mi madre antes, no sabía que ponerse.

Fuimos a su habitación y de entre toda su ropa de salir tanto mi madre como yo le aconsejamos un vestido negro y escotado por el que se terminó decidiendo. Mientras se lo ponía yo pensaba que mi tía aún estaba muy buena a pesar de tener ya más de 60 años. Es algo más gorda que mi madre y sus tetas son dos auténticos melones, ya muy caídas pero muy apetecibles en cualquier caso. Además, aunque de areolas pequeñas, sus tetas tienen unos pezones increiblemente duros que se notan incluso a través del sujetador y del vestido. Tiene un culo grande y gordo, que pude apreciar en su integridad gracias a la braga tanga que lucía, y unos buenos muslazos, muy atractivos aunque estén poblados de numerosos huecos provocados por la celulitis a modo de piel de naranja. He de reconocer que mientras se vestía me fue poniendo cada vez más caliente contemplar el maduro cuerpazo de mi tía.

Cuando hubo terminado de prepararse ya bajamos hacia el coche y nos pusimos en camino hacia la discoteca.

-A ver qué tal se nos da todavía lo de ligar –decía mi tía, tan animosa como siempre.

Yo me iba dando cuenta de que en un primer momento mi madre y mi tía habían apuntado su interés por ver quién iba a esa discoteca y sus ganas de cotillear un poco como pretexto para ir, pero desde luego un cierto morbo por ver si eran capaces de atraer la atención de los hombres e incluso por sentirse deseadas por ellos, tampoco era ajeno a su interés por acudir a aquella discoteca. Algunas de sus elecciones en la ropa que llevaban dejaba esto bien a las claras, sobre todo en el caso de mi tía.

-Con lo buenas que estáis las dos la váis a liar en la discoteca, chicas. Y no digamos tú, tía, como al bailar se te vean un poco las bragas.

Los tres reímos y mi tía contestó:

-Tú si que la liarás. Que como esté llena de maduritas como nosotras se te van a tirar al ver un mozo tan bueno como tú, sobrino.

-Pues a ver si se me tira alguna por lo menos la mitad de buenorra que vosotras; que yo no le hago ascos a una madurita maciza.

-¡No me digas que te van a gustar las viejas como nosotras! –intervino mi madre.

-Prefiero una madurita maciza que tres jovencitas de esas que están en los huesos. Y si están como vosotras, vamos, ni os cuento

-Pues a ver si ligamos los tres esta tarde ¿eh? –dijo mi madre voviendo a dejar patente que lo del cotilleo era más pretexto que otra cosa.

-Pues conmigo no ibas a tener que insistir mucho, ¿eh, sobrino? –intervino mi tía con su acostumbrado desparpajo.

Los tres reímos y seguimos comentando cosas así durante el resto del trayecto. Cuando llegamos al lugar en el que se encuentra la discoteca en cuestión metimos el coche en un párking cercano y nos dirijimos andando hacia la discoteca pues el trayecto era muy corto. Yo pagué las tres entradas y nos adentramos en la discoteca. Mi madre y mi tía miraban a todos los lados pues no era un ambiente al que estuvieran muy acostumbradas. La luz era tenue pero suficiente para ver bien las caras de la gente. Era pronto, acababan de abrir y apenas habría unas 40 ó 50 personas en la discoteca. Tras pedir unas consumiciones en la barra nos sentamos en una mesa a una prudente distancia de la pista pero desde la que se disponía de una excelente panorámica de toda la discoteca.

-Bueno, ¿qué os parece? –les pregunté yo. Charlamos un poco sobre el sitio y sobre la gente que había mientras la discoteca se iba llenando poco a poco. Ellas estaban maravilladas por el ambiente lúdico y desenfadado que se respiraba, por lo preparadas que iban las señoras y por lo descocadas que parecían algunas de ellas al bailar sobre la pista.

Mi madre y mi tía eseguida empezaron a criticar a buena parte de las hembras que se daban cita en aquel local. Empezaron por comentar sus ropas y enseguida tuvieron que cambiar a comentar sus actitudes ya que muchas señoras se saludaban con hombres dándose besos en la boca y recibiendo cariñosas y atrevidas palmadas en sus traseros.

En cuanto a la vestimenta de las mujeres dominaban las faldas un tanto largas pero con aberturas laterales más que destacadas, de modo que cuando las señoras se sentaban sus muslazos quedaban claramente al aire. También había bastante minifalda y por lo tanto mucha exhibición de muslazo maduro. Por arriba algunas habían optado incluso por llevar blusas semitrasparentes de modo que era fácil ver los sujetadores de las mujeres, entre los que, por cierto, dominaba el color negro. También algunas, aunque las menos, se habían atrevido a llevar bajo las chaquetas blusas semitrasparentes sin sujetador, de modo que al desprenderse de la prenda que llevaban por encima se les veían claramente las tetas.

-¡Uy, uy, uy! Aquí hay mucho descoque… –decía mi madre impresionada y divertida.

-Pues claro; hay que descocarse un poco ¿no, mamá? Si no, ¿a qué hemos venido? Además lo que hay es bastante buen género.

-¿Tú crees? –intervino mi tía.

-Hombre, aunque de momento no he visto a ninguna más buena que vosotras, hay algunas que también tienen un meneo.

-¿Serías capaz de liarte con una cincuentona como nosotras? –preguntó divertida mi madre insistiendo en algo de lo que ya habíamos hablado en el coche.

-Para un rato, ¿por qué no? Ya os digo que si está de buena como vosotras… Sí queréis que os sea sincero, y como todo esto queda entre nosotros, os diré que una aventura con una señora madura y maciza me parece de lo más interesante.

-Hay que ver como sois los jóvenes –terció mi tía.– Para un rato

-Pues claro, tía. Y vosotras deberíais hacer lo mismo. Si os apetece pasaroslo bien un rato, así sin que nadie se entere ¿por qué no vais a hacerlo? Desde luego por mí no tengáis cuidado que nadie sabría nada. Ya sabéis nuestro acuerdo…Os lo digo en serio

-Desde luego, como eres de sinvergüenza, hijo. – Dijo mi madre más en tono divertido que de reproche. –Parece que quieres ver a tu madre y a tu tía liadas con tío

-De sinvergüenza nada; lo importante es pasarlo bien, que a eso hemos venido ¿no? Y la verdad es que no me importaría nada veros todas desmelenadas, como esa por ejemplo.

Entonces los tres nos fijamos en una mujer de unos 50 años que se encontró allí a nuestro lado con un hombre de edad similar. Se dieron un buen morreo y pudimos oir que él le decía "Llevo toda la semana salido como un burro, cachonda". "Pues por poco no vengo. Mi marido quería llevarme no se dónde". Contestó ella. Enseguida se sentaron cerca de nosotros y empezaron a morrear y a meterse mano sin demasiados miramientos de modo que pudimos verle bien los muslazos a la buena mujer mientras su acompañante se los sobaba a base de bien.

-Esos no son marido y mujer ¿eh? –comentó mi madre con picardía.

-La gente que viene por aquí busca otras cosas diferentes de sus maridos o sus mujeres, ya lo sabéis. Las casadas y casados que estén aquí, si quisieran estar con su pareja se quedarían en casa.– dije yo.

-Oye, que nosotras… -empezó mi madre como para puntualizar mis últimas palabras.

-Lo vuestro hoy es especial porque habéis venido a ver el ambiente y a criticar un poco, pero espero que veáis que este es un buen sitio para conocer gente y pasarlo bien… ya me entendéis.

Continuará.